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Libro de la Sangre (#4)


Leah Snegovik
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Con los dientes firmemente apretados y la mandíbula tensionada en una mueca de perfecta incomodidad, la rubia mantenía los ojos fijos en su interlocutor como si pretendiera matarlo con la mirada. El hombre, divertido con la reacción de ambas mujeres, se mantuvo imperturbable mientras las dos parecían recrear en sus mentes las mil y un formas de asesinarlo de la forma más cruel. Sin miedo, sin siquiera mantenerse distante. Él era para ellas un maestro y lo seguiría siendo en el futuro, lo quisieran o no, así que no sólo le debían respeto si no que necesitaban de él para continuar sus propios estudios de las magias Uzza en el futuro.

 

La mortífaga por su parte, no estaba muy segura de a cuál de los dos estaba odiando más en ese momento. Si a Lisa, que estaba a su lado como si no hubiera más personas en el mundo para compartir la misión, o al guerrero y su expresión de suficiencia. No había nada que odiara más que sentirse limitada, entre la espada y la pared, obligada a pensar como los demás por su propio bien. La idea de perder la oportunidad de seguir creciendo en la magia le enardecía mucho más que cualquier otra cosa, se sentía más bien como un peón y ella, desde su punto de vista altanero, era la reina. Decidiendo y haciendo todo a su conveniencia.

 

El golpe de la realidad era peor cuando era patrocinado por alguien más.

 

Los tres estaban de pie en medio del Ateneo de Magias Guerreras, donde las féminas habían sido citadas poco antes de recibir la noticia de que tendrían que dar la cátedra juntas, pero pronto deberían partir a un lugar lejano. Badru, el odioso Nefir, les había indicado que debían alejarse de las instalaciones de la Universidad y crear un vínculo más fuerte con sus estudiantes, más allá de lo académico, más allá de lo común. No era una mala idea si se veía desde un punto de vista racional, si es que alguna de los dos tenía la capacidad de ver algo de esa manera, pero explicado por el Uzza nada sonaba de la misma manera. Como una imposición, el hombre marcaba la línea entre el superior y los subordinados de una forma que a ella, como Alto Rango de su bando, la ponía de los nervios.

 

—Supongo que tendremos la dicha de verte más adelante —expresó con evidente disgusto, mirando la tela amarilla que cubría la boca del hombre de piel oscura y preguntándose qué tan amplia tendría su sonrisa debajo—, un éxtasis.

 

—Sí, así es —calmado, insoportable.

 

Sin decir más, la bruja le dio la espalda al guerrero y empezó a andar, justo antes de que una mano la detuviera de inmediato.

 

—Alto ahí, alto ahí.

 

Una especie de tic en el ojo la atacó tan pronto los dedos fuertes y toscos de Badru se cerraron en el antebrazo donde portaba la Marca Tenebrosa, agradeciendo a todos los Dioses que conocía que no tenía la piel descubierta y que seguía portando una de sus túnicas de gala. Si la hubiera tocado, posiblemente habría sido la primera mujer en morir a manos de un Uzza en la institución mágica y habría acabado, al mismo tiempo, con los tratados que tenían con su pueblo. Al girarse notó que Lisa también estaba siendo sostenida por el hombre y supo, mucho antes de que las acercara, lo que haría. Sus ojos esmeralda se enfrentaron a los de ella por un instante eterno y ella misma, por su ambición, fue la que tomó su brazo primero.

 

—¿Juran impartir la clase sin matarse la una a la otra? ¿Juran expresar sus conocimientos tal cual se les ha sido enseñado?

 

Por un segundo, estuvo tentada a negarse, pero la confianza de Tauro, la Líder Mortífaga, estaba puesta en ella y no la defraudaría, por más veces que se hubiera planteado el asesinato a Lisa.

