Casa de Infusiones "Ill Buon Gusto" (MM B: 108226)

[Susan V. Goldstein]

Dante Lo Bue, penitente de Susan.

 

La dama se había tardado en preguntar qué era, estaba dudoso de si evadir o soltarlo como si nada pero estaba aquí para complacer a la Di Médici y aunque su andar y su cuerpo lo tenían encantado, las peticiones de su ama fueron claras y no tenía permiso de vacilación. Intentó no alzar el mentón cuando aceptó beber algo con ella, Dante ya le sobraba altura. Al llegar a la mesa retiro la silla y aguardó para acomodarla. Había algo en su aire que lo hacía sentir insípido, sin honor ni derecho, se notaba que hacía años que la aristocrática había aprendido el arte de despreciar y lo había perfeccionado. Dante tenía claro que era un buen semental, su ama lo había escogido por su potencial pero delante de Lucrezia, con su voz melodiosa y suaves rasgos, sentía que valía menos que un elfo.

 

Sin embargo, eso no lo detendría. Como cosa inesperada tomó asiento a su lado, no muy cerca pero lo suficiente para ser arriesgado, los magos tenían costumbre de maldecir si se sentían intimidados.

 

Una joya como ese rubí no puede ser entregado por un elfo, le quita parte del encanto propio. Intentó suavizar su voz Por eso estoy aquí.

 

Decidió ladear un poco su cuerpo y mirarla, quiso aproximarse pero supo que eso aún no era inteligente. Primero le daría lo que necesitara de él.

 

Una vez fui un humano de familia mercante, mi padre hizo un trato que no pudo concretar y Susan no toleró la perdida. Maquino poco lo que diría después Mi ama se llevó nuestras almas y nos las devolverá cuando ella crea que el pago se ha saldado, ella creyó que los humanos no servimos para nada así que nos ''mejoró''.

 

Dante intentó que las palabras no sonaran irónicas.

 

Ahora no soy de este mundo, mis ojos dicen a donde pertenezco y son un seguido recordatorio de a quién se lo debo.

 

Vio al elfo dejar las infusiones en el lugar correcto y perderse, esperó a que la dama bebiera primero.

 

Susan quiere expresarle su encanto por usted enviándome junto al rubí, soy un fiel vasallo y su mano derecha, entre los que le sirven a la familia no hay nadie quién me supere. Lo Bue ya había comprobado eso Me ha ordenado que le sirva en este día, como usted quiera y desee sin que perjudique a mi ama.

 

La Di Médici no consideraría eso como un honor, por su puesto que no, pero ahí estaba, siguiendo los absurdos mandatos de Susan. Tomó la taza y bebió apartando la mirada de la bruja, Lucrezia era una mujer de la alta sociedad y de seguro lo pondría a lavar platos, frunció el ceño ante el pensamiento y dejó la taza en su lugar. Los italianos son déspotas y crueles cuando se trataban de inferiores.

 

Le confieso que tiene razón, es natural verla e inclinarse, no puedo estar más encantado de cumplir con esto pero hay algo en usted, Lucrezia, que me hace retroceder. Tenía que optar por la sinceridad No sé si es por su alcurnia o porque mi ama la quiere para ella que usted ya me parece intocable. Lo cuál es una lástima.

 

Terminó su taza de golpe, sabiendo que no le quemaría.

 

Hoy soy suyo y estoy para servirle. Alzó un tupida ceja ¿Debería temer?

 

 

@@Lucrezia Di Medici Di Médici perdona la tardanza hombre, tengo problemas con el internet :<

[justo]

Los magos tienen una gran diversidad de temas en sus bibliotecas, se podria decir que no hay tema que no tengan algun libro que lo explique. Como es natural, tambien las brujas tienen su corazoncito y, a la vista de que la sociedad magica es muy tradicional, siguen los estereotipos de que el puesto de la mujer es el hogar. Aunque, en honor de la verdad, las actuales generaciones estan cambiando eso. Pero existe una pequeña relacion de libros, y de autores, que permiten saber muchos detalles de la vda cotidiana y he aqui algunos ejemplos.

 

"La elaboracion de Queso mediante la magia" de Gerda Requeson. En realidad esta autora no existe, es un pseudonimo de otra autora llamada Greta Cathlove. Greta es autora de otro curioso libro "Encanta tu propio queso". Es posible que su editor le sugiriese el cambio de nombre, admitireis que su nombre real es mas dificil de recordar.

 

"Magia practica para el mantenimiento del hogar" de Zamira Gulch. La guia imprescindible para los magos y brujas "manitas".

