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Juliens
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«Soy Alfa y Omega, el principio y el fin. Al que esté sediento, le daré de beber libremente de la fuente del agua de vida».

 

Las aguas de la vida. Una serie de recuerdos se desencadenan, como unas sombras que alguien hubiera introducido en su mente se despejaran. Recuerda perfectamente estar caminando descalza, en un vestido negro, hacia el lago sombrío de la Fortaleza Errante; sus aguas estaban heladas, pero Madeleine permaneció bajo ellas hasta quedarse sin aire, hasta estar peligrosamente cerca de un desmayo. Fue en ese preciso momento cuando tuvo la revelación; en aquel momento de lucidez entendió cuál era su propósito, entendió por qué estaba bañándose en esas aguas y por qué éstas la habían aceptado. Entendió por qué su lugar estaba en la Orden Oscura. Fue en aquel momento cuando recibió sus poderes: la Magia de la Oscuridad entró en ella... hasta aquel fatídico día, en el cual las aguas del Templo Blanco —el lugar donde se celebraban las iniciaciones y ascensos de la Orden del Fénix— se secaron. Fue poco tiempo después que la organización se disolvió y ahora se da cuenta de que no fue una coincidencia. Quizás, razona, fue necesario. Quizás debían renacer.

 

Ya el Templo Blanco no existe, o por lo menos ellos no tienen acceso a él. No hay una fuente de poder en los Lugares Seguros de la Orden del Fénix, pues no la necesitan. Sin embargo, con los clanes el tema es diferente. Se trata de magia que va más allá del poder de cualquier líder de la organización, a pesar de que siempre se les haya concedido a ellos —y sólo a ellos— su manejo. Para que la Magia de la Oscuridad, la Magia Sagrada y la Magia de la Naturaleza vuelvan a estar bajo su poder para transmitirla a los miembros de la Orden del Fénix —nunca para limitarla, para negarla, para racionarla—, necesitan de las fuentes de poder. Y son ellos, los integrantes de la Orden que de alguna forma fueron elegidos para la misión, los elegidos para volver a llenarlas y seguir transmitiendo los poderes dentro de la organización, seguir protegiéndolos.

 

Aquella es una gran responsabilidad... pero no está asustada. Después de todo, no está sola. Junto a ella, está Kaori. Y en otros lugares —en el Templo Paladín, en la Isla Avalon— hay brujas y magos en los que sabe que puede confiar. Las fuentes se llenarán, recuperarán aquella antigua magia y, lo más importante, la esperanza. La llena de felicidad saber que no hay comandantes, no hay una cabeza, sino que es una responsabilidad colectiva. Todos son igual de capaces y todos son de fiar, pero a todos se les exige bastante también.

 

Sin embargo, hay un pequeño problema. Y es que Madeleine jamás supo que la Orden Oscura custodiaba un objeto legendario ni tampoco sabía que éste tenía un papel importante en el origen de su magia. Pero le parece razonable jamás haberlo escuchado: la Orden Oscura siempre estuvo y siempre estará llena de secretos y misterios. Le preocupa no saber qué hacer, hasta que observa que la Sombra sigue con ellas.

 

—Supongo que tendremos que confiar en ella —le dice Madeleine a Kaori, por lo bajo—. ¿Estás lista?

 

Por inercia intenta invocar su arma, el arco y el carcaj lleno de flechas de hielo, pero no es capaz. Se siente agotada, como si le faltara energía... pero eso le hace sonreír. El poder no está perdido, simplemente todavía no es capaz de hacerlo. Tiene la esperanza de que poco a poco descubrirán qué poderes les han otorgado y ¿quién sabe? Quizás estos vayan incrementando, como antes. De momento, decide dejar de pensar en el pasado y enfocarse en lo que siente ahora, dejar que los poderes se manifiesten. Madeleine le hace un gesto a Kaori para que la siga. Es tan natural para ella controlar la energía de su entorno para moverse con agilidad, que apenas es consciente de que está usando el poder Phantom. Las brujas recorren el sendero dibujado sobre la nieve y el césped, para abrirse paso hasta la Fortaleza Errante.

