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Hablantes de Parsel


Lawan Nguyen Thanh
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En cuanto entiende las palabras del arcano piensa que quizá, de alguna forma misteriosa, domina el lenguaje pársel a la perfección. Pero cuando termina de entender las instrucciones se da cuenta de que no es así, que Lawan le habla utilizando el inglés. Se da cuenta por el acento, pues el pársel carece de acento mientras que el inglés de habla de muchas formas distintas según en dónde estés.

 

¿Cómo se supone que alguien que no domina la lengua de las serpientes debe convencer a una de ayudarlo? No cierra los ojos como suele hacerlo cuando piensa y necesita concentrarse. Hace memoria de lo sucedido hasta el momento mirando fijamente al animal, intentando encontrar un patrón entre los momentos en que entendió y en que habló con una lengua que su cabeza aún no terminar de aceptar completamente.

 

Acaricia al animal de nuevo, en la cabeza, y lo mira fijamente a los ojos. Recuerda las palabras de su padre, recuerda cuan bueno era él tratando con animales y cual era la forma en que decía que llegaba a conocerlos. Los ojos, siempre a través de la mirada. Bastian afirmaba que por los ojos cualquier persona podía conocer las intenciones de las criaturas, hacer que estas cambien de parecer, domarlas de alguna forma. Incluso ganarse su confianza y crear un vínculo de camaradería.

 

—Ayúdame, quiero entender

 

Sabe lo que está diciendo porque lo ha pensando en inglés, más logra entender apenas una palabra. No aparta su ojos de los de la serpiente ni en un momento, quizá la teoría de su padre sea cierta.

 

—No tienes miedo ni quieres ser mi amo, quizá te ayude, quizá —responde la criatura mientras se mueve aún envuelta en su brazo —Debes comer solamente la cáscara, lo demás te matará

 

Entiende la mayoría de las palabras aunque no está seguro que así sea. Tiene dudas en algunas palabras que su cabeza rechaza como ajenas a las lenguas que logra comprender. ¿Es suficiente fiarse de lo poco que entiende o no?

 

—Ayúdame

 

—Solo la cáscara

 

Muerde la varita mágica para dejar libre las manos. Se agacha y toma una piedra con filo. Pela cuidadosamente la baya asegurándose que nada de la pulpa quede en la cáscara. Coloca la cáscara en una piedra plana y la chanca para que suelte todo el jugo. Asienta la varita en el suelo y se lleva la cáscara molida a la boca. Duda por un segundo, pero decide finalmente confiar en la criatura.

 

La mirada se torna totalmente blanca y, entre pequeñas convulsiones, se desploma. Se mantiene así cosa de un minuto y se detiene, deja de temblar. Abre los ojos y escucha burlas provenientes de la nada. Está hechizado, por su puesto, en una especie de trance en el que es mucho más sencillo enseñarle al cerebro a aceptar aquello que forma parte de él.

 

Estás teniendo una visión, por darle un nombre —dice Lawan, que está de pie junto a él —. Estoy hablando en pársel y entiendes todo, en esta visión tu cerebro es capaz de acceder a lugares muy primitivos de su propia estructura. Mientras más usemos aquí el pársel más se afianzará con tu yo consciente

 

¿Es peligroso? ¿Moriré? —pregunta, arrastrando los sonidos, en pársel —. ¿Cuánto tiempo llevo así?

 

No morirás, o al menos eso espero.

 

Las palabras de Lawan no son tales. Es la serpiente hablando con su apariencia. Ella conoce como deben hacerse las cosas y como continuar hasta que el Arcano haga su aparición real en la alucinación.

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Aunque es paciente y le gusta esperar, también prefiere que las cosas continúen lo más rápido posible cuando ello depende de él. Lawan mantiene parte de su concentración en la serpiente que está junto a la nueva aprendiz, pero también en la pequeña serpiente que guía paso a paso a Benjamin en el camino que debe seguir hacia dominar el pársel. Comer de la baya sin morir no es una forma milagrosa de entender a las serpientes. Todo lo contrario, solamente aquellos que tienen el pársel en la sangre pueden comerla sin morir teniendo la más dolorosa de las muertes existentes. La baya permite, entre otras cosas y otras formas, mantener a quien la come en una estado semiconsciente en dónde es mucho más sencillo moldear su cerebro para que entienda lo que se niega a entender.

