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C.R.A.A (MM B: 112191)


Jeremy Triviani
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La pregunta la hizo desconcentrarse un poco. Se sintió perdida y recordó aquella prueba impuesta en el portal de Nigromancia, donde el recuerdo de una familia la hizo sentirse feliz...Feliz en el seno de una familia unida. El nudo se formó en su garganta y se sintió menuda bajo la atenta mirada de Seth quien envolvía en una caricia la mano libre de la bruja. Se dejó mimar, con aquel mínimo gesto por parte del joven muchacho.

 

Relamió sus labios con lentitud, con la mirada fija en la botella y sus pensamientos idos. Escuchó la respuesta asu pregunta y solo asintió, no recordaba la última vez que se había sentido así, sola, con la pesadumbre en su pecho y los pensamientos martillando su mente, con su corazón magullado y su garganta apretada. Dejó caer los hombros, relajando su cuerpo para tomar el vaso y beber de un solo trago el contenido, sin emitir expresión alguna, tomó el vaso de su acompañante y lo bebió de igual forma.

 

- Nada me hará feliz a estas alturas, quizás haya alguien que pudiera pero ella ahora no está aquí - agregó, recordando a su pareja que había emprendido un largo viaje de trabajo, a quien extrañaba profundamente. Suspiró y retomó la compostura. Rascó su frente volvió a mirar al pelinegro, con la misma actitud que tenía en un principio.

 

Sonrió lentamente, contemplando la sonrisa que se formaba en los delgados labios del muchacho. No retiró su mano, pero si mantuvo sus grisáceos ojos fijos en los cálidos mares que la miraban.

 

- Entonces eres músico - pronunció, al recordar cómo había tocado aquel violín en la clase - ¿Tienes donde quedarte? Puedo tomarte como mi protegido y dormirás en el castillo de mi familia - propuso Zoella, invitando al muchacho a llevar quizás, en un futuro el apellido Triviani.

 

@@Seth Blackwell

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Tomó la falta de respuesta como la confirmación de que había dicho algo incorrecto, hecho que se acentuó al percibir la congoja que exhibía su tutora tras beberse los dos vasos de ron completos de una vez. Presionó sus labios, diciéndose mentalmente que no debería ser tan metiche en la vida de los demás. No era algo que le correspondiese y, en todo caso, nadie le había pedido opinión al respecto. Se alegró pues cuando cambió de tema al no tener que decir nada más al respecto, pero lo que no se esperó es que le fuese propuesto algo como eso.

― ¿Esta... segura, Zoella?

Cuestionó, aunque la duda de verdad provenía de él más que de ella. Se mordió el labio inferior mientras miraba a un punto fijo en el suelo intentando pensar con mayor claridad. Lo cierto era que no hallaba demasiadas oposiciones a la propuesta, y llevar el apellido de otra persona, de otra familia, al lado del suyo... tampoco sonaba tan mal en realidad. Lo único en lo que podía pensar era en las posibilidades que eso podría traerle. Mayor acceso a conocimiento, a magia... Quizá por fin, uniéndose a una familia como esa, tendría la oportunidad de lograr su tan ansiado objetivo.

Respiró hondo y expiró, mirando de nuevo a la mujer.

― Acepto la propuesta. Pero con dos condiciones. La primera es que me gustaría practicar con el violín. Espero que no sea una molestia. Y la segunda...

Se puso de pie y se acercó hasta que sus narices se tocaron para, acto seguido, colocar los pulgares sobre las comisuras ajenas y empujarlos levemente hacia arriba logrando una sonrisa, que él imitó natural.

― Sonría un poco más para mí, ¿de acuerdo? Que estar seria y triste le saca arrugas y eso le sienta mal a una piel hermosa como la suya.

@@Zoella Triviani

Editado por Seth Blackwell
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El pelinegro habló, aceptando la propuesta más sus acciones dejaron confundida a Zoella. Sintió el tacto en las comisuras de sus labios que ascendieron a la par que sus narices se rozaron. La cercanía le secó la garganta y provocó un cosquilleo en un lugar impronunciable. Observó con detenimiento aquellos ojos, sus propias y largas pestañas amenazaron con rozar de igual forma las de él, que competían por ver quien era de mayor longitud.

 

La bruja le dejó tocarle el rostro, ¿por que? no lo supo, pero se dejó llevar por aquella profunda voz que muy amablemente le pedía sonreír, sonreír para él. Recordó a aquel proxeneta que tanto el pedia eso, que sonriera aunque sea falsamente para sus clientes nocturno. El macabro rostro de Luciano apareció en su mente, atormentando su cordura por cortos segundos.

