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Leyes Mágicas y Runas Antiguas


Anne Gaunt M.
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La noticia de la falta de profesor para Leyes Mágicas no le había pillado por sorpresa, pero sí el hecho de tener que dar aquella cátedra ella misma. Lo había decidido así con Elvis en el despacho, un poco antes, mientras terminaban de enviar los últimos avisos a todos los profesores que debían dar clases aquel mes. Habían recordado entonces la falta de profesorado en algunas especializaciones y, como el profesor Aldaron Passim ya tenía un par de conocimientos asignados para el mes, no podían pedirle el favor de impartirlo también.

 

Ahora caminaba en dirección al aula donde daría Leyes Mágicas, en la segunda planta del Ateneo de Conocimientos, lugar en el que se había citado con @ en unos pocos minutos. Ella sería su única alumna en aquella ocasión, cosa que le resultaba más cómoda que tener varios alumnos. Llevaba una sencilla túnica azul marino, con una especie de cinturón que se lo ajustaba en la cintura y destacaba las curvas de sus caderas y busto. Entre los brazos, llevaba una buena cantidad de libros que esperaba usar con la pelimalva en clase. Había compartido con ella varias clases en los últimos meses, siempre ambas en calidad de alumnas. Por eso sabía que ser su profesora sería toda una experiencia... aunque todavía no tenía muy claro si sería una experiencia positiva o negativa, a pesar de que sentía bastante simpatía por la Potter Blue.

 

Empujó la puerta del aula y casi se cae de espaldas al ver el panorama del interior. ¡Todo estaba lleno de duendecillos de Cornualles!

 

¡Demonios! —gritó, alarmada, soltando todos losl ibros del golpe. Todos se desparramaron ante ella, algunos cayéndole en los pies, y soltó otro grito de dolor a la vez que intentaba retroceder justo cuando un jarrón lleno de agua, que probablemente había tenido plantas hasta hacía poco, impactó en su cabeza con fuerza. Cayó cuan larga era sin ser capaz de ver nada con claridad, aunque acertó a incorporarse a duras penas para cerrar la puerta e impedir que los duendecillos salieran de la clase.

 

Se quedó en aquella posición unos segundos más para recuperarse del mareo que tenía. Tras rozarse el lugar de la cabeza donde el jarrón había impactado, comprobó que no tenía sangre, aunque el dolor que sentía le hacía pensar que le habían abierto la cabeza por la mitad. Sin parar de maldecir entre dientes, consiguió ponerse en pie y recogió los libros, muy malhumorada.

 

Como me entere de quién ha soltado esas cosas en el Ateneo se va a enterar, no va a volver a pisar este sitio mientras yo sea directora... —iba casi escupiendo, dando grandes zancadas mientras buscaba otra sala donde dar clases a Sagitas.

 

Instintivamente, tomó la dirección que la llevó al aula de Runas Antiguas, que impartiría su hermana Juv. Estaba segura de que no le importaría compartir aula con ella... al menos hasta que llegara Sagitas y pudieran decidir si iban a alguna parte o se quedaban allí. Empujó la puerta.

 

Esto... ¿Juv? Hola manis, espero que no te moleste mi presencia pero... el aula de Leyes Mágicas ha sido tomada por una horda de duendecillos que un poco más y me abren la cabeza con un jarrón. No puedo pararme ahora a sacarlos de allí, así que... ¿te importa si compartimos la clase, al menos durante un rato? —le propuso, a la par que soltaba los libros sobre una mesa y luego movía su varita para secarse la túnica y recolocarse el alborotado cabello. Además, tomó un trozo de pergamino y escribió a Sagitas para que se dirigiera hacia aquel lugar, y no al aula de los duendecillos. A saber qué pasaría si la pelimalva se encontraba con aquel grupo de bichos hiperactivos. Mejor evitar el riesgo.

