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Biblioteca de Alejandría


Pik Macnair
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Me quedé en silencio, habiéndome apartado de los libros para que el mago prosiguiese con lo que buscaba, esperaba que mis palabras le hiciesen desistir, pero parecía que no iba a ser tan fácil. De verdad que no conseguía entender al joven, se mostraba reacio pero a la vez interesado en seguir conversando. Creía haberle hecho entender que no podía ayudarme en mi problema, pero parecía que este se negaba a dejarme marchar.

 

Me quedé en silencio nuevamente, sintiendo un nudo en el pecho, escuchando pacientemente sus palabras. Me sorprendía la enorme diferencia que había entre nosotros, al principio solo me había fijado en su físico, en lo extraño y desagradable que me resultaba. Pero ahora era consciente que mentalmente había un abismo entre los dos, y me preguntaba como era posible que el Ollivander se mostrase tan sereno y sabio, cuando yo debía luchar todo el tiempo contra mis emociones.

 

Aquel mago me inquietaba, sus palabras producian un efecto de falsa calma, conseguían que no soltase toda mi ira sobre él, acumulándola en mi interior y en mis puños ahora fuertemente cerrados. Sin embargo deba irse con cuidado, porque cualquier frase errónea bastaba para desatar mi frustración interior, cosa que temía que fuese a suceder pronto.

 

No pude evitar lanzar un bufido, tal como esperaba el mago comenzó a sonar como uno libro de auto-ayuda barato. Me sentía con la enorme ganas de replicarle lo inútiles que me resultaban esas palabras, no entendía como podía aprender a quererme sino sabia lo que era que alguien me quisiese primero. Sentí sus pasos a mi lado y me giré para encararme y demostrarle lo erróneo de sus palabras.

 

Sin embargo su acción me pilló desprevenida, su total descaro me dejó tan confundida que lo único que pude hacer fue quedarme mirándolo. Ese pequeño instante se me hizo eterno, tanto que en nuestra cercanía pude observar con suma atención cada una de sus cicatrices. Por una vez fui consciente del horrible pasado que debía esconder y me preguntaba si guardaría en su interior un monstruo tan horrible como el que me acosaba. En una situación normal no hubiese dejado que alguien se acercase a mi de esa manera, pero como había observado, el recién conocido tenia la cualidad de bajar el escudo de mi desconfianza.

 

Aquel extraño momento terminó tan rápido como comenzó, pronto volví a tener a Garry apartado, continuando con sus palabras sacadas de alguna revista ñoña. En el fondo agradecía que un extraño se tomase tantas molestias por levantar mis ánimos, pero yo no esperaba tener contentos a todos, me bastaba con tener una sola persona que se preocupase por mi. En el pasado hubiera querido que ese lugar estuviese ocupado por mis padres, pero sabia que aquello nunca iba a pasar.

 

Los pensamientos sobre mis padres me distrajeron, haciéndome olvidar por un momento que ya no me encontraba en china. Las nuevas palabras del occidental me sacaron de mi ensimismamiento y me volvieron a ponerme en estado de alerta. Mis oscuros ojos se posaban de nuevo en los suyos, mientras sopesaba que debía responder. Era evidente que se negaba a aceptar mis anteriores respuestas, parecía que nunca estaría conforme.

 

-¿Quieres saberlo? -pregunté en un tono exasperado -Existe... un vampiro, que me acosa, e intenta matarme- respondí sintiendo como volvía a ponerme nerviosa -me hace la vida imposible... ¡Y no se por qué!

 

No pude quedarme quieta, comencé a caminar de un lado a otro, pasando delante de Garry una y otra vez.

 

-Está bien... -continué en ese mismo tono nervioso -Creí que podria defenderme ¡Pero no puedo!- Sin querer levanté el tono mas de lo debido -¿Pero eh, por qué tendría todo esto que importarte...?- le pregunté, mientras me detenía y miraba de nuevo los libros -Ahí están tus libros de Quimica- le señalé.

