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Biblioteca de Alejandría


Pik Macnair
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Parecía no tener respuesta pronta de sus acompañantes, y para ese entonces comenzaba a observar por el rabillo del ojo que podrían aparecer nuevos problemas si continuaban llamando la atención notoriamente. La mujer que había iniciado el escándalo en respuesta al intento de magia de Koseh estaba siendo retirada de la escena finalmente por los hombres de seguridad, y era notorio en su rostro que no estaban nada contentos con lo que había sucedido.


El joven mago tragó saliva repentinamente al notar esto. Su brazo en el que sujetaba su varita se aflojó repentinamente, como casi dando un paso hacia atrás ante la reacción. No quería causar mayores problemas, y mucho menos a quienes amablemente se prestaron para poder ayudarle a pesar de ser el causante de todo.


Su mirada se volvió algo triste mientras se dirigía fija hacia el piso, pensando profundamente en sus acciones. No había escuchado claramente lo que se estaba aconteciendo, pero la chica que se había quedado a su lado le dirigió la palabra, sobresaltándolo levemente.


- Eh, ¡es cierto! Así lo haré... - expresó en respuesta, con cierta sorpresa en su tono de voz. Parecía que Koseh no había procesado la idea tan rápidamente - Koseh... Soy Koseh Oybagash. Lamento de verdad los problemas causados - añadió, con más decisión. Había caído en la cuenta que todavía no se había presentado a sí mismo.


Parpadeando un par de veces, el chico notó que la joven -que había parecido descolocarse en un inicio- había sacado su varita y la comenzaba a usar para ordenar los libros que el encantamiento convocador había desatado. De pronto, la mano en la cual sujetaba su propia varita se estaba moviendo rápidamente sin que pudiese controlarla. Era como si la propia varita blanca dirigiese sus movimientos y usara al mago como una herramienta, imitando el mismo encantamiento que Mei había realizado con la suya.


Por otro lado, el semblante de Koseh había cambiado repentinamente: de un joven algo inseguro y tímido había pasado a tener una mirada firme, decidida y profunda. Sus ojos brillaban con un negro azabache tan oscuro como la noche sin luna, y había acompañado los movimientos de su varita con su propia aparente voluntad.


El resto de los pesados tomos se elevaron repentinamente, y con un vaivén de la varita se desplazaron inmediatamente y a gran velocidad directo hacia los lugares de donde habían salido; cada libro por una trayectoria diferente, evitando encontrarse con los obstáculos en su camino, hasta detenerse y depositarse con suavidad en sus lugares correspondientes de la Biblioteca.


Después de terminar su muestra de magia, Koseh bajó su varita con suavidad. Lentamente y parpadeando con suavidad parecía volver a su semblante habitual; su mirada había cambiado a curiosidad y extrañeza. Parecía levemente confundido, como sin saber qué había sucedido a su alrededor por un instante. Lo que más le extrañaba era la sensación en la mano donde portaba su varita, la cual se sentía curiosamente cálida al tacto.


"¿Qué? ¿Qué fue... lo que sucedió?", pensó para sí mismo. "No recuerdo haberle indicado a mi varita que hiciera algo en particular, ni tampoco pensado... ¿Habrá sido parte de mi poder que no recuerdo?".

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Con el rabillo del ojo notó que el hombre, quien acababa de presentarse como Koseh había sacado su varita y la ayudaba a reacomodar los libros que habían salido disparando hacia el mismo punto de encuentro. Poco a poco los tomos fueron acomodándose donde correspondían, a lo cual al cabo de unos pocos minutos, todo volvía a estar en orden y las personas que se habían volteado a observar todo lo acontecido, volvían a centrarse cada uno en lo que había estado haciendo.

 

En cuanto terminaron, Mei guardó su varita y se acercó a Koseh.

 

Mi nombre es Mei, Mei Delacour. No te preocupes, este tipo de problemas no son nada para mí ―le respondió al fin, soltando una risita nerviosa al final, pero entonces notó que el muchacho parecía estar concentrado en otra cosa, como si algo no estuviera bien en él―. Oye, ¿te encuentras bien?