 

—Ahora podemos hablar de la forma en que me gusta hacerlo...

 

Apenas mueve los labios, pues es en realidad su lengua la que toquetea con las palabras. Abre o cierra la boca levemente solamente cuando necesita decir algo más complejo o elaborado. En general, la experiencia le ha llevado a poder pronunciar cualquier palabra moviendo únicamente la lengua para darle su sonido característico.

 

—Imagino que ella explicó como funcionan las cosas aquí. Hemos dicho pocas cosas pero en la realidad han pasado ya un par de horas. Tu cerebro trabaja a nivel más primitivo, mucho más lento de lo normal. Si despertaras ahora podrías repetir y entender cada una de las palabras que hayas dicho o escuchado. Si permanecemos más horas llegará un momento en que tu cerebro acepte que el pársel forma parte de su propia estructura y deje de negarse a entenderlo. Pero, por su puesto, estar aquí tiene un precio. Tienes que pedirle que te deje estar, que no te mate. Estaré yendo y viniendo, más siempre estaré aquí. Dile como es que lo logro y te dejará estar con vida hasta que vuelva, que será cuando nuevamente te pedirá una prueba de merecer este lugar.

 

La serpiente, que está enrollada en el brazo de Benjamin, aprieta más hasta casi hacerle daño.

 

—¿Cómo lo hace?

 

Lawan, aunque presta atención, ya no está en aquella visión pues espera que en la realidad Mónica esté ya lista para comenzar con el entrenamiento.

Editado por Lawan Nguyen Thanh
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~Benjamin Karkarov

Muy probablemente su padre habría encontrado una forma de resolver el problema de las visiones y las falsas realidades en tiempo récord. Pero él es distinto, sus habilidades mágicas apenas están desarrolladas y conoce pocos trucos. No tiene más alternativa que pensar, que encontrar entre las palabras de Lawan y la serpiente un camino que lo lleve hacia el dominio total del pársel. Es algo que quiere y espera poder hacer, así que está dispuesto a esforzarse todo lo que haga falta.

 

—Es muy agradable poder entender todo lo que dices, me gusta. Me caes bien.

 

Habla con la serpiente que, ante sus palabras, duda por un segundo y posteriormente aprieta y se mueve haciéndole daño.

 

—No me interesa, contesta. ¿Cómo lo hace? —responde el animal en consecuencia.

 

El estar y no estar no es algo nuevo para él, más no tiene idea de como es que funciona realmente esa magia. ¿Realmente Lawan se está manifestando físicamente en su pensamiento o simplemente usa algún tipo de magia para proyectar sus pensamientos en los de cualquier persona? Sabe que su siguiente respuesta puede ser la última por lo que piensa, piensa mucho.

 

Encuentra la respuesta en las palabras de Lawan. Estar y no estar le parece muy complicado pero revelador. En realidad es la serpiente quien siempre está presente, es ella quien no se pierde nada. El arcano seguramente ve y escucha a través de las cientos de serpientes que seguramente rodean sus dominios. No se pierde a absolutamente, puede estar sin estar.

 

—No lo hace en realidad, al menos no de una forma clásica. No usa ninguna magia extraña para duplicarse o moverse a mucha velocidad. Puede ver y escuchar mientras ustedes puedan hacerlo. Quizá el anillo de arcano amplifica sus poderes, o quizá es algo que siempre pudo hacer. Probablemente solamente él lo sabe.

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—Me gusta como piensas

 

Lawan interrumpe la pequeña charla filosófica que Benjamin tiene con la serpiente. Preguntar sobre como se comunica con las serpientes incluso cuando ellas están lejos, o incluso con más de una al mismo tiempo, es una pregunta trampa. Cualquier respuesta por parte de los alumnos puede ser correcta aunque nunca lo son del todo. Algunos se acercan mucho y otros están muy lejos. Ben está en el grupo de aquellos que no están cerca pero tampoco lejos. Tiene idea de como lo hace pero no es totalmente acertada.

