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Château de Rune (MM B: 115221)


Helene Eloise Bellerose
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Si en algún momento Black pensó que los labios de la bruja no podrían avivar las llamas que lo invadían, estaba completamente equivocado. Fueron suficiente los posteriores segundos en donde ella recorrió su sitio íntimo y que más delataba el grado de excitación del mago para saberlo. Desde su mirada encendida en aquella posición hasta inclinar el cuello hacia atrás, como si Black pretendiese mirar el techo pero de ojos cerrados, todo había sido demasiado placentero.

 

Cuando Mica se reincorporó, apegando sus pechos al fénix del mago de cabellos negros, él sintió cómo sus pezones permanecían encendidos y eso aumento su deseo de volver a probarlos.

 

—Lo has hecho —admitió Black en un sutil susurro mientras no le quitaba los ojos de encima— y sé que lo harás. Pero antes… —fingió que estaba reflexionando sobre lo que estaba por decir— creo que me corresponde a mí hacer un par de cosas.

 

No esperó respuesta y la ayudó a recostarse. Un momento después, Black recorría con sus labios cada centímetro al descubierto de aquel hermoso cuerpo, bañado en pecas en lugares peligrosos. Pasó por sus pechos, deteniéndose ávidamente en ellos y relamiéndose de lo sabrosos que le resultaban. Pero continuó su camino unos cuántos centímetros más abajo, donde se detuvo. La observó sabiendo que pasara lo que pasara, no iba a detenerlo. Donde minutos antes había estado acariciando con la yema de sus dedos, ahora se encontraba su boca.

 

El delicado contacto de su lengua y sus labios fueron recorriendo el sitio íntimo de la bruja, sabiendo el placer que podía generarle y aumentando en sí mismo la excitación al imaginarlo. Las enormes manos del mago adquirieron un rol secundario, acariciando sus muslos y ayudando a las piernas de Gryffindor a brindarle el espacio necesario. ¿Cuánto tiempo había estado allí? Black no lo supo pero sí sabía que podría haber continuado.

 

Reincorporándose a medias, el mago de cabellos negros volvió a conectar sus cuerpos en un contacto placentero que no tenía comparación.

 

—Te amo, Mica —murmuró en medio de su respiración entrecortada y aquel rítmico movimiento que volvía a apoderarse de ambos.

 

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Sus palabras la hicieron ruborizarse, sin saber lo que planeaba. Cada uno de sus movimientos la provocaba aún más, desde esa mirada pensativa, el tono de su voz, el roce de su piel. Todo la encendía a niveles inimaginables. Se recostó según las caricias del mago sugirieron, dejándose llevar por lo que sucedería. Sintió sus labios descendiendo de a poco por su piel, ahora era él el que jugaba.


Se estremeció aún más al notar sus labios recorriendo sus pechos, le encantaban los besos en esa sensible zona y no pudo evitar hacérselo notar. Sus dedos recorrieron con suavidad las negras hebras de cabello del mago, acariciándolo con toda la suavidad que podía. No podía callar los gemidos que escapaban de sus labios, suaves, apenas audibles.


Sus labios siguieron el recorrido, lo observó mientras bajaba por su vientre para luego llegar a su zona más sensible. El encuentro de sus labios allí generó tantas sensaciones que la bruja decidió simplemente cerrar los ojos y dejarse llevar. El tacto de su lengua y los suaves movimientos la hacían entrar en un éxtasis constante. Sus manos se aferraron a las sábanas a los lados de su cuerpo, al tiempo que gemidos mucho más ansiosos resonaban en la habitación.


Notaba las manos fuertes del Black encargándose de sus piernas, no podía resistirse a nada, no quería resistirse. Continuó recostada, entregada al calor que él generaba en aquella zona y que se extendía por todo su cuerpo, sin poder contener estallar de placer mientras lo hacía, temblando, a merced de él, perdiendo por completo la noción de tiempo y espacio.


