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Libro del Equilibrio (4)


Lisa Weasley Delacour
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Estaba algo enfadada aún por lo del libro equivocado, aunque he de decir que el permiso "velado" de Bastian para que le llamara como un igual me alegró un poquito; los dos sabíamos cosas del otro que nos callábamos por el respeto y la obligación misma de ser hermanos en sacerdocios, aunque fuera más oficioso que oficial, ya que ninguno teníamos acceso al templo de saber de Avalon. Así que le sonreí ante su comentario del hechizo.

 

-- Glacius, ¿he dicho Glacius? Bueno... Tal vez... Haya oído algo de un hechizo de antaño que helaba todo lo que tocaba en un radio de acción de 10 metros alrededor de quien lo lanzaba -- ¡Toma ya lección de hechizos de la Orden Sacerdotisal de forma camuflada! -- Pero, ya sabes, Bastian -- por fin podía usar su nombre. -- A veces son más leyendas urbanas de la magia que realidades...

 

Otra forma de esconder que ese hechizo existía y que era muy poderoso usado bien. O usado mal... Cada cual con su conciencia...

 

-- ¿Viral? -- ahora me perdí en la palabra del Warlock. Viral... Lisa era más que capaz de meternos en una trampa para inyectarnos una poción de pruebas y ver lo que pasaba. Sí, no sé si ella sabía de Primeros Auxilios pero vamos, que algo sádica sí lo era. -- ¿Seguro que es viral esta proyección? ¿Cómo esas pelis que dices las leyendas no escritas que te maldicen y que te mueres a los tres días de haberla visto?

 

Por si acaso, no es que no me fíe de Lisa pero toda precaución es poca si está ella, pronuncié un audible Obscuro que hizo que saliera una venda oscura, totalmente opaca, que atraje hacia mí con la varita para que no tapara los ojos de nadie. No quería ser acusada de atacar a Warlocks o directores u otros usuarios del cine por la espalda. Me cubrieron los ojos y dejé de ver nada. Eso es una limitación, sí, pero yo seguía con mis trece y como había notado que Cissy no iba a dar su brazo a torcer, manoseé el libro azul (lo había visto antes, no es que ahora lo viera, estaba totalmente cegata) y busqué entre los objetos que había dentro. Encontré uno y lo enseñé como una muestra de triunfo, una prueba de mis palabras de que había sido estafada por el mal.

 

-- A ver Cissy... Dime... ¿En qué parte de reloj de Cucu va esto? - y lancé al aire un pétalo de algo, supongo que una flor. No sabía como era porque no la había visto antes y ahora con los ojos tapados menos.

 

Dije un Ventus (hora de usar otro hechizo sacerdotisal y enseñar a mi igual Bastian de forma disimulada, yo aprovecho todas las ocasiones) y dejé que la hoja volara hacia el lugar que creía recordar que estaba la Directora del Mall, aunque bien podía ser que me confundiera. Por algún motivo, pasó cerca de una vela que (vamos, es totalmente pausible que hubiera velas en el lugar, ¿no?) prendió fuego a la hoja de lo que sea y activó uno de sus poderes mágicos: flotó un efluvio, tal vez no tan supermegaconcentrado como si estuviera bien usado en una poción, pero que ayudaba a crear un leve alucinógeno que si era olido por los presentes, a saber qué nos contarían. No creo que llegara a ser mortal, al ser usado directamente y no como las instrucciones del libro que no me había leído exponían.

 

-- ¿Huele a quemado? -- murmuré, dudando de si levantarme la venda o no. No quería ver una peli tipo "The Ring" y que me saliera un cadáver a perseguirme por toda la sala de cine.

 

Por cierto, sitio raro para mostrar un cine en Tresdé, en medio de la Arena de los Uzza, pero como Lisa era tan rara... Alargué la mano con una sonrisa, intentando agarrar algo...

 

-- Ohhhh, ya veo la peli, y con la venda puesta... -- dije, admirada, totalmente alucinada... Parecía que llegaba una nuez de macadamía rodeada de caramelo, ¡las que más me gustaban! Abrí la boca para comérmela, por supuesto (¿cómo podía estar viéndola sin los ojos abiertos?, buena pregunta que debiera haberme hecho antes de abrir la boca). De repente, aquel fruto seco se convirtió en una especie de micropuff mutado que sacó patas como si fuera una araña y chasqueó unas pinzas delante de mi cara. Intenté tirarme hacia atrás de mi silla. -- ¡Socorro! Lisa ha puesto "Alien" y este bicho quiere fecundarme... Y a mí sólo me fecunda mi Jack, si es que un fantasma puede hacer eso. ¡Auxilioooo!

