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Libro de las Auras


Runihura
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Tauro atrapó en el aire el frasquito con la extraña sustancia verde que Runihura les entregaba, pese a que la guerrera les había dicho que bebieran su contenido Tauro no lo hizo. ¿Qué era aquello y por qué tenía que beberlo? Lo examinó con detenimiento tratando de olerlo para ver si así podía descubrir si era algún tipo de poción, miró a su esposa en busca de una respuesta y al ver que ella también se encontraba en la misma situación se lo metió al bolsillo. Si Runihura quería que alguna de ellas hiciera lo que decía, antes debía darles alguna explicación.

 

Los conceptos del Aura del Fénix y el Aura de la muerte los tenía demasiado claros, al igual que su utilización, pero en esos momentos sólo tenía cabeza para los tres -o más bien seis- fantasmas invocados. Los suyos en particular no tenían ningún tipo de emoción en el rostro, simplemente estaban allí como petrificados y no sabía si podían hablar, aunque lo que menos necesitaba era una conversación. Si los fantasmas de verdad hacían lo que la mujer decía eso sería demasiado increíble, incluso para ella. Una magia de este tipo a su alcance...

 

— Lo de los efectos me parece demasiado e imposible de creer —opinó la oji-azul —No me malinterprete, sé que ustedes manejan diversos tipos de magia que nosotros no llegaríamos a comprender del todo, pero esto es...Grandioso.

 

Runihura debió notar el escepticismo de la joven, por lo que decidió hacer una demostración rápida sobre su poder.

 

— Cinaede —le escuchó decir.

 

De inmediato, el fantasma frente a ella con la apariencia de Lord Voldemort pareció activarse, moviéndose un centímetro para demostrar que era real y que estaba allí, el gas venenoso lo atravesó concentrándose dentro de él sin salir por el otro lado y ni el olor llegó a ella.

 

— ¡Impresionante! —no podía ocultar su emoción ni el asombro que sentía al ver algo como ello y enseguida esperó a ver lo que hacía su esposa con el hechizo que habían mandado hacia ella.

 

— A ver, quiero probar algo contigo, mi amor... Confundus —lo normal sería que el hechizo la dejara confundida por un tiempo breve, pero si el poder de los fantasmas era real de seguro que lo impediría.

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-¿Qué contiene esto? -cuestionó después de atrapar el frasquito.

Siendo mortífagas, era completamente normal que las dos se mostraran reacias a llevarse a la boca cualquier cosa que les ofrecieran. La mirada que compartió con Tau le dijo exactamente lo mismo que ella estaba pensando, así que se llevó el frasquito a uno de los bolsillos internos de su túnica y llevó los ojos al frente, hacia Runihura, esperando que les dijera algo con respecto al Aura que faltaba. Pero no lo hizo.

Primero atacó a su esposa, lanzándole un hechizo venenoso que el mismísimo Lord Voldemort se lanzó a detener. Pestañeó sorprendida, viendo cómo el fantasma del Señor Tenebroso era capaz de detener el efecto de un mago y por poco, muy poco, lo que hacía la guerrera pasaba desapercibido. Solo que ella también sabía de batallas. Tan solo verla moverse, señaló hacia delante y el fantasma de Bellatrix se materealizó frente a ella, deteniendo las arenas del hechicero.

-Esto va a ser increíblemente útil -murmuró, sonriendo de medio lado, cuando su esposa le pidió algo-. Vale, nena.

Aún quedaban dos fantasmas y ella sabía que en una batalla real, solo protegerían a una persona por vez, pero siendo una práctica, no dudó que funcionara. Como el hechizo de su mujer fue no verbal, no supo qué le había lanzado, pero vio cómo Greyback saltaba hacia delante en un halo opaco y se materializaba un segundo, siendo aturdido.

-Confundus -adivinó, negando con la cabeza-. Maravilloso.

Volvió a mirar a la Uzza.

-Nos queda un Aura -comentó con tranquilidad-, debemos practicarla.