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─Claro que puedes pasar, justo a ti te estaba buscando…─le extendió un pergamino que había recibido ese mismo día. Esperaba que Anne tuviera una buena explicación, ya que ella no daba con la razón real para tener una misiva que le anunciaba su despido dentro del Ateneo de Conocimientos. Su reputación como profesora la respaldaba de todo a todo, justamente por eso se sacaba un poco con la noticia─Parece que hay un error o ¿no?...─inquirido desviando sus orbes lapislázulis hacia la caja de runas antiguas que reposaba en el escritorio. Ellas podían enviar diversos mensajes, varios de ellos encriptados de una forma peculiar y muy curiosa, no siempre daban el mensaje a las primeras de cambio.

 

─Podes quedarte con el aula, yo pienso dar mi clase en Grecia…─respondió mirando por el rabillo del ojo a su hermana. Era de esperarse que no deseará compartir un espacio de trabajo, ¿Cómo podía tenerla cerca luego de su atrevimiento al internar echarla de la Universidad?. Anne había jugado erróneamente sus cartas, no sabía con quien se estaba metiendo y era mejor no sacar a flote el lado siniestro que poseía Malfoy. Varios saquitos de polvo peruano habían sido alistados por la rubia, acompañando cada uno de ellos por una mano de la gloria─Espero que la idea que tengas en mente para la clase te resulte a pedir de boca, yo no pienso contarte nada de lo que me traigo entre manos…─guardando una caja oscura dentro de una mochila azul oscuro, terminaba de armar su plan a desarrollar para la asignatura de Runas Antiguas.

 

El viajar a la antigua Grecia era el parte aguas ideal, podría iniciar con la historia de las runas desde un punto de vista mítico y luego llevarlos a un sitio mucho más especial y poco visitado por magos y brujas de diversas partes del mundo. Los nueve reinos eran el inicio de ese tipo de magia en parte, poderes conferidos a tabillas de madera que eran cuidadosamente labradas y talladas con símbolos que les conferían todo tipo de poder y magia. Sustento alimenticio y bélico eran los principales, además de protección dentro del campo de batalla y la posibilidad de contar con dones y habilidades que algunos solo podrían soñar.

 

El Partenón se alzaba imponente, no parecía deteriorado por el tiempo y mucho menos carcomido por este. Sus columnas delataban el descuido que había sufrido esa edificación, pero no le restaban la hermosura que el mismo poseía por solo ser una atracción turística en la actualidad. Muggles iban y venían lanzando de todo a todo los flashes de sus cámaras, desatando un marcado dejo de furia en la Nigromante. Era de esperarse, no conocían el valor que cada uno de esos trozos de piedra significaban para ella, elevando todos y cada uno de ellos armo un montículo rodeado por varias runas. Sería la señal que sus alumnos tendrían que identificar, descifrar el mensaje y llegar el sitio donde Malfoy los estaría esperando para comenzar con toda esa misteriosa travesía.

 

@Orión Black

@Mónica Malfoy Haughton
@

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Corrió por los pasillos de la Universidad, se le estaba volviendo costumbre llegar tarde a todo tipo de eventos, era culpa de los directores, la escuela había crecido mucho y ahora cada vez era más difícil encontrar los lugares.

 

Varias veces se llevó la tatuada mano sobre el cabello para acomodarlo, había llegado a la zona de aulas, pero no encontraba por ningún lado la buscada. –Por fin.- Suspiro después de varios minutos y miro la puerta de madera.

 

Intento pensar en una apresurada excusa sobre su retraso, odiaba llegar tarde pero no tuvo elección, el viejo tuerto era un maestro extraño. Toco la puerta y trago saliva.

 

-Buenas ¿disculpe puedo pasar?- Su pregunta queda en el aire al observar la sala vacía, solo una figura femenina en el centro.

 

-¿Anne?- Pregunto extrañado, su compañera Warlock era responsable como directora de la Universidad, pero no sabía que ella fuese la titular de Runas. –Hej.- Saludo sonriendo, esos dientes amarillentos podían notarse bajo aquella negra barba.

