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C.R.A.A (MM B: 112191)


Jeremy Triviani
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Bufo con media sonrisa en sus labios en cuanto escuchó la respuesta a su comentario, pero no negaba que después de tanto tiempo sin hablar italiano se sentía menos estresada, ignoraba si la estabilidad en su humor se debía al intercambio de palabras o por que su cuerpo y mente comenzaban a dejar de estar en alerta constante poco a poco al sentirse segura en aquella oficina, pero de una u otra forma agradeció sentirse más tranquila.

 

–Proprio sul bersaglio– levantó su vaso correspondiendo el brindis, para seguidamente terminar el líquido de un solo trago.

 

El escozor en su garganta debido a la bebida la obligó a carraspear un poco para no quedarse ronca gracias a la fabulosa idea de terminar con el líquido de una, se inclinó hacia adelante hasta que su pecho tocó sus rodillas y ahí se mantuvo hasta que sintió que sus cuerdas vocales estaban listas para emitir sonido sin que este se escuchara ronco. Con suavidad se enderezó en su asiento para mirar nuevamente a la bruja.

 

–Rumores contando lo que paso con Hogwarts y San Mungo, la guerra, el nuevo ministro de magia entre otros tantos más, algunos más absurdos que otros– negó sutilmente con la cabeza, pues era cierto que su compañera se basaba más en hechos y pruebas y no en cotilleos ajenos, no por algo se encontraba en su actual posición –Aprovechar los rumores y habladurías de la gente también es un arte, sobre todo si se tiene a toda una organización a cuestas, no dejes pasar las oportunidades que la gente con poco sentido común te brinda– agito su mano izquierda para dar a entender que aquello tampoco era tan importante.

 

Siguió con la mirada el camino que Zoella realizo hasta su asiento sin perder nada de lo que comentaba respecto a su nuevo negocio, por un instante pensó que era mentira, pero la seriedad en las facciones de la otra le hicieron notar que iba en serio.

 

–¿Esclavos muggles?– ¿sonaba sorprendida?, perfecto, porque lo estaba, no podía comprender como es que los magos les encontraban utilidad –Realmente mi opinión moral no importa, si el negocio es bien recibido y los ingresos van en aumento, eso es más que suficiente– y tampoco era que le importara que sucedía con muggles o magos que no figuraban en su vida –Se debe innovar si se desea seguir dentro del ranking, ¿No es cierto?– poso una de sus manos sobre la mesa donde con sus uñas dio pequeños golpeteos los suficientemente fuertes como para conseguir que sonaran –Baja el nivel de tus expectativas Il mio cuore, solo me refería al hecho de que sería estratégico tener a alguien dentro de las filas muggles, recuerda, mujer precavida vale por dos– le regalo a su interlocutora una risa llena de diversión pues aquella situación la tenía sumamente entretenida.

 

Después de una pequeña pausa que uso para moderar su humor y regresar a la seria tranquilidad con la que inicio, se dedico a pensar en la declaración que su compañera le compartió. Sin duda la bruja frente a ella no perdía el tiempo con banalidades, estaba dispuesta a ir hasta las ultimas y la rubia con gusto la seguiría.

 

–Estrategia o riesgo, cualquiera que haya sido debes admitir que fue bastante astuta la manera en la que actuaron– aun no conocía la historia al completo pero no podía negar que los bastardos supieron hacer su movida –Quiero decir, es bien sabido que para erradicar cualquier plaga lo debes hacer atacando desde la raíz. Y sí querida, lo mismo se aplica con tu plan– sabiendo lo que sus ultimas palabras implicaban esta vez no hubo sarcasmo o humor de por medio.

@@Zoella Triviani

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Te loviu Kam <3 Gracias por la firma



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  • 1 mes más tarde...

