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Adivinación III


Melrose Moody
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-Piromancia…- susurró Jota algo escéptico mientras tomaba entre sus largos dedos la hoja que el maestro Richard había dejado sobre la pequeña mesa ratona. En realidad no esperaba que el método adivinatorio a estudiar sea el que emplea el fuego, de seguro esta era solo una de las sorpresas que el mago encontrará a lo largo de esta clase.

 

Amarró su larga cabellera en una especie de cola de caballo improvisada para impedir que sus largos rizos estorbaran a sus ojos mientras se disponía a leer, se enfrasco en la lectura durante algunos minutos sin dejar de notar como llegaban los últimos alumnos para incorporarse de manera rápida a la clase. Al terminar de leer la nota de clase, Jota levantó la cabeza para dar un rápido vistazo a toda la clase, contó cinco estudiantes cuyas caras obviamente no le resultaban conocidas puesto que era nuevo en el pueblo.

 

Jota cerró sus ojos intentando recordar donde había visto esta práctica de adivinación antes. Pasaron algunos segundos y de repente recordó ser un niño de 10 años acompañando a su mentor por el templo de Deblod ubicado en la península Ibérica. El viejo sabio había logrado entrar a aquel lugar sin mayores dificultades y prendió fuego a unos huesos extremadamente grandes que de seguro eran de algún animal. Pasó alrededor de una hora observando la llamarada que la osamenta formaba conforme se calcinaba, mientras el niño permanecía recogido en el piso acompañando a su tutor.

 

Eso es todo lo que Jota recuerda, más no puede rememorar haber sido capaz de divisar figura alguna que llamase su atención, el frio provocado por el considerable viento del lugar hacían que el pequeño niño solo quisiera sentarse en una de las esquinas de aquel cuarto abrazando sus rodillas cobijándose totalmente con su túnica.

 

Estos segundos de recopilación de su niñez hicieron que el mago se inquietara por un detalle en particular de la práctica de la piromancia. Tal vez era un aspecto implícito y fácil de resolver pero quería zafarse de dudas.

 

Esperó que el maestro terminase de contestar todas las preguntas y luego se apresuró a comentar -El lugar en donde se practique la piromancia tendrán un gran efecto sobre las llamas por factores como el viento principalmente- hizo una pausa para luego continuar -¿Qué lugares son aconsejables para practicar esta actividad? o en su defecto ¿El lugar que se elija es insustancial?-

 

Hizo silencio esperando que su duda sea satisfecha y que no causara que el profesor se explayara más de la cuenta. En el fondo Jota no quería que la clase teórica continúe, a lo mejor la parte práctica fuera mucho más interesante para todos los presentes.

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Richard Stark

-Es uno de los más efectivos, señorita Gryffindor -explicó Stark con calma-. Porque prácticamente cualquiera puede ver formas en las llamas.

 

Su voz se veía suavizada por el hecho de que se había quitado el libro de la cara y sus ojos aun tenían esa nota risueña de una duermevela. Richard apenas había prestado atención a la muchacha resfriada, pero le complacía el hecho de que hubiese llegado a tiempo. Prefería ahorrarse problemas con su hermana respecto a dejar tirados a los alumnos en el aula por llegar tarde. Por eso mismo, también dejó que el chico que entró de último dejara hacer con un simple y seco ademán y una expresión neutra en el rostro.

 

Volviendo al tema de la clase, Weasley ("de Weasley", pareció apostillar con una risilla una molesta voz en su cabeza) había planteado una pregunta interesante. Sus ojos parecieron abrirse un poco más, aunque no se apartaron del tema.

 

-Ah, eso depende de lo que vea en las llamas -giró la hoja señalando la lista y explicó-. Los cinco signos nos hablan de los más comunes, los que cualquiera suele o cree ver en las llamas.

