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Encantamientos


Liam Black
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Las discusiones no se hicieron esperar. Mackenzie me recordaba a alguien por sus reacciones, pero no lograba saber a quien. En parte sería a mi, hubiera actuado así ante una acusación falsa más si era gente con la que no se podía tratar, pero era una persona más. Me acerque al grupo más por curiosa que para apoyar a mis compañeras, notando la mirada de reproche de Mackenzie.

 

-A mi ni me vean, yo no he traído nada. Y creo que mis compañeras tampoco, no dudo de su poder, pero ¿cómo atraerían a tantos gigantes? Para mi a quien venían persiguiendo eran a los duendes y ellos los trajeron.- Mencioné, intentando apoyar a mis compañeras de equipo.-No pude ver como se hizo el agujero siquiera como para afirmar que fueron ellas, estaba cazando duendecillos como lo pidió.

 

Tenía las pruebas en mi mochila, como bien sabía el profesor, ya que me había descubierto. De pronto, Mackenzie caía por el agujero pero antes de reaccionar, Aine la estaba salvando.

 

-¿Estas bien?- Le pregunté, aunque estuviera enfada conmigo por alguna razón.-Porque hace rato parecía que querías matarme con la mirada y yo no hice nada, mas que sacarles la lengua, pero era en broma.

 

Le aplique unos episkey por las dudas, no se veia que tuviera rasguños o heridas graves, más que el susto quizás, vi que en la mochila llevaba una botella de díctamo, al menos eso podía usar si tenía alguna herida más grave y que un episkey no pudiera contar.

 

Seguía distraida y pensando en lo último que había dicho mi compañera de equipo antes de caer. ¿100 gigantes? Con razón el terremoto que causaron fue horrrible, pero ¿cómo los habría contado tan rápido? Si, definitivamente estaba distraída y no sabía que tan en serio era el comentario sobre eso, apenas las conocía. Igual con menos gigantes se podría provocar un temblor así. Pero se les olvidaba lo más importante, lo que hubiera jalado a Mackenzie al abismo, podría estar ahí.

 

-No sé, pero ¿no deberíamos hablar en otro lado? Vamos a alterar a lo que sea que haya jalado a Mackenzie al foso.- Comenté.

 

Esperaba que el resto de mis compañeros estaba bien, aunque seguramente Darla nos odiaba en ese momento por no dejar que el profesor le dejará alguna asignación todavía. Miré de nuevo a mis compañeras, deseando preguntarle si todavía se quería quedar ahi a pesar de esa extraña criatura que al parecer quería comérsela estaba cerca, pero si por sacarle la lengua se había enfadado, era mejor no preguntar.

 

Me volví a alejar del grupo y más aún de la fosa. Los mininos eramos nerviosos y tantos gritos nos alteraban, aunque suponía que así era ir a clases. ¿Sería así en todas las materias? Tal vez debería haber un lugar especializado de masajes con un descuento para los profesores, con bebidas tranquilizantes.

 

Menos mal que nadie podía leer mi mente o eso esperaba. Seguia viendo la fosa, ¿qué criatura seguia ahi? Definitivamente, por mas curiosa que fuera, no me acercaría.

 

-¿Porqué hay tan pocos encantamientos para curar y demasiados para herir?- No me había dado de que preguntaba en voz alta.-Lo siento, pensaba en voz alta por lo visto.

 

Me encogí de hombros, pensando en el episkey. Menos mal que el hechizo se complementaba con pociones y otras cosas, pero a veces parecía insuficiente uno solo.

Editado por Lyra Katara Ryddleturn

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—Pongámoslo así... Cerrar la fosa es su tarea, de las tres. Intencionalmente o no, la abrieron, haya quien haya sido de las tres, son un grupo y funcionarán como grupo. Entiendo lo peligroso que pudo haber sido todo esto, pero con ayuda de mi encantamiento no les será demasiado difícil ubicar las cosas en su lugar. Tampoco tienen que encargarse de los gigantes, pero ¡cuidado! Porque de todas formas seguro que sería muy difícil encargarse de ellos en tamaño miniatura, ¿verdad?

 

Sean quienes sean los presentes en la clase, ahí no dejaba de ser el profesor y las cosas no iban a darse vuelta por más carácter que tuvieran. Ya estaba lo demasiado exaltado intentando resolver un conflicto como para continuar tratándolos con amabilidad. Perdía con facilidad la cordura y, lamentablemente, era algo que la ausencia de licantropismo no había podido llevarse consigo. Y todos sabían que era mejor no enfadar a un lobo.

 

—Apuesto a que si todos se hubiesen centrado en deshacerse de los duendes y duendecillos no tendrían por qué haberse metido con el suelo. Y esto a su vez no hubiera llamado a los gigantes. No digo que sea totalmente su culpa, señoritas, pero es culpa de su accidente. Son un grupo ahora, son una unidad. Ésto no dejó de ser una competencia, los accidentes en las competencias cuestan caro y nuevamente, una alumna estuvo a punto de perder la vida—. ¿Lo ve? Otro accidente más. Y yo no le debo nada, Malfoy, ¿o acaso fue mi culpa que a la mujer se le ocurra caminar por ahí? Está desobedeciendo mis órdenes después de todo.

 

A menos que los directores de la universidad se presenten en el lugar, nadie me diría cómo llevar mi clase. Le hice una seña a Darla justo antes de avanzar a la retenida grieta y juntarla con un movimiento de empuje hacia adelante. Era grandioso lo que se podía hacer con una mágica energía rodeándote por todas partes. Pero era algo que te dejaba exhausto después de todo. Una vez más, dejé la varita en su lugar.