Mentiría si dijera que era plenamente consciente de cómo había acabado en aquel sitio; podía recordar todo lo que había hecho hasta ese preciso instante, pero de un segundo a otro se vio trasladado (o se trasladó él mismo, su memoria le falla) hacia esa institución. En apariencia le recordada a los muchos internados y orfanatos antiguos que se desenvolvían en tierras tanto muggles como mágicas (en más de una ocasión había tocado en un par de ellos) así que, asumiendo que esta no era la excepción, se adentró en él esperando encontrarse a niños corriendo por la verde extensión que conformaba el patio principal, mas al acercarse no distinguió ningún paso de niño, o las risas características que solían manar de ellos. Confundido e intrigado a partes iguales, siendo movilizado por una curiosidad que calificaba entre temeraria y est****a, se aproximó a las puertas del edificio, armado simplemente de su valor y su violín, que llevaba a cualquier aventura en la que se embarcase.

Abrió las puertas con dificultad (nunca había sido alguien que se caracterizara por su fuerza física) y al entrar pudo distinguir mejor el ambiente en el que se encontraba: elfos domésticos iban de un lado a otro cumpliendo distintas obligaciones; algunos llevaban juegos de mesa, otros toallas y algunos más sólo limpiaban el suelo. No le dirigieron la mirada per se, y Seth estaba tan abstraído contemplando el entorno, las mesas, a las personas que parecían deprimidas o por lo menos, tristes, que no vio cuando se chocó con uno de los elfos, momento en el cual despertó de su trance sólo para ver cómo éste caía al suelo y dejaba caer todos los platos que sostenía, rompiéndose con estruendoso sonido de porcelana destruida que resultaba doloroso sólo de escuchar.

-- ¡Lo siento mucho! -- se disculpó de inmediato ayudando a la criatura a ponerse de pie, mas el elfo (o elfa, no lo tenía muy claro) le apartó de un manotazo con clara molestia en el rostro, soltándole un par de improperios que el mago se afanó en desoír. No obstante, había captado la atención de todos en el recinto, y apenas estaba empezando a balbucear una disculpa cuando entre todos esos rostros apareció uno que le resultaba familiar e inconfundible en esa situación.

-- ¡Señorita Zoella! -- exclamó, dirigiéndose a ella olvidándose momentáneamente del desastre que había ocasionado, que varios elfos ya se habían puesto en marcha para corregir sin dejar de mirar mal al recién llegado, que corría hasta donde la mujer estaba, alegrándose de por fin ver un rostro conocido en ese lugar.

-- Señorita, disculpe. Yo eh. . . Me perdí, haha. ¿Puede creerlo? Estaba en el Callejón Diagon haciendo cosas masculinas de hombre, ya sabe, y de repente, ¡puf! Aparecí aquí. Así que, eh. . .¡Es un gusto verla! Creo. Aunque no sé qué es este lugar --. Habló, de forma atropellada y rápida, por el rejunte de hechos bochornosos que significaba estar perdido, no saber cómo se había perdido, haber roto algo en sus primeros cinco segundos de entrar, y verla allí, tan de... Sorpresa.

@@Zoella Triviani

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Triviani asintió a cada palabra que soltaba su compañera, a sabiendas de que la especialidad de ella iba en el campo donde movía las piezas de forma que lograba ampliar terreno callejero. Zoella la miró directamente a los ojos mientras una suave sonrisa se asomaba en sus labios, la dejó hablar mientras llamaba con el botón bajo su escritorio a uno de los elfos.

 

- Encárgate de ello entonces, querida - habló, entregando su primer trabajo. Sopesó un poco y medito aquello, la bruja había pasado años infiltrada entre el mundo muggle con su reciente misión, y se sentía satisfecha bajo los resultados obtenidos - Encuentra a tu mejor hombre o una donna para infiltrarse. Serás responsable de todo - advirtió, finalizando la conversación.

 

- En unos días vendrán a reunirse con nosotras unos socios Alemanes, parece que quieren llevar nuestro mercado a sus tierras - mencionó, en lo que un elfo entraba a la oficina - ​Escolta a la dama a la habitación contigua a la mía, permítele que se acomode y quedas a su disposición Palmo - agregó, señalándole al elfo que obedeciera lo que ella le pidiera.

 

- Acomodate, y si necesitas algo él lo conseguirá. Es uno de los más atentos y obedientes que tenemos. Duermo en la contigua, por si quieres compañia nocturna - guiño para levantarse y salir de la oficina - Descansa, luego hablaremos - cerró la puerta para caminar y atender otros asuntos dentro del recinto.

