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El Puño de Diagón (MM B: 111585)


Jank Dayne
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Llevamos nuestros pasos hasta la oficina, con ambos elfos que aún peleaban entre si. El local empezaba a llenarse lo que quería decir que pronto comenzaría una de las peleas. Arianne debía de estar por llegar y con ello espero que un grupo de magos y brujas para llenar el lugar.

 

Sin mucho problema Matthew encontró el camino hacia la oficina, donde una vez entré vi a ambos elfos tironeándose otra vez, la sonrisa en la cara de mi hermano me fue contagiada una vez lanzó su hechizo. Los elfos se retorcían en el suelo, el dolor agonizante haciéndolos sufrir más y más a cada segundo.

 

Posicionandome a un lado del castaño ensancho mi sonrisa, ambos elfos estaban tumbados respirando agitados en el suelo. Observaban a Matt con ojos temerosos e intercalaban viéndome a mi por pocos segundos - No me interesa el inicio de su disputa - Hablé a los elfos mientras balanceaba la varita en mi mano - ​Pero no saldrán fácil de esta. Muffliato - lancé u rayo a uno de los elfos que empezó a gruñir y tomarse de la cabeza por el chillido que de sus oídos escuchaba.

 

@@Matthew B. Triviani

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Triviani frunció el ceño cruzado de brazos y el elfo retorciendo de dolor mientras su hermana los atormentaba nuevamente con un chillido que parecía no tener fin. Se acercó sonriendo, dejando todos sus problemas fuera del lugar y posó sobre un escritorio una carta de naipes explosivos que había sacado de su denotada capa. Su intención fue lograr que todo explotara y echar la culpa a las criaturas asquerosas que compartían lugar con ellos.

 

Algunos elfos dan lugar a pensar que su el existir de su raza trae malas consecuencias. Argumento.

 

Ahora sí su expresión muto del desconcierto a la sorpresa, al escuchar su nombre supo exactamente de quién se trataba. Fue divertido para él ver su reacción, le encantaba causar ese efecto en las personas pues alimentaba su preciada autoestima, con una sonrisa en los labios se limitó a observar cómo la muchacha jugaba con los futuros cadáveres.

 

Prefiero matarlos y darlos como alimento para mis mascotas... Pero bueno, mi hermana los usa de experimentos. Encogió sus hombros.

 

Se enojara tu socio, si por casualidad... ¿Mueren? claro, misteriosamente. Pregunto por lo bajo.

 

Recorrió la estancia con la mirada deteniéndose unos segundos en cada uno de sus rincones. Tal vez se sorprendió al ver allí los objetos que lo decoraban, nunca los había visto en el Magic en su recorrido nocturno... Por lo que pensó por unos instantes en robarlos y venderlos en el mercado ilegal de su hermana Dánae. Le costaba acostumbrarse a los objetos relucientes. Sabía que eso debía cambiar y por eso el trabajo que eligió le gustaba tanto.

 

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Sylese Thorn

El aire se siente cargado y Sylese se agita, incómoda. El vestido que lleva, no es prenda propia para lugares como ese y su aspecto frágil tampoco. Sus ojos buscan a la persona que le prometió encontrarla allí pero no reconoce a nadie y cada vez más, nota que es invisible. El griterío de la zona de las gradas es atronador y la abruma. Sólo desea irse.

 

Primero, decide alejarse de las zonas más congestionadas y luego, poco a poco cae en cuenta de que está en una zona en donde es muy improbable que alguien la note. De hecho, está a punto de retirarse intentando mantenerse ecuánime cuando alguien le pisa un pie. La cosa no habría ido a mayores de no ser porque ésta parece concentrada en saludar a alguien y el dolor se torna no sólo agudo si no insoportable.

 

—¡Hey! —su voz es clara como una campana y, cuando habla, su cabello se agita tras ella como si hiciera eco de sus palabras— ¿Qué acaso no tienes ojos?

 

La muchacha (o mujer, para lo que le importa) no parece prestar mucha atención ni siquiera cuando se gira a verla. De hecho, Selyse tiene que recordarse a sí misma sus modales para no montar un escándalo.

 

—¡Estás pisándome!