Cuando se retiró de aquella zona, no pudo evitar alzar perezosamente la mirada, emitiendo un quejido leve que se vio silenciado al notar cómo sus cuerpos volvían a unirse. Su cadera comenzó a acompasarse con los movimientos del mago, le costaba pensar con claridad, pero no necesitaba hacerlo. Todo lo que necesitaba estaba allí. Deslizó sus manos con suavidad por la espalda de él para atraerlo más cerca.


-Te amo- susurró muy agitada.


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Había un contraste muy marcado entre lo que había pasado en el Coliseo, repleto de gente, con el aire fresco de la tarde-noche romana y el rugido de la multitud y la tranquilidad de aquella pieza dentro del castillo, dónde todo parecía estático excepto por los dos cuerpos de movimientos acompasados brindándose mutuamente placer. El aire fresco no tenía cabida por el calor reflejado en ellos, y las antorchas que los iluminaban apenas, mientras los gemidos se hacían inevitables. Las respiraciones entrecortadas, las frases murmuradas en susurros y el rugido de internos deseos que los apoderaba.

 

No había otra cosa en la mente y el alma del mago de cabellos negros que el contacto irresistible con Mica Gryffindor y todas las emociones que le provocaba en lo más profundo de su ser. La amaba y con cada movimiento la cuota de placer crecía y los invadía a los dos. No había ni un atisbo de cansancio por su parte sino todo lo contrario, sintiéndose más enérgico que antes, más consciente, más vivo.

 

Su cuerpo desnudo y de alta temperatura continuaba fundiéndose con el de la bruja como si fueran algo único. Sus besos, sus gemidos, sus jadeos y las caricias incontenibles que recorrían cada centímetro de la mujer, al mismo tiempo que continuaba agitándose una y otra vez, se antojaban deliciosos y necesarios.

 

Poco parecía importarle a Black que al día siguiente tuviera que trabajar, así como ella también, en el Ministerio de Magia. ¿Pero qué más daba? Había situaciones excepcionales y aquella sin duda lo era. No quería soltarla ni tampoco abandonar la interacción de sus cuerpos hechos fuego, que continuaban soportando las altas dosis de placer que se realizaban.

 

El mago ahogó su respiración agitada y entrecortada en los hermosos labios de Gryffindor, dejando allí que su lengua jugara con la de la bruja, entrelazándose una con la otra. Con los antebrazos equilibrando su cuerpo, las manos de Black volvían a interactuar con la sutil piel de los pechos de la bruja, como si de una adicción incontrolable se tratara. En ese instante las palabras parecían quedar fuera, como si sobraran y sus cuerpos hablaban irrefrenablemente por ellos.

 

 

@@Mica Gryffindor

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Las manos que hasta hacía instantes se aferraban a las sábanas, pasearon por el delicioso cuerpo del caballero, recorriendo su espalda, sus brazos, su cabello. Era como si sus manos quisieran recorrerlo por completo, como si estuviesen buscando conocerlo de memoria, y por momentos parecía que lo estaban logrando. La suavidad se su cabello, el calor atrayente de su piel, la firmeza de aquellos músculos en que se apoyaba. Por momentos el placer se volvía tan intenso que sus uñas entraban en el jugueteo, arañando con suavidad la piel del caballero.


Todo alrededor parecía estar detenido, o por lo menos lo era así en su mente. No había nada más que fuese importante, no había sentimiento más pleno que el que sentía por él, no había sensación más placentera que la producida por el vaivén de sus cuerpos. Lo amaba, y todo era perfecto mientras estuviese en sus brazos. Era la única explicación necesitaba.


Sus labios volvieron a encontrarse una vez más, como tantas, esta vez dando protagonismo a sus lenguas. El beso fue más intenso y ansioso, que ambos parecían querer devorarse, mientras sus cuerpos se fundían con una pasión peligrosa. Ella dejó que sus piernas se afirmasen alrededor de la cadera de él, como intentando que con cada movimiento lograse tomarla aún más. Aquel simple movimiento generó tanto placer que su cuerpo pareció perderse en el más intenso clímax.