 

—Lo juro —aceptó, haciendo que dos hilos plateados se enredaran entre su piel y la de Lisa—. Procura no sacarme de quicio, Weasley. Si puedo llevarte conmigo, no dudaré en arrancarte la cabeza con la daga del sacrificio —la dejó ir y miró a Badru—. Nos vemos allá.

 

Y sin más, desapareció.

Editado por Bastian Karkarov Malfoy

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La noche había caído como un manto negro espectral y con ella llegó un abrumador deseo de adrenalina, el cual ya circulaba por mi anatomía destruyendo todo a su paso. Mi cuerpo lo estaba pidiendo a gritos, anhelaba sentirla otra vez recorriendo cada una de mis venas y agitando un corazón que solo latía en contadas ocasiones. Detestaba estar quieta, inmóvil, mirando la nada. Afortunadamente, a pesar de la compañía, otra cátedra de la Uzzas comenzaba.

 

Quizás estaba loca, era lo mas probable. ¿Aceptar algo así después de la ultima vez? Aquel libro, al igual que sus conocimientos eran una prueba para mi auto control, una temible. Me enfrentaba a un demonio que conocía y quería eliminar, pero no podía, debido a que era parte de mi, una parte fundamental a decir verdad. El vampiro que irremediablemente poseía en mi ser estaba en auge, dominarle y evitar que ganase la batalla seria una victoria de esas que hacen historia.

 

Sangre; elemento vital, conexión única y poderosa, alimento, vida, lealtad. Tanto y a la vez tan poco.

 

Desde lo mas alto del cerro que daba a la cala, me dedicaba a contemplar el paisaje que ante mi se mostraba. Una playa de arena blanca e invisible a la vista seria el escenario perfecto para confrontar la magia mas poderosa jamas vista. Las duras palabras de Badru se asentaron en mi mente. El anciano había sido claro y conciso en cuento a la nueva misión. Negaba, al tiempo que me descalzaba y dejaba fluir los dones que la madre naturaleza me había regalado al nacer.

 

La Ivashkov seria un gran dolor de ovarios, pero ¡claro! aquellos guerreros del antiguo Egipto no toleraban un no por respuesta. Yo tampoco lo hacia

 

El tiempo transcurría despacio. Para alguien tan activo como yo esperar era el peor de los castigos. En cuanto vi como los alumnos ya comenzaban a cercar a la rubia en pos de una explicación de porque se hallaban allí, hice acto de presencia. No de la manera que esperaban, sino mucho mas a mi estilo. Una bola de fuego con la forma de un lobo impacto en la tierra que los rodeaba, cercándolos por completo. Sin quemarlos. La bestia aulló como sus congéneres.

 

Luego de pasados unos instantes, las llamas se quedaron quietas, calmadas, dándonos la calidez y luz que necesitábamos. Una hoguera común y corriente o… ¿no?

Editado por Bastian Karkarov Malfoy

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No sé porqué mis pasos me llevaron de nuevo hacia el Ateneo. No era un lugar que frecuentaba porque... algo me incitaba a salir y huir de aquella zona. Sin embargo, me había comprometido con mi sobrina a hacer las clases del libraco rojo y bueno, pues ya que lo tenía en casa y ella quería hacerlas, pues nada, la acompañaría. Un leve déja-vú me hizo pararme un momento y mirar a mi alrededor. ¿Libro de la Sangre? ¿Yo no había dado ya esa clase...?

 

Me rasqué la barbilla y después sonreí para mis adentro. Mira que era boba... No, había conseguido aprobar las clases sobre el primer libro, el de la Fortaleza, pero no el de la Sangre; aunque por unos momentos... Supongo que era la noche, el sopor que me invitaba a volver a casa a dormir calentita en la cama. Mi ropa no era ligera, a pesar del buen tiempo. Por experiencia, sabía que los profes de las clases, tanto fuera de conocimientos, como los Uzza o los Arcanos, te llevaban de un oasis de un desierto a un iglú en la Antártida, así que me puse una capa fuerte y un jersey de cuello alto sobre una camiseta de manga corta. Puse los guantes de dragón en uno de los bolsillos y en el otro no se me olvidó incluir el libro de la Sangre, aunque ya me había aprendido de memoria toda la teoría. Eso sí, no se me había quedado en la cabeza, dos minutos leyendo y acababa roncando en cuanto llegaba a no sé qué daga del sacrificio. Pero leer, me lo había leído.

