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Keaton Ravenclaw
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Las cosas no iban muy bien respecto a la convivencia de saori y david pues el joven tenia un temperamento no muy particular respecto a todo lo que estaba pasando, no se sabia con exactitud y no daba muchas señales de que era lo que quería buscar en la mansión pero la contestación de david no fue la indicada y menos cuando estaban por los aires con su ave.

 

-Te acuerdas cuando me dijiste monstruo -Dijo saori mientras daba un vuelta al castillo con gran velocidad tomo de una pluma chester para darle a entender que tenia que decender con velocidad hasta romper la ventana pues el elfo de david no era el unico que estaba en riesgo saori decidida entra a la fuerza por la ventana votando a david lo mas lejos que podía.

 

el impacto hizo llamar la atención de leonardo y los demás elfos que en ese instante allí se encontraban.

 

-Ahora si leonardo que es lo que quieres -Dijo con agresividad. -Acaso no quieres que destruya algo que aprecias tanto -Dijo tomando su varita aquel objeto que el mas queria en el mundo mágico.

 

Leonardo

 

Sin mucho que decir y al ver el espectacular tan ridículo que había formado saori en ese instante escucho algo que le paralizo el alma en un insistente tal vez saori había encontrado aquel collar que su amada le había regaño hace mucho tiempo, en ese instante loenardo quedo quieto y agacho su cabeza.

 

-Dámelo bruja -Insistió mientras liberaba a los elfos -Ay los tienes dame eso o le diré a tu padre -Concluye

 

Saori

 

A mi no me importa lo que diga mi padre - dijo con rabia - Ahora vete de aqui -Lanzando un fuerte hechizo lo encerró en un cuadro que no se hallaba muy lejos de su alcance.

 

-Ahora si - se ubico hacia david, venda que estaba inconsciente lo arrastro hasta la habitación de ella con la ayuda de sus elfos lo amarro con soga mágica y espero a que se levantara.

 

 

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  • 4 semanas más tarde...

Si bien algo era cierto, es que para Keaton, después de la Marca Tenebrosa, su familia era esencial aunque fuera una muy pequeña. Estaba un poco hastiado del hecho de que sus hijos actualmente se encontraran fuera de casa teniendo sus propias aventuras, e incluso, había recibido la triste noticia de algunos que jamás volverían porque habían encontrado otro camino diferente. El ojiverde, pese a la tristeza que pudiera o no sentir por ese hecho, se alegraba realmente mucho de que hubiesen encontrado su camino, sin embargo, eso significaba la decadencia de la Familia: poca gente en el Castillo, poca presencia en de la misma en el Mundo Mágico, lo cual, estaba haciendo que pronto fuese, ahora si, una familia extinta.

 

―Amo Keaton, le... le ha llegado ésta carta ―Dijo Lancy, su elfo doméstico. La criatura casi tuvo que desaparecer al instante porque los ojos del vampiro se tornaron de un rojo intenso muy amenazador, aquello indicaba que se encontraba notablemente molesto, ¿cómo osaba un elfo a sacarlo de sus pensamientos? Lancy ya era un elfo viejo, uno que había acompañado al mortífago desde hacia ya mucho tiempo, ¿por qué seguía cometiendo esos errores?

 

El Animago se relajó, respiró hondo un par de veces y tomó el pergamino que le había llevado su criado. Keaton Ravenclaw era una persona que pocas veces dejaba ver sus emociones, pocas veces se dejaba llevar por sentimientos que no fueran la ira o la destrucción, pero no pudo evitar sonreír de alegría en ese momento. @ su hijo sueco, llegaba a Inglaterra. ¿Qué le haría venir? Hacía muchísimo tiempo que no lo veía debido a que vivía con su madre en Suecia, ¿habría pasado algo que no se podía contar por carta? El Base se encogió de hombros, porque realmente le daba igual ¡SU HIJO LLEGABA A CASA!

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Un cuerpo en la cama de aquel hotel había sido la mejor forma que Brendon tenía desquitarse. El cuerpo de la bruja se movió entre las sabanas, el mago solo pudo sonreír desde el sillón al verla. Al principio de la velada había declaro una persona nada fácil pero a mitad de la noche demostró lo contrario. Se rascó la barba y se reclinó, nunca creyó que necesitaría algo así para volver a ver a su padre.

