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Conocimiento de Maldiciones


Pik Macnair
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Kellan era un nombre conocido en Dublin, sobretodo por sus malos presagios y el mal que lo rodeaba. Ningún irlandés pensaría colocarle aquella maldición a su hijo. Al comienzo eran rumores y suposiciones sobre el nombre, pero tantas similitudes en los casos empezaron a hacer que, tanto muggles como magos, dejaran de colocarlo en sus hijos. Los muggles no comprendían el motivo, los magos solo una parte de este.

En las afueras de Dublin se encontraba una de las instituciones medicas con más renombre de Europa incluso más aun que el famoso hospital San Mungo en Londres. Su conocimiento sobre la medicina, pócimas y maldiciones eran incomparables, incluso hasta el mismísimo Director de MACUSA solamente cruzaba el mar para tratar sus dolencias en el reconocido Hospital Mágico Cala.

El caso sobre Kellan era famoso y el Director del Hospital intentó resolver el caso, un resultado que careció de éxito alguno. A pesar de eso, sus investigaciones trajeron a la luz varias suposiciones que asoció el caso de Kellan a las artes oscuras y las maldiciones. Su informe reveló que en su investigación trataba sobre que las maldiciones podían caer en los nombres de las personas como si fuera un objeto más o un animal, debido a que este era el vinculo más fuerte entre la humanidad y el más allá. El nombre era el vinculo para crear una maldición, pero ningún mago creyó que existiera algún tipo de magia que podría crear un hechizo al nivel de maldecir un nombre y cada persona que lo tuviera.

Mikhael, el Director del Hospital se retiró de su puesto tras años del suceso del caso. Los guerreros Uzzas junto a los Arcanos le dieron una ojeada a la investigación del Doctor la cual notaran muy acertada, aunque carente de lazos que confirmaran la información datada.

—Los arcanos dedujeron que el nombre si estaba maldito y está relacionado a un elemento natural, el cual es causa de que esto siga sucediendo —expliqué, luego de contarle lo esencial a mis dos alumnas de la clase—. Los arcanos tienen una serie de suposiciones y confiaron en la Universidad para seguir con la investigación, nuestro trabajo es ver hasta donde podemos llegar.

Nos encontrábamos en las afueras de Dublin, un poco más al norte de donde se encontraba el Hospital Mágico de Cala. No importaba si el verano estuviera sobre nosotros, el clima en Irlanda siempre era frío. Llevaba una abrigada capa de viaje la cual me cubría de la brisa del campo, a mi alrededor solo veía césped y el sol cerca del horizonte, tiñendo todo de tonos naranjas y rojizos.

—La famosa maldición sobre Kellan solo afecta a Irlanda, por lo que se supone que la maldición debe estar asociada al país y debe encontrarse en algún lugar su punto de origen. Las investigación sugieren alguna de estas zonas, en las cercanías de Dublin —las miré a ambas, esperando que la historia no las asustara—. Hoy tendremos que investigar el bosque que esta en la zona este —alcé el bastón y señalé el horizonte, donde se veía una pequeña sombra de arboles— nunca se ha investigado allá porque se dice que está maldito el bosque. Nuestra labor de hoy es investigar y salir vivos de ahí.

>>Ahora quiero escucharlas a ustedes, ¿qué son para ustedes las maldiciones? ¿como afectan estas y como se puede notar si alguien o algo está maldito?

Tras la pregunta empezamos a andar, dirigiéndonos hacia el bosque.

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El escenario frente a nuestros ojos parecía sacado de una película. El paisaje Irlandés siempre se me había figurado particularmente bello independientemente de la estación del año. En aquel momento preciso, aunque nos encontrábamos en verano, un viento frío me removía el cabello y sentía que comenzaba a helarme la piel. El vestido que cubría mi cuerpo ese día estaba fabricado con una tela que era más para la estación fría que para aquella en la que nos encontrábamos, pero al saber que terminaríamos en Irlanda, supe que era lo correcto. Una capa de color azul oscuro caía por mi espalda y encima de mis hombros, y encima de ella, mi pelo rubio se veía de a ratos aún más claro.