 

Sus ojos negros se clavaron en la gran pila de libros, pero uno en especial llamo su atención, Teoría Mágica de Adalbert Waffling. Axel miro extrañado a la directora. – Me equivoque de clase verdad. – Riendo un poco, cuando la bruja le señalo con el dedo un objeto. Axel noto cierta molestia o en la mujer, así que solo se despidió y toco el objeto. Un traslador obviamente.

 

El golpe fue duro, la luz del día lo cegó, y el bullicio de las personas lo confundió más. Solo silbo sorprendido y enfoco sus ojos en aquel edificio. La ciudad de Atenas se mostraba ante él.

 

Ahora todo tenía sentido, la clase se llevaría en Grecia, una sonrisa nueva apareció, ese tipo de clases le gustaban bastante al danés.

 

Camino entre la gente, por allí debería haber una pista o algún compañero. Rogando por que la clase no hubiese comenzado ya y ahora estuviera perdido en aquel emblemático lugar.

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¡Qué bien se estaba descansando en la orilla del lago de la Ojo Loco, aprovechando los últimos días de verano! Era agradable estar allá, sin más ruido que el que hacia Ithilion con sus lápices de colores y el croar de mi rana encima de una hoja de loto.

 

Tranquilidad...

 

Relajación...

 

Sensación de paz...

 

Sólo tenía que hacer un poco de paripé cuando el niño me enseñaba un dibujo (un garabato mejor dicho; Ithilion nunca llegaría a ser un Dalí) y demostrar un gran asombro. Después cerraba los ojos, movía un poco la pamela para que me cubriera los ojos y dormitaba hasta el próximo "huy, qué bonitoooo" que lanzaba ya de forma mecánica.

 

Sin embargo, en este último dibujo, miré a mi hijo, desconcertada. ¿Cómo había dibujado tan bien el símbolo de la Academia? Abrí los ojos de forma desorbitada cuando me di cuenta que no era un dibujo sino que era el logotipo VER DA DE RO de la Academia, con una letra bien formada caligráficamente que reconocí enseguida.

 

-- ¡Demonios desdentados! -- exclamé de golpe. -- ¿De dónde has sacado este papel, Ithi?

 

El niño balbuceó algo a lo que no presté atención. Era una citación para una clase en el Ateneo de.... ¡De hace nueve días!

 

-- ¡Por todos los gnomos malhumorados! ¡¡Llego tarde!!

 

Corrí, con las zapatillas de piscina, con el bañador rosa de lunares amarillos y con la blusa floreada de gasa encima, con la mano sujetándome la pamela para que el viento no se la llevara, sin coger ni un sólo cuaderno o pluma.

 

-- ¡Pasoooooo! ¡¡Llego tarde!!

 

Corrí porque con las prisas olvidé que aparecerme en las cercanía del Centro de Enseñanza. Corrí hacia la torre, llegué al pasillo de la Segunda planta del Ateneo, tomé aire, volví a correr, abrí la puerta de golpe y entré.

 

-- ¡¡Llego tarde!!

 

Un par de elfos domésticos me quedaron mirando, interrumpiendo su quehacer de atrapar a una plaga de Duendecillos de Cornualles. Sonreí. Me gustaban muchos. Eran traviesos.

 

-- ¡Qué monoooooos!

 

-- Largo de aquí, señorita, por su bien. -- Comentó un elfo, agarrando a un duendecillo antes de que me atacara. -- La clase de Leyes Mágicas se dará en la de Runas Antiguas.

 

¿De verdad tenía que ir a Runas? Salí corriendo con desgana porque me hubiera encantado permanecer con aquellas criaturas tan chiquitas pero tenía un deber con la Academia.

 

Llegué a la clase mencionada y abrí la puerta. Durante un momento, me desconcertó verla vacía. Después vi a Anne, la Directora. La sonreí.