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Sus ojos siguieron los movimientos de las mujeres. Principalmente el que hacían para guardar los frasquitos en sus bolsillos y evitando beber el líquido que acababa de otorgarles. Y eso la molestó, aunque no lo demostrara en su rostro. Si no seguían sus reglas en la clase…

 

Las dejó hacer y experimentar, a fin de cuentas aquel tipo de expresiones había experimentado hasta ella misma al momento de descubrir el poder de aquella magia. Se cruzó de brazos, casi de forma aburrida, hasta que una de ellas se dirigió a la Tiferim, y le respondió, sin quitar la expresión de aburrimiento de sus facciones poco definidas.

 

Si llegaron a pensar por una fracción de segundo que se trataba de veneno, lamento decepcionarlas. No tengo interés alguno en contaminar la magia que envuelve este Monte con la muerte de dos extranjeras, llevaría demasiado tiempo y esfuerzo el volver a purificar esa magia ― sacó entonces el tercer frasquito que había tomado de su vivienda y, abriéndolo, se llevó la botellita a la boca, bebiéndose todo el contenido de un solo trago ―. Se trata de una preparación muy especial, oriunda de la Tierra Uzza, para dar vitalidad al cuerpo y aumentarla también. Si lo bebían, podrían haber tenido la oportunidad de realizar más auras al cabo del día, pero si se niegan, tampoco me molestaré en insistir. Lo toman o lo dejan, no hay muchas opciones.

 

Guardó el frasquito nuevamente en su lugar, a la vez que sentía cómo poco a poco el efecto del líquido activaba cada célula de su cuerpo y, hasta habría jurado que incluso sus neuronas habían sido afectadas por la poción. Acto seguido, movió su varita, y sin emitir palabra alguna, los fantasmas que ambas mujeres habían invocado desaparecieron, y en su lugar, se oyó un canto muy particular, el canto que sólo una sirena podía emitir bajo el agua, bello y melódico a niveles hipnóticos, pero antes de que las mujeres pudiesen apreciar en sumo detalle de la luz con forma de sirena por encima de las cabezas de todas, la misma desapareció, a la vez que su canto.

 

Pues no exactamente. Aún les falta ver dos Auras más, ¿tienen algún apuro por irse? ― se sentó entonces sobre el suelo, cruzándose de piernas y usando su brazo de apoyo para su barbilla ―. Entonces, tienen dos opciones. O toman la poción y podrán seguir adelante con el Aura de Inmunidad que acabo de ejemplificar y el otro conjuro que queda, o…

 

Hizo un movimiento con su otro brazo, señalándoles el lugar por el cual habían llegado, una clara invitación a que podían retirarse si realmente lo deseaban. Runihura nunca las obligaría a quedarse, ni a ellas ni a nadie más que llegara hasta allí, a fin de cuentas, mientras menos personas pudiesen adquirir los conocimientos de las Auras era casi un triunfo para ella. Ella no haría nada para sabotear a los alumnos, pero si ellos solos lo hacían, no iba a ir en contra de aquel comportamiento.

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El cambio repentino de la Uzza confundió a Taurogirl. Al principio se había mostrado amable y hasta comprensiva, pero ahora dejaba ver su verdadera naturaleza que no la diferenciaba ni un poco de los demás guerreros. Una decepción. Tauro simplemente sonrió, por más guerrera que fuera o tuviera presencia no la iba a hacer olvidar quién era.

 

— No hay razón para ofenderse. Es normal ser muy desconfiados con los extranjeros, como estoy segura de que usted tampoco nos aceptaría nada de lo que le entregáramos sin conocernos, ¿o me equivoco? La brusquedad de su parte está demás, si estamos aquí es porque nos interesa aprender, si la seguimos a través de esa tormenta de arena y hasta ahora hemos seguido sus indicaciones es porque nos interesa aprender, pero no espere que nos comportemos como unas mansas palomas y nos olvidemos de nuestro criterio, guerrera Uzza —en todo momento se mantuvo calmada, no estaba exaltada, simplemente contrariada. ¿Cómo el humor de alguien podía cambiar de un segundo a otro? Era algo que jamás entendería de los humanos y sus tontas emociones.

