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Herbología XIII


Nate Weasley
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"El Laberinto de los Cuatro Campeones"

Arya T. Macnair

Catherine Stark

Mynerva de Weasley

 

Los días previos habían estado cargados de ansiedad por la perspectiva de su próxima clase. Al ver la lista de quienes serían sus alumnas aquel mes, sabía que tenía que sorprenderlas con algo que les divirtiese, por lo cual se pasó noches enteras quebrándose la cabeza buscando alguna aventura lo suficientemente divertida y que sirviera como experiencia educativa para que aprendiesen los conocimientos fundamentales de la disciplina. En un principio, nada se le vino a la mente, más fue en una de sus tardes de lectura cuando leía un libro de historia de la magia de la década del noventa que la idea se le vino a la cabeza.

 

Tuvo que hacer sendas investigaciones al respecto y enviar numerosas lechuzas a miembros del Departamento de Cooperación Mágica Internacional, así como también a los directores de Hogwarts, Beauxbatons y Durmstrang. Finalmente, y tras varios días de esperar ansiosamente sus respuestas, logró reunir todos los permisos que necesitaba, por lo cual citó a sus tres alumnas a acudir al aula de Herbología en el Ateneo de la Universidad aquel primero de septiembre, con nada más que sus varitas. No pudo evitar aquella sensación de nostalgia al pensar que, varios años atrás, la mañana del primero de septiembre significaba la vuelta a Hogwarts, la parte más ansiada de sus veranos.

 

Dicho día se presentó con una mañana soleada y un tanto fresca, dando indicios de que el verano finalmente estaba llegando a su fin allí en los terrenos de la Universidad. Había partido de Invernalia muy temprano y le había dicho al elfo doméstico que dejase a Arya dormir unas horas más. Siempre tenía la costumbre de llegar con bastante antelación a su salón de clases, y a pesar de que no podía dilucidar muy bien que de aquel hábito lo hacía sentir cómodo, lo repetía una y otra vez con cada nueva clase que tomaba. DIcho y hecho, llegó a su salón de clases apenas pasadas las siete y media.

 

Pasaron varios minutos hasta que finalmente sus alumnas se fueron presentando, Nathan las saludó personalmente y con todo el afecto que las tenía, para luego retraerse hasta su escritorio mientras terminaba de sortear unos detalles de último momento. Tenía el presentimiento de que aquella sería una clase muy especial, sobre todo porque tenía la confianza suficiente como para relacionarse cómodamente con sus tres alumnas. Finalmente, cuando su reloj marcó que tenían veinte minutos para tomar el traslador, el Weasley se apresuró a colocarse delante de su escritorio y mirar a sus pupilas, quienes descansaban sentadas sobre los pupitres.

 

- Bienvenidas, una vez más. Me alegra mucho tenerlas aquí, es un honor poder darles esta clase. - comenzó Nathan - Antes de contarles lo que haremos hoy, me gustaría hacerles una pregunta que tengo por hábito hacerle a todos mis estudiantes, no es más que una mera introducción, nada jugosa en comparación a lo que haremos hoy. Pero en fin, aquí va... ¿qué tan importante creen que es la Herbología? Me refiero a que... si yo hoy dijese que por alguna razón no habría mas plantas mágicas en el mundo, ¿cómo y cuanto nos afectaría ello?

Editado por Nathan A. Weasley

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El mes de septiembre había comenzado y Mynerva sintió nostalgia de sus años de adolescente cuando la fecha significaba partir hacia Hogwarts. En realidad, ella estaba en una situación parecida. Ese día comenzaría sus clases de Herbología que su propio nieto dictaría. Sonrió con una mezcla de ternura y orgullo.

Ya era plena mañana de un día soleado pero fresco cuando llegó a los terrenos de la universidad. La consigna era traer sólo la varita cosa que le agradó porque odiaba trasladarse con mochilas atestadas de material. Una larga túnica color salmón de mangas cuyos puños le llegaban a las muñecas era su principal vestido. Todas sus túnicas estaban provistas de grandes bolsillos donde prefería cargar las pocas cosas que necesitaba para desplazarse. Un par de zapatos cómodos de taco bajo y medias cortas completaban su atuendo personal. Llevaba el corto cabello rojizo peinado hacia la izquierda que cubría la oreja de ese lado. La otra la llevaba descubierta.