 

El "cree" era bastante informativo en realidad. La realidad era que podían ver muchas cosas pero era bastante común que todo mundo errara en la interpretación. Richard intentaría ayudarles en ese punto, pero no era como si pudiera pedir demasiado de sus talentos. Además, dictar una clase era genuinamente agotador; se sentía presionado a hablar todo el tiempo y no podía haber nada que lo incomodara más que las largas charlas en donde él tenía que decir demasiado. Mas no podía escaquearse. La próxima le cobraría a Catherine más caro el reemplazo...

 

-Éstas son, básicamente, la espada, el rostro o cara, el ave, la mano, el corazón y el barco -Richard dejó atisbar su sonrisa ladeada-. Probablemente ahora piensen que no sé contar pero no se trata de eso -continuó desestimando la idea con un ademán, su sonrisa ya olvidada-. Es sólo que la espada y el ave suelen confundirse, cada vez, a los ojos de hasta los mejores -su dedo índice y pulgar volvieron a cerrarse en un puño luego de haberse alzado para señalar ambos elementos-. Esto, si así lo desean, pueden tomarlo como el reflejo mismo de la timorata naturaleza humana. Es porque asociamos, invariablemente, incertidumbre con peligro. Y creo que con eso también contesto su pregunta, joven Evans, porque efectivamente los elementos pueden combinarse.

 

>>El hecho de que sean las más comúnmente vistas, tampoco es una sencilla coincidencia -sus ojos dejaron entrever un brillo un tanto extraño, casi de burla-. Todos los humanos desean conocer el futuro para evitar que éste suceda, por paradójico que pueda sonar y sobre todo si se trata de algo que les genera dicha incertidumbre, no porque se sientan curiosos. Así que lo que nunca deben olvidar es que éste esta en constante cambio. Esa, es la más importante de todas las lecciones que aprenderán hoy<<.

 

Sentía que necesitaba agua, pero sólo tenía la botella sin contenido en su morral; aun así la sacó, acomodándose. Estiró las piernas nuevamente, colocándose en una cómoda pose con un brazo apoyado sobre una de sus rodillas flexionadas haciendo oscilar la botella vacía en el aire y el otro con un palillo de Men's Pocky. Sus pantalones drill de bolsillos se extendían cómodos y amplios hasta rozar el suelo y podía apreciarse sus descuidadas zapatillas a causa de la postura como no se había apreciado antes.

 

Era consciente de que aun no había contestado la primera pregunta de Evans y aun así no pudo evitar sentirse atraído por la deliciosa lógica que la que Haughton había hecho gala al cuestionarlo sobre algo tan práctico y factible. Era, de lejos, la pregunta más atinada para hacer debido al tipo de ramo que iban a estudiar, dado que de Weasley había tenido en su favor la hoja que él les había entregado como pista.

 

-Sí, Haughton, a eso iba llegando -completó al terminar de escuchar al muchacho-. Los elementos que vayan a quemarse, influyen en la interpretación. La sal es un elemento fácil de interpretar, pues sólo se debe consultar el chisporroteo y el hálito que ésta genera al contacto con el fuego. Sus interpretaciones usualmente son sobre hechos que puedan implicar felicidad y ésta será medida por el nivel que éste hálito genere. En cuanto a las condiciones climáticas es algo más complejo. Podría ser influyente como que no; todo depende de que tan capaz seas de interpretar unas llamas que están en constante movimiento no sólo por su propia fluidez si no por elementos como el aire -explicó con voz monocorde aunque sus ojos estaban fijos en el muchacho-. Es decir, una llama que arde en una chimenea, es distinta a una tea que se usa al salir a pasear de noche. Creo que entiendes a lo que me refiero en cuanto a volumen, forma y el hecho de que una podría llegar incluso a extinguirse.

 

Richard no dijo más, si no que en su lugar se incorporó y les ordenó acercarse con sus papeles. Quizá tuviesen más preguntas en sus mentes, con la información que les había proporcionado, pero eso le importaba un pimiento: estaba más que harto de hablar. Sentía que había hablado por varias semanas ya y encima debía continuar.