 

— Y no, mi primer pensamiento no fue veneno, lo habría reconocido de inmediato, se lo aseguro —dijo llevándose la poción a la boca. Ella podía saber mucho de libros y poderes, pero la peli-azul sabía de venenos.

 

«Al parecer los rumores sobre ella son falsos» fue lo que pensó. Se decía que de todos los guerreros ella era la más alegre, las más divertida, pero desde el inicio no mostró más que una expresión seria y ahora agresiva y altanera. No valía la pena tratar de comprenderla, al final siempre terminaría chocando contra la misma pared, lo mejor sería concentrase con la clase.

 

Una vez terminó de beber la poción sintió el efecto prometido. Ya no se sentía cansada, ni agotada, es más, hasta podría haber corrido una maratón una y una otra vez, diez durante el el mismo día y seguiría sintiéndose como nueva. Al menos en eso no les había mentido.

 

— Con su permiso, guerrera —ahora, más decidida que nunca, Tauro se dispuso a elaborar la siguiente Aura.

 

—Aura de Inmunidad.

 

Nunca había sido muy fan de las sirenas, le producían desconfianza y ellas siempre la miraban con envidia, por eso cuando escuchó su canto no pudo evitar sentirse en presencia de alguna de ellas, pero el efecto que produjo sí que fue diferente y lejos de sentirse incómoda, se sintió protegida.

 

— Así que es esto lo que hace ésta Aura. Vamos a ver si funciona... Aura de la llama del Fénix.

 

Nada ocurrió.

 

— Interesante. Así que esto es un bloqueo para todas las auras —los fantasmas sin embargo seguían allí, por lo que suponía que no desaparecerían hasta que hubiese terminado su turno de invocación —¡¿Cual es la siguiente?! —no era prisa, era ansiedad, emoción. ¿Por qué le resultaba tan difícil para Runihura entenderlo? Además, ¿cómo ella iba a saber si tenían prisa o no, cuando ninguna de ellas lo había expresado de ninguna forma? A menos claro que se aventurara a leer sus futuros pensamientos, lo cual tampoco le sorprendería.

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-O podría hacer lo que debe -ladeó la cabeza, justo después de que Runihura terminara lo que parecía una amenaza con respecto a sus enseñanzas.

No habían hecho más que seguir sus órdenes desde que habían empezado, incluyendo la parte de dormir, así que no tenía ningún sentido que las retrasara sólo porque sí. Sin embargo, con una actitud neutral y una clara demostración de indiferencia por la actitud hostil de la Uzza, se hizo una vez más con el frasquito que le había dado y se lo llevó a los labios. De un solo trago, en medio de las palabras de su esposa, consumió el líquido que la mujer les había entregado y volvió a meter la botellita dentro de los pliegues de su ropa.

Si había algo a lo que era inmune, eran las altanerías. Respetaba a la mujer por su posición, por su poder y por su pasado, pero nunca se doblegaría ante una actitud que no iba por encima de lo que ella podía tolerar. Lo había visto más de una vez y en más de una ocasión habían querido rebajarla, pero ella no caía ni caería en el juego. Por suerte, la tensión se redujo en sus pensamientos tras consumir el brebaje y su esposa, como siempre, se adelantó a lo demás. Sonrió.

-Esa es una buena idea, mi vida -se inclinó ante ella, decidiendo que recurriría al método antiguo de aprendizaje y sacó su libro, pasando las páginas.

No era particularmente difícil encontrar algo en un libro y cuando eran hechizos, tenía una maestría especial para hallarlos. De modo que tras un minuto de búsqueda tranquila, encontró el Aura faltante. Estudió el movimiento de varita, la pronunciación y ya familiarizada con lo que debía hacer, cerró el tomo y lo guardó de nuevo en su lugar.

