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Prueba del Libro de las Auras #1


Runihura
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Las había enviado a sus respectivas casas una vez que la etapa de enseñanza había finalizado al fin, pero no sin dejarles tarea, claro, y era que debían de practicar todos los días los hechizos –sin sobrepasarse, por supuesto, aunque a esas alturas era un riesgo que quedaba bajo su propia decisión- hasta que fueran llamadas a dirigirse nuevamente al Ateneo y, por ende, realizar la prueba.

 

¡Khufu! ― exclamó con alegría mientras veía llegar al Guerrero Uzza hasta donde se hallaba.

 

Poco y nada había tratado con él, sólo lo conocía de algún que otro vistazo, pero el hecho de poder tener contacto con alguien de su tierra la había puesto de buen humor luego de haber pasado ya tanto tiempo a solas, y en tierras extranjeras. El guerrero amablemente había accedido a ayudarla con su prueba final, dado que la misma sería distinta a la que todos se habían habituado anteriormente, pero necesitaba de un número superior a tres personas. Ahí era donde entraba Khufu.

 

Gracias por ayudarme ― prosiguió, acercándose al hombre e inclinando levemente la cabeza a forma de saludo varias veces ―. Las extranjeras llegarán en cualquier momento, ya las envié a llamar.

 

Y era cierto, a primeras horas de la mañana había enviado dos lechuzas de la Universidad con el mismo papel para ir en busca de las dos mujeres. Las citaba en el Ateneo, en la réplica del Monte Catalina, allí donde habían tenido sus clases. Pero ni Runihura ni Khufu estarían allí, sino que, en su lugar, al llegar al pie del monte, las mujeres encontrarían una nota escrita a mano:

 

"Deberán escalar nuevamente el Monte desde la zona sur, y una vez en la cima, dirigirse lo más rápido que puedan hasta la otra punta, todo por la parte más alta. Una vez lleguen a la zona norte, bajarán y atravesarán las arenas movedizas, hasta llegar al desierto de dunas que se encuentra al otro lado. Allí las estaremos esperando."

 

 

 

Agitó enérgicamente sus manos, sintiendo la adrenalina correr por su cuerpo, y no era para menos, pues se había dirigido hasta allí luego de hacer un precalentamiento físico bastante intenso. Hacía aquello cada vez que salía de su terreno habitual, como era el caso.

 

El desierto de dunas arenosas los rodeaba y envolvía por completo, aunque en la zona en la que se encontraban era más bien estable, con un par de rocas no demasiado grandes dispuestas por el terreno. La erosión de los vientos no daba tregua a nada ni a nadie, incluso aquellas serpientes y escorpiones que se ocultaban en el lugar se limitaban a salir lo justo y necesario cuando el terreno se hallaba tranquilo.

 

La charla con el hombre fue la justa y necesaria, hasta que las mujeres, agitadas de tanto correr, llegaron al fin al lugar de encuentro.

 

Una pequeña prueba para conmemorar la primera clase ― las recibió, lanzándoles dos pequeños frasquitos, uno a cada una, con un líquido de un color bastante familiar para ellas. Le dio otro a Khufu, dejándose el cuarto y último para ella ―. Poción revitalizante, ayudará a potenciar la energía mental y corporal para permitirnos ir un poco más allá de lo habitual. Tu harás equipo con el Guerrero Khufu, y tu conmigo ― dijo, señalando primero a Taurogirl, y luego a Leah, apremiándolas para que se movieran y la prueba final de las mujeres comenzara.