Averiguó donde estaba el aula de Herbología y se dirigió hacia allá con paso decidido. Allí vio a Nathan solo detrás del escritorio por lo que se permitió caminar hacia él para darle un abrazo. Buscó luego un pupitre para sentarse y esperar la llegada de las demás alumnas. Después que éstas llegaran y hubieran saludado, el profesor les hizo una pregunta. Mynerva pensó un momento y luego contestó lo que le pareció más atinado.

- Creo que las plantas cumplen un papel importantísimo en nuestras vidas al proveernos del oxígeno que necesitamos para poder seguir vivos. Pero las plantas mágicas tienen una función más que es el de servir para combatir muchas enfermedades. Si bien es cierto que hay medicinas de origen mineral, creo que las que se obtienen de las plantas mágicas son muchísimas. Por eso, su desaparición sería un verdadero desastre para la vida humana en el planeta.

Seguramente habría mejores razones que las que ella había invocado, pero ésta le pareció de suma importancia.

Mynerva, matriarca Weasley
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—Ama Arya, despierte por favor.

 

La pelirroja tenía los ojos hinchados y estaba hundida en medio de la cama cosa que le pareció poco usual pues no era solo de ella así que palpó el lado derecho, estaba frío y tan vacío como su cabeza entonces, ya ni siquiera soñaba. Trató de despertar agradeciendo al elfo que la mandó a llamar, sabía que si Nathan no estaba en la casa era porque se habría adelantado a ella en la clase, no se quejaría, después de todo compartían posiciones diferentes y abismales para la ocasión así que simplemente negó el desayuno, buscó en el cajón de su mesa de noche un pequeño frasco con un líquido rosado y suave y bebió dos sorbos, rápidamente la paz se apoderó de su cuerpo y decidida desapareció tras la puerta del baño.

 

Veinte minutos después peinó su cabello pelirrojo y largo, parecía negro cuando estaba empapado pero los mechones plateados resaltaban entre tanta oscuridad recordándole quién era y de dónde venía, cepilló sus dientes y trató de colocar un poco de maquillaje a su rostro pálido para evitar preocupar a quien pudiese llegar a cruzarse en la Universidad. Salió descalza al cuarto cuidando de no pisar juguetes y sus ojos verdes se anegaron en lágrimas, era en vano jugar a eso cuando hacía casi un mes que el suelo estaba desierto y las cosas de Ámbar en su lugar puesto que ella no estaba por ahí para volver su vida un hermoso lío. Secó sus mejillas y enfundó su cuerpo rápidamente para no enfriarse, Islandia siempre estaba helada y corría riesgo de enfermarse.

 

Pronto estuvo vestida, vaqueros cómodos, camisa gris, un suéter de lanilla blanco con mangas más largas que sus brazos y unas guillerminas cómodas por si tenía que caminar demasiado, sobro todo aquello se colocó una gabardina del color de su camisa y abandonó las túnicas que normalmente usaba, tenía un poco de frío y pronto el clima cálido desaparecería así que era mejor estar prevenida. Tomó un bolso, guardó una pequeña libreta de cuero, la pluma que Oniria le había obsequiado y nada más, colgó en su cuello el relicario que la muchacha del futuro había dejado sin dueño tras morir y contempló as fotografías en su interior antes de partir, Aziid tenía una sonrisa muy particular cuando estaba junto a Ámbar, la misma que la bruja tenía cuando Nathan la abrazaba, quizás así se expresaba el amor.

 

Desapareció rumbo a la Universidad cruzando amplios pasillos y saludando a sus antiguos compañeros de asignatura, al ser 1° de Septiembre el lugar estaba abarrotado de personas, alumnos, profesores y demás, ver un sitio como aquel tan lleno de vida le recordaba a Hogwarts así como al estrés apasionante que le causaban sus clases, echaba de menos enseñar pero no quería admitirlo. Más tarde encontró el aula de Herbología, no necesitó preguntar demasiado para orientarse, además quien impartiría el conocimiento no era un extraño, sabía todo de él así como él todo lo sabía de ella. Llegó junto con el resto así que relajó su respiración, temía haberse quedado dormida por el gesto de Weasley pero no, todo estaba marchando bien hasta entonces.

 

—Buen día señor Weasley— Saludó pensando si alguien la llamaría así en el futuro y tomando asiento.