 

"Mi vida como muggle" de Daisy Hookum. Lo escribio despues de vivir un año entre muggle sin usar la magia. Tiene merito la cosa. La autora esta casada con el celebre jardinero Tilden Toots, llamado popularmente "el mago con 3 pulgares verdes".

Editado 19 de Septiembre del 2019 por justo

[Lucrezia Di Medici]

Sin duda había algo en él que había logrado penetrar la dura coraza que representaba la curiosidad de Lucrezia. Aquella peculiar presencia transmitía algo, una sensación que no lograba leer correctamente. Había una verdad muy subterránea, algo que había que indagar mucho para encontrar. Parecía estar escarbando con sus propias manos para encontrar un tesoro, un tesoro que aún le era misterioso ¿Qué había producido aquel encuentro? Con aquella idea dando vueltas en su fuero interno, la aristócrata tomó de las manos de Passepartout una taza de delicada porcelana blanca decorada por un fino borde dorado.

 

- Una pena que tu ama no haya podido venir por su cuenta aunque no quiero sonar insultante con tu presencia, estoy igualmente agradecida que te acercaras.- le dijo con una amabilidad en el curso de sus palabras que sonó tan convincente que hasta se sorprendió.

 

Escuchó pasivamente la historia de Dante, sin dejar intuir en sus facciones reacción alguna al relato de su interlocutor e interrumpiendo su postura relajada únicamente para elevar su taza y beber un pequeño sorbo de aquel té. Las situaciones dramáticas, cuando no las producía ella, la aburrían exageradamente. Era algo que dejaba entrar por un oído y salir por el otro. No las analizaba, no las respondía ni intervenía; eran momentos que quería que finiquitaran lo más vertiginosamente rápido que se pudiese ¿O acaso la confundían con una terapeuta? Sin embargo, no dejó en un momento que su impaciencia escapara la muralla que era su rostro impasible.

 

¿Qué hacía allí, conversando con un demonio? Cualquiera que conociera a Lucrezia se lo habría preguntado al instante de iniciado aquel inusual encuentro, pero ella tenía una respuesta acotada e igualmente contundente: sus ojos. Ese fuego que se reflejaba alrededor de sus pupilas la atraía; el calor que no se proyectaba al exterior pero se intuía la embelesaba. La mirada zafiro de la Médici le dio un disimulado vistazo a la figura del hombre, procurando no apartarla por más de un segundo. Cuando él mismo hizo hincapié en sus ojos, Lucrezia supo que era su momento de tomar la palabra. Deslizó su mano libre por la mesa hasta colocarla sobre el dorso de la del demonio, cuya su distancia precautoria la aristócrata ya había notado al sentarse en la mesa.

 

- Es realmente triste.- le dijo como una respuesta automática, sin saber qué le acababa de contar Dante pero sabiendo de su carácter trágico- Aunque como dices, tus ojos no engañan. Son muy atrapantes. Me honra Susan con tu presencia…y el rubí, claro.- dijo, dejando que su voz impostara poca relevancia a lo segundo.

 

Entonces la recordó. Lucrezia no tenía un pelo de necia y sabía que aquel “gesto” amistoso de Susan poco tenía de inocente o bien intencionado. La mujer que había conocido en su incursión a la mansión Triviani para extender sus redes de influencia y negocios dentro de Gran Bretaña se contraponía supinamente con la que envió a uno de sus mejores siervos con una piedra preciosa y una orden inquebrantable de cumplir sus mandatos. La Médici no temía conceder a sus rivales lo que realmente valían y Susan era, sin espacio a dudas, una mujer inteligente; sin embargo, apelaría a la mesura para dilucidar la intención de la Triviani en todo ello.

 

- Exprésale a tu ama, entonces, mi respeto y mi agradecimiento. Esto es un bonito detalle y hace que me sienta bien posicionada en una sociedad que aún me es extraña.- fingió cordialidad, embozando una extensa sonrisa que marcaba las pecas de sus tersas mejillas- Y en cuanto a ti, Dante, no tienes por qué temerme; solo respetar la relación de poder.

 

La aristócrata dejó la fina taza sobre la pulcra superficie de madera y apoyó ambas manos para ponerse de pie. Rodeó con su elegante contorneo la poca distancia que los separaban y sin mediar palabra ni gesto se sentó sobre el regazo de Dante, quedando de perfil a él. Cruzó sus piernas nuevamente por debajo de la acampanada falda de su vestido y comenzó a deslizar su mano izquierda por el hombro del penitente. Era fuerte y macizo. La bruja sintió con su sensible tacto toda la dureza y la rispidez bajo la tela de su ropaje. Humedeció sus labios con un imperceptible movimiento de su lengua y se acercó con medida lentitud al oído del hombre, alimentando la expectación.