 

 

 

 

 

Reglas de la prueba:

 

  1. En el primer rol, el de llegada, deberán de rolear su entrada, pero además, deberán de sortear los obstáculos colocados antes de llegar al lugar con los Uzza.
  2. Se tomarán en cuenta las mismas reglas que para redadas y asaltos, con variación en los tiempos de espera.
  3. Cada usuario dispondrá de un plazo de 24 horas para responder a los ataques de su rival. En caso de que no lo haga dentro de este límite de tiempo, se considerarán impactados los hechizos con sus respectivas consecuencias.
  4. En el caso de que un mago acabe de atacar a otro, no podrá postear atacando a nadie más hasta que haya transcurrido un mínimo de 12 horas.
  5. En caso de posteos en simultáneos (se entiende por simultáneo posteos de hasta un minuto de diferencia entre ellos) en donde en el que se publicó primero se ataca al usuario cuyo post se publicó segundo, el usuario atacado tendrá hasta 30 minutos de tiempo para curarse o que algún compañero postee tras él curándolo.
  6. Cada participante (incluyendo Uzzas) podrán usar hasta dos Auras en batalla de forma excepcional y sólo por esta vez. Recordar que en batallas reales el usuario sólo puede invocar un Aura por asalto/redada
  7. El simulacro permanecerá abierto hasta el 26 de Octubre, inclusive
  8. El Aura de Inmunidad solo podrá ser usada en los últimos 2 días de la prueba.
  9. Leah A. Ivashkov y Taurogirl Crouchs podrán usar hechizos hasta Mago Oscuro y todos los libros hasta el de las Auras. Uzzas podrán usar hasta el libro de las Auras.
  10. Las dudas, quejas y/o sugerencias respecto a la prueba deberán de postearse dentro del topic de Consultas y Sugerencias correspondiente.
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Sus ojos vieron el monte una vez más y tuvo que reprimir el suspiro que se quería escapar de los labios, listo para demostrar su aburrimiento. ¿Otra vez hasta arriba? ¿Para qué? La cierto es que sí, fortalecía sus músculos y todo lo demás, pero desde el punto de vista mágico en realidad era tan útil como el Abracadabra en un libro de hechizos real. De nuevo había dejado atrás sus bonitas túnicas, reemplazándolas por una vestimenta más o menos muggle, cómoda para poder correr con ella sin dificultades; el pantalón era holgado y la camisa sin mangas respiraba la dejaba respirar. Las botas le permitirían subir la montaña y la coleta le dejaba el rostro libre.

 

Junto a ella estaba su esposa, como siempre, con la misma expresión que ella. Estiró la mano para apretarle el hombro y asintió, tomando la posición previa a la carrera y después de un conteo hasta tres, las dos salieron disparadas hacia arriba. Runihura parecía tener una imaginación escasa, puesto que el ascenso era exactamente igual al primero que hicieron en clase. Fue complicado, claro está, ya que tenían que ver dónde poner los pies e impulsarse hacia arriba más que en una carrera, como en una escalada. Pero lo demás fue sencillo, el hecho de correr hasta el lado norte del monte.

 

Una vez allí, inhaló profundamente, estiró los músculos y se lanzó hacia abajo. En bajada, era mucho peor. Tenía que ir saltando de una roca a otra, tratando de no matarse en el intento, y en ocasiones debía deslizarse por la tierra puesto que no había de dónde agarrarse. En un momento dado, la roca donde cayó no soportó su peso y se fue hacia un lado, pero por suerte la caída que encontró fue lo bastante corta como para que pudiera girar sobre sí misma sin recibir más que raspones y uno que otro moretón que se formaría más tarde.

 

Y cuando por fin llegaron abajo, sucias y sudadas, las arenas movedizas las esperaban.

 

Sin ánimos de detenerse demasiado tiempo ahí, la Ivashkov sacó un collar llamativo de varios colores del interior de su blusa, que se había perdido debido a la larga cuerdita de cuero. En cuanto lo abrió, éste se volvió de un color azul gélido, eligiendo solo uno de los muchos contenidos que lo integraban. Las semillas de hielo, capaces de congelarlo todo a su paso, se esparcieron por su lado del camino y cubrieron las arenas movedizas con una capa de hielo firme. Lo cruzó, dando zancadas largas y precisas, intentando no demorarse por si el hielo cedía y llegó al otro lado.