 

—Tienes razón en algo, y es que solamente yo conozco exactamente como funciona mi capacidad de estar y no estar. Hemos llegado a un punto en que ya no puedes estar más aquí. Debemos irnos, tengo preguntas que hacerte.

 

Mueve la varita mágica con su cuerpo real, en el mundo en dónde se encuentra físicamente, alejado de las ilusiones y visiones. En cuanto Benjamin abre los ojos mueva la varita nuevamente, haciendo que las bayas que antes dejó caer desaparecieran.

 

—Aunque ahora conoces como funciona el pársel quizá aún te cueste entender algunas cosas, en especial si se dicen muy rápido. Sin embargo no es algo que yo pueda enseñarte ya, sabes todo lo que necesitas saber. Aún así tendrás que practica. ¿Estás dispuesto a atravesar el portal? Si es así, dímelo. Dímelo y vete, vete a practicar por dos semanas. Ve a algún lugar en dónde solamente puedas usar pársel. Entonces en dos semanas te esperaré en la isla.

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~Benjamin Karkarov

Por un momento piensa que ha pasado poco tiempo, que lo que Lawan dice no tiene sentido. ¿Cómo es que en tan pocos minutos su cerebro lograda aceptar al pársel como parte de él? Es algo que siempre estuvo con él, lo sabe. Sin embargo lleva pocas semanas entendiendo apenas algunas palabras ¿Unos minutos de entrenamiento son suficientes? Tiene miedo, sabe como funcionan las pruebas del portal y quiere sentirse más preparado.

 

Solo cuando abre los ojos, tumbado en el suelo, se da cuenta que en realidad no han pasado solo unos minutos sino casi dos días completos. Huele mal de haber sudado por el calor por lo que frunce la nariz. Se pone de pie en el momento en que el Arcano comienza a hablar nuevamente. Le explica como es que debe continuar con su entrenamiento posterior durante dos semanas.

 

—Si usted considera que estoy listo, debe ser que lo estoy. Mi padre me habló de una isla infestada de serpientes en América. Iré a ese sitio y nos veremos en dos semanas en la isla, no lo decepcionaré.

 

Sin esperar que Lawan le de una respuesta se da media vuelta y comienza a caminar. Tiene en un bolsillo una pluma del fénix que heredó de su padre. La estruja hasta que se rompe. Entonces la pluma y él explotan en llamas que van entre distintos tonos de escarlata. Cuando las llamas desaparecen Benjamin ya no se encuentra en el lugar, sino en la isla en dónde por dos semanas tiene pensado poner en práctica la lengua de las serpientes.

Editado por Hobbamock Graves

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  • 1 mes más tarde...

¿Qué o quién la había llevado a realizar semejante locura? No podía responder a aquella pregunta, y eso que llevaba planteándosela desde hacía varios días. A la hora de realizar la matrícula, rellenó los formularios casi sin pensar, como si así pudiera restarle importancia a lo que estaba haciendo. Pero cuando le llegó la respuesta afirmativa de la dirección del Ateneo, la evidencia de lo que acababa de hacer cayó sobre ella como un edificio de piedra que se desploma y aplasta por completo a un muggle indefenso.

 

En cierto modo, era capaz de reunir algunos motivos por los que debía seguir adelante con aquella decisión. Todos, absolutamente todos los Gaunts anteriores a su propia generación habían sabido hablar pársel. Lo había leído en la biblioteca de su familia, en los registros que los patriarcas guardaban sobre cada familiar, sanguíneo o no. Pero ella había crecido lejos de su familia y, de hecho, no había sabido de sus orígenes hasta que no se había mudado a Londres. Precisamente por eso no sabía nada de las tradiciones y costumbres de su familia y ahora, aunque fuera un poco tarde, debía adquirir aquel conocimiento para poder llevar su apellido con el máximo orgullo posible. Había leído casos en los que algún familiar no había heredado la habilidad de hablar pársel: en todos los casos llevaba sangre muggle en las venas... o sentía una terrible animadversión hacia las serpientes. Su padre adoptivo le había dicho muchas veces que posiblemente ella no había manifestado nada de aquella habilidad precisamente por eso, por su fobia, pero Anne se negaba a considerar que no pudiera tener aquel rasgo distintivo de su familia. Haría cualquier cosa por conseguirlo.