 

Frunció el ceño y tomó las muñecas que sostenían sus manos, con algo de fuerza. Cerró sus ojos profundamente e inspiró, reconociendo el aroma a tierra que la rodeaba, mezclado con el olor humano que tenía en frente. Se quedó quieta, sosteniendo las muñecas aun y con la anatomía masculina muy cerca suyo. Intentó no gritar, intentó no golpear a algo, o golpearlo a él, quizás.

 

- Por favor, no me toques el rostro a menos que te lo pida - habló Triviani, con un leve temblor en su voz. ¿Cuando se había vuelto tan débil frente a alguien? Quizás era porque últimamente el pasado se le arremolinaba en la mente, y los recuerdos eran cada vez más vividos. Se había encargado de bloquear muchas vivencias, pero los flashback que la amenazaban lograban hacer que su cordura corriera hasta el abismo de su mente, amenazando con lanzarse al vacío de la perdición.

 

Soltó las muñecas, y tomó su vaso para refrescar su garganta - Puedes quedarte aquí de igual forma, mandaré a arreglar una habitación para ti - pronunció con pausa, recuperándose del episodio reciente. Se levantó y se alejó con pasos lentos de donde el pelinegro estaba, sintiendo el suelo helado en las plantas de sus pies. Tomó una de las regaderas con el pis que ella acumulaba durante el día y comenzó a regar la tierra del jardín subterráneo.

 

- Hay un espacio entero que hace las veces de conservatorio musical... está en - cerró sus ojos, recreando la arquitectura del C.R.A.A. en su mente - Cerca del invernadero, al final de todo el recinto. La puerta tiene dibujos musicales, la reconocerás cuando la veas - pronunció, sin mirar a verle de nuevo.

 

@@Seth Blackwell

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Cuando pensaba que todo estaba marchando bien, se sorprendió por el repentino cambio de actitud de la mujer; estaba seguro de que sus acciones tenían algo que ver, y una vez más se reprochó mentalmente por ser tan descuidado y tomarse tantas libertades con una persona que, de manera muy simple, recién conocía. Retrajo las manos y colocó los brazos al costado del cuerpo mirando hacia abajo como un cachorro regañado antes de responder a la orden petición.


― Sí señora ― musitó sin atreverse a decir nada más.

Restó verla desfilar por el sitio hasta que terminó de hablar, empezando a regar las plantas con lo que dudaba mucho, por el color, que fuera agua común y corriente.

― Le agradezco su amabilidad, señorita ― convinó en decir, sujetando la correa del estuche del violín. Tendría que pensar, en el trayecto a aquel lugar misterioso, cómo remendar la situación. Pensó en pedirle a Zoella que lo acompañase, pero tal como estaban las cosas lo mejor era cerrar la boca hasta que se enfriara al menos un poco la situación.

Así que recorrió el invernadero con pasos curiosos mirando hacia adelante, hasta que se topó con la puerta en cuestión. La misma era de madera oscura, casi negra, por lo cual supuso que era de roble. En color blanco se destacaban las notas Re, Fa, Sol y Mi en cada uno de los extremos, junto con lo que parecía una partitura en el centro. Recorrió las notas grabadas con los dedos, preguntándose si acaso aquel lugar existía desde antes de que el edificio se instalara, o bien habría sido creado por quien fuera el dueño con propósitos específicos.

Abrió la puerta, encontrándose efectivamente con un espacio amplio en toda la definición de la palabra. Gradas se extendían hacia los laterales. Al fondo, un gran escenario daba pie a que los músicos entraran para tocar, y pudo distinguir una pequeña puerta trasera que seguramente conectaría con el lugar por el que los integrantes de la banda entrarían. El techo dejaba entrar la luz natural del día, probablemente encantado, y de noche, asumía que dejaría ver el cielo estrellado.

Asombrado, Seth se adentró allí caminando directo al escenario, sintiendo la energía de miles de personas acumuladas, que le provocó un escalofrío y lo desorientó por unos instantes.

― Es... muy bonito ― susurró. ― ¡Holaaa! ― exclamó al aire, y su voz se esparció por el recinto. La acústica, que era lo que quería probar, era excelente.

― Un lugar así... Y está vacío. ― se lamentó con tristeza, visualizando que en una época mejor seguramente estuviese repleto de gente, que aplaudía y vitoreaba a quien tocara.