 

Después cerré la boca y agarré el bicho alucinado en el aire para impedirle el paso hacia mi estómago. De eso nada, había visto Alien en el cine muggle una vez y me había asustado mucho con esa película.

Editado por Sagitas E. Potter Blue

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- Piertotum locomotor - En su día Minerva había hecho algo similar.


Rugí con fiereza tras despertar de aquella ensoñación tal real a la cual Runihura me había llevado. Tres de las cinco estatuas que estaban en los alrededores del aula cobraron vida. Estas, siguiendo una orden mental, se acercaron a los alumnos, cercándolos por completo. No pretendía asustarlos, si intimidarlos. Sabia muy bien lo que muchos de ellos pensaban acerca de mi persona y forma de vivir. Me daba igual, no obstante, no iba a tolerar falta de respeto alguna hacia mi nombre o hacia los guerreros Uzzas que me habían entrenado. Por encima de todo estaba mi ego y mi reputación.


- Hace ya mas de una década, una gran batalla entre el bien y el mal quebró Hogwarts.


Había decidido ignorar lo que mis ojos me mostraban, pues nada mas que la historia que salia de mis labios merecía la pena en la habitación. Amen de que tanto el fuego como el hielo desaparecieron cuando yo creí conveniente. Sagitas y Bastian se habían dedicado, durante mi corta ausencia, en afianzar sus conocimientos como sacerdotes, mientras que Cissy y Sophia a, como era obvio y muy evidente, mirarme mal y preguntarse el porque yo tenia aquel puesto y ellas no. La aventura que íbamos a iniciar era complicada y de carácter simbólico para muchos. Sin aquel culmen en la historia, ninguno de los prestes seria tal cual lo es ahora.


- Primero iba a mostraros el poder de los artilugios y hechizos del libro. Como usarlos y como defenderse de ellos. Veo que eso no tiene lugar, que estoy ante magos con poderes y una cultura inigualables – El tono irónico se me escapaba sin remedio – Por ende, vamos a saltarnos esa parte y a entrar en el meollo de la cuestión – Mire hacia la maquina que a mi lado tintineaba – No es un cine como la señora Potter Blue lleva creyendo desde que ingreso al aula. Es una maquina de realidad virtual modificada. Con la que viajaremos a la batalla mas cruel conocida.


Con un ademan de mi brazo, les indique que se sentasen. Los iba a conectar al aparato.


- Hay tres reglas que si o si deberéis cumplir. La primera y fundamental, no muráis. La segunda es que debes solo usar los conjuros de las cátedras, tanto de esta como de las anteriores. La tercera y ultima – Una sonrisa se poso en mis labios – Aprended todo lo que podáis, pues al final de la clase habrá un castigo para aquel que no domine por completo la magia que en sus paginas el libro esconde – Cuando todos estuvieron acoplados al objeto extraño, le di al botón de iniciar. La simulación comenzó. Todos los presentes, incluida yo, nos vimos sumergidos en un turbio recuerdo.



El asombro se exteriorizo en mi pálido rostro. Los bellos muros del castillo mas grande y asombroso del planeta se erguían majestuosos frente a mi figura. Hogwarts me daba, una vez mas, la bienvenida como solo el sabia; dejándome muda y boquiabierta. Era increíble como, a pesar del tiempo o el lugar, aquel sentimiento de paz y cariño se sentía igual de fuerte. Cerré los ojos un instante, recordando mi niñez entre sus muros. Debía defender el castillo como en su tiempo hicieron mis congéneres. Asistir al encuentro mas terrorífico contra los mortifagos en primera persona.


