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Herbología XI y Cuidado de Criaturas Mágicas


Nate Weasley
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Bel Evans McGonagall

El silencio que se asentaba reinante en la habitación comenzaba a impacientarlo: hacían aproximadamente dos horas desde que había terminado con todos los preparativos para su nueva clase de herbología, y ahora lo único restante era esperar la llegada de su alumna quien estaba citada para llegar en veinte minutos. Esta vez había decidido sorprenderla con una tarea que se le había encomendado al joven Weasley, quien en cambio decidió tornarla en una experiencia educativa para que su nueva generación de alumnos tuviera una formación más bien práctica.

 

Todavía no estaba seguro de como le explicaría a su alumna lo que harían aquella tarde, y a pesar de que había intentado monólogos uno tras otro, ninguno sonaba lo más remotamente interesante... lo único que esperaba era que ella no pensase que su clase era un fiasco. Si le tenía un poco de paciencia, probablemente la terminaría sorprendiendo, total que no era muy común que la familia del primer ministro mágico irlandés le encargase una tarea a un inglés, mucho menos desde los recientes acontecimientos que involucraban la salida de Reino Unido de la Unión Europea, de lo cual los irlandeses culpaban a los ingleses.

 

Faltando cinco minutos para que llegase, se levantó del pequeño sofá que estaba escondido detrás de una pared y en el cual se había recostado para descansar por unos minutos, para comenzar a pasearse por el aula y asegurarse por enésima vez que todo estaba en su lugar: había un pupitre para su alumna tendido en la parte delantera del salón frente a su propio escritorio de roble en cuyo seno descansaban tres piedras de mármol rojizas que expedían una luminiscencia brillante. De seguro aquellos objetos la tomarían por sorpresa, o al menos eso esperaba.

 

Se colocó delante de su pupitre, apoyándose contra él y cubriendo con su cuerpo la vista de las piedras.

 

- Bienvenida, Bel, por favor toma asiento - dijo Nathan una vez que la mujer hubiese llegado. Se alegraba de verla, era una muy buena compañera del Weasley - Me alegra que hayas llegado a tiempo, y sobretodo que hayas decidido tomar esta clase, dado que tengo algo muy especial preparado para tí. - En ese momento se hizo a un lado y dejó a plena vista las tres piedras - Ya te explicaré que son estas preciosidades, e incluso si eres lo suficientemente ducha en las artes herbológicas, te dejaré llevarte una a casa. Primero quiero qué me cuentes que te motivó a tomar esta clase y que me respondas la siguiente pregunta.

 

Agitó su varita en un suave movimiento que hizo que en el pizarrón se escribiese la pregunta en cuestión:

"¿Qué existió primero, la magia o la herbología? ¿Por qué?"

Editado por Nathan A. Weasley

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Una vez más volvía a respirar ese magnífico aire perteneciente al ambiente del Ateneo, no era tan significativo como el de Hogwarts pero podía decirse que, al igual que éste, le traía millones de recuerdos a su mente. Aquellos que no eran negativos ni positivos, simplemente eran especiales porque la transportaban –imaginariamente- a otra dimensión. Quizás había sido ese detalle el culpable de la desaparición de los nervios que invadían su mente en ocasiones similares. Estaba tomando una postura pacifica, calculando el tiempo en que faltaba para la llegada de su alumna. «¿De quién se trataría en esa ocasión?»