Suspiró y dejó el estuche en el suelo. Lo abrió, sacó el instrumento y simplemente comenzó a tocar melodías dispersas, acordes que si bien no eran disonantes, tampoco formaban una melodía por sí mismos. Quería probar qué tal sonaba un instrumento allí, y luego... Vería cómo reavivar esa zona de la institución.

@@Zoella Triviani

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Triviani escuchó los pasos del joven mago desaparecer por la puerta, rumbo al conservatorio con el que contaba el centro de rehabilitación. Escuchó sus pies alejarse y respiro, dejando la regadera para beber nuevamente del vaso de licor. Llamó a su elfo, quien apareció sobre la mesa, parado de manos y mirándola con burla.

 

- Quita esa mirada, Malario ¿Donde dejaste al pequeño Camalardo? Recuerda lo que hizo la última vez que estuvo solo - reclamó, recordando el incendio en su departamento personal la noche que el elfito se quedó sin supervisión por parte de quien reclamaba como padre. El chasquido llegó, y el elfo apareció sentado sobre la silla pronunciando "mamá" a la par que estiraba los brazos a la Triviani.

 

Lo cargó y dejó que este se acomodara en su pecho y ella solo realizó un además a Malario para que la siguiera hasta el ascensor - Prepara una habitación, con todos los lujos de los que disponemos y me entregas la llave. Llévate a Camalardo y hazlo dormir en mi habitación - ordenó, para tenderle al elfito que bostezaba mientras ella salía del ascensor.

 

Unos elfos más la interceptaron en el camino, pidiendo que firmara unos pergaminos y cerrara las historias que dejaba libre a algunos de los que se alojaban bajo los programas de rehabilitación. Firmó algunas actas de muerte, y se alejó rumbo al conservatorio, observaría al joven mago en silencio y esperaría hasta darle las llaves de lo que sería su lugar de alojo.

 

Entró por la puerta en silencio, observando ahora las gradas oscuras y el escenario encendido. Lugar donde este comenzaba a tocar algunos acordes. Cruzó sus brazos y recostó su cuerpo de la pared, intentando ocultarse en las sombras y lejos de la vista del Blackwell, le escucharía en silencio y esperaría a que su elfo apareciera con la llave.

 

@@Seth Blackwell

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Cuando Seth tomaba el violín y cerraba los ojos, el mundo entero parecía transformarse. Detenerse. Perder todo vestigio de color y sonido, aroma o gusto. Se transformaba en un lienzo en negro, listo para ser pintado.

 

Y empezó entonces a tocar. Recorría las cuerdas del violín con un toque gentil del arco, lleno de cariño, logrando así notas agudas, delicadas y sostenidas. Y ese lienzo negro que era el mundo empezaba a pintarse, pues de las cuerdas del violín se producía la música en forma de hilos de color blanco, notas enhebradas en completa armonía. Las notas agudas se convertían en hilos finos, pero cuando a ellas les seguía una seguidilla de acordes en tono medio, los hilos finos mutaban en gruesos, trenzándose mutuamente, pegándose a las paredes mientras que una melodía melancólica y suave, evocadora de las más profundas tristezas, de los momentos más amargos, se proyectaba a través de los lugares, y si alguien fuera capaz de ver, a medida que la canción proseguía, cómo las notas producían una cadena y se transformaban unas a otras imitando rostros, caras y situaciones, podría entender por qué la canción resultaba importante. Pues mientras el espacio negro era llenado de blanco muy poco a poco, y la melodía se sucedía, el blanco se transformaba en escenas.

Escenas felices; escena de una infancia feliz, llena de risas, de color y de aplausos. De reverencias, de luces, de voces animadas que resonaban; de la alegría de los niños y adultos. Del agradecimiento. Pero también de separación, de pérdida. De gestos alegres que cambiaban a pesadez, a tristeza. A incertidumbre. La música de la vida, así como la canción que interpretaba, era cambiante, fluctuaba, se movía y modificaba.

Y Seth había escrito una canción que lo capturaba todo.
La canción que atrapaba todos los momentos amargos, y los desplazaba hacia el exterior.

Quería que fuera oída, pues pensaba, y así lo deseaba, que toda la tristeza del mundo había sido capturada allí. Mas no todo era desilusión o partida, pues con ella vinieron los viajes, y los encuentros, y el conocimiento.

Seth había compuesto una canción de la vida.

Una canción para todas las vidas.