 

Caminó en total silencio, mirando en reprimenda a un par de elfos que caminan de la mano por el pasillo - Que he dicho de las muestras de cariño en horario laboral ¡Fuera! ¡Rolls anda a los baños y Maris a limpiar las alcobas! - grito, separando a las criaturas que miraron con miedo antes de desaparecer.

 

- Malario - llamo, percibiendo al elfo aparecer colgado de mi espalda. Refunfuño mientras sostenía por las manos enrolladas en su cuello a la criatura - ¿Novedades? - interrogó, mientras sus tacones resonaban en aquel desolado pasillo - Si, entró un desconocido al recinto y a tumbado a uno de los nuevos que llevaba los platos, debería ir a encerrarlo - habló el elfito, con una sonrisa retorcida en su rostro.

 

Triviani escuchó aquello y respiró intentando mantener la calma, aquellos platos habían costado para mantenerlos intactos y ahora parecía que estaban destrozados. Hizo uso de su licencia de aparición, trasladándose al pasillo de entrada donde un reconocido para ella ayudaba al elfo a levantar los vidrios. Este, reparó en su presencia y se acercó.

 

- Hola, Seth - solo saludo en lo que levantaba su muñeca y con una floritura regresaba a la normalidad aquellos platos - Recojan y déjenlos en la cocina - amenazó, para tomar al joven muchacho y guiarlo por el pasillo - Te encuentras en el Centro de Rehabilitación para Adictos Anónimos, uno de mis negocios - comente, mientras le soltaba y tocaba el botón del ascensor - ¿tienes hambre o puedo mostrarte algo? - interrogó la calva, escondiendo un toque de maldad en su mirada que se posaba sobre el pelinegro.

 

 

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De no haber aparecido la italiana por allí probablemente se hubiese puesto bastante nervioso; no sabía ni cómo iba apagar todos los platos rotos (de manera bastante literal, en este caso) y no estaba seguro de tener suficiente dinero a la mano para poder cubrirlo. No obstante, al ver que ella reparaba con tanta facilidad lo dañado, y que su despiste no tenía más consecuencia que el acceso de culpa del que había sido víctima, su nivel de alarma disminuyó considerablemente haciéndolo suspirar. Sin embargo, no se olvidó del tema, pues una falta seguía siendo una falta y debía remendarla de alguna manera.

 

Por el momento, se dejó guiar hasta el ascensor, fijándose en otras cosas de la instalación: las paredes de concreto, el piso liso, las televisiones. Sin duda le daba la impresión de estar ante un lugar donde la magia como tal había perdido su esencia ingenua, siendo reemplazada por un toque más... moderno, y a su vez, sobrio.

-- Le agradezco la preocupación, señorita -- respondió, ya totalmente recuperado de la conmoción anterior -- pero ya comí. Puede mostrarme lo que desee.

 

Por su mente cruzaron varias cosas de lo que sería eso que ella quería enseñarle, desde las cosas más obvias, hasta las más descabelladas, y otras que, de nombrarlas en voz alta, probablemente se llevase varias bofetadas y algún que otro encantamiento que lo sacara volando por la ventana.

-- Puede que yo también tenga algo para mostrarle -- retrucó con la misma sonrisa pícara que le había dirigido el primer día que se conocieron. Le resultaba más fácil entablar conversación con ella fuera del ámbito escolar porque... Bueno, estaban fuera del ámbito escolar, lo que le permitía ser más... como él mismo, sin dejar de ser respetuoso (en la medida de lo posible).

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- Dime Zoella - agregó, para ampliar sus sonrisa ante la aprobación del mago para enseñarle lo que Zoella tenía en mente. Asintió en silencio, esperando a que el ascensor llegara, cosa que no tardó más de unos segundos. Se adentro en silencio, y pasó su dedo por el detector dactilar que los llevaría al sótano. Sabía que llevar al joven muchacho a aquel lugar era algo peligroso, pero había visto algo en él que quería probar.