Se abrazó al cuerpo de él temblando, utilizando la fuerza que le quedaba para pegarse a su pecho, despegando la espalda de la cama. Continuaba moviéndose a su ritmo, pero esta vez solo concentrada en brindarle tanto placer como le fuese posible. Llevó su boca al cuello del Black y lo recorrió con intensos besos a los que alternaba mordiditas suaves. Sentía que sus pezones no dejaban de rozar el pecho de él y eso, sumando a la unión de sus cuerpos, la hacía continuar excitándose aún más, si era posible.



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La sensación de su cuerpo interactuando con el de la bruja ocupaba todos sus pensamientos, olvidando todo lo que los rodeaba a los dos. La habitación personal se había antojado en una cueva próxima a un volcán, del cual la existencia de la lava hirviendo se mantiene amenazante. Las antorchas parecieron responder a una leve brisa que se escabulló por una de las ventanas abiertas y avivaron sus llamas, generando un movimiento de luces y sombras. Los cuerpos amándose no fueron la excepción pero poco les importaba.

 

Los besos volvieron a florecer y los roces se fueron acentuando con mayor frenesí, mientras los gemidos de Gryffindor eran a veces ahogados por los labios del mago de cabellos negros. Él por el contrario se mantenía agitado pero apenas podía escuchársele. Sólo percibía el placer que brindaba y el que recibía. Y entonces…

 

La hermosa bruja de ojos verdes y unas tantas pecas en su rostro se encontraba allí, frente a él y desnuda, pero no acostada en la cama de la habitación privada del castillo sino en lo que parecía ser un escritorio de un sitio educativo dentro de un aula desierta, a no ser por ellos dos. Eso no era todo, a juzgar por aquellos detalles de su rostro, Mica parecía tener unos cuantos años menos, no mucho más de veinte.

 

Ella sonreía y Black de cabellos negros y sin ningún atisbo de sus hebras platas, también sonreía y su aspecto era, como el de ella, bastante menor. Era un extraño… ¿recuerdo? ¿Algo que nunca había existido y ahora asaltaba su mente?

 

De repente las piernas de la bruja se enroscaron en la cadera del mago de mirada plateada y él continuó con sus movimientos reiterados pero cuya intensidad iban en aumento y el desborde de placer era innegable e incontenible. Ella gimió más fuerte que antes y él se relamió al volver a besarla mientras llegaba al punto más alto del placer. Y entonces volvió a encontrarse en la habitación del castillo de Rune. Como en aquel recuerdo de fantasía, el mago de cabellos negros había llegado al clímax derrumbándose junto a Mica.

 

—Ha sido increíble —dijo aun intentando recuperar la normalidad de su respiración. Lo había dicho por lo que acababan de experimentar juntos, sin dudas, pero también por esa especie de escena ¿imaginada? que había invadido su mente en pleno encuentro placentero. Él no entendía la razón de aquello, ¿acaso sí había estado con Mica antes? La duda lo asaltó. Sabía que al compartir clases con ellas en la Academia, había sentido cosas por ella, ¿pero había llegado a esa situación? ¿Ella era consciente? Black lo dudaba y él también dudaba de sí mismo.

 

@@Mica Gryffindor

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Los movimientos del Black parecieron estimularse aún más al sentir el abrazo de sus piernas, intensificándose y llevándola nuevamente al momento cúlmine. Sintió al cuerpo de él también estallar de placer, tensándose aún, estando unidos y aminorando de a poco el ritmo. Al separarse, el se dejó caer a su lado. La Gryffindor volteó para poder mirarlo a los ojos, sonriendo ante sus palabras.


–Increíble –reafirmó, llevando una de sus manos al rostro del mago para acariciarle suavemente la mejilla.