@@Zoella Triviani

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Observó en silencio el movimiento del Blackwell sobre el escenario, escuchó atentamente la melodía sintiendo en su interior ese mismo sentimiento que promovía el mago, pero a su manera. Recordó su pasado y el porqué de muchas cosas y sintió cierta melancolía aparecer en su pecho. Deseo tener un trago en su mano, para pasar ese sabor amargo que se había alojado en su interior. Por su parte el pequeño elfo apareció, dejando las llaves colgadas en el bolsillo de la falda que vestía la mortifaga y desapareció nuevamente en un chasquido, vaya usted a saber donde.

 

Avanzó con paso lento, sus tacones sonaban en el suelo pero el ruido era opacado por la melodía proyectada desde el violín, donde esas finas líneas danzaban por todo el espacio, libres de cualquier atadura. Cada acorde la llevaba a las terribles épocas en el burdel de Italia, pero el rostro de Jeremy apareció, junto a toda la alegría que trabajo aún bajo la tormenta que a diario tenía ella encima. La unión de sangre se proyectó en su mente mientras ella observaba al pelinegro, estando parada en medio de los pasillos de los asientos, admirandolo.

 

Recordó la noche de la unión, donde se profesaron ese amor y días después él partió para no volver por unos años, dejándola con un bebé en camino. Recordó cómo abandonó a la pequeña criatura en la puerta de un orfanato junto a dinero y huyó, para años después volver a recibir al rubio que nuevamente atormentó su vida y la dejó a la espera de gemelos. Mismos que pasaron el final de su hermana mayor. Recordó cuando tuvo a la pequeña Lady en sus brazos y fue arrebatada por aquel hombre que solo quería una heredera, y luego recordó los años doloroso siendo la mujer del hombre al que finalmente asesinó. Recordó su muerte en Azkaban y como su alma era salvada para regresar a la vida.

 

Cerró los ojos con fuerza, sintiendo la canción rememorar lo que tanto ha deseado olvidar. Negó suavemente en lo que la melodía iba a su final, deteniéndose suavemente. Abrió los ojos y su mirada lunar conectó con la marina. Su rostro inexpresivo no mostraba la batalla que su mente estaba teniendo ahora, deseosa de ir a lanzarse otra vez a los brazos de ese hombre, deseosa de que llegara la mujer que hoy tenía su corazón, sin saber realmente qué hacer.

 

- Tu habitación está lista - pronunció en tono firme. Sin pronunciar algo más, dio media vuelta comenzando a caminar a la salida - Te daré un recorrido antes, sígueme y no te atrases - agregó, esperando escuchar los pasos seguirla. Salió y esperó algunos segundos hasta la llegada de Seth, justo cuando un elfo le hablaba a ella.

 

- No, Rufino. Que no, no vas a salir más temprano hoy, todos los días es igual llegas tarde entonces te toca cumplir el tiempo perdido a final de turno - regañó, con las manos puestas en jarra - ¡Que no sigas insistiendo! - gritó al escuchar como la pequeña criatura comenzaba a replicar. Este, al escuchar el grito solo asintió y se fue corriendo. La calva suspiró y se dio a vuelta, casi chocando con el cuerpo de Seth.

 

- Vamos entonces - pronunció, dando dos pasos para atrás. Alejándose un poco de la repentina cercanía.

 

@@Seth Blackwell

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  • 2 semanas más tarde...

El Dracony había recibido aquella misiva un par de días antes, era algo inusual pero sin nada en concreto que hacer con su tiempo, decidio acceder a la propuesta de aquel conocido.

Realmente no conoce al joven Julio Hingwant, pero el muchacho castaño parece que él si conoce al peliverde, es bastante expresivo cuando refiere algunas actividades que supuestamente compartieron en el pasado, las cuales Anthony no recuerda pero le parece que de no hacer algo, su mente puede orillar lo a sumergirse en esas sombrías imágenes de su pasado, y a estas alturas, no tiene interés de machacar sobre ellas de nuevo.

 

Julio tiene el cabello ensortijado y su cara llena de granos rojizos que le dan una apariencia no tan grata, Ryvak ignora eso esperando que el muchacho controle su rubor ante la vergüenza de su aspecto, el ojimiel pide a su elfo que lleve el auto mágico al frente del hotel, Dracony se sube en el lado del conductor, es la primera vez que manejará, su amigo Abizaid le dio un sin fin de recomendaciones para que Ryvak tenga el control del vehículo, Anthony no tiene miedo de experimentar con aquel artefacto del demonio, es un chico necio, y cuando algo se le mete a la cabeza, siempre encuentra el modo de salirse con la suya...