 

Sin estar muy segura, tocó levemente el hombro de él, intentando ver si le sucedía algo.

 

Pero entonces se percató de que un sollozo provenía desde uno de los pasillos, a lo cual comenzó a mirar a su alrededor rápidamente. Fue entonces cuando notó que la chica que había intentado fugarse, en realidad ya no lo hacía, sino que iba con libros en la mano dirigiéndose a una de las secciones de la biblioteca.

 

Tu amiga está llorando… ¿crees que deberíamos ver qué le sucede? Si es que te encuentras bien tú también…

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Mientras estaba sumido en sus pensamientos ante el extraño acontecimiento que había tenido lugar en su interior y exterior, Koseh reenfocó su visión en la chica que tenía a su lado. Se había presentado como Mei Delacour, y parecía una joven amable en su actuar; su risa nerviosa había hecho que parte del nerviosismo inicial del joven se esfumase tal y como había llegado a él.


"Mei Delacour", repitió rápidamente en su mente el chico, y una nueva memoria surgió con velocidad en su cerebro. Días atrás, el mismo tipo misterioso y encapuchado con quien se había encontrado en una taberna y quien le había advertido de ciertas personas había incluido el nombre de Mei entre ellas. Pero en esta ocasión y recordando la actitud de la chica, Koseh desestimó el consejo de aquél sujeto misterioso. La chica de cabellos castaños no parecía en absoluto ser alguien molesta ni peligrosa, sino todo lo contrario. Su amabilidad le llamaba bastante la atención, sobre todo considerando que apenas se habían conocido hace unos minutos.


Una sonrisa tenue apareció en el rostro del mago mientras trataba de poner sus pensamientos en orden.


- Eh, sí, estoy... - comenzó, pero no pudo continuar la frase. Mei había tocado su hombro con suavidad; fue como si una corriente eléctrica remeciera el interior del cuerpo del joven. Un destello breve en sus ojos les había hecho cambiar de color a un negro azabache oscuro, casi imperceptivo en duración. La varita que sostenía aún en su mano diestra brilló profusamente por un segundo antes de volver a su estado natural.


- ...bien - murmuró finalmente, medio desorientado. La voz de Koseh se había vuelto más profunda, como si mostrara seguridad absoluta en sus acciones. Esta vez, el mago sí se había dado cuenta del cambio.


No obstante, no podía preocupar más a quien le había prestado ayuda desinteresada y además continuaba preocupándose de su bienestar a pesar de los problemas que había causado -aunque Mei había dicho que no era un inconveniente que fuera incapaz de manejar. Cerrando los ojos con solemnidad y sonriendo suavemente en señal de agradecimiento, Koseh tocó con sutileza con sus dedos sobre la mano de la joven, buscando darle a entender que todo estaba bien.


Pero entonces un ruido similar a un sollozo se dejó escuchar de uno de los pasillos, curiosamente de donde habían llegado la mayor cantidad de libros que el mago había atraído con el encantamiento convocador. Mirando también hacia la dirección del sonido pudo notar que la primera chica en ayudarle y que parecía haberse ido del lugar en realidad se había alejado de donde estaban. Sus acciones cambiantes habían desconcertado previamente a Koseh, pero no podía reprocharle nada después de experimentar en sí mismo emociones que no parecían ser de él.


Entonces cayó en la cuenta que aún mantenía el contacto físico sobre la mano de Mei, y rápidamente retiro sus dedos del lugar, entre avergonzado y asustado. Se había sonrojado levemente por lo que consideraba una osadía de su parte, y no quería que el asunto se malinterpretara más allá o se saliera nuevamente de control. Curiosamente, le pareció que su varita blanca había actuado nuevamente por sí misma cuando sintió el contacto de la chica. Estaba seguro que algo se había desplazado hacia Mei en ese instante, pero su inexperiencia y desconocimiento del tema le hizo dudar de la sensación, incluso como si no hubiera sucedido realmente.


Mei le había dirigido nuevamente la palabra, señalando lo que ocurría en el pasillo contiguo con la otra joven.


