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Defensa Contra las Artes Oscuras + Maestrías en Escobas


Spectum Crouchs
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Por lo visto, sólo dos iban a tomar la clase, luego de que León se retirara a otro salón con su pupilo. Spectum prosiguió con las explicaciones, deteniéndose en las respuestas que había dado Ariadna. Primero habló sobre el Boggart y la manera en la que ataca. Después se refirió acerca del Dementor. Puntualmente nombró el hechizo que lo neutralizaba —Expecto Patronum—, y lo pronunció erróneamente. Caroline enarcó una ceja y prefirió no decir nada, porque iba a ser muy feo que una alumna corrigiera al que era el profesor.

 

Sin embargo, Spectum se paró frente a ella y repitió lo que la mujer acababa de decir, como si no la hubiera escuchado e intentó dejarla mal.

 

—¿Es que acaso tu ego te dejó sordo, Crouchs? —soltó sin poder contenerse, llena de enfado—. Acabo de decir, muy claramente, que la mirada del basilisco mata al instante —agregó Caroline y se cruzó de brazos—. Si no sabes español, no es culpa mía. —Y con eso Ryddleturn guardó silencio.

 

Cuando ella creyó que él iba a refutar lo que le había dicho, la puerta se abrió de un sopetón y una oscura voluta ingresó al aula. La temperatura descendió y todo atisbo de luminosidad desapareció. Instintivamente, Caroline sacó su varita de la liga en la que acostumbraba a llevarla y pronunció: «Lumus». Una potente luz surgió y alumbró un corto trecho, justo para que alcanza a ver lo que había ingresado. Al asombro de ver al Dementor, la voz del docente se escuchó —sólo su voz porque había desaparecido—, para indicarles lo que tenían que hacer.

 

—Nosotras podemos encargarnos; no necesitamos su ayuda —susurró, ante el comentario de su compañera—. Un recuerdo feliz. No es la gran cosa…

 

¿Ella tenía uno? Rápidamente comenzó a pensar en todo lo que había vivido durante los treinta y nueve años de su vida, muy bien escondidos en su apariencia de veinte. Escogió cuando realizó su primer robo en París y la satisfacción que le había provocado engañar a aquel mago, pero lo desechó en el acto. Luego recordó el último cumpleaños que vivió en el Castillo Ryddleturn, antes de abandonar su hogar. «Tampoco es suficiente», se dijo, al momento que alzaba su varita para realizar el conjuro.

 

Hasta que una pequeña imagen vino hasta ella, la que siempre había usado para realizar el encantamiento.

 

—¡Expecto Patronum! —vociferó, apuntando con su vara al Dementor.

 

Caroline esperaba que su colibrí tomara su forma corpórea, pero no fue así. Apenas salieron unos débiles hilos plateados que se esfumaron en medio de la oscuridad. La criatura aprovechó para aproximarse más a ella, ante el terror de haber fallado en el hechizo. Sintió como el frío recorría cada partícula de su cuerpo, a pesar de ser un vampiro, y una horrible sensación la apoderó. Cayó de rodillas al suelo, mientras era consumida por el Dementor que se alimentaba de su miseria. Ariadna por otro lado se había escondido detrás de un espejo.

 

¿Así era como iba a terminar todo? No era la primera vez que se enfrentaba a una situación como esa; lo había hecho en la Academia y en varios de sus viajes. Pero, ¿por qué había fallado su recuerdo? Era cuando volvió a su hogar y su madre la recibió con los brazos abiertos, sin reprocharle lo que había hecho. Eso ya no servía. Quizá era porque Caroline no era la misma persona de hacía tres años atrás, ni tampoco del año pasado. Sus vivencias la habían cambiado y esas nuevas vivencias la hacían feliz.

 

—¡Lo tengo! —Con mayor seguridad que antes blandió su varita y murmuró—: ¡Expecto Patronum! —profirió, casi al unísono con su compañera que había decido salir a atacar.

 

Sutiles filigranas fueron apareciendo de la varita de palisandro, hasta ir componiendo la forma de un colibrí. El Patronum, junto al tigre de Ariadna, arremetió hacia el Dementor que retrocedió víctima del hechizo. Caroline estaba feliz por lo logrado, pero también por el recuerdo que había invadido su mente y que permitió el conjuro. Se trataba de una de las tantas veces que se había reunido con sus amigos: Leah, Derek y Zack. Fue antes del largo viaje que hizo y en el que confirmó que la amistad que tenían era para siempre.