 

Habiendo dicho esto y sin decir nada mas, decidí alejarme, caminando rápidamente, intentando causar el menos ruido posible. Cuando creí que me había alejado lo suficiente me detuve, escondiéndome entre unas estanterías llenas de libros. Estaba furiosa y confundida, el muy maldito me había desarmado y habia conseguido que le soltase parte de la verdad, aunque por suerte habia evitado responder a su peligrosa pregunta. Esperaba que no fuese tan terco y aceptase todo lo que le habia confiado, no iba a dejar que me delatase, no hasta ese punto.

 

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Editado por Li Xue Liu

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La vista del muchacho está puesta sobre los libros de química que Li le ha señalado segundos antes de solo irse. Él no se ha molestado en si quiera volver la mirada en busca de ella y ver a donde la llevan sus apurados pasos, no, en cambio sigue ahí, de pie en el mismo sitio, con las manos ocultas en los bolsillos de su pantalón y sin realmente entender lo que sus ojos miran, y solo mantiene el gesto así, aun cuando ella se ha marchado, porque cree que es necesario. Lentamente en su cabeza la información que ella ha dicho es procesada, pero cuando lo consigue rápidamente lo ubica a un escenario en los campos de entrenamiento que no quiere recordar ahora.

 

Quizá deberías dejarte querer-, reniega casi, con ese tono bajo de voz, no espera que ella le escuche, por sus pasos sabe que ella está lejos, y tratar de alcanzarla, además, de encontrarla, sabe que no tendrá mucho éxito de sacarla de ese mar de ideas turbias que la perturban, ¿Qué era mejor entonces? Garry se mese sobre sus pies, talón-punta-talón, antes de encaminar sus lentos pasos hasta la estantería de alcalinos. Él no tiene nada más que decirle a ella, no si ella no quiere escuchar, entender siquiera, el rumbo de lo que sus propias palabras dicen.

 

Mientras se anima a tomar un tomo, indeciso, se pregunta si todo lo que ella ha hecho hasta ahora le había servido de algo. No se ha puesto a pensar bien en ella, a pesar de sus facciones Ollivander está seguro que no la recordaría en otro lugar del Ottery de encontrarla por ahí o tal vez en Diagon, no, la memoria del heredero de Ollivander para recordar personas era incierta, Knockturn era el ejemplo más claro hasta ahora, entonces con ella, con Li, ¿Qué podría ser? Apenas ella se ha ido, aún es muy reciente y él ya tiene ganas de encontrarse con ella de nuevo.

 

“Existe un vampiro que me acosa…”-, algo como eso había dicho ella, y el resto de los pensamientos del mago habían permanecido quietos todo el tiempo, girando en esa idea, en el caso de Luxure que ha prometido a Evans no pensar más, en el caso de la bruja de las nieves, y en lo frágil que puede ser el humano ante sucumbir a la fuerza de la magia oscura, él lo había probado antes, lo desagradable que se siente, pero nada nunca lo había roto lo suficiente como la peonia del grimorio de artes oscuras y Yamamba, incluso su licantropía se veía sopesada ante aquellos dos ataques de los cual se vio derrotado fácilmente, dejando al joven brujo, como un recipiente de magia oscura.

 

¿Y todo para qué? Peonia había maldecido también a Bel, y Yama exterminaba el vínculo entre ellos, cada día que pasaba era como saber menos quien era ella. Sin embargo, ahora está ahí, buscando experimentalmente la clave para el equilibrio del espíritu-tiempo y poder invocar con éxito un alma del Aqueronte, atraparla antes de que Caronte lo supiera siquiera. Todo eso solo para tratar de dar solución o al menos una explicación a Shaftesbury, a los demonios que acosan al pueblo muggle y a sus habitantes, por supuesto, eso solo si los demonios no han terminado con todos ellos ya.

 

Los vampiros son criaturas terribles-, continúa entonces hablando, con un par de notas más altas en su voz, pero no deja de parecer que solo habla consigo mismo. ―Son desagradablemente egoístas y ambiciosos-, Garry siente un disgusto por las criaturas nocturnas de manera casi infantil, mayormente él no tiene problemas con tratar con ellos en persona, y cree que la incomodidad que le provoca se debe más a Grell que a sí mismo, pero como siempre, poco se deja perturbar al respecto. ―Como cualquier otra criatura aquí -, aquello sale de su boca con algo de recelo, un gruñido leve apenas que debe tratarse de la criatura y no del muchacho.

