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Adivinación III


Melrose Moody
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RICHARD STARK


Había pensado en embaucarlos. Sí, había pensado en abrir un aburrido libro de taseografía y largarse a leer durante hora y media sobre los misterios de los pozos del té, de los que nada sabía. Habría sido un negocio más suculento para él ya que poco o nada era lo que los alumnos aprendían en adivinación sin verdadero talento: era la triste realidad. Sin embargo, al final se había decidido más bien por un ramo algo inexacto de la adivinación. Catherine le había encargado aquella clase sin saber absolutamente nada de sus habilidades y él iba a aprovechar eso.

Lo cierto, era que poco sabía; la verdadera experta era ella. Sus conocimientos se limitaban a aquella rama en concreto que había decidido enseñarles, en donde no se necesitaba genuino talento para intentar echarle un vistazo al futuro. Consumiendo de a pocos el palillo de Men's Pocky que tenía firmemente sujeto de un mordisco, repasaba una y otra vez aquello que iba a enseñarles y las cosas provechosas que de ello podrían sacar.

El salón se encontraba en una zona un tanto alejada, pero tenía un ambiente más cálido y confortable. En el suelo, un sinnúmero de cojines se encontraban apiñados contra las paredes y un cuarteto de mesas ratonas adornaba el centro de la estancia que tenía una serie de ventanales al lado derecho y la puerta de ingreso al lado izquierdo. La propia mesa de Richard era pequeña, más él se encontraba reclinado hacia atrás apoyado por un montículo de los cojines de colores. En su siniestra, tenía un libro en cuya portada podía apreciarse una hermosa fogata y la caja de Men's Pocky descansaba en la mesilla cerca de su mano derecha.

Había hecho una señalización para tontos en el pergamino que había enviado vía lechuza, con el aviso del inicio de las clases de forma que esperaba que acudiesen con prontitud. La cita era a las diez de la mañana, para que hasta a los que se les pegasen las sábanas pudiesen llegar temprano, así que no estaba dispuesto a esperar ni un minuto a quien se retrasara. Bien podía volverse por donde había venido (eso sí, todo el oro pagado se quedaba con él).

Por todos aquellos motivos, cuando el primero de los alumnos llegó, Richard lo recibió con una sonrisa deslumbrante. De hecho... demasiado deslumbrante. Así que decidió no volver a hacerlo, esperando que llegasen todos de una buena vez. El traslador que había preparado (una zapatilla de ballet), descansaba al borde de su mesa ratona y él mismo notó al mirar su reloj que faltaban todavía diez minutos para las nueve. Algo ofuscado, cruzó los pies sobre la mesa renegando sobre los alumnos demasiado puntuales y se colocó el libro encima de la cara para echar una siesta apoyado en los mullidos cojines. Luego, cuando notó que la mayoría había llegado, cerró su libro con un golpe seco en el aire y dejándolo sobre la mesa, alzó la vista.

Apuntando al primer pobre diablo que lo había puesto en alerta demasiado temprano, le indicó que se presentara con un seco ademán mientras sacaba otro palillo de Men's Pocky con la boca como si se tratara de un cigarrillo, para darle una buena mordida.

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Profesora : Catherine Stark

 

<<Genial, me toca clases con la asesina de mi hermana>>

 

Ya había pasado más de un año y Adryanie creía que ella era la única Evans que no se fiaba de nada de Catherine y al final por ciertos rumores de patio que había oído había tenido razón, pero por más que tratara de explicar a la gente una y otra vez que no se fiaran de la Stark más parecía que la gente la comenzaba a apreciar. Y ahora para colmo las clases de adivinación que tanto había estado esperando eran con ella.

 

Ya su elfo tenía su mochila lista con todo lo que podría utilizar en la clase y sin olvidar la razón por la cual tomaba esa clase : la bola de cristal. No sabía si tenía el don o no, eso solo lo podía averiguar en las clases, sea como sea había estado leyendo algunos trozos de los libros de adivinación y estaba casi segura de que había visto algo en su bola de cristal un día aunque también podía haber sido un ratón que pasaba justo del otro lado cuando ella veía. Tomó la mochila y salió hacía el encuentro con sus compañeros de clase.