 

La edificación es imponente, antigua, hecha de roca negra y cubierta por algunas enredaderas y nieve, debido al olvido. Las altas y gruesas puertas de madera están abiertas de par en par; al entrar, Madeleine y Kaori observan que el invierno entró en el recibidor, cubriendo de blanco el suelo y congelando los retratos del salón, manchados de sangre y con cuchillos clavados en los rostros —lo cual no es nuevo, sino que es así desde que puede recordar—. La Sombra está de pie al final del recibidor; en la oscuridad de la Fortaleza, o quizás por tratarse de un lugar mágico, Madeleine observa la leve energía rojiza que irradia su silueta. Levanta un largo brazo hacia las escaleras. Ella se dispone a seguirla de inmediato; sube los escalones en un parpadeo... pero se queda petrificaba, al llegar al pasillo del piso superior.

 

Dos cuerpos sin vida están frente a ella, una mujer y una niña. Pero no son sólo cadáveres. Sabe que no tienen vida en verdad, verdadera vida, pero se mueven grotescamente, levantando las manos huesudas hacia ella. Aquel fue el terrible descubrimiento que hicieron Pandora y una joven Madeleine, al hacer seguimiento de una serie de desapariciones de un pequeño pueblo. El esposo y padre, una especie de nigromante frustrado, había estado haciendo una serie de investigaciones y experimentos y no encontró mejor sujeto de pruebas que su propia compañera e hija. Antes de aquello, había pensado inocentemente que la Orden Oscura sólo sería una aventura más, algo que compartir con Pandora. Pero luego de eso, las pesadillas comenzaron a atormentarla y lo entendió. Y nada volvió a ser lo mismo. «La inocencia, una vez perdida, no se recupera».

 

Sabe que debe avanzar. No es la primera vez que la Fortaleza Oscura juega con ellos, los tortura con ese tipo de trampas. Sabe que debe apartarlas de su camino y avanzar hacia lo que es importante... pero, simplemente, no puede. La Orden Oscura les otorga sus grandes poderes, les otorga cierta flexibilidad moral, pero son los Oscuros quiénes deben ver las cosas más grotescas y ver la peor cara de la humanidad. ¿Vale la pena seguir adelante?

 

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Editado por Ellie Moody

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El mago únicamente había tosido sangre... Mientras miraba a su atacante el cual sonreía maliciosamente dónde levantando a un Dick mal herido sencillamente negó con la cabeza y golpeándolo nuevamente Dick salió volando hacia un estanque de agua...

 

--Dick... Dick... Dick... Eres Taaan patético... Ni siquiera eres la sombra de que lo Sherlock Holmes fue alguna vez... Mírate ahí todo patético acaso el niñito quiere llorar?--

--------------

 

En la mente de Dick todo había sucedido tan rápido... En un momento a otro se encontraba caminando con Karoline, Xell y sagitas festejando y riendo rumbo al templo de Avalon y al siguiente Dick se encontraba solo... Sabía que su hipogrifo estaba con @@Ela Karoline ya que esa era su misión... Jamás separarse de ella y protegerla a toda costa... pero la sola desaparición de la chica y su tía le habían causado una gran intriga...

 

--Tengo un mal pensamiento--

 

Fue entonces que sintió un golpe en la quijada que lo hizo tambalear y posteriormente caer en el piso... La espada había caído sobre un estanque de agua... Pero la sorpresa mayor fue al ver el atacante y no era ni más ni menos que el mismo Dick Grayson... Pero había algo raro en el... Su piel era sumamente palida, sus ojos eran sangre... De hecho... Al parecer esa era la última etapa del dominio de la marca de caín... El modo berseker...

 

--valla valla... Pero miren quien tenemos ahí... Al pequeño y tontín Dick Grayson... El vagabundo que fue adoptado--

 

Decía el Dick malo mientras bloqueaba con suma facilidad el golpe del Dick bueno... Y se lo devolvía con el doble de fuerza... Lo que ocasionó una risa malvada en el Dick malvado y sin pensarla dos veces de un salto cayó encima de Dick bueno y comenzó a golpearlo en la cara tantas veces pido haciendo que la sangre comenzara a salir...

 

--Ves!!? Ves!!? Tu no tienes ningún poder sobre nosotros... Solo huyes!!!! Solo evitas lo inevitable!!!--

 

Volvía a decir el Dick malvado mientras soltaba al otro Dick debido ah qué este último había ocupado una de sus cartas explosivas y se lo había lanzado directamente en la cara... Pero lejos de quejarse de dolor el Dick malvado únicamente comenzó a reír mientras escupía algo de sangre...

 

--No tienes ni siquiera las agallas de darme un golpe mortal chico!!! Eres patético!!!!--

 

Decía el Dick malvado iniciando así la pelea entre los Dicks... Explosiones, golpes... Hechizos... Y demás tácticas el Dick malvado era superior ya que al ser consumido en su totalidad por la marca sencillamente no tenía nada más que perder...