 

Ha visto llegar gente distinta a Baker, vampiros, humanos, demonios, cada uno con problemas distintos y de mayores calumnias, pero los prejuicios de Ollivander están ya por los suelos, la propia ambición del muchacho va más allá de solo saber el perfil de la gente. Pensarlo así hace que sus convicciones con respecto a la orden del fénix se tambaleen como un eje mal puesto en su camino, pero bueno, Grelliam Ollivander es un experto, ya casi, en tomar malos caminos. Quizá, muy en el fondo, espera algún día recuperarse así mismo.

 

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Me hubiera gustado gritar, agarrar esos est****os libros y lanzarlos, destrozarlos... Si hubiera estado en la mansión seguramente habría arrasado mi habitación, pero estando en la biblioteca quedaba mas remedio que contenerme. Simplemente me quedé de pie, llevándome las manos a la cabeza y cerrando los ojos tan fuertemente que desee por un instante desaparecer allí mismo, desaparecer para no existir nunca mas.

 

Pero eso no iba a ser posible, una vez mas solo estaba yo para lidiar con todas mis batallas. Mi menté retrocedió en el tiempo, unos meses atrás, el divorcio de mis padres me había afectado, y no entendía por qué, si al fin y al cabo mi lazo con ellos era casi inexistente. Aun así, todo lo que aconteció después me afectó, ver las discusiones por ponerse de acuerdo con el dinero, tener que mudarme, y sobretodo la fantástica idea del matrimonio.

 

La verdad es que nunca me había planteado eso, como quería vivir mi vida, hasta ahora solo había vivido el presente, que como siempre se limitaba a buscar la atención de los demás. Pero al final había comprendido que quería mas, que quería ser la dueña de mis decisiones, que no pensaba aceptar el matrimonio y poco me importaba si eso iba a socavar la reputación social de mi familia. Tal vez había sido egoísta, tal vez debí pensar en mis padres, pero me negaba a pasar el resto de mi vida con alguien que no había escogido.

 

Aunque encontrar un buen marido no era fácil, y aunque me habían facilitado así las cosas, yo no me sentía preparada para dar un paso así. Aquel pánico hizo que cometiese mi mayor locura, escapar del país. Mi idea no era estar en occidente para siempre, algún día regresaría, cuando tuviese la solvencia económica para sobrevivir sola en China. Pero para ello debía empezar a comprender que no podía vivir huyendo de todo, tenia que enfrentarme a los problemas, por muy grandes o pequeños que fuesen.

 

Admitía que empezaba a sentir arrepentimiento por haberme ido del país, embarcarme a occidente tan repentinamente no parecía haber sido una buena idea. A pesar de dominar el Inglés con una fluidez aceptable, parecía que no era suficiente para comprender la cultura de este nuevo país. Tal vez tendría que aceptar que la gente de aquí es así, tal vez ellos pensasen lo mismo de la gente del mio.

 

Me sentía de nuevo mas calmada, mis latidos ya no estaban tan desbocados, aunque aun no calmados del todo. Necesitaba aprender con urgencia a controlar esas emociones, me preguntaba si el Ollivander siempre habría sido así de pasivo, realmente envidiaba esa tranquilidad. Su presencia me ponía demasiado nerviosa, esa actitud suya era desconcertante, sobretodo porque se mostraba tan ambiguo que no me dejaba claras cuales eran sus intenciones.

 

Comencé a caminar suavemente, dirigiéndome nuevamente en la sección de la biblioteca donde había estado minutos antes. Mi curiosidad podría no traerme nada bueno, pero sentía debía estar junto a él, se merecía al menos una disculpa por mi comportamiento tan errático. Pero estaba llena de dudas, nadie se comportaba con amabilidad desinteresada, todo el mundo en el fondo era falso, todos siempre buscaban algo a cambio.