- Tienes razón, deberíamos ver qué le sucede - repitió con más seguridad ante su pregunta. - Aunque no es mi amiga... - murmuró para sí.


No sabía si debía responder inmediatamente a su propia intriga interna, pero sabía que quizás no se daría una nueva oportunidad de resolver las incógnitas de su propio pasado.


- A decir verdad... no estoy del todo bien. Mei, si no es mucha molestia, me gustaría hablar contigo luego - señaló con cortesía. Se sentía en confianza de tratarla de tú ante el trato recibido. - Hay algo muy importante para mí que necesito resolver, y creo que eres la indicada para ayudarme con eso...-


Mirando en dirección de donde provenía el sollozo, Koseh encaminó sus pasos hacia la joven que estaba de espaldas a ellos. En ese momento se recargaba sobre el estante cercano, y parecía componer una sonrisa para tranquilizarse.


- Disculpa... - comenzó el joven; no recordaba si le había dicho su nombre anteriormente. - ¿Te encuentras bien? ¿Podemos ayudarte en algo? -

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Me tenía que tranquilizar. No debía de volver a la cafetería con aquella actitud o Jessie se preocuparía y nada bueno saldría de eso.

 

 

Terminé de limpiar mis ojos viendo mi reflejo en uno de los cristales de la estantería de enfrente. Mis verdes ojos volvían a brillar. Ahora más que nunca le hubiera gustado poder poner en práctica la habilidad que Jessie le había enseñado.

 

Solte aire por mi boca alejando un mechón de mi ojo derecho el cual volvió a colocarse sobre el mismo cuando el aire se fue.

 

Comencé a quitar el mechón de mi cara cuando pegue un brinco al escuchar la voz del choco extraño cerca de mi. Voltee a verlo furiosa pero al escuchar su pregunta intenté sonreír.

 

-No te preocupes, estoy bien... Solo me asusté... Mi protectora suele ser muy sobreprotectora conmigo y no le gusta que me meta en problemas

 

Sonreí de lado intentando tranquilizarlo dando un paso atrás poniendo distancia. Mi sonrisa volvió a apoderarse de mi semblante mientras buscaba la forma de salir de esta.

 

-Me alegra que estés bien, yo debería irme o mi madrina se va a enojar

 

Poco a poco volvía a mi vivaz forma de ser, tendría que hacerlo antes de salir de aquel lugar.

 

-Fue un placer conocerte y tener más cuidado con dónde utilizas los hechizos de invocación... Por cierto, soy Viana De Roca Gris, nos veremos

 

Rodee al chico sin tocarlo con una enorme sonrisa en mis sonrisa dos labios y comencé a saltar en dirección a la salida de la biblioteca cuando pare abruptamente al ver aquella cabellera rojo como el fuego y sus grises ojos furiosos.

 

-Estoy muerta- murmuré sin moverme de mi lugar abriendo mis ojos sorprendida por verla ahí.

Editado por Jessie Black Lestrange

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¿Era imaginación suya o Koseh había cambiado casi de forma imperceptible su forma de hablar y comportarse?

 

Estuvo a punto de preguntarle nuevamente, pero fue entonces cuando el hombre reaccionó, dándole apenas un toque en su mano para darle a entender que realmente se encontraba bien, por lo que no dijo nada. No estaba en condición de insistirle a un desconocido, ni tampoco lo haría, cada uno era consciente de sus propias facultades, y si él decía que no le pasaba nada, así debía ser realmente, ¿no?

 

Para cuando cayó en cuenta, el muchacho seguía manteniendo el contacto con su mano, ya llevaba varios segundos así… hasta que al fin pareció percatarse y la apartó con rapidez. Mei no dijo nada, se limitó a colocarla a un lado de su cuerpo. Pero la misma temblaba levemente, ella era consciente de ello. Entonces, aquel miedo casi irracional no se había disipado del todo como creía…

 

Soltó un suave suspiro a la vez que ocultaba su mano en el abrigo que llevaba, aunque en realidad parecía un gesto casual, por lo que nadie se daría cuenta. Comenzaba a pensar que la mañana no sólo era atípica, sino que ya era larga. Había olvidado lo que era socializar con gente que no la conociera, a fin de cuentas, todo el mundo parecía conocerla por su “título” luego de su relevación, lo cual conllevaba que la evitaran para eludir problemas.