 

La adivinación a pesar de todo podía llegar a ser algo aburrida por alguna razón se imaginaba la clase como todos sentados tratando de ver cosas en hojas de te que nunca lograría ver y una profesora repitiendo una y otra vez que lo intentaran y así hasta terminar la clase; por tal razón se había ido con una ropa de moda algo elegante que no solía usar nunca y esperaba que de verdad no le hicieran correr peligro como la mayoría de clases que la demon hunter solía impartir.

 

Iba tan sumergida en sus pensamientos que iba como en modo automático atravesando pasillos, doblando en las esquinas y chocando con gente cada tanto hasta que por fin llegó a su destino.

 

<<Vaya, Catherine no pudiste haber elegido un lugar más largo>>

 

Pensó una vez que entró al salón donde para su sorpresa solo había un muchacho ¿sería un alumno? Nunca en la vida lo había vi.....

 

—¿Richard? yo...tú ... ¿qué haces aquí? — Preguntó claramente consternada.

 

En su memoria emergió la muerte de Pandora de hacía unos años atrás y también surgió el recuerdo del joven la única vez que lo había visto. Nunca había preguntado por él, nunca le interesó saber que papel corría él en la vida de su fallecida hermana de lo que si estaba segura era que era importante. Tomó nota mental para preguntarle a Bel luego de terminar la clase.

 

El muchacho le sonreía demasiado amistoso ¿eso era buena o mala señal ? Frunció el ceño y se dirigió a una mesa. Al cabo de pocos segundos llegaron más alumnos y cuando el Stark se levantó las dudas sobre quien era se despejaron.

 

—El profesor....— Susurró apenas audible, aunque no sabía si la había oído puesto que de mala gana la hizo presentarse — Yo pues... soy Adryanie Gryffindor ....Evans— Pronunció su segundo apellido con duda esperando quizá causar alguna reacción en el profesor. Comono sabía que más decir sequedó callada esperando al próximo.

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Con apenas tres horas de sueño Jota se disponía a salir de su cuarto rumbo al salón de clases en el lugar establecido que recuerda haber leído hace algunos días atrás cuando recibió aquella lechuza. La noche anterior había sido algo “alocada” y los tragos parecen haber borrado el recuerdo de como llegó a su casa. Sin embargo, el día de hoy no podía dormir hasta tarde como se había mal acostumbrado. Para su mala suerte hoy empezaba su clase de adivinación de la que en un arrebato de reflexión decidió inscribirse.

 

Llegó a su clase con un par de minutos de atraso y pudo divisar como un hombre de mediana edad se encontraba sentado frente a todos los cojines que reposaban en el piso, llevaba una especie de palillo en la boca a manera de mondadientes pero mucho más largo, si quería lucir como un docente lo había logrado, su imagen era exactamente esa; o al menos eso le pareció a Jota.

 

Divisó un cojín algo cercano a otro estudiante y tomó asiento, no sin antes comparar su vestimenta con la de su compañera. Ella lucía elegante conjugando los colores en sus prendas, el mago vestía completamente de azul, su mediano cabello aun mojado y su barba de dos semanas lo hacían lucir simplón.

 

Una vez sentado echó un minucioso vistazo al salón, el lugar parecía cómodo, tal vez el maestro usará todos los cojines como cama para hacer dormir a uno de los alumnos (o él mismo) y practicar la oniromancia; es decir predecir el futuro mediante la interpretación de los sueños. En todo caso esa opción sería mejor que una clase de adivinación por cartomancia o con piedras preciosas, eso sin duda alguna no era lo que Jota aspiraba en su clase.

 

-Mi nombre es Justiniano...- hizo una pausa y enseguido corrigió – Jota Haughton- pensó que era preferible que lo llamen por el apelativo que todos usaban para dirigirse a él y no por su nombre real tan formal y con un gran significado histórico.

 

Dirigió un leve gesto con su cabeza a manera de saludo a los allí presentes y tomó asiento nuevamente, expectante que la clase de inicio y que se terminasen de una vez las siempre incómodas presentaciones propias de un primer día de clases.

MY LORD IS A GOD WHO DOES MIRACLES
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*

 

- Toño, ¿no ha llegado ninguna lechuza para mí de la Universidad?

 

La bruja leía El Profeta cómodamente sentada en su sillón preferido cuando de repente recordó el tiempo perdido en aquella institución tratando de recuperar sus conocimientos que el Ministerio había borrado sin importarle nada cuando decidió hacer la última reforma.

