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Adivinación III


Melrose Moody
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La contestación del maestro Richard fue corta y seca, pero satisfizo la duda de Jota. Eso era todo lo que necesitaba saber, muchos planes en su vida se aproximaban y no quería que pudiesen ser revelados a sus compañeros. Si todos tienen la capacidad de dar su interpretación a las llamas, que cada vez se hacían más altas, significaba que el fuego es tan solo el medio por el cual el adivinador ejerce su arte. Finalmente empezaba a cambiar su perspectiva de esta rama de la magia gracias a esta clase.

 

El joven mago se vio forzado a acercarse un poco más a su tutor para escuchar atentamente sus instrucciones, dando un paso hacia su izquierda se colocó en una posición cómoda cruzando sus largos brazos a la altura de sus hombros. En frente de su persona tenía a una compañera estudiante que era difícil identificarla debido a las tumultuosas flamas.

 

En principio le pareció que estaba lo suficientemente lejos como para no incomodarse con el calor del fuego, sin embargo conforme transcurrían los segundos, el sudor empezó a caerle de su frente producto de la concentración que el hechicero ponía.

 

La amorfa y oscura sombra empezó a tomar forma. En un inicio era de un solo color, pero entonces justo en el centro de su figura el color más claro se expandía, siendo rodeado por un contorno oscuro. Era una hermosa combinación de naranja y rojo.

 

-Una luna llena….Un sol….- susurró sin entender porque veía esas formas tan vagas y que no habían sido mencionadas antes. Pero guardó silencio tras darse cuenta que estaba equivocado, la cuasi circular figura empezaba a adquirir un lento movimiento relativo al fondo amarillo, no podía ser más difícil interpretar aquella forma sino hasta que detuvo su movimiento para quedar claro que se trataba de un aro.

Jota pensó que ya no podría seguir de pie, sudaba más que nunca y sentía sus ojos resecos, la sed lo invadía. Inesperadamente aquel aro situado en forma perpendicular al plano de la tierra empezó a reducir su tamaño hasta quedar plasmado como un minúsculo punto.

 

-Ahh…eso sí que fue intenso- soltó el mago para luego separarse del fuego y empezar a secarse el sudor de la frente. Quería volver a acercarse a la hoguera, poder divisar algo más, intentar observar a otro punto. La experiencia había despertado su inquietud. Sin embargo, decidió empezar a dibujar en la arena lo que había visto en las brasas.

 

Tomó entre sus dedos la varilla y empezó a dibujar. Al principio le causo algo de recelo dibujar tan solo un aro, no sabía si con aquello sería suficiente para lograr interpretar algo en su vida. Mas estaba cansado y pensó en que si reprobaba al menos había aprendido algo nuevo.

Primero formo un círculo en perspectiva que tenía la forma de un óvalo, lo intersecó por la mitad con otro de similar tamaño para mostrar como el aro tomaba un movimiento rotatorio.

 

-Profesor- llamó el mago al terminar su precario dibujo –Lo que pude divisar el algo como esto- repuso al tener al maestro a su lago –Es algo como un aro…o un anillo- concluyó algo incrédulo. No podía creer que la figura pudiera tener relación con un tema sentimental. -…Pero no estaba estático sino que giraba o al menos eso me pareció- comentó esto algo más callado ya que no estaba seguro de si las formas se movían o era solo producto del ventilar de las llamas. –Y al final reducía su tamaño hasta casi desaparecer.- con esto el mago concluyó.

 

 

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MY LORD IS A GOD WHO DOES MIRACLES
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Más que entusiasmado por lo que la Delacour había dicho y la expectativa de poder responder a su pregunta, el profesor animó al resto de los chicos a sentarse alrededor de la fogata y comenzar con la sesión de piromancia que tendrían sobre la clase. Entendió las instrucciones sólo a medias, lo único que sabía era que debían ponerse alrededor de la hoguera y ella ya se hallaba sentada frente a ella, por lo que no tuvo que moverse en lo absoluto.

 

La voz del profesor bajó paulatinamente a medida que daba las instrucciones. Eso sí que lo entendió, pero debido a ello no se logró concentrar sino hasta que el hombre terminó de dar las instrucciones, y fue allí donde, en silencio, observó fijamente las llamas una vez más.

 

La figura de la espada había desaparecido luego de haberse distraído, pero a medida que pasaban los minutos, su concentración volvía poco a poco. No sabía si el hecho de que se sintiese tan soñolienta pero a la vez centrada en observar el movimiento de las llamas se debía al hecho de que estaba enferma o era que realmente estaba entrando en trance, pero tampoco se molestó en averiguarlo.

 

Aquella figura de la espada envuelta en llamas comenzó a formarse una vez más, aunque de forma borrosa. Parpadeó varias veces, intentando acostumbrar a sus ojos al brillo de las llamas y que las mismas no la encandilaran. Sí, allí estaba, era esa espada de nuevo. Instintivamente la castaña tanteó a su alrededor, alcanzando a tomar una pequeña ramita chamuscada con la cual comenzó a dibujar la forma de la espada lo más exacta posible, aunque sin quitarle los ojos de encima a las llamas.