 

A trozos...

 

A ratos...

 

Casi lo había acabado...

 

¡Pero llevaba todas las joyas encima!

 

En fin, que esperaba que Felicity estuviera por allá, porque como me hubiera dejado sola en aquella clase, le iba a dar "pal pelo". Suspiré y busqué la zona donde se suponía que estaría los profesores y el resto de alumnos. Bostecé... Jo, con lo bien que estaría en la camita ahora...

 

Y tal vez me durmiera porque, de repente, había un cerro que llevaba a una playa de arenas blancas. Me friccioné los ojos para despertarme pero al volver a abrir los ojos seguía en el mismo lugar.

 

-- ¡Demonios! Ahora tengo calor con toda esta ropa...

 

Menos mal que había sido previsora y me había traído ropa más cómoda. Mientras me quitaba el jersey de cuello alto sentí un siseo. Estiré con los brazos la prenda para sacármela cuanto antes, pero sucede lo de siempre; cuanta más prisa tienes, más se enreda... Pero es que el sonido me recordaba una serpiente que estuviera acercándose a mí. No es que me den miedo las serpientes, aún menos cuando llevo los anillos del primer libro y puedo controlar a los bichitos. El calor era agobiante, supongo que por el esfuerzo de quitarme la ropa.

 

Cuando por fin estuve libre y solté un suspiro de alivio, enarqué las cejas de la sorpresa. Varias cosas habían sucedido mientras me medio-desnudaba:

 

Una: Lisa... ¿Qué hacía "esa" allá? ¡Oh, por los dioses! Que no fuera una compañera... O peor, la profa.

 

Dos: ¿quién había encendido una hoguera en forma de lobo que rodeaba a ... ¡Anda, éramos varios ya y me lo había perdido! ¡Miér...coles! ¿Habrían visto mi medio estriptease?

 

Tres: ¿una hoguera en la playa?

 

-- Vaya.. Espero que alguien haya traído comida para una barbakiú y bebidas molonas, si vamos a pasar la noche alrededor de una hoguera. ¿También hay que cantar? Yo desafino un poquito...

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Felicity esperaba con ansias la llegada de la clase del nuevo libro. Había tomado un tiempo de espera para asimilar el contenido del libro anterior, ya estaba lista para empezar de nuevo con los estudios. El Libro de la Sangre era un reto para la banshee que iba a co seguir. Tenía plena confianza en sí misma. A pesar de ello, había presionado a su tía Sagitas para que acudiera con ella. Necesitaba atreverse a usar la varita para algo mejor que un mero adorno del pelo. Esperaba que estuviera allí o iría a buscarla a la Potter Black.

 

Aquella noche era el momento. felicity se puso su ropaje elegante de costumbre y peinó su larga cabellera con cuidado. Para una Malfoy, la imagen era muy importante. Necesitaba tener una presencia elegante y digna de su apellido. Cuando llagó al lugar donde se desarrollaría la clase notó que estaban las dos profesoras. Sintió un deseo innegable de odio al ver a Lisa Weasley pero después la ignoró todo lo que pudo. Debía respetar que era una enseñante. Aunque no desesperaba de encontrar alguna manera de enfrentarse a ella en algún descuido.

 

También vio a su tía Sagitas, quien se peleaba con un jersey. Pensó en ayudarla pero la sacerdotisa pronto se vio libre de la prenda. A la vez, un lobo de fuego les rodeó a todos. Felicity empuñó su carita con fuerza, preparada para defenderse si era un ataque. Pero no lo era.