 

-- ¿Llego tarde? Me encontré con una panda de bichos en la clase y me entretuve un rato -- ¿Se daría cuenta que guardaba un Duendecillo de Cornualles bajo mi pamela? Se lo había sustraído a los elfos sin que se dieran cuenta.

 

 

 

 

 

OFF.-

 

¡Me olvidé por completo de que tenía clase! Pido disculpas.

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Juv reaccionó de forma extraña ante su pregunta, aunque accedió a compartir aula. Claro, que ella iba a impartir su clase fuera. Su actitud era rara, ¿qué le habría pasado? Anne la miró con el ceño fruncido.

 

Sí, yo también espero que me salga bien la clase, e igual lo deseo para ti... aunque no me digas qué tienes preparado en Grecia para los alumnos —comentó, con tono dubitativo—. Esto... ¿a qué error te refieres? No sé de qué hablas, Juv, ¿qué pasa?

 

Pero su hermana ya no tenía tiempo para ella, tenía que partir hacia lo que había preparado para su clase, donde esperaría a sus alumnos. Anne mantuvo el ceño fruncido mientras la veía marcharse y, cuando alguien tocó a la puerta, giró su mirada furiosa en aquella dirección para toparse con un rostro conocido.

 

Axel... hola, adelante —le invitó a pasar. Le conocía gracias al Consejo de Warlocks, del que ambos eran miembros. Escuchó que le preguntaba algo más sobre la clase, pero estaba tan inmersa en lo que había pasado con Juv que no entendió prácticamente nada y, cuando fue a preguntarle, vio que ya tocaba el traslador de Juv y desaparecía. Se encogió de hombros entonces.

 

Escuchó pasos apresurados por el pasillo y alzó la cabeza para ver cómo Sagitas aparecía por la puerta, muy extrañamente ataviada. Parpardeó varias veces hasta que, finalmente, tuvo que esforzarse mucho para no soltar una carcajada. Acababa de marcarse un "Mery" al aparecer vestida así, recordándole al momento en que Mery asistió a Aritmancia con una bata de ositos.

 

Llegas bien, tranquila —le dijo a modo de saludo, levantándose para poder acercarse a ella y saludarla—. O sea... ¿no te ha llegado mi nota? Te avisé de lo de los duendecillos... a mí casi me abren la cabeza —comentó, recordando el jarrón volador—. En fin, bienvenida a la clase, Sagitas. Yo seré tu profesora de Leyes Mágicas... para sorpresa de ambas —se presentó, sonriente—. Lamentablemente, nos hemos quedado sin profesor titular para esta clase y no queríamos que perdieses tu inscripción así que, como dispongo de los conocimientos necesarios para poderte enseñar algo al respecto, espero que no tengas inconveniente con ello. En fin, ¿qué te ha traído hasta aquí para estudiar Leyes Mágicas? ¿Conoces alguna? A ver, quiero saber de qué punto debemos partir... intuyo que esto será entretenido para ambas.

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Y exactamente que estoy buscando. – Se desplomo sobre una banca de piedra, las cuales estaban para tomar un respiro de la gran ciudad de Athenas. Miro el brillante cielo azul y suspiro resignado, no había visto ningún rostro familiar desde que llego a Grecia, sabía que la profesora de Runas se encontraba por allí, pero habían pasado horas, el Rexdemort hasta sintió que habían pasado días desde que llego y no había visto nada.

 

Ni siquiera sabía que demonios era una runa, así que no sabía si ya había visto alguna en su recorrido. Una inquietante presencia se cernía desde que llego, pero había estado evitando, quizá la maestra estuviera más cerca de lo esperado.

 

Cerró los ojos intentando ignorar a todos los muggles que admiraban los monumentos, visitar los monumentos, Axel ya lo había hecho y no había encontrado nada. La evidente disparidad entre lo que tenía que buscar y lo único que encontraba era obvia. Axel estaba perdido.