-Aura de Inmunidad.

Como era de esperarse, a la primera no pasó nada. Pero a diferencia de otras veces, su segundo intento fue exitoso y logró que el canto de las sirenas llenara todo.

-Otra que nos ayudará, bastante -dijo, regresando la varita a su sitio, ya dada la orden no la necesitaba más.
Editado por Leah A. Ivashkov

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Permaneció en silencio, jugando de forma distraída con su varita mientras observaba el proceder de las mujeres. No le importaba demasiado lo que ellas dijeran, ella tenía sus razones y no se molestaría en explicarles, a fin de cuentas la vida solitaria que había llevado desde hacía ya varios años no la habían ayudado a ser una persona especialmente comunicativa. Por eso se ocultaba tras la máscara de una niña, tal vez.

 

Vio cómo Taurogirl invocaba el aura de inmunidad, logrando de esa forma deshacerse de los fantasmas que quedaban aún sin utilizar. El aura de inmunidad hacía desaparecer el efecto de cualquier otra aura que estuviese aún activa en el campo, por lo que no había que subestimarla. Era un aura muy poderosa, quizás la más poderosa de todas. Luego, fue el turno de Leah, quien logró realizar el hechizo sin problema alguno al segundo intento.

 

Asintió con la cabeza, más para ella misma que para sus alumnas. El aprendizaje de aquellas mujeres estaba llegando a su fin, pero eso sólo quería decir que la prueba final se acercaba y sería momento de que demostraran todo lo que habían sido capaz de aprender.

 

Las dejó hablar un rato, mientras ella seguía en silencio, esperando a que los minutos pasaran. Eran las consecuencias de haber creado aquella magia, todas ellas estaban limitadas por el aura de inmunidad y su efecto duraba unos largos minutos. Dejó que pasaran mientras su mente se perdía en un mar de pensamientos a futuro, decidiendo lo que debería hacer en un par de días.

 

Bien, creo que ya ha pasado el tiempo suficiente, ― pensó en voz alta, poniéndose en pie nuevamente y agitando su varita ― podemos proseguir con lo último. El Aura de Confusión es bastante particular. Ésta magia influencia al adversario, obligándolo a caer en un estado de confusión tal que nos permite poder decidir qué hará nuestro contrincante a continuación; el contrincante podrá realizar magia normalmente, pero uno de sus hechizos será sí o sí uno que nosotros decidamos. Por ejemplo…

 

Movió la varita en el aire, haciendo una floritura a la derecha y otra a la izquierda con su muñeca. Aura de Confusión pensó, e inmediatamente una neblina gris comenzó a emanar de su varita, envolviendo a Taurogirl y Leah, aturdiéndolas levemente y dejándolas influenciadas para que sus próximos hechizos se trataran de unos inofensivos aguamenti.

 

Deben pensar con detenimiento qué hechizo desean que sus contrincantes realicen justo después de haber invocado el aura y mientras afecta a los rivales. Ahora, intenten realizar un hechizo cualquiera.

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Para alivio de las mujeres Runihura se mostraba satisfecha con el resultado tras haber convocado el Aura de Inmunidad. A pesar de los inconvenientes y tropiezos que sortearon para llegar hasta allí, Tauro no lo veía como una pérdida de tiempo, porque hasta el momento la guerrera les había mostrado y enseñado un tipo de magia que ni en sueños había anhelado. La cantidad de poder que hasta ahora tenía acumulado la iba haciendo más fuerte y sin la preparación previa dudaba que hubiese podido pasar de la segunda aura.

Finalmente estaban llegando casi que al final de esa nueva aventura -así las denominaba-, ahora solo restaba la última de las auras que según el libro evitaba que cualquier tipo de hechizo saliera, siendo reemplazado por alguno que eligiera el invocador.