 

- ¿Que quiere mostrarme, Seth? - interrogó con curiosidad, recostando su pared del espejo en el ascensor para cruzar la mirada y mirar al joven en todo su esplendor. Se mantuvo seria, observando la expresión que mantenía su antiguo alumno ahí en el ascensor, donde se encontraban a solas. Respiró con suavidad, percibiendo la sangre correr por el torrente del Blackwell, la bruja le sacaba algunos centímetro y ellos estaban en aumento con los tacones que calzaba ahora.

 

Repasó el rostro, repasando cada porción de su rostro y concentrándose algunos segundos en los zafiros que tiene por ojos. Recordó a Thomas por cortos segundos, uno de sus hijos de los que no tenía información hace tiempo, y sintió cierta aura maternal albergar su interior al ver al joven como su hijo. Cerró sus ojos unos cortos segundos, alejando aquel pensamientos para observar el indicador del ascensor, que avisaba la llegada al sótano.

 

- ¿Has probado alguna droga recientemente? - preguntó despreocupada, caminando unos pasos delante para guiarlo por el amplio pasillo lúgubre que les daba la bienvenida, mostrando una cara totalmente opuesta al limpio y moderno centro. giró la cabeza por sobre el hombro, para observar que en efecto la seguía y nuevamente en silencio caminó hasta la puerta final, donde con una llave que guardaba en el bolsillo de su falda abrió de ella.

 

- Adelante - invitó, dejando que pasara primero. Dándole la bienvenida a un laboratorio amplio con un pequeño jardin subterraneo donde un sin fin de plantas exóticas e inimaginables se mostraban. Se acercó al bar que se encontraba en el lugar, cosa que no faltaba en ninguna de las habitaciones que tanto ella como sus hermanos frecuentaban. Sirvió un vaso de ron para ella, y se giró encarando a su acompañante - ¿Bebes? - preguntó al final, mientras le observaba evaluar su entorno.

 

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― Zoella ― repitió en un susurro, paladeando cada letra, extendiéndola, imitando la entonación que le había escuchado. El italiano se le hacía extremadamente seductor si era bien empleado y allí, con ambos mirándose cara a cara, mientras Seth repasaba la tersura de la piel ajena, la forma de su rostro, sus ojos color de un día nublado, el contorno de los labios, la forma de aquel cuerpo que estaba seguro sería un placer sentir entre sus manos... Allí, en la intimidad del elevador, en el silencio impuesto por ambos de manera no pautada, natural, pero al mismo tiempo casi como si estuviese ensayada... El italiano le parecía el idioma más maravilloso del planeta entero. Allí, en ese preciso instante, tuvo ganas de besar a Zoella Triviani.

 

Empero, la pregunta que le hizo fue completamente ignorada y, al abrirse el ascensor, el hechizo que mantenía en vilo la tensión generada se desvaneció suavemente con la detención del elevador, retirando poco a poco el trance en el que se había sumido, lo suficiente como para darle lugar a responder.

― No, señori... Quiero decir, Zoella. No he probado ninguna droga recientemente. ¿Por qué?

La pregunta despertó cierta desconfianza; no se había topado con mucha gente que fuera capaz de preguntarle a otra persona si había consumido drogas, sin que ésta tuviese malas intenciones de por medio. Apretó los labios tratando de sacudirse esa sensación y para distraerse miró alrededor, a las plantas que se exhibían como en el mejor jardín botánico, de todos los colores, tamaños y formas; de las más variadas flores y frutos. Las acarició usando la yema de los dedos con delicadeza; deseaba llevarse una, por lo menos para tener de recuerdo de aquel lugar, mas sería una falta grave y seguramente la planta no viviría mucho tiempo fuera de aquí.

Zoella llamó de nuevo su atención, así que fue a la barra para responderle. No le gustaba gritarle a los demás pues lo consideraba una falta de educación muy grave.


― Cerveza de raíz. Sino, café o jugo de frutas.