El aula de Cuidado de Criaturas Mágicas se encontraba en perfectas condiciones, su decoración era prolija mientras que sus colores denotaban seriedad al ser de tonalidades marrones y grises. Esperaba que su alumna no se sintiera nerviosa por esos detalles, era lo que menos quería. Sin embargo, los dos enormes ventanales seguían estables en la pared derecha. Ella misma se había encargado de que no volvieran a hacerle mal a la comunidad mágica; se hubiera sentido fatal si sus últimas alumnas no hubieran regresado sanas y salvas. El bienestar de los alumnos era lo primordial para ella, eran quienes saldrían a la vida con nuevos conocimientos sobre la importancia de las criaturas mágicas.
— Veremos… —la bruja rozó con su pulgar el trozo de pergamino que se hallaba sobre su escritorio y se detuvo cuando encontró el nombre «Emilia» sobre éste. Su apellido no estaba, algo que llamó su atención y comenzó a preguntarse si era miembro de alguna casa de la comunidad mágica. Por otra parte, estaba ansiosa de conocerle y compartir con ella una mágica jornada.
Había días en los que se sentía perdida, por lo que solía olvidar asuntos importantes. Debió haber sido aquel el motivo por el que, no había sido hasta ese instante que recordó la petición de Weasley, su compañero de bando. Viajar a Irlanda no era el problema, tampoco el hecho de que jamás había pisado ese lugar, sino que le preocupaba lo que podían encontrar en ese sitio y si su alumna era capaz de superar todas las pruebas que se le interpusiera en el camino. La bruja esperaba que sí y confiaba que haría un excelente trabajo a la hora de poner en práctica lo que aprendería en la clase.
A los pocos segundos de la llegada de Emilia, Sherlyn no pudo contener una gran sonrisa. Se sentía emocionada de volver a enseñar una clase, más aún al ser una temática con cierta relevancia. Era un placer para ella. Creía que todos en el mundo mágico debían tener un mínimo conocimiento para saber de qué forma tratar cualquier tipo de criaturas.
— Bienvenida a la clase —dijo—. Mi nombre es Sherlyn Stark y en esta ocasión seré tu profesora de Cuidado de Criaturas Mágicas —no era oportuno dar más información, ya tendría tiempo de tomar juntas la merienda—. Eres libre de contarme un poco de ti, si así lo prefieres.
Mientras esperaba el discurso de su alumna le hizo señas a su vuelapluma rosado para que empezara a redactar el primer tema de la clase encima de la pizarra. «Diferencias entre criaturas mágicas y no mágicas» Sólo necesitaba saber el punto de vista de la joven y de qué manera se defendía. Pasos seguido, le alcanzó una pequeña guía donde estaba lo que aprenderían en esa ocasión, ésta tenía un aspecto ordinario, como cualquier revista, contenía imágenes e información que necesitaría para enfrentar a las criaturas que encontraría en la mansión. Eso era algo que Emilia aún no sabía.
— Ahora dime, ¿cuáles son para ti las diferencias? ¿Y, por qué razón se suele confundir a los sapos con criaturas mágicas, siendo que son muggles?

 

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Tomar una clase de conocimientos había sido una decisión tomada en impulso, un poco en la línea de otras grandes decisiones que tomaba en mi vida: sin meditar demasiado en las consecuencias y solo intentando ser fiel a mí misma.

 

Desde pequeña me habían gustado las plantas. No estaba segura de si se trataba de una inclinación innata o si era todo por influencia de mi padre muggle, amante de cultivar huertos y jardines, pero lo cierto es que incluso los recuerdos más remotos de mi infancia eran paseos largos con botas de goma y sombreros de ala ancha repasando nombres de hierbas medicinales y sus propiedades curativas para males tan cotidianos como el dolor de cabeza, la indigestión o el estrés.

 

Así que montada en la alfombra voladora, contemplaba el inmenso y apabullante verdor de las colinas circundantes a la universidad, que luego cambiaban tan drásticamente para asemejarse a Alejandría. La hora de comienzo de clase así como el aula eran sumamente específicos, y sentía un poco de culpa de llegar con algunos minutos de tardanza, mas me emocionaba sobremanera el hecho de que quien impartiría el curso fuera Nathan, a quien curiosamente había conocido en mi época estudiantil en la extinta Academia de Magia y Hechicería.

 

Una vez descendí enrollé con cuidado la alfombra bajo mi brazo, y acomodando el morral comencé a caminar con algo de prisa, ayudada por la holgura de los overoles de mezclilla y las zapatillas ligeras sin pasadores. Luego de sortear de forma hábil a varios alumnos y evitar un choque, me encontraba por fin en el salón.

 

Me asomé algo curiosa al ver a Nathan y tomando asiento en el único pupitre instalado, dejé en el suelo la alfombra y el morral colgado del respaldar del pupitre. Un extraño brillo se dejaba ver por detrás de él, quien se encontraba apoyado en su escritorio y frente a mí.

 

- El gusto es mío ex- jefecito de Casa- bromeé para luego quedar intrigada por las tres piedras de mármol que eran la causa de ese brillo tan particular que había notado, aunque de inmediato intenté responder a la primera de sus preguntas- decidí tomar la clase porque sentí que era el momento de hacerlo. Adoro las pociones, tanto que fue el primer conocimiento que solicité al finalizar la Academia. Pero evidentemente, el corazón de una poción son los ingredientes y en muchas de ellas son las plantas uno de los componentes básicos y hasta irreemplazables.