 

- ¿Te interesa torturar a alguien por mí? Te lo pregunto, aunque de todas formas te obligare.- le dijo con un dejo de sorna, dejando ya fluir sin escrúpulo alguno su característico tono altivo y superado que había reprimido hasta ese exacto momento.

 

[justo]

¿Y que pasa cuando uno es Squib o, simplemente, un zote? Pues en este caso tenemos algo muy novedoso, el Embrujorrapid.

 

Se trata de un curso para casos desesperados. Se hace por correspondencia y muchos magos y brujas lo elogian por sus prodigiosos resultados.

 

Esta avalado por varias personas como Madame Z. Nettles de Topsham y Warlock D. J. de Didsbury, aunque, en honor a la verdad, hay que admitir que no ha sido posible ponerse en contacto con estas personas por lo que, cabe la posibilidad, de que sean imaginarias.

 

Eso si, presenta una serie de lecciones practicas para una magia muy elemental, con perogrulladas como la forma de sujetar mejor la varita o como volar en escoba, cosas absolutamente sabidas por todo el mundo.

 

Por supuesto, nunca ha funcionado con ningun squib, porque donde no hay poderes no puedes obtenerlos de ninguna manera. El Ministerio sospecha que es un negociete en la misma linea de los que creen en lo que publica "El Quisquilloso", y con eso creo que esta dicho todo.

[Ada Camille Dumbledore]

Luna Cristal Gryffindor Dumbledore

 

La figura de una joven rubia se asomo por el callejón, caminaba sin prisa y observando todo con tal asombro que parecía una pequeña niña. En sus años de residencia en Ottery jamás había paseado por el callejón sola. Siempre de mano de su madre o de algún adulto, llevaba 7 años lejos de aquí y le sorprendia todo. Aunque no estaba de paseo en esa ocasión, había venido aquí con el propósito de verse con su tutora. Por orden y petición de su madre y de su padre por medio de su tutora debía venir a Inglaterra a vivir.

 

Era innegable que el mundo mágico era desconocido para mí en su totalidad, no conocía a nadie y tampoco le importaba mucho socializar.

 

-ese es...

 

Susurro al ver el negocio de infusiones de propiedad de su tutora, esperaba verla a ella y conocer a la mujer que de seguro era la que se había quedado con mi padre. Mi madre siempre lo defendía pero yo sabía por mi queridisimas tías que mi padre había sido un don Juan.

 

Apenas si lo recordaba cuando iba Londres en las noches a vernos mientras que mamá le atendía para que se sintiera cómodo. Yo no quería amar, era esclavizante y humillante.

 

Entre al local y me adentre de a poco, Suspiré te espere a ver a alguna persona

[Lucrezia Di Medici]

Luka Gryffindor.

 

- Tiene que estar aquí, estoy seguro.

 

Había colocado todas las teteras de porcelana blanca en el suelo, rebuscando en el estante más alto al que apenas podía llegar poniéndome de puntitas de pie y estirando el brazo hasta el punto que los músculos comenzaban a doler. Las yemas de mis dedos se arrastraban con dificultad sobre la impoluta madera de pino, en busca con mi tacto de la áspera tela que conformaba la bolsa que estaba seguro había visto que Lucrezia portaba ¡llena de oro! Sí, el peso y las formas redondas que había notado contra la arpillera eran claramente un buen número de galeons, suficiente al menos para comprar Sortilegios Weasley entero.

 

Sin embargo, y aunque había estirado mis dedos hasta límites por mi insospechados, la búsqueda había sido en vano. Había seguido el rastro del encantador oro hasta aquella bodega pero no había encontrado nada más que trastos, teteras, tazas, frascos llenos de hojas de los más llamativos colores y cientos de cubos de azúcar. Nada hacía sospechar que ese lugar servía como improvisada bóveda para las ganancias del negocio ¡y nada me daba una pista de dónde la señora Médici había ocultado la maldita bolsa! Había ahogado hasta ese momento todas mis ganas de comprar todas las golosinas que había inventariado en mi mente cuando pensé en robar aquella bolsa. Ahora no tenía nada más que un lío de objetos varios alrededor y los bolsillos vacíos de galeons, una vez más. Mejor era volver a la mansión Di Médici.