 

Odiaba admitir que sus nervios de hielo se veían amenazados por el hecho, su padre era un persona importante aunque solo hubieran compartido más que papel y sangre. Su llegada a las tierras inglesas era por un propósito mucho más grande, en Suecia ya no había tiempos de paz y lastimosamente Brendon era victima de ello. Un descuido de su parte lo ató de manos y alejándose de su tierra natal. Habían descubierto que era un mago, o algo así pensaban. Brendon venia de una religión distinta a las de todo el mundo, carecían de pensamientos modernos y aunque los tuvieran preferían ignorarlos. Adoraban el ron y a un dios con martillo. Ninguno de ellos pensaría que es una magia sana, todos pensarían que Brendon era un mago que vendría a sacrificar sus gallinas.

 

Patético.

 

Lo habían obligado a dejar a su amada madre y huir a Inglaterra, tenía suerte de que el Ministerio aún no se hubiera dado cuenta de ello ¿Como diablos le explicaría eso a su padre? El sueco se levantó y fue en busca del puro que guardaba en su chaqueta, avivaba su furia cada vez que recordaba que tuvo que huir por tonterías. Aun recordaba el beso de su pequeña madre y la lagrima que intento ocultar, era algo más latente que los recuerdo que tenía de su padre. Lo recordaba como alguien de honor y no muy agradable con varias personas. De ahí el mal genio del vikingo.

 

Encendió el puro y se colocó su camisa. Mientra subía sus mangas soltaba humo como una chimenea y buscaba en espejo. De pequeño, tal cual y como su padre debe recordarlo, era un enclenque de ojos lindos. Sin fuerzas y sin nada que ofrecer de trabajo. Mirando su reflejo se dijo a si mimo que se sorprendería en cuanto lo viera, ahora su cuerpo estaba lleno músculos trabajados y vellos de virilidad. Cogió de su cabello y lo ató hasta que se viera bien con su rostro para luego colgarse la chaqueta en el hombro y darle una fuerte nalgada a la bruja para despertarla.

 

―Fue estupendo. ―Quitó el puro de su boca― Haré que te traigan algo de desayunar, ya me tengo que ir.

 

Y con un guiño salió de la habitación antes de que la bruja le llevara la contraría. Brendon era un patán, pero con clase, no podía dejar a una dama de esa manera sin darle las gracias. Su madre siempre había tenido opiniones cerradas de ello, vivían en un pueblo donde el hombre puede hacer lo que quiere con las mujeres, casi se muere cunado le dijo que podía ser flexible por un hombre de rostro lindo que vivía a unos metros de su casa.

 

Aspiró de su puro y soltó una risa floja al recordarlo.

 

―El mejor desayuno que tengan a mi habitación. ―Entregó la llave y dejó en el mostrador galeones para luego salir al callejón.

 

Dio una vuelta sobre si y en un instantes estaba en los terrenos del castillo. Enorme e imponente. Nada comparado a su pequeña casa en Suecia, en donde él apenas entraba en una cama. Tiró el puro al suelo y lo aplastó con el zapato mientras soltaba el ultimo humo ¿A quién debía avisarle que ya estaba aquí?

 

 

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Recordar era vivir, decían por ahí, y la verdad era que en esos momentos el Ravenclaw estaba sintiendo en carne propia toda aquella historia con la madre de Brendon. Hacía años que no veía a su hijo, ¿cuántos exactamente? ¿seis? ¿siete? el ojiverde ya no lo recordaba, lo que sí recordaba desde luego era que aquella mujer sueca le había dado las mejores noches de pasión de su vida: un vampiro enamorado de una humana. El aroma de la sangre de la madre de Brendon era extasiante, sublime, causaba aquel frenesí en él al que los vampiros tanto se entregaban cuando probaban sangre humana. Deleitante. Aquello era el motivo por el cual deseaba tener alejado a su hijo de él, pues había heredado aquel aroma en la sangre de su madre.

 

―No puedo hacer nada, ya está aquí ―Dijo el Animago cuando en los jardines se hizo presente la alteración en el aire consecuencia de una aparición. El chico sonrió, su aroma era exquisito, ¿cómo le haría para controlarse? Tendría que poner en práctica aquella táctica que se había hecho popular en época moderna: iba a dejar de respirar. Total., al ser un vampiro, bien podía pasar de aquellas banalidades como lo era el aire.