 

Siempre iba hombro con hombro con su esposa, no tenía la intención de hacerlo ver como una competencia. Así que juntas cruzaron las dunas, ayudándose entre sí, hasta que llegaron al otro lado. Khufu, el guerrero del libro de los Ancestros, los esperaba junto con Runihura y una expresión de alivio se dibujó en el rostro de la rubia al ver el frasquito que tenía en los dedos, previamente arrojado por la Uzza. Lo bebió y suspiró, recibiendo toda la nueva vitalidad como a una vieja amiga. Tronó los dedos, asintió y sacó la varita.

 

―Suerte, princesa ―guiñó un ojo a la mujer y se colocó a una distancia prudente de la peli-azul, quizás menos de diez metros, pero más de seis, junto a Runihura.

 

En realidad no le hacía mucha gracia el hecho de combatir junto a ella, contra su esposa y el otro guerrero, pero le entusiasmaba la idea de poder probar las Auras y terminar con la clase. Inclinó la cabeza en una señal de respeto, típica de los magos y apuntó al frente, justo en medio de Tauro y Khufu para poder reaccionar a sus ataques.

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Runihura no pudo haber elegido mejor momento para mandarlas a casa, justo cuando ambas mujeres estaban agotadas y cansadas luego de haber estado practicando cada una de las auras una y otra vez hasta que lograron conjurarlas todas. Tauro ni siquiera tenía el aliento suficiente para darle las gracias o decir que esperaba tener noticias de ella pronto, simplemente tomó la mano de su esposa y se marchó con un único pensamiento en mente: dormir como si no hubiese mañana.

Por fortuna, las lechuzas por parte de la Universidad llegaron a los pocos días, donde no había ningún rastro de bolsas negras bajo sus ojos. La Guerrera les anunciaba que debían regresar para su prueba y que debían encontrarse en el mismo lugar de antes, en el Monte Catalina. Un largo suspiró acompañó el sentimiento de cansancio que se apoderó de ella al recordar la pequeña maratón en contra de la tormenta de arena y aunque ahora estaba en mejor forma preferiría no hacerlo.

— Al menos siento que nada superará a Badrú, el peor Uzza que he conocido hasta el momento —comentó al recordar todo por lo que las hizo pasar, aunque en retrospectiva podría considerarse como una preparación a todo lo que posteriormente enfrentarían.



El Monte Catalina se levantaba frente a ellas y justo al pie encontraron una nota en el suelo.

—Deberán escalar nuevamente el Monte desde la zona sur... —empezó a leer en voz alta, dejando el resto para que su esposa lo terminara de leer y mientras lo hacía de nuevo cambiaba su vestimenta por una camisilla, shorts y zapatillas para correr.

 

— Vamos mi amor —indicó a Leah y juntas emprendieron la carrera hacia lo alto del monte.

 

Debía reconocer que al menos no resultó ser tan terrible como la primera vez, ahora que conocía el terreno sabía donde pisar con precisión y elegir el momento oportuno para agarrar impulso. Llegar hasta la cima les tomó menos tiempo del que habían pensado, pero ahora debían bajar. Con el dorso de su mano derecha limpió las gotas de sudor que descendían por su frente antes de correr nuevamente.

 

El camino de la pendiente hacia abajo no fue mejor que el anterior, ya que con la velocidad que ahora llevaban era difícil precisar donde debían pisar y su esposa casi fue víctima de una brutal caída, lo que hizo que Tauro desacelera, pero no demasiado, porque cuando llegó al final metió su pie dentro de las arenas movedizas.

 

— ¡Amor! —tan sólo ésto bastó para que su esposa la ayudara a salir de allí —¿Cómo atravesaremos esto? —ni bien había terminado de formular la pregunta cuando ya se le había ocurrido algo — Definitivamente no sé qué haría sin ti —le sonrió, también sacando sus propias semillas de hielo para hacer más resistente el terreno. Lo único que les faltaban eran unos buenos patines y con eso llegarían en un santiamén, pero como tampoco podían alocarse corriendo, lo mejor era deslizarse con grandes zancadas.

 

Tan sólo les faltaba un pequeño tramo y llegarían al desierto de dunas, donde Runihura y otro guerrero más las esperaban.