 

Una pequeña chispa saltó repentinamente, cayendo sobre ella, haciendo que tuviese que sacudirse rápidamente para evitar que la quemara. Y fue hasta allí donde llegó su visión, pues una vez que intentó centrarse en las llamas, la espada ya no estaba. Observó su dibujo, dejaba mucho que desear… así que lo arregló como pudo para intentar asemejarlo a lo que vio.

 

Uhm… – murmuró, intentando regresar a su estado de concentración para lograr ver algo más entre las llamas.

 

Y allí alcanzó a notar algo, parecía ser un rostro. Sí, era un rostro, ¡de un hombre! Cerró los ojos lo más que pudo para intentar centrarse en ello, no reconocía el rostro, no le era familiar para nada… Fue entonces cuando las llamas se movieron de tal forma que quedó un espacio en medio, el suficiente para dejar ver que del otro lado de la hoguera se hallaba el muchacho al cual no conocía el nombre (Jota) y que aquel rostro que había creído ver se trataba nada más y nada menos que del suyo.

 

Sus mejillas se sonrojaron inmediatamente al haber notado su tonto error, y bajó la cabeza, intentando evitar que nadie más la viera.

 

Yo solo logré ver esto, la primera vez lo vi más nítido, pero ahora no tanto…

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*

 

Esperó alguna respuesta a su pregunta. Pero el profesor, parecía sumido en un trance y no la había escuchado. Recordó sus propias palabras o pensamientos, o lo dicho por un compañero sobre lo que cada uno veía en las llamas que solía ser distinto para cada uno. Tal vez algunos no podrían ver nada más que fuego. Ella misma era una prueba de eso. Temía tanto que no era capaz de ver más allá, de encontrar una mejor explicación. Decidió serenarse y respiró profundamente para relajarse y alcanzar una buena concentración.

 

Veía que otros alumnos habían visto algo en las llamaradas y hasta habían empezado a garabatear algo sobre la tierra blanda. Jota comentó algo sobre un aro o anillo y Mei mostró una hermosa espada rodeada de fuego. Sentía que una ligera modorra empezaba a adormilarla. Se enderezó para no quedar dormida. Sería un chasco si además de no ver nada, se dormía en plena clase.

 

Volvió a enfocar sus ojos azules en la hoguera y se dejó estar en su contemplación. Lentamente, como si no hubiera apuro alguno, las rojas llamas parecieron convertirse en algo más. Sintió que el corazón le daba un vuelco al darse cuenta que comenzaban a enmarcar un rostro nunca olvidado. No supo responderse el por qué de esa aparición ni su significado. Habían tantos años de la última vez que observó esas facciones que las miró fijamente con incredulidad. No quería apartar la mirada de esa visión que le traía tan hermosos recuerdos. Continuó en silencio hasta que de igual forma como habían aparecido, con lentitud, las formas fueron cambiando y volvieron a ser solamente fuego.

 

Inclinó su cabeza hacia adelante y unió sus manos acercándolas a su boca. Estaba muy sorprendida. Luego comenzó a perfilar en el suelo la visión que acababa de ver. Era muy difícil hacer justicia y mostrarla tal cual era. Dejó la varilla de madera y musitó.

 

- Acabo de ver el rostro de mi marido muerto sonriéndome en las llamas.

 

No pudo agregar algo más. Una fuerte emoción la embargaba.

Mynerva, matriarca Weasley
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-Podría ser impaciencia, podría ser nulo talento -balbuceó, ido, aunque al parecer la mujer no lo escuchó.

 

Luego de que volviese a fijar la vista en las llamas, había logrado distinguir en ellas una forma, aunque por más que intentase no parpadear, no conseguía dilucidar lo que era. Las llamas se consumían rápida y vivamente, brillando y sin sonidos especialmente fuertes de rompimiento que quebrasen el silencio, lo que era un alivio: el consumo lento de las llamas traía consigo malos presagios. Al inicio la fogata había ardido perezosamente y Richard tenía la impresión de que había sido un poco su culpa.

 

Pronto llamaron su atención y Richard empezó a evaluar figuras en la arena, de mala gana. La primera fue la de uno de los muchachos y Richard se sintió particularmente interesado muy a su pesar, puesto que era la primera vez que le decían que una forma giraba o se expandía sin perder demasiado sus características; lo más usual era que una figura mutara en otra o se mezclaran.

 

-A mis ojos parece ser un anillo -comentó Richard observando el dibujo. Por algún motivo, creía percibir que su interpretación no satisfacía al muchacho pero se abstuvo de hacer algún comentario; tampoco explicó qué significaba el anillo, que para eso les había dado el papel-. Sin embargo, no me explico por qué dices que oscilaba, a menos que fuese un movimiento que tuviese que ver con las llamas o con la seña de una perturbación en el fuego -Richard frunció el ceño, intentando no sonar demasiado dramático, porque no tenía algo bueno que decir al respecto-. Cualquier perturbación de dicha índole siempre significa malos presagios.