 

Dio su último suspiro antes de hundirse en la pérdida momentánea del olfato. Sus orbes se centraron en la la puerta y la abrió con un movimiento de la varita mágica de cerezo. Al usar su visión aumentada por el vampirismo, lo vio. Se había convertido en un chico bastante guapo, alto, más alto que él, incluso, aquella cabellera larga y castaña, digna de cualquier nórdico, y una musculatura que nada envidiaba a los mismísimos dioses de Asgard. Volvió a sonreír. Su madre, aquella fabulosa bruja, había logrado que sus genes se expresaran más que los del Black Lestrange. <<Menos mal>> Pensó el pelinegro <<Al menos sobresaldrá en Inglaterra por su simple porte, un Ravenclaw con todas las de la ley>>

 

―Lancy, ve por él. Algo le ha de haber pasado, se quedó inmóvil en el sendero ¿será que no le gustó el Castillo? ―Le ordenó a su criado.

 

―No diga eso, más bien es la sorpresa, amo. Ya mismo voy por él ―Dijo la criatura y desapareció de la diestra el mortífago hacia la diestra de Brendon. Lancy, como buen elfo, lo reverenciaría y después lo conduciría a la Biblioteca, que era donde Keaton lo estaría esperando, aún había algunas cosas que el Sueco ignoraba de su pasado. Sería buen momento de mostrárselas.

 

@Brendon.

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El Ravenclaw pasó su mirada grisácea por donde quiso, detallando cada parte de su nuevo hogar. Brendon se preguntó para qué su padre necesitaría tanto espacio, tanta intimidación por parte de la estructura. Sabía que su familia era antigua y que su lema tenía la vanguardia como credo pero él jamás se apegó a esa idea, quizás porque en su pueblo era pequeño y cómodo, lo único que hacía que los pueblerinos temblaran de miedo era el mal genio del vikingo. Fuera de eso vivían una vida en paz.

 

Dio unos cuanto pasos vagando por el lugar, sintiéndose extremadamente pequeño ante tantas cosas. Un cosquillo en la nuca lo incomodó hasta el punto de mirar hacia atrás para cerciorarse de que no lo seguían, pero nada estaba a sus espaldas. Rodó los ojos, ya se estaba volviendo loco. Incorporó su vista al frente justo a tiempo para que uno de esos elfos lo reverenciara, ni siquiera lo había visto venir.

 

—El amo Keaton lo espera en la biblioteca.

 

Bonito comité de bienvenida, no esperaba más de su padre. Hacerse esperar era uno de sus dones más atrayentes. Asintió en dirección al elfo y ese lo guió hasta la entrada del castillo. Brendon no paraba la vista en un solo lugar, tantas cosas sobresalían inclusive de su pensamiento. Su madre era humana y por ende manejaba el dinero muggle trabajando como todos los demás, no teníamos mucho pero alcanzaba para vivir en estabilidad. Su padre por otro lado dominaba grandes cantidades de dinero mágico y al parecer no le importaba derrocharlo.

 

Siguió con paso ameno a la elfina hasta unas enormes puertas, esta se hizo a un lado y me dedico una sonrisa de confianza. Con un ligero empujón de mi mano abrí las puertas solo para encontrar la espalda de mi padre. Era solo un poco más bajo que el sueco y su vestir era mucho más acorde con la decoración, en un giro de su rostro pudo mirarlo después de tantos años de ausencia.

 

Estaba intacto, todo favorecía su rostro y cuerpo como sí los años ya fueran solo un mito para el patriarca. Para el juicio de Brendon, aún con toda su testosterona, creía que su padre era un hombre de ensueño. Casi no se parecía en nada a él ¿Estaban seguro de que eran familia? Deseo que ninguna duda se pasara por la cabeza de su padre, comenzó a quitarse la chaqueta y a sonreírle por primera vez en mucho tiempo.

 

—Hola... —Dio un paso hacia el patriarca con algo de escepticismo, no sabía como dar ni recibir una muestra de cariño sincera, la seguridad de que su padre correspondiera el cariño era aún más dudosa.— Es un gusto volver a verte, papá.

 

 

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  • 2 semanas más tarde...