 

- No, ama. Nada ha llegado - contestó el elfo muy seguro.

 

- Pero, ¡cómo puede ser! Ya estamos a ocho y se supone que las clases comienzan a principios de mes, - dejó el periódico de inmediato y se dispuso a ir a la antigua academia aunque nadie le hubiese avisado nada.

 

- No puede ser que vuelva a perder este mes inútilmente.

 

Con el ceño fruncido por el disgusto agregó un par de cosas a su carterita encantada, se miró al espejo y observando que su aspecto no era para nada desaliñado, sólo recogió sus rojizos cabellos lacios en una larga torcida hacia su espalda. Mirándose mejor, decidió cambiar su larga falda por un par de pantalones de jean que hacían juego con su camisa celeste y las zapatillas blancas que se había puesto esa mañana.

 

- Veré qué ha pasado con esa clase - anunció al sirviente que la miraba un poco sorprendido por su rapidez.

 

- Tal vez quieren que comencemos la clase adivinando cuándo empieza, - se le ocurrió bromear al final antes de desaparecer hacia los jardines de la Universidad.

 

Cuando llegó allí le costó poco preguntar dónde se daba Adivinación como si diera por sentado que la clase ya se estaba dictando. Para su sorpresa, una joven bruja le dio la indicación precisa y hacia allá se dirigió ofuscada. No tenía idea de qué se encontraría pero por lo menos no se perdería esta vez.

 

El lugar, bastante alejado, se veía cálido y acogedor. No más entrar en la estancia pudo ver una serie de ventanales en la pared opuesta y un pequeño grupo de mesas ratonas en el centro más una gran cantidad de almohadones de colores como todo el mobiliario.

 

Dos hombres y una mujer ya estaban allí reunidos. Por la forma displicente de yacer sobre varios cojines uno de los hombres, creyó adivinar que se trataba del profesor. Además, el otro que era más joven estaba diciendo su nombre cuando ella entró.

 

- Justiniano... Jota Haughton.

 

Hizo una inclinación de cabeza y dedicó una suave sonrisa a todos. Creyó conocer a la joven pero no pudo recordar de dónde. Su memoría iba fatal últimamente. Sería educado dar su propio nombre y dejar el resto atrás.

 

- Soy Myneva de Weasley, - articuló sabiendo que probablemente nunca lo habían oído, en especial el profesor.

 

 

Mynerva, matriarca Weasley
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Sacó su bola de cristal lista para empezar a adivinar que diablos era lo que veía de vez en cuando tras sus paredes de vidrio. Era la alumna más emocionada del mundo en ese momento, era una rama que la emocionaba aunque muchos dijeran que era un fraude. Era interesante pero era la primera vez que veía a un hombre practicando la adivinación como se supone que lo practicaba Richard ¿o sería un fraude también? Sacó un libro de texto que había tomado de la biblioteca evidentemente de adivinación y se puso a leer.

 

Al poco tiempo llegó un hombre que ella no conoció pero que se presentó con un nombre muy particular, ella le sonrió y volvió a concentrar su atención en los libros hasta que de nuevo entró alguien más esta vez una mujer. Se alegró por eso no le gustaba mucho tener que estar sola con 3 hombres ¿y si la hipnotizaban ? Se veía levantándose al día siguiente con un mostacho dibujado en la cara y quien sabe que otras cosas.

 

— Hola — Le dijo sonriendo a Mynerva cuando esta se sentó.

 

Richard aún no se había movido de donde estaba ¿será que esperaba más alumnos? ojalá fuera así, entre más personas más entretenida se hacía una clase.

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<<Adryane...>>

 

Se quedó pensando en el nombre, que no le llevaba a ninguna conclusión ¿Acaso se le estaría pegando la mala memoria de Catherine? Sólo entrecerró un poco los ojos antes de contestar.

 

-El siguiente.

 

Retiró la vista. Una Gryffindor. No confiaba demasiado en aquella familia debido a que uno de sus patriarcas era un hombre demasiado... problemático. Sí, demasiado suspicaz, hombres inconvenientes para el tipo de vida que Richard llevaba. Sea como fuere, era un suerte que sólo una de sus hijas estuviese allí. Mientras tanto, Stark tenía cosas de qué ocuparse y ya podría volver a ese tema más tarde.