@@Zoella Triviani

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Bebió de su vaso en lo que el joven paseaba su mano por las plantas, la calva evaluó sus movimientos y le observó atenta en lo que se acercaba a ella. Una suave risa de nariz salió de ella cuando escuchó la petición y asintió, tomó uno de los vasos de cristal y abrió la misma botella de ron que ella bebía - De eso no hay, tomarás ron conmigo - mandó, sintiendo la autoridad en su voz para tenderle el amarronado líquido que reposaba en el vaso.

 

Se alejó del bar, para descalzar sus tacones a un costado de las mesas. Estiró suavemente los agotados pies y observó el esmalte negro que decoraba sus uñas. Dejo el vaso en la mesa y caminó descalza hasta donde un gavetero descansaba, sabía que los ojos de Seth le seguían y conocía la mirada que este le lanzaba, encantando como siempre la provocaciones que daba en la población masculina.

 

- ¿Te gustaría probar alguna? - interrogó - La casa invita, picollo - soltó, pronunciando lo último en italiano. Abrió de la segunda gavetas y extrajo un par de empaques. Recordó a cuando invitó a su protegido a lo mismo, y una sonrisa con cierta picardía recorrió su rostro, cada persona reacciona diferente a los productos que ella distribuía y presenciar aquello siempre le encantaba.

 

Con su cadera cerró de ella y llevó sus ojos al ojiazul, incitandolo a pecar con la mirada - Siéntate - pidió, acercándose lentamente a él. Observó la inocencia que lo envolvía y por una pizca de segundos se recordó a si misma cuando entró a aquel perturbado mundo. Dejo los empaques con diferentes polvos sobre la mesa, ante los ojos del joven mago. Se sentó a su lado, percibiendo la cercanía de sus cuerpos y estiró su mano para tomar el vaso propio.

 

Recordó la botella y se levantó para caminar al bar y tomarla - Realmente que quieres de la vida, Seth - preguntó, regresando a sentarse en su costado, colocando la botella sobre la mesa vacía. Bebió lentamente de su trago, volviendo a recorrer el suave pero marcado rostro del amgo.

 

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Tragó saliva en cuanto la orden le fue dada. Si debía ser sincero consigo mismo, no quería probar el ron, y menos mal que la mujer que lo acompañaba no se quedó esperando una reacción, porque de otra forma se hubiese encontrado con que su gesto se había contraído en un leve ceño fruncido.

Además, aquello había resultado ventajoso por otro motivo, más indirecto: podía observar más y mejor a la persona que tenía delante. Sus proporciones, su contorno. Se preguntó cómo se sentiría besar su piel o, quizás. . .

Pero no tuvo tiempo de pensar en esas cosas, pues diversos paquetes con sustancias extrañas y desconocidas se desplegaban ante él. Sopesó las posibilidades y determinó que si bien a veces su curiosidad podía más que su intuición. . . No estaría siendo honesto consigo mismo si aceptara, pues primero debía ir su bienestar, y no estaba seguro de que estuviera a salvo consumiendo aquello.

― Señorita Zoella... ― intervino frotándose la nuca ― no estoy seguro de querer probar lo que me ofrece. Además, si estoy drogado, no puedo mostrarle lo que quería.

Estaba frente a una mujer hermosa, sí.
¿Le gustaría poseerla y hacerla suya si tuviera la oportunidad? Por supuesto.
Pero eso no significaba que sería tan fácil de seducir.

― Y lo que quiero de mi vida... Supongo que es ser feliz, ¿no? Y la mayor forma de ser feliz es ser libre. No depender de nadie. Viajar, amar, experimentar... Pero siempre de acuerdo a la propia voluntad. Si deseo algo, me gustaría obtenerlo sin usar a nadie, por mis propios medios.

Y si todo lo anterior quizá no lo había dicho con la suficiente convicción, las palabras pronunciadas salieron con la dureza del hierro, afirmando su mirada sobre ella.


― ¿Qué hay de usted? ¿Qué es lo que desea de la vida?

Editado por Seth Blackwell
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Alzó una ceja cuando la negativa llegó, pero la sonrisa no abandonó su rostro. Tomó el paquete y lo alejó de él, sin abrirlo, si el no se drogaba ella tampoco. Escuchó lo que pronunciaba mientras con lentitud cruzaba las piernas, colocó el codo en la mesa y apoyó su cabeza de la mano, observando con atención el movimiento de la mandíbula del Blackwell.