Sobrevivir no era un reto, era una realidad patente

Editado por Lisa Weasley Delacour

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Me quedé super extrañada con Sagitas. ¿Se estaba colocando una venda sobre los ojos? ¿Qué le pasaba a esa mujer? Miré que su mano tomó el Libro del Equilibrio y agarró algunas cosas y estaba por responderle que eso no iba en ninguna parte de su libro de armado de relojes cucú porque en realidad ella no había comprado nada de eso cuando, extrañamente, algo sorprendente ocurrió. Quizá era yo que me había vuelto loca con tantas cosas que estaban pasando o quizá fuera el aparato de Lisa, pero noté que Sagitas tomaba un pétalo de no sé qué de su Libro y lo hacía flotar hasta una vela... ¿Por qué no había notado que había velas allí? Y entonces, el pétalo se desintegraba en el fuego y olía... olía delicioso.

 

-Huele a... a...- me tapé la nariz y agarré mi varita, repentinamente precavida. Hice una floritura y una leve ventisca apartó el aroma endulzante de nosotros. Escuché a Sagitas gritar y le tomé las manos, que mantenía en el aire como si intentara apartar algo-. ¡Detente! ¡Basta! Es sólo pétalos de... bueno... no sé cómo se llama- dije, calmándola-. Nadie quiere fecundarte, Sagitas. Vale, no, creo que tu marido sí que querrá... (los fantasmas pueden hacerlo?), pero el caso es que estás alucinando... Lisa no ha puesto nada en ningún lado...

 

Me giré hacia el resto de la clase para ver si alguno había visto la actitud rara de mi amiga. Lisa, en su ausencia momentánea (en la que dudé que estuviera consciente de algo), nos había ignorado por completo y ahora me preguntaba por qué me miraba de aquella forma. ¿Acaso yo le había hecho algo? Pensaba que no, ya que tan sólo la había conocido en la clase del Libro de la Sangre y a pesar del evidente desprecio que Leah mostraba hacia ella, yo no había encontrado motivos para secundarla. Bastian había dejado bastante claro que ella era una fenixiana, también lo sabía por las notas del periódico, pero más allá de eso, creía que nunca me la había encontrado, ni siquiera en batalla, así que su actitud me parecía impropia.

 

Alcé la cabeza para poder escucharla mejor, todavía pendiente de la pelivioleta a mi lado (aunque bastante lejos, porque parecía que no quería tocarme o tocar a nadie, quizá producto de nuestro encuentro en la arena del Libro de la Sangre). Alcé una mano para interrumpirla cuando habló de los artilugios.

 

-Pensé que nos ibas a explicar cómo podíamos utilizarlos, pero estás dando por hecho que somos todos expertos en el tema. ¿Para qué venir a la clase, entonces?- pregunté, porque no se me había pasado por alto su tono irónico y altanero. Alguien tenía que patearla para que se diera cuenta que no era más que una más de la comunidad mágica, diera la clase que diera. El único motivo por el que me quedaba y no la mandaba a juntar sus plumas era porque deseaba aprobar aquel bendito libro, pero bien me hubiera ido de allí sin más. Sospechaba que tanto Sofía como Bastian pensaban lo mismo-. Sagis, quítate la venda o no podrás entrar en la realidad virtual que dice esta mujer.

 

Me senté en el lugar que Lisa indicaba y dejé que me conectara al aparato. Mi cuerpo dio una sacudida y, cuando me atreví a abrir los ojos, me encontraba parada en los terrenos del castillo, donde tantas veces había ido a volar con mi escoba durante las tardes de primavera.

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Movió la varita en acto reflejo. Esta siempre estaba a la mano, siempre podía ser usada en segundos. Apartó de si el humo que se produjo cuando Sagitas hizo que un pétalo de los pensamientos se incendiara en una vela. Quizá no era la mejor idea, quizá el momento menos oportuno, pero sacó el libro del equilibrio de quien sabe donde con un ligero movimiento de la varita.

 

Descubrió así el nombre de los pétalos del pensamiento. El rápido movimiento de varita lo ayudó a no morir, aunque le preocupaba que Sagitas estuviera bajo los efectos de aquella sustancia tóxica. Se acercó a su hermana de sacerdocio.

 

—¿Qué tanto de eso aspiraste, Sagitas? ¿Estás bien? ¿Segura que no vas a morir? Estás alucinando ¿Quieres un bezoar?