 

Se dispuso a ir en busca de la muchacha que lloraba, pero apenas dio un paso cuando Koseh retomó la palabra, admitiendo que no se encontraba bien, seguido de una petición que la hizo abrir muy grande los ojos.

 

Permaneció en el lugar, bastante descolocada con aquello último, a lo cual hizo que quedara sola, ya que el otro fue en busca de la otra chica. Parpadeó un par de veces, ¿qué tan confiable era aceptar una petición como esa? Su instinto le decía que para nada.

 

Tardó en volver a retomar el paso que había dado en un principio, pero apenas lo hizo, se vio interrumpida nuevamente al ver que la muchacha se despedía de Koseh antes de salir casi a la carrera –una vez más- en dirección a la salida, pero esta vez de forma decidida a huir cuanto antes, pero por segunda vez se frenó antes de lograr salir del edificio. ¿Habría olvidado algo?

 

No, ni mucho menos, al parecer se había encontrado con alguien que reconoció, y que a los segundos después, Delacour también lo hizo.

 

Debe ser una broma ―murmuró por lo bajo.

 

Su rostro, tranquilo y pensante en un momento, ahora se había endurecido al punto de mostrar una máscara de frialdad, la cual solía colocar cuando trabajaba dentro del Ministerio de Magia. Era la que le mostraba a aquellos de los cuales desconfiaba, sobre todo alguien que parecía tener sus memorias tan alteradas como Jessie.

 

Ya debo irme, ―habló nuevamente, esta vez en voz alta, dirigiéndose al muchacho― pronto tengo una clase en uno de los ateneos, y no puedo llegar tarde. Espero tengas buen día…

 

Hizo una pausa. Aún no se encontraba ni segura ni cómoda con el inesperado pedido de Koseh, por lo que pensó rápidamente en algo antes de decirlo:

 

Dolce & Gabbana, ―dijo al fin, mirando de lado al hombre― allí puedes buscarme.

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Viana de Roca Gris

 

Aventurera, intrépida, aguerrida, que rompía las reglas... Sí, regularmente eran cosas que Jessie solía decirme para referirse a mí y aunque en el pasado eso me ayudó a mantenerme viva y cuerda en aquel lugar, ninguno de aquellos seres me daba tanto miedo como ella.

 

Jesseca, parada en frente de mi, con su actitud sería y desepcionada de mi. Desvie mis verdes ojos al reloj de pulsera y supe porque estaba molesta.

 

Su mirada se desvió a alguien detrás de mí; con cuidado y simple curiosidad voltie a ver a quién observaba y por qué sus facciones parecieron endurecerse por un mili segundo para después poner esa máscara de carisma que tenía para con todas las personas.

 

Eso era lo que me daba más miedo de ella. La forma tan rápida para cambiar sus facciones de acuerdo a la situación lo demandaba. Y ella solo ponía esa cara con personas con quiénes debía de fingir ser alguien que no era.

 

¿Era acaso que ellos dos eran peligrosos?

 

Temerosa, me acerque a dónde estaba Jesseca, sonriendo de lado con indiferencia siguiéndole el juego, llegué a su lado saltando frente a ella y sintiendo su escrutinio de arriba abajo.

 

-¿Estás bien? No te han hecho nada ¿O sí? - me preguntó revisandome con minusiocidad y observando mis facciones.

 

Rodé los ojos con cansancio, ya sabía yo que vivía bajo amenaza pero llegar a ese grado.

 

-No sé si estás preocupada por mí o por tí - le respondí cruzandome de brazos en voz baja, casi inaudible mientras veía como Jesseca tocaba uno de sus anillos sintiendo como el aire a nuestro alrededor cambiaba -De nuevo esa cosa... Jesseca, en serio, no hay nada que temer

 

Ella negó fingiendo que me veía pero yo sabía que en realidad veía sobre mi hombro. Su calidad sonrisa ocultaba a la perfección, para aquellos que no la conocían, su postura firme y altanera. Y aunque sus grises ojos brillarán, yo sabía perfectamente que no era por amabilidad, sino una pantalla que había desarrollado para que no vieran la crueldad que destilaba de los mismo.