 

Julio se subió en el asiento del copiloto, ante las maniobras del peliverde, este se sujeto con veinte uñas con el espanto plasmado en su rostro, varias veces grito ¡Cuidado! pero por fortuna el auto no se estrello contra ningún muro, los únicos que salieron aplastados, fueron algunos botes y un buzón, pero nada más salió afectado.

 

Con algunos trompicones, Ryvak detuvo el vehículo en aquel lugar que no tenía idea de que giro pertenece, las siglas C.R.A.A no le dicen nada pero por el gesto que Julio compone, supone que él si que sabe que servicio proporciona el lugar. Ryvak sigue a Julio que parece estar desesperado pues entra y llega a la recepción y en voz alta demanda:

--Quiero pastillas!

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Malario, el elfito de Zoella alias "Cabeza de Huevo".

El pequeño elfo corría a través de los pasillos hasta la entrada. Quería ver la puesta de sol antes de que fuera tarde, y preparar la habitación que su ama le había indicado robó gran parte de su tiempo, haciéndolo llegar tarde a dicho acontecimiento. Llegó a la puerta, cuando el grito de un señor lo hizo girarse, pedía pastillas a la elfina que lo miraba con nerviosismo desde la recepción.

 

- iSeñor! Debe ir primero a consulta con la Doctora... Salafala - gritó al caballero peliverde, jalando su pantalón por un costado. El elfito no recordaba el nombre realmente de la mujer, y soltó lo primero que le salió de la mente. Recordó la piel de su hijo adoptivo, el pequeño Camalardo, quien tenía la piel verde como los cabellos del mago que ahora le observaba.

 

- ¡Lo he visto! ¡Usted está en la misma organización que Cabeza de Huevo! - habló, para luego tapar su boca con gracia - Lo siento, olvidé que era secreto. No le diga a Zoella - agregó con complicidad en lo que reía suavemente.

 

Miró atentamente al hombre que seguía buscando atención por pastillas. Sonrió con picardía y se acercó para hacerle una jugarreta - ¡Sus pastillas señor! - gritó, para tenderle un frasco con tic-tac adentro.

 

@@Anthony Ryvak Dracony

Off: Hola Anthony xD no se si esperabas a alguien, pero no me aguante a contestar jajajaja :love:

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Mi asombro aumento al ver aquella reacción de Julio…¿de verdad está en sus cabales?...lo dudaba mucho al escuchar su irracional demanda a aquella empleada, hasta un elfo me tiraba de la ropa llamando mi atención, al menos me consuela que el castaño mago no es muy amigo mio, solo un conocido que ahora me preguntaba si tendría familiares a los cuales llamar…tal vez ellos tuvieran más información y explicaran porque de ese comportamiento.

 

Coincidí con aquella consideración enunciada por la empleada, era requerida una consulta para un diagnostico, pero me temo que eso de trascribir pastillas no iba a ser algo que hicieran de inmediato, entonces fue que intuí que lugar era el que nos hallábamos…

Julio seguía pidiendo pastillas y se comportaba cada vez más alterado.

--Estoy muy mal… ¡Quiero pastillas! No deberían negármelas, están para hacernos sentir mejor… ¡necesito ayuda!... ¡quiero morirme!... entiendan, ya no puedo vivir, quiero sentirme bien…ya no quiero sentirme mal… ¡Denme esas pastillas!

 

Tiraba manotazos cuando se le intentaba sujetar, su voz iba de queda a fuerte, sus gritos atraían las miradas, golpeaba sobre el mostrador para dar más fuerza a sus exigencias y me desesperé de no poder calmarlo, así que eche mano de mi varita—Incarcereus—tres gruesas cuerdas le inmovilizaron, la primera a sus piernas juntándolas para que no huyera, la segunda cuerda inmovilizo sus brazos a sus costados, porque era notorio que deseaba seguir golpeando tanto los muebles como los brazos de quien se atreviera a tocarlo, luego la tercera, que ayudo a que dejara de gritar al cubrir su boca con fuerza, seguía haciendo esfuerzos por hacerse oír pero callado a la fuerza me permitió hablar con más calma con los elfos.

 

--Disculpen, no tenía idea de su estado, solo fue bastante insistente para que lo trajera, ¿creen que deba ser internado?—Se volvió ahora hacia el elfo que estaba parado a un lado de él—Perdón, ¿qué me decías de tu ama?-- Pregunto y el elfo ofrecía un frasco con pastillas tic-tac a Julio que parecía querer tomarlas en sus manos...

 

@@Zoella Triviani off rol --¡Gracias amiga Zoella! :D

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