 

El debate no se hizo esperar y el mago soltó una pregunta para el trío, Mynerva tomó la palabra y Macnair no hizo más que asentir entrelazando sus manos, la mujer estaba totalmente en lo cierto, tanto las plantas comunes como aquellas que portaban cualidades mágicas eran imprescindibles para la vida de los seres vivos pero no solo por ser un componente fundamental de la medicina o por brindar oxígeno sino por muchas otras cosas más y cuando el silencio se hizo por un segundo supo que podía tomar la palabra sin ser descortés.

 

—Coincido plenamente con la dama— argumentó señalando a Weasley — Más me gustaría agregar que no solo las plantas mágicas son aliadas de la medicina sino también de la ciencia como tal. La herbología cumple una función importante en las bases de muchos otros conocimientos, como la creación de pociones por ejemplo, la propia medicina sí y además creo que ésta permite ampliar horizontes referidos a algo más, en el pasado había quienes creían que con ciertas plantas se podía crear magia protectora o todo lo contrario, muy peligrosa. Considero que la Herbología es un pilar de la magia desde hace siglos.

 

Retomó el silencio respirando pacíficamente e irguiendo la espalda contra el respaldo de la silla, sospechaba por el rostro apacible de su compañero que la clase les daría de qué hablar en el futuro más ella solo deseaba su certificación muy posiblemente para retomar antiguas mañas, San Mungo quizás.

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-No vas a ir esta vez, piérdete, maldito cretino.

 

Era la tercera vez que le hacía eso, pero no en aquella oportunidad. Catherine estaba decidida a dejar a Richard atrás y nada de lo que dijese iba a poder convencerla, ni siquiera cuando no dejaba de atosigarla con los motivos y ventajas que significaría su presencia en clase de Herbología mientras Catherine se cambiaba tirando sus sucias prendas al aire para cambiarlas por unas decentes. El hecho de que la mayoría de sus túnicas fueran todas iguales o que las botas de fieltro estuviesen cubiertas con una ligera capa de polvo debido al desuso, tiradas en un olvidado rincón de su laboratorio en la torre norte, sólo era una indeseada prolongación de su infortunio. Sea como fuere, ya vestida adecuadamente y de negro, con la capa de algodón encima, fue hasta los establos a montar la moto voladora. Se calzó los calcetines uno por uno ya estando montada sobre ella y tiró la manta que recubría la moto encima de su hermano para distraerlo mientras arrancaba y viraba los manubrios. Las botas de fieltro le gustaban para manejarla, porque le permitían percibir hasta el más mínimo cambio o vibración bajo sus pies, lo que le permitía tener un control más sutil de todo el asunto. El llevársela, garantizaba además que Richard no la siguiera: fuera de la moto, no tenía otra forma de desplazarse rápida y adecuadamente con su propia magia. Lo único que tuvo que hacer, fue un encantamiento para que el viento no terminara de volar su sombrero ya algo torcido.

 

Se había pasado la última semana encerrada en su laboratorio, llevando a cabo la parte más sencilla de una investigación bastante antigua, que había redescubierto hacía poco gracias a su hermano. De ella aún no había entendido prácticamente nada lo que, luego de los experimentos iniciales supuestamente fáciles pero en realidad ridículamente complicados, había hecho que se sintiera frustrada y francamente irritada. El resultado era que se había bañado poco y dormido menos. Su único consuelo, a diferencia de otras ocasiones en las que se había encerrado en el laboratorio, era que tenía sus dos cejas indemnes. Además, había alcanzado a tomar un baño rápido, aunque había sido bastante incómodo teniendo en cuenta que su hermano no se había inmutado en lo absoluto por su desnudez (como era habitual en ellos) y había continuado su engorroso listado mientras Catherine se repetía por enésima vez que necesitaba una cortina de baño y haciendo que deseara ser sorda.

 

Estacionó la moto en una zona donde le pareció ver la señalización para ello (aunque no estaba segura ¿por qué demonios tenían los ingleses que ser tan ridículos con su concepto de igualdad y tolerancia? El poner la señal en diez mil idiomas incluido el duendigonza no haría que los duendes o ella leyeran mejor la letra diminuta que habían usado por haberlo traducido tantas veces) y sacó de su bolsillo una lata de irn-bru para matar el calor de la universidad mientras se dirigía a su clase. Había sido una suerte en realidad que el profesor avisara de que sólo tenían que llevar varitas. De otro modo, Catherine hubiera tenido que pasar un peor momento, teniendo que recoger sus textos antes de acudir.