 

Le habían explicado cómo debía llegar a clase, por lo visto el arcano vivía en el oasis de la Universidad donde se había creado su propio hábitat... para él y sus compañeros, pues le habían contado que vivía con muchas serpientes. No recordaba dónde lo había oído, quizás cuando era directora de aquella institución. Pero el simple hecho de pensarlo le ponía el vello de punta.

 

Cuando alcanzó el límite del hogar del anciano, se topó con un portal. Sí, algo de eso le sonaba también.

 

Lo atravesó sin estar muy convencida de lo que hacía, aferrándose al bolsito-bandolera que llevaba cruzado sobre el pecho, como si éste pudiera defenderla de lo que viniera a continuación. Aquel era un comportamiento de lo menos habitual en Anne pero claro... era bastante normal para alguien ofidiofóbica como ella.

 

El portal desembocaba en una playa. Y ésta estaba llena de serpientes. Anne se quedó paralizada, mirando hacia todas partes y, al final, terminó cerrando los ojos con fuerza y apretando los labios, intentando relajarse. ¿Dónde estaba el arcano? ¿Acaso debía cruzar aquella playa hacia...? No sabía nada, así que se mantuvo así con un incontrolable temblor que amenazaba con destruir la poca valentía que había reunido para acudir a la clase.

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Siendo tan delgado, no era ninguna sorpresa que se confundiera entre las delgadas ramas y los cuerpos de las serpientes, que se movían o colgaban parsimoniosamente por toda la playa. Él también se movía de forma similar, tan lento que a veces costaba creer que no lo hiciera a propósito. Sin embargo, el sonido alarmado de los cascabeles de algunas y el siseo amenazante de otras hizo que el hombre reaccionara con la velocidad de un humano, echando su cuerpo hacia atrás para ver hacia el lugar donde había empezado el alboroto. Sus ojos vidriosos dieron con una mujer, una muchacha que parecía paralizada por el miedo y que, a juzgar por la forma en que se había detenido en seco, no había sido capar de ver a la constrictor que descendía de una rama hasta su cuerpo.

 

Lawan, sin apurarse demasiado, terminó de alimentar a las serpientes que estaban llamando su atención con siseos de reclamo y salió detrás del delgado árbol cuando la cabeza plana de la serpiente empezaba ya a tocar el hombro de la muchacha. Si ésta corría o sufría un infarto, parecía sin traer sin cuidado al vietnamita. Su interés estaba en los ojos de Anne, viendo su terror, pasando a través de él como si fuese una serpiente más, acercándose como si también quisiera enrrollarse en su cuello como la constrictor. Bajar levantamente y apretar, despacio, como ella lo estaba haciendo.

 

—¿Qué hace usted, intrusa, en mi playa?

 

El hablar del Arcano era como un rumor, bajo, como un siseo. De no ser porque hablaba fuerte y claro, habría sido difícil determinar si era Parsel o, lo que era, inglés.

 

—A juzgar por su rigidez, por sus ojos tan abiertos y la escasa respiración, puedo imaginar que no siente amor ni aprecio por mis niñas —esbozó una sonrisa torcida—, entonces, ¿por qué debería usted entrar en mi playa? El miedo no es respeto, antes de que lo use como excusa.

 

Pero, francamente, Lawan no estaba seguro de si la muchacha llegaría a decir nada en ese estado. Rodando los ojos, estiró la mano hacia la constrictor, que lo miró indiferentemente con la cabeza ya a la altura de las piernas de la Gaunt. Era una bestia de animal, de todas, la peor que pudo haber decidido enroscarse en el cuerpo de Anne.

 

Compórtate, Siza, dejemos que se explique.