 

—Ahí está. ¿Quieren una disculpa? Pues disculpen por ser realistas, pero fuera de la clase nadie se detendrá a reparar sus propios errores tal vez estaba enojándome de más, pero una vez que empezaba no iba a parar. Quizás más tarde se me pasaría—. Ahora las tres únanse a las demás y procuren no deambular sin que antes haya dado la próxima tarea.

 

Era inaudito. Podía jurar que solo había creado un par de duendes y duendecillos inofensivos como para que scediera todo esto. Y no era como si estuviese abandonando el lugar completamente, solo me estaba apartando unos metros para resolver una salida que nos devuelva a la clase. Tal vez lo mejor hubiese sido dejar a todos en mi mente y no llevarlos a la intemperie procurando brindarles un poco de diversión. Desde cuándo se me había ocurrido que los caos esperarían a que nos vayamos para desatarse.

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You can't make people love you, but you can make them fear you.


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Un codazo tras otro, eso era lo que estaba recibiendo la Weasley por la cantidad de bromas maliciosas que hacía; no podía creer que tuviese a esa loca de mejor amiga, suerte la suya que no la había tenido en el colegio o de otra forma habría terminado metida en problemas una y otra vez, con lo tranquila que era ella en ese entonces…

 

La clase avanzó más pronto de lo que imaginaba, para cuando se dio cuenta, ya se hallaban fuera del aula y habían ido a parar a un campo inundado de magia. La energía que circulaba por ésa área la llenó, la embargó de tal forma que hizo sentir su vitalidad al límite. Como buena Paladín que era, su energía vital se veía realmente aumentada gracias a la del lugar en cuestión; nunca podría haberse hecho una mejor elección.

 

Oyó las instrucciones del profesor, nada del otro mundo realmente, aunque ciertamente no tenía idea de cuál era el hechizo específico para detener aquella horda de duendes que definitivamente los molestarían a más no dar. Lo primero que se le vino en mente fue un hechizo muy conocido y preciado para ella: Un Titempos; era ideal, la ocasión lo ameritaba, incluso acariciaba a Aukan con deseo, pero se encontraban en una clase de la Universidad, no podía hacer eso si planeaba mantener las sospechas de su doble identidad a salvo.

 

Se había sumergido tanto en sus pensamientos que, para cuando se dio cuenta, el pie de Lisa pasó rozando su oreja, a lo cual se asustó y se volteó para intentar lanzarle un grito que lo oyese toda Escocia si era posible, pero en cuanto se percató de la situación entendió lo que había hecho, o bueno, algo suponía.

 

No solo los atacaban los duendes, sino también los duendecillos. Hizo una mueca con la boca, estaba comenzando a molestarse, iba a ponerse en marcha, estaba en una clase, no podía quedarse de brazos cruzados si ella era la alumna, levantó a Aukan, pero antes de que lograse pensar en un hechizo adecuado a utilizar, sintió algo extraño. Una energía muy poderosa, alguien había utilizado la energía del campo en su beneficio y ejecutado un hechizo tan potente que había terminado paralizando casi a todos los duendes. Inmediatamente se giró, observando el grupo de Ainé, Lyra y Mackenzie, una de ellas había sido, aunque no había prestado real atención de quién. Observó fijamente el andar de la que parecía más hueca de toda la clase, ¿y si…?

 

Hay algo en ellas… Bueno, en Lyra no, – le susurraba cerca del oído a Lisa, aunque su mirada había bajado al duende más próximo y fingía que lo examinaba – pero en las otras dos, tengo un presentimiento respecto a ellas, aunque no sé si sea bueno o malo – admitió, alejándose de la otra como si hubiese encontrado algo más interesante, como si nunca le hubiese dirigido realmente la palabra.

 

Lo siguiente que sucedió la tomó una vez más desprevenida, ¡¿pero es que se podían dejar de tantas sorpresas en algún momento?! Sintió que la tierra bajo sus pies se movía y terminó por agacharse para evitar caer repentinamente. Sus poderes respecto a la tierra aún no estaban del todo desarrollados, debía entrenarse en esa parte y lamentaba profundamente no poder usar un Terreus como era debido para calmar aquella situación, ¡era tan frustrante!

 

Lo demás había sucedido demasiado rápido para asimilarlo. Un agujero en la tierra. Gigantes armados y con las ganas de propinar buenos puñetazos. Liam viéndose obligado a actuar. Todo aquello resumido en eso, terminando con unos gigantes hechos pequeños y con una Lyra que se los quería meter en su mochila.

 

Ahora discutían, y como no podía faltar, la Weasley saltó, ¡estaba tardando! ¿Cómo rayos iba a terminar todo aquello? Mal, definitivamente.

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- ¿Pero qué demonios?


Un haz de luz traspaso la verde pradera de un lado a otro de forma abrumadora, acompañado de cerca por un intenso rayo, deteniendo de forma milagrosa a todo duendecillo y duende cercano. Mire de reojo a mis compañeros de clase, todos ellos tan perdidos como yo misma o al menos, eso me hacían pensar sus rostros fragmentados por lo ocurrido. Aquello no estaba destinado a pasar y solo un mago con grandes capacidades tenía el poder para hacer semejante conjuro. Un mago o una varita… me recordo mi voz interior.


Mi mirada se ensombreció. La varita de sauco, reliquia ancestral de nuestra comunidad era real, bien podía ser que alguno de los presentes hubiese tenido la ¨genial¨ idea de usarla. Pase mi mano derecha por la frente perlada en sudor, para así evitar maldecir a todo el mundo. ¿A quién en su sano juicio se le ocurría denotar la bomba que era aquella arma mágica en una clase de la academia, cuando todos sabían que su poder era casi imposible de controlar, mucho más estando en un lugar con tanta magia?


<<Además, solo alguien está destinada a poseerla>> Todo empezaba a caer por su propio peso.