 

Justamente era su varita lo que sobresalía de su bolsillo izquierdo cuando ingresó al aula y saludó a Weasley con un gesto de la mano y de lejos, de manera informal. Se acercó después a una papelera a tirar la lata que había traído y que ya había terminado sentándose por fin lo más alejada posible de sus compañeras. Uno de los motivos para hacerlo era que no había tenido siquiera tiempo de peinarse, aunque su cabello, recortado prácticamente como el de un chico de lo corto que estaba, no dejaba ver mucho el desorden. El segundo, era que su carácter chocaba fácilmente con el de personas como ellas. Aunque no lo pareciera, Catherine ama la practicidad.

 

Sin embargo, no pasó mucho rato antes de que la clase diera inicio. Catherine supuso además que todos se conocían pues no hubo presentaciones, como es habitual. Ella misma recordaba a ambos Weasley, aunque no consiguiera hacer memoria respecto al nombre de la mujer y también era plenamente consciente del nombre de Macnair. Así que cuando no quedaba nadie más que ella por contestar, hizo un esfuerzo por no parecer muy cansada y evitar lanzar un suspiro, antes de contestar.

 

-Me temo que no estoy muy familiarizada con el tema -de hecho, toda la curiosidad que le había venido de venir a clase, había sido debido a su futura mudanza-. Por eso vine aquí -se encogió de hombros pero concluyó-. Sin embargo, la destrucción de cualquier cosa hasta la absoluta desaparición... bueno eso es un problema sin importar la naturaleza de aquello que desaparezca.

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Mynerva frunció la nariz. Algo no le gustaba. Había leído las instrucciones sobre la clase que trajera la lechuza y estaba segura que su nieto había dicho algo sobre interactuar entre los alumnos. Pero por lo que veía en las dos brujas que habían entrado detrás de ella, no parecían haber visto esa parte del mensaje. Tal vez estaba de moda no saludar ni presentarse pero ella no se sentía cómoda así.

 

Recordaba que la primera joven hasta había estado en su mansión, aunque nunca Nathan se la había presentado ni intercambiado palabra. No le parecíó necesario seguir así. Por lo tanto, resolvió cambiarlo.

 

No conocía a quién fue la última en llegar, pero admiró su sinceridad al contestar la pregunta sobre la materia que estudiarían. Carraspeó una vez y tomó la palabra.

 

- Parece que todas estamos tan interesadas en la herbología que nos lanzamos a contestar la consigna del profesor sin siquiera presentarnos. Lamento mi falta de modales. Soy Mynerva de Weasley. No creo que hayamos hablado nunca, pero estoy encantada de compartir esta aventura con ustedes.

 

Sonrió a ambas jóvenes y esperó que alguna le contestara, así podía saber quién era quién.

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Macnair abrió tanto los ojos y su rostro se puso tan rojo que no supo donde esconderse dentro del aula más fulminó al profesor con todo revuelto dentro, tenía años desde la última vez que alguien le había hecho avergonzarse de ese modo y por mucho que Mynerva tuviese razón no compartía el proceder. ¿No dirás nada? pensó sosteniendo la mirada de su novio pero éste definitivamente estaba sonriendo y de haber tenido algo contundente a mano se lo habría arrojado en medio del rostro para luego regresar a la casa y tener una larga discusión por algo que era ajeno a "ellos" como un solo ente. Apretó la mandíbula, miró por segunda vez a Catherine pues su presencia no le había pasado desapercibida e inspiró.

 

—En contadas ocasiones señora De Weasley, pero siempre es un placer volver a verla.

 

Se relajó al soltar aquellas palabras y le sonrió, ciertamente había sido una niña cuando conoció a Mynerva por primera vez, no un bebé sino alguien que pasase sin más cual fantasma por los jardines de la casona y que más tarde fuese descubierta por el hombre que ahora llevaba la batuta de la clase. —Arya Macnair— se paró de su asiento extendiendo una mano con cortesía para estrechar la de ella y luego, con cierto desgano, volteando para saludar a Stark sin decir una sola palabra, era curioso como había aprendido a comprenderse entre silencios, no eran enemigas pero había algo en medio que tampoco les permitía llevarse bien y eso que Arya solía ser simpática con la mayoría de las personas.