— ¿El Aura de la Confusión únicamente nos dará el poder de elegir el hechizo que nuestro adversario hará, pero en ningún momento controlaremos hacia quién va dirigido, no? —lanzar un Aguamenti era inofensivo, pero ¿qué tal si quisiera aventurarse con un episkey o algo mucho más poderoso? Era sólo una pequeña duda que tenía.

 

Luego de haber formulado la pregunta y obtener su respuesta Tauro se dispuso a intentar lanzar su primer hechizo, por lo que apuntó a su esposa pronunciando un claro: —Expelliarmus —pero en lugar de eso un chorro de agua que le mojó la cara fue lo que salió en su lugar —Esto es... lamentable, bastante útil, eso sí, pero bueno, ustedes entenderán.

 

Era su turno.

 

— Aura de confusión.

 

Tauro se concentró tanto hasta que el aura surgió de su varita creando una neblina gris que envolvió a la Uzza y a Leah. No hacía falta probarla, ya conocían sus efectos y estaba más que conforme con haber aprendido a realizar todas y cada una de esas auras.

 

Ahora con todos los hechizos del libro aprendidos no quedaba más que un último paso, la prueba. Le intrigaba mucho saber cómo la llevarían a cabo y el escenario donde se desarrollaría.

 

— ¿Lista para la revancha? —sonrió mirando a Leah.

Editado por Taurogirl Crouchs

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Seccionatus.

 

En vez de una docena de hojillas cortantes y veloces, lo que salió de la punta de su varita fue un chorrito lamentable de agua que no serviría ni para lavar las heridas en un asalto. Arrugó la frente. Sería útil y molesto si lo usaban en su contra, un típico hechizo Uzza. Siguió las indicaciones de Runihura por incercia, sacando de nuevo el libro para guiarse sólo en los movimientos que debía realizar con la varita y lo guardó.

 

Aura de Confusión.

 

Una bruma cubrió a su esposa y a la Tenefir de inmediato, ya sin segundos intentos, puesto que la rubia estaba más que familiarizada con la invocación de las Auras.

 

—Que se un... Orchideus —se encogió de hombros—, así podrán adornar sus tumbas antes de morir.

 

Aquél último comentario se le escapó y no le molestó en realidad. Una divertida sonrisa curvó sus labios, adornando su bonito rostro demoníaco y pronto desapareció al darse cuenta de que, una vez más, tendría que enfrentarse a su mujer. Era una cosa bastante problemática, la verdad. La primera vez la había hecho puré en un dos por tres y la segunda vez, habían hecho una tregua para no hacer nada dañino en contra de la otra.

 

Pero, ¿qué harían esa vez?

 

Tendrían que probar todas las Auras y para ello tendrían que atacarse ya sin remedio alguno. Incluso alguna tendría que usar magia blanca, ¿ya qué? Suspiró y asintió secamente ante la pregunta de Tau, arrugando la frente hasta que una arruga bastante marcada seccionó sus cejas. No le hacía gracia en lo más mínimo y, como en cada clase, empezaba a cuestionarse si era necesario o no. Suspiró.

 

—Pues sí, supongo que estoy lista. Me pregunto qué haremos esta vez —le besó la mejilla, olvidándose de la presencia de Runihura y aguardó.

 

Ya era tiempo de que le abrieran la prueba.

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  • 3 meses más tarde...

La notificación de parte de la universidad para comenzar con mi entrenamiento del libro de las auras me había llegado muy temprano aquel día, en el castillo Lockhart, por lo que procuré estar el mayor tiempo posible con mi familia, en especial con mi esposa Cye y mi pequeño Eirian que ya estaba inquieto por moverse por todos lados aunque no tuviera todavía la coordinación motriz necesaria. Un dulce beso para los dos, en los labios de mi esposa y en la frente de mi pequeño, mostraron mi despedida mientras tomaba mi monedero de piel de moke con todos los artefactos necesarios para el curso junto con mi libro y mi varita, sabía que los necesitaría.