Tome conciencia real de lo que allí sucedía más rápido que ninguno. Estaba rodeada de competidores que si no lograban ganar la lucha por las buenas, lo harían a base de trampas y de crear una vorágine de catástrofes seguidas. Vamos, lo que se podía llamar, gentuza con ínfulas de poder y con extremadas ganas de llamar la atención a través de sus actos. Al segundo de que el conjuro se hiciese patente en la inmensidad del paraje, un ligero terremoto sacudió nuestro cuerpo, abriendo de forma permanente una brecha en el suelo.


- Si no éramos pocos, pario la abuela – Los gigantes querían acompañarnos a la fiesta.


Varios de aquellos seres aparecieron de la misma nada, seguramente llamados por el movimiento de la superficie. ¿Y qué hacia el profesor? Retar a los culpables como si estos fuesen meros alumnos de primaria que acababan de romper un jarrón con florecitas. ¿Pero estaba viendo lo que habían causado? Definitivamente, salir de allí con vida sería una odisea, pero no por las pruebas del supuesto maestro, sino por la incompetencia del resto de la clase. Empuje a la Delacour para que se moviese y actuase, pues habia quedado tan en shock como yo misma.


Como un resorte, la castaña volvió a la vida. Yo que pensaba que estaba perdida en su pensamiento y fue ella quien me animo a seguir a mis instintos. Su susurro especulador aumento mis ganas de saber. Habia algo extraño en todo eso, pero mi mente estaba dispuesta a combatir contra la nueva amenaza y por un momento, olvide mi curiosidad innata. Estaba en modo ataque, no iba a permitir bajo ningún concepto que aquellas malolientes criaturas me tocasen o le hiciesen algo a quien era mi mejor amiga.


- Luego – Respondí – Ahora toca lo que toca….


Auch, maldije a la diosa madre cuando esta y de forma claro, llamó mi atención. Una abeja se posó sobre mi oreja, picándome de forma inmediata. Ella pensaba como Mei, allí habia algo que no cuadraba en lo más mínimo. Analice los parámetros y lo que habia sucedido con un rápido vistazo. ¡¡Bingo!! Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma. Si las cosas no se resolvían solas, yo lo haría y lo primero era hacer drama y acosar a los alumnos para saber que sabían, lo que se llamaba un interrogatorio de toda la vida.


Estaba claro, ¿Cómo no me habia dado cuenta antes? Me acerque a la fémina de forma descarada y al contemple con un interrogante claro en mi pálida tez. Como jefa de seguridad del ministerio de magia conocía cada detalle del cuerpo de la vice ministra, así como también su forma de pensar, actuar e incluso sus horarios, no por nada habia destinado a mis mejores hombres a su única y exclusiva protección. Mackenzie encajaba y era la respuesta a varias de las preguntas iniciales den mi sondeo mental. Empezaría por ella.


- ¿Cuál es tu segundo apellido? – La interrogue sin preámbulos. Allí habia algo que no encajaba. Me habia olvidado de los gigantes y de la clase, ahora tenía otro misterio más grande que resolver – Y si él no te acusa, yo sí, tengo la autoridad para hacerla y el deber de cuidar de mis altos rangos. Basta de hacerte la tonta. Exijo saber tu procedencia ahora mismo y el porque te has puesto tan nerviosa ante el hecho de nombrarte una varita mágica – Era la hora de desenmascarar.

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La situación se estaba saliendo de control, ahora no era solo una cuestión de discusión entre el profesor y el grupito de tres mujeres, sino que ahora y en el peor de los momentos a Lisa se le ocurría encarar como solo ella podía a la tal Mackenzie. Sabía lo que estaba sospechando, la conocía lo suficiente como para saber en base a qué hipótesis trabajaba. Se le acercó, colocándole una única mano en el hombro, un gesto que sólo podía significar una cosa: que se calmara, o ella misma se encargaría de calmarla por las malas.

 

La situación está suficientemente tensa como para aumentar los ánimos de pelea, – comentó por lo alto, no solo para la Weasley, sino también para todos en general – profesor, si lo permite, podríamos entre todos cerrar la fosa antes de que algo más suceda o salga de ahí, o uno de nosotros termine entrando de forma misteriosa – agregó, mirando con desconfianza el agujero en el suelo.

 

Soltó un largo suspiro, sabía que Lisa no le haría caso, ¿por qué tenía que ser tan testaruda? A veces realmente deseaba darle una paliza, aunque sólo podía hacerlo en los momentos en que practicaban duelo, pero allí no estaban por eso. Permaneció cercana a ella por si se le ocurría hacer alguna real estupidez, que la cuestión era de familia y si lo hacía uno, el otro también lo hacía de una u otra forma.

 

Lo último que esperaba era una clase saliéndose de control totalmente – murmuró por lo bajo, esta vez para sí misma, lanzando un suspiro y observando a lo lejos a Jocker, quien parecía estar realmente ido, pues no se había movido para nada una vez habían llegado, e irónicamente era el más calmado de todos.

 

Quién lo diría pensó con sorna, a fin de cuentas, sabía lo que era, como él también su secreto, pero un Juramento Inquebrantable los unía. El primero que abriera la boca, moriría.

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Escuchó atentamente las palabras del Hawthorne, ¿había perdido la conexión? Por un momento por su cabeza pasó la imagen de los muggles peleando con su antena de "tevelacción". Estuvo a punto de hacer una broma sobre ello hasta que lo pensó mejor y solo dijo una palabra.

 

--Entiendo.

 

Considerando las implicancias de que si la "magia" se había cortado en algún punto no pudieran realmente regresar de pleno. Claro que si lo pensaba bien, todo el lugar en que estaban era magia pura, solo que ella no conocía con exactitud los alcances de la magia egipcia de la Universidad y si al utilizar la magia de aquel lugar, canalizándola a través de ellos podrían llegar de regreso al aula. Pero, ¿qué era lo peor que pudiera pasar? ¿que terminaran todos botados en medio de los jardines de Sumaes o en las afueras de la nueva Universidad tuje al norte y todos revueltos?