Ivashkov
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A pesar del Mago haber dicho Expecto Patronus las chicas hicieron el hechizo como realmente es, ella pronunciaron las palabras correctas Expecto Patronum algo que al Ángel de la Noche le despertó su vena curiosa y sabía que era lo que iba a llevar ahora la clase, aunque aun tenía una carta bajo la manga ya que en mi primera clase quería por lo menos tener una persona muerta, era una clase de defensas contras las artes oscuras y si no había peligros entonces de que servía.

 

- Felicidades... - Saliendo de las sombras - veo que las chicas si saben defenderse, aunque a mi esto me despierta mi vena curiosa si yo dije el hechizo mal ¿Como ustedes sabían que no era de esa forma? ¿Están tomando el conocimiento porque no lo saben o es que ya saben defenderse? Por que si saben defenderse díganlo y yo termino esta clase y las mando a su casa para que no me hagan perder el tiempo ni ustedes lo pierdan -

 

Spectum miraba con tranquilidad a las chicas aunque su cicatriz que le cruzaba el ojo haciéndolo blanco daba la impresión de otra cosa, sonrió calmando el semblante aunque el intento fue en vano, seguía teniendo el mismo aspecto aterrador de siempre. Mattews le susurró unas palabras y el Mago Oscuro caminó de nuevo hacia su escritorio para seguir con su monólogo.

 

- Ahora díganme ¿Como es que supieron defenderse y como aprendieron a usar este hechizo potentissimo? Un encantamiento patrono no es un juego de niños -

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Spectum estaba un poco molesto, nos quería agarrar en curva a Caroline y a mi. Pero a pesar de no haber entendido por completo que el hechizo lo había dicho mal; mi cerebro le jugo una mala pasada al Profesor.

 

-En lo particular el hechizo me lo enseñaron en mi clase de duelo hace algunos años y no vine a la clase sin haberme leído por lo menos un libro de defensa contra las artes oscuras. Tampoco nos tome como estudiantes tan mediocres para no agarrar un libro y saber cual es el hechizo correcto-

 

La Macnair estaba claramente indignada, si lo que quería el Crouchs era que no hubieran estudiado ni una sola palabra sobre artes oscuras que se lo pensara mejor. La asignatura la llevaba solo para guardar las apariencias ante el ministerio y que en su historial figurara que había cursado alguna clase de defensa y no levantar sospechas sobre sus lealtades.

 

Un tic le comenzó en la comisura del labio, había empezado con pequeños movimientos de su labio inferior, pero con el paso de los meses de había agravado convirtiéndolo en un pequeño temblor cuando se molestaba. Sus orbes verdes prestaron atención a su alrededor, el salón se sentía un poco vacío sin los dementores merodeando por ahí; y aunque sabia que se habían ido, la postura de su profesor dictaba que algo mas fuerte estaba por venir.

 

-Mi cerebro no capto que hubiera dicho algo incorrecto, solo dijo el hechizo como mejor se lo sabia y fue lo que utilizo para defenderse. Aparte no somos unas niñatas, si quieres hacernos sudar tendrás que ingeniártelas aun mejor-

 

Sabia que lo estaba retando, y quería que se diera cuenta de que aun estaba molesta con el. Ellos dos sabían porque razón se había molestado y le costaría que lo perdonara.

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La primera en responder fue la mortífaga mientras que el Mago Oscuro la escuchaba atentamente, si sus orbes pudieran atacar a lo habría hecho en ese momento. Spectum sonrió divertido mientras que la chica hablaba y hablaba el aula se había vuelto oscura ya que las velas se habían apagado y el mago se movía de un lado a otro tal cual un murciélago en una caverna.

 

- ¿Me las debo ingeniar mejor? -

 

Bufó luego de escuchar sus palabras, ella estaba pisando terreno ajeno buscando la mecha del Ángel de la noche. Dejó de caminar en el acto girando su cuello para clavar su ojo bueno en Ariadna con una furia que le atravesaría el alma con un solo rayo. Ledus Liesmas apareció en su mano derecha, abrió los brazos mientras que Mattews se posó detrás del mago para que Spectum obtuviera su poder.