 

Sonrió de soslayo, suavizando la mirada. Parpadeó un par de veces y volvió a beber de su trago, para escuchar la pregunta ser dirigida a ella ¿Que deseaba de la vida? Durante los 90 años de vida que tenía solo había luchado por mantenerse viva, haciendo lo que debía de hacer para prevalecer a la cabeza de la organización, huyendo cuando era debido y matando a sangre fría, aun cuando era una joven muchacha que llegaba a Londre, con temblores cada que alguien mayor se acercaba.

 

Recordó los años que habían pasado, se lo pensó un poco ¿Deseaba algo de la vida ahora? Tras su muerte y resurrección solo se había encargado de dejar atrás la profunda tristeza que la había albergado, estaba cerca de comprometerse, y había recuperado a sus hijos pero... aún estaba la pregunta ¿Que deseaba ella de la vida?

 

Desvió la mirada a su vaso, ahora vacío y tomó la botella sirviendo un segundo trago. Paseó los ojos hasta el vaso del joven y estaba intacto. Elevó los torrenciales ojos hasta los zafiros y volvió al vaso, invitando a acompañarla en aquel intento de embriagarse. Dejó la botella y terminó encogiéndose de hombros.

 

- Poder - soltó sin más, recordando que tuvo parte de ello siento lugarteniente de la marca tenebrosa - Tomo lo que deseo, y justo ahora deseo embriagarme - agregó, para beber un largo trago de su vaso. Llevó su mano a los cabellos azabaches y los acarició con suavidad - Tenía el cabello del mismo color, largo hasta la cadera - comenzó a divagar, recordando cuando su melena ondeaba en el viento - Pero, la calvicie me gusta más - finalizó, enrollando un mechón en su dedo para alejar la mano y posarla en su regazo.

 

- ¿Tienes familia en Londres? - quiso saber, para comenzar a contestar preguntas impronunciables que rondaban su mente.

 

@@Seth Blackwell

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Ignorante de todo lo que pasaba por la mente de la italiana, Seth se la quedó observando en espera de una respuesta luego de haberse recobrado del todo; la suya era una mirada amable, paciente y sin presiones. Liviana, que no juzgaba. Sus ojos viajaron ligeros por el frente de la italiana y luego volvieron a su rostro. Su vida no había sido más complicada que tener que evadir a agentes de la ley mágicos y no mágicos a veces; había vivido más situaciones de color que grises u oscuras en su vida y eso, cree, le han formado como alguien feliz, que deseaba hacer el bien y no le deseaba el mal a nadie. Sin embargo, algo le decía que quien tenía al frente sí había vivido épocas oscuras a juzgar por cómo se comportaba, sin pedir ni preguntar, y por su mirada, endurecida pero endeble en el fondo. Seth no sería quién para cuestionar el comportamiento de nadie, pues eso iría contra su filosofía de vida.

― ¿El poder la haría feliz?

Cuestionó con genuina curiosidad. No muchas veces encontraba gente que quisiera "poder" y mucho menos estuviese dispuesta a lo que sea con tal de obtenerlo. No supo por qué, pero la respuesta tan sincera de que deseaba embriagarse le provocó un deseo de abrazarla, quizás porque evocó la figura de alguien solitario. Sin embargo, como eso sería tomarse demasiada libertad, lo único que hizo fue tomar la mano que se apoyaba en su regazo entre las suyas, acunándola con suavidad. Las manos de un violinista quizá no fueran las más agradables al tacto, ásperas y con callos, mas sí sabían tratar a un objeto delicado con delicadeza.

― Estoy seguro de que con o sin cabello sería usted igual de hermosa.

Expresó con una sonrisa sincera.

Se tomó su tiempo para responder, no obstante, la pregunta que le hizo.

― Por ahora residimos en Londres. Más adelante... Nunca sabemos. Solemos decir que estaremos allí donde suene la música y la gente baile.

@@Zoella Triviani

Editado por Seth Blackwell
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