 

-Vámonos ya, perdón por haberte hecho venir, solo que ocurrió algo y debía ayudar... Bueno no debía pero sabes cómo soy- bajé la cabeza apenada mientras me colocaba a su lado y jalaba su mano.

 

-Eres todo lo que yo perdí y tranquila, que hables en tu voz normal no hara que te escuchen, no pueden hacerlo- sonrió con esa malicia que yo le conocía tan bien al acariciar aquel extraño anillo, pero que a ojos de extraño podía pasar por una sonrisa sincera.

 

-Vamos Jesseca... Le pediré a Uri que venga por lo que debo estudiar

 

La vi asentir sin despegar la vista de la mujer que nos había ayudado. Al parecer el chico que causaba problemas le era indiferente; me encogí de hombros y sonreí a los dos agitando la mano para despedirme al tiempo que sentía la mano de Jesseca en mi espalda sacándome de la biblioteca.

Editado por Jessie Black Lestrange

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El joven había notado con gran claridad que su petición inesperada había pillado por sorpresa a Mei. La chica se había quedado detenida en el lugar mientras Koseh se dirigía a ver la fuente del sollozo que ambos habían escuchado inicialmente. Internamente, el mago sentía que había sido demasiado impulsivo con alguien que estaba conociendo hace sólo unos cuantos minutos -aunque le haya prestado su ayuda-, pero algo en su interior le decía que de no haber aprovechado esta oportunidad, difícilmente ocurriría de nuevo.


Después de haber preguntado a la joven sobre su estado emocional actual, Viana terminó por sobresaltarse ante la voz del mago. La mirada de furia que le había dirigido hizo que Koseh inconscientemente retrocediese un paso por la sorpresa, aunque se notaba que buscaba corregir lo anterior al intentar componer una nueva sonrisa que -por primera vez- no parecía estar de acuerdo con sus verdaderas emociones.


- Sí, entiendo... Tu protectora debe ser alguien muy estricta contigo - comentó en respuesta con sutileza, más como analizando lo que ella decía que como forma de empatía. La joven retrocedió un paso más intentando sonreír; parecía incómoda por dentro.


- Muchas gracias, - contestó Koseh luego de que la chica mencionase a su madrina. Tal vez, ella era su protectora también - lo mismo puedo decir. Practicaré mejor mis hechizos desde ahora. Mi nombre es Koseh, Koseh Oybagash. El placer es mío -


Antes que Mei o Koseh pudiesen reaccionar de nueva cuenta, Viana buscaba retirarse de la Biblioteca con gracilidad y prisa; no obstante, la aparición de una joven de cabellos rojizos y largos le hizo detenerse en seco. Incluso al mago le pareció que el ambiente alrededor gestaba un cambio, como si se pudiese cortar con un cuchillo por la tensión presente. Tal parecía que la jovencita que había llegado a buscar a Viana era su protectora o su madrina, como la misma le había definido durante su breve explicación anterior. Sólo eso explicaría la actitud de protección que parecía mostrar con Viana.


De reojo, el mago observó el rostro de Mei: ante la aparición de la desconocida, sus facciones se habían vuelto levemente más rígidas. Algo parecía haber murmurado, pero Koseh no había logrado escucharla del todo. Por otro lado, las jóvenes parecían conversar algo privado entre sí, ya que el chico no era capaz de apreciar siquiera un murmullo entre ambas; posiblemente se hubiesen valido de algún sortilegio para evitarlo.


La joven Delacour se dirigió con voz alta al muchacho, sobresaltándolo levemente: ella también estaba anunciando su salida. La mirada fría que había presentado ante la llegada de la protectora de Viana se mantenía aún en su rostro, lo que hizo a Koseh sentirse algo intimidado, además de compungido. Temía que también su actitud se hubiera visto condicionada por la petición que le había hecho momentos antes.