 

Me quedé de pie junto a una estantería, mis reservas habían hecho que no pudiese avanzar mas. Miré por unos segundos la mano que él había osado tomar, y seguía sin entender la razón para tal acto. ¿Sería de esa gente que podía leer las manos? Hice un ruidito con la lengua descartando tan absurda pregunta, tal vez nunca llegase a saber que se le abría pasado por la mente al hacer aquello, tal vez fuese lo mejor.

 

Una voz me sacó de mis pensamientos, allí estaba, al otro lado de la estantería, Garry hablando solo para si, o eso parecía. Por lo visto se había quedado pensando en mis palabras y tuve que asentir en silencio al comprobar que comprendía la naturaleza desquiciada del vampiro y tal vez no solo la de este. Esperé dudosa hasta que solo escuché el sonido del libro que estaba manipulando, cuando parecía que ya no pronunciaría mas palabras salí de mi escondite.

 

-Lo siento- dije en un tono de voz bajito, mientras me acercaba despacio a su ubicación -Yo... no estoy acostumbrada a que alguien muestre interés, en mis problemas- me quedé de pie, sin poder mirarle, dejando la mirada fija en el suelo -Me cuesta creer que quisieras ayudarme...- continué levantando un poco la mirada para verle -Entiende, yo no confió en nadie... no puedo.

 

No esperaba que me entendiese ni mucho menos, pero me sentía culpable habiendo mostrado tan irrespetuosa. Tal vez en el futuro me arrepentiría de haber mostrado debilidad ante él, pero quien sabe, si mi futuro era morir a manos de un monstruo, no importaría si fuera él u otro. Me quedé en silencio unos segundos, sopesando de nuevo como iba a continuar esa reanudada conversación.

 

-Antes me preguntaste que es “¿Todo lo contrario?”- pronuncié las palabras soltando una risa amarga -Significa que me encantaría matar a ese vampiro- confesé en un tono de total desprecio -¿Por qué tendría que mostrarme piadosa con alguien que anhela mi muerte?

 

La verdad nunca me imaginé matando a alguien, pero cierto era que en estos días esas ideas no paraban de rondar mi mente. Me preguntaba si llegado el momento sería capaz de hacer sufrir de verdad a alguien, si se lo merecía no debería ser tan difícil ¿No?

 

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Está tan prontamente sumergido en pensamientos varios, encaminados todos por las palabras de la bruja, que esta vez ni siquiera presta atención necesaria al libro que comienza a hojear lentamente. Él aún sigue de pie en ese sitio, frente a los estantes que contienen libros de investigaciones muggles y sus propias explicaciones a los fenómenos que normalmente encontrarían como “mágicos”. Últimamente, justo desde su regreso a Ottery, eso se había convertido en el interés del brujo. Seguro está él que, de haber sido criado por gente no mágica, a Ollivander le hubiera costado un poco dejar sus raíces muggles y aceptar la magia.

 

Cuando se gira para encontrarse nuevamente con Li, se da cuenta de que su regreso le ha sorprendido, pero físicamente no lo parece, perturbarse fácil, al menos facialmente, no está entre las habilidades del licántropo. Con la misma paciencia que ha tenido hasta entonces, se detiene a escuchar lo que ella continúa diciendo, es desconcertante darse cuenta cómo es que ella tiene el dominio en esta conversación, no es algo malo, incluso cree que podría comenzar a agradarle.

 

Nunca le dije que tuviera que confiar en mi-, ciertamente Grelliam también es un hombre naturalmente desconfiado, tantos años cuidándose de que nadie entrara en su bosque para hacerle daño habían dejado como cicatriz en la actitud del muchacho. ―Y no tiene que hacerlo-, puede recordar aquel encuentro nuevamente con Gryffindor y el mal sabor de boca que le había dejado durante días. No teme, sin embargo, del hombre al que confesó su inquietud más grande con respecto a la orden y no es porque confié en él, no, Garry solo había estado dejando, por primera vez en tanto tiempo, que alguien hiciera lo correcto por él.