 

Sonreí satisfecha de la respuesta dada. Él se giró y con un movimiento de varita, comenzaron a dibujarse en el pizarrón garabatos que poco a poco fueron convirtiéndose en la segunda de sus interrogantes, una cuestión mucho más difícil de responder que la anterior y por lo mismo, decidí tomarme un par de minutos para meditar mi respuesta.

 

Aunque desde el comienzo una cosa tuviera clara.

 

- No creo poder hablar por todos, así que si buscas una respuesta de esa índole supongo que te decepcionará escucharme- arrugué la nariz con algo de desgano- creo que puedo hablar por mí, y por como ambas cosas llegaron a mi vida. Para mí la herbología fue antes que la magia ¿Por qué? Porque mi infancia y parte de mi niñez la pasé viviendo como una muggle más, creyendo que la magia era una cosa que encontrabas en los cuentos de hadas pero no en la vida real.

 

Recordar aquellas épocas me resultaba nostálgico y melancólico a la vez

 

- Mi padre adoptivo adoraba las plantas y desde pequeña me inculcó el amor y respeto por ellas. Sé que él era un herborista, se que él practicaba la herbología aun sin magia en sus manos. Porque la herbología se trata de conocer a las plantas, sus propiedades y usos, fundamentalmente los médicos. Y él fue capaz de transmitirme todo eso, aun cuando el mundo de la magia no se mostraba ante mis ojos.

 

Entorné la mirada para ver fijamente a Nathan, y poder darle mis impresiones finales

 

 

- En cada rincón de la tierra, desde tiempos remotos ha sido así. La prueba son todos esos pueblos con conocimientos ancestrales que se transmiten de padres a hijos. Culturas enteras en las que cada uno a su modo han descubierto los beneficios de las plantas a su alrededor, y han logrado hasta nuestros días beneficiarse de ellas de un modo equilibrado, con magia o no de por medio. Ese tipo de manejo es en el que creo, y la razón que me tiene hoy aquí tomando esta clase.

Editado por Bel Evans McGonagall

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Llegué al aula de Cuidado de Criaturas Mágicas, sentía mucha emoción de aprender este Conocimiento porque amo los animales y más las criaturas mágicas.

El aula la sentí imponente de colores marrones terrosos, me gustaba, y más los ventanales de la derecha del cual salía mucha luz.

Solo había un pupitre, me quedé sorprendida al verlo ¿Era la única de esta clase o me parecía a mí? Me senté en el con una gran sonrisa mirando a la única profesora del aula.

 

Escuché el mensaje de bienvenida de tono alegre de la profesora el cual me dio una sonrisa.

 

- Es un gusto conocerle Sherlyn… - Le dije contenta y tranquila – Mi nombre es Emilia, es un gusto. Vengo de Argentina, de la capital – Le sonreí – Me gustan mucho los animales y me encantan los dragones, quiero aprender de toda clase de criaturas mágicas que exista – Comenté emocionada mientras sentí una picazón en el brazo derecho al decir dragones pero no le di mucha atención – Mi familia adoptiva es la Targaryen, la que es famosa por sus dragones

 

Miré la pizarra con su pluma mágica que escribió lo siguiente: Diferencias entre criaturas mágicas y no mágicas. La profesora me dio una revista que era una guía con información de las diferentes Criaturas Mágicas, la ojeé un poco hasta llegar a la página de los dragones.

 

Escuché la primera consigna de la profesora… ¿Diferencias, eh?

 

Diferencias… Sapos… Muggles…

 

- En cuanto a las diferencias creo que se las puede diferenciar por tener propiedades mágicas, habilidades en su interior, en su biología que van más allá de los animales ordinarios. - Comencé a responder.

 

<< Es como los magos y muggles: el que tiene la habilidad de generar magia es el mago por lo tanto sería literalmente un humano mágico, capaz de manejar la magia que habita en él, darle forma y nombres con lo que llamamos hechizos.

 

<< En cuanto a los sapos… me estás dando mucho que pensar ¿se aplica lo mismo a las lechuzas? Tanto los sapos como las lechuzas a pesar de ser animales normales, los utilizan los magos como mascotas y animales mensajeros en el segundo caso. También los gatos…

 

<< Los sapos están en muchas culturas y cuentos como la princesa y el sapo... Las lechuzas son famosas por su inteligencia y su forma de vida nocturnas, son consideradas símbolos de la sabiduría y emblema de Artemisa... y los gatos por ser las mascotas preferidas de las brujas...