 

El segundo muchacho no lo decepcionó. Guardó en su memoria la cara y el nombre de éste y se volvió finalmente hacia la mujer que acababa de ingresar. No la había visto en su vida, pero algo de ella llamó su atención: no fue su ropa, de hecho bastante simplona como la suya propia. Fue su expresión; no había visto a alguien así de serio en mucho tiempo <<¿o sólo le parecía?>>. La mayoría sólo pretendía serlo, siendo más bien de temperamento colérico o simples amargados. Le dio... curiosidad. Sí y eso no era bueno al momento de medirse.

 

Inclinó la cabeza hacia un lado y mirando hacia sus alumnos, empezó:

 

-Mi nombre es Richard Stark -había tragado el chocolate que había estado mordisqueando y sujetaba despreocupadamente lo que quedaba del palillo en su mano derecha al hablar-. Reemplazaré a Catherine, mi hermana, para esta clase.

 

Indicó con un ademán a la mujer que tomase asiento en el cojín y continuó.

 

-Puede guardar su bola de cristal por esta clase, Gryffindor -dejó entrever una sonrisa a la par que golpeaba la tapa del libro que había dejado sobre la mesa ratona-. Me temo que no va a necesitarlo para nada. El ramo de la adivinación que estudiaremos durante este curso, es piromancia.

 

Seguidamente, sacó de debajo de los cojines en los que se había estado apoyando un morral, causando que éstos se desparramaran formando un revoltijo. Luego, extrajo de éste un fajo de papeles en perfecto estado, se incorporó y empezó a repartirlos a medida que decía:

 

--La piromancia -empezó, dejando los papeles en las mesas ratonas, incluyendo los de los que aún no llegaban- es una rama de la adivinación que posee distintas aplicaciones.

 

Le habían sobrado un par de hojas, de forma que retornó a su lugar, continuó:

 

-En este papel podrán encontrar lo más importante de las explicaciones -miró su reloj y se metió en la boca lo que quedaba de su palillo de Men's Pocky, que había comenzado a derretirse-. Tienen cinco minutos. Ya sea que lleguen los demás alumnos o no, me voy sin ellos de ser necesario.

 

En los papeles, se podía leer claramente:

 

Aplicaciones

 

1. Por la forma que adoptan los objetos tras la combustión, denominado calcinomancia

2. Teframancia, que consiste en adivinar el futuro en base a las cenizas dejadas por un fuego consumido.

3. Halomancia, en donde se requiere echar un puñado de sal al fuego.

 

También hay adivinación a través del humo, de la forma en la cual se consume una vela y otros ramos más que no necesitan recordar pero que deben tener en cuenta para entender que la forma en la cual pueden obtener su futuro a través del fuego es variada y muchas veces enrevesada.


En esta clase, podrán explorar aquellos elementos que más tarde deberán interpretar. De entre todos los signos que pueden obtener a través del fuego, los más importantes son cinco. Vienen a ser, además, también los más útiles al momento de identificar sobre qué se está teniendo la visión. Asimismo, servirán para definir el tema principal de la visión en cuestión.

 

Anillo: Se avecinan acontecimientos inesperados en su vida sentimental.
Árbol: Augura éxitos y triunfos, particularmente en el campo profesional.
Ave: La imagen de un águila o de un par de alas en movimiento son signos que se asocian con la advertencia, el aviso y la movilidad.
Barco: Viaje largo.
Cara: Indica tristeza o felicidad según la intensidad del resplandor de las llamas.
Corazón: Se identifica con el mundo emocional y amoroso, alguien muy querido del encargado de esto pensando en el.
Espada: Esta imagen, un puñal o una daga anuncian peligro. Si la imagen es la de un cuchillo, se avecinan
tiempos de discusiones.
Flores: Advertencia de que en el futuro el consultante no deberá disgustarse ni incomodarse por causas vanas o insignificantes.
Fuente: Esta forma, así como la de un manantial o un río, se asocian a la alegría o a la dicha.
Mano: Un allegado al consultante necesita su ayuda.
Montaña: El consultante llevara a cabo sus proyectos con provecho

 

¿Alguna pregunta?

 

No recordaba haber hablado tanto desde su larga conversación con Madeleine en Winterfall hacía mucho tiempo ¿dónde estaría esa enigmática muchacha en esos momentos? Y, dado que no era aficionado a explayarse, prefería aquel papel. No había traído agua, así que no pensaba gastarse más de lo debido. Se chupó los dedos delicadamente para saborear el chocolate que había quedado impregnado en ellos antes de ahuecar sus almohadones y se volvió a acostar con el libro encima para taparse del sol.