 

Con una frustración que hacía erizar los bellos de mi nuca y dejando atrás un desorden fenomenal en el suelo que seguramente Passepartout me recriminaría más tarde, abrí con marcado disimulo la puerta y salí rumbo al salón donde se recibía al público. Con mis verdes ojos hice un rápido paneo del lugar mientras rodeaba la elegante barra que normalmente atendía un elfo doméstico. La Casa de Infusiones se encontraba parcialmente vacía, posiblemente dado el calor que por esos días se alzaba en el Callejón como los últimos rastros de un verano que comenzaba a alejarse. Sin embargo, una presencia disonante en la amplia habitación hizo que frenara en seco. Esa cabellera rubia, ese ojos…

 

- ¡HERMANA! - exclamé con total exageración, consciente de haber sobresaltado a algunos de los clientes por lo sorpresivo de mi grito.

 

Y corrí. Corrí como si no hubiese mañana. Sentí los ojos de todos los presentes aun clavados en mi espalda, entre asustados por lo resonante de mi voz y escandalizados por mi interrupción a la serenidad que uno esperaba de un sitio de tales características elitistas. Y salté. Me lancé sobre ella rodeando su torso con toda la delgadez de mis brazos y ambos caímos al suelo. Adrede giré en el aire para amortiguar la caída sobre la madera y que ella no se lastimara, pues no era un secreto que era mucho más delicada y sensible que lo que yo podía ser. Una vez completamente extendidos en el suelo, como solíamos hacer junto a la chimenea en el hogar de nuestra madre cuando éramos pequeños, corrí los rubios mechones de su enmarañado pelo que no le permitían mirarme a los ojos y le mostré la más extensa y feliz de mis sonrisas. Era emocionante volver a verla luego de tanto tiempo.

 

- ¿Cómo te fue en París? Y más importante ¿Por qué estás aquí, sis? Le darás un susto a la señora Lucrezia. Sin duda.

 

[justo]

Se puede decir que el mundo magico se divide en dos grupos bien diferenciados. Brujas y magos, con poderes magicos. Squibs, sin poderes magicos. Tambien estan, pero son raros, los medio-squibs, con algunos poderes muy especificos.

 

Luego estan los magos con ciertas facultades. Animagos, que pueden transformarse en un animal a voluntad. Metamorfomagos, cambian su apariencia a voluntad, esta facultad no se adquiere, viene por nacimiento. Vidente, es el que puede ver el futuro, tambien es una facultad de nacimiento, no son muy comunes.

 

Hablantes de Parsel, se asocia con los magos tenebrosos pero la verdad es que no es asi. Hay magos especialmente habilidosos que han llegado a aprenderla. Hablantes de lenguas no humanas, en general estan especialmente dotados para ello. Dumbledore hablaba Sirenio.

 

Incontrables, son los magos que poseen la facultad de impedir que les pudieran localizar, se hace con un hechizo especifico, parecido a los que se usan para hacer lugares inmarcables.

[Ada Camille Dumbledore]

Luna Cristal Gryffindor Dumbledore

 

 

El lugar tenía buen gusto, siempre me había imaginado que una casa de té fuera toda en madera, de estilo oriental con sillas bajas rodeadas de cierta clase de sombra para los asistentes.

Esta era bastante diferente con mucha luz, paredes blancas que reflejaban alegría, se podía decir que era la versión mediterránea de una casa de té el olor era bastante intenso, pero no podía distinguir cuál de todos percibía.

 

Alce mi mano para acomodar un mechón de mi cabello cuando escuché un grito, reconocí de inmediato la voz y blanquee los ojos cuando lo vi corriendo hacia mí, hubiera huido pero era inevitable:en cuanto me vi rodeada por sus brazos fuertes lance un sonoro grito, en segundo giramos y caímos al piso, cuando logre estabilizarme lo golpee en el pecho con las dos manos, sabía que no lo dañaría.

 

-NO VUELVAS A HACER ESO

 

Lo siguiente fueron mis sonoras carcajadas en el salón, no podía creer que mi hermanito estuviera tan loco para hacer aún esas cosas.

 

Ya tirada sobre mi espalda acomode el vestido para evitar indiscreciones.

 

Y de manera poco delicada acomode su brazo para tomarlo de almohada.

 

-Estoy bien, en París tome varios cursos de pintura y arte... Elizabeth te envía saludos y a mamá.

 

Bufé cuando pensé en sus palabras hacía Lucrezia.

 

-No creo que se sorprenda, ella fue quien me mandó a llamar para que viva en la Mansion Di Médici...

 

Me reincorpore de pensarlo, no l conocía e iba vivir en esa casa con una completa extraña que de seguro sólo quería estar en concordia con nosotros por quedar bien por nuestro padre.

 

Voltee a ver a mi hermano y le consenti la mejilla, luego la pellizque

 

-Ya estas mas alto que yo, que estas comiendo en este lugar

 

Lo solté y lo despeine

[Lucrezia Di Medici]

Luka Gryffindor.