 

Seguí con la mirada el bastón de quien sería el responsable de enseñarnos en aquella oportunidad. La punta del mismo apuntó hacia un bosque que se divisaba a lo lejos, en línea recta desde donde estábamos. Tendríamos que entrar en él y salir con vida. La investigación que se nos había asignado a los tres comenzaba en aquel predio de árboles, y no pude reprimir el reflejo de tragar saliva al pensar en la cantidad de criaturas mágicas y no mágicas que podría haber por allí; sin mencionar maldiciones y hechizos de distintos tipos a los que, probablemente, tuviésemos que enfrentarnos.

 

La pregunta del profesor me tomó por sorpresa. Parpadeé velozmente, algo atónita y sin saber qué responder en el instante. Lo pensé durante unos segundo. ¿Qué eran las maldiciones? ¿Cómo podíamos saber cuando alguien estaba maldito?

 

-En mi opinión, las maldiciones son un tipo de hechizo que nos hacen daño o que pueden alterar la forma en la que nos comportamos o nos movemos.- dije un poco por lo bajo mientras caminábamos. Al ser sólo tres personas, no se me hacía necesario gritar. Si bien no estaba segura de mi respuesta, sabía que estaba allí para aprender justamente sobre maldiciones, y no perdía nada con participar. -No estoy segura de si hay forma de detectar una maldición, que no sea, obviamente, interactuando con el objeto o la otra persona. Supongo que en un mago o bruja es más fácil ya que su comportamiento normal se ve afectado. Pero en objetos... No sé.- dije finalmente tras pensarlo y sin encontrar una respuesta.

 

Esperé la respuesta de mi compañera; quizás ella tenía más idea que yo. Iba a ser una clase muy interesante; ya podía presentirlo.

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La persona que menos se imagino que le daría clases, estaba delante de su compañera de clases y ella, ¿por qué el mundo tenía que ser así? Se preguntó con una sonrisa irónica en los labios, mientras escuchaba con atención parte de las palabras del Macnair.El caso que tenían que analizar, no estaba del todo mal, o eso lo considero al instante en que escuchó más detalles sobre Kellan, porque a pesar de ser inglesa de nacimiento y residente francesa por muchos años, conocía parte las leyendas del Reino Unido.

 

Considerando que Irlanda, era una tierra bañada en historias y hazañas tanto celtas como vikingas, no le sorprendía en absoluto que el caso se tuviese que remontar hasta los primeros magos de la historia conocida y no conocida del país, sin duda tendrían algunas aventuras que iban a requerir de su ingenio y talento mágico para salir victoriosos del bosque al que comenzaron a andar en cuanto recibieron la orden del instructor.

 

Permitió que la Targaryen respondiera a las preguntas y continuó con su camino sacando su varita mágica, lista para usarla como arma o por mera precaución. La verde y espesa vegetación del bosque comenzaba a resultar abrumadora para aquellos que no estuviesen acostumbrados a pasear por ese tipo de ecosistema, pero la matriarca Black Lestrange, ataviada con una simple túnica negra, botas y una abrigadora capa de viaje del mismo color, se sentía como si toda su vida hubiese vivido en un sitio como ese.

 

—Las maldiciones son una o varias palabras que se utilizan con la finalidad de invocar o generar un mal en una persona, familia, comunidad o inclusive un país... siendo legendarias en caso de resultar efectivas, además de incluir el uso de una poderosa magia por parte del invocador. —respondió con lo que consideraba ser una aceptable definición— Las afectaciones que puede tener, son diversas puede ser a objetos animados o inanimados así como a seres humanos, considerando el grado de la maldición y supongo que es visible conocer si alguien se encuentra bajo los efectos de alguna maldición porque muestra daños psicológicos o físicos, por ejemplo las maldiciones imperdonables.

 

Terminó de dar su pequeña explicación y permaneció en silencio, observando a Pik y a su compañera, esperando que alguno de los dos añadiera algo más, mientras tanto, sus pasos los llevaron hasta la entrada del bosque, esperando algún tipo de indicación, comenzó a juguetear con su varita mágica en sus manos, asegurándose de llevar su collar con los anillos y amuletos de los libros de hechizos aprendidos con anterioridad, así como en su zurda, el anillo de la habilidad de hablante de pársel, descansaba.