 

-A la cuenta de tres, tomarán el traslador junto conmigo -indicó alerta, mirando la zapatilla de ballet y colgándose su morral cruzado sobre su cuerpo. La cajilla de Men's Pocky la guardo en uno de los bolsillos intermedios del pantalón drill y en su otra mano sólo mantuvo la botella vacía de agua- El se quede en el aula ya sea por estupidez o negligencia puede considerarse reprobado, se los advierto. Tres... dos... uno...

 

El mundo empezó a girar y Richard se sintió enfermo. Enfermo de veras. Cuando todo terminó, sólo tuvo las fuerzas para arrastrarse a un árbol y abrir el morral a toda velocidad para sacar un vial de la poción efervescente de su hermana con manos temblorosas. Era simplemente horrible, pero tendría que hacerlo en aquella oportunidad. Sacó el tapón con manos ligeramente temblorosas y bebió el contenido de un sólo trago, asqueado. El sabor de la poción era deliciosa; era la certeza de los mareos y los deseos de vomitar lo que lo debilitaba.

 

La sensación de sentirse enfermo lo acompañaría un buen rato, probablemente, pero no podía darse el lujo de echar su desayuno en una palangana delante de los alumnos. No en aquella clase. Deseó ser más normal por un instante y que cosas como desapariciones y trasladores no lo afectaran tanto, aunque lo descartó como estupidez segundos después. Se encontraban en un claro pequeño e íntimo. Las hojas parecían susurrar cosas y de cualquier forma el sol brillaba sólo tenuemente sobre ellos. Richard se volvió entonces, con la boca ya menos seca pero mareado y con fastidio.

 

Se limitó a señalar con el índice un sendero bastante notorio, franqueado por hileras de robles a los lados. Sin mediar palabra, adelantó a la comitiva y se acercó hacia el lugar en donde realizarían "la hoguera" esperando que todos lo hubiesen seguido, por su bien. Allí, se encontraban apilados unos troncos de aspecto imponente, inclinados hacia dentro formando algo parecido a un cono. Debajo de la zona en donde los extremos de éstos se juntaban, estaba reunida la yesca y unas frituras muggles que ayudarían a prenderla.

 

-Si alguno me hiciera el favor de lanzarle algo de fuego... -comentó Richard aun con una mano delante de la boca, mareado- Arderá al instante y podré continuar ¡Ah y llenarme esta botella! Si no es molestia...-la alzó en el aire- también sería práctico si pudieran mencionar aunque sea sólo un elemento que no aparezca en la lista y del que hayan oído hablar, que se vea en las llamas y, en caso lo conozcan, su significado.

 

Sí, se sentía decididamente enfermo, pero consiguió apartar la mano de su rostro y dominarse. Tenía el ceño fruncido a causa de la concentración que eso requería pero esperaba ser capaz de retomar su usual autocontrol en breve; mientras tanto tenía la esperanza de que no viniera alguno a importunarlo con la molesta pregunta de por qué no lo encendía él mismo, que prefería ahorrarse las discusiones y las miradas asesinas, al menos de momento.

 

El espacio abierto en donde se encontraba la hoguera, en los linderos del bosque, asemejaba a un cañón. De hecho, lo era, aunque de modestas dimensiones y parecía cerrarse como brazos de roca alrededor por lo que la vista era limitada hacia fuera. Como podía comprenderse a causa del espacio abierto y el bosque más allá, así como por el que tenían tras ellos y la forma en que estaba dispuesta la geografía, no era lugar donde corriera mucho viento.

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El profesor por suerte no emitió palabra alguna ante su particular forma de hacer una entrada, pero no tuvo más suerte con sus compañeros. Creyó alcanzar oír reír a Adryanie, pero la verdad es que no estaba prestando atención a ello realmente, se había centrado en su papel, leyéndolo con la mayor concentración posible, aunque la misma fue interrumpida por el saludo inesperado de alguien.