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Vera observa el poder conjurado por Hobbamock con el corazón encogido por la emoción. Aquel golpe ha hecho desaparecer la roca de la puerta y la entrada del Templo Paladín se ve ahora accesible para ellos. Los filamentos que antes recubrían la roca ahora se han concentrado todos en la propia puerta, que resplandece ante ellos. Una intui¿Yción le dije a la joven que sólo ahora pueden usar la llave, que sólo ahora podrán entrar y que, cuando lo hagan, la entrada volverá a sellarse para todos aquellos paladines que vengan después.

 

Se acerca con emoción, sosteniendo la llave en la mano. Apenas puede pensar lo que hace, porque su corazón latiendo con fuerza es todo lo que Vera puede procesar mentalmente en aquellos momentos. Pero cuando va a introducir la llave en la cerradura mágica, una voz como el trueno resuena a su alrededor y se detiene.

 

—¿Quién osa abrir el Templo Paladín? ¿Acaso demostraste tu dignidad?

 

—Yo... sólo soy Vera.

 

—¿Y qué buscas aquí, Vera?

 

La bruja siente de pronto una angustia indescriptible. ¿Y si no es digna de entrar en la Orden de la Mano de Plata? Ella apenas ha estudiado, todo lo que sabe lo ha aprendido de aquí para allá y gracias a las lecciones que en los últimos tiempos ha recibido de Mackenzie y del duende con el que trabaja. ¿Quién es ella? Tan sólo una huérfana, una bruja perdida en el mundo. Sin reputación, sin familia, sin riqueza, sin poder alguno. Ya la han expulsado antes de otros lugares. ¿Porqué había pensado que con los Paladines sería diferente?

 

—Está bien —responde —no hace falta que me eches. Me iré por donde he venido.

 

Vera se dispone a entregarle la llave a Mackenzie o a Hobbamock, da igual a quién de los dos. Cualquiera de ellos será digno de entrar en el Templo Paladín. Ellos no son unos parias como ella. Sin embargo, antes de que pueda hacerlo, la voz que suena como un trueno la deja paralizada.

 

—¿Y qué buscas aquí, Vera? —Inquiere de nuevo.

 

Duda. No termina de entender la pregunta. No sabe qué responder. Mira a Mjölnir, el martillo que durante unas breves horas ha representado su sueño de convertirse en Paladín y, al hacerlo, una avalancha de recuerdos penetra en ella. Con la velocidad del rayo, Vera es capaz de ver toda su vida, instante a instante, fracaso a fracaso, tragedia a tragedia, abandono a abandono.

 

La pena mana de su corazón con fuerza, pero las lágrimas que amenazan con llegar a sus ojos se convierten de pronto en una rabia vital.

 

—¿Y qué buscas aquí, Vera? —Pregunta por tercera vez la voz del trueno.

 

Y Vera comprende la verdad en ese mismo instante. Sabe lo que busca, sabe porqué está ahí. Y sabe que es digna de estar ahí.

 

—Justicia —responde con voz firme. —Busco Justicia.

 

Con mano firme y paso seguro, sintiéndose digna como no se ha sentido desde aquella trágica noche que cambió su vida, Vera se dirige a la puerta e introduce la llave en la cerradura.

 

El Templo Paladín se abre ante ellos.

 

 

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Tis not too late to seek a newer world.
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Kaori M.


Las palabras que Madeleine dijo aun retumban en su mente «Ya no podemos arrepentirnos» Y por un momento el rostro de su bebé aparece en su mente, eso le recordó los motivos que tenía para estar ahí, para volver a ser lo que siempre fue, aunque ahora los motivos eran diferentes y quizá, un poco egoístas. No, definitivamente ya no podía arrepentirse, esa oscuridad, ese poder que poco a poco iba haciéndose más fuerte dentro de ella, se lo confirmaba.

—Bueno pues creo que lo averiguaremos pronto… —Respondió justo en el momento en que Sombra aparecía frente a ellas y el portal que había abierto y las había llevado hasta ese lugar se cerraba tras de ellas.

La voz de la deidad parece salir de todas partes, es sobrecogedora y por un momento la hizo sentir pequeña, insignificante, como si todo lo que sabe y los conocimientos que tiene hasta ese momento, no fueran absolutamente nada, es como si Sombra tuviera todas las respuestas a las preguntas que incluso hasta ese momento no hubiera formulado. Escuchó atenta las instrucciones que les daba y deseo sin lugar a dudas obtener el poder prometido, deseaba sumergirse en aquellas aguas de la vida.