 

Miró, de nuevo, un dejo de desprecio hacia Lisa. Incluso aunque pensaran igual él la odiaba. O al menos era a lo que se había acostumbrado. Esas ideas también desaparecerían con el tiempo, conforme pasaran los meses él iba a asimilar que Lisa no lo había traicionado en lo más mínimo. Probablemente si que había traicionado a la Marca Tenebrosa, pero no puedes traicionar a un mortífago que realmente no lo es. Lo que realmente le molestó en ese momento fue que no diera explicación alguna sobre el libro. Las semillas de hielo y los pétalos habían sido un accidente.

 

No siguió, aún, las ordenes de la bruja. Él no se movería a ningún lugar hasta asegurarse de que Sagitas estuviera totalmente bien. Bastian la había visto efectuando magia poderosa y complicada, pero nunca estaba demás ayudar a quien estaba sufriendo alucinaciones sobre un alien procreando.

 

—Evanesco

 

La venda de los ojos de la bruja desapareció. Al menos de esa forma podía hacerse un poco de realidad, ver que en realidad las cosas no habían cambiado mucho y que nada buscaba fecundarla. Continuó sin conectarse a aquel aparato de realidad virtual ¿Dejar a Sagitas en ese estado? ¡Jamás!

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--¿Pétalos? ¿Te crees que no sé distinguir un pétalo de flores a un Alien maloliente? -- le dije a Cissy, quien no quería dejar que me librara del bicho e intentaba cogerme de las manos.

 

Era cierto que ya no olía tan mal, como si alguien hubiera hecho correr aire a mi alrededor. Intenté escuchar el sonido del Viento y no estaba allá, por lo tanto, Bastian no había usado ningún Ventus para mover el aire, aunque ahora mismo no estaba segura de si se lo había llegado a enseñar. En ese momento, no estaba segura de nada, tenía una turbación en la cabeza y mucha sed, la boca seca me hacía carraspear.

 

-- Lisa es mala, seguro que ha puesto algo para hacernos alguna perrería -- murmuré, aún sin creer a mi amiga, aunque ahora que mi mente parecía algo más clara, me cuestionaba si realmente había visto un micropuff afectado por algún experimento fallido o por un Alien fílmico. -- No pienso quitarme nada, no, no...

 

Noté que Bastian me hablaba sobre drogas y bezoares y le sonreí. Le puse la mano en (espero al menos, ya que seguía con los ojos cerrados) el hombro y le sonreí.

 

-- Un bezoar es una buena idea por si lo necesitas en el futuro, siempre llevo alguno encima, aunque no recuerdo en cual de los bolsillos -- murmuraba sin mirarle a los ojos, por encima de él, como si mi mente luchara por salir de alguna bruma. -- Sirve también mordisquear hojas de lúpulo. Aunque eso no llevo encima.

 

Permanecía ajena a las palabras de alguien más, porque me llegaban desde un eco lejano. Creo que era Lisa y que hablaba de algo de realidad virtual. Me crucé de hombros.

 

-- Pues lo que yo he dicho. Cine 3D, o tridimensional.

 

De repente, se hizo la luz. Me puse un brazo sobre los ojos libres de venda y grité.

 

-- ¡Por todos los dioses, muchacho! Soy fotosensible. Ahora me he quedado ciega de verdad...

 

Alcé los dos brazos y avancé hacia la voz de Lisa, no sé si para provocarla o para buscar refugio de mis dos compañeros.

 

-- Eh tú, me siento a tu lado o esos dos me matan, seguro. Y ya no podré cumplir la primera regla de no morirme. Sobre la segunda regla... ¿Conjuros de catedrales? ¿Y eso qué es? Y sobre la tercera... Si te crees que vas a poder castigarme es porque no has probado el sabor de la venganza de mis animalitos del Circo como no regrese sana y salva a mi casa.

 

Intenté acomodarme y cuando lo conseguí, hice un gesto a Bastian para que no se quedara atrás. Por algún motivo se había quedado atrás, como si estuviera vigilándome, ¡con lo bien que me encontraba, ahora que la luz no me molestaba en los ojos!

 

-- Hey, Bas... Sr. Warlock, venga a este asiento. Son algo incómodos, pero supongo que Lisa no ha visto nunca como son los asientos de cines mugles, cómodos y mullidos.