- Ah... Sí, entiendo..., - murmuró en respuesta, con su voz una octava más baja y retirando su mirada hacia un lado ante la vergüenza que sentía internamente. - Disculpa por entretenerte estando tan ocupada, y muchas gracias por todo nuevamente - señaló.


No se esperaba que la chica le respondiese algo más sobre su petición. De todos modos, ¿por qué debería de ayudar a un perfecto desconocido que, además de haber generado un alboroto ante el cual le había defendido y demostrar comportamientos extraños, le solicitaba abiertamente un pedido? Aunque su mirada se hubiese mostrado fría y distante, algo le hizo pensar a Koseh que Mei se debatía por un instante entre la duda y la incomodidad.


- ¿Qué? ¿Dolce & Gabbana? - repitió Koseh, parpadeando desconcertado por dicha respuesta algo misteriosa para él.


Desde lejos, Viana se había dado la vuelta y se despedía de ambos jóvenes antes de irse con su protectora de la Biblioteca. Había pesquisado con el rabillo del ojo aquel movimiento, pero el chico estaba más concentrado en lo que Mei le había mencionado, por lo que no alcanzó a reaccionar a la despedida a tiempo. Para cuando quiso hacerlo, Viana ya se había retirado del lugar.


Koseh se sintió incómodo. En ese tan breve lapso de tiempo hizo memoria de la extraña situación en la que había terminado, y qué había sido el causante de que ello pudiese ocurrir. ¿Cómo es que su varita reaccionaba de esa manera tan extraña y peculiar ante el contacto con la joven de cabellos castaños? Y también, ¿por qué notaba como si pudiera sentirse más seguro y determinado de lo que siempre había sido ante su contacto físico? Inconscientemente, apretó en su mano diestra con firmeza la varita que sostenía en respuesta a la angustia de todo lo que había experimentado hasta ahora, como si su compañera fuese la causante directa de dichas emociones.


"¿Por qué? ¿Por qué me está sucediendo esto?", se preguntó a sí mismo con temor.


Mas, la varita de colores blanquecinos similares a la nieve brilló una vez más como si actuase en respuesta a la pregunta del mago, y Koseh se vio fuera de la escena donde estaba realmente para encontrarse de pie en un lugar completamente diferente. Parpadeando asombrado y estupefacto, notó que de pronto se encontraba en un terreno rodeado de un hermoso y abundante pasto verde, algunos árboles y un majestuoso lago que parecía coronar la zona. A lo lejos podía divisar una enorme edificación similar a un castillo, la cual el chico no podía reconocer. Misteriosamente, se había hecho de noche, ya que la luz de luna llena era lo único que iluminaba el lugar.


A unos metros de distancia, tres jóvenes (un muchacho y dos chicas) de una edad algo inferior a él interactuaban entre sí. Parecía ser una especie de altercado, ya que una de las jóvenes de cabellos castaños estaba enfrentando a los otros dos, mientras el muchacho le miraba desafiante y protegía con su brazo extendido a la otra chica, quien se había refugiado detrás suyo. Era claro que todo se trataba de un recuerdo, ya que ninguno de los jóvenes había reparado en la presencia del mago que los observaba con cautela y cierto desconcierto.


- Veo que no te agrada estar conmigo o con Heko aquí, así que mejor te dejamos en paz así te calmas un poco - había expresado la chica junto al muchacho, para luego tomarle de la mano y arrastrarle con ella ante su mirada de sorpresa, la cual parecía haber cambiado a incomodidad y tristeza al ver a la primera bruja que se les había enfrentado. Había algo extrañamente familiar en esa chica, como si ya la hubiera visto antes.


- ¡Mei! ¡Intenta parar esto! - gritó luego y por sorpresa la joven aislada, quien se había agachado a recoger una roca del suelo y la arrojaba a los otros dos, que se alejaban de espaldas.


"¿¡Qué!?", exclamó sobresaltado Koseh, tanto por el nombre que había escuchado como por la acción que la otra joven había realizado. La aludida se había dado vuelta para ver lo que ocurría, pero antes que fuese golpeada, el chico de cabellos azabaches había reaccionado y desviado el proyectil con un golpe de su brazo, mandando la roca hacia el lago cercano.