 

Caminó con soltura entonces, en dirección a Delacour. Los otros chicos no daban muestras de querer tomar las varas para trazar algo en la arena pero poco o nada podía hacer Richard para ayudarlos si no miraban nada: ya era cuestión de cada uno. Al mirar la imagen que Delacour le mostró, le bastó apenas un vistazo para saber de qué se trataba y apartar la mirada.

 

-Tienes la espada y el ave, muchacha -comentó con voz tenue, casi como si sintiese que no debía compartir aquella información con la gente a su alrededor-. Éstate alerta -añadió, con una expresión fría; en el pasado, había visto muchas veces esa misma combinación augurada para su propio futuro-. No siempre es un mal augurio -una sonrisa ladeada se dibujó fugazmente en su rostro, puesto que se había inmerso en su propio pasado, pero fue apenas unos segundos para luego volver a perderse y Richard volvió a ser el profesor cuyo papel ejecutaba para ellos en esos momentos-. Se trata también de oportunidad.

 

No quería explicarle a fondo, pero si era perceptiva entendería que el peligro y la incertidumbre siempre encerraban oportunidad para los que no temían encararlos; sacarle provecho a las situaciones desesperadas había sido, también en el pasado, su especialidad. Fue el comentario de "de Weasley" el que terminó por desarmar su fachada por unos instantes. No entendía un amor como el de aquella mujer pero era de las pocas cosas que inspiraban su respeto. Algo triste, embellecido por la tragedia. Quizá en otro momento le hubiera interesado divertirse a expensas de la mujer debido a su actitud intrusiva pero no fue así en aquel instante.

 

-En ese caso, sólo tu puedes interpretarlo -comentó simplemente negando con la cabeza-. Sólo tu puedes medir la intensidad del sentimiento y hacia qué lado apunta con certeza.

 

Se volvió hacia la entera clase. Había sido un tiempo muy corto el que habían compartido, pero creía que habían realizado importantes avances, para tratarse como se trataba de una sesión introductoria. Movió entonces la mano izquierda volviendo la palma semicerrada hacia el cielo, como si sostuviera una esfera invisible entre sus manos y la apretara con fuerza.

 

Al instante, la intensidad del fuego empezó a menguar. Fue un proceso lento y penoso hasta que las llamas se extinguieron, dejando atrás cenizas y madera a medio consumir. Había sido su intención originalmente interpretar también esas señas, pero no les quedaba tiempo para eso y controlar el fuego era una tarea que agotaba sus poderes y lo dejaba cansado y un tanto malhumorado. Sin embargo poco podía hacer, ya que las varitas eran inútiles como catalizadores de su magia.

 

Por un momento, pensó en la suya, cuyos trozos se encontraban en Winterfall. Luego, se dirigió a la clase por última vez.

 

-Reúnanse a mi alrededor -indicó simplemente-. Nuevamente, a la cuenta de tres -miró a todos y no todos habían podido interpretar las llamas. No tendría más remedio que suspenderlos y lo sentía-. Y el que se quede, ni piense que volveré por él.

 

Extrajo entonces de su morral el par de la primera zapatilla que habían utilizado y se acuclilló para dejarlo sobre el suelo. Apenas un par de minutos después, éste empezó a cobrar un brillo azulado y Richard inició su cuenta regresiva. Luego, tomó la zapatilla y sintió una vez más aquella horrible sensación en el cuerpo.

 

Cuando volvieron, estaban una vez más en el aula, y el día había menguado ya. La luz del ocaso se colaba por los ventanales tiñendo el aula de tonos naranjas y rojos, además de un dorado intenso, todos ellos entremezclados, aunque en lugar de sentirse calor se podía percibir más bien un atisbo del frío que se daba en las noches de los climas desérticos, a través de la frescura que tenía la estancia.

 

Richard se apresuró a tomar la poción efervescente sintiendo como las náuseas lo acometían. No pensaba sentirse enfermo otro par de horas: iría directo a los servicios en cuanto terminara su discurso. A echar allí, no sabía qué, aunque sospechaba que su ya lejano desayuno.

 

-Con esto tienen los preceptos básicos para practicar por su cuenta las artes adivinatorias de la piromancia -se dirigía a todos en general, los que habían visto las visiones y los que no-. Por supuesto, un curso tan corto como éste no puede darles experticia y ésta puede, en este específico arte, conseguirse a través de la práctica.

 

>>Además, tengan en cuenta que es el único, en donde pueden leer su propio destino. En otros artes, en todos menos en éste, sólo se puede leer el destino de otros y no el propio<<.

 

Calló entonces y guardó todas sus cosas y, haciendo una parca venia, se alejó por la puerta. Había hablado más que en varios lustros (o eso creía). Tenía ganas de vomitar y encima no podía quitarse de la mente los rostros de sus alumnos; eran los únicos seres aparte de los Stark, que habían visto un atisbo de su magia. Por supuesto, pensaba cobrarle a Catherine el triple de lo que valía su sueldo.

 

Suspiró y luego de dar un par de vueltas, encontró los servicios en donde, tal y como había pensado, terminó echando su desayuno.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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