 

-Necesito ayuda.- Desabotonando el primer botón de su ropa, y abriendo los ojos para observar el azul cielo. Latente entre el bullicio de los turistas Axel intentaba pensar, si tan solo tuviera una brújula. Le gustaban las clases en el exterior, pero no le gustaban las clases donde el profesor se perdía en una ciudad que no conocía y mucho menos cuando Axel no conocía nada sobre las runas.

Miro su mano derecha, donde la palabra LIVE se encontraba tatuada y miro con detenimiento un anillo, el anillo de detección de enemigos. El danés había olvidado por que había llevado un anillo así a la clase. Dio un golpe a su rostro, y se levantó. – Un hechizo detector de magia. – Se dijo a sí mismo. Si esas runas tenían propiedades mágicas, sería fácil encontrarlas.

 

-El Partenón.- Suspiro. Ya había buscado allí, pero tendría que volver a investigar. Si no encontraba ninguna prueba de magia, tendría que ir a buscar algo para comer. Se estaba cansando y ni siquiera sabía el nombre del profesor. La próxima vez preguntaría por el titular primero.

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-- ¿Tu nota? Pues... Sí, creo que me llegó a la mansión, aunque... --Sonreí intentando mostrarme discreta, sin saber si confesar la travesura de mi hijo; al fin y al cabo, sólo era un niñito travieso, tal vez como su madre. -- ... no le hice mucho caso porque tenía entre manos otra situación más... import... quiero decir... imprevisible.

 

Miré de reojo mis pies y me di cuenta que mi atuendo no acompañaba la gravedad de mis palabras. Se notaba claramente que había estado tomando el sol y haciendo el vago en vez de acudir a la clase.

 

-- ¿Llego bien, en serio? Si lo sé, me cambio antes de entrar. Pero bueno, no es un tribunal del Wizengamot, así que no me hace falta toga ni peluca para tomar las clases, ¿verdad?

 

Me senté en el primer pupitre más cercano a Anne. Así que no había profesor... ¿Por qué los profesores desaparecían como por encanto? Seguro que era cosas de esos Uzza; desde que los habían dejado entrar en el recinto del Ateneo, sucedían cosas extrañas. Se lo hubiera comentado a Anne, y todavía lo haría, aunque sólo cuando no fuera su alumna, en otro momento que no tuviera que aprobar la clase.

 

Anne ya empezaba a trabajar, así que tendría que seguirle la onda, aunque era difícil explicar porqué había escogido Leyes Mágicas.

 

-- Hum... Esto... Porque estoy muy interesada desde el ámbito académica a aumentar mis conocimientos propios sobre el intrínseco círculo que envuelve a la sociedad mágica, desde el individuo particular hasta las normas mágicas que nos envuelven y...

 

Se me había quedado la boca seca. Si cuando me ponía a hablar... ¿Qué es lo que había dicho? En realidad, ni yo misma lo sabía. Carraspeé y me rasqué un granito en la pierna, se me pondría roja enseguida por tomar el sol sin protección.

 

-- Anne, a ti no te puedo engañar. En realidad, me gusta estar en la Academia y apenas me quedan conocimientos que adquirir. Tenía que elegir entre Leyes Mágicas o Historia de la Magia. Mi curriculum está tan lleno que no me queda casi ningún conocimiento que escoger. Así que me he dejado para el final los más tostone.... digo, los más interesantes.

 

No era su asignatura, era sólo la suplente mientras llegaba el profesor oficial, pero a nadie le gusta que menosprecien la clase que imparte, así que mejor rectificar y mostrar atención.

 

-- Pero me interesa mucho, lo juro... En realidad, desde que estoy en Cooperación Mágica Internacional me he dado cuenta que tengo que consultar muchas leyes para poder hacer mi trabajo con mis homólogos de otros países. Así que pensé que sería buena idea repasar las leyes mágicas para desempolvarlas de mi cocorota.

 

Vale, otra vez divagaba, pero al menos esta vez había dado un motivo más lógico.