Sintió la briza que recorría la habitación y cómo su piel se erizaba, el clima estaba algo fresco como para dormir con la ventana abierta, si bien los vidrios estaban algo empañados por el cálido momento. Se incorporó y caminó hacia la ventana, cerrándola con cuidado de no hacer demasiado ruido, pues no sabía si en las habitaciones cercanas había alguien durmiendo. Sonrió ante aquel pensamiento, pues era la primera vez que pensaba en lo que podrían escuchar desde los cuartos contiguos.


Regresó a la cama, esta vez retirando las frazadas para taparse y taparlo, en búsqueda de acurrucarse en sus brazos para conciliar el sueño, no sin antes robarle un tierno beso.


No tengo ropa para salir del castillo… –pensó en voz alta, recordando que había llegado al sitio vestida con su equipo de quidditch y el Black había desaparecido la parte inferior del mismo, sumado a que tanto su camiseta como su brasier habían quedado olvidados en el observatorio. Rio tranquilamente ante la idea, no había pensado en eso hasta ese momento. – ¿Era una trampa, Black? –agregó buscando su mirada con picardía. –¿Está todo bien?– Notó que, si bien su atención estaba en ella, había algo que en sus ojos que no mantenía el brillo habitual.


Supuso que estaría pensando en algún problema ajeno a ellos, por lo que no indagaría más si él no abría esa puerta. Giró en sus brazos para acurrucarse de espaldas a él, a la espera de que sus brazos la rodeasen.



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De repente Black también se había percatado de la corriente de aire que ingresaba por una de las ventanas, pero Mica se le había adelantado y fue ella a cerrarla. Observarla desnuda y caminando sólo le dio más ganas por tenerla cerca, y al regresar, a su lado, ella los cubrió. Luego se abrazaron y la suavidad de su piel actuó como un antídoto de todo lo exterior que fuera posible para el mago.

 

Respondió a su beso y la rodeó con uno de sus brazos, sintiéndola lo suficientemente cerca como para dormir toda la noche. Pero aún no tenía sueño y eso podía llegar a ser un problema para el día siguiente y su rutina dentro del Ministerio.

 

—Oh —dijo él, como si se encontrara sorprendido—. ¡Me has atrapado, mujer! Te has percatado de mis intenciones para dejarte atrapada dentro del castillo, debí haber sido más ingenioso. —Clavó su mirada gris y besó una de sus mejillas, de forma elocuente y sonora—. Creo que de todas formas, puedes arreglártelas con algo de mi vestuario. Recuerda que en todo caso contamos con la magia… Para ajustar las piezas, digo. —Le sonrió. La imagen de la bruja usando una camisa enorme o incluso un pantalón unos cuantos talles más de los que le correspondía, no dejaba de ser gracioso en su mente.

 

Sin embargo, algo en su rostro curtido por los años lo había delatado. Mica se había dado cuenta y eso era evidente. Acompañó su giro repentino apegándose a su espalda y rodeándole su torso con ambos brazos. Mientras uno de sus antebrazos cubría los pechos de Gryffindor, su otra mano se había depositado a la altura de su ombligo. Podía respirar el aroma de sus castaños cabellos y eso lo sumergía en un lejano mundo de hermosos pensamientos, pero la pregunta que ella le hizo debía ser respondida.

 

—No sé explicarlo y que se entienda, pero he tenido una especie de visión. No sé realmente si visión sea la palabra adecuada, tampoco sé si es un recuerdo demasiado sumergido en mi mente o si sólo ha sido una fantasía anhelada del pasado. —Mientras hablaba realizaba pequeñas pausas, pensaba cada una de sus palabras y también lo que quería transmitir—. ¿Alguna vez tuvimos una alocada fiesta en la Academia de Magia y Hechicería? Me refiero en los tiempos en que dimos clases juntos… La verdad es que no lo recuerdo pero a juzgar con lo que cruzó mi mente… —Parecía poco probable haber tenido aquella escena erótica en un aula de la Academia y que tanto él como ella no lo recordasen. ¿Acaso habría testigos de aquel momento?