Aunque claro eso también significaba una gran responsabilidad, sobre los hombros de Madeleine y los de ella misma, al menos de momento, estaba la misión de proteger esa antigua magia que una vez pensaron perdida. Una responsabilidad que si bien en ese momento es solo de las dos, estaba segura que pronto más Oscuros sentirían el llamado y volverían, aunque claro ellos al igual que las dos brujas, tendrían que probar su valía.

—Supongo que si… —Respondió, pero entonces Madeleine hace algo que la deja muda. —Hey espera… ¿Cómo… —Empezó a preguntar, pero ya la bruja estaba demasiado lejos como para escucharla.

«Soy Alfa y Omega, el principio y el fin. Al que esté sediento, le daré de beber libremente de la fuente del agua de vida» Repitió en un susurró, el poder ahora estaba dentro de ella, era parte de ella, tan solo debía averiguar cómo usarlo. Cerró los ojos y así como la palabra que abrió el portal que las llevó hasta la fortaleza, había dos más que deseaban ser pronunciadas y una sensación que no lograba descifrar del todo. Cuando los volvió a abrir se apresuró a seguir a seguir a su compañera y para su sorpresa le fue muy fácil alcanzarla, casi como flotar hacía ella.

El interior de la fortaleza parecía tan descuidado y lúgubre como el exterior, quizá un poco más. El hielo de la entrada la hizo resbalar por un momento, estaba apreciando el lugar cuando reparó en la presencia de Sombra al final del largo y obscuro recibidor, la observa levantar el brazo como invitándolas a subir. Madeleine fue la primera en hacerlo, pero algo la hizo detenerse en mitad del pasillo, así que con curiosidad se acercó hacía ella para ver que sucedía.

La escena la dejó perpleja por un momento, eran los cadáveres de una mujer y una niña, tenían los ojos blancos puestos en su compañera, se movían tratando de alcanzarla. ¿Quiénes eran y porque la atormentaban de esa forma? Miró de reojo a la joven que tenía junto a ella, al parecer tenía un pasado igual o más oscuro del que ella tenía. Le tocó el hombro para hacerle saber que no estaba sola y que debían continuar, que esos espectros eran tan solo un recuerdo que estaba siendo usado para probarla.

No tuvo tiempo de decirlo en voz alta pues el llanto de un bebé inundo todo el lugar, reconoció ese llanto y a pesar de que en el fondo sabía que aquello era imposible, un impulso la hizo girarse y buscar el origen con desesperación. Subiendo por las escaleras que hace tan solo segundos atrás ellas habían recorrido, emerge la figura de un hombre con una larga túnica negra que sostenía un bebé cubierto de sangre… su bebé.

Algo en su interior se removió y tan solo deseaba que aquel ser que había osado dañar a su hijo pagara, dio un par de pasos hacía él con la intención de arrebatárselo pero entonces se dio cuenta de que no era necesario, podía sentir cada parte del cuerpo del mago, podía sentir como le latía el corazón, como los pulmones se le llenaban de aire cada que respiraba, podía sentir el correr de la sangre por las venas y entonces lo supo. Podía hacerle daño sin siguiera acercarse a él ¿A que precio? Poco o nada le importaba. Se concentró entonces en controlar la presión arterial haciéndola tan lenta que el hombre no tardo en quedar inconsciente envuelto en una maraña de ropas negras.

Cuando se acercó para ver el estado del bebé las túnicas se hicieron humo entre sus dedos.

—Maldición…—susurró algo mareada por un repentino dolor de cabeza, quizá el desgaste físico era el precio a pagar por haber controlado de esa forma el cuerpo de aquel espectro. —¿Este lugar siempre es así de agradable con las visitas? —preguntó hacía Madeleine quien a esas alturas sabría hasta donde podía llegar con tal de proteger a su hijo, ese pequeño se había convertido en su mayor debilidad.