 

Dijo en Parsel, a lo que la serpiente respondió con un siseo similar.

 

Cinco minutos.

 

Cinco minutos serán...

 

—¿Y bien? —preguntó en inglés a la chica, cuando la constrictor se retiró.

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Se estaba volviendo loca. O eso pensaba ella, que intentaba dejar la mente en blanco para sacarse aquellos siseos de la cabeza. No podía abrir los ojos, y ahora se había llevado las manos a los oídos en un intento inútil de dejar de escuchar todo lo que pudiera provenir de aquellos seres que la observaban con sus rasgados ojos, pero no funcionaba. De repente escuchó a través de sus manos una voz humana, aunque extraña. Pero no abrió los ojos incluso cuando la llamó intrusa. Debía ser el arcano... ni siquiera podía recordar cuál era su aspecto.

 

Soy... soy un... una alumna —balbuceó con suavidad, temiendo revolucionar a las criaturas y que la atacaran. ¿Era aquello posible? No quería averiguarlo.

 

Le palpitaban las sienes como si alguien le estuviera martilleando la cabeza desde dentro. Quería gritar, salir corriendo... y a la vez, no quería hacerlo. ¿Qué le decía su padre siempre? Que los miedos se superaban enfrentándose a ellos. Pero había tantas serpientes...

 

Lawan volvió a hablar, y Anne tuvo que esforzarse por entender lo que decía y no dejarse vencer por el pánico que le producían sus palabras. Pero... ¿cómo iba a sentir amor por criaturas como aquellas? Se giró para irse, no podía soportarlo. Al hacerlo, sintió que algo le tocaba las piernas y gimió, aún con las manos en los oídos y los ojos fuertemente cerrados. Ahora no se atrevía a moverse, por si acaso. Tras unos instantes de indecisión y muy cerca de sucumbir en un estado de pánico total, consiguió relajar su respiración un poco.

 

Quiero aprender de usted, maestro arcano —susurró con voz ronca—. No me pide que las ame... no ahora, actualmente. Yo... lo siento, me repugnan. Pero quiero aprender a comunicarme con ellas porque... porque...

 

Se calló de golpe, no le había pedido tantas explicaciones. Solo le había preguntado porqué debía estar ahí y ya se lo había dicho, quería aprender. Aunque era más que lógico que no estaba en la mejor de las condiciones para hacerlo. «Debo controlarme», se dijo. Lentamente, bajó las manos y las dejó cruzadas sobre su vientre, como si estuviera a punto de abrazarse a sí misma.

 

Solo quiero aprender.

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  • 2 semanas más tarde...

—Hablas demasiado. –respondió tajante.

 

Su mirada se encontraba clavada en la joven envuelta en varias capas de pánico. No era el simple miedo a la incertidumbre; era fobia. ¿Acaso debía perder su tiempo en ello?, ¿acaso incluso sus amigas deberían? Con la mirada oculta ensombrecida por su Nón Lá se mantuvo en silencio un rato que para la bruja seguramente hubiera sido un siglo de tortura, sobre todo cuando la serpiente constrictor había decidido seguir subiendo por su cuerpo al no recibir ninguna orden más.

 

Lawan solo escuchaba una mezcla de siseos viperinos, gimoteos de la mujer, el tenue sonido del agua y una pequeña brisa que traía un poco de arenisca que a pesar de sus años allí, aún consideraba molesta. Finalmente, aburrido y pensando que no valía la pena emitió un suave susurro que casi se confundía con la corriente:

 

“Déjala, Siza, no vale la pena”

 

La boa no parecía satisfecha con aquello, pero no dudó en reprimir sus ganas de ahorcar a la bruja. Por su parte, Lawan, echó a andar hacia el río que tenía donde había dejado apoyado en la orilla con anterioridad una caña de pescar y una caja donde tenía diferentes utensilios relacionados con tal afición. Ignorando olímpicamente a la traumatiza joven, se sentó bajo la sombra de los árboles y lanzó el anzuelo de su caña al agua con intención de refugiarse en el silencio de la naturaleza.