 

<< Confundir sapos… supongo que es por lo que dije anteriormente, por ser mascotas de magos a menos que tenga algo que lo haga criatura mágica o alguna utilidad que desconozca.

 

<< ¿Respondí bien a la pregunta? o ¿me fui por las ramas?

 

Terminé algo nerviosa, tenía miedo de confundirme no quería confundir mis conocimientos de animales normales con los mágicos pero sé que iba a aprender bien este conocimiento.

 

@@Sherlyn Stark

Editado por Emipuchucha

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El saludo de su alumna lo tomó por sorpresa: no hacía muchos años desde que había ocupado por algunos meses el cargo de Jefe de Casa de los Dragones de Lancashire en la ahora inexistente Academia de Magia y Hechicería, pero nadie se había referido a él como tal desde entonces. No obstante, sonrió y escuchó atentamente todas sus respuestas; trató de mantener una expresión neutra ante la contestación de Bel, más no pudo evitar esbozar una amplia sonrisa en cuanto la escuchó hablar de su padre: se denotaba un amplio orgullo hacia él de parte de la joven.

 

- No eres la primer alumna que viene aquí con una historia con las pociones, pero sí eres la primera que me da una respuesta como tal. Qué bueno me parece que sigas los pasos de tu padre, espero que conmigo aprendas mucho. - contestó el Weasley, mientras se colocaba una vez más delante del pupitre, cruzando los brazos.

 

Las piedras expedían un resplandor cada vez más intenso, lo cual indicaba que el momento estaba acercándose. Tenía que apresurarse dado que eran casi las y media y aún restaba explicarle a su alumna lo que harían aquella tarde.

 

- Ciertamente quería conocer tu opinión al respecto, Bel. Me resulta muy interesante esto que propones, y déjame decirte que es un tema aún en discusión entre aquellos que nos dedicamos al estudio de la herbología. Han habido múltiples posturas sobre el tema, pero hoy en día predominan dos: una sostiene que la magia existió antes que la herbología y que ésta no es más que un derivado de la primera, pero otros sostienen (yo entre ellos) que la herbología existió primero.

 

Tomo aire y prosiguió.

 

- Resulta lógico pensar que las plantas como tal existieron antes que los seres humanos, y es por eso que creo que cuando los seres humanos aparecieron y comenzaron a practicar la magia como la conocemos nosotros, de sus experimentos surgieron todas las especies herbológicas que hoy conocemos. La herbología, a mi parecer, es el resultado de la coalición entre naturaleza y magia, no es más que un híbrido entre la botánica y los encantamientos, que se tomaron la mano hace mucho tiempo.

 

Se incorporó y tomó una de las piedras, la cual emitía una luz cada ves más fuerte. Miró su reloj, faltaban tres minutos para las y media.

 

- Verás, Bel. Hoy tengo algo muy especial preparado para nosotros, he decidido darle un enfoque más bien práctico a esta clase, dado que creo será lo que más te beneficiará en tu aprendizaje. - dijo Nathan, tendiéndole la piedra a Bel - Hace varios días el primer ministro mágico Irlandés me envió una lechuza solicitando de mis servicios, parece que una gran cantidad de plagas tanto herbológicas como de criaturas han infestado su mansión nueva, y necesita de mi y una compañera para que erradiquemos dichas plagas. Si aceptas acompañarme, la piedra te servirá de traslador, y se activará en unos segundos.

 

Nathan tomó otra de las piedras, dejando la tercera sobre la mesa. Aquella correspondía para un alumno que se había bajado de la clase a último momento, luego de que Nathan pidiese al primer ministro los trasladores para él y sus alumnos. Viendo su reloj por última vez, cerró los ojos y asió firmemente la piedra hasta que, segundos después, sintió una fuerte sacudida y luego aterrizó en tierra firme. Antes de que abriese los ojos, el olor a naturaleza e intemperie refrescó sus sentidos, energizándolo por completo.

 

- Bienvenido, señor Weasley... y bienvenida, señorita... - dijo el primer ministro mágico Irlandés, quien había venido a recibirlos - Me alegra que hayan venido, déjenme escoltarlos hasta donde están las pestes.

 

Nathan emprendió la marcha, invitando a su alumna a seguirlo.

 

- ¿Trajiste los guantes de protección que te pedí? Saca tu varita... oh, y dime, ¿qué plantas mágicas conoces?

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- Es una teoría bastante interesante esa, sugerir que tanta diversidad surgió de la experimentación.