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No buscan atacarla, lo sabe. No corre el más mínimo peligro. Levantan las manos hacia ella, como si se estuvieran ahogado y ella pudiera salvarlas, pero Madeleine no puede hacer más que retroceder, aterrada. Los inferis son violentos y feroces, pueden llegar a ser muy fuertes, pero ellas no lo son; ni siquiera tienen fuerza suficiente para incorporarse, para mantener la cabeza firme. Son... son patéticas. A eso fueron reducidas por capricho. Y ¿qué ganó el hombre culpable de aquello? ¿Un importante avance científico? ¿Alguna victoria, algún reconocimiento? Nada, absolutamente nada además de las maldiciones de sus varitas y un encierro permanente. Intenta recordar qué fue lo que sucedió con ellas, pero sus memorias están borrosas. ¿Es por el tiempo que ha pasado o es porque su propia consciencia asumió que lo mejor sería olvidar? Sabe que debe avanzar, pues lo que está más allá de ellas es muy importante para ella, para Kaori, para la Orden del Fénix. Se lo repite internamente, pero es incapaz de moverse.

 

«No puedo dejarlas así. No puedo ignorarlas». Pero ayudarlas, es imposible para ellas. Esa magia no sólo va más allá de lo que Madeleine conoce, sino que no son reales. ¡No pueden serlo, porque Pandora se ocupó de ellas! ¡No pueden serlo porque ella y Madeleine les dieron un cierre? Quiere pensar que les otorgaron compasión. Piedad. Paz.

 

—Lo siento —Madeleine cierra los ojos con fuerza, conteniendo las lágrimas—. Lo siento, pero es lo correcto.

 

Levanta una mano, sintiendo el débil flujo de vida que apenas las mueve. Si aquello es una ilusión, es bastante convincente. Percibe los órganos intentando funcionar, la sangre corriendo muy lentamente. Los corazones, cansados. «Pero encontrarán la paz». Usar aquel poder le parece tan natural como respirar o moverse. Se concentra en los organismos de la mujer y la niña, y poco a poco comienza a provocar que la poca presión arterial que tienen baje casi por completo, hasta que dejan de moverse y caen en el suelo. Se pregunta si podría hacer lo contrario, darles vida... Pero no es lo correcto. Ella no tiene el poder de revertir la muerte y, a esas alturas, ellas sólo merecen tranquilidad. Cuando ya no pueden poner resistencia, cuando sus lamentos ya no pueden hacerla dudar, levanta la varita mágica. Un resplandor verde... y, luego, nada. Paz.

 

Se da cuenta de que no está sola, cuando frente a Kaori un villano cae inconsciente. ¿Qué más necesita ver de aquella mujer, para darse cuenta de que es también una Oscuro y que aquel es su lugar? No está sola, la Orden Oscura no está acabada. Madeleine intenta sonreír ante su comentario, pero no tiene fuerzas para pretender estar bien.

 

—Y no has visto nada, todavía —repone Madeleine por lo bajo. Levanta la mirada y, nuevamente, está la Sombra. Los obstáculos de hace un momento ya no están, como si no hubiesen existido. Frunce el ceño, hasta que advierte que la alta figura se mueve hacia una de las puertas, una que jamás ha atravesado y que en realidad no recuerda. Sostiene el libro con fuerza, sabiendo que las está guiando—. Vamos, debemos darnos prisa. Creo que ya me estoy debilitando...

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Kaori M.

 

Como todo en la vida, usar el poder que Sombra les ha prestado momentáneamente, tiene un precio, uno que tanto Madeleine como ella están pagando y es que el desgaste físico empezaba a hacerse notorio en las dos brujas. Cuando finalmente se puso de pie tuvo la sensación de que las esculturas la seguían con la mirada y probablemente así era, ellas hasta ese momento eran tan solo un par de intrusas en ese lugar.

 

Apartando esa sensación siguió recorriendo el pasillo, su cuerpo estaba cansado pero su mente estaba alerta y muy activa, como si hubiera despertado de un largo sueño. Tenía la certeza de que aquella misión era tan solo el inicio de un largo camino, uno en el que dejaría de ser ella misma para ser algo más, algo que quizá se parecía mucho a la Kaori que había intentado dejar atrás cuando decidió dejar su ciudad natal. «No, esta vez se siente diferente» pensó con una sonrisa cansada en los labios, los motivos eran los que habían cambiado.

 

Al parecer no solo a ella le había afectado ese pequeño reto que Sombra les había puesto en el camino, como si quisiera darles a probar un poco del poder que podía ofrecerles. Juntó a ella estaba una Madeleine pensativa, aferrada al Necronomicón como si su vida dependiera de ello. Ahora la sentía más cercana y podía entenderla mejor, había pasado por mucho, pero a diferencia de ella, no se ponía una máscara para que los demás no pudieran notar lo rota que estaba por dentro.