 

El fuego se convirtió en una hoguera. Soltó una sonrisa algo irónica cuando su tía habló.

 

- Tía Sagitas... Tú siempre pensando en comer... Me temo que esa no es la finalidad de la hoguera. Seguro que tendremos que demostrar algo más peligroso que tu desafino en el canto.

 

Fee soltó una risotada. A pesar de lo duro que iba a ser aquel Libro, estaba segura que no se iba a aburrir si su tía estaba cerca.

Mortífaga retirada
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- ¿Por qué?

 

- Eso ya lo sabes.

 

- Entonces.. - el mago se rascó la cabeza, intentando formular una interrogante que le permitiese salir airoso de la nueva desagradable misión que se le encomendaba - ¿para qué?

 

Bakari dirigió la vista hacia Asenath, a su izquierda. Ambos guerreros intercambiaron una mirada neutra que Jank no pudo descifrar. Era la misma que se habían echado cuando Mónica y él fueron enviados a Egipto; sin explicaciones ni pautas, solo debían obedecer. Y aunque a la final comprendía la importancia de aprender por cuenta propia, no dejaba de importunarle el hecho de trabajar a ciegas. No encontraba razón para su estancamiento en aquel entonces, sabiendo que todos sus compañeros iniciales estaban ya siendo alumnos de libros con inimaginables poderes. Incluso uno de ellos serviría como su profesora. Jank sabía que era tarde para renunciar, por más dentera que le provocara la noticia.

 

Un portal a su espalda hizo aparición, y Jank pudo sentir la sal pegarse a su paladar y el recorrido que hizo por sus fosas nasales. Las cuerdas que apretaban sus manos una contra la otra se derretirieron, permitiendo que pudiese apoyar por fin las palmas sobre el oscuro suelo y tomar el impulso para levantarse de un solo golpe, al tiempo que se giraba para estar cara a cara con la nueva aventura. Había estado horas arrodillado frente a los Uzza, recibiendo explicaciones escasas y un centenar de nuevas asignaciones. Tardó unos segundos en hacer que sus piernas despertaran y, sin volver la vista, traspasar el portal.

 

- La simplicidad lo es todo - se dijo, pensando en lo fácil que habría sido impartir y enseñar a sus alumnos dentro de un clima tan agradable y pacífico como el que profesaba ser aquella playa. Jank se tomó el tiempo para caminar por la orilla, sin importar lo muy empapados que quedasen sus pies al final. Siempre y cuando el cinturón con bolsillos que cargaba su libro en versión miniatura y todos los amuletos y anillos estuviesen a salvo, podría darse el gusto. Después de todo, la arena pasando por entre los espacios de sus dedos resultaba ridículamente incomparable. A veces, solo se necesitaba de esos pequeños momentos de relajación para reavivar las energías. Esperaba que fuese el caso..

 

Cuando sus pies se cansaron, decidió guiarse por el humo y la luz que surgía de arriba del cerro de arena blanca y plantas apenas nacientes. El hombre lo escaló sin esfuerzo, aunque no sin antes llenarse de granitos blancos tanto la camisa holgada que colgaba como las bermudas que la complementaban. Llegó al encuentro de las profesoras y de las dos alumnas cuando el fuego aún estaba creciendo. A Jank le parecía cómico la idea de reunirse al rededor de una hoguera, al menos más que el hecho de tener a Leah y Lisa de profesoras. A ellas solo les dirigió una mirada de indiferencia antes de sentarse junto al fuego, admirando las llamas y cambiando de vez en cuando su color amarillo y naranja por un magnífico morado.

 

- ¿Somos todos? - preguntó a Felicity y Sagitas, quienes seguramente no tendrían la respuesta. Pero por algo debía empezar..

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Gruñí un poco al sentir la voz de mi sobrina a mi espaldas. ¿Cuándo había llegado? ¿Me había visto quitarme el jersey?