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¡Atchis!

 

Tomó un pañuelo de papel y lo utilizó, haciendo sonar fuertemente su nariz, sintiendo como si el cerebro mismo se le estuviese sacudiendo con cada movimiento mínimo que realizara. No era un buen día, definitivamente no era un buen día, ¿justo aquel día debía ser su clase? ¡Pero estaba segura de haberse anotado para la clase del mes próximo!

 

Releyó por encima el pergamino una vez más. Sí, era su nombre, estaba perfecto, además, de otra forma, la lechuza, aunque tarde había llegado, no se habría equivocado. Cruzó sus piernas sobre la cama, mirando fijamente la carta sobre la cama y, con las manos, sujetando las sábanas y colchas con las que intentaba taparse hasta su cuello. Tenía frío, mucho, estaba sumamente cansada, apenas había logrado despertar luego de que la pobre lechuza enviada por la Universidad estuviese más de veinte minutos picoteando el vidrio intentando abrir la ventana, y para colmo de males, la cabeza le daba vueltas y no sabía el estado en el que se hallaba su garganta ni tampoco quería hacer pruebas al respecto.

 

Pero tenía que ir, debía, le habían dado una buena oportunidad, ¿de verdad iba a desaprovecharla? De seguro la profesora entendería su retraso… Como pudo se puso en pie y a saber cómo se vistió, pero aunque sus ropas eran adecuadas, su cara dejaba mucho que desear. No tenía poción pimentónica, y mientras mentalmente se decía a sí misma de ir luego al Magic Mall a comprar un par de botellas, giró sobre sus talones y desapareció antes de que alguien la encontrara así y le impidiera el salir de la cama.

 

No sufrió una despartición vaya a saber uno por qué, al parecer Merlín estaba de su lado aquel día, por lo menos en eso, pues no estaba con sus mejores luces. Observó la carta, releyendo dos, tres, cuatro y hasta cinco veces el lugar donde se dispondría la clase, y aún así tardó en procesar esa información.

 

Ah, aquí ez… ¡ATCHIS!

 

Oportuno estornudo en el momento exacto en el que abría la puerta, dejando oír a toda la clase la forma estrepitosa en la que la castaña había estornudado. Sus mejillas adquirieron un leve color rosa, el único color que tenía en su rostro desde hacía horas, y era debido a la vergüenza.

 

Buenoz díaz… lamento la tardanza… Zoy… Mei Black Delacour, un guzto.

 

Agachó la cabeza, intentando volverse minúscula, desaparecer si era posible, y cerró la puerta tras de sí para dirigirse luego al cojín más alejado del profesor y evitar llamar la atención en su estado. No, tampoco había notado el evidente hecho: la carta decía profesora, pero extrañamente allí se hallaba un hombre, y con cara de pocas ganas de compartir una clase con ellos.

 

Se sentó -o mejor dicho, se lanzó- sobre el cojín y, acurrucándose lo más posible en el sitio, y con una lentitud poco habitual en ella, tomó la hoja que había sobre la mesita que estaba frente a ella y la examinó de forma distraída.

 

Muchas palabras, no entiendo nada, ¿de qué va la clase? Mejor dejo que conteste alguien antes y más o menos saber… mientras, debo intentar no dormirme. O desmayarme. O algo peor.

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No pudo dejar de sentirse decepcionada ¿entonces no iba a leer su bola de cristal? Esperaba que con el arte de leer el humo como decía Richard pudiese también abrir su ojo interno e intentar leer algo en su casa al menos. Bajó la bola de cristal de la mesa y la metió en su bolso a la espera de la explicación del profesor. Escuchó para su sorpresa con interés acerca de la piromancia, no había mucho que anotar ya que todo estaba en el documento que él les había suministrado.

 

Realmente no tenía muchas preguntas, parecía sencillo, era como lo de las cuencas del té solo que con humo.

 

—¿Qué tan acertados suelen ser ? — Quiso saber ella. Al fin y al cabo eso era lo que más se quejaba la gente de que realmente la adivinación no servia para nada — Osea en comparación con otros métodos de adivinación...