 

Teniendo la espalda encorvada contra el tronco de un árbol, comenzó a sentir como su fiel cobra real se deslizaba por uno de sus hombros para realizarle compañía. Antes de cerrar los ojos, el arcano se da cuenta que ella sigue allí. Insistente… ¿pero cuánto más?

 

—Será mejor que te marches. Has tenido valor para llegar hasta aquí… Pero no tiene sentido que pierda mi tiempo contigo –le dijo crudamente sin mirarla– Los conocimientos hay que sentirlos, vivirlos; son experiencias. ¿Por qué gastaría mi tiempo en alguien que repudia a mis amigas?, ¿acaso tú te molestas en intentar hablar con tus enemigos?

 

El anzuelo reposaba sobre las aguas del río con tranquilidad. El vietnamita estaba separado de la estudiante por unos ocho metros y en el medio se deslizaban algunas de las serpientes que lo acompañaban.

 

—Incluso si eres una lengua viperina, eso no quiere decir que tengas la habilidad suficiente para afrontar esto.

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Escuchó la voz del arcano, pero le sonó lejana. O quizás era simplemente que tenía la cabeza embotada y los oídos se le habían taponado. El avance de la serpiente había cesado. De hecho, ésta se había retirado y las que la habían rodeado también se habían alejado. Cuando Anne alzó la mirada, se fijó en que el arcano se había alejado de ella y estaba a orillas del río, junto a su caña de pescar. Se mordió el labio inferior.

 

Su voz sonó de nuevo entonces, pronunciando las palabras que más temía la Gaunt. ¿Marcharse? ¿En serio ésa era la solución? Jamás.

 

Fue a dar un paso pero escuchó un siseo. Miró a su derecha para ver cómo una serpiente de escamas anaranjadas siseaba. Incluso le pareció entender que le decía que no las temiera. Instintivamente se llevó ambas manos a los lados de la cabeza, tapándose así los oídos. Recordó de golpe el día que perdió a su crup en el castillo Gaunt. Recordaba haberle echado la culpa a Ka, la serpiente de su hija Mery, y cómo ésta siseó con rabia haciéndole entender que el crup se había perdido en el bosque que colindaba con el castillo. Ella había hecho caso omiso a aquel mensaje, como si hubiera sido producto de su imaginación. ¿Y si verdaderamente tenía el don del pársel en su sangre pero se encontraba en estado latente? ¿Y si ella había reprimido aquella habilidad por su fobia?

 

Empezó a recordar otras anécdotas, cada una más clara que la anterior. Gimió y alzó la vista hacia el arcano nuevamente, justo cuando le escuchaba pronunciar las palabras "(...) no quiere decir que tengas la habilidad suficiente para afrontar esto".

 

Sí la tengo —le respondió rápidamente, casi cuando el hombre no había terminado de pronunciar sus palabras. Decidió que debía combatir su miedo. ¿Quería que la recordaran por la única Gaunt sin la habilidad de...? —. Enséñeme, pondré todo lo posible de mi parte. Enséñeme a entender porqué a veces entiendo cosas entre los siseos... y porqué no debo tenerles miedo. Por favor, no puedo deshonrar a mi familia de esta manera. Necesito aprender a controlar mi miedo... y a utilizar esta habilidad que tenemos como herencia los Gaunt. Por favor.

 

Su voz había ido cambiando conforme hablaba. No porque le faltase decisión, sino porque había adquirido un tono suplicante al final. Incluso avanzó un poco para acortar la distancia que los separaba tras el alejamiento del arcano, a pesar de que las serpientes habían siseado y se habían movido alrededor del anciano cuando la mujer avanzó. A la única que no perdía de vista era a la constrictor: aquella le causaba pavor. ¿Cómo podía mantenerse Lawan tan tranquilo con esa cosa sobre él? Guardó aquellos pensamientos en su mente mediante la oclumancia: los arcanos eran diestros en todas las habilidades. No quería que la descubriera pensando cosas feas sobre su mascota. Aunque era consciente de que debía aprender a tolerar a aquel bicho si verdaderamente quería aprender pársel.

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