 

- ¿Arte y pintura? Tú sí que no pierdes el tiempo. - repliqué irónicamente mientras me incorporaba, extendiendo mi brazo derecho para que pudiera tomarse de él y levantarse del suelo.

 

Al encontrarme nuevamente de pie estiré los pliegos que se habían formado en mi ropa por tan brusco y repentino movimiento y volví a enfrentarme a la mirada de mi hermana, que aún mostraba las consecuencias de la carcajada que había lanzado segundos antes ¡Cómo extrañaba esa tonta risita! Y se lo hice saber con claridad mediante mi extensa y genuina sonrisa, que no borré ni por aun segundo hasta que tuve que volver a tomar la palabra. Tener otra vez a Luna en Ottery luego de -literalmente- años era la mejor noticia que había recibido en los últimos tiempos ¡Incluso mejor que no tener que cursar Hogwarts ese año!

 

- ¿Vivirás con nosotros en la Médici? Pues te lo pasarás pipa ¡No sabes los banquetes que preparan los elfos allí! ¡Mira!

 

Tomé mi blanca camiseta de la parte inferior y la levante por sobre mi pecho, dejando ver la incipiente panza que apenas sobresalía sobre el negro cinto de mis pantalones. En los últimos meses había ganado unos pocos kilos, que habían servido para darle un poco más de presencia a mi figura. Sí, aún era un adolescente bastante delgado y larguirucho, pero la idea de ganar un poco de peso a fuerza de llenarme de golosinas, carnes varias y ni un vegetal era una oferta imposible de rechazar. Rasqué un poco la blanquísima piel debajo de mi ombligo pese a que no me picaba y dejé caer nuevamente mi camiseta, suponiendo suficiente aquella exposición de mi grasa corporal.

 

- ¿Te acuerdas de Passepartout, el elfo de nuestro padre? Prepara los mejores helados caseros que hayas probado, lo prometo.

 

Y le devolví su gesto tocando su mejilla, pero de una forma mucho más parca. No me gustaba tampoco ser tan demostrativo, ni con ella ni con nadie. El contacto físico exagerado…no era realmente lo mío; más si lo era la irreverencia. Simplemente realicé un envolvente gesto con mi mano para que me acompañara a una de las redondas mesas que abundaban, vacías y pulcras, en el lugar y al llegar junto a una de ellas frené bruscamente. Sosteniéndome del respaldo de una de las elegantes sillas, que denotaban el buen gusto de su dueña, coloqué un pie sobre ésta y de un salto quedé sentado sobre la tabla de madera donde la gente dejaba reposar sus infusiones. Coloqué mis flacuchas piernas en posición de loto.

 

- La señora Médici no es tan mala, te acostumbras a su mala cara ¡Y no sabes la fauna que tiene en casa! Solo conocí una mayor cuando visité el parque de la tía Sagitas.

 

Le sonreí y golpeé con la palma de mis manos dos veces sobre la mesa, invitándola formalmente a sentarse a mi lado. Escabullí mi ansiosa mano dentro de uno de los bolsillos de mi negra túnica, que llevaba completamente abierta, y sentí con la palma de mis manos ese reconocible cartón que tanto buscaba. Lo tomé con mis manos y lo saqué de sopetón, exponiéndolo frente a Luna con supino orgullo. Volví a sonreír entre compinche y desafiante, sabiendo que ambos compartían el gusto por aquella famosa golosina: una rana de chocolate. Solo su inesperada llegada a la Casa de Infusiones había retenido mis ansias por descubrir que cromo aguardaba allí dentro a ser descubierto.

 

- ¿Quieres? Espero que no sea un Dumbledore otra vez.

 

[justo]

Algo basico de nuestra economia es nuestro dinero. Las monedas son el Galeon, Sickle y Knut. El Galeon es de oro y vale 7 sickles y 493 knuts. El Sickle es de plata y vale 29 knuts. El Knut es de bronce. Un encantamiento hace que las monedas sean muy ligeras, de otro modo seria imposible llevarlas en el bolsillo por su enorme peso. Las equivalencias son un poco extrañas, porque no siguen ningun tipo de sistema economico, otra rareza de nuestro mundo.

 

Las monedas se guardan en Gringotts y desde alli se distribuyen. Gringotts esta controlado por los Duendes. Las monedas son acuñadas en el mismo Gringotts, llevan la fecha de acuñacion y una serie de numeros en su borde exterior que se refieren al Duende que la acuño. Las falsificaciones estan rigurosamente prohibidas y se castiga con penas en Azkaban.

 

Los cambios en monedas muggles son a valor fijo, no estan sujetas a fluctuaciones.