 

Resultaba hasta poético pensarlo de esa forma. Si algo caracterizaba al mundo tal y como lo vemos ahora era precisamente la presencia del hombre en él y su capacidad de transformarlo. En ese largo camino de convivencia, habían existido no pocas veces tropiezos, pero siempre estábamos a la búsqueda del delgado equilibrio que nos permitiera a nosotros y a todas las otras especies habitantes del universo convivir en paz.

 

Cogí la piedra que me ofrecía y que tanta curiosidad me había despertado. Seguía emitiendo ese particular brillo, mas cuando la tomé entre mis manos sentí también una inusual calidez. Asentí contenta al escucharlo decir que la clase sería práctica ¡Solo Merlín sabía cuanto prefería aquello, el sol dándome en la cara y sentir el viento en el rostro a estar aburrida y aplastada en una silla!

 

Cogí el morral y colocándomelo de forma cruzada sobre el pecho, me sentí lista para partir. Los efectos del traslador no tardaron en hacerse notar: el inusual gancho jalándote a la altura del estómago, un punzante dolor de cabeza, y al aterrizar ya en nuestro destino, el mareo y sensación de náuseas.

 

Abrí los ojos con pesadez, solo para ver frente a mí al mismísimo Ministro.

 

- Señorita Bel Evans McGonagall, un placer señor Ministro- dije extendiendo la mano y pensando por un momento si debía comentar también algo acerca del cargo que ostentaba en el Ministerio como una forma de darle mayor garantía al trabajo que realizaríamos- como naciones hermanas, prestaremos toda la ayuda que nos sea posible y no nos iremos de aquí sin resolver este problema.

 

Era una promesa bastante arriesgada, pero confiaba mucho en Nathan, y tenía esa corazonada de que realmente haríamos grandes cosas en aquel viaje. No solo aprendería mucho más sino que pondrí al servicio de la comunidad esos conocimientos para resolver un problema ¿que podía ser mejor que eso?

 

Escuché las indicaciones de Nathan, por lo que inmediatamente revolví el interior del morral para sacar mi varita.

 

- Los guantes están aquí, traje dos pares por precaución- comenté mientras repasaba mentalmente todas las plantas que había visto alguna vez- aproximadamente una quincena, si te refieres estrictamente a plantas que haya visto directamente y no en una lámina de libro o algo así. Algunas incluso las probé por diversas circunstancias y he sentido personalmente sus efectos, como las branquialgas o el alihotsy.

 

El ministro irlandés iba por delante de nosotros, así que bajé un poco la voz, no demasiado segura de poder preguntar sobre ello.

 

- ¿Te indicó algo más el ministro acerca de las características de las criaturas que han infestado su mansión? Se que la clase es de herbología, pero sabrás que no trabajo en el departamento de Criaturas por casualidad y que realmente me apasionan las criaturas a un punto que no lo creía posible tiempo atrás. Por eso mismo me siento tan emocionada en estos momentos- junté las manos dando un par de palmaditas con emoción- solo espero que el Ministro no vaya a pensar que me siento contenta de su desgracia.

 

Aunque en el fondo ¿no era un poco así? Total que de no haber habido esa plaga, no estaríamos allí lanzándonos por esa misión.

 