 

En la oscuridad unas motas negras giraban a un ritmo vertiginoso hasta una altura de casi dos metros, para ser exacto un metro noventa y cinco. formándose un tornado que resplandecía con un color azul iridiscente. Salieron disparadas unas chispas que danzaron de un lado a otro del suelo e hicieron soltar un gritico ahogado a las chicas

 

Empezó a perfilarse la silueta de un hombre, o algo parecido a un hombre. Proyectó un chorro de luz azul en todas las direcciones, y ni siquiera Ariadna fue lo bastante rápida para taparse los ojos. Cuando volvieron a mirar ante los presentes se erguía una figura que no se asemejaba a nada que hubiesen visto. El hombre parecía tallado en mármol negro pulido o moldeado en metal líquido. Su ropa no era tanto ropa como piel, aunque parecía llevar zapatos; era imposible adivinar su sexo.

 

El cuerpo entero brillaba todo de negro y los contornos se dibujaban con nitidez. Era esbelto, de músculos perfilados, desde los hombros hasta las piernas pasando en su pecho en uve y su estómago. Aunque sucedía algo con esa piel. Al principio, el hombre, demonio o estatua hecha de carne había reflejado la luz del sol como si fuera de acero bruñido. Ahora solo resplandecía algunas partes: los semicírculos de sus bíceps, las rayas horizontales de sus abdominales. Las otras perdieron su brillo hasta adoptar un negro mate.

 

Lo más terroríficos era la cara del hombre. Parecía menos humana incluso que el resto. Un pequeño tajo por boca, pómulos muy marcados, una masa negra de pelo, alborotado en la punta, cejas prominentes y desaprobadoras sobre unos ojos más grandes de lo normal, salidos de una pesadilla. Eran lila pálido de un crudo atardecer en otoño. Hablaban de juicio sin piedad, de castigo sin remordimiento. Mientras la figura estudiaba a las chicas sus orbes resplandecían, surgían de ellos unas volutas de humo, como si unos fuegos infernales ardieran dentro de aquella figura demoníaca. Spectum había dado paso al Ángel de la Noche.

 

- Lección numero dos ¿Como enfrentar a un Mago Tenebroso?... Acepto el reto niña tonta Imperius -

 

Sintió como unas cuerdas imaginarias que lo ataron mentalmente a la Mortífaga, estaba bajo el dominio del Mago Oscuro podía sentirla y él sentía que ella le obedecería en cualquier orden que le diera. Sonrió con malicia y habló de nuevo con aquella voz demoníaca.

 

- Ahora por favor Ariadna ataca a Caroline con todo tu poder para asesinarla -

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Ahora si que se había metido en la boca del lobo. No había pensado en las consecuencias que desencadenaría al retar al mago oscuro, primero sus ojos echaban chispas; estaba segura de que si sus ojos pudieran lanzar un avada ya lo hubieran hecho, por lo menos el ojo bueno. Pero no dejaría que alguien como Spectum la tratara como est****a, no después de lo que hizo, no después de como la había desechado tan cruelmente.

 

Estaba tan absorta en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando varias chispas salieron de donde estaba parado el Crouchs, soltó un grito involuntario y su cara fue una mascara completa de horror. Había visto hacer a magos Tenebrosos muchas cosas en toda su vida, pero jamas había visto como alguien cambiaba a aquel ser semejante en su presencia.

 

Su cuerpo gritaba internamente que huyera de aquel sitio, pero la hermosura de aquel Ángel hecho de Mármol negro la dejo paralizada; una parte era por miedo un profundo miedo que le empezó a subir por la columna. Como un chorro de agua fría en medio de la nieve, su cerebro no respondía, estaba idiotizado, pero sus ojos seguían todos los movimientos de aquel ser.

 

Antes siquiera de que su cerebro pudiera reaccionar al escuchar hablar al Mago Tenebroso, sintió como un poderoso hechizo la envolvía. Ahora ya no necesitaba a su cerebro para guiarla, estaba a las ordenes de aquel ser perfecto lleno de oscuridad; su voz sonaba melodiosa dentro de su cabeza y cuando ordeno matar a Caroline, la bruja ya estaba empuñando su varita en dirección a ella.