 

Dicen que no debes pensar en cosas malas si no quieres llamarlas y precisamente aquello parecía un claro ejemplo de ello, el grito de Katara la hizo volverse y apuntar con Edelweiss, por los mil demonios de Taz, pensó mientras daba un salto hacia atrás instintitivo. Por un momento su mano se apoyó en el suelo mientras se agazapaba y sin poder evitarlo murmuró un hechizo que no había utilizado en siglos, de hecho no debería utilizar, el terreus levantó buena parte del terreno impidiendo que se agrandase más el orificio. ¿Se le podía llamar así con semejante tamaño? Sus ojos buscaron por todos lados, ¿cómo, por las barbas de Merlín, había ocurrido todo aquello?

 

Ahogo un grito de furia al ver que las desgracias no venían solas, gigantes, ¿era broma? las torres, pensó mientras recordaba todos los dichos sobre el guardían de los bosques encantados. ¿Ahora se le ocurría recordar cuentos infantiles? Se puso en guardia y se preparó como vampiro había enfrentado las más variadas bestias salvajes en sus cacerías, claro que no solía elegir moles de más de diez metros para enfrentarse a ellas por placer.

 

--Fantástico --susurró cuando los gigantes adoptaron un tamaño más tranquilizador tras un encantamiento que lanzara Liam. Definitivamente la magia del lugar potenciaba todo, estaba segura que podrían restablecer el contacto y reparar el traslador para regresar al salón de Encantamientos.

 

Pero tratar con él parecía que se volvería un tema de diplomacia, pudo ver como el rubio comenzaba a echar "humo" por los cuatro costados, estaba realmente enfadado. Bajó la varita para que él no se diera cuenta que ella también había realizado algún que otro encantamientos mientras estaban allí y no la retara por... ¿no hacer nada útil? Suspiró pero no tuvo mucho tiempo de dejar que su mente se concentrara en ello, él había dicho las palabras mágicas: varita de sauco.

 

Darla se tensó y se dió por primera vez cuenta que no había "escaneado" las auras, las esencias de sus compañeros, era lógico, la mayoría se conocía, no había por qué escanear nada y de pronto lo supo, fue como si una luz iluminara el lugar y cada pieza del rompecabezas cayera en su lugar. Se concentró y pudo sentir las esencias, la mayoría de ellas puras pero había una que estaba enmascarada, oculta detrás de lo simplemente visible a la vista. Recordó las cualidades de su habilidad de metamorfomagia y sonrió, por supuesto, pero ¿qué era exactamente lo que ella buscaba allí? Pensó en la pregunta que había hecho a Liam y sus ojos se abrieron con terror y respeto, ella era capaz pero ¿con qué objetivo?

 

Escuchó las últimas palabras hacia la Selwin y su hobby coleccionista para tener una vez más a su lado al mago que seguía comentándole del caso. Por lo que él decía algo había cambiado desde el momento que Jock había seguido un camino no planeado, o sea, ¿alguien o algo ya había interferido antes? Sus temores de que pudieran quedar "atascados" en el camino se incrementaron sin embargo tenían una ventaja, él mismo lo decía en ese momento y se lo iba a hacer notar cuando de nuevo sonaron las voces de sus compañeras, esta vez airada.

 

--¿En serio? --se preguntó Darla en voz baja escuchando los argumentos de Mackenzie y luego los de Ainé, levantó una ceja y observó al vampiro.

 

El hecho que lo amenazara con El Profeta y le recordara quién era ella para ellos en la Marca, ufff, aquello se ponía interesante pero para verlo desde la platea. Como fuera Liam se ocupaba ya de sellar la bendita trampa de tierra, sin embargo ella seguía preocupada, pero por lo visto no todos eran conscientes del peligro que allí corrían sin saber muy bien por qué.

 

Como si no estuviera consciente del estado de Mackenzie, Lisa se había puesto de repente en su papel de Jefa de Seguridad y estaba interrogándola. Demonios ¿había descubierto a la mujer? Darla carraspeó murmuró una disculpa mientras se alejaba unos pasos de Liam y con voz tranquila dijo.

 

--Vamos Weasley, la chica acaba de sufrir el ataque de duendes, duendecillos, gigantes y un ser desconocido desde las profundidades que casi la arrastra al fondo de los druidas saben qué ¿y tú te pones a pensar en "socializar" sobre su apellido? Deja que descanse y se recupere, en el aula ya veremos nuestros segundos nombres, apodos, familiares en Praga y temores a reliquias de la Muerte.

 

Como si no diera más importancia al tema, se grió volviéndose a acercar a Liam con gesto entre preocupado y de disculpas.

 

--Necesitamos irnos ya de acá, lo mejor será que todos nos vayamos al Lago y me temo que Storr ya despertó y me da la sensación de que no está de nuestro lado --mencionó señalando el agujero que terminaba de cerrarse y el hecho de que un ser desconocido había intentado arrastrar a Mackenzie hacia las profundidades y lo habría logrado si no fuera por la rapidez de Ainé, pero igualmente la había logrado desmayar y tomar desprevenida y eso, no le gustaba para nada --no conviene mantener nuestras fuerzas "desparramadas", eso nos hace blanco fácil --y lo que más le preocupaba era blanco de quién o qué y por qué, pero por lo pronto quería volver a la Universidad, luego se encargarían de mandar partidas del Departamento de Misterios y el Escuadrón a descubrir qué demonios estaba pasando en la Isla Skye.