 

Nunca se sabía, cuando algún tipo de magia en especifica iba a ser necesaria, era mucho más sencillo ser precavida y llevar lo esencial.

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Escuché a las hechiceras hablar mientras llegábamos al límite del bosque. La planicie se había quedado atrás y los arboles empezaban a alzarse, eran lo bastante alto y fondos para limitar el acceso de la poca que luz que ofrecía el sol. Dentro los tres teníamos las varitas en alto con un hechizo que iluminaba nuestro camino.

—Tienen ambas razón entre lo que se conoce como una maldición, una completó lo que dice la otra, pero también hay ciertos detalles que olvidaron o pasaron por arte —acoté, evitando que un arbusto me diera en rostro—. Las maldiciones en objetos son difíciles de detectar, Mia —reí ante aquello, ambas tenían el mismo nombre— pero solo si el hechizo está bien hecho. De estar mal el objeto intentará hablarte de un modo literal, se moverá, cambiará su temperatura al cogerlo, brillará o llamará demasiado la atención de algún motivo, es totalmente lo contrario si está bien hecho como ocurre en este cas...

Me quedé helado en el acto, viendo a la distancia un puñado de flores totalmente blancas en medio de la oscuridad del bosque apoyadas en un árbol. Brillaban, emitiendo un leve resplandor blanquecino. Me acerqué a ella y me agaché, mirándolas de cerca. Fruncí el ceño y miré a mi alrededor, buscando su origen.

—Las maldiciones, sean bien hechas o no siempre dejan una pista, solo hay que saber buscar correctamente —mire a las Mías(? quienes observaban aun las flores—. Estas flores deben tener algo, no las vayan a tocar —advertí ante la leve inclinación de una de ellas.

Alcé el bastón hasta el puñado de flores y las moví, la respuesta fue instantánea. Los pétalos blancos se abrieron dejando ver su interior, amarillo tan brillante como el oro, soltando una especie de esporas brillantes que empezaron a danzar por el aire alejando la oscuridad de ellas.

—Esto es una distracción de la maldición —concluí—. Una maldición bien hecha siempre intenta cubrirse y ocultarse, algunas la hacen a la fuerza y con violencia, otras cautivan a todos con su belleza —no podía negar el espectáculo que tenía frente a nosotros, de todas formas la presencia del bosque me inquietaba— hay que buscar el origen de estas flores, deben ser una pista.

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Mientras escuchaba a mi compañera hablar, saqué mi varita y la sostuve firmemente en la diestra mientras seguíamos avanzando. Las palabras de la otra chica, con quien curiosamente compartía nombre, complementaban las mías y lo expresaban de forma más profunda. Miré el piso un momento para evitar tropezar con alguna raíz o pasto demasiado alto que anduviese por allí. Estábamos llegando a la linde del bosque, y se podía ver perfectamente lo frondoso que éste era. Conjuré un Lumos, ya que la luz del sol no alcanzaba el piso entre las espesas copas de los árboles y seguí avanzando, intentando no quedarme atrás.

 

El profesor explicó algunos detalles que yo no conocía sobre las maldiciones en objetos. Me causó gracia aquello de que los objetos pudiesen hablar literalmente si la maldición estaba mal hecha, pero tomé nota mental de todo aquello: sería útil en un futuro. Si no, ¿para qué hubiese elegido aquella clase?

 

-Llámeme Zoeh, profesor...- indiqué entre risas. Al compartir nombre con mi compañera de clase, sabía que podía crear una confusión entre ambas cuando el Macnair se refiriese a una o a la otra. No me molestaba mi segundo nombre, así que nos ahorraríamos mucho tiempo si me llamaban por él... Al menos en aquella clase.

 

De repente, el profesor dejó de hablar, deteniéndose en seco, y tuve que detenerme de golpe para no chocar contra él. Me había distraído mirando unas flores de pétalos blancos que crecían debajo de uno de los enormes árboles que por allí habían. Me parecía ver cierto resplandor alrededor de ella, parpadeante, pero me sentía de golpe hipnotizada por aquella flor.