 

Ni siquiera le dio un segundo para reaccionar. La mortifaga pronuncio el Maleficio Asesino sin pestañear -Avada Kedavra- y un rayo de luz verde salio de la varita, impactándose ferozmente en el pecho de la bruja parada frente a ella. Cayendo muerta en el piso a sus pies, fría como el mármol, del que aparentemente estaba hecho el Ángel de la muerte que la controlaba en aquellos instantes.

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¿Acaso era broma la pregunta que Spectum les hizo? ¿Cómo era posible que un profesor que estuvo en la Academia no supiera que allí enseñaban a conjurar el hechizo Patronus? Caroline rodó los ojos y prefirió quedarse callada, escuchando simplemente la respuesta que su compañera daba. De haber hablado, ella habría dicho lo mismo, por lo que consideró que no había necesidad de seguir redundando en lo mismo. «Si me hubieran avisado que esto iba a ser tan aburrido, habría tomado Estudios muggles, donde estoy casi segura me hubiera divertido más.»

 

Ryddleturn sonrió sutilmente, ante lo que acababa de pensar, casi como una broma interna.

 

Luego de que Ariadna terminara de dar todas sus explicaciones, el profesor repitió que ella acababa de decir: que se las debía ingeniar mejor. Caroline esperaba que así fuera. Por su parte se imaginaba que él conjurara alguna criatura tan oscura que le helara hasta los huesos o un hechizo que su sola pronunciación causara miedo, pero hasta el momento no había nada de eso. Lo único oscuro ahí era el salón, debido a que las velas continuaban apagadas. Y en medio de la oscuridad, unas diminutas estelas comenzaron a aparecer.

 

—Creo que tendremos fuegos artificiales —susurró la vampiresa, mientras mantenía sujeta su varita a la espera de lo que ocurriera.

 

La luz fue cada vez más potente, encandilando ojos de Caroline. Con el antebrazo se tapó la vista, hasta que todo volvió a la normalidad. Sus pupilas verdosas se abrieron completamente, recogiendo los pequeños destellos de luz que habrían sido invisibles para un humano y así poder ver lo que se acababa de formar. Era una criatura que jamás había visto, que tenía aparentemente la anatomía de un hombre y que parecía estar formado de una viscosidad negra. Ella se le quedó observando fascinada, con el interés de saber lo que hacía.

 

—Hasta que te esforzaste, Crouchs —murmuró—. Ya iba a ir a pedir que me devolvieran mi dinero —añadió, en un tono que dejaba en evidencia algo de broma y verdad.

 

A continuación, el docente se dirigió hacia Ariadna y usó el hechizo Imperius para tomarla bajo su poder. La primera orden que le dio fue que debía matar a Caroline y ella sabía muy bien que lo decía en serio. Para los Mortífagos matar no era ninguna novedad y lo había aprendido durante el tiempo que estuvo allí. En ese momento estaba del otro lado, de los que debían defenderse y la clase lo decía literalmente; debía hacerle frente a las Artes Oscuras. Con su vara en lo alto, escuchó el nombre de la muerte salir de los labios de su compañera.

 

—¡Protego! —soltó sin chistar y un escudo transparente surgió de su arma mágica, absorbiendo el rayo esmeralda que ella tantas veces había usado—. Si me quieres muerta, vas a tener que esforzarte más. Y ese hechizo también lo aprendí en la Academia. Aunque me intriga más el de mi compañera... —Sonrió y se encogió de hombros—. Sigo acá por si acaso —dijo con voz cantarina.

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—Si señor —respondió al Potter Black—, de esta forma te aseguras que la cola tenga un diseño aerodinámico, permitiendo que el aire que fluye al rededor de tu cuerpo y del mango, recupere su flujo normal y no frente tu trayectoria.

 

León prestó atención al ejercicio de Deivid y sonrió un poco al notar como los nervios lo traicionaban. Le recordaba la primera vez que había visto la asignatura, aunque en esa oportunidad, estaba nervioso por la vaporosa blusa de Animaga, su profesora de Maestría en escobas. Sonrió un poco más al recordar en que y en donde había terminado esa clase. Sin duda tenía que llamarla y proponerle un repaso intenso. Volvió en si al ver como la improvisaba escoba del alumno se alejaba sin prisa.