 

-- Tengo un conocimiento básico de Leyes, al ser profesora de Estudios Muggles, las que me afectan sobre la presencia mágica ante los muggles. La Ley del Secreto de la Magia, la ley de no hacer magia hasta los 17 años, ya sabes... Las básicas... Me gustaría profundizar un poco más en las leyes. Tengo un Bufete de Abogados, El Bufete de Abogados Vladimir, pero lo lleva Don Higinio, el Abogado oficial. Yo sólo pago las facturas...

 

Puse un deje un poco vergonzoso para reconocer mi total ignorancia de la asignatura en la que me había apuntado.

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- ¡Diablos! ¡Diablos!

Axel se le había adelantado y él como gran tonto había perdido el tiempo embobado con la cantidad de cosas muggles que tenía su amigo en su local. Se había olvidado por completo de la clase. Ya estaba llegando sumamente tarde. Por fortuna, sabía que Juve sería la profesora. Ventajas de pertenecer al mismo bando.

 

De repente sintió un llamado. No era propio de la marca, pero si se dejó llevar. Entendía que la clase no iba a ser en la misma universidad, sino que el destino sería el Partenón, Grecia. Uno de los lugares más icónicos del lugar, lleno de turistas y gente que se alborotaba para tomarse fotografías, probando su estadía en el lugar, robando un poco de material simbólico.

 

Había dejado la túnica en el local de Axel y se había decidido en quedarse con la camisa que éste le arregló, unos pantalones cómodos y unas zapatillas de lona. El calor de las costas mediterráneas era insoportable, por lo que la elección su vestimenta era adecuada. Ropa clara, simple y holgada.

 

Runas Antiguas era la clase en la que se había inscripto. Lo siguiente seguramente iba a ser astronomía. Más que nada, conceptos que lo ayuden en su adivinación, que era una gran parte de su rutina diaria. Sabía que había una historia hermosa y profunda detrás de las runas y que se encontraba, al menos en la parte occidental, en el inicio de su historia.

 

- ¡Excelente ubicación Juve! –La Malfoy se diferenciaba del resto de los muggles, por su rubia cabellera e imponente silueta, ya había podido localizar la clase-. Nos faltan un par de personas más, estoy ansioso por empezar la clase.

 

Se había puesto más amistoso y no tan histérico social luego de su exilio. Se alegraba de ver a su compañera mortífaga y nueva jefa en su flamante trabajo ministerial. Es más, él hacía este curso para poder tener más herramientas con el fin de afrontar mejor cualquier problemática en el departamento de misterios.

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Mientras Sagitas tomaba asiento, Anne se cruzó de piernas tranquilamente y aguardó a que la mujer le diese una respuesta para ver por dónde comenzar. Empezó a soltar una charla de la que no alcanzó a comprender ni media palabra y, cuando de repente confesó que se había anotado a Leyes Mágicas porque era uno de los pocos conocimientos que le quedaban por aprender, soltó una carcajada y sacudió la cabeza.

 

¡Lo sabía! Nadie en su sano juicio estudiaría Leyes Mágicas así, sin más, a no ser que quisiera dedicarse directamente a algo para lo que necesitara saber sobre el tema —exclamó, encogiéndose de hombros. Aunque ella había sido una de esas insensatas que sí las había estudiado sin necesidad, así que sería mejor dejar aquella cuestión a un lado. Luego siguió escuchando a la mujer y, finalmente, asintió con la cabeza mientras se cruzaba de brazos—. Afirmas tener solo un conocimiento básico de las Leyes Mágicas, pero ya es mucho más de lo que tienen muchos magos de esta época, ¿sabes? Sólo tienes que salir por Ottery para ver cuántas normas se pueden transgredir al día, y ni qué decir de lo que se cuece en el Callejón Diagon... si tienes un bufete de abogados, estoy segura de que estás incluso más al tanto que yo quien, al fin y al cabo, no trabajo directamente en este tipo de cosas —dijo. Descruzó los brazos y las piernas para poderse sentar más erguida mientras revolvía entre los libros que había colocado en la mesa al llegar al aula.