Miró a su alrededor, no había ni troncos muertos ni rocas los suficientemente grandes para poder morphear en un ser que a su gusto pudiera protegerlos lo suficiente como para que nada más los pescara desprevenidos.
Editado por Darla Potter Black
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Todo se había vuelto un descontrol. Sin quererlo, o amedrentando a ello involuntariamente, los alumnos estaban discutiendo entre sí y hasta podía jurar que Lisa había descubierto el hoyo negro que mi mente no lograba descubrir. Pero, ¿por qué de ser la viceministra de magia se presentaría oculta ante los demás? ¿Para investigarnos? ¿Y si no era ella? No debía dudar de las intuiciones de una jefa de seguridad, pero si verdaderamente nuestra líder suprema estaba presente en la clase como alguien tonta e incapacitada, quizás solo quería obtener el conocimiento sin ser molestada. Y no había ninguna objeción ante ello por mi parte.

 

—Muy bien, escuchen espeté volviendo a acercarme a todos—. No hay necesidad de esto, no tenemos que discutir. Lisa, ¿no te parece que la viceministra tendría bien en claro lo que es un encantamiento como para cursar una clase de conocimientos? —Desvié un poco la vista a Mackenzie antes de proseguir—. Siento que haya sucedido todo este descontrol. Fue mi culpa, en parte. Si los hubiera estado supervisando tal vez ninguna grieta se hubiera abierto en la tierra.

Y era verdad, para variar. Me había alejado con Darla dejándoles que se libren por su cuenta de la primera prueba. A pesar de que todos parecían tener los suficientes conocimientos como para deshacerse de un par de duendes y duendecillos, no estábamos en la universidad y el peligro era notorio. Todavía no dejaba de ser el profesor y mi trabajo tampoco había dejado de ser cuidarlos y enseñarles todo lo que conocía acerca de los encantamientos, así que eso era.

—Está anocheciendo. La energía mágica del lugar disminuirá bastante con la llegada de la noche y tal vez ya no podamos hacer uso de eso, pero hay un lugar donde incluso la noche potencia toda esta vitalidad me erguí un poco cerca de Jocker para levitarlo con la varita y poder transportarlo así—. Síganme.

Una vez más sentí la frescura de la hierba rozando mis pies que, aunque se protegían con el zapato, podía diferenciar aquel cosquilleo que se produciría si no los tuviera. Las colinas y los pocos árboles que nos rodeaban minutos atrás, fueron desapareciendo a medida que nuestro paso avanzaba por la cumbre. Todos seguían mi paso por detrás, a diferencia del único alumno hombre, que estaba siendo transportado por la fuerza magnética de mi varita. Aun así, no dejaba de echarle miradas a todos de vez en cuando, por miedo a que alguno desaparezca misteriosamente.

No tardamos mucho en quedar frente a una perfecta y redonda laguna de agua cristalina, donde las pequeñas cataratas que caían desde el límite de las rocas parecían impedir que el estanque se vacíe. El color en el fondo del agua variaba desde rosa hasta azul oscuro, y unas pequeñas luces de muchos colores danzantes por encima de la superficie parecían hacerte creer que en verdad albergaba un hada en ese lugar. Era mucha energía mágica para explotar.

—Lamentablemente, me veo obligado a entregarles 50 puntos a cada grupo, ya que ninguno se deshizo oficialmente de ambas criaturas. Lisa logró inmovilizar a los duendecillos y Lyra efectuó un provechoso Skurge que espantó gran parte de los duendes. Estuvieron bien.

»Ahora, si pudieron notar, tenemos a un alumno un tanto... inconsciente, y como bien dijo Ainé esta mañana, parece "encantado". Verdaderamente lo está, así que dada la necesidad de su presencia en la clase, ese será su segundo reto. ¿Qué encantamiento finaliza los efectos de otro? El primer grupo en adivinar y efectuar el hechizo sobre Jocker, obtendrá 100 puntos inmediatos.

—Tengan en cuenta que necesitarán ayuda de la magia que les brinda la laguna para que esto funcione, porque no estamos hablando de un encantamiento realizado por una varita propiamente. Así que, anexo a lo que les dije, deberán averiguar cómo alimentarse de la energía de las aguas. Ésta no está en todas partes como anteriormente, ustedes deben tomarla —señalé al paisaje acuático que presenciaba detrás de ellos y luego miré a Darla—. Usted señorita únase a las Delacour, con un integrante menos están en clara desventaja.

 

Dudé si explicarles la definición de lo que era un contrahechizo, pero iba a ser una ayuda demasiado grande y, posiblemente, todos los presentes estaban enfocados en lo que eso era. Si alguna vez se habían batido a duelo, probablemente lo sabían. De todas formas, no me separé de ellos, esta vez los supervisaría bien.

Editado por Liam Hawthorne

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El tono de voz de Liam había cambiado y lo observó con curiosidad mientras se acercaba a Mackenzie y calmaba él también a Lisa. Si, era mejor que lo hiciera así, si Mackenzie era la Mack que Darla conocía era lo mejor que podría pasar. La pelirroja se preguntó si la viceministra se había visto afectada como el resto del mundo mágico por las variaciones ocurridas. Había sospechado alg al respecto durante su excursión en el Ministerio antes de su destrucción.

 

Observó el cielo y entendió a lo que él se refereía, hacía buen rato que intentaban avanzar hacia el lago y por una u otra instancia debían detenerse. Observó como el Hawthorne se ocupa del ofuscado Jock y se estremeció de pena por su antiguo compañero de labor.

 

El camino entre las sierras hacia el lago tenía su propia belleza, podía sentir la vibración en el ambiente, era como estar en medio de una gran red recolectora de energía. Sus ojos buscaban algo, sin saber exactamente qué y por lo visto a Liam también le preocupaba porque el rubio se había vuelto a controlar a sus alumnos casi a cada paso, como si temiera desaparecieran. Suspiro, esperaba que el solo pensar en ello no causara que ocurriera, como fuera, mantenía a Edelweiss en alto, lista para cualquier cosa.