 

—No te preocupes si la escoba parece alejarse de ti como si le hubieras maltratado. La escoba aunque ya casi está apta para el vuelo, aún no responde a tus ordenes o no lo hará hasta que apliquemos el conjuro de Kawi. —Hizo una pausa y desenvainó la varita acercándose a la escoba del joven, tocándola apenas con la punta de la varita—. ¡Kawilarse Met! —espetó y la artesanal escoba se detuvo al instante, dócil y tranquila—. El Conjuro Kawi crea una conexión intrínseca, elaborda y compleja entre la Escoba y el Mago; hace que ante el primer y más sencillo pensamiento o deseo del mago, esta se someta a él. De esta forma, se obtienen mejores resultados que sin este.

 

Para demostrar la aplicación del ejemplo, León aplicó el conjuro de Kawi a la escoba que él mismo estaba fabricando y puso cada una a un lado suyo. Con el solo contacto de las manos sobre el mango de cada una avanzó hasta un abedul cercano, haciendo énfasis en como los dos objetos flotaban tranquilos a su lado. Las pasó por encima de su cabeza y bajo sus pies sin ningún problema.

 

—Se inventó en el siglo XV por Dereck Vladimir Kawilar quien, cansado de tener accidentes en una escoba que hacia todo menos lo que él quería, descubrió este conjuro de sumisión. Pero no basta con hacer que la escoba nos obedezca. Si tratáramos de subirnos ahora a ella, nos caeriamos al suelo ya que nuestros cuerpos es más pesado que la escoba. Bueno.. ehmmm —soltó un suspiro y tomo su propia escoba artesanal—, esto va a doler —de un saltó trató de sentarse sobre el mango de la escoba, lo cual hizo que tanto él como el madero chocaran fuertemente contra el césped. Soltó una carcajada y se sentó en el suelo mientras tomaba un libro—. Anda, relajate un poco. Tal vez el Profesor Crouchs te tensionó un poco. Pero acá, al aire libre, las cosas son de otra manera —abrió el libro y tras buscar alguna información en el indice, lo cerró de nuevo entregó al estudiante.

 

—Lo que permite que nuestro peso y el de la escoba burle la gravedad es la conocida Ley de Ekel. Esta ley, resumiendo, afirma que cuando a un objeto corriente, se le aplican diversos conjuros, hechizos o maldiciones que permitan alterar sus leyes físicas, todos aquellos otros objetos que estén con él, conllevaran el mismo efecto. El libro que acabo de entregarte se llama "Física Mágica: un Encuentro con lo Desconocido" Es de un buen amigo, Yusuf Hassmir de la India, director de la Academia Mágica de Nueva Dehli. Por favor, abre la pagina 240.

 

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—Ahora, para regir la ley de Ekel sobre un objeto, sencillamente repetimos "Ekilius" colocando la varita sobre el objeto. Si el conjuro sale bien, podrás subirte en la escoba y desplazarte hacia aquel abedul de allá y volver. Siéntate de lado para no lastimarte, aún no tenemos el hechizo de almohadón. Mientras lo haces, piensa en que otro caso u objeto, podemos ver la aplicación de la ley de Ekel.

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Observe atentamente como el profesor le aplicaba el hechizo a mi escoba para que esta lo siguiera junto con la suya. Me quede impresionado estaba aprendiendo demasiado aunque no sabía si me acordaría de todos los nombres de los magos y ya tenia mucho que deje de anotar todo lo que me comentaba.

 

Me quede atento a toda su explicación e incluso intente recordar lo máximo posible esperando que al educador no se le ocurriera hacerme un examen al final ya que no creía recordar mucho. Pero mis nervios se desvanecieron cuando lo vi subirse a la escoba y cayendo al césped. Solté una gran carcajada de verlo tumbado en el pasto aunque intentaba callarme no lograba hacerlo al parecer todo temor se fue en ese momento y comencé a poner atención de una manera más relajada.

 

Tome el libro que me proporciono abriéndolo de inmediato en la pagina indicada, el libro me causaba una gran sensación tenía un libro en mis manos de un mago famoso, bueno al menos ya no usaría el que tome prestado.