 

-- Ya empezamos... Prefiero desafinar a pensar que es una pira de sacrificio o algo así... No me fío para nada de los Uzza, ¿sabes? Además...

 

Me pasé la mano por el pelo en un gesto algo orgulloso.

 

-- No desafino tanto. Casi no llueve ahora cuando canto.

 

Esta última frase la dije en bajito, ya que sentí una voz masculina que se acercaba a nosotras. Le seguí con la mirada, intentando recordar dónde le había visto antes. Seguramente en algún pasillo del Ministerio, aunque ahora mismo no caía en qué lugar ni quién era. El muchacho se sentó al lado de la hoguera y no se me escapó su mirada hacia las dos chicas que habían llegado las primeras, como... ¿indiferencia? Ese era un dato curioso. Así que el muchacho las conocía... Bueno, era algo imposible no conocer a Lisa (puff, y lo que daría por olvidarla, aunque aún me daba algo de miedo su carácter cuando se ponía la chaqueta de Jefa de Seguridad) Weasley y me hubiera gustado poder poner esa cara de indiferencia delante de ella. Bueno, no pasaba nada, como siempre que nos veíamos, sería amable y sarcástica con ella, como siempre. Creo que hasta me gustaba provocarla un poco, aunque supuse que no estaría de humor últimamente, pues hacía tiempo que no la veía.

 

-- ¿Todos? Pues no sé, pero somos cuatro chicas contra ti, tendrás mucho trabajo para evitar que no nos sentemos alrededor de la hoguera y te contemos historias de unicornios rosa y mariposas azules...

 

¿Por qué había dicho eso? Tal vez porque, a pesar de que Felicity estaba a mi lado, no me apetecía nada entrar en materia. La idea de la barbacoa y el contar historias alrededor del fuego parecía mucho más interesante que empezar con el estudio del libro de la Sangre.

 

El mismo nombre me repelía...

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-Cinco chicas...- interrumpí a Sagitas mientras me acercaba a la hoguera que ya se había formado.

 

Me había sentido atraída hacia la playa luego de que supiera que la clase del Libro de la Sangre iba a comenzar. Irremediablemente había aparecido cerca del lugar, contemplando desde lo alto de un acantilado hacia la playa la comitiva que se había ido formando poco a poco. Leah, Lisa, Jank, Felicity y Sagitas. Ni yo podría haber tenido mejor sentido del humor del que estaban teniendo los Uzza al juntar semejante grupo. ¿De verdad iba a tener que usar la daga del sacrificio con Jank? Perfecto, la idea me atraía más que nada.

 

Le dediqué una sonrisa amistosa a Sagitas y Fee, un asentimiento de cabeza a Leah, una mirada asesina a Jank e ignoré a Lisa, ya que nuestro trato era casi nulo, prácticamente no la conocía para nada y tampoco me parecía una persona de sumo interés. Sin embargo, Jank sí que era de interés y tenerlo allí, eseprando a ser lastimado hasta la muerte por mi varita, se me daba más a gusto que nada que pudiera haber ocurrido el resto de la semana. Bueno, quizás las clases de Nigromancia eran mejores.

 

-Diría "buenas" pero veo que muchos no se encuentran en esa condición. Hola- murmuré, mientras me colocaba al lado de Felicity, con quien tenía más confianza además de Leah a pesar de nuestra reciente distancia.

 

Tal como había hecho la última vez, llevaba ropa cómoda para la lucha, mi monedero de piel de moke bien ajustado a mi cinturón de cuero y un montón de cosas en su interior, como el libro que íbamos a estudiar y todos los amuletos que se necesitaban de los libros anteriores y el actual. Había que estar bien preparado.

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La noche era oscura y la luz de la fogata relucía con viveza entre los presentes. Felicity ocultó la sonrisa que mantenía aún en el rostro cuando sintió la voz de aquel muchacho. Apretó los dientes con fuerza y tubo que esforzarse mucho para no scar la varita contra él. Pero Sagitas llegó en su ayuda sin darse cuenta. Su comentario estaba tan fuera de lugar que tuvo que sonreír de nuevo.