 

Oh, hola – saludo a la Weasley no sin cierta sorpresa por no haber notado su presencia en el lugar, recordando que ahora debía de conocerla un poco más además de que solía frecuentar su mansión bastante cuando iba en busca de Lisa o Luca, a fin de cuentas, ahora era su jefa por cuestiones de la vida misma y los Warlocks también.

 

No siguió la conversación ni tampoco tuvo tiempo de responder la pregunta de Adryanie con algo sarcástico tal vez, ya que Mynerva había hecho una pregunta que si bien no sabía exactamente a qué se refería, de todas formas se concentró para oír la respuesta del profesor, el cual aún no sabía quién era y ni razonaba que en realidad otra persona debía estar en su lugar.

 

Lo oyó, y entendió a medias, por lo que rápidamente dio una lectura apresurada a su papel. Bueno, ahora por lo menos sabía que quemarían algo al mejor estilo piromaníacos para intentar saber algo sobre el futuro. Muchas preguntas cruzaron su cabeza en ese momento, pero no tuvo tiempo de formularlas. Las órdenes habían sido dadas y, en su estado, las obedeció sin chistar ni preguntar siquiera; se acercó a lo que parecía funcionar de traslador y colocó un dedo sobre él, esperando a sentir aquella mareante sensación de succión.

 

Cayó sentada al suelo en cuanto aterrizaron luego de ser trasladados del aula. Estaba sumamente mareada y no podía fijar su visión en un punto donde nada se moviera. Permaneció así un tiempo, intentando recuperarse, pero no se quedó demasiado allí, pues sabía que de un momento a otro terminarían por abandonarla, sobre todo cuando el profesor comenzó a caminar para guiar a la clase a un lugar en particular.

 

Levantó una ceja, notando aquel particular elemento colocado para quemar. ¿Frituras muggles? Aquello sería interesante. Se sentó, decidiendo que, debido a su estado, no era conveniente hacer magia, por lo que le dejaría el placer a alguien más de poder prender el fuego y proporcionarle un poco de agua al profesor, pues, por su parte, temía producir un incendio involuntariamente o mojar al hombre, que parecía tener cara más pálida que la que tenía en el aula.

 

Yo tengo una pregunta… bueno, variaz, pero por el momento me limitaré a lo pedido – comenzó, haciendo un involuntario silencio para pasarse un pañuelo por la nariz, y luego proseguir –. Por lo general, en la lectura de hojaz de té u otroz métodoz de leer el futuro, una de laz formas máz comunez de encontrar ez una cruz, zea de la pozizión que zea, ¿en la piromanzia también ecziste una interpretazión para ella?

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Richard Stark

El rostro de Stark mostró una expresión enigmática. Que justamente ella preguntara sobre ese símbolo tenía que ver quizá con el hecho de que tenía gripe. Quién supiera. Richard sólo esperaba que ninguno tuviera que ver la cruz en las llamas.

 

-La cruz, en la taseografía o en otras ciencias adivinatorias está mayormente relacionada con las enfermedades. Una cruz para indicar dificultades en la recuperación, dos, que anuncian una vida larga -contestó, con voz lenta, aun con la botella en la mano esperando que alguien la llenase o que otros tuvieran la amabilidad de encender el fuego-. En la piromancia, sin embargo, es algo distinto.

 

>>La cruz que aparece en las llamas no es la cruz habitual, la cruz cristiana o la cruz griega. Se trata más bien del anj, la cruz ansada; es decir, que la parte superior de la misma es ovalada, con forma de lazo, asa o ansa, también llamada cruz egipcia. Se trata del símbolo de la vida y la muerte. Dependiendo de sus creencias, señorita Delacour, puede relacionarlo a la imagen de la intervención divina. Si no cree en dioses, en ese caso, la cruz es el símbolo de la búsqueda de la inmortalidad o de la vida después de la muerte<<

 

Richard alzó una ceja claramente escéptico. No había sido, ni sería jamás un hombre religioso. La veneración era un concepto que sólo guardaba para sí mismo.