 

— ¿Khufu? —preguntó Tauro extrañada.

 

Ésta vez y sin preguntas la Mortífaga tomó el frasquito en el aire bebiendo su contenido en dos sorbos, sintiendo el efecto revitalizante al instante.

 

— Gracias, mi amor, suerte para ti también —añadió antes de alejarse y establecer una distancia de 8 metros entre ambas y Runihura. El duelo estaba a punto de empezar.

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Si los guerreros estaban o no listos para la batalla, poco le importaba en realidad. La mujer inhaló profundo, llenando sus pulmones con todo el aire que podía y entonces guió la varita hacia Tauro.

 

Silencius.

 

Una vibración procedente de la madera de su varita anunció el efecto del hechizo, que de inmediato silenció a su esposa. Le impediría hablar por un tiempo escaso, perdiendo la primera acción verbal, y esperaba que lo que hiciera contra ella no fuera demasiado poderoso, puesto que estaba en todas las de volverla picadillo si la dejaba. Era una mujer con muchísimo nivel, un repertorio de hechizos que, aunque igual al suyo, variaba mucho en los daños. Así que silenciarla le permitía cierta ventaja, aunque no una demasiado amplia. Tampoco quería hacerle daño, así que era lo mejor que podía hacer.

 

―Solo eso de momento ―dijo a su mujer, dedicándole una pequeña sonrisa torcida que sólo ella sabría interpretar.

 

Las Auras podría invocarlas más adelante, igual que ella, porque la verdad era que tenían bastante tiempo para que los Uzza dieran señales de vida y empezaran a hacer algo.

 

―Prepárate, Ivashkov ―tensó los músculos, esperando los ataques de la peli-azul.

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Cerró con delicadeza la tapa de un libro de herbología que le gustaba releer de vez en cuando. Poseía ilustraciones hechas a mano de una excelente calidad lo cual le fascinaba. Si bien no odiaba los avances tecnológicos como las cámaras fotográficas, él prefería mil veces algo artesanal. Se levantó del suelo con algo de torpeza, se había perdido demasiado en sus pensamientos y la hora había pasado volando, y su cuerpo le recordaba que pasar mucho tiempo en la misma posición no era agradable.

Guardó el libro en uno de los cientos de estantes que se encontraban en aquel espacio conseguido por él. Aquella biblioteca que había resultado de su colección privada de textos era su lugar preferido para pasar el tiempo. Nunca estaba mal repasar ciertos asuntos, más en aquellos tiempos difíciles. La tentación de sacar otro libro y continuar con su extensa hora de lectura era demasiada. Sin embargo, él cumplía sus palabras y debía encontrarse con alguien dentro de unos pocos minutos.

Hizo un gesto gentil con su cabeza al oír su nombre. No tenía demasiados deseos de conversar aunque cambió de opinión al ver el entusiasmo con el que le recibía.

No te preocupes, Runihura.― respondió con una sonrisa cálida.

Recién había recordado el porqué había aceptado ir en su ayuda. No era interés en absoluto, sino un sentido protector. Quizás fuera por la apariencia infantil de la Guerrera añadido al hecho de que nunca fue ni será padre. Quizás quería ver cómo iban aquellas que habían sido sus primeras alumnas. No estaba del todo seguro pero parecía más probable lo primero aun cuando sabía que la bruja era mayor a lo que aparentaba.

Las alumnas tendrían un largo y agotador camino que recorrer y probablemente se tomarían su tiempo para llegar hasta allí por lo que aprovecharon para tener una charla justa para conseguir mayores detalles de aquella prueba, detalles como hasta qué punto de seriedad quería en aquel encuentro. Él iba a ayudar, era un mero colaborador por lo que no iba a imponer sus métodos.