 

Cuando al fin llegaron al lugar Scarlet susurró en su mente sobre la magia que contenía el fondo del lago. Darla recorrió con su mirada castaña el lugar, era fabuloso, tentaba a quitarse la ropa y lanzarse a nadar hasta las cascadas y dejar que el agua recorriera todo su cuerpo. Su atención se volvió a centrar en los brillos sobre la superficie, magia pura, susurró para si misma.

 

Se acercó al borde del lago mientras a sus espaldas la voz del profesor relataba el puntaje que le asignaría a cada grupo y la próxima tarea, despertar a Jock, eso si, debían sacar la magia del lago. Si, Finite Incantatem, pero a la enésima potencia realzado por la magia que había en el fondo del lago, sacarla sumergiéndose en ella ¿con o sin casco burbuja? Como vampiro no le hacía falta el casco pero solía guardar las apariencias para no incomodar en demasía a la gente.

 

Mientras meditaba en ello las palabra del profesor la hicieron ahogarse y giró sobre sus talones, abrió los labios para protestar pero los volvió a cerrar mientras veía a Mei y a Lisa ¿era en serio? ¿Le tocaba unirse al dúo Delacour? Evitó gemir de desesperación y solo asintió acercándose al par.

 

--Bien, ¿vamos a pescar? --dijo en tono irónico --necesitamos sacarnos la grande para aplicar el Finite en Jock y que resulté al final en una buena 'limpieza'.

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Me había quedado con ganas de protestar por algunas cosas, pero me arrepentí y justo tiempo, al menos no me fue mal con la puntuación después de todo, aunque me hubieran regañado con el resto del equipo. Al menos el skurge sugirido por Mack si había funcionado. Escuché la pregunta del profesor y levante la mano de inmediato.

 

-¡Yo sé, yo sé.- Grite emocionada y me di cuenta que pronto sería la Hermione del grupo si no tenía cuidado. Suspire, mientras me acercaba a Jocker e intentaba realizar el hechizo.-¡Finite Incantatem!

 

Sabía que podía realizar el hechizo de forma verbal y no verbal, yo lo había realizado verbal, sin embargo, no parecía tener reacción sobre Jocker. Lo intente de nuevo sin resultados y termine por aparecer una manta azul con mi varita, la cual le puse encima.

 

-Estoy segura que ese es el hechizo, profesor. Pero ¿y si a lo mejor no quiere despertar? - Pregunté.-Sobre la manta, no me regañe por ponersela, hace algo de frío y no queremos que se enferme.

 

Me quede viendo a mi compañero y la razón por la que el hechizo no funcionará con el. ¿Es que de verdad no me acordaba ya de nada con tantos cambios ministeriales? No, no creía eso.

 

-¿Y si no es un hechizo? Podría estar con alguna poción como el Filtro de los muertos. Deberiamos llamar a su novia para que lo despierte con un beso. Aunque dicen que cuando el príncipe besa a la princesa seguramente debió ponerse un poco de poción Wiggenweld en los labios, no fue el beso por si solo con que las despertaron. -Note algunas miradas molestas.-Bueno, no pueden esperar que el hechizo me funcione a la primera, soy buena, pero en ese caso no tomaría la clase. Que lo intente alguien más.

 

Me aleje de mi compañero. Se veía tan tierno dormido que daba pena hacer el intento de hacerlo por más que eso siguiera interrupiendo la clase. Además, si seguía dormido a lo mejor el profesor nos dejaría hacer más hechizos osbre el para practicar, eso sería bueno. No tanto para el, pero ¿para qué se quedaba dormido?

 

Estaba segura de haber realizado bien lo de la canalización de energía en el hechizo, hecho los movimientos necesarios y la pronunciación correcta, por lo que no entendía que podía haber pasado. A lo mejor alguno de mis compañeros de clase lograba despertarlo.

 

Al parecer me había faltado algo más y no era solamente el hecho de canalizar la energía del agua. Tendríamos que meternos en el lago, no me daba miedo nadar, en los castillos y mansiones siempre había un lago, un rio. En la Isla Atlántida teníamos el mar, más aparte un riachuelo en la misma, así que no era por no querer nadar, simplemente no quería.

 

-¿En serio? ¿Hay que meterse al agua con este frío?- Pregunté en voz alta.-Creí que bastaba con sentirla en el interior de uno, no mojarse literalmente.

 

No era posible que por eso no me funcionará el hechizo. Otras veces lo había realizado sin un baño de por medio, así que movi la cabeza negativamente, mientras dejaba la mochila en el suelo, con cuidado pra que los duendes no se pegaran en la cabeza al caer. Todavía tenía la varita en la mano derecha, no la guardaría por nada en el mundo.

Editado por Lyra Katara Ryddleturn

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En medio de la oscuridad, dos luceros amarillos brillaban como estrellas en el cénit de un espacio vacío. No podía apartar la vista de ellos, como si un poderoso imán atrajera su mirada y, con ella, toda su mente, hasta sumergirla en un océano de claridad infinita. Y de pronto, sintió que sus pies corrían por un pasto a una velocidad increíble. En su carrera, cortaba el incesante viento con tal fuerza que podía sentirlo aferrándose a su piel hasta erizarla. Y entonces, cayó en la cuenta de que su piel, la que sentía suya, era en realidad la piel de un lobo. Se paró jadeante, las fauces abiertas, llenas de espuma... La luz... la luz amarilla retornaba, la sentía penetrar en su mente, de nuevo. Cerró los ojos.

 

Era tan pequeño, que apenas le llegaba a su madre a la rodilla. Su cabello, negro azabache, brillaba a la luz de la luna, tan blanca y grande como los globos que los elfos le habían traído en su última fiesta de cumpleaños. Y mientras miraba la luna, sintió que sus huesos se estiraban y crecían y, de pronto, ya no era tan niño y su madre ya no estaba allí. En su lugar, la figura imponente de su padre se alzaba a su lado, con una pequeña en brazos. Era su hermanita Mackenzie.