 

- Creo que eres la única persona que pensaría en contar historias de unicornios y mariposas en este momento, tía Sagis.

 

Un fulgor en sus ojos denotaban el esfuerzo que estaba haciendo para no enfrentarse contra Lisa Weasley y el chico que conocía con el nombre de Jank. Peor aún, lo conocía como miembro del bando contrario. Sabía que la Triada no vería con buenos ojos el ataque dentro del Ateneo, aunque aquel lugar no se situara de forma estricta en su recinto. Por ello, su mirada se dirigió hacia la recién llegada y muy conocida compañera mortífaga.

 

- Hola, Cissy. Me alegra verte aquí.

 

Tal vez con ella en el grupo pudiera aguantar mejor el deseo de atacar a los fenixianos. O tal vez, ambas se dieran el placer de enfrentarse a ellos con la mera excusa de estar practicando los hechizos del libro de la Sangre.

 

Cissy se colocó a su lado, como si le hubiera leído el pensamiento. Sintió el sonido de las joyas de los libros y asintió. Ambas estaban preparadas.

 

- ¿Qué tal si empezamos de una vez con la clase? Le tengo ganas.

 

La Banshee agitó el pelo con elegancia. No podía negarlo:estaba deseando sacar su carita y enfrentarse a ellos.

Mortífaga retirada
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Fee y yo intercambiamos una mirada que lo decía todo sin delatarnos. Sí, yo también quería asesinar a Jank pero si no lo había hecho mientras trabajábamos, menos lo haría en medio de una clase, aunque las ganas no me faltaran.

 

Miré alrededor, notando los pocos que éramos. La gente era vaga o sentía miedo de aprender las artes de los Uzza. Yo tenía intriga. Estaba tan o más preparada que mis compañeros pero no dije nada a lo que Fee había acotado un momento después, instando a las profesoras a comenzar la clase. Yo me había leído el libro de arriba abajo, de atrás hacia adelante y en cualquier sentido posible, intentando memorizar los hechizos, los amuletos, los anillos y todo lo que hubiera en medio, porque siempre había que estar preparado para lo que fuera que se plantease en la clase.

 

A todo eso, miré alrededor. ¿Quién habría escogido una playa para llevar a cabo la clase?

 

-¿Tienes idea si esperamos a alguien más?- pregunté a Fee en voz baja, mirando a Sagitas que parecía un poco ¿asustada?

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--¿Ein?

 

Me giré en redondo para ver, para comprobar, puesto que ya había reconocido la voz, que Cissy McNair estaba allá. Una leve sonrisa divertida se reflejó en mi rostro sorprendido.

 

-- ¡¡Cissy!! ¿Tú también vienes a dar clases del libro? ¡¡Genial!!

 

Sí, ¿por qué no decirlo? Me alegraba su presencia porque implicaba que este libro, a pesar de su nombre sanguinolento, no iba a ser tan malo si lo estudias entre amigas. Odio dar clases con desconocidos y tener que demostrar lo que valgo con la varita, ya que normalmente todos piensan que la llevo de adorno para recogerme el pelo (lo que es cierto, pero también sé manejarla; un poquito al menos). Con Fee y con Cissy me sentiría menos presionado y más yo.

 

Aunque, ahora que lo pienso, eso no significa que sea bueno para el resultado final...

 

Además, ambas me habían sonreído al verme, lo que significaba que sentíamos lo mismo la una por la otra. Ahora, lo que me dejó extrañada fue la mirada de complicidad de Cissy y de mi sobrina. Parecían estar pensando en algo que... Hum... Huy, estas dos juntas eran peligrosas. Y conmigo en medio, seguro que este libro prometía sorpresas, aventuras y... sorpresas de nuevo. Ahora me tocó fruncir el ceño, al no entender la última frase de mi amiga:

 

-- ¿Cómo que algunas no estamos buenas? -- me rasqué un poco la cabeza, en un gesto de extrañeza. Después miré mi delantera y me giré para verme el trasero.-- ¿Es que se me toca que he tomado unos kilitos? Pero si hago gimnasia cada día...