 

Terminó diciendo pero fue interrumpida por la entrada de una nueva compañera que para su sorpresa era Mei, no sabía que ella iba a estar en esa clase. No pudo evitar reírse de ella, era evidente que estaba enferma su forma de hablar denotaba que estaba en la peor fase de un resfriado.

 

— ¿Estás enferma Mei? —Preguntó riendo la Gryffindor.

 

Posiblemente se ganaría una reprimenda por eso o al menos una mirada asesina departe de la Delacour pero no podía evitar que le diera gracia aquello.

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*

 

Myne se sentó sobre uno de los almohadones distribuidos en el suelo del aula y la joven con la bola de cristal en sus manos le sonrió ampliamente y la saludó con un alegre Hola. Devolvió la sonrisa y el saludo y se fijó que el profesor comenzaba a hablar dando su nombre y ordenándole a la joven que guardara la bola. Vio la decepción en el rostro de la chica y sintió pena por ella. Nunca había sido capaz de encontrar nada allí por lo que admiraba a los que se entusiasmaban con ese método.

 

- El ramo de la adivinación que estudiaremos durante este curso, es piromancia.

 

La bruja elevó sus cejas. Adivinar el futuro a través del fuego era algo que no había hecho nunca. Se alegró de haberse inscripto en esa clase y aprender algo nuevo para ella que podría serle muy útil más adelante. Se dispuso a poner mucha atención en las palabras del profesor, pero cuando éste comenzó a enumerar las distintas aplicaciones de la piromancia, los elementos y signos más importantes en la observación de los objetos sometidos al fuego, etc. etc., comenzó a marearse y tomar rápidas notas mentales para no perderse totalmente en plena clase.

 

- ¿Alguna pregunta?

 

Richard Stark había terminado su exposición cosa que parecía haberlo cansado en demasía por lo que se recostó nuevamente sobre su cojín.

 

Mynerva tomó uno de los pergaminos que había dejado sobre la mesa ratona más cercana y lo releyendo mientras Adryanie preguntaba por la exactitud de este método con respecto a otros parecidos.

 

Una nueva alumna irrumpió en la sala profiriendo un sonoro estornudo. Su aspecto era lastimoso. Parecía sentirse bastante mal pero igual no había faltado.

 

- Mei Black Delacour.

 

- ¡Mi jefa! - no la había reconocido. La saludó con un guiño mientras ella se sentaba sobre un cojín alejado tratando de pasar desapercibida.

 

Se volvió hacia el profesor y tratando de no parecer demasiado tonta, se atrevió a preguntar.

 

- ¿Cuáles son esos cinco signos tan importantes que debemos tener en cuenta cuando tratamos de adivinar el futuro a través del fuego?

 

Esperó pacientemente la respuesta.

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Esa noche había soñado con alas, como muchas otras veces. Alas negras y alborotadas que parecían hablar cuando se movían, cuando volaban, e incluso cuando se quedaban quietas. Sus portadores eran cuervos tradicionales, pero que si les quedaba viendo demasiado, emitían un sonido escalofriante muy distinto al que, en la realidad, podían ejecutar. Y luego todo terminaba igual: él tomaba una daga y apuñalaba a una para espantar a las demás, solo que ninguna salía volando y de la víctima no brotaba sangre..

 

- ¿Dónde está mi sombrero y mi bola de cristal, Edna?

 

La mujer se sobresaltó cuando Hank, saltando en un pie para que le calzara una bota mientras que con magia se colocaba una chaqueta, entró a la sala de descanso del Magic Mall como si fuese su habitación privada. Su tamaño, al haberse deshecho la maldición de los ancestros Rhoynar, había vuelto a la normalidad, por lo que toda su ropa ahora le quedaba por arriba del ombligo. Por suerte, el armario de emergencia de Zack siempre estaba descubierto.

 

- Ten, usaba el sombrero como soporte. Y la bola de cristal se te rompió la semana pasada; te dije que necesitabas una nueva.

 

El muchacho arrugó las cejas y desistió en la idea de hacer uso óptimo de su memoria. Por el contrario, se amarró las trenzas de sus botas y estiró el sombrero puntiagudo para ponérselo sobre la pelambre del color de la paja, que al apenas tocarlo con la cabeza hizo que aparecieran cientos de estrellas blancas tejidas. Se vio al espejo y luego volteó hacia Edna para que opinara, pero para aquel entonces ya estaba roncando. Echó una ojeada al reloj que le apremiaba sin hablar y bajó las escaleras de dos en dos. La trastienda estaba tan abarrotada de gente cuando escapó por la puerta principal que tuvo que colocarse la capucha de su chaqueta encima para que no lo identificaran y le echaran el muerto..