 

Algo andaba mal, realmente mal. Mackenzie lo sabía, pero no lograba identificar el qué. La luz amarilla volvió a atraparla, pero esta vez la dejó flotando en el oscuro vacío. Se acercaba más y más, como rayos que quisieran horadar en lo más profundo de su mente. Flotaba en medio de la nada, los luceros amarillos habían desaparecido y también la sensación de su propio cuerpo. Sólo era una mente varada en algún lugar oscuro y estrecho. Tenía la sensación de encontrarse en el interior de un gusano gigantesco y de llevar allí mucho tiempo. Quizás años, no podía estar segura. Un lugar en el que nada sucedía, como si la vida misma se hubiera quedado paralizada en un instante eterno, infinito y vacío. Nada sucedía, nada había sucedido. No recordaba apenas nada y a duras penas conseguía recordar quién era. Su consciencia de sí misma era tan precaria que perfectamente hubiera podido convertirse en una minúscula partícula de la oscuridad que la rodeaba y no notar la diferencia.

 

Un estruendo en medio de la nada. Unos ojos amarillos apartándose de ella a gran velocidad. Y ella caía, caía, caía hacia el fondo de un abismo. Como un tropel que quisiera alcanzarla in extremis en medio de su fulgurante caída, la consciencia penetró en ella de nuevo y la atrapó. Quiso gritar, cuando notó que algo tiraba de ella hacia arriba. Y entonces vio la luz y el prado verde y reconoció a su hermana a lo lejos y supo que la había salvado. ¿Pero de qué? ¿Dónde había estado? ¿Cuánto tiempo había pasado?

 

Confundida como jamás antes lo había estado, escuchó las reconfortantes palabras de Lyra, que se deshacía con ella en atenciones y cuidados.

 

- Gracias. - Comentó en voz baja. - Ya, ya lo sé que era en plan de broma. No te preocupes. - Sonrió, haciendo un esfuerzo sobrehumano por intentar sobreponerse de una de las más extrañas experiencias de su vida.

 

Escuchó al profesor, aunque poco lograba comprender lo que decía. Tenían que cerrar la fosa, ¿pero qué fosa? ¿quiénes? Poco a poco conseguía atar cabos de una memoria que parecía pertenecer a otra persona y tan lejana en el tiempo, que le costaba recordar. Era como si... como si el tiempo transcurrido se hubiera dilatado para ella. ¿Acaso no era aquello lo que había estado buscando? No estaba segura. ¿Pero porqué tenía también la sensación de haber estado dentro de la mente de otras personas? ¿Pero de quienes? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Cuánto tiempo? ¿Qué había sucedido? Miró hacia el abismo y reprimió un escalofrío. ¿Qué clase de criatura habitaba aquella fosa? ¿De verdad era una trampa para gigantes como creyó en un principio? Todo eran preguntas.

 

Cuando el profesor se lo indicó, Mackenzie se reunió con sus compañeras, todavía muy confundida para rechistar. Y entonces vio llegar a Lisa, decidida, hacia ella. A duras penas, la reconoció. Una parte de sí misma sabía quién era y qué cargo ocupaba y muchas más cosas de ella. Pero era una parte tan lejana... que casi carecía de importancia. Hacía demasiado tiempo de aquello. ¿O no?

 

- Mi, mi segundo apellido -replicó indecisa y confundida a las palabras de Lisa. - Mi segundo apellido es Yellbridge. Bueno, no es mi segundo apellido, en realidad, pero es una historia muy larga. ¿Porqué no te basta con el Malfoy? -Su voz era apenas un murmullo inseguro al terminar la frase.

 

Tuvo la sensación de que había dicho algo muy incorrecto cuando escuchó al profesor hablar de la Vice-Ministra. ¿Ella era la Vice-Ministra? ¿Cuánto tiempo hacía de eso? Le parecía que había ocurrido mucho tiempo atrás.

 

Siguió al profesor en el más absoluto silencio, oyendo a medias sus indicaciones y centrándose en la urgente tarea de reconstruir los últimos momentos de su vida. Una clase de encantamientos... sí, era un recuerdo muy vago, pero podía afirmar que era real. Pero el profesor tenía razón, ¿para qué necesitaba ella apuntarse a una clase de encantamientos? Sacudió la cabeza, como intentando tirar de los hilos invisibles que ocultaban sus recuerdos, como intentando traspasar una niebla de eternidad que cubriera lo anteriormente vivido. ¿Si usara un evanesco, lograría hacer desaparecer aquella masa de eternidad que cubría su mente? No lo creía, no funcionaba así. La barrera que le impedía recordar no era algo físico.

 

Escuchó al profesor hablar de su hermano Jocker. ¿Estaba encantado? ¿Qué había sucedido? ¿Porqué simplemente no lo desencantaban? Un Finite Encantatem bastaría. ¿Porque estaba dando a entender el profesor que no sería así? Algo había pasado también con él. Algo grave. ¿Estaría ella también encantada? Mackenzie no lo creía. Casi tenía la certeza de que lo que le estaba ocurriendo sólo tenía que ver con la fosa y con aquellos ojos amarillos, los ojos de una criatura que Mackenzie no había visto jamás.

 

Mientras el profesor hablaba, la joven se acercó a la laguna. Era un lugar precioso, rodeado de cascadas de aguas cristalinas que se vertían en el lago con un sonido tan cadencioso que casi parecía una melodía. Podía sentir la fuerza del agua, vibrante, magnética y profunda.