 

Regresó a su asiento y retomó la seriedad, aquella preposición la puso nerviosa. "De" aun la saboreaba cuando Weasley retomó la clase y tuvo que presta atención a lo verdaderamente importante pero el deje de inseguridad oprimiendo su pecho la acompañó con ánimos de asistir y cursar Herbología con ellas. Saber que era un deseo el algún día pasar a ser la señora de Wesley más que las circunstancias y los rumores pudiesen truncar sus sueños la tenían en vilo, sería imposible que Nathan supiese la verdad sobre ella y aun confiaba levemente en poder llevar una vida tranquila más las deserciones siempre llevaban al resto a tomar conclusiones apresuradas, no quería que la apartara.

 

Basta, la clase. Presta atención.

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Casi inmediatamente obtuvo una respuesta de la pelirroja cuyo pálido rostro había adquirido un color a juego con su cabello. Myne se dio cuenta y se sintió culpable. Estrechó con efusividad la mano de la chica Macnair y respondió con dulzura.

- Disculpa, Arya. A mi edad, la memoria me juega malas pasadas y no recordaba tu nombre, aunque sí tu bello rostro.

Se quedó callada esperando. Tenía razón sobre sus recuerdos. Pero había conocido tanta gente en sus largos años en los pasillos de Gringotts, que todos los rostros se mezclaban con los miles de nombres escuchados y leídos. Ahora su cerebro parecía haber dicho adiós a todos ellos. Tendría que cargarse de paciencia para volver a adquirirlos.

Mynerva, matriarca Weasley
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-Catherine Stark -replicó secamente luego de todo el arrebato de efusividad por parte de sus compañeras de clase.

 

Su fuerte no eran precisamente las buenas impresiones. De hecho, se había sentido bastante incómoda con toda la repentina proximidad y la parafernalia. Sólo quería echarse a dormir, aunque evidentemente terminó estrechando la mano que Macnair le había ofrecido con una sensación de vacío en el estómago. No la detestaba, ni tampoco le interesaban sus asuntos. Desde que había visto su figura extinguirse bajo el abrazo de aquellas criaturas extrañas y rastreras en aquel mundo en dónde sólo existían las sombras a la luz de un enorme faro, su sueño ¿o no había sido sueño después de todo? Cada vez que pensaba en ella no sentía más que un vacío en su interior. Como si todo respecto a ella estuviera ausente, un hueco del que sólo deseaba deshacerse. Como si su mente la bloqueara con olvido pero ella fuese plenamente consciente de dicha situación, dejándola estar. Catherine no sabía definirlo de otra manera porque nunca antes había conocido el punto más álgido y ulterior de la indiferencia.

 

Por supuesto, no fue consciente de eso cuando estrechó su mano. Se limitó a hacerlo y a poco más que ladrar su nombre en dirección a de Weasley con la sensación de estar siendo obligada a ello mientras sus gruesas cejas se contraían, frunciéndose al volver el rostro ¿Por qué tenían los ingleses que ser tan rígidos con esas cosas? Aunque lo peor claro, era la necesidad de Catherine de estar enojada con el mundo. Pero vamos, nada les costaba dejar de ser tan ridículos con toda aquella formalidad...

 

>>Enfócate<<

 

Se desperezó un poco de forma disimulada mientras las brujas conversaban, preguntándose cuál sería la actividad que Weasley les haría realizar. No era que no estuviese dispuesta a trabajar en equipo con sus compañeras pero le intrigaba cómo y qué terminaría aprendiendo. En su experiencia, rara vez se podía tocar la gran gama de temas y especímenes que todo un ramo implicaba en tan poco tiempo, como eran esas lecciones, así que tenía que hacer esfuerzos por ocultar su escepticismo.

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El Weasley meditó dentro de su mente las respuestas de sus alumnas, sorprendiéndose ante algunos detalles interesantes o comentarios que seguramente tendría en cuenta para cuando tuviese que elaborar el reporte final de la clase, a entregar a los Directores. Le sorprendió aún más la honestidad de la respuesta de Catherine, que a pesar de mostrarse algo distante era quien había sabido ser más prudente con su respuesta. Aquello le trajo a su mente las palabras de un viejo docente, más rápidamente las borró de su mente al notar que las pupilas comenzaban a socializar.