 

Le cuesta un poco más de esfuerzo pensar en lo último que ella le ha contado acerca de ese vampiro. Nuevamente se lleva las manos a la bolsa del pantalón guardando el libro en el espacio que existe entre su antebrazo y su estómago, mientras con pereza se recarga apenas en los estantes que ahora quedan detrás. Parece cansado, ese es su aspecto más común, aun cuando no lo está. Li es de pronto una persona aparentemente demasiado sentimental, protagónica, de intenciones inmejorables, pero al final de cuentas ofuscadas por los demás. Garry se sorprende que, ella siendo el centro de su propio mundo, se vea arrastrada por conflictos como estos.

 

Por supuesto, lo ha pensado ya, Li debe ser un detonante de emociones.

 

Quizá no pueda saberlo hasta que su vida esté en sus manos, Li-, en realidad no cree si quiera que ella lo supiera aun cuando esté a un movimiento de terminar con la vida del ser nocturno. Garry no puede entenderlo, a pesar de que él mismo lo ha hecho, dejarse llevar por los sentimientos que los demás causan sobre nosotros, pero aquello es tan instintivo que él no procesa esa información con facilidad. ―Hagalo, si se cree capaz-, se encoge de hombros despreocupadamente.

 

Y después de que lo asesine, ¿Qué pasa? -, pregunta vagamente, con la vista puesta en esas lámparas que se apresuran a quedar por encima de solo ellos dos. ― ¿Qué sigue después de eso? ¿Vuelve usted a estar bien? -, él no pregunta para hacerla cambiar de idea, pero sospecha que la joven Li, no es de las personas que ven lo que hay más delante de su presente. No está mal, pero podría encontrar una razón de sus preocupaciones en eso, si se esfuerza por arrastrar su pasado con ella, y sobrevivir el día a día, a alguien como ella, no podría sentarle bien. Aunque de eso tampoco puede estar seguro.

 

@@Li Xue Liu

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Mis oscuros ojos contemplaban el suelo, aunque realmente no prestaba atención a ello, bajo mis pies no había nada interesante, todo ello se encontraba frente a mi, pero no quería verlo. No sabia por qué había regresado, si era acaso la necesidad de desahogarme socialmente o era la repulsión que su aspecto me causaba. Su presencia me resultaba totalmente incomoda, y sin embargo admitía que aquellos extraños ojos me tenían encandilada.

 

Acostumbrada a que la gente de mi entorno fuera geneticamente similar, el encontrarme ahora con personas tan diferentes me resultaba interesante. Eso si, era curioso de ver, pero me alegraba no poseer ninguna cualidad tan llamativa. Garry no era el único que conocía así, la hermana del vampiro también poseía unos ojos diferentes, de un hermoso e inquietante color violeta. Tenia una enorme curiosidad por saber a que se debería esa tonalidad, pero aun no tenia la confianza suficiente como para preguntárselo.

 

Las palabras del mago me sacaron de esos pensamientos, lo que comentaba me resultaba tan molesto e irónico que ni me plantee replicarle. Era claro que en ningún momento me había pedido confianza, ¿Pero acaso esperaba que le contase mis intimidades a alguien que no conocía? Eso era algo que él bien sabia, al fin y al cabo este se había reservado de responder directamente a cualquier pregunta que fuese dirigida a él.

 

Sucumbí a mi deseo de volver a verle, levanté la vista y desee que no estuviese mirándome en aquel momento. Para mi suerte el pelirrojo no estaba centrando su atención en mi, algo que me alegraba, de hecho podía notar que se encontraba aburrido, o incluso molesto por haberle interrumpido su interesante lectura muggle. Aun así para mi asombro no dejó de hablarme.

 

Era claro que Garry no confiaba en que pudiese matar al vampiro, y aunque en principio ese pensamiento me hubiera molestado, en este momento me quitaba un peso de encima. No me había hecho ninguna gracia el sincerarme, así que lo mejor era que siguiese pensando en mi incapacidad para cometer tal acto. Sin darme cuenta me había llevado la mano al cuello, al lugar donde el muy maldito me había mordido, por suerte no había sido en el lado del tatuaje, no me hubiera gustado que lo estropease.