 

La límpida superficie de las aguas tranquilas de la laguna le devolvieron la imagen de su rostro y, al mirar su reflejo, la confusión volvió a socavar su mente. ¿Era ella? ¿Aquella mujer era ella? ¿Porque sus facciones parecían más redondeadas? ¿Porqué su cabello estaba tan corto y tenía aquel tono tan oscuro? -Metamorfomagia. -Se respondió a sí misma, desde lo más recóndito de la memoria. Sí, recordaba tener la habilidad, eso también era real.

 

Se agachó para tocar su reflejo en el agua, pero se contuvo. El agua estaba helada. Lo sintió en el vaho que se formó en su aliento al acercarse, en el gélido frío que rozó su mano cuando intentó aproximarla al agua. Con cuidado, lentamentamente, como si aquello fuera un ritual sagrado que debía de cumplir, fue cambiando su aspecto, mientras veía los efectos en el reflejo del agua. Volvía a ser ella misma, sus facciones clásicas y serenas, su pelo castaño, incluso podía adivinar sus ojos verdes, casi brillando con la misma intensidad que las pequeñas luces dispersas sobre las superficie de la laguna.

 

Necesitaba aquella energía. El profesor les había dicho que la tomaran para realizar con éxito el Finite Incantatem que pudiera desencantar a Jock. Pero Mackenzie también la necesitaba para ella misma. La eternidad... la eternidad era demasiado pesada para vivir con ella, debía dejarla atrás.

 

No supo porqué. Habría habido otras formas, probablemente más sencillas, pero a Mackenzie le pareció que aquel lugar, Jocker y su propia mente, no requerían exactamente un hechizo, sino más bien un verso mágico, una canción sutil que los despertara.

 

- Flagrate - Murmuró, tres veces seguidas.

 

Unas líneas de fuego surgieron de su propia varita, Solveig, y tomaron la forma de gigantescos aros en el cielo: rojo, verde y azul. Con lentitud deliberada, Mackenzie los fue guiando en el aire, sin mirar, con los ojos cerrados, escuchando tan sólo el sonido del agua murmurarle al viento su canción sagrada. La melodía guiaba a su varita, nota a nota, hasta el lugar exacto, en el centro del lago. Y allí, temblaron un momento, y se posaron, vibrantes y luminosos, encajando a la perfección con el mágico paisaje.

 

El fuego calmó el frío de las aguas, sin mancillarlas, uniéndose a ellas, pidiéndoles permiso, un permiso susurrado. Y ellas lo acogieron en su seno, alegres y dadivosas.

 

- Ascendio. - Más que pronunciarlo, Mackenzie lo cantó. Como la nota que una brisa cálida le da a la primavera.

 

El agua del lago, ahora cálida por el efecto de los aros de fuego, comenzó a ascender hacia el cielo, convertida en vapor.

 

- Luctus. - Suave, muy suavamente. No quería cambiar nada, todo debía regirse bajo el signo de la aceptación, así era el simbolismo del agua. Sin cambiar un ápice el clima de la superficie, lo envió despacio, poco a poco, a las capas altas del aire, creando una diferencia de presión y temperatura. Debía ser natural, ante todo. Ningún hechizo ni encantamiento directo funcionaría igual.

 

- Avifors - Una nota de estribillo, mil veces repetida.

 

Y las rocas del fondo de la laguna salieron de las aguas convertidas en preciosas aves de todos los colores. Cuando varias de ellas se acercaron a su mano, Mackenzie pudo notar ya la energía del agua prender en ella. Pero no era suficiente. Todavía no.

 

Tomó a una de las aves y le susurró unas palabras al oído. Sólo cuando Mackenzie estuvo segura de que las aves lo aceptaban, pronunció el siguiente hechizo.

 

- Oppugno. -Éste había sido el más difícil, pues de no haber sido por el consentimiento otorgado, habría roto la cadena del verso. La melodía se habría hecho pedazos.

 

Hizo que las aves formaran tres círculos apretados y las condujo hacia las cascadas, donde la fuerza del agua, cayendo en desnivel, ya proporcionaba una energía mayor. Las aves comenzaron a girar con fuerza, movidas por la fuerza de las aguas al caer. La melodía mágica ascendió in crescendo, ágil y armoniosa, vibrante y sofisticada.

 

Mackenzie sabía que, si en aquel preciso momento hubiera creado un imán, la fuerza cinética provocada por el agua de la cascada al hacer girar los círculos de aves, habría podido producir lo que los muggles llamaban electricidad. Pero no era eso lo que pretendía la bruja. Necesitaba igualmente un conductor para la energía que el agua estaba creando, pero quería un conductor natural. Necesitaba la propia energía del agua, sin transformar. Llamaría al viento, pero aún no. Cuando la canción estallara en su nota más límpida. Entonces, sería el momento.

 

No tardó en ocurrir. El vapor de agua se había ido condensando en el cielo, al compás de los Ascendio cantados por Mackenzie. Golosas nubes de algodón, suaves y tiernas, como el paisaje que los rodeaba, se habían formado sobre ellos y, por fin, habían alcanzado la bolsa de presión y temperatura creada por el Luctus. La lluvia descargó sobre ellos. Torrencial, pero vivificadora. Agua de la laguna convertida en lluvia, pura energía y verso y canción.

 

Mackenzie alzó el rostro al cielo y dejó que la energía del agua la inundara. Se sentía viva, pletórica, cargada de poder mágico. Y entonces lo llamó. Y, aunque jamás lo había hecho antes, supo que acudiría.

 

- Accio viento.

 

Una suave brisa recorrió la laguna. No era un viento huraño, ni gélido ni despiadado. Era un viento que cantaba una hermosa canción de energía.

 

El viento y la lluvia marcaban un contrapunto, dos melodías superpuestas, en perfecta armonía.

 

Mackenzie dejó que se ocuparan de su hermano querido. Ahora era el momento. Ella tenía que arreglar su propia mente.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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