- ¡Basta ya! Es suficiente de tantas tonterías... - había contestado el joven al que llamaban Heko, quien parecía realmente enfadado aunque no se expresase completamente en sus facciones, sino en la fiera mirada que irradiaba. La bruja atacante no se amilanó ante esto, pero por precaución no pareció reaccionar nuevamente.


- No le hagas caso, no vale la pena perder el tiempo con ella - le había dicho Mei a su compañero, en un claro intento de calmar el ambiente, aunque dirigiéndole una mirada fulminante a la otra joven. Entonces los dos comenzaron a alejarse del lugar, dejando atrás a la persona que les había atacado.


De pronto, el ambiente alrededor comenzó a volverse algo más nebuloso y opaco. Con dificultad para mover su propio cuerpo, Koseh caminó tras los chicos que se alejaban, ya que ahora era más que claro para él quien era la chica de pelo castaño junto al muchacho; lo que no sabía era por qué estaba viendo esta escena. ¿Habría sido parte de sus recuerdos perdidos de antaño? Pero, de ser así, ¿no habría estado él, Koseh, participando de dicha escena también? Mirando hacia ambos lados con rapidez, pudo observar que las únicas personas cerca en ese lugar eran ellos cuatro, contándose.


Mei, que parecía algo más joven que aquella a quien había conocido en la Biblioteca, se había sentado en una roca y miraba a su compañero con preocupación.


- Perdón por lo que pasó, no era mi intensión involucrarte en algo como esto. Pareciera como si siempre que nos encontramos debe ir aparejado con alguna extraña situación - le dijo, riendo suavemente ante las últimas palabras, como si recordase un suceso divertido que hubiese ocurrido entre los dos. El joven sonrió.


- No tienes nada de qué disculparte. Aunque haya pasado algo entre ustedes anteriormente, la actitud de esa chica llamada Tonkk fue la que inició todo esto. Y ni de broma me habría quedado de brazos cruzados viendo cómo te lastimaba...- mencionó el tal Heko, poniéndose serio un momento. A Koseh le había sorprendido la intensidad de las palabras del chico; le parecía increíble que alguien pudiese ser así de determinante en su actuar, especialmente para proteger a otra persona.


Si él también pudiese ser así...


Entonces, espontáneamente la escena había vuelto a cambiar. Nuevamente tenía a Mei mirándole de lado; no obstante, se notaba más adulta y segura en su actuar que la joven a la cual había visto en ese destello de recuerdo, que no parecía haberle llevado más que unos cuantos segundos al interior de la mente de Koseh. Levantando la mirada, el joven mago asintió.


- Está bien, iré a buscarte a ese lugar entonces. ¿Podría ser más tarde, cuando hayas terminado con tu clase? - le consultó en respuesta con plena seguridad.


"Si ese recuerdo que vi y mi varita están relacionados directamente con esta chica, puede que ella sea la clave para obtener las respuestas que he estado buscando", pensó nuevamente para sí. La varita blanquecina como la nieve todavía se sentía cálida al tacto en su diestra.

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Su mirada se desvió nuevamente a las mujeres que se encontraban en la entrada. Podía notar que ambas se encontraban hablando, tal vez demasiado bajo, o tal vez protegidas por alguna magia, pero eso no era algo que le interesara. Jessie observaba a Mei con una sonrisa en su rostro que, a juzgar por Delacour, no encajaba con ella. La dulce e inocente Jessie había muerto ya mucho tiempo atrás, era consciente de ello.

 

Ante este hecho y casi sin percatarse, su ya activada protección mínima de oclumancia, protegiendo sus pensamientos y memorias más importantes, aumentó, dejando fuera de su mente a cualquiera que intentara penetrar. Sería como rebotar contra una pared invisible.

 

Desvió la mirada de ese par, volviendo a mirar de reojo al muchacho, quien parecía perdido en sus propios pensamientos o por algo más, pues miraba fijamente a la nada misma, sin enfocar del todo su vista. Frunció el ceño, dispuesta a hablarle nuevamente, pero entonces volvió a enfocarse y se dirigió directamente a ella.