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El entusiasmo de su alumna le produjo cierta satisfacción a Sherlyn; le encantaba el tono de la bruja utilizaba para referirse a las criaturas y estaba segura que lograrían ser buenas amigas a fin de cuentas. Hasta que no hubiera terminado su presentación no separó su mirada de ella, luego se tomó unos segundos para controlar los movimientos de su vuelapluma – siempre le había gustado ver como aquel objeto desplegaba las actividades exitosamente-. A la vez, debería estudiar cada uno de los movimientos de su alumna, de esa forma podría saber cuánto realmente era su interés, el cual parecía ser bastante aunque se la notaba nerviosa.
¿Quién decía que la formalidad era sinónimo de seriedad? Al menos esas dos palabras tenían un significado distinto para Stark. Quería tratar a su alumna con suma cordialidad, cuidando cada una de las palabras que pronunciaba, pero no le gustaba la idea de que ella se sintiera incomoda, así que intentó mostrarse alegre pero sin perder su postura. Oyó el discurso de la bruja intentando no distraerse con nada de su alrededor. Deseaba que ella se sintiera escuchada y así lograba llegar hasta el punto donde quería conducir la conversación.
— Excelente —una sonrisa volvió a dibujarse sobre su rostro. Debía saber que aquella pregunta era sólo como un modo introducción para adentrarse, no importaba si estaba bien o mal su respuesta, de hecho, todas las explicaciones eran válidas a pesar que sólo debía realizar algunas aclaraciones para que ella las tuviera presente.
— Se dice que las criaturas que se consideran mágicas tienen sangre mágica dentro de ellas, que le permite realizar ciertas habilidades que las criaturas muggles no pueden hacer —si bien, en algunos documentos especializados especifican mejor lo que la bruja sintetizaba. Era mejor que lo entendiera con palabras simples ya que de esa forma podía memorizarlo con facilidad—. También suele decirse que algunos animales muggles, como los sapos o las arañas tienen un gran parentesco pero no la habilidad suficiente para determinarse como mágicas.
» ¿Has escuchado oído ya los procedimientos de una poción? Las partes de algunas de estas criaturas que se las suele confundir como mágicas se las utiliza para elaborar estos productos, lo que retracta con dicho anteriormente. Pero, si lo pensamos mejor: algunos objetos como ramitas, cabellos de personas muggles y demás, ¿no son utilizadas en pociones? A mi parecer esas no son pruebas suficientes para que pueda entrar a ese gran grupo.
— Por otra parte, encontraremos un gran grupo de seres del mundo mágico que no son criaturas mágicas o no se encuentran dentro de la clasificación que la encontrarás una de las primeras páginas —con su dedo índice señaló la guía que ella tenía sobre su escritorio, indicándole a su vuelapluma que comenzará con lo que debía hacer. A continuación, sobre la pizarra se vio escrita la siguiente tabla como forma de repaso:
» Clasificación de Criaturas Mágicas:
• X: son criaturas “inofensivas”, pueden ser tanto criaturas mágicas o muggles. Pueden adquirirlas los magos a partir del rango de aprendices.
• XX: se debe poseer un nivel mágico superior a Unicornios de Oro.
• XXX: para poder adquirirlas es necesario superar el nivel Dragones de Plata, o éste inclusive.
• XXXX: estás criaturas generalmente son complicadas de manejar, por lo tanto, se requiere el nivel Orden de la Cruz Dorada para adquirirlas.
• XXXXX: únicamente pueden poseerla aquellos magos que estén o superan el rango Órden de Grial.
— Es una clasificación por parte del Ministerio de la Magia para evitar que personas sin experiencia se relacionen con aquellas que pueden ser peligrosas —continuó, esperando que Emilia pudiera comprender lo que estaba explicando—. Ahora sí, existen grupos de ser mágicos que no tienen clasificación porque no son seres independientes, ya sea por su capacidad intelectual o porque son indomables —volvió a mirar la página que sujetaba y nuevamente utilizó la pizarra.
» Seres, Bestias y Espíritus:
• Bestias: son incapaces de aprenderse las Leyes Mágicas y de controlar sus impulsos de brutalidad.
• Seres: Puede llamarse de esta forma a las Sirenas y Centauros. Creyeron injusto que los magos lo dominaran, por lo tanto son independientes de sí mismos,
• Espíritus: a pesar de que existen registros para alistarlos, ningún humano puede adueñarse de ellos, ya que son personas que dejaron la vida físicamente, pero no su presencia.
— ¿Has conocido alguna de ellas en algún momento de tu vida?
Sin embargo, la pregunta se vio interrumpida cuando recordó el pedido que el Primer Ministro Irlandés le había encomendado a su compañero. Se llevó su mano hacía su boca denotando preocupación. Esperaba no llegar tarde al encuentro y, definitivamente, ella no descartaba la idea de conseguirse una recordadora, de esas que le avisaban lo que olvidaría. Aunque era imposible conseguirlas.
Depositó una pequeña piedra sobre el escritorio de su alumna para luego indicar lo que debían hacer. — Es un translador —dijo, esperando que Emilia no la tocara hasta que ella terminara de contarle lo que sucedía—. El día de hoy visitaremos una gran mansión en los terrenos de Irlanda —le contó, esperando que le cayera bien la noticia—. La misma está invadida de criaturas y plantas indeseables por lo que debemos ir para controlar la situación.
— Sin embargo, debemos tomar las precauciones requeridas —dijo, pero esperaba que la bruja no se separa de ella ni por milésimas de segundos. Desconocía lo que podrían encontrar.
— ¿Te encuentras lista? —antes de escuchar la respuesta, tomó la piedra que estaba sobre su escritorio y se trasladó al sitio donde estarían sus compañeros.
Una vez allí, en la oficina del Primer Ministro se comenzó a preguntar dónde estarían y si habían comenzado ya con la expedición. Aunque, lo que más le preocupaba era el paradero de su alumna, quizás había sido precipitado el traslado. — Emilia, ¿dónde estás? —sólo mencionó, esperando que al menos alguien le respondiera.