Cuando llegaron, no les sorprendió ver un claro tono de cansancio acompañadas por sus ropas sucias y sudadas. Les dedicó una sonrisa débil de cortesía como saludo. Se alejó a unos ocho metros de Runihura, acercándose así a su compañera de duelo. Quedó a unos dos metros de distancia con su exalumna, metros suficientes para actuar sin estorbarse entre sí y lo suficientemente cerca como para ayudarse en caso de emergencia.
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Para Tauro era difícil tener que luchar a la par con Khufu, principalmente porque no se esperaba para nada aquel escenario. A Runihura no la conocía en batalla, tampoco al guerrero, pero de todos Khufu era con quién más había sentido simpatía y ahora estaban haciendo equipo.

 

El tiempo que le tomó a Leah tomar la delantera y atacarla fue el necesario para que Tauro examinara el escenario donde realmente no había mucho al alcance, solo tierra y aun más en el horizonte. No había elementos, nada que pudiera utilizar a excepción de 4 gruesos troncos secos y muertos repartidos por el escenario, dos de ellos al alcance de la peli-azul. No era mucho, pero al menos podía hacer algo con ellos más adelante. Abrió la boca para decir algo y notó como de repente no podía hablar, lo cual significaba que su esposa la había silenciado. ¿Tan pronto y ya la estaba privando de los sentidos? Gruñó.

 

— Arena del Hechicero —pensó de inmediato, al lanzar la arena al aire esta cegaría a Leah, dejando así por dos largos turnos donde no podría utilizar hechizos que requirieran de puntería.

 

— Detritus—dijo a continuación, creando una fina capa gaseosa de color azul que envolvió todo su cuerpo, de esta forma prevendría alguno de los ataques que le pudieran lanzar y sabía de antemano que no tenía la ventaja de las intercalaciones, aunque eso podía volverlos a su favor si actuaba con inteligencia. Sus hechizos estaban limitados y ya no gozaba del poder de líder, quedando en igualdad de condiciones.Por otro lado confiaba en que Khufu también fuera un buen estratega.

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Asintió con la cabeza una vez al verlas llegar y estar listas para comenzar. Luego, le dirigió una gran sonrisa hacia Khufu en señal de respeto y entusiasmo. Pocas veces había tenido la oportunidad de tener un pequeño encuentro –aunque fuera amistoso- con algún Guerrero Uzza, y menos todavía con los que se hallaban allí en el ateneo, por lo que aquella experiencia era interesante a grandes niveles.

 

Se alejó entonces de quienes ahora serían sus contrincantes y se giró, observando al Uzza y a la mujer que tenía del otro lado, Taurogirl. Al parecer no era la única emocionada con todo aquello, pues su compañera de equipo de aquella ocasión dio el primer paso y atacó rápidamente a quien era su pareja.

 

Con cuidado y con bastante paciencia, Runihura abrió el frasquito que contenía la poción y se lo bebió de un solo sorbo, sintiendo que la energía emanaba por todo su cuerpo y su mente se agilizaba más si es que era posible. Se sacudió un poco, al mismo tiempo que su varita ya aparecía en su mano.

 

Hagamos las cosas interesantes desde un principio ― comentó, más para ella misma que para su compañera y sus rivales, por lo que hizo un ligero movimiento de muñeca en dirección a Taurogirl ―. Silencius ― inmediatamente la voz de la mujer se interrumpió, quedando la frase de su segundo hechizo apenas a la mitad y oyéndose apenas un “detr…” que nunca finalizó.

 

Entonces, volvió a hacer un movimiento con la varita en el aire, invocando de esa forma una neblina que rápidamente envolvió a Taurogirl y Khufu, causándoles un estado de aturdimiento inmediato. El Aura de Confusión que acababa de efectuar les obligaría a realizar el hechizo Alohomora una y otra vez cada determinado tiempo.

 

Cinaede ― susurró a continuación. Inmediatamente un gas invisible pero altamente venenoso apareció, rodeándola, causándole que inevitablemente lo aspirara y por ende, el veneno comenzara a circular por su organismo, causando estragos en ella si no se aplicaba una rápida curación. Y el bezoar no era una opción.

 

Giró su varita entre los dedos, entusiasmada por ver la respuesta que tendrían, tanto las dos mujeres como el guerrero.