 

-Oh por supuesto- le respondí, aun manteniendo mi mirada en él -estoy segura que volvería a dormir a gusto- respondí sinceramente con una sonrisa.

 

Me preguntaba si su pregunta iría mas allá, encaminándose a algún sermón sobre el problema de traspasar la linea del bien y el mal. Me molestaría que una persona como él, llena de marcas de guerra, le diese por explicarme las consecuencias de tomar un camino mas oscuro. La verdad no esperaba que hiciese algo así, era claro que yo no era tan importante para él como para tomarse esas molestias.

 

Pero mi respuesta no había sido una mentira, tener que vivir bajo el mismo techo que el vampiro, me resultaba agotador. Vivía paranoica esperando que algún día entrase por la puerta de mi habitación mientras dormía, o peor, que tomase el control de mi vida sin que yo me enterase. Ante estos pensamientos terminé por perder mi sonrisa, dejé de prestar atención al Ollivander, para ponerme a escudriñar las estanterías de nuestro al rededor, preguntándome si habría por allí algún libro que me ayudase a saber mas sobre la naturaleza de mi enemigo.

 

-Pero bueno, tu has de saber de esas cosas ¿Verdad?- le pregunté seriamente -Mírate, es evidente que has tenido que lidiar con monstruos... y no pareces estar mal.

 

Mis palabras habían ido cargadas de desprecio y burla, pero no esperaba que hiciesen mella en él, ni siquiera esperaba que respondiese a ello. Seguí mirando a mi al rededor, aquella conversación me resultaba agotadora, no estaba acostumbrada a socializar tanto. Aunque por un lado sentía la necesidad de tener a alguien con quien hablar, pero por otro sabia que no era buena idea apegarme a nadie. Lo mejor seria irme de allí, antes de que comenzase a tener ideas est****as sobre la falta de amistades.

 

-Ya es hora de que me vaya- continué con rapidez, sin dejarle margen a palabra -¿Por casualidad no dejarán que me lleve algún libro, verdad?- pregunté decepcionada. -Da igual...- dije volviendo a mirarle -Gracias por esta... “agradable” conversación.- terminé regalandole una falsa sonrisa.

 

Me fui de nuevo, dejandole a solas con sus amados libros de química. El mundo era grande y a la vez pequeño, y aunque admitía que sentía un gran interés por saber mas sobre él, esperaba en el fondo no volver a verle. Mientras caminaba, notaba que en mi interior se habían ido despertado sentimientos nuevos, algunos esperaba que se quedasen conmigo, pero otros eran mejor que se quedasen aquí junto al mago.

 

 

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  • 3 semanas más tarde...

Sísifo:

 

 

Contemplé las estatuas de oro con admiración. No sabía por qué de entre todos había escogido aquel lugar para continuar con nuestra cita. Para mí, una biblioteca era un espacio sumamente íntimo, sagrado, y precisamente por eso me parecía adecuado arrastrar a Leah a aquella aventura, porque su aura estaba impregnada de sacrilegio. La atracción inexplicable de lo prohibido. Esperaba encontrar un rincón entre las estanterías donde cobijarnos, lejos de los pocos estudiantes que frecuentaban el edificio en aquella época del año.

 

Eché la vista hacia atrás, como para asegurarme de que Leah me seguía. A veces me parecía que todo aquello pudiera ser un sueño, una suerte de ilusión evaporable. Pero allí estaba, caminando como una bailarina experimentada, ondeando su cabello dorado. Nos adentramos en aquella biblioteca, que olía a pergamino, tinta y ansiedad estudiantil, hasta perdernos por sus pasillos laberínticos iluminados por lámparas flotantes.

 

Una esquina, tenuemente invadida de brillos cálidos, me pareció el sitio perfecto para asentarnos. Me desplomé en el suelo, sin tapujos, invitándola con la mirada. Extraje de mi monedero de piel de Moke mi cámara analógica y un diminuto reproductor de música. Procuraría encenderlo a un volumen muy bajo para no delatarnos. Busqué en la lista. El Acto 3 del Lago de los Cisnes, cuando Odile hace su aparición.