¿Aquel hombre tan alto era su hijo? El Ravenclaw, por más que lo intentó, no pudo dejar de lado su cara de asombro. ¿Cuánto podría medir? Seguramente llegaba al metro noventa y cinco sin problemas. Sería raro, él teniendo más de quinientos años ser más enano que su hijo, y eso que el ojiverde superaba la media inglesa. Suspiró. Así eran los hijos, pequeñas criaturas que, al paso de los años, superaban en casi todo a los padres; Keaton deseaba que fuera más que solo en la estatura. Su cara, sin embargo, refleja escepticismo, y claro, después de tantos años, ¿cómo no?

 

—¿Pero qué haces ahí parado? ¡Ven y abraza a tu padre, pequeñajo maleducado! Aunque bueno, eso de pequeñajo, no te queda mucho que digamos ya, ¿he? —Dijo ya con aquella sonrisa de oreja a oreja que dejaba ver lo peligroso de sus colmillos —Si no fuera porque yo estuve en tu crecimiento dentro del vientre de tu madre y en tu alumbramiento, créeme, no estaría del todo seguro que fuera mi hijo. ¡Has sacado todo lo vikingo de tus ancestros! —Añadió.

 

Después de un breve abrazo, uno tal vez muy incómodo pese a que fuera de padre a hijo, Keaton sostuvo al muchacho por los hombros y azló la cabeza. Era guapísimo, que si no fuera su hijo... ¿pero qué diantres estaba pensando? No solo su aroma era delicioso, no, sino que él mismo había heredado la belleza de su madre. Un salto al pasado se creó sin mucho trabajo en la mente del ojiverde. Aquellos días en aquellas casas humildes de Suecia, aquellos días hermosos en los cuales el Ravenclaw no se cansaba de caminar y caminar por los alrededores con aquella bella mujer... Sonrió sin darse cuenta.

 

—Perdona a este viejo, pese a que tenga la apariencia de un jovenzuelo de veintiocho años, tengo más de quinientos, porque, no sé si tu madre te lo haya dicho o yo en alguna de mis cartas, pero soy un vampiro. Ese es uno de los motivos por los cuales no te veía a menudo. Supongo quieres saber los pormenores, ¿cierto? —Dijo en voz calmada, como si nada, pero aquel era un tema delicado, ¿cómo se lo iba a tomar? —¡Ayline! ¿Dónde diantres está el whisky de fuego que te pedí? Debía estar aquí cuando Brendon llegara ante mi —Gritó entonces a su elfina.

 

—Pe... perdón, amo Keaton, se me cayeron unas cajas encima y no po... podía salir de ellas —Se excusó la elfina, temerosa, y es que sabía lo que le esperaba.

 

—A mi me da exactamente igual lo que te pase, asquerosa criada, a mi me obedeces ¡Crucio! —Dijo el vampiro apuntando con su varita a la criatura, la cual se comenzó a retorcer de dolor a efectos de la maldición de tortura —Vete a la cocina y te quemas esa boca con una fierro caliente para que dejes de darme excusas tontas —Gritó de nuevo y la elfina, con lágrimas en los ojos, desapareció —Perdona, hijo, esta servidumbre que no hace bien su trabajo —Dijo ya en un tono muchísimo más tranquilo —¿Gustas un poco de whisky? —Añadió.

 

Tenía ya muchas preguntas hacia el sueco, quería ver cómo reaccionaba ante todas, aunque la más preocupante, era sin duda la que tenía que ver con su abandono.

 

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Ladeo la cabeza ante la mirada de su padre ¿Tanto le sorprendía el nórdico? Era cierto que ambos eran muy distintos y que la situación ya era bastante incomoda solo con la estatura, pero, Brendon tenía ancestros y muchas personas que lo criaron para ser un guerrero. Lo criaron para ser alguien que intimidara a las masas en cada saqueo. Era un vikingo y su padre un caballero ingles, la sorpresa ya era algo que tenía que premeditarse.

 

Los hombros de Brendon se relajaron en cuanto su padre lo abrazó, soltó un risa floja con su comentario y lo abrazó de vuelta. No quería admitirlo, pero estaba emocionado por volver a ver a su padre, pasar tiempo como familia y conocer todo lo que le había dicho en cartas. Por un instante los ojos de Keaton apreciaron a Brendon de manera poco usual, este enarcó una ceja casi imaginando lo que sucedía. Años le costó contarle al nórdico sus diversos gustos sexuales, para un vikingo, tener un padre que se incline por un hombre es una deshonra. Pero con el tiempo maduró y entendió que el sexo y el amor eran dos cosas muy distintas. O al menos así lo quería ver.