 

-Comprenderá, que es un símbolo que no suele verse en las llamas -Richard suspiró, sentía que si seguía así iba a quedarse sin voz- Tampoco suele considerarse una visión "positiva" ¿me dejo entender? -se volvió entonces a los compañeros de la muchacha que habían permanecido todo ese momento en silencio- ¿Alguno tiene otra pregunta? Vamos, que no tenemos todo el día.

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Jota cerró los ojos intentando recordar algún otro momento de su juventud donde pudo haber observado a su fallecido mentor practicar la piromancia, pero fue infructífero. Era apenas un niño cuando vivió con su tutor y los recuerdos que de él guardaba no eran necesariamente los de verlo en frente de llamas concentrado por horas intentando divisar algo más allá de lo común.

 

Abrió los ojos y por poco le toma por sorpresa el ver a todos dispuestos a tomar el traslador. Se levantó como un resorte y rápidamente se acercó a aquella zapatilla para colocar su dedo pulgar en ésta y tras unos instantes notar como todo a su alrededor daba mil vueltas. No había utilizado un traslador desde hace meses, no lo necesitaba cuando su rutina era beber en algún bar cercano hasta emborracharse y volver a su casa para dormir todo el día.

 

Cuando sus ojos lograron al fin divisar algo distinto a puntos verdes y rosas girando a su alrededor sintió la necesidad de sentarse de inmediato, sus piernas estaban temblorosas y su estómago empezó a exigirle regurgitar. En ese instante se sintió agradecido de no haber comido nada durante el día ya que pese al mareo no tenía nada dentro que vomitar.

 

-Bonito lugar para unos cuantos pirómanos inexpertos- replicó hacia uno de sus compañeros mientras se ponía en pie nuevamente y aceleraba el paso para seguir al profesor Stark quien había adelantado la caminata sin percatarse siquiera de si todos los alumnos habían llegado.

 

Al llegar al sitio adecuado admiró unos instantes el lugar, grandes árboles los rodeaban y los troncos apilados de forma casi simétrica indicaban que allí se llevaría a cabo el resto de la clase. Esperaba un lugar tétrico y oscuro para llevar a cabo esta clase de adivinación, pero le pareció mejor donde se encontraban, se sentía en casa.

 

- «Incendio» - Pronunció Jota sintiendo el impulso de ser el encargado de darle vida a la hoguera tras la petición del instructor. Sus ojos miraban con atención aquellos grandes troncos mientras que con su mano derecha sostenía su carpe de 12 pulgadas apuntando hacia el punto medio de la suerte de circunferencia que éstos formaban.

 

El resultado fue satisfactorio, las hojas secas y las bolsas contenedoras de frituras ardieron al instante consumiéndose en segundos. Las llamas no sobrepasaron las dimensiones del pequeño desfiladero que en seguida quedó envuelto por el color naranja del fuego. De la hoguera el humo desprendido era mínimo, la yesca no estaba húmeda. Sin duda era el escenario perfecto para empezar a darle un significado a aquella brasa.

 

-Profesor…- se aclaró la garganta para hacerse escuchar y continúo – ¿Es posible que la misma llama tome una distinta forma para cada uno de nosotros?- le inquietaba el saber si cada estudiante podría ver algo diferente en la hoguera. – O al ser yo quien prendió el fuego ¿Todos serán capaces de adivinar sobre mi persona? - terminó la frase sin esconder su incomodidad de si esto fuese verdadero.

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Abrió muy grandes los ojos a medida que el profesor hablaba respecto a la pregunta que ella misma le había hecho. Era curioso el cambio tan drástico que podía llegar a existir entre una forma de adivinar el futuro como con otra, lo cual demostraba que cada forma de intentar interpretar el futuro, dependiendo el medio a utilizar, era distinto.