 

––Sé que es muy típico... ––confesé, avergonzándome–– pero el cisne negro me recuerda tanto a ti.

 

Mis ojos brillaron como un cristal traspasado por la tormenta. Me acerqué muy despacio, como si de repente temiese que algo fracasara y el hechizo se rompiese devolviéndome a una realidad inhóspita. La besé como se besa a quienes no se puede olvidar jamás.

 

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Por primera vez en varias horas, desvió la atención de Sísifo para centrarse en algo más. Sus ojos estudiaron con admiración la biblioteca, las tapas de los libros le fascinaban. Nuevas, viejas, rotas o inexistentes, eran para ella un paraíso. Podía pasar horas leyendo, tenía tantas bibliotecas pequeñas dentro de su castillo que era una tonteria pensar que los hubiese leído todos. Pero lo había hecho, a excepción de una parte pequeña en comparación. Si Sísifo tenía idea de a dónde la había llevado o no, no le importaba, sentía ganas de besarlo.

Giró cuando él lo hizo y lo miró sentarse, esbozando una sonrisa. Le gustaba su simpleza, la inocencia que no dejaba de desbordar con cada una de sus acciones. Con un pequeño salto se ubicó frente a él y se sentó con las piernas cruzadas, ocupando el resto del pequeño pasillo para no perder ni un espacio entre los dos. Sentirlo cerca era un bálsamo, aunque no tuvier ningún mal. Apoyó las manos en sus rodillas, esperando a ver con qué novedad le saldría a continuación.

-¿Qué es eso? -preguntó, con el ceño fruncido, refiriéndose al reproductor.

Pero cuando sus labios formaron una "O" perfecta, no se supo con exactitud si era al comprender lo que hacía el aparatito o lo que estaba escuchando. Lo miró una vez, luego al reproductor y luego otra vez a él. ¿Estaba dando excusas?

-Es perfecto.

Recibió su beso como quien espera a un esposo después de irse a la guerra, tratando de demostrarle cuánto le encantaba todo aquello.

-Esto... me hace muy feliz -murmuró sobre sus labios, sonriendo-. Los libros, el Lago de los Cisnes. Tú. Hay un arreglo en piano que me gusta mucho, prometo mostrarte. Hace mucho no toco pero seguro que aún suena decente. Ahora, enséñame.

Señaló la cámara y le robó un beso antes de alejarse, podría besarlo todo el día. Estaba enamorada, sin duda.


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Sísifo:

 

 

 

 

 

La presión de sus manos en las rodillas me hizo estremecer. Bajé la mirada al suelo, vencido por una repentina timidez. Mis reacciones ante Leah eran asombrosas. Hacía mucho tiempo que no sentía semejante nerviosismo, como si de pronto hubiese olvidado por completo qué se hacía en estas situaciones y tuviese que actuar por pura intuición. Mi experiencia disuelta en la suavidad de sus dedos al rozarme. Me percaté de que estaba temblando.

 

––Me alegro de que te guste. ––Murmuré. El aliento sobre mis labios era sofocante como asomarse a un ascua hirviendo.

 

Me apoyé en la estantería, sostuve la cámara en mis manos y endurecí la expresión, poniéndome serio de pronto. Cuando tenía que explicar algo, me volcaba completamente en ello, y no había espacio para titubeos. Le conté brevemente la relación entre la velocidad de obturación, el diafragma y la exposición, confiando en que Leah captaría aquellos conceptos enseguida. Le señalé aquellas resistencias metálicas, algo encasquilladas por los años, y comencé a moverlas de un lado a otro para ilustrarle los cambios. Después miré a través del visor, comprobando el exposímetro centrado, que indicaba una correcta iluminación, y le cedí la cámara a Leah para que hiciese otro tanto, no sin antes capturar aquel instante: la chica observándome con los ojos muy abiertos, bañada de un tono anaranjado por las luces de la estancia, el polvo flotando en diminutas esferas ingrávidas a su alrededor.