 

Algo me decía que aquello iba más allá de una sesión de película así que tuve tiempo de analizar las palabras de Lisa antes que aquello nos llevara a algún lugar alejado en el tiempo y el espacio. De repente, lo que fuera que había nublado mi mente, había desaparecido. Ahora estaba otra vez en total uso de mis facultades (si es que alguna vez las he tenido) y miraba a los lados extrañada, repitiendo fragmentos de las frases de la Jefa de Seguridad.

 

-- ¿Clase...? ¿Libro...? ¿Magia...? ¿Batalla de Hogwarts? ¡¡Demonios redomados!! ¡¡¡Yo no quiero dar clases de lib....

 

Succión.

 

Nuevo escenario: Hogwarts, el que conocía de toda la vida, aunque tal vez algo diferente en forma en algunos detalles, no era totalmente como el que recordaba.

 

-- ... libros!!!

 

Ahora ya no estaba confusa. Ahora estaba enfadada. ¿Quién me había metido en una clase de libros sin que me enterara? ¿O me había metido yo sola por ser una despistada? Di una patada en el suelo y miré a Lisa, quien parecía extasiada por lo que veía.

 

-- Para tu conocimiento, Srta. Delacour... Si te crees que voy a mover un dedo para defender Hogwarts de la Batalla de los mortífagos vas muy equivocada. Yo siempre estoy de parte de los buenos, pero no pienso decirte a quienes considero buenos en este momento. Así que tú misma, tal vez podamos cambiar la historia de una manera inesperada.

 

Seguí con los brazos cruzados.

 

-- A mí ese Harry Potter siempre me pareció algo bobalicón -- añadí. Después me quedé callada.

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Apenas si se había acomodado cuando vio de reojo como Sagitas lanzaba un pétalo hacia la lumbre de una vela causando con ello que el pétalo hiciese lo suyo. Lo mas sencillo para ella fue dejar de respirar, si el aroma no entraba a su sistema se salvaba de tener que alucinar, de nuevo. Si no eran los profesores, eran los alumnos, pero desde que los uzza habían llevado aquellos libros a Londres, a todo mundo le daba por lanzar ese alucinógeno al aire. Gracias a los dioses, tanto Cissy y Bastián tenian buenos reflejos y alejaron aquel químico potente de la clase por lo que la rubia podía seguir fingiendo ser un poco humana respirando.

 

Tras un viaje a dios sabe donde en su propia cabeza, la profesora finalmente regreso a tiempo para deshacer los efectos tanto de la arena de Bastian como de las flores de Sagitas, para después hacer algo que para la Granger resultaba exagerado. Rodearlos de estatuas como si alguno deseara escapar, aunque con los modales de la mujer, mas de uno saldría huyendo, pero desde luego no ella, ella solo pretendería que esta era otra persona.

 

Se acerco a Cissy y se sentó a su lado, mejor cerca de sus compañeros y lejos de aquella profesora que iba a brincarse la teoría y con algo que resultaba por demás irresponsable los lanzaba directo a la practica.

 

- supongo nos harán un descuento en el precio de la clase, puesto que solo nos dará la mitad de esta - dijo usando el mismo tono irónico que la profesora - muero por tomar una clase en mis manos y enseñar como es debido, sin atajos ni medias tintas.

 

Desde luego no era lo que quería pero era su manera de defenderse de lo que a todas luces era un ataque directo a los magos presentes, como si estos en algún momento hubiesen dicho entre lineas que eran terriblemente sabios y dominaban ya los hechizos de pies a cabeza. De momento mas bien le daban ganas de quejarse con el director de la universidad sobre la mala actitud de la Weasley, solo se contuvo por su deseo de que la clase terminase pronto y poder seguir su camino del saber a través de los siguientes libros.

 

Mientras la docente les colocaba los aparatos de realidad virtual aguanto la respiración y cerro los ojos, estaba dedidia a pretender que no estaba ahi justo encima de ella, colocando sus manos cerca de su cuerpo aunque fuese un instante. En cuanto todos estuvieron conectados, la maquina los envió a la batalla de Hogwarts, su primer impulso desde luego fue ayudar al señor oscuro, pero no podía destapar sus reales intenciones delante de gente ajena al bando en el que ella creía aunque no militaba en sus filas.

 

- tantos lugares a donde ir y terminamos en la escuela - dijo socarronamente - que desperdicio.