 

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Las respuestas del Black la hicieron sonreír, claro estaba que podrían ajustar la ropa mediante magia, pero quienes la conocían notaría el detalle de que aquel no era parte de su vestuario habitual. No le preocupaba demasiado, pero era un detalle a corregir más adelante. Debería intentar recuperar algo de su ropa, ya fuese de su antigua mansión o del local que compartía con Mael. El hecho de pasar a vivir en ese castillo le resultaba emocionante y, al mismo tiempo, la hacía notar que tendría más cuestiones que resolver. Trasladar su ropa era solo una de las primeras cosas, junto con ello debería llevar algunas pertenencias que sería mejor resguardar allí.
Sintió los brazos del caballero rodearla y los acompañó con sus manos, rozándolos tranquilamente. Se sentía tan a gusto a en sus brazos que cualquier preocupación se desvanecía. Todo se resolvería mientras contase con él, lo sabía.
Por fin él decidió hablar de lo que le preocupaba, aunque lejos de aclarar lo que sucedía la llenó aún más de dudas. Volteó apenas su postura para no deshacer el abrazo, pero poder mirarlo a los ojos, haciendo un esfuerzo por recordar esas épocas, inquieta por lo que podría estar insinuando.
Organizábamos muchas fiestas en esa época, los bandos estaban muy metidos en esa época y de ambos lados había lucha para ser los organizadores. ¿Recuerdas? Pero no recuerdo que hayamos estado ambos en alguna… ¿o sí? – hizo una pausa mientras hablaba, aunque de seguro en su expresión se asomaría lo que estaba pensando.
Había una fiesta en particular en que las cosas habían sido muy extrañas. En esa época ella no era muy afín a las bebidas alcohólicas y, sin embargo, recordaba haber despertado en su mansión muy confundida. Había sido tras una de esas fiestas, y no recordaba nada de lo sucedido durante la misma. No había mucho más que recordar de esa ocasión, salvo la mirada de reproche de su prima Arabella al notar las marcas en su cuello que denotaban alguna especie de encuentro pasional.
No… no puede ser… murmuró desorientada, negando con la cabeza– Hubo una de esas fiestas de la que no logro recordar nada, solo que amanecí en mi habitación, muy confundida y con moretones en el cuello, como si hubiera estado con alguien… –intentó explicar, terminando de voltear hacia él, inquieta.

 

@@Martin N Roses

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Los años de su juventud como profesor en la Academia, en el período en el que había coincidido con Mica fueron hermosos. Desde el punto de vista profesional, dar clases era una de sus mayores pasiones. Sin embargo, en ese mismo período debía considerar su estadía en la Marca Tenebrosa. Allí los recuerdos tomaban otras tonalidades, algunos satisfactorios y muchos de los otros. La presión sobre la institución mágica del bando oscuro siempre había estado presente y Black no podía negarlo.

 

Mientras por su mente cruzaban aquellos pensamientos, también lo abrazó un atisbo de certezas: las fiestas organizadas por un grupo u otro tenían ciertos sesgos. Era evidente que alguna más que otra podría ser catalogada como descontrol total. ¿Acaso lo que acababa de revelarle Mica no era algo verosímil y con coherencia sobre su propia visión?

 

Como si intentara forzar su propia mente para recordar, el mago de cabellos negros entornó sus ojos e intentó poner toda su atención en esa misión: recordar las vívidas imágenes de su relato mental. En efecto, la bruja de las imágenes era ella, sus cabellos castaños, las pecas en su rostro y los inconfundibles ojos verdes no podían decir lo contrario. También era cierto que la espalda era propia, puesto el tatuaje de la rosa había sido exhibido al perder la camisa negra. Pero aquello tenía algo extraño…

 

—Sucede algo demasiado extraño —dijo Black más como un pensamiento exteriorizado como una frase ordenada para la bruja—, en las imágenes si bien aparezco yo, es como si la perspectiva fuera de alguien más. Y lo que más intriga me da son los detalles de nuestras apariencias. Aún no tenía el tatuaje del fénix, la marca era evidente y… —Cayó en la cuenta de lo cuidadoso que había sido siempre respecto al tatuaje tenebroso. Si bien con el correr de los años había aprendido a disimularlo y volverlo un poco más tenue, en aquel momento se encontraba en pleno apogeo de las filas mortífagas.