 

––Ahora, si lo has entendido, soy todo tuyo ––sentencié, esbozando una media sonrisa–– posaré como quieras.

 

@Leah Ivashkova

 

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Disimuló la sonrisa que se le había dibujado ante aquella imagen de concentación, no sin un poco se esfuerzo, aunque tenía serias dudas de si Sísifo sería capaz de concentrarse en su cámara y en ella a la vez. No daba esa impresión, parecía tan sumido en su tarea que resultaba adorable. Se obligó a sí misma a mirar la cámara y a enfocarse en lo que tenía que hacer a continuación, el concepto de chica tonta con la mentalidad de una nuez no encajaba con ella. De una forma u otra, conseguiría una primera foto que no tuviera más que pequeñas observaciones y sin dañar la cámara en el intento.

No podía decir que no era complicado, lo era, pero tomó el reto con seriedad y no lo interrumpió más que para hacer alguno que otro sonido que reflejaba entendimiento o que expresaba preocupación. El asunto de la luz era el que más le preocupaba pero una vez que tuvo el aparato en las manos, que daba la impresión de ser más grande en ellas que en las de él, comprendió a qué se refería en sus explicaciones previas. Miró a través de ella al vampiro, notó que le gustaba ver su expresión a través del lente. Sonrió.

-¿No se suponía que debía ser natural? -sacó la lengua en un gesto tan infantil que a ella misma le dio risa, cuando Sísifo sonrió, se escuchó el click que había inmortalizado el momento-. Esa es mía, se me ocurre un lugar para ponerla.

No había terminado de decirlo cuando supo que acababa de decir algo comprometedor. Comprobó si le molestaba y como no vio nada alarmante, se acercó a él para besarlo. Su posición requería equilibrio para lograrlo y para ello, teniendo una mano ocupada por la cámara, colocó la mano libre en el espacio que quedaba entre las piernas de Sísifo. Sus labios estaban ya acostumbrados a los de él, era una sensación agradable, le provocaba un cosquilleo en la boca del estómago. Giró la cabeza en un punto y otro click resonó en la biblioteca. Sonrió.

-Esa puedes guardarla tú.

Había salido torcida y desenfocada, pero era algo que aún no verían, faltaba revelarla. Pero tal vez a Sísifo no le importaría. Dejó la cámara en un lugar seguro y se levantó un poco, hasta acomodarse con agilidad en el mismo espacio que había utilizado como punto de equilibrio, sus piernas entrelazadas chocaban con la estantería de al frente.

-¿Cuál es tu libro favorito? -preguntó, con la espalda pegada a su pecho.


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Sísifo:

 

 

 

 

 

Cuando se apoyó para sostener el equilibrio, me mordí el labio. Sentí un escalofrío. ¿Aquel movimiento habría sido casual o premeditado? En cualquier caso, yo ya estaba descendiendo hacia la irracionalidad. Leah colocó la cámara a buen recaudo antes de acomodarse sobre mí, entrelazando nuestras piernas. El calor de su espalda era asfixiante como el interior de un invernadero. Me atreví a abrazarla por la cintura, mezclando nuestras temperaturas. Mis labios sobre su hombro recorrían un camino tortuoso en forma de chispas diminutas. Sentía como si ya hubiésemos estado así antes, en circunstancias similares, tan juntos.

 

––Me gustas mucho. ––Murmuré, con la voz temblorosa.

 

No se me ocurría qué más añadir, porque en cierto modo sobraban las palabras. Y eso era sumamente extraño para mí, una persona para la que la expresión era tan fundamental. Me retiré con cuidado, de la manera más suave posible. Parecía que nuestros cuerpos se entendían, moviéndose como dos engranajes compenetrados. Retiré el pliegue de su túnica blanca, descubriendo la tersitud de su piel. Cogí la cámara. Mis manos operaban lentamente. Contemplé la imagen a través del visor, aquel instante que se inmortalizaría. Leah, sus labios entreabiertos, un mechón de pelo disperso sobre su frente, separado del resto. Pulsé el disparador.

 

Me acerqué para besarla, a gatas, tumbándome entre los libros.

 

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