Biblioteca de Alejandría

[Oniria]

Sísifo:

 

 

 

Me lancé a sus brazos, pero fui yo el que se dejó caer como un bebé, arremolinándome sobre su pecho. Gruñí de manera infantil. Aquel espacio me reconfortaba, me trasladaba a momentos muy bellos, a predicciones sentimentales que se habían terminado cumpliendo. La primera vez que estuve en aquella biblioteca con Leah pensé que me enamoraría de ella. Acerté.

 

––Me cuesta concentrarme en este lugar. ––Bromeé, guiñándole un ojo.

 

Besé su mejilla con delicadeza. Aspiré su olor, familiar, dulce, que era como un ansiolítico para mí.

 

––Si me has traído hasta aquí... intuyo que quieres ponerme sensible.

 

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[Leah Snegovik]

Un ligero color rojizo se apoderó de sus mejillas pero lo disimuló con una sonrisa. A esas alturas de la vida, ruborizarse por un comentario de ese tipo parecía un poco tonto. Lo abrazó con fuerza, más de la usual, lo mantuvo pegado a su pecho para que no se alejara. Sus dedos solos encontraron el camino a su pelo, sedoso, despeinado.

-Siempre estás sensible, me temo -le besó la punta de la nariz-. Te traje aquí porque aquí supe que te quería.

Deslizó los labios a su boca y los presionó ahí por un momento, sin hacer nada más. Suspiró. No estaba en capacidad de mentir o hacer nada más que quererlo, así que se las arregló para hacerse un ovillo y quedar lo más pegada a él posible, sin preocuparse por el dolor de espalda que tendría después.

-O tal vez porque yo estoy sensible.

@@Oniria

[Oniria]

Sísifo:

 

 

 

Reí.

 

––Desde luego, siempre estoy sensible. ––Convine, revolviéndole el pelo. La besé en la coronilla, ahí donde su olor estaba más concentrado que en ningún otro sitio.

 

Me apoyé cuidadosamente en una estantería para compensar el peso de su cuerpo. Mordí su dedo cuando me recorrió los labios.

 

––¿Qué es lo que quieres contarme? ––pregunté sin poderlo evitar, atravesado por la intriga. Esa actitud en Leah sólo denotaba que guardaba un secreto que no sabía cómo contar––, espero que no pienses en dejarme en este lugar. ––Bromeé.

 

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[Leah Snegovik]

Se le congeló la sonrisa al instante. No lo estaba pensando, iba a hacerlo. Supo que Sísifo lo sabía antes de darle más explicaciones, así que se pegó más a él para darle a entender que no era lo que se estaba imaginando. No quería, simplemente debía. Trató de buscar un poco de valor en sus ojos pero esos ojos grises, tristes, no ayudaron. Desvió la mirada.

-Debería estar ya en una... misión.

No había nadie cerca pero siempre debían cuidarse, de cualquiera, tanto civil como del otro bando. Retomó sus caricias, pasaba el índice por su ceja cuando recordó que le estaba explicando la situación.

-No sé cuánto tarde y no puedo decirte a dónde voy. Son órdenes -torció los labios-, de la líder. Y ya sabes que no puedo negarme.

Ninguno de los dos podía. Ninguno de los tres. Oniria... Cerró los ojos y sintió un leve escozor en el antebrazo izquierdo, ahí donde su tatuaje le reclamaba ese momento de debilidad, en donde había pensado en todo lo que daría por no estar en el bando en ese momento.

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[Oniria]

Sísifo:

 

 

 

 

Intenté que mi expresión no se ensombreciera, pero creo que no lo conseguí. Automáticamente la tristeza se hizo dueña de mis rasgos, otorgándoles una belleza especial, pálida y melancólica. Yo había nacido para estar triste.

 

––Lo entiendo ––musité convencido. Comprendía que el bando a veces conllevaba obligaciones impostergables y secretas, y más para un Alto Rango––, ¿cuánto tiempo será?

 

La estreché con más fuerza, siendo consciente como muchas otras veces de la fragilidad de todos los vínculos humanos. Bastaba una contingencia de la vida cotidiana para hacerlos tambalear.

 

––Estaré aquí para cuando vuelvas. ––Susurré dentro de su oído, rozándolo con mi nariz. Percibí aquel escozor molesto sobre el brazo. Pareciera que aquella serpiente quisiera cobrar vida e independizarse de mi carne y del cráneo que la contenía.

 

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[Leah Snegovik]

Empujó hasta que no hubo espacio entre los dos, hasta que se hizo daño con su esternón. No quería soltarlo, alargaría ese abrazo hasta que el tiempo o la Marca Tenebrosa fueran por ella. Se le escapó una lágrima con esa última frase, pero se escurrió por su rostro y no alertó a Sísifo. Estaría ahí cuando volviera pero, ¿cuándo sería eso? Alargó la respuesta un par de minutos, con los ojos cerrados y las manos apretando su espalda.