 

El grado de inconsciencia demostrado y la aparente inconsciencia de Mica lo llevaban a pensar una teoría muy endeble.

 

—¿Y si eso de verdad ocurrió? Es decir, entre nosotros, en aquella aula, una vez culminada la fiesta… —Se mostró pensativo y dubitativo—. ¿Y si alguien quería que ocurriese eso? Que nos encontráramos en aquel estado, y que hiciéramos cosas… —Parecía una locura y Black se preguntaba con todo el esfuerzo de su mente, ¿quién podría haber metido en su cabeza aquel recuerdo? Ahora cobraba fuerza de que, en efecto, se trataba de un recuerdo. Pero no era uno propio.

 

@@Mica Gryffindor

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Por un momento, lo único que se escuchaba era el sonido de los pasos avanzar a través del bosque, con el crujido ocasional de una que otra rama ceder bajo su peso. Aunque hablaban todos muy animados, Hélène no podía dejar de mirar al dragón de cuando en cuando, parecía menos amenazador que un momento, como si un peso se le hubiese ido de encima.

 

No he escuchado nada de llaves de cristal, ni de cuevas susurrantes…—Respondió extrañada y bastante intrigada. La idea de un mago con poderes perdidos le generó un pequeño escalofrío, la sola idea le parecía espeluznante. No quiso presionar con las preguntas, pero se animó a hacerla por considerarla una curiosidad bastante obvia. —Parece un lugar un tanto peligroso para un niño. ¿Hay alguna razón particular por la que necesitas la llave de cristal?

 

Ya no falta mucho. —Comentó, al tiempo que una figura conocida se acercaba a ellos a paso de trote. Se trataba tan solo del guardabosques, un hombre joven, de no más de 30 años que venía completamente entusiasmado, la promesa de un dragón le había despertado el interés y quería verlo con sus propios ojos.

 

Perdón… por…la demora. —Dijo él en voz entrecortada a causa de la falta de aire, que le indicó que había en efecto llegado lo más rápido posible. Siendo squib no podía usar magia para transportarse, aún así era fantástico con todas las criaturas que habitaban en la propiedad, como si en efecto tuviera un don natural para dominarlas.

 

—Aquí estás, respira, no pasa nada. —Divertida, la ojiazul observaba al hombre castaño recuperar poco a poco el aliento, que volvió a perder el minuto que clavó los ojos en el dragón. Completamente extasiado no supo si hablar, si reír, si dar saltitos. Con los ojos completamente abiertos se quedó inmóvil. La emoción bullía por salir, pero él hacía un buen trabajo conteniéndola.

 

—Este es Riuu y su dragón Frederick. Ambos son nuestros invitados, por el tiempo que deseen.—Explicó la semiveela, al tiempo que extendió con suavidad la mano que sujetaba las riendas del caballo negro hacia el hombre, no sin antes propiciar una cariñosa caricia en el morro del equino. —¿Crees que puedas prepararle a Frederick un espacio de descanso?

 

No tuvo que repetirlo dos veces, el hombre tomó al caballo y asintió con vehemencia. Hélène sonrió y se dirigió al niño. —Podemos ir directamente al castillo, o podemos pasar por las pesebreras. Si quieres confirmar que Frederick está en buenas manos, este es el momento. —Aguardó con interés por la respuesta del niño.

 

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Editado por Helene Eloise Bellerose

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