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Allá vamos. Con un publico difícil todo es mas interesante, pensé. Tener que controlar mi carácter con semejantes personajes frente a mi era algo complicado, mas cuando estos, sin tregua alguna, se mofaban de mi manera de dar clase y de mis conocimientos. Tome aire, dejando que Gaia calmase mis instintos naturales. Había mucho que hacer antes de que la batalla iniciase. Perder el tiempo discutiendo no beneficiaria a nadie. Ademas de que Runihura me sometería a doble de entrenamiento si faltaba a mi promesa.


- Sagitas, tu veras lo que haces. No te voy a exigir nada, excepto que salgas viva de aquí - Dura, si, pero tenia que hacerle ver las consecuencias de fallar en aquella misión. La mujer era, como poco, insufrible. No lograba entender como se menospreciaba de aquella forma. Yo la había visto combatir cuando se dejaba de tantos prejuicios. No era mala. Tenia conocimientos ancestrales del clan de Avalon, amen de mil y una vivencias debido a su edad. ¿Porque se quería presentar como una victima? Quizás para su supervivencia.


Tal vez solo había que presionarla para que sacase todo su potencial. - Bien – Me centre en los demás, todos ellos con el mismo semblante; odio hacia mi y miedo ante lo desconocido – La situación es la siguiente; va a haber un combate, uno que ya conocéis. Cada uno tomara partido como quiera. La única regla es que solo podéis usar los conjuros de las cátedras. Como es evidente, aun tenemos una hora para prepararnos, la cual usaremos para profundizar en los nuevos objetos. Estábamos todos en circulo, a pocos metros de la puerta de entrada al castillo. Me seguía fascinando como el primer día y eso se notaba en mis verdes pupilas.


- El aro de metal que todos poseéis, sirve para curar de cualquier veneno, excepto del de basilisco. En el frasco hay semillas de hielo, como habéis comprobado antes, estas sirven para congelar cualquier superficie. Si las usáis continuamente se acaban, pero con el tiempo se van reponiendo. Los pétalos de pensamiento son mas, digamos, ofensivos. Producen alucinaciones si los acercas al fuego y tras eso, si no frenas sus efectos, la muerte. Dependiendo la cantidad, con ellos también puedes aumentar el intelecto de una persona y hasta hacer ricos perfumes de olor sin igual. Y la piedra que parece inofensiva, es capaz de resucitar a cualquiera, independientemente de como haya muerto. Consume mucha energía, así que solo tiene un uso.


Mucha información en poco tiempo. Luego, tras situarnos en las inmediaciones, continuaría. Aun quedaba la parte mas interesante de la clase. De repente y ante la sorpresa de todos, un bello hipogrifo ocultó con sus alas la luz de sol, previniéndonos de lo que pasaría después. Tome el mensaje como propio y avance hacia el interior del recinto. Ellos sabrían que decisión tomarían - ¿Venís adentro o os quedáis? No pretendo presionaros, pero el enfrentamiento comenzara en pocas horas - Y sin mirar atrás, avance hasta traspasar las defensas de Hogwarts. Siempre me sentía segura entre sus altos muros.

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No llegué a escuchar lo que Bastian decía porque ya me encontraba enchufada dentro de la máquina rara de Lisa. A uno de mis lados estaba Sofía y en el otro Sagitas. Junto a ella se encontraba Bastian y, adelantándolo, ya estaba Lisa, diciéndonos que teníamos una hora antes de que comenzara la batalla.

 

Yo había nacido en 1990, así que tan sólo tenía ocho años cuando sucedió la batalla en la que Lord Voldemort terminó muerto. Me habían contado historias, se habían escrito libros al respecto y aún perduraba el fantasma de la Segunda Guerra Mágica. Pero, dentro de mí, no sentía ningún temor por encontrarme allí. Mi cerebro sabía que aquello no era real y, además, el castillo me era familiar aunque no hubiera sido precisamente ese al que yo había asistido, ya que no lo habían reconstruído por completo sino que habían hecho una especie de anexo. Me sentía segura a pesar de que sabía que estaba por ser representada una de las escenas más violentas que el mundo mágico había vivido.