 

Con el rabillo del ojo alcanzó a detectar que tanto Jessie como la otra muchacha ya se iban de la biblioteca, lo cual la relajaba un poco.

 

Sí, claro, supongo que en la tarde estará bien ―dijo, no muy segura de por qué aquella urgencia de parte del muchacho―. El local se encuentra en el Callejón Diagon, no creo que sea difícil encontrarlo. Bueno, ya debo irme, nos vemos luego.

 

Levantó una mano y la movió levemente a forma de saludo antes de comenzar a caminar en dirección a la salida.

 

Si bien debería haberse encontrado emocionada o ansiosa por comenzar su nueva clase en el ateneo, muy por el contrario nada de ello pasaba por su mente. Su cabeza repasaba los hechos acontecidos en aquel lugar, los extraños encuentros de aquel día…

 

«Concéntrate, luego tendrás tiempo de pensar en eso. Ahora, una clase de legilimancia nos espera»

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La joven Delacour le había contestado positivamente, lo que a Koseh le alivió en su interior. Todo parecía indicar que no había problemas en continuar su propia investigación; a pesar de que le habían advertido que debía tener resguardos si llegaba a encontrarse con ciertas personas -entre ellas Mei-, el joven mago rechazó por completo cualquier consejo en contra de dicha muchacha. Incluso parecía algo más relajada que antes después de dar su última respuesta. ¿Tendría realmente que ver con la presencia de la joven que había retirado a Viana hace unos momentos?


- Perfecto. No te preocupes, lo buscaré con anticipación para no perderme - contestó Koseh con suma sinceridad; de verdad estaba aliviado que la joven hubiese aceptado su petición -. Entonces quedamos en ello. Muchísimas gracias nuevamente, Mei. Nos vemos luego -


Ante su despedida, el joven sonrió y también levantó su mano, agitándola suavemente. Mientras seguía sus pasos con su mirada hacia la salida de la Biblioteca, algo en su interior comenzó a inquietarle. Estaba ciertamente sorprendido y francamente satisfecho de a dónde le había llevado la investigación que estaba realizando. Mucho más de haber descubierto algo en los libros de historia que quería observar. El hecho de tener contacto con personas del poblado le estaba haciendo descubrir cosas que nunca pensó que podría saber.


- Veo que venir hasta este lugar tuvo sus frutos, después de todo... - comentó Koseh para sí mismo en un leve murmullo, mirando con sorpresa y dicha a su alrededor.


Los magos y brujas seguían yendo y viniendo en las diversas salas de la edificación. No obstante, el chico ya no tenía nada más que hacer por allí. Sabiendo lo que debía hacer ahora, y guardando en su bolsillo la problemática varita que había recibido, se encaminó hacia la salida del lugar. Debía de encontrar "Dolce & Gabbana" de alguna manera; si estaba en el Callejón Diagon y quería encontrarse con Mei nuevamente durante la tarde, tenía que darse prisa. El sol estaba próximo a subir a su cénit en cuanto hubo salido al exterior.

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Estiró las piernas antes de volver a encogerlas. Llegaban a su pecho y las sostenía, escondiendo la cara entre las rodillas. Cada vez que intentaba recomponerse pasaba lo mismo. Había sido una muy mala idea elegir la biblioteca como punto de encuentro, sin contar con el hecho de que estaba sentada en el mismo pasillo, con el viejo reproductor de Sísifo abriéndose paso por el pesado silencio de los libros. No lo escuchó venir, pero su aroma le hizo alzar la cabeza y olvidarse, por un segundo al menos, de lo que estaba por decirle. Volvió a una postura normal, con las piernas cruzadas y la espalda recta. Y como siempre, le dedicó una amplia sonrisa al verlo, siempre maravillada con su presencia.

-Svet luny -murmuró, estirando los brazos como si tuviera la plena convicción de que iba a cargarla como a un bebé.

Y probablemente la tenía, pero lo más seguro era que tomara asiento frente a ella. Como hacía tanto tiempo, en el lugar donde había empezado todo.

-¿Te he dicho que eres injustamente guapo?


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