 

Al trabajar en Cooperación Mágica Internacional, era lógico que Sagitas conociese varias cuestiones de las que podrían hablar en la clase, así como por su condición de profesora de Estudios Muggles, además de otras leyes básicas como la prohibición de realizar magia en magos menores de edad. Pero existían muchas más, varias muy interesantes y otras casi desconocidas para la comunidad, y quería saber si la Potter Blue estaba interesada en alguna cuestión concreta para poder centrarse en ella en lugar de hacerlo en otra cosa que pudiera hacer de la clase un auténtico tostón, como había estado a punto de afirmar un poco antes. De repente, se sintió tentada de usar la Legilimancia con Sagitas... pero pronto recordó que aquella mujer siempre la había tratado bien. ¿Por qué iba a usar su poder contra ella? Alejó aquellos pensamientos de su mente y decidió centrarse en pasar un buen rato con ella, así como ayudarla a llevarse la mejor parte de aquella aburrida materia.

 

Bien, entonces las leyes que tienen que ver con la comunidad no mágica te son familiares. Supongo que también conoces las Leyes de Gamp, ¿cierto? Veamos, aquí tengo libros que hablan sobre éstas, pero no sé si quisieras que ahondásemos en el tema o prefieres que nos dediquemos a otras que no te sean tan conocidas. Por ejemplo, las leyes sobre criaturas, seres y espíritus, que me han recordado al profesor que tuvimos de Aritmancia, Aldaron, ¿recuerdas? —hizo una pausa para que Sagitas hiciese memoria sobre la clase que ambas habían compartido el mes anterior—. Y también las leyes que implican maldiciones, pociones u objetos. ¿Podrías contarme algo sobre estos dos bloques de Leyes? Estoy segura de que algo te sonarán... incluso creo que podríamos hacer algo práctica nuestra clase, dependiendo de cuál sea tu interés. Ahora lo veremos.

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Arrugué el ceño.

 

-- ¿Leyes de Gamp? ¿De Gamp...? ¿Gamp...? Creo... Creo que hay un estadio de bask...teni.... ¡fútbol! Sí, eso, de fútbol, llamado Gamper... ¿Te refieres a eso?

 

Pero a la vez que preguntaba, me vino a la cabeza qué era a lo que se refería y estallé en risas, para disimular mi error.

 

-- No, claro que no te refieres a eso... Yo y mis estudios muggleosos, perdona... Te refieres al famoso Gamp ese que dijo que la magia no se crea ni se destruye, sólo se transforma. -- ¿Eso no era la teoría de la Ley de Conservación de la Materia de Lavosié muggleoso? Otra vez me confundía... -- Quiero decir, el que dijo que no se puede hacer magia para hacer comida, para crear amor, para aumentar el dinero, etc... Sí, sí, ya sé quien es... Pero no me preocupa, puesto que poseo una Caja Loca que me hace aparecer comida cuando tengo hambre, no necesita más dinero del que tengo y amor, pues... Estoy casada y tengo varias pociones de amor que compré en una feria hace mucho tiempo.

 

Esto último lo dije muy bajito porque ella era una alta mandataria, una guarla, y no estaba segura de si podía confesar abiertamente que había comprado ciertas mercancías no ilegales pero sí fuera del control ministerial y... Mejor cambiar de tema antes de que se diera cuenta.

 

-- Me interesa más las otras, las leyes sobre seres, espíritus, criaturas, etc... Sí, el ejemplo del Centauro Passim es muy bueno, nunca hubiera pensado que una clase de aritmancia fuera tan entretenida como la que nos dio. Aunque... En realidad... Me preocupa un poco más la legislatura actual sobre los seres. Ya sabes... Como estoy casada con un fantasma... Me costó que el Ministerio aceptara esa boda y aún tengo miedo algunas noches de que salga alguna enmienda a la Ley que no permita matrimonios mixtos y.... Bueno, que sí, que me gustaría que habláramos de este tema.

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