 

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Algo en el tono de voz de Bel lo hacía sentir más a gusto que con el común de sus alumnos, quizá fuese su enorme entusiasmo por aprender y ser útil a la causa o quizá era simplemente aquel carácter tan efusivo que parecía caracterizarla. De a poco, algunos recuerdos de los momentos que compartieron como jefe de casa y alumna comenzaron a aflorar en su mente, le sorprendió cuan distinta estaba su alumna desde entonces: más madura y más centrada sobre sus aspiraciones. Recordó incluso el momento en que la vio volverse miembro de la Orden del Fénix...

 

- Sabes... hay un par de libros muy buenos sobre esa teoría de magia experimental en herbología, si estás interesada puedo prestártelos una vez que volvamos a la Universidad. - le dijo a su alumna mientras seguían al ministro, acercándose cada vez más a la mansión.

 

Nathan aprovechó para colocarse sus guantes de piel de dragón y sacar su varita mágica, ambos constituirían elementos básicos para poder cumplir con la tarea que tenían a cargo, razón por la cual le instruyó a su alumna que lo imitase mientras escuchaba su inquisición. Aquello le recordó sobre su compañera, Sherlyn, a quien había invitado para que lo asistiese en la misión pero que parecía no haber llegado aún.

 

- ¿Con que el Departamento de Criaturas, eh? Solía trabajar allí hace mucho tiempo, buenas épocas. - contestó Nathan a su alumna, justo en el momento que llegaban al jardín de la mansión - Te digo qué, soy fanático de las criaturas, así que si la ocasión se presenta y sabes como actuar, pues adelante. Quizá yo también tenga algo que aprender hoy.

 

Tras un rápido intercambio de palabras donde el ministro les explicó a ambos magos donde estaban localizados las principales plagas, el hombre se marchó diligentemente hacia dentro de la mansión, dejando a ambos listos para cumplir con su tarea. Nathan emprendió la marcha rodeando la mansión hasta que finalmente llegó al primer punto que el ministro había señalado, donde el problema era tan evidente y a la vez tan complicado que le tomó unos segundos hablar.

 

Una parte de la pared de la mansión y el piso ubicado adyacente a esta estaba cubierta por una gran cantidad de raíces de bubotubérculo: se trataba de ramas verduzcas, sumamente gruesas y de aparente consistencia firme, las cuales se retorcían por encima de las raíces de otros bubotubérculos y por encima de lo que parecían ser gnomos, estrangulándolos pero ejerciendo el grado suficiente de fuerza para que respirasen y no muriesen. Por encima de estas raíces estaban los verdaderos bubotubérculos, que eran grandes plantas con forma de babosa que se retorcían violentamente y expedían un pus amarillento que volcaban sobre los gnomos.

 

- Bueno... manos a la obra, salvemos a los gnomos de esta tortura. Dejaré que tomes las riendas sobre el asunto, puedes cortar las raíces con algún encantamiento seccionador, mi recomendación es Diffindo, y luego, una vez que hayamos rescatado los gnomos, ambos conjuraremos un Incendio para terminar efectivamente con la planta. Recuerdo que dijiste que te interesaban las pociones, así que puedes llevarte algunas raíces para ti si quieres.

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Entendí lo que sucedía, las palabras de mi profesora y vi como ella estaba a punto de transportarse y la agarré por el brazo pero no pude sostenerme por mucho tiempo por el mareo repentino.

 

Acabé en el medio de la mansión. Parecía una mansión abandonada, piedras grises se imponían ante mí.

 

Escuché un rugido estridente, mi corazón empezó a latir y me puse quieta como si estuviera enfrente de una bestia indomable. Avancé unos pasos con la varita en algo y un ser gigante pasó volando afuera de la mansión.

 

No sabía dónde estaba, necesitaba que alguien me guiara, estaba sola en la mansión y no sabía dónde estaría Sherlyn.

 

Caminé temblorosa con mi varita en alto, de repente escuché otro rugido y el ser que había visto antes atravesó la ventana... era un dragón, un dragón de real... un Colacuerno Húngaro.

 

El dragón no paraba de mirarme y de rugirme, sentía en mi interior que no quería pelea,solo estaba protegiendo su territorio.