 

No estaba segura del significado de sus palabras pero, por si acaso, empecé a mirar a cada una de las féminas y compararme con ellas. Mi delantera no estaba mal y mi trasero estaba bien; curvas las justas y planura en las zonas correctas. Los tobillos algo gruesos, tal vez, pero eso era debido al ejercicio que hacía en el Circo. "Huuuuum...", gruñí por lo bajo, algo mosca porque tal vez fuera yo la "que no estaba buena".

 

-- Mientras me quiera mi marido... -- susurré por lo bajini, cruzándome de brazos. Pero, por si acaso, activé el Anillo de la Escucha del libro anterior, por si alguien decía algo de mí; me gustaba enterarme de los chismes.

 

Se hizo el silencio y era patente que entre Fee y Cissy había una corriente interna de entendimiento que yo no entendía. O que no quería entender, para no darme por aludida a lo que podía significar. Prefiero hacerme la tonta en según qué ideologías políticas mentales bandistas, o como se quieran llamar, de cada uno. Para romper el silencio, me puse a silbar, después me mordí el interior de la boca en un gesto inquieto. Parecía nerviosa.

 

Estaba nerviosa.

 

-- Por mí, empecemos cuando queráis, pero con paz. Yo creo que podemos entender el libro sin tener que sacarnos las tripas, ¿no creéis?

 

De repente, me daba cuenta que era la única que no pertenecía a una "ideología" clara. Todos parecían tener una fuerza y vitalidad que se contrarrestaban, un ímpetu bélico en sentido casi compenetrados en radicalizaciones opuestas... Yo, en cambio, tenía eso pero a la vez tenía una especie de fuerza sacerdotisal que unía en una lo que ambos sentían: tenía tanto de luz como de sombras en mi alma, lo suficientemente equilibradas, lo suficientemente desanimada para inclinarme por unos o por otros, lo suficientemente controladas para no definirme ni a un lado ni a otro.

 

Pero estaba sola en aquel grupo; eso lo presentía. Necesitaría mucha ayuda de mis dioses para acabar viva en aquel encuentro-clase-enseñanza del Libro de la Sangre. Así que carraspeé y caminé hacia la fogata un par de pasos, dejando que la luz iluminara el perfil de mi rostro, para que todos los presentes me vieran:

 

-- ¿Alguien sabe si el poder de la Maldición que tiene este libro es lo que los muggles llaman "ser gafes"? Me interesa mucho esta parte para mi asignatura de Estudios Muggles, para saber si es posible que una persona gafe pueda ser que esté sufriendo un ataque de alguien que sepa usar la magia de este libro, o lo que ellos llaman "mal de ojo". Espero que nos enseñen a poder quitar la Maldición, porque no debe de ser agradable que te pasen cosas negativas de forma continuada sin saber por qué.

 

Había buscado expresamente el poder del libro más... digamos... menos belicoso y menos peligroso. Esperaba que el estudio de los otros poderes, como el de la daga del sacrificio, que llevaba en uno de los bolsillos dentro de una funda para no rozarme con ella, fuera meramente teórico.

 

Sí. Estaba nerviosa.

 

Y asustada.

 

No sé porqué quería conocer aquellos poderes tan intensos pero, a la vez, quería saber de ellos y como contrarrestarlos. Eso era lo malo del Saber: cuando conoces algo, es imposible volver a la ingenuidad de antes y tu espíritu ambiciosa conocer más. Y aquellos conocimientos eran peligrosos en ciertos grupos. Precisamente en los grupos que estaban presente en aquella clase.

 

No había duda: iba a ser una clase muy interesante.

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