 

Por otro lado, era muy descarado de su parte darle una de esas miradas a su propio hijo. Los ingleses no eran tan correctos como creía.

 

—Tienes la seguridad de que salí de ti, sin embargo... —Metió la manos en sus bolsillos bromeando— Yo no.

 

Tal vez un chiste aliviaría la tensión del pequeño momento entre brazos. Por supuesto que creía que el Ravenclaw era su padre, y si por alguna razón no lo fuera, no lo cambiaría por el que compartiera su sangre. Brendon se acercó a un gran sillón tapizado con el emblema de la familia y se dejó caer en el. Estiró una pierna y llevo la mano a su cuello mientras escuchaba a su padre. Por supuesto que ya sabía de su naturaleza, tenía mil y un preguntas sobre ello. Cada una anotadas mentalmente junto a la intriga de por qué diablos nunca los había visitado. El ojigris lo inspeccionó en busca de alguna señal de remordimiento, pero no la encontró.

 

—Es cierto, tengo muchas preguntas y cosas que contarte. —El nórdico tomó una mejor postura en el sillón— Pero es la primera vez que te veo en años y no pienso precisamente en tu abandono o en las cosas que me trajeron hasta aquí.

 

Brendon vio a la elfina que su padre regañaba, casi todas se parecían. Ni siquiera entendía como las diferenciaba. Miró a la pobre criatura salir con lagrimas en los ojos. Sabía muy poco de los elfos, apenas asimilaba su existencia, por eso le daba igual el maltrato hacia ellos.

 

—Descuida, mi recibimiento fue bueno. —Enarcó una comisura mirando a su padre— Claro, no me negaría a un buen whisky. —Brendon era mucho de estar en tabernas y de beber litros de cerveza, no le hacía honor al apellido de esa forma pero él y su padre estaban muy lejos como para que se enterara de ello. — Y dime... ¿Qué has hecho todo este tiempo sin mí? ¿Algo divertido?

 

 

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Keaton no pudo evitar soltar una carcajada al escuchar la broma de su hijo haciendo referencia a su paternidad. Era genial, se estaba rompiendo esa tensión entre los dos, y aunque para que aquello se cumpliera al ciento por ciento pasaría algún tiempo, al menos la primera prueba la estaban pasando con creces. El chico se dejó caer en uno de los varios sillones que había en la biblioteca, aquellos en donde uno podía sentarse a leer sin que le interrumpieran demasiado. Su postura, dio a entender que poco a poco se estaba acostumbrando al lugar, los Ravenclaw, por mucho que sucediera, siempre se acoplaban rápido a los lujos.

 

—Yo por el contrario, quiero que me cuentes precisamente eso, ¿qué te hizo venir? Yo en su momento tampoco sabía qué me traía a la Gran Bretaña cuando me mudé de mi natal Italia, pero poco a poco lo fui descubriendo. En tu caso, ¿qué fue? —Atacó Keaton a su hijo con aquella pequeña ráfaga de preguntas.

 

El Black Lestrange se sentó en un sillón enfrentado al de su hijo, tomó su copa de whisky de fuego a la par que le pasaba una Brendon, y se la bebió de un solo trago. El líquido quemó un poco su garganta, y al ir pasando por ella hasta el estómago, una satisfacción de tranquilidad le invadió como el fuego. Sonrió. Era bastante bueno el tener con quien tomar algo, era bueno que el Castillo, después de varios meses en el abandono, cobrase vida de nuevo, era bueno tener a su hijo, aquello, valía más que nada.

 

—En cuanto a lo que me preguntas, bueno, la verdad es que he hecho bastante. La última vez que nos vimos, yo era un mago bastante diferente. No tenía muy claro realmente qué quería, no sentaba cabeza, y de hecho, eso fue lo que hizo que la cantidad de mis hijos creciera enormemente, porque debes saber que no eres hijo único, eres el décimo de mis hijos, Brendon, aunque con creces puedo decir que el más guapo —Dijo en un alarde de picardía —Ahora, soy empleado de la Magic Mall, profesor en la Universidad como docente del Libro de la Fortaleza, tengo tres negocios en el Callejón Diagon, y mi logro más satisfactorio —Dijo mientras se alzaba la manga izquierda de su camisa dejando ver una calavera de cuya boca salía una serpiente —Soy un mortífago —Dijo con orgullo.