-Unos meses -atinó a decir, una respuesta abierta.

Podían ser pocos, podían ser muchos. Y todo el mundo le tenía mucha confianza, pero... ¿Y si no volvía? Alzó la mirada, buscó sus ojos. Cada vez que pensaba en ello miraba sus ojos, se entristecía al pensar que no volvería a verlos. Melancólicos, brillantes, como una nevada en Siberia. Suyos.

-Ya te echo de menos -sonrió, apenas una mueca-. Te quiero muchísimo, Sísifo.

La Marca, de los dos, empezó a arder con cierta insistencia.

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[Oniria]

Sísifo:

 

 

 

––Yo también te quiero muchísimo. ––Sentencié. Carraspeé para no llorar. La estreché con fuerza. Sabía que Leah no moriría. Ella siempre estaba un paso por delante. No me preocupaba su seguridad, pero me entristecía enormemente su marcha.

 

La música llegaba del reproductor en forma de susurros de agua. Me trasladé momentáneamente al pasado, a aquella luz cálida que apenas nos dejaba distinguir nuestro cuerpo, pero que fue suficiente para reconocer cuál era el camino a seguir. Me tumbé junto a ella casi por inercia y la besé con ansiedad.

 

––Quiero volver a aquel instante.

 

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[Leah Snegovik]

Estaba a un beso más del llanto, pero se arriesgó a continuar por un rato más. Conteniendo las lágrimas, abrazándose a su cuello con la única intención de mantenerse firme. Hasta que el reproductor, tras un breve silencio, hizo eco por su esquina de la misma forma que lo había hecho años atrás... Con la misma canción. La primera gota cayó lentamente por su rostro, se deslizó hasta el de Sísifo. Cálida, llena de todo su pesar. Pensó en un segundo en todas las formas que tenía para evitarlo. Pero cada pensamiento se traducía en un punzante dolor en la piel.

Dejó de besarlo y se apartó de él, tenía los ojos enrojecidos y la cara mojada. No recordaba una vez en que se hubiera alejado de Sísifo durante un beso, ni siquiera enfadada. Así que sintió que aquél movimiento, aunque fue bastante rápido, ocurrió en cámara lenta. Se permitió verlo un poco más. Ahí tendido en el suelo, era la representación humanizada de su felicidad.

-No puedo -murmuró-. No hay fuerza en este mundo que me haga irme después.

Ni siquiera el bando. Dio media vuelta, había mucha verdad en esa frase. Y Sísifo tenía las de ganar.

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[Oniria]

Sísifo:

 

 

 

 

Apoyé la cabeza entre sus piernas. Cerré los ojos, suspiré. Su mirada enrojecida y su nariz brillante me enternecían. Oh, Leah, cuánto te quise entonces, como si fuese necesaria la separación entre los hombres para hacerlos conscientes de su amor por el prójimo. Algo oprimía mi pecho, la forma convulsa de tu pérdida.

 

––Te amo ––susurré. Me di la vuelta para colocar la nariz sobre sus muslos y aspiré su calor orgánico. Bajo su piel palpitaba un amor efervescente–– ¿qué le diré a Baleiro? ¿Y a Insomnia?

 

No me atreví a mirarla todavía. La música llegaba a mis oídos y parecía el rumor suave de un río. Se mezclaba con los libros, el polvo y la cera de las velas y era contenida por todo ello.

 

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[Leah Snegovik]

Tenía la mandíbula tensa, se notaba lo mucho que se estaba esforzando por no sollozar. Lo sentía pegado en las piernas, abrazado a ella como un bebé. Todo en él era dolorosamente familiar, la forma en que sus manos y su rostro se acoplaban a su piel, siendo parte de ella casi sin proponérselo. Se secó las lágrimas con el dorso de la mano, sorbió por la nariz una única vez. Sus dedos solos encontraron el camino a su pelo, se hundieron en él y lo apresaron contra su muslo. La Marca Tenebrosa no le ardía ya, le atravesaba el brazo como un hierro caliente.

-La verdad. No tiene porqué ser un secreto, creo que entenderán -tenía la voz un poco ronca.

Dudaba que Insomnia lo entendiera y, la verdad, dudaba de Baleiro también. Había cometido el mismo error que todas las madres que aman a sus hijos, lo había mantenido a su lado en todo momento. Irse parecía muy bajo de su parte, un abandono, incluso desde su perspectiva. Miró abajo, hacia Sísifo. Recordó el repiqueteo violento de su corazón cada vez que lo veía, todo había empezado ahí.

-Te amo -respondió al fin.

Se alejó de él hasta que sus dedos dejaron de tocarla. Sintió frío por primera vez desde su transformación.

-Prométeme que vas a estar bien -cada vez que hablaba, se alejaba un poco más.

@@Oniria