 

- Lamento cortarles los sociales, chicas, pero es que estamos algo ajustadas de tiempo. - Nathan tomó tres piedras moradas de su mochila y se acercó hasta sus alumnas, tendiéndole una piedra a cada una - Estas piedras servirán de trasladores, nos llevarán al medio de un bosque en Alemania para que podamos tener una aventura allí, teóricamente deberían de activarse en menos de tres minutos así que agarradlas con fuerza que no quiero que lo perdáis.

 

Nathan volvió a su escritorio y se colgó su propia mochila de explorador al hombro, consultó su reloj para notar que todavía le quedaban dos minutos antes de que fuese el momento indicado. Decidió aprovechar aquellos momentos de sobra para dar una corta introducción a la clase, basado en lo que sus alumnas habían contestado momentos atrás.

 

- Como bien dijeron, las plantas son un elemento de la naturaleza esencial para nuestra vida, pero también lo es para la magia. No sólo porque las plantas mágicas constituyen ingredientes de pociones como tal o pueden ser utilizadas para custodiar algunos elementos, los magos nos hemos encargados de adaptar las plantas a nuestras necesidades, pero también y sobretodo porque hay quienes dicen que las plantas mágicas constituyen un reservorio de gran parte de la energía mágica. Existen historiadores que afirman que toda la energía mágica que se disipa cuando un hechizo finaliza es captada por las plantas, quienes en vez de metabolizarla, la almacenan. ¿No creéis que es una teoría fascinante? Si a alguna le interesa, tengo libros sobre el tema para recomendarle.

 

Consultó una vez más su reloj, faltaban veinte segundos.

 

- Pero eso es harina de otro costal, ¡agarren la piedra que nos vamos de viaje!

 

Segundos después de que terminara de hablar, un fuerte sacudón lo embistió y tras una vorágine de colores, sintió como finalmente sus pies volvían a tocar tierra firme. Se puso de pie para notar satisfactoriamente que habían llegado a destino, se encontraban no sólo en el medio de un bosque, sino también en el medio de un laberinto formado por paredes de arbustos tan altos que triplicaban su altura y tan anchos que ningún hechizo podría penetrarlos.

 

- Bienvenidos al Laberinto, señoritas. Esta reliquia de construcción arquitectónica fue utilizada para la Copa de los Tres Magos allá por 1900 y desde entonces ha estado aquí. Me han confirmado que una gran cantidad de plantas mágicas están dispuestas como obstáculos alrededor del laberinto, así que todos comenzaremos por ese camino de allá - dijo, señalando al camino más próximo al norte - Y luego cada una de ustedes tomará uno de los caminos de la encrucijada a la que llegaremos. Antes de partir, quiero que tengan esto a mano - sacó tres pergaminos de su mochila y le tendió uno a cada una.

 

Los pergaminos rezaban en caligrafía negra y clara:

 

A continuación, se presenta una lista de algunos encantamientos que son muy comunes y útiles en la práctica herbológica:

 

- Incendio:
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Es un hechizo que permite conjurar llamas de fuego desde la punta de la varita. Debe tenerse precaución al utilizarlo y se debe tener muy claro en la mente el tamaño del fuego que uno pretende conjurar. Este encantamiento es útil para deshacerse de algunas plantas como las enredaderas, y si es bien utilizado puede llegar a quemar las raíces del lazo del diablo.
- Diffindo:
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También conocido como encantamiento seccionador, es muy útil dado que permite cortar ramas o tentáculas de algunas plantas, más debe ser utilizado con precaución, dado que es capaz de seccionar la piel humana también.
- Aguamenti:
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La utilidad de este hechizo resulta bastante obvia, dado que permite expulsar agua desde la punta de la varita. En Herbología, esto nos es útil para limpiar algunos ingredientes extraídos de las plantas antes de suministrarlos a nuestros kits de pociones, así como también regar las plantas, lo cual constituye una parte esencial de su cuidado.
- Lumos Solem:
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Este hechizo resulta particularmente útil cuando queremos debilitar al lazo del diablo, que es completamente intolerante a la radiación de la luz solar. Sin embargo, también es útil para aportar la cuota diaria de radiación solar que la mayoría de las plantas requieren cuando estas no están expuestas al sol.
- Orchideous:
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La utilidad práctica de este hechizo es bastante limitada, dado que lo único que nos permite hacer es conjurar un ramo de flores desde la punta de la varita. No obstante, si se tiene la suficiente paciencia, es posible utilizar este hechizo para rejuvenecer flores ya existentes o revivir cualquier parte muerta de una planta.
- Herbivicus:
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Este es probablemente el hechizo más complejo que existe en la práctica herbológica. Su uso requiere de extremada paciencia y muchísima práctica. Requiere además, que el mago que conjura el encantamiento tenga una imagen mental muy precisa de lo que quiere lograr, puesto que si no el resultado puede ser desastroso.
Este hechizo nos permite incrementar el ritmo de crecimiento de una planta, árbol o cualquier especie herbológica, además de mejorar la calidad del brote: aumentando la cantidad de frutos, vainas o flores que de, engruesando sus raíces, alargando sus hojas, etcétera.