 

En el lluvioso trayecto hasta el traslador que había preparado en su negocio, se dedicó a localizar la carta que la Universidad le había hecho llegar hacía apenas dos días. Le costó hallarla entre los tejidos rotos de la chaqueta, y aún más leerla con las gotas de lluvia que a veces se escapaban del paraguas, manchando la tinta. Si bien había estado alejado de la Academia por casi un año, tenía entendido que si alguien se anotaba en un mes equis, le correspondía el siguiente. Aun así, no le resultaba incómodo recibir las clases por adelantado; después de todo, siempre seguiría siendo la misma desagradable persona la que la diese, pues así lo rezaba el final de la misiva. La arrugó y quemó con la diestra, sumamente irritado. Adivinación era una materia para aprender a vaticinar el futuro, ¿cómo podía confiarle aquello a una asesina disfrazada?

 

Tardó seis minutos en llegar al Coffe Artist, descifrar las mil y un trabas que había puesto Leah contra ladrones inteligentes para poder ingresar y, cuando lo hizo, hallar el traslador en forma de vela. Hank se le acercó con cautela y respiró profundo antes de tocarle con el índice. El resto fueron colores y remolinos. Fue a parar sobre la copa de un árbol repleto de manzanas frescas. Los alumnos le lanzaron miradas mixtas; él pensó que oscilaban entre el asco y el temor. Apenas pudo incorporarse (y sujetarse el sombrero bien a la cabeza), por instinto buscó la cara con las instrucciones y...

 

- ¡Demonios!

 

La arrogancia, como de costumbre, le había jugado otra mala pasada. Pasaron diez minutos más entre que se guiaba por los tableros y cada vez que se encontraba a un antiguo colega, quienes le brindaban información bastante inexacta. No fue hasta que visualizó la silueta de Mei a unos cuantos metros que vio luz. Apartó a los alumnos de menor edad con suavidad, y a los más grandes con empujones de boxeador. Para cuando ésta entraba por la puerta de la recóndita aula, Hank recuperaba el aliento mediante grandes bocanadas. Llevaba semanas sin correr tanto; últimamente los mortífagos caían demasiado pronto.

 

Sintiéndose profundamente incómodo por vestir indumentaria tan.. moderna, entró al salón como quien no quiere la cosa. Evidente fue su sorpresa al no encontrarse el desagradable rostro de Catherine, sino el de su hermano, un completo desconocido para Hank. Lo poco que sabía de él estaba basado en las opiniones poco imparciales de Madeleine, y uno que otro encuentro sin palabras en Winterfell. Optó por mover rápidamente los pies y, antes de lanzarle a uno de los cojines más voluminosos cercano al de Adryanie, decir:

 

- Hank Evans.

 

Una vez cómodo a un lado de su amiga, chascó los dedos para atraer el último pergamino sin dueño sobre la mesa. Empezó a leerlo detalladamente, logrando ensimismarse en un par de segundos. Un vacío en el estómago fue lo que sintió a medida que iba encontrando el significado de sus sueños, y sobretodo el hecho de que simbolizaran algo en sí. Las estrellas en el sombrero, conectadas directamente a sus pensamientos, brillaban cada vez que se abastecía de algún dato interesante. Y en ese momento estaban todas y cada una encendidas. La clase resultaría más de lo que se había esperado que sería la rama menos valorada de la magia.

 

Sin tapujos, levantó el brazo izquierdo después de Mynerva, todavía conservando la vista en el maravilloso pergamino.

 

- Al momento de echar la sal al fuego siguiendo los patrones de la Halomancia, ¿las imágenes aparecerán inmediatamente o existe algún.. Procedimiento? - subió y bajó la vista dos veces, tratando de no gastar el tiempo a un colega - ¿Es posible que estos símbolos o elementos se combinen? Por ejemplo visualizar barcos y fuentes, o.. - tragó saliva, aunque no dejó escapar atisbo alguno de nerviosismo. Cualquier respuesta sería influyente tratándose de una mente tan abierta - ... aves y espadas.

Editado por Hank Rosier

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