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Vió como las arenas del hechicero impactaron en el rostro de Leah por lo que la bruja no podría atacar con facilidad al verse privada del sentido de la visión. Sonrió ante el actuar de su compañera, limitar a tu oponente solía ser el primer paso para un triunfo. Sin embargo, no era el último paso, debía continuar con un ataque sistemático y estratégico para hacer flaquear sus defensas y caer en la desesperación de la derrota. Se movió unos pasos a la izquierda.

‹‹Tu lo pediste›› pensó algo emocionado, esperando que la batalla comenzara a ponerse interesante. Y así fue. Concentró sus pensamientos para invocar a un Señor del Caos. No sabía qué le había preparado la suerte pero lo que sí sabía que cualquiera fuese el señor invocado desnivelaría la balanza enormemente. Por suerte, esta vez la balanza ahora estaba a su favor con la ayuda de un cíclope.

¡Silencius!― dijo con poca fuerza pero no caía en la debilidad.

El Cinaede que la Guerrera Uzza trataba de enviarles que quedó en solo pensamientos. El cíclope por su parte utilizó la magia con la que contaba para realizar un Séneca el cual afectaría a Leah, la cual ahora no solo se encontraría sin visión sino prontamente sin habla. Su voz era ronca pero le sorprendió lo clara que había sido al realizar aquel hechizo. Khufu nunca había invocado a aquel Señor del Caos por lo que se sentía contento de haber descubierto algo nuevo respecto a aquel poder.

Debido a la aura de confusión por la que había sido impactado no podía realizar nada más que un Alohomora que no servía para nada más que abrir la puerta de la victoria o al menos eso esperaba. Sin embargo, su ciclope continuó atacando aunque esta vez pronunciando un Anular Silencius, de esa forma Runihura no volvería a molestar silenciando a su compañera de bando.
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La magia de los Uzzas, así como la de sus libros, eran realmente impresionantes y el dominio que tenían sobre estas era en cierto punto muy superior a la de cualquier bruja o mago que enseñaran. Cuando su Detritus se quedó hasta la mitad, vio como del lado de Khufu surgía un señor del caos que le traía buenos y agradables recuerdos. Tauro era temerosa de usar ese tipo de magia que jugaba con la suerte y debido a que era algo que no podía controlar, el resultado le producía demasiada ansiedad como para arriesgarse a usarlo en una situación de batalla.

 

El cíclope, quién podría invocar magia como cualquier otro, silenció con astucia el Cinaede que Runihura planeaba usar en contra de ella, dejándola a salvo y aun intacta para realizar su siguiente movimiento que pensaría muy bien, pero antes conjuró un «Aura de Poder» que terminó los efectos del Aura de la Confusión. Ahora era ella quién tomaría ventaja de aquella situación y al ostentar el rango de Mago Oscuro, por los siguientes tres turnos podría invocar magia superior, que correspondía por supuesto a la del rango de Nigromante.

 

— Celerus Vara de Cristal Expelliarmus —. El rayo escarlata que se supone representaba el Expelliarmus pasó a convertirse en un hechizo tipo efecto que impactó al instante en la mano donde Runihura sostenía la varita, lanzándola a cinco metros delante de ella. Aun así, en el instante en que la guerrera planeara ir a por ella, Tauro ya había pensado en un «Zancadilla» para hacerla caer de bruces al suelo antes de que la pudiera alcanzar.

 

Runihura la había atacado de manera muy ruda, pero debía saber que no la trataría de la misma manera delicada con la que lo hacía con su esposa, con la que a veces incluso debía frenarse.

 

«Confundus» pensó luego, una vez más dirigiendo su varita hacia Runihura. La mujer caería víctima de la confusión por un instante que correspondía a una de sus acciones. Las intenciones de Tauro no eran matarla, ella no se comportaba así a menos que estuviera en una verdadera situación de batalla, pero si pretendía divertirse un poco.

 

En ese momento se sentía con ventaja y si pensaba en Khufu él había tenido mucha suerte por haber convocado al centauro, pero ahora gracias a ella ninguno tendría que volver a lanzar un Alohomora en los siguientes turnos.

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