 

El chirrido de la puerta al abrirse ante ellas, le hizo erizar la piel. La luz de la luna se filtraba por los ventanales dándole un aspecto sombrío a la enorme biblioteca a la que habían ingresado, hileras de libros, estanterías que a simple vista parecían no tener un orden, pero que seguramente alguien le encontraría sentido. Conforme avanzaban todo se movía, se acomodaba, como si estuvieran esperando, preparando el camino para recibir al más importante de los libros que ahí había.

 

Entonces un vaho negruzco empezó a emanar de todas partes y de ninguna en específico, en un comienzo pensó que no tenía sentido pues se movía de forma errática pero pronto se dio cuenta de que estaba en un error, estaba formando el mismo símbolo que estaba grabado en la antigua portada del grimorio que la Moody tenía entre las manos, pero estaba inconcluso.

 

—Creo que es hora de ponerlo donde corresponde… —Dijo la pelinegra rompiendo el silenció.

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La pálida luz de la luna se cuela por los altos ventanales, haciendo caso omiso a las cortinas negras —hechas jirones, carcomidas por alguna plaga mágica— que las bordean. Una brisa invernal les golpea el rostro, cuando atraviesan el marco de la puerta. Cuando sus ojos se acostumbran a la tenue luz, Madeleine comienza a distinguir los elementos de la habitación: estanterías llenas de libros y frascos, símbolos tallados en las paredes y los muebles. Los pasillos de libros no son rectos, como los de una biblioteca habitual, sino que están distribuidos en direcciones inclinadas muy extrañas. Aquel caos converge en un punto central, donde se levanta un altar de la misma piedra negra de la cual está construida la Fortaleza Errante. El vaho negruzo que emana del lugar, que flota alrededor de sus tobillos, las conduce a ese punto central. Madeleine y Kaori son conscientes de que llevan en las manos el peso del futuro de la Orden Oscura, de una parte importante de la Orden del Fénix. Quizás antes sentían cierto temor, preocupación, pero ahora están tranquilas. Saben que han dado lo mejor de sí y que el esfuerzo ha rendido sus frutos.

 

Finalmente, están en la Fortaleza Errante. Finalmente, están frente al altar del Necronomicón. Finalmente, volverán a llenar la fuente de la Magia de la Oscuridad.

 

—Nunca había estado aquí —reconoce Madeleine—. Pero puedo sentir que es el lugar correcto. Vamos.

 

Juntas, las brujas caminan hasta el lugar donde los pasillos convergen y se levanta el altar de piedra negra. Aquel punto no es una circunferencia, sino una especie de ¿rombo? No está segura, pero definitivamente es una figura geométrica extraña. El arquitecto que diseñó aquel lugar, debía ser una persona bastante peculiar... Aunque Madeleine reconoce internamente que el lugar tiene su encanto. Esa extrañeza, aunque es confusa, le otorga identidad. Hasta ese momento Madeleine había estado cargando el Necronomicón, pero el paso que está por tomar no puede hacerlo sola. Sabe que necesita el apoyo del clan, aunque el resto del clan sea sólo una persona más.

 

—Sostenlo conmigo —susurra. Al principio les cuesta coordinar los movimiento, pero consiguen sincronizarse. Entonces, lentamente, conducen el libro hacia su lugar de descanso.

 

Cuando el Necronomicón cae sobre el altar, un impulso mágico obliga a Madeleine y Kaori a desaparecer. El vaho negruzco desaparece, las antorchas colgadas en las paredes se iluminan con llamas azules, lo cual le hace recordar el Hall Circular del Departamento de Misterios. De repente, es como si aquella habitación e incluso toda la Fortaleza cobraran vida. Y, ¿no es así de cierta forma? Sin embargo, todavía se siente cansada. Para probarse a sí misma, intenta usar el phantom nuevamente, pero no funciona. Ya no tiene los poderes y, al observar a Kaori, entiende que ella tampoco. «Las aguas de la vida... Eso es».

 

—Los poderes eran prestados —musita Madeleine, girando bruscamente por encima de los talones—. Ahora, debemos hacernos con ellos de la forma correcta. Debemos iniciarnos. Prepárate para darte un baño.