 

De pronto, no se trata tan sólo de que probablemente tenga una uña rota o que quizá es que el asunto es que su pie es diminuto y por eso aquella est****a mujer no lo haya notado. De pronto, el problema es enorme: que Richard jamás vino a recogerla, que a pesar de no ser muy alta esa mujer parece sacarle casi una cabeza de distancia, que sus acompañantes son todavía más grandes y que siente miedo. Más y más motivos acuden a su cabeza, haciéndola sentirse miserable: que el sudor es un olor desagradable, que le duelen las rodillas por haber estado de pie con las zapatillas planas por demasiado tiempo, que sus brazos lucen enclenques y que en suma está sola allí mientras esa desconsiderada mujer mastica de sus chicles y no la nota.

 

Sus ojos se llenan de lágrimas, que se desbordan como si acabase de morir su madre y los planes de no hacer de eso un escándalo se van al traste.

 

—¡Quién te crees que eres!

 

Es difícil, de todos modos, distinguir sus palabras en medio del llanto.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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  • 1 mes más tarde...

Una carta, eso fue todo lo ultimo que supe de Ada, una carta recibida por la madre Cordelia. Ella había escapado ¿Como? No sé, pocas eran las especificaciones que me daba la tutora que le había asignado a la pequeña. La búsqueda que había empleado para contactarla había dado frutos, estaba en Londres otra vez y estaba estudiando en Hogwarts, me sentía alegre de cierta forma, mi pequeña tenía potencial y lo sabía.

 

Envié un mensaje a Hogwarts, directamente para ella. Citándola al local, necesitaba hablar con ella, contarle el porqué de las cosas y verla, sobretodo verla. Me sentía nerviosa, la ultima vez que la vi era tan solo una niña, solitaria con un gran carisma que desbordaba alegría. Al contrario de mi yo de pequeña. Una sonrisa se instaló en mi rostro al recordarla, con sus pequeños rizos brincando cada que corría.

 

Sentada sobre uno de los cuadriláteros en la entrada espere, espere a que cruzara la puerta. Había cerrado el local al publico, y encerrado a los elfos en el sótano, encontrándome sola entre las paredes de El Puño a espera de mi hija.

 

@@Ada Lottie

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El ajetreo del Callejón Diagon estaba empezando a ponerla de los nervios. Había dado varias vueltas buscando la dirección a la que debía dirigirse sin éxito y si no lo hacía rápido iba a llegar tarde. Si no hubiera tanta gente aún podría pararse e ir con más cuidado para no volvérselo a pasar, pero cada uno iba pensando en sus cosas y las corrientes humanas la empujan de arriba abajo.

 

Por fin consigue ver el rotulo que lleva tanto buscando. Ha pasado trescientas veces por delante y hasta se ha fijado en el escaparate un par de veces. Saca la carta para comprobar que es el sitio que está buscando y traga saliva antes de dar un paso y decidirse a entrar. Ni siquiera sabe del todo porque está nerviosa, pero tiene un nudo en el estómago desde que leyó el trozo de papel que ahora sostiene. Parece algo importante si ha concertado una reunión y todo.

 

Al entrar comprueba que es un centro de boxeo. Hay varias personas, aunque no está muy lleno. Le llama la atención una mujer que esta parada delante de ella dando golpes al vacío, como si un fantasma la estuviera atacando. Tiene que volver más adelante para practicar. Desde que estudia en Hogwarts apenas hace deporte y está empezando a notarlo.

 

No sabe bien a donde debe dirigirse desde allí así que para delante de un elfo que supone trabajara ahí. – Disculpe, ¿sabe dónde puedo encontrar a… -comprueba el nombre en la carta que todavía está sujeta en su mano derecha, aunque se ha aprendido el nombre de memoria- Zoella Triviani Yaxley? Tenía una cita con ella.

 

El elfo le indica a una chica, está sentada en uno de los rines y parece estar esperando. – Gracias – murmura tan bajito que apenas es audible. Se arregla el pelo con los dedos, aunque es imposible colocar sus rizos de manera que queden más presentables y avanza hacia ella. – Ho-hola. Soy Ada, ¿eres Zoella? Creo que habíamos quedado… - Hace una pausa para coger aire y dejar que sea la otra la que continúe con lo que quiera decir.

 

 

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Me encontraba sumida e mis pensamientos cuando escucho una suave voz, la misma voz que ha estado rondando en mi cabeza desde que la escuché aquella vez que la seguí. Ada estaba parada frente a mis ojos, con su peculiar melena alborotada, y sus ojos, aquellos ojos que me dejaron anonadada desde que nació. Relamí mis labios y me levanté del cuadrilátero - Hola pequeña - Dije dulce mientras me acercaba y estiraba mi mano para estrecharla con la suya - Lo soy, es un placer volver a vernos - Suelto para mirarla con expresión dulce.