 

No sabía cómo era que Brendon se tomaría esa última noticia, pero era la que más le quería compartir, porque si no lo aceptaba o si no le parecía, entonces serían enemigos, porque quien no compartiera los ideales del Señor Tenebroso... bueno, debía de considerarse enemigo.

 

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Negó con una sonrisa en el rostro, aunque quisiera hablar de temas menos incómodos él se empeñaba en saberlo. No le importaba, no tanto, las razones por las que llegó a Inglaterra eran tan tontas que al nórdico le avergonzaba. Su pueblo era tan tercermundista que jamás lo entenderían, algo de magia sin estafa o maldad. Gracias a Odin que él había crecido en ambas culturas y había madurado al respecto hace mucho.

 

Suspiró― En el pueblo donde estaba descubrieron que era mago, no un mago común, pensaron que era brujería y magia negra que usaría contra todos. ―Soltó las palabras con amargura― Me desterraron y me obligaron a alejarme del pueblo, así que aquí me tienes.

 

El esfuerzo que hacia por admitir un error era grande y más aún cuando se lo contaba al sujeto que más admiraba en aquella tierra. Tomó el trago que este le dio y lo pasó por su garganta de un tirón, casi llevándose la ira de sus palabras. Se impresionó de todo lo que había logrado, no de los hijos. En Suecia, en su cultura, la mayoría de las mujeres no podían pasar un año sin embarazarse. Era normal que no se considerara el único, pero le sorprendió que es cifra viniera de su padre. Soltó una risa de genuina gracia y luego le guiñó a su padre uno de sus orbes grises. Ninguno de sus hijos era mejor que él en nada, él había nacido para destacar y nunca ser opacado.

 

Como esa marca en su antebrazo, era un símbolo de lealtad que no podía ser ignorado. Para ellos ese Lord era su líder, su amo, y seguían fieles a sus creencias hasta el final. Lo respetaba e inclusive lo admiraba. Imposible no admirar a un simple mago que algún día decidió ser casi una religión.

 

―Te felicito, por lo que tienes y por tu logro. ―No era bueno con tales palabras― Veo que sí te has divertido sin mí ¿Como será en adelante? Me tienes ahora, un vikingo rustico en tierras que huelen a té en por tardes ¿Crees que que estoy algo fuera de contexto?

 

Brendon enarcó una ceja mirándolo, quería saber sus limites antes de ir por ahí haciendo lo que deseara.

 

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Tiempo de volver

 

 

saori como es de costumbre sus entradas maestras para que su padre no la regalara eran por la ventana era algo que le causaba risa ver como su padre se enojaba cuando se daba cuenta que huyo de nuevo como nena pequeña, al entrar el viento jugo por ultima vez con su cabello dándole un entrada por medio de sus suaves cortinas pero algo detuvo su agradable entrada de drama, unas voces no muy familiares asomaron por su puerta se detuvo y callo a su cama con dudas como era de costumbre sus elfos ya se encentraban en su cuenta para alistarla y arle lo que necesitaba.

 

Pero que ... - dijo dudosa sin levantar mucho la voz escuchaba a su papá lo cual era raro que estuviera tan temprano en casa pero se escuchaba una segunda voz en el fondo al que ella no reconocía por el momento era la única que vivía con su papa pero sus posibilidades eran que solo es un amigo de la familia tal vez era impudente salir y dañar su conversación su padre se pondría bravo lo cual era algo que ella no quería causar menos con su padre.

 

Saori decidió evadir tales voces y empezar a arreglarse para ir a desayunar abajo como es de costumbre, un libro en mano y volver a estudiar lo que tanto quiere saber sobre ella misma.

Un atuendo rápido sacudió el cuerpo de saori dándole en indicativo para irse abajo mientras buscaba sus ligas para el cabello ya que parecía un desastre.

 

Al bajar suavemente paso por la sala y se puso algo roja y los miro .- H... Hola papi - dijo mientras e quedaba viendo a tal hombre tan corpulento y grande -Amm esto perdón solo vine para comer algo - dijo nerviosa no solía hablar con muchas personas que no fueran sus elfos o hermanas- .esto... un placer soy hija de Keaton y tu eres - pensó que tenia que mostrar un poco de decencia ante el joven.

 

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