 

Yo estaba fascinada. Me acercaba a ellas cuando una voz dentro de mi cabeza comenzó a cuestionarme. ¿Qué estaba haciendo? Estaba en un bosque que no conocía acercándome a unas flores extrañas... Pero son tan lindas..., respondía yo dentro de mi cabeza. Parecía una pelea sin fin, hasta que fui cortada en seco y traída nuevamente a la realidad por las palabras del mago que era encargado de darnos clase. Cuando regresé a la realidad de la clase, estaba casi por tocarlas.

 

Me incorporé de golpe, si entender bien qué había ocurrido, pero segundos después agradecí no haberlo hecho. La punta del bastón del profesor se acercó hacia ellas, moviéndolas, y logrando que se abriesen como si fuese primavera de repente. Sus centros, de un color amarillo brillante, soltaron unas esporas luminosas que comenzaron a danzar en el aire frente a nosotros, iluminando el ya oscuro bosque. Abrí los ojos en señal de asombro. ¿Qué era todo aquello que pasaba frente a nuestros propios ojos?

 

-Entonces son más peligrosas de lo que parecen, ¿no?- pregunté ante la conclusión del profesor. Volví la vista rápidamente hacia las flores de pétalos blancos, pero la aparté en seguida. Cuanto más rápido pudiese alejarme de allí, mejor para mí.

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—Zoeh — la nombré tras lo que dijo, prefería aun llamarla Mia y confundir a ambas— será así, aunque la clase perderá el poco sentido de humor que tenía sin esto, ¿verdad, Mia?

Sonreí tras decir el nombre sin ocultar la sonrisa, tener un poco de humor era lo mejor ante situaciones como la que estaban. Zoeh había vacilado ante el puñado de flores y estaba a punto de darle con la nuca con el bastón, gracias a Merlin su instinto de supervivencia le indicó que lo que haría era una pésima opción si quería continuar con su corta vida.

—Las cosas lindas siempre son peligrosas, nunca se sabe que pueden estar ocultando. Son como los humanos —dije tras meditarlo— una linda sonrisa puede ocultar mucho dolor y pena, ocurre lo mismo con las maldiciones. De tocar esas flores algo hubiera ocurrido que en este momento nos estaríamos arrepintiendo.

Les indiqué con un movimiento de mano a seguir moviéndonos. Los arboles estaban muy unidos y las ramas encima de nosotros muy cerca, escuché como la capa se rasgaba en algunos puntos como si la maleza jalara de mi. La brisa se escuchaba como murmullos de voces y como si el cielo se encontraba encima de nosotros, varios copos blancos empezaron a descender desde la cima de los arboles.

—¿Nieve?

No tenía sentido lo que estaba sucediendo. Una danzarina capa de copos bajaba desde lo más alto del bosque, aunque la temperatura no estaba tan baja para que nevara. Cada vez que nos incrustábamos más en el bosque todo empezó a tornarse blanco, desde la hierba hasta la ultima raíz del árbol. Todo era blanco y la luz de nuestra arma parecía que alumbraba más de lo normal.

—No entiendo...

—Pik

Una de la dos Mia me habló y no supe cual, pero el tono de su voz me advirtió que algo no estaba bien. Frente a mi en ese momento cayó una flor blanca con esporas amarillas, al subir la vista me quedé helado.

—mier**.

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La situación comenzaba a tornarse cotidiana, es decir, solo unas cuantas personas dando un paseo por los lindes del bosque, o eso era lo que pensaba la Black Lestrange, justo en el momento en que el Macnair comenzaba a hacer unas cuantas bromas por el mismo nombre que compartían sus dos alumnas, algo que realmente no le agradó, pero poco o nada dijo. Continuó escuchando las palabras explicadas con relación a las maldiciones con total tranquilidad.