 

- mier**, un dragón territorial – Me dije a mi misma.

 

Lancé mi Patronus pensando que iba a lograr algo y la dragona blanca salió de mi varita dispuesta a protegerme. Solo logré que el dragón se calmara y se acercara a mi con curiosidad.

 

Examinándolo vi que era un dragón herido, de tantos años de estar ahí. Me acerqué a él y sentí que me miraba como si fuera su igual… como si yo fuera un dragón como él.

 

La sensación era extraña porque soy una humana maga, no una dragona… ¿O acaso tenía sangre de dragón y por eso me reconocía?

 

Sentí que el dragón iba a hacerme una prueba, cerré los ojos… el dragón me escupió fuego, lo sentí cálido, agradable pero no sentí ardor alguno… Sentí al dragón apoyar su hocico sobre mi nariz.

 

Abrí los ojos, me vi la ropa chamuscada pero estaba intacta. Me miré para verificar que estuviera bien y me di cuenta de un detalle: escamas… escamas blancas como la luna aparecían en algunas zonas desprendiendo un olor agradable que me recordaba a los lirios.

 

- Gracias… - Le dije pero no me entendía por qué se lo decía y seguí mi camino.

 

Seguí caminando, vi muchas criaturas y plantas pero traté de no acercarme a ellas.

 

Vi una puerta y entré, era la oficina del ministro y ahí dentro localicé a Sherlyn

 

@@Sherlyn Stark

 

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Dentro de esa habitación no había rastro que indicaran sobre el paradero de otras personas. La oficina parecía ser común, como cualquier otra; estaba ordenada y lucía agradable. Sin embargo, se mantuvo a una distancia considerable del escritorio ya que podía contener documentos importantes y no deseaba estropear nada. Debía estar agradecida de haber tenido la oportunidad de estar en ese lugar, aunque tal parecía que le sería imposible conocer al primer ministro. Volvió a escudriñar todo su alrededor, pero su problema principal era Emilia. « ¿Dónde estaría?»


La impaciencia casi nunca llegaba a apoderarse de ella y de sus pensamientos, pero en esos instantes creía que la vida de una alumna podría estar en peligro –aunque no estuviera del todo enterada-. Solía imaginarse millones de situaciones cuando la persona que buscaba no estaba en su campo visual. Sherlyn sólo esperaba que la bruja estuviera aún en el aula y no en un sitio desconocido dentro de aquel laberinto. Teóricamente el translador tendría la capacidad de aparecerla en ese lugar a menos que ésta tuviera una falla. Si lo anterior resultaba cierto se sentiría mal pero sería algo que tendría la posibilidad de cambiar.


Al pasar unos pocos minutos que parecieron eternos para ella, sus ojos se abrieron como platos por la presencia repentina de Emilia. Dejó sumergirse en la angustia y desesperación dentro de su interior pero logró actuar al cabo de unos segundos.


— ¿Qué te ha pasado? —su voz sonó apagada y demostraba todo lo que sentía en ese momento.


No dejaba de ver las prendas chamuscadas de su alumna tratando de adelantarse a la respuesta con centenares de hipótesis imaginarias, cualquier cosa podría haber sucedido. Lo que más le inquietaba era la inseguridad que los transladores podían causar si no los probaba con antelación. Debía tomar nota de la situación para poder modificar ese puno y que ese error no volviera a suceder en otra de sus clases.


Sabía que en ese lugar podrían encontrar muchas clases de criaturas mágicas y también de plantas extrañas de las cuales no podría tener conocimiento. Esperaba encontrar a Nathan, quien estaría con el primer ministro y su alumna, Bel. Aunque Stark desconocía sobre quien estaba aprendiendo Herbología en esa ocasión.


— ¿Sabes sobre Primeros Auxilios? —« o de Herbología» hubiera querido incluir, ya que eso les ayudaría. Sin esperar más tiempo, recogió el vaso con agua que se encontraba en el escritorio y se lo alcanzó a Emilia, mientras trataba de recordar cuáles eran los hechizos que debía emplear ante esas circunstancias.


— Dejame ayudarte —dijo, sosteniendo su varita y apuntándola en dirección de Targaryen—. Episkey —pronunció. En el caso de que la criatura que le había sorprendido allí afuera le hubiese causado daños, aquel hechizo la sanaría.


— ¿Te sientes mejor? —quizás su actuar improvisado había impedido escuchar las respuestas de Emilia. En ese instante consideró calmarse y escuchar a su alumna.

 

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