 

- Ven, hablemos en la oficina - Digo para conducirla hasta las escaleras que dan al sótano, y dirigirnos hasta la oficina. Una vez dentro, le hice una señal de que se sentara en una de las sillas frente al escritorio mientras yo me sentaba detrás de este. Mantuve el silencio algunos segundos y junté mis manos para disponerme a hablar.

 

- Me he enterado que andas en la búsqueda de tus padres - Solté sin más, esperando a ver una reacción por su parte. Buscaba las palabras para continuar hablando, maquinando a toda velocidad algún pequeño discurso en mi mente antes de hablar - Yo los conozco, al menos a tu madre - Continué, tanteando el terreno y esperando el momento idóneo de soltar la bomba.

 

Mis nervios me carcomían por dentro, pero por fuera trataba de mantenerme serena, sin dar algún atisbo de miedo. Ansiosa espere a su respuesta, dándole tiempo a que procesara el inicio de toda la información que hoy tendría en sus manos.

 

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No recordaba un sitio o un lugar concreto en el que hubiera visto a esa mujer, pero le resultaba demasiado familiar, quizás su mirada o la manera de hablar. Quería preguntar que hacia allí de que tenían que hablar y por qué le había mandado la carta, pero no estaba segura de sí tenía que saber quién era y no quería quedar como una est****a así que mantuvo la boca cerrada y estrechó la mano de Zoella con una seguridad que no sentía.

 

Recorrieron un pasillo oscuro que se dirigía a la oficina de la mujer. Era un lugar agradable y eso la relajó un poco, realmente no había nacido para durar en tensión mucho rato y sin un peligro cercano. Esa habitación y esa compañía eran todo lo contrario un peligro se sentía curiosamente en casa. Espero a que fuera la otra bruja la que dijera algo, pero la siguiente frase no se la esperaba para nada.

 

“Yo los conozco, al menos a tu madre” las palabras cayeron sobre ella y tardo un poco en asimilarlas. Sí, había buscado a sus padres. Tal vez más de pequeña, tal vez esa había sido su intención cuando llegó a Londres de nuevo, pero sin duda la había descuidado demasiado, impresionada por el mundo nuevo que estaba descubriendo. Y ese nudo en el estómago que estaba acostumbrada a sentir se hizo más fuerte, angustiada por haber perdido de vista su objetivo y por qué derroteros pudiera seguir esa conversación.

 

-Si los he estado buscando – soltó atropelladamente al darse cuenta de que llevaba demasiado tiempo callada. – Nunca los he visto y no sé quiénes son ni si quieren saber de mí, pero… -Hizo una pausa para ordenar su cabeza que daba demasiadas vueltas. – Me gustaría saber quiénes eran, tal vez eso me ayude a comprender mejor quien soy.

No sabía por qué le contaba todo esto a una persona a la que acababa de conocer, pero tenía demasiadas cosas dentro y solo podía ordenarlas soltándolas. – Si usted pudiera hacer que conociera a mi madre, aunque solo fuera un momento sería un gran regalo.

 

No tenía sentido que la hubiera hecho llamar para decirle que conocía a su madre si no era cierto o si ella no quería conocerla. Solo quería dejar claro que ella lo deseaba con todas sus fuerzas. Daría lo que fuera por saber ese nombre.

 

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¿Donde carajos anda Jeremy? Lo había citado para que ambos habláramos con Ada, pero extrañamente no había llegado, dejándome tratando este tema sola. Me sentía abrumada, por no saber como soltar las palabras que tanto había deseado decirle > Pensé, ¡No! no puedo ser tan tosca Estás frente a quien te dio la vida>> Muy poeta... Ya la encontraste, soy yo>> ¿Es en serio? No se me puede ocurrir nada mejor.

 

- Verás.. Tus padres te tuvieron cuando ambos eran muy jóvenes - Empecé a hablar, dando algo de tiempo a ver si el rubio llegaba - Tu madre, en aquel entonces tenía una vida algo complicada y tu padre, bueno, el es un tema especial ya que quería hacerse cargo de ti pero sabía que no era el tiempo correcto - Hice un pequeño silencio dejándola digerir un poco mis palabras.