 

Era interesante y más, al saber que sus palabras tenían más que aun atisbo de verdad. No todo lo que era oro brillaba, era otra manera de simplificar las cosas que había dicho su profesor. Meditando sobre ellas, prestó total atención a lo que había alrededor del bosque, y como el color verde cada segundo que pasaba los iba envolviendo por completo, amaba el color verde, porque se sentía totalmente identificada con él,

 

Hasta que visualizo las flores de las que Pik, al parecer llevaba algunos minutos hablando. Eran de color blanco y tenían destellos dorados en los pétalos, ¿hermosas? No, a ella realmente no le parecían de ese modo, aunque sí se sentía atraída a tomarlas entre sus manos y ver si su olor era bueno o malo. Pero, no podía hacerlo, al menos no después de la advertencia que les había lanzado su profesor.

 

—¿Qué pasa Macnair? —preguntó con un poco de sorpresa en la voz, mientras miraba al cielo, observando como algunos copos de nieve comenzaban a caer a su alrededor.

 

Usando su varita mágica, la utilizó para hacer un wingardium leviosa, logrando que una de las flores comenzará a flotar lentamente delante de su rostro, intentando comprender porque ejercía algún poder de fascinación para los demás. Sin embargo, al ver que la nieve no cesaba, comenzó a creer que lo mejor que podían hacer era abandonar los lindes del bosque, pero esperaría a que su compañera o el profesor tomarán alguna decisión.

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Mientras que a mí me hacía sentir cómoda la manera en la que el Macnair bromeaba con que ambas compartiéramos el mismo nombre, tenía la sensación de que mi compañera no estaba muy de acuerdo con tanto regocijo. Sonreí ante la broma del profesor y al notar que había ignorado por completo mi sugerencia de utilizar mi segundo nombre a modo de identificación. Probablemente fuésemos a chocar bastante la otra chica y yo, pero me planté en la mente la idea de que yo había elegido esa clase para aprender un conocimiento; no para hacer nuevos amigos.

 

Rodé los ojos y seguí caminando, siguiendo los pasos del profesor. Seguía pensando en las flores que había estado a punto de tocar, y miré por encima de mi hombro para comprobar que las esporas brillantes continuaban bailando en el aire frente a nadie que las pudiese observar. Sin embargo, al regresar la vista al piso para evitar tropezar con raíces o tocar alguna otra de esas flores si aparecía alguna, pude apreciar cómo pequeños copos blancos estaban comenzando a llegar al piso.

 

¿Nieve? Nieve. Levanté la vista y, en efecto, un manto blanco parecía caer del cielo como una cortina sobre nosotros, cubriendo todo al llegar al piso. Alcé una ceja, extrañada. Tenía más de un motivo para creer que aquello era algo más que una nevada común. El más contundente de ellos: no hacía tanto frío como para que nevase.

 

El caminar con el piso cubierto no era sencillo, y menos aún en un bosque tan frondoso como lo era aquel. No podía ver si había raíces que hubiesen quedado algo descubiertas, ni vislumbrar la maleza entre la gruesa capa de nieve que ya había cubierto rápidamente el piso debajo de nuestros pies. Miré a mi compañera, a ver si también estaba extrañada por aquello, pero la vi demasiado concentrada observando una de las flores de pétalos blancos de las que habíamos estado hablando. ¿A ella no le llamaban la atención para nada?

 

Regresé la vista al frente y en ese momento noté lo oscuro que estaba todo. El bosque donde nos encontrábamos nunca había sido excesivamente luminoso, pero la oscuridad que parecía cernirse sobre nosotros era simplemente extraña. Siguiendo por el camino que llevábamos, la ausencia de luz parecía la boca de un lobo. A medida que nos movíamos hacia ella, las luces en las puntas de nuestras varitas parecían apalearla, pero sentía que aún así no era suficiente.

 

Nos detuvimos, y de nuevo, casi tropecé con el Macnair. ¿Por qué soy tan distraí...?. No pude terminar el pensamiento. Ni bien quité la vista del piso y la regresé al frente, no pude evitar quedar en blanco por completo. ¿Qué era aquello? Demonios.

 

-Pik...- fue lo último que dije, llamando la atención del profesor.