 

Eran las doce del día, el cielo estaba bastante nublado aunque el viento no soplaba con tanta fuerza a pesar de estar a mitad del invierno, un punto a mi favor; de cualquier forma me había arreglado lo suficiente para que el tiempo no me tomara desprevenido con una túnica de cuerpo completo, mangas largas y cuello alto de gruesa tela en tonos azules, encima de esta un abrigo de piel grisáceo para formar, junto con mis botas altas, el conjunto ideal. Mi varita en mi mano derecha sujeta firmemente para desaparecerme de inmediato y llegar hasta los terrenos del ateneo.

 

Tenía un breve recuerdo de Runihura, una joven de apenas unos 15 años de edad que había estado presente en mi prueba del libro del equilibrio junto a viejos amigos donde solo habían quedado vagos recuerdos, todo porque éramos parte de la Orden del Fénix. Y digo éramos por mi, desconocía realmente el destino de todos ellos aunque podía deducirlo cuando noté su distanciamiento en el momento cuando decidí alejarme de esa organización. Predecibles.

 

Llegué hasta el lugar donde vivía la guerrera Uzza esperando encontrarla en las cercanías y comenzar con el entrenamiento, sin ningún prejuicio, esperando resolver cualquier situación al momento ya que mi historial con su pueblo no era el mejor, al contrario, parecía que estaba completamente tachado por ellos. ¿Cómo no? Suponía que era justamente lo que no querían de un guerrero en entrenamiento... retador, silencioso y con experiencia. Pésimo.

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El solitario rayo de sol que había logrado filtrarse entre las nubes le daba de lleno en el rostro, proporcionándole un calor adicional que realmente anhelaba, pero al cabo de un momento dejó de sentirlo, y abrió los ojos, comprobando que las nubes tapaban al astro. Soltó un suspiro largo y de resignación, no le gustaba el cielo de aquel país, casi siempre nublado o incluso lloviendo. Y allí estaba, apenas dio unos pocos pasos y una inesperada lluvia copiosa comenzó a caer.

 

Gruñó de forma sonora, aquel día no estaba de su mejor humor.

 

Bajo la lluvia dio su paseo de reconocimiento, dejando que su piel se mojara, aunque su peto parecía repeler las gotas de agua de forma mágica.

 

¡Auch! ¡Oye!

 

Había recibido un golpe inesperado por su falta de concentración en su alrededor. Una lechuza, bastante vieja y con las plumas desaliñadas, se había estrellado de lleno con ella, haciendo que resbalara un poco. Observó al animal moverse y sacudirse, al cual no tardó en colocar un conjuro para evitar que se mojara demasiado, para luego recoger la nota que traía en su pico.

 

No es que le extrañara recibir una notificación de la Universidad acerca de tener un nuevo alumno, sino el hecho de que enviaran al ave, habría sido más fácil si ella solita se daba cuenta.

 

Caminó con paso algo apresurado, ya que sabía que pronto llegaría su nuevo pupilo, y unos metros antes de alcanzar a llegar, fue capaz de sentir su aura. Uno de ellos nuevamente. Parpadeó un par de veces, algo curiosa.

 

Justo en cuanto dobló por un lado e Ishaya fue visible a sus ojos, alzó la varita y sin nada por decir al hombre, pensó en un hechizo que inmediatamente abrió un portal por debajo de los pies ambos, haciendo que cayeran de forma irremediable para aparecer en un nuevo lugar.

 

No era el Monte, y este no se veía sino a la distancia, estaban en un área muy específica que había reconocido meses atrás luego de arduas exploraciones. Una zona de arena y algunas que otras rocas, pero no más que eso.

 

Bienvenido, hombre inglés, — dijo, dejando que su dulce voz con tonos aún inmaduros hicieran el efecto que casi le salía natural: dar aspecto de niña buena y algo traviesa — soy Runihura, Guerrera Uzza de las Auras, un libro que, se podría denominar, como poco, particular. Ahora, preséntate, por favor.

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