 

Tomando a Shember en mi mano, sabía perfectamente cuál era el lugar al que pertenecía. Los Mortífagos de Lord Voldemort no eran como los Mortífagos de la Tríada, lo tenía bien en claro. Sí, había sanguinarios y sádicos asesinos entre las filas de mis compañeros pero también había gente como yo, compasiva y que detestaba lastimar a alguien por el simple placer de hacerlo. Sí, odiaba a los muggles por algo de mi pasado y sí pensaba en la supremacía de la sangre mágica, pero de ningún modo asesinar por placer estaba bien, no en mi mente. Yo lo hacía por defensa de mis amigos, de mi familia y por mi honor. También por lealtad: la Marca Tenebrosa había demostrado ser leal a mi y yo sería leal a ella.

 

Escuché atentamente a Lisa mientras explicaba el funcionamiento de los objetos del Libro del Equilibrio y me aseguré de tenerlos todo conmigo, así como los objetos de los Libros anteriores. Esperé a que Lisa se alejara de donde me encontraba y miré a los tres magos con los que estaba dando la clase. Asentí a Bastian y dediqué una sonrisa a Sofía y a Sagitas, antes de colocarme la máscara mortífaga sobre el rostro. Sólo ellos tres me verían y no me preocupaba, sabía que ninguno iba a decir nada sobre eso. Acto seguido, me interné en el castillo, rumbo a la posición de los magos tenebrosos que lo estaban atacando.

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¡Huy! Una cosa es que yo me meta con Lisa, que me siento en cierta manera en derecho por ser medio familia: otra es que un alumno sea maleducada con la profa. Contemplé con una mirada rara a la Señorita Granger y arqueé una ceja. Lisa es prepotente y una abusa-cargo ministerial pero, en el fondo del fondo al final de todo, me cae algo bien. Además, aunque sólo fuera por complicidad entre profesores (aunque yo fuera de unos sencillos conocimientos, nada belicoso), no podía aprobar esos comentarios (como si yo no me hubiera estado metiendo con ella todo el rato).

 

-- Saldré viva, pienso esconderme en las mazmorras que, por lo que sé, no salieron dañadas en la guerra de Hogwarts.

 

Seré olvidadiza pero no lerda, así que iba a vigilar por mi salud. Di tres pasos hacia atrás, disimuladamente, para que nadie se atreviera a tocarme y me hiciera aquello de la marca sanguinolenta o como se llamara el hechizo ese del libro anterior. Sólo me faltaba bailar como un títere en medio de la batalla, entre gigantes y acrománt...

 

-- ¡Acromántulas! -- salté sobre mis pies, de repente muy contenta. -- ¡Vamos a ver la batalla en la que participaron acromántulas! ¡Guayyyy, me encantan las acromántulas! Son criaturas con tantas patitas...

 

Ya se me olvidó mi afán por esconderme. Me puse de puntillas e intenté ver si aparecían, porque no recordaba bien si los del Bando de Voldy las usaron desde el principio o si fue más tarde. La batalla aún estaba por empezar pero ya ansiaba la aparición de mis apreciados animalitos. Tal vez pudiera meterme alguna en el bolsillo (si no me zampaba antes).

 

Abrí el libro con avidez para seguir las palabras de Lisa. Las piezas que habían en él no pertenecían a un reloj cucú, tendría que ver si podría conseguir uno. De momento, me puse el aro en la mano y escuché que no protegía del veneno del Basilisco.

 

-- Bueno, creo que no utilizaron ninguno en la batalla, aunque me lo pongo por si acaso. No pienso beber nada mientras esté aquí, comer menos.

 

Anillo puesto. ¿Semillas de hielo? Eso explicaba lo que había pasado antes. Vale, no creo que tuviera tiempo de helar una superfície y ponerme a patinar. Al bolsillo... No me pongo eso como colgante porque es bien feo. ¿De qué más hablaba Lisa? De pétalos y de fuego.

 

-- Vamos, no... Una clase de herbología ahora no...

 

Pero recordé que "algo" había sucedido en el punto de encuentro con los otros alumnos con aquellas florecillas y, por si acaso, deposité el saquito en el fondo del bolsillo, lo más cuidadosamente posible. Casi la dejo caer, sin embargo, cuando dijo algo de una prueba de resurrección. Abrí los ojos como platos y me quedé mirado a mi (ene)amiga.

 

-- ¿Quieres decir que me enfrenté a mil cuerpos en descomposición y otras cosas que no contaré aquí, porque son secretas, cuando conseguí mi anillo de Habilidad de Nigromancia y sólo necesitaba este amuleto? ¿Tres meses de estudios brutales para nada?