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Su atención se alejó de la flor que mantenía levitando con su varita mágica, por lo que respiró profundamente y miró a su alrededor, para poder darse cuenta que el aire comenzaba a sentirse un poco más pesado, así como la nieve comenzaba a hacer estragos en los magos, es decir, comenzaron a sentir un poco más de frío, así como la oscuridad comenzaba a llenarlos por completo, ¿qué demonios estaba pasando?

 

No sabía que estaban pasando, pero estaba segura de que dentro de poco tiempo iban a descubrirlo, por lo que dejó que su varita mágica, terminará el hechizo de levitación, para dejarla caer sobre el piso lleno de nieve, y continuar con sus pasos, al menos unos metros más adelante, en donde Pik y Zoeh se encontraban de pie, mirando algo que los había dejado anonadados, y que dentro de poco tiempo iba a descubrir.

 

— ¿Qué esta pasando? —añadió a su anterior pregunta, con voz curiosa y un poco escéptica.

 

Al dirigir su visión a lo que los dos magos veían, se quedó sin palabras, pero en sus labios apareció una sonrisa divertida, al parecer la clase comenzaría a tornarse un poco más divertida, por lo que miró con atención lo que tenían delante, que a decir verdad, era un poco complicado de visualizar, debido a la oscuridad que los envolvía por completo. Intentando descubrir de lo que se trataba, se acercó un poco más, con la varita en mano.

 

— ¿Qué es esa cosa Pik? —preguntó con total familiaridad a su profesor.

 

Perdiendo segundos después la oportunidad de compartir algunas palabras más, puesto que comenzó a sentir como su mente estaba divagando un poco, pero no comprendía del todo porque, debido a que precisamente en esos momentos le costaba un poco de trabajo concentrarse en algo en concreto, así como a recordar donde se encontraba justamente.

 

¿Serían los efectos de una maldición? Posiblemente, pero no estaba del todo segura, así que giró a visualizar a Mia y a Pik, intentando descubrir si ellos dos se sentían de la misma manera, y al ver que se encontraban medio idos, comenzó a preocuparse un poco, pero en seguida lo olvido.

Editado por Mia Black Lestrange
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Si el cielo se tratara de un manto de flores blancas y estas estaban empezando a caer desde lo alto cerca de tres magos en el medio de un bosque maldita, fuera la descripción perfecta de lo que estaba sucediendo.

Una flor cayó frente a él y sus esporas salieron disparadas al aire. Una segunda flor cayó cerca del pie de Zoeh y se repitió el mismo acontecimiento. Una tercera flor cayó al lado de Mia y los tres se miraron, aunque la Black Lestrange poca importancia prestó y dio media vuelta hacia un camino del bosque.

—¿Mia..?

Al voltearse la vi, una flor entre sus cabello y como unas pequeñas raíces se encontraba unidas a su espalda. Zoeh también la detectó tras el gritico ahogado que pegó, la había visto. Un par de sonidos atrás de mi me distrajeron y vi como un par de flores habían caído. Fruncí el ceño y detecté como Zoeh se echaba para atrás evitando que la golpeara una flor.

—Es el momento de correr — decidí, no quería descubrir que hacían las flores, aunque tenía que resolver que le pasaba a Mia.

Seguimos a la Black Lestrange que por algún extraño motivo empezó a caminar y saltar ramas como si se tratara de alguna especie de Robin Hood mágico, evitando todos los imperfectos del bosque como si los conociera todos. No corría, caminaba como disfrutando la vista, pero entre mi bastón y el esquivar las flores para Zoeh y para mi no era nada fácil seguirle el ritmo.

—¡Mia! —grité, haciendo que la mortífaga diera media vuelta y nos saludara con la mano, como si tuviera mucho tiempo sin vernos— ¿Qué estas haciendo allá? —pregunté, obteniendo como respuesta una risa divertida mientras nos separaban unos cuantos arbustos— Por Merlín, que le pasa a esta —miré a Zoeh quien por su mirada se preguntó lo mismo. Las flores habían dejado de caer, pero nuestro ubicación la habíamos perdido— creo que tienes algo en la espalda.

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