 

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Editado por Ellie Moody

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El mago estaba botado flotando sobre aquel estanque de agua... la sangre no dejaba de mezclarse sobre aquel liquido que lejos de refrescarlo hacia que las heridas le ardieran mas y mas... pero entonces sintiendo como su pelo era jalado obligandolo salir del agua miro con su único ojo bueno aquella bestia... normalmente se diría que era como verse en un espejo, pero sinceramente no se reconocia como tal... su cara... sus ojos... hacian que el mismisimo voldemort pareciera un beach boy a su lado... esas auras negras que se formaban en sus pupilas no hacia mas que crecer... por lo que dando un golpe en su pecho sencillamente atravesó su traje de batalla muggle como si de un papel se tratase...

 

--Fue divertido mientras duro Dick... casi terminas con toda la isla jajajaja, hasta un rasguño me lograste hacer... te felicito!!!.--

 

Decia el Dick Malo mientras arrojaba el cuerpo inerte del otro Dick... su rostro todo molido por los golpes sencillamente estaba irreconocible... a cada momento sentía el acoso de la maldición de su cuerpo... iba y venia... le susurraba que se dejara vencer... le suplicaba que se uniera a el... comenzaban las promesas... comenzaban los sobornos... para ser una marca otorgada por un dios cristiano... parecia mas bien una maldición del diablo... aun no entendia... el como su padre habia vivido tanto tiempo con eso... era tanto dolor... tanta angustia que no sabia completamente como lo habia logrado hasta que finalmente lo sintio...

 

--Te recuerdo... que si tu mueres... sencillamente me pasare a otra persona... que tal a esa chica que le quitaste su memoria?... la amabas cierto?... jajajajajajaja el buen Dick Grayson... eres perspicaz sabes? la alejaste de ti debido al daño que le podias causar... pero en su lugar me lo dejaste como bandeja de plata para acabar contigo...--

 

Dick no decia nada... solamente sentía un cálido liquido recorrer su torso semi desnudo debido a la destrucción de su traje... y se trataba nada mas de su sangre... fue entonces que bajando la mirada el mago vio como el puño del dick malvado habia atravezado su pecho... intentaba hablar... pero sencillamente no podia... no sabia como... sencillamente el mago tenia frio... por lo que la mirada se le hacia borrosa mientras caia nuevamente en el estanque...

 

--"Dick... Dick... sabemos la carga que tienes encima... pero si tu no puedes controlarla... si tu no logras controlarla sencillamente nadie lo hara..."--

 

Aquella voz... la reconocia... pero... estaba muy debil... su padre le llamaba... pero solo veia obscuridad... solo... veia su final acercandose rapidamente...

 

(Continuara)...

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El interior del templo se parece mucho a lo que imaginó que vería. Ingresa detrás de Vera que es quien estaba al frente. Ella sostiene aún la llave. Por un momento se detiene para admirar la estatua de piedra que representa a Thor. Aquel es el nombre que los paladines le dieron a aquella fuente de magia antigua y elemental. Pero los nombres son importantes, es algo que aprendió unas cuantas horas antes.

 

—Siento que la energía es mucho más fuerte aquí dentro.

 

Nuevamente emprende su camino hacia la estatua del dios del trueno. Thor sostiene un martillo de piedra enorme que parece tener vacío el interior. Es una especie de agujero que tiene la misma forma del martillo que en ese momento sostiene en la mano. Sube las escaleras y coloca a Mjölnir en el espacio vacío. Encaja perfectamente, no queda suelto ni demasiado ajustado: fue hecho a medida. El Templo recupera todo su poder. Thor vuelve a hablar, quizá por última vez en mucho tiempo.

 

Soy Alfa y Omega, el principio y el fin. Al que esté sediento, le daré de beber libremente de la fuente del agua de vida. Hoy han demostrado que son dignos. Mantengan las fraguas encendidas.

 

La voz del dios proviene de su estatua a través del poder del Mjölnir. En cuanto deja de tocar el martillo siente que algo cambia en su interior. El poder que antes se sentía prestado se siente distinto, ahora forma parte de él, de su esencia. Se baja del altar y comienza a explorar el templo. Llega a una especie de campo de entrenamiento, también se encuentra ahí la herrería. Las fraguas están encendidas y junto a ellas los moldes de las armas de los Paladines.

 

@@Mackenzie Malfoy

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Como sacerdotisa, he conocido los límites entre el Bien y el Mal y he de reconocer que alguna vez los he traspasado. La mejor manera de evitar la tentación es caer en ella; y yo lo había hecho alguna veces, tal vez demasiadas. Ya pagué por mis transgresiones en el pasado ante mis Hermanas y el conocimiento me permitía saber cuándo me encontraba en una de ellas. Supongo que esa era una de las pruebas que nos ponía la Isla, la Diosa, Avalon o el Guardián de Hojarasca, o todos juntos, para demostrar que éramos dignos de transitar por ella.