 

- Ambos te aman - Confesé - Y siempre han estado al pendiente de ti... Al menos a la distancia - Susurré lo ultimo mientras me paraba de la silla. Caminé hasta la pequeña mesa a un costado y me serví un poco de Whiskey del que disponía - Ellos... - Solté, sin saber con exactitud que decir - Ellos quieren verte - Admití, para segundos después escuchar el sonido de unos pasos acercarse, y el repiqueteo de unos nudillos en la puerta.

 

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Relajado en el baño turco que poseía El Refugio Askar, Jeremy estaba recostado desnudo en el agua. Miraba los vapores levantarse del agua y crear una neblina medicinal para respirar. Era medicinal porque quién sabe qué cosas le había tirado al agua antes de entrar. La cosa era que estaba pasando por uno de sus momentos de súper relajación. Sin hacer nada y lo más importante, sin pensar en nada.

 

¿Dónde estaba Rachel? ¿Sasha? ¿Noah? ¿Callum? ¿Porque el Refugio estaba casi abandonado por sus miembros? No tenía respuesta para eso. Los viajes inesperados de sus familiares lo habían dejado prácticamente solo. Menos mal que el vampiro aún tenía a su otra familia mucho más cercana y en continuo contacto. Escuchar el nombre de la matriarca Askar aún le hacía un nudo en el pecho.

 

Pensando en eso, el Askar se dio cuenta que había olvidado su cita con Zoella. “Maldición” pensó saliendo de la piscina a los trotes para ir a cambiarse. Minutos después ya con unos jeans holgados, una remera blanca debajo de un chaleco de cuero y unas zapatillas deportivas. Estaba listo para irse de paseo. Bueno… de paseo no. Al encuentro con la vampira. ¿Qué demonios quería ahora?

 

Se apareció en el Callejón Diagon y camino el trecho que lo separaba del local de boxeo. Aquel donde una vez le había dado una paliza a su hermanijo. Entró sin prestar mucha atención a nada. Aunque los golpes en la piel entre las personas era muy llamativo. Se quedó un rato observando de brazos cruzados, como una elfa toda rockera le daba una paliza a un hombretón

 

Aplaudió y gritó cuando el gordo se estrelló en el piso completamente desmayado y la elfina se subió a su panza con los brazos en alto. La arenga con seguía subiendo junto con la emoción de los espectadores. Había mucha alegría por parte de los ganadores en sus apuestas y otros tantos insultos de parte de los que se habían dejado la mensualidad apostada en el hombre.

 

Cuando varios empezaron a darse entre ellos, el vampiro se alejó del grupo y fue hasta la oficina de la pelinegra. Golpeo esperando que no estuviera con nadie y que por lo menos tuviera la decencia de estar vestida.

 

 

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No era sencillo seguir lo que la otra chica le estaba diciendo. La cabeza de Ada estaba muy lejos de allí, en una infancia feliz que no había conocido. En el orfanato había muchos niños algunos que no entendían que hacían allí y otros que no pensaban en ellos. Y algunos como ella que pensaban en su familia en sus orígenes y se preguntaban que hacían allí. La respuesta que encontraban solía ser que sus padres estaban muertos y Ada lo había pensado muchas veces. Otros preferían que así fuera porque no encontraban una explicación para haber sido abandonados.

 

Pero ella no. En su interior sabía que el momento llegaría y aunque no estaba preparada para que fuera tan pronto no lo iba a rechazar. No necesitaba todas las escusas que la otro bruja estaba poniendo, Ada ya les había perdonado. Fueran quienes fueran, era suficiente. ¿Era blanda? Seguramente. Estaba asintiendo metódicamente sin saber del todo lo que la otra decía, no quería ser brusca y parecer impertinente pero no veía el momento de interrumpirla. Solo quería el nombre, la dirección lo que fuera que tuviera para ella y se activó cuando oyó un golpe en la puerta. Se sobresaltó un poco y aprovecho la oportunidad.

 

-Supongo que estarás ocupada así que lo mejor es que te deje con tu negocio – se levantó mientras hablaba – Si quieres puedo volver en otro momento o si quieres decirme a donde debo ir o… No quiero ser una molestia más de lo que ya he sido.

 

Quería darle las gracias pero aún no sabía del todo por qué así que callo esperando una respuesta. Tal vez si se daba prisa todavía podía ver a su madre hoy. O igual ella lo había preparado de otra manera. Helada, miro a la puerta. ¿Y si aquel golpe era…? ¿Era posible?

 

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