 

Las últimas palabras ante su respuesta fueron como una daga de metal sumamente frío que heló su cuerpo entero. Un mal augurio, uno realmente malo, por lo cual deseaba no verlo, aunque sí era curioso el hecho de haberse interesado por un tema relacionado con algo así viendo su estado. O más bien, viendo su estilo de vida e historial; para quien la conocía en profundo, sabía que jugaba a diario en el frente de batalla contra las fuerzas del mal, bailando una danza mortal en la línea de la vida y la muerte.

 

Se sacudió, intentando sacarse de encima aquella sensación de frío que la había embargado, por lo cual no se percató en un primer momento de quién hablaba. Luego fue que centró su atención en el muchacho que no conocía, percatándose de que ya había prendido la hoguera.

 

Aguamenti – logró decir al fin, notando que nadie más había sido capaz de llenar de agua la botella que había dejado a la vista de todos para intentar tomar algo de ella. El agua salió de su varita, logrando introducirse dentro del objeto y lista para ser consumida.

 

Mientras esperaba a escuchar una vez más la respuesta del profesor, la castaña se dejó perder por el improvisado movimiento de las llamas. En ocasiones, se escuchaba el crepitar de algunas ramas o de las mismas frituras muggles. Estaba entrando en un estado hipnótico por el calor, por el movimiento sinfín del fuego, por el ambiente en sí del lugar y por su estado mismo; su estado era casi una ensoñación, despierta, pero no del todo atenta a lo que ocurría a su alrededor.

 

¿Una es…? – pero no terminó la frase, quedó a medias, intentando captar la forma que divisaba. Era una espada, estaba del todo segura, una que no había visto nunca, pues no era ni remotamente similar a la que invocaba mediante el hechizo gladius – Disculpen, pero… ¿alguien más ve algo en las llamas? – preguntó, señalando la hoguera, aún absorta en aquella arma y cómo las llamas bailaban alrededor de ella como si intentasen rodearla.

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Richard observó con ojos brillantes como las llamas lamían la madera hasta consumirla y el fuego se alzaba hacia el cielo. La hoguera, se tornó entonces inmensa pues el cúmulo de llamas iniciado en la yesca se expandió con rapidez pasmosa. Apenas consiguió prestar atención a lo que el muchacho que había encendido el fuego le decía. Se sentía arrobado e imbuido por éstas, como si se tratasen de una magia en sí misma.

-Por supuesto que no -señaló entonces agitando la mano para desestimar la idea-. No muchacho, cada uno verá cosas distintas.

No era ése el motivo por el cual no había encendido el fuego por sí mismo. Era simplemente las molestias de no tener una varita. Por ese motivo dirigió una sonrisa a la muchacha enferma, que había tenido la amabilidad de llenarle la botella que había mantenido tendida hacia ellos durante todo ese tiempo. Richard entonces dio un largo trago del agua fresca y se entretuvo aun un momento mirando el fuego. Finalmente, la intervención de la muchacha que lo había ayudado con el agua, Delacour, lo sacó de sus pensamientos.

-Empezaremos ya -no pudo evitar esbozar otra sonrisa ante su intervención. Él mismo había deseado verse inmerso en el proceso de observación del fuego desde hacía un buen rato-. Quiero que rodeen la hoguera desde distintos ángulos. Formaremos un círculo y cada uno se colocará mirando hacia alguno de sus compañeros -señaló el espacio y él mismo se desplazó con rapidez-. Es como si trazáramos una línea invisible, formando los seis puntos de apoyo que permitiesen observar la forma del círculo desde el cielo ¿se entendió? -tampoco le importaba si no, los que verían mermadas sus posibilidades de ver algo en las llamas si no hacían lo que les indicaba eran ellos, no Richard- Luego, quiero que concentren la vista en un punto fijo en las llamas.