 

Sí, grité a mi Hermano por la espada y en cuanto pronuncié la última frase, noté el rubor y el arrepentimiento. ¿Desde cuándo era mía? La espada era de todos los sacerdotes y sacerdotisas de Avalon. Yo sólo era su custodia. Sólo había sido una casualidad circunstancial que había cumplido durante tanto tiempo. Cierto que la había contemplado, limpiado, agasajada como si estuviera viva, que lo estaba en cierta manera... Que la había lustrado, la había blandido, me había maravillado con su peso en mis manos... Pero no podía decir que era mía...

 

Esa exclamación había sido una nota de orgullo mal dominado. Siempre tenía que obligarme a recordar que los Sacerdotes éramos humildes y que estábamos para ayudar, no para adquirir posesiones, ampliar conocimientos para extender nuestras mentes en nuestro deber y no para adquirir más gloria y fama... Sí, esa Sagitas pugnaba por salir y actuar sin importar los medios, de ahí mi historia se empeñaba en mostrar las veces que había cruzado esos límites en post de un bien tal vez no tan común y sin importar los medios para llegar al fin. Esa Sagitas era difícil de dominar pero, al fin y al cabo, yo era una buena Sacerdotisa y sabía actuar como tal, aunque tuviera que recordarme a menudo que debía actuar con humildad.

 

Por ello, apreté la mandíbula, que temblaba por el esfuerzo de no abrir la boca y morderme la lengua (¡quién lo diría que Sagitas pudiera estar callada unos segundos!). Analicé mi comportamiento y enderecé mi conducta. Al fin y al cabo, no es más digno de la Diosa quien obedece sin rechistar que quien, rebelde, reacciona , comprende sus errores y se enmienda; ambos tienen cabida en este Reino.

 

-- Lo lamento... -- Apreté los ojos para ayudarme en el esfuerzo de esconder a esa parte corrupta que aún luchaba por salir. De conseguirlo, en aquella isla pura, podría causar demasiado caos. Y yo quería devolverme a la Sagitas primera, la que descubría su poder y sonreía, no la era impía y no se merecía estar aquí. Sentí la lucha entre la Sagitas interna y la externa, al saber lo que iba a decir: ninguna lo quería, una se negaba y la otra lo aceptaba como el mal necesario para resistir. -- Purificación Espiritual.

 

Sentí el dolor al recibir mi propio hechizo. Algunos dicen que nadie puede usar la magia contra uno mismo. Yo puedo corroborar que no. No era la primera vez que repelía mi propio demonio interior con pociones o brebajes del mismo Babila, aunque eso sonara temerario. Aunque sí la primera vez que usaba aquel hechizo del Clan. Sentí el dolor y caí de rodillas, clavándome las uñas en las manos al apretarlas tan fuertes, soportando la humillación de verme suplicante para retormar el control de mi mente. Mil imágenes, de luz y de sombras, de actos buenos y actos no tanto cometidos por mí, bulleron en mi mente, burbujas que explotaban y salpicaban por dentro. Apreté más fuerte y aguante, deseando que no se borraran aquellos recuerdos nunca. Los necesitaba, recordar me mantenía viva, me mantenía en mi sitio, me obligaba a retroceder cuando no lo controlaba y , finalmente, me daba la humildad de conocer de lo que era capaz, de mi poder, y de mi aceptación total de usarlo para el Clan.

 

Desapareció el dolor. Desapareció la sensación de maldad, de impureza. Volví a mi autocontrol y aspiré con fuerza aquel aire puro que me rodeaba, sentí la brisa mover mi cabello violeta y el aroma de la lavanda y el tomillo, que crecían salvajes por algún lugar de la isla. Me incorporé y lamí la palma de una de mis manos de la que salía algo de sangre. ¡Debía cortarme la uñas en previsión del siguiente ataque interno!

 

-- Hermanos... -- ¿Quién estaría cerca de mí aún? -- Debemos llevar juntos la espada a la pirámide y solo entraremos juntos, cuando venzamos nuestros propios fantamas.

 

¿Eso iba a por mí o por alguien más? Dudaba mucho que Xell o Ela tuvieran fantasmas que les atosigaran, como a mí. A Dick... Bueno, Dick era un sobrino muy especial.

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