 

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Nadie podía negar que era profesional y aplicado a la hora de impartir clases, hubiera deseado que fuese testigo a la inversa pero sus días como educadora estaban muy por detrás en el pasado así que simplemente le quedaba disfrutar de aquel conocimiento que le sería indispensable para su futuro trabajo. Inspeccionó la piedra que que Nathan les entregaba a cada una tomándola entre el pulgar y el índice hasta acercarla a un palmo de su rostro, era un objeto de los más simple y pasaría desapercibido en cualquier sitio ante sus ojos pero al parecer —aun siendo pequeño— era su boleto a la supuesta gran aventura de aquel día. Tres minutos deberían pasar por tanto tuvieron la dicha de escucharlo hablar con pasión, Macnair descansó el mentón sobre sus manos entrelazadas apoyadas sobre los codos y lo observó embobada.

 

Obviamente ella no podía verse pero la expresión era graciosa, incluso alzó la mano cual Hermione Granger cuando mencionó aquella cualidad mágica de las plantas al absorber la energía de los hechizos en el ambiente pero el profesor cortó su emoción en seco, ya era hora de partir y no podían distraerse. Permitió que la piedra se deslizase por la parte interna de sus dedos y cuando la sintió en el centro de la palma cerró el puño concentrándose como alguna vez lo hizo al dar su examen de aparición salvo que ésta vez aquella pequeña "cosita" sería la que le guiase como una brújula o un mapa.

 

Aferrada a su bolso dejó caer los párpados para que el revuelo a su alrededor no la marease debido a la mala alimentación y el nulo sueño dejando fluir sus pensamientos hasta sentirse tan liviana como una pluma y solamente volvió a fijar su vista al frente al sentir tierra firme bajo sus pies. De nueva cuenta Nathan se hallaba parado frente a las tres bastante compenetrado en explicarles —sin ser necesario— dónde se encontraban por lo que tuvo la tranquilidad de que no la vio trastabillar hacia atrás y luego dar dos zancadas al frente para no perderse una vez echaron a andar unos cuantos centímetros más sin ingresar del todo pues era prudente seguir a quién más sabía del tema "plantas" entonces.

 

Echó una mirada por sobre sus hombros para comprobar las impenetrables paredes de enredadera y juró sentir que algo siseaba a lo lejos e incluso sentir un olor asqueroso que provenía justo por donde el hombre quería que se condujeran cosa que le hizo arrugar la nariz antes de echar a andar, —¿Qué apesta tan mal?— preguntó tapando la mitad de su rostro con el dorso del brazo extrayendo su varita sin sentirse amenazada pero por la simple mención del "torneo de los 3 magos" que muchas historias y vidas se había cobrado, no deseaba enloquecer allí o ser devorada por alguno de los obstáculos.

 

Estudió su pergamino susurrando los encantamientos para mejorar la pronunciación pues había uno que no conocía en absoluto y movía la varita con sutileza hasta que el camino recto se bifurcó y comprendió que la verdadera "aventura" estaba a punto de comenzar. Enrolló su ayuda de memoria y la guardó en el pequeño bolso sintiendo el frío tacto de la pluma que Oniria le regaló antes de decidir cruzar el grupo a la mitad para tomar el último pasillo verde de la izquierda, se detuvo un efímero segundo frente a su profesor, se acercó con educación y besó su mejilla para seguir sin mirar hacia atrás,al menos el hedor se hacía más liviano a medida que se alejaba del punto de partida pero aun no sabía con qué cosas extrañas se encontraría allí.

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