 

Una vez que leí todo el documento sobre la Ley de Ekel así como escuchar la explicación del maestro, tome valor y me puse de pie a lado de la escoba que yo había diseñado.

 

- Si me permite, quiero intentar primero la Ley, espero hacerlo bien - Desfunde mi varita de los tobillos de una manera ágil, ahora que los nervios desaparecieron volvía a retomar la agilidad. Coloque con sutil delicadeza la varita pronunciando el hechizo en la escoba - Ekilius - Pronuncie de una forma clara que la escoba se mantuvo volando mientras me sentaba con clase encima de la escoba.

- Creo que lo logre, lo logre - Intente avanzar poco a poco hacia el abedul que me señalo el profesor llegando sin ningún inconveniente, me veía algo chistoso sentado en la escoba de esa manera como si fuera una señorita con mucha clase que tenía miedo que le fuera a pasar algo. Volví hasta el profesor y me quede parado a lado de él.

 

- Que tal lo hice profesor? - Mi confianza hacía que me volviera algo fácil de palabra sin importarme si alguien tuviera más nivel que yo o rango social o educacional. - Como haremos el hechizo almohadón - Estaba alegre de que por fin me sucedieran las cosas tal y como el profesor lo indicaba.

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Caroline había interceptado bien su maldición ante de que siquiera la llegara a tocar. Pero sus ordenes eran explicitas atacarla con todo su poder para asesinarla, su mente no podía pensar en otra cosa que no fuera en los movimientos de su compañera, si no había funcionado la maldición asesina; entonces la Macnair la cansaría para poder matarla al final.

 

No podía dejarla viva, su cuerpo pedía a gritos la muerte de la chica y su cabeza no dejaba de lanzarle infinitas posibilidades para poder acabar con la Ryddlerturn, la bruja estaba conectándole al profesor por lo que encontró una falla en sus acciones.

 

-Expulso- grito el hechizo mientras dirigía su varita hacia una mesa que estaba justo enfrente de Caroline y el hechizo impacto tan rápido que con la fuerza de este hizo que la bruja cayera y no tuviera tiempo de defenderse de su próximo hechizo.

 

-Sectusempra- volvió a gritar la bruja mientras empuñaba su varita hacia la otra chica, la maldición le pego de lleno en el pecho, mientras que varias llagas se abrían en su piel y comenzaba a salir sangre de ellas. Si ella no se curaba con suficiente rapidez, las heridas harían que muriera.

 

-Esta vez no te escaparas, tendrás que ser mas buena que un protego para poder escaparte de los hechizos-

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—Ya vas a ver cuándo te ponga las manos encima —soltó Caroline enfurecida, luego de que una mesa la golpeara.

 

No sufrió ningún daño serio, más que algún moretón que se borraría inmediatamente gracias a su condición de vampiro. A ella no pretendía lanzarle mesas, sino que buscaría hacerla retorcerse de dolor. Pero luego comprendió que estaba en una est****a clase y que no podía matarla aunque lo quisiera. Por otro lado, Ariadna estaba bajo un hechizo y se podía enfundar en eso para explicar los ataques. Dentro de sus opciones no había más que seguir defendiéndose y de cierta manera quedar como una víctima.

 

Continuaba atenta a lo que la bruja pudiera hacer y cuando la vio que volvía a alzar su varita, hizo lo mismo con la propia.

 

—Avis —susurró y doce cuervos negros aparecieron frente a ella.

 

Precisamente una criatura se situó frente a su pecho y recibió de lleno el Sectumsempra. Murió en el instante y los demás cuervos desaparecieron. Caroline sonrió llena de satisfacción e hizo girar su varita entre sus dedos. No se había pasado escapando la mitad de su vida como para ir a morir en una clase, mucho menos a manos de una chica. Por más que Ariadna deseara verla sangrando, influenciada por Spectum, ella podía defenderse; no era una estatua que no tenía manera de responder.

 

—Creo que ya me escapé. No puedes dar por sentado nada, querida —escupió, un tanto divertida—. Tengo mi varita para defenderme. En tu imaginación podré estar muerta, pero yo me siento muy viva. —Ryddleturn caminó hacia Ariadna y se puso frente a ella—. Despierta, Spectum te está usando. ¿Acaso no te das cuenta? Estás bajo un Imperius.

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