 

Lo tomé en la mano y lo observé. Después miré en el libro y descubrí que se refería a uno mismo. Eso me tranquilizó. Podría seguir siendo Nigromante porque aquella habilidad era para despertar a otro, no a uno mismo. Bueno, así tenía el pack completo. Me lo puse. Iba a salir viva de aquel lugar aunque fuera de forma mágica.

 

-- Hey, ¿a dónde vas? -- Le pregunté a Lisa. Era clara su opción, dentro, con el bando harripotteriano. -- ¿Y tú a dónde vas? -- pregunté ahora a Cissy, quien me había sonreído y se había puesto una máscara. -- ¡No te pega nada, te quedaría mejor una pamela con tul por delante! -- le grité, porque salía en dirección contraria. Así que Cissy iba a participar del lado de los Voldemorianos...

 

Intenté ver qué iba a hacer Bastian. Desde que éramos hermanos de Sacerdocio, no quería que le pasara nada puesto que teníamos un juramento que nos unía y no estaba muy segura de hasta dónde podía llegar ese hecho. Me acerqué a él y le toqué en el hombro.

 

-- ¿Tú qué decides? Yo no estoy segura, pero en medio no me puedo quedar, eso es seguro, porque recibiría de los dos lados. Además... -- Le sonreí de una forma pícara porque sabía que él era mucho más diestro que yo en el manejo de la varita, -- tengo que protegerte hasta que te enseñe todo lo que sé para que seas un gran (que no bueno) sacerdote. "Immolo ad protegendum", Bastian. Procura defenderte bien porque yo recibiré tu daño y, la verdad, no tengo ganas de morirme antes de enseñarte lo que es un chamán que puede entrar en el alma de cualquier animal y ver lo que ve. A ver si con la promesa de que te voy a enseñar algo alucinante si salgo viva, te cuidas un poquito y no eres temerario.

 

¿Pero no habíamos quedado en que iba a esconderme en las mazmorras? Se me había olvidado. Me sacudí la mano izquierda, la contraria de la varita. Con el gran discurso que había dado para enorgullecer mi acto de sacrificio, había apretado demasiado con la Daga del Sacrificio y por poco me corto un tendón del dedo corazón. Sólo me faltaba que se me quedara así, rígido, para siempre. Sería un gesto poco adecuado, socialmente hablando...

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En cuanto la bruja les indico que podían unirse al bando que ellos quisieran, le brillaron los ojos, moría por estar cerca de aquellos que pertenecían a la Marca. Se coloco el aro de metal en uno de sus brazos, el frasco y la bolsa con los pétalos, los guardo en una de sus bolsas, la piedra en otra y el resto de amuletos y anillos los coloco en el resto del cuerpo. Encogió los hombros ante la mirada reprobatoria de la Potter Blue y tras la decisión de Cissy de ir a apoyar a Lord Voldemort ella se escabullo por el mismo lugar aunque sin una mascara en la cara, puesto que ya no era mortifaga no tenia el poder de invocarla.

 

- Cissy, espera, voy contigo - grito mientras salia corriendo tras ella. Entro por una de las puertas del castillo persiguiendo a la Macnair hasta que le alcanzo - no seas egoísta, yo también quiero un poco de diversión.

 

Se pregunto en que parte de la historia estaban, ¿ya estaria la escuela protegida por aquel escudo que entre todos los magos adultos de aquella batalla habían creado para poder ganar tiempo? ¿ya estaba las estatuas protegiendo el castillo, aun estaba vivo Snape o ya lo habria matado el señor tenebroso? Debio preguntarle a la Weasey en que parte de la historia estaban. Ella no era estudiante de Hogwarts en ese entonces, de hecho se encontraba a muchas millas de Londres y era una auror en Francia. Su primer esposo aun estaba vivo y ella creia en el bien por sobre el mal. Que ingenua

 

- Esta cosa de la realidad virtual se me pasa, porque no entramos directamente a un pensadero, seguro la universidad aun guarda recuerdos tan importantes como este de alguien que lo haya vivido en persona como Potter o Granger - comento mientras buscaban una salida que quedara cerca de donde el grueso de los mortifagos atacarían aquella noche fatídica.

Editado por Sofia Elizabeth Granger G

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