Notó que pronto el grupo se sumía en un fino letargo. Por lo que continuó con voz pausada.

>>No necesitan hablar. Tampoco observar más de un punto fijo. Pueden elegir el punto que prefieran. Tienen ante sí varias varillas de madera -señaló el suelo con las manos-. Una vez hayan terminado de observar las llamas, podrán tomarlas para dibujar sobre el suelo lo que acaban de ver lo mejor que recuerden -Richard alzó apenas la voz para hacer hincapié en el asunto-. Es tierra blanda. Esto es importante porque de esa manera podré ayudarles a interpretar sus visiones e incluso mostrarles significados de los detalles que creían irrelevantes. Si desean, en lugar de las varillas podrían utilizar un flagrate. Por ello, intenten plasmar de la forma más exacta posible todo cuanto lleguen a observar<<.

La clase estaba alcanzando un buen estado de concentración, de forma que se limitó a agregar un parco "¡Inicien!" y él mismo se sumió en el fuego que flameaba y la madera que crujía y se consumía ante él.

 

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*

 

La clase de adivinación no era lo que había esperado. Sin embargo, se desarrollaba mejor de lo que hubiera supuesto al comienzo de la misma cuando se enteró que se trataría de averiguar el futuro a través del fuego. Éste ejercía sobre Mynerva una fuerte influencia. Por mucho que ella hubiera querido olvidarlo, sólo pensar en llamas alzándose sobre escombros le recordaban los horribles acontecimientos cuando en la lejana Alemania perdió gran parte de su familia incluidos su esposo e hijos mayores. Lo que menos se le ocurrió entonces fue tratar de adivinar su futuro, sino desaparecer de allí lo más rápido posible salvando a sus hijos menores.

 

Pero ahora el profesor Stark le contestaba que podría haber cinco ¿o seis? elementos y que cada uno podria descubrir distintos signos en el mismo fuego. Se daba cuenta cómo era que la adivinación no tenía tan buena prensa ya que no era una ciencia exacta sino totalmente subjetiva y que dependía de cada mago o bruja que la usara.

 

- La espada, el rostro o cara, el ave, la mano, el corazón y el barco.

- La espada y el ave suelen confundirse.

 

Esas palabras resonaron en su mente. Le pareció un poco difícil confundir una espada con un ave, aunque a decir verdad, nunca había mirado las llamas con intención de encontrar formas especiales en ellas. Otros alumnos comenzaron a expresar sus dudas y estuvo atenta a las respuestas que recibieron.

 

De repente el profesor se incorporó urgiéndolos a imitarlo tomándose de una zapatilla de baile que les sirviría como traslador hacia vaya uno a saber dónde. Todos obedecieron con rapidez y la desagradable sensación de sentirse tirados desde el ombligo hacia adelante tuvieron que soportarla estoicamente. Al llegar, Stark solicitó que alguien encendiera el fuego y llenara de agua su botella. Myne se sentía descompuesta y no pudo reaccionar. Por suerte su jefa fue más atenta y lo hizo.

 

El joven Haughton encendió la hoguera y mostró sus temores de que a causa de eso, los demás alumnos pudieran adivinar sus secretos. Por suerte para él, Richard Stark negó rotundamente y luego dio indicaciones de acercarse al fuego formando un círculo alrededor y observar en silencio un solo punto fijo en las llamas.

 

Mynerva se dispuso a seguir las instrucciones y mirando la hoguera con atención trató de visualizar alguna de las formas mencionadas. Tomó una varilla de madera para dibujar lo que viera sobre la tierra blanda. Pero le resultó muy difícil. O ella era mala dibujando, cosa que era cierta, o no conseguía ver nada claro en el fuego. Se concentró bien pero no conseguía ningún resultado. Lo intentó nuevamente.

Mynerva, matriarca Weasley
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Pronto, Richard se sintió imbuido por la energía de las llamas. El fuego era intenso y lo consumía todo; el fuego era fuerza y destrucción pero también vida, lo que hacía avanzar al mundo. Stark sabía todas esas cosas, se sentía fascinado por ellas y por eso mismo un tanto decepcionado de no ver más que fuego aquel día. Ninguna imagen parecía acudir a él.

 

Se preguntó si quizá las visiones que había conseguido interpretar gracias a los libros de su hermana no habrían sido sólo imaginaciones suyas. Hasta que notó que un sudor frío le bajaba por la frente. El calor que provenía de la enorme fogata parecía haberse extinguido de pronto. Sus ojos se fueron tornando blancos paulatinamente y sintió como una corriente eléctrica recorrerle la espina dorsal. VIo entonces claramente un punto fijo por apenas una milésima de segundo.

 

Luego, el anj, la tediosa visión que siempre tenía al ver las llamas: su inmortalidad, posible sólo a través de su maldición; su inmortalidad tres veces maldita, siempre... siempre. Una sonrisa brutal resonó en su cerebro, una risa fría y calculadora. Era su propia risa, de hacía muchas décadas atrás. Su risa de cuando recorría la corte de Matías Corvino, burlándose de los cortesanos deseosos de poder; la risa del ladrón de los aristócratas idi***s. Pero sentía la garganta seca; no podía reírse en el presente puesto que representaba un enorme esfuerzo, como si se atragantase de sólo intentarlo, estando en ese estado entre el dormir y el despertar.

 

Despertó entonces, sintiendo la cara pegajosa de sudor y quizá lágrimas ¿Cuántos en su clase habían notado su trance? Sólo tenía a Haughton a su derecha y Gryffindor a su izquierda y ambos parecían demasiado concentrados en su labor. Suspiró, apenas. Catherine le había pagado demasiado poco para todo lo que allí había hecho ¿cómo podía soportarlo ella?

 

Lo peor de todo era que no había visto nada útil en las llamas; nada que no supiera ya. Se pasó una mano por los cabellos revueltos, retirándose un grupo de rizos rebeldes de la frente, sólo para que segundos después éstos volvieran a caer sobre ella de nuevo, de forma desigual. Algo exasperado, volvió a observar al fuego. Había sido un milagro que hubiera podido mantener el equilibrio en ese momento, teniendo en cuenta la rigidez en el cuerpo que le otorgaban las visiones ¿y si se hubiera caído de cara? ¿quién hubiera reparado semejante preciosidad?

 

Tenía que tener más cuidado. Percibió sus ojos cansados pero volvió a fijar la vista insistentemente en el fuego.

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Sentía ardor en los ojos después de tanto mirar fijamente las llamas. Sabía que la concentración era importante pero debía alejar su mirada o las lágrimas comenzarían a rodar por sus mejillas. No quería despertar la compasión entre sus compañeros. No era necesaria.

Decidió distraerse por unos momentos y levantó la mirada. Enfrente suyo estaba parado Richard que no parecía sentirse bien. Le extrañó el aspecto del hombre. Parecía estar bajo los efectos de alguna visión desagradable.

Por extraño que esto pareciera, el ver el estado del profesor produjo una especie de calma en Mynerva que volvió a concentrarse en el fuego para tratar de dilucidar algo. Las llamas se alzaban poderosas desprendiendo chispas saltarinas que luego de una voltereta en el aire caían con languidez sobre la tierra.

La bruja cerró con fuerza sus ojos y permaneció así algunos instantes con la secreta esperanza de que una visión esclarecedora se presentara al abrirlos. Sin embargo, cuando lo hizo sólo pudo distinguir las rojas lenguas que todavía se alzaban con fuerza hacia arriba.

- ¿Soy demasiado impaciente o puede suceder que no descubramos ningún signo por mucho que busquenos?

Se atrevió a preguntar con un poco de vergüenza.

Mynerva, matriarca Weasley
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