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Artemis Macnair Malfoy

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Todo lo publicado por Artemis Macnair Malfoy

  1. O.O en serio? te decidiste por mí? y yo que sólo venía a molestar a Cissy un rato... XDXDXDXD si es por la firma, la hizo Cissy *¬* me hizo otra de Gatubela hermosa *¬* esa me la pondré más adelante. Amo sus trabajos gráficos :3 jajajajajajaja no te preocupes, Cissy. En cuanto vea lo loca que estoy, irá corriendo a tus brazos XD Yo tampoco llevo la cuenta de los que adopté... pero como algunos abandonaron (tú no, Deiwan, ahora ya no te meto en ese saco ) Que sirva de moraleja: molestar te conducirá al sendero de la maternidad XDXDXDXDXDXD Ah, Jank, ya te llevaré de copas por ahí ahora que la vida pasada de mi personaje va a dejar de tomar el control, vas a poder conocer a la loca de Artemis
  2. Me siento barrida XD Ya, ya, Pik, querrás decir tus firmas sexys Nyaaaaaaaaa funcionó la invocación *se lanza a achuchar a Deiwan* Ya pensaba que esa habilidad de invocación Macnair comenzaba a fallar... recuerdo cuando Nessa y yo la utilizábamos a cada rato XDXDXDXD Ah, creía que seguía siento tu hijo. No dije nada, me retracto Nuuuu, no te caigas. Cuando tengas un rato libre, si lo deseas, podemos seguir con la investigación^^ *deja viales de rica sangre para los vampiros, almas embotelladas para los demonios y un sabroso asado para los humanos*
  3. Vengo a molestar Sí, a molestar a Cissy, porque hace taaaanto tiempo que me ando portando bien con ella que fijo que echa de menos que la moleste XD El caso... venía a postularme como madre adoptiva de Jank jojojojojo Es una pena que no sea gay u.u mi personaje andaría feliz a lo yaoista Además Artemis adora a los escritores y es ávida lectora, y no le gusta nada la sociedad XD Ok, la pega es que Deiwan no sólo sería tu padre, sino también tu hermano en la Macnair. Es uno de mis hijos, un abandonador T.T
  4. *entra con sigilo, tanteando el terreno* Hola a todos. Vine por aquí por curiosidad, porque vi postear a Cissy XD y quise husmear. A mí me encantaría volver a tener de hermana a Cissy porque así la puedo molestar por partida doble Voy a preparar post para la mansión Malfoy, hace rato que le prometí a Mistify que rolearía allí. Y añadiré algo: Manuuuu, echo de menos tus enormes y hermosos roles *¬* Sé que dejaste ya dosis hace unos días en la Malfoy, pero creas adicción a leerte *deja licores para toda la familia*
  5. Sacudió la cabeza con aire divertido, al escuchar a ambos y haber asentido para darle confirmación a Jared de que podía llamarla Jo. -Por la diosa, se nota que sois Ventrue. Uno tan diplomático y el otro tan condenadamente posesivo que entra en dilema cuando no sabe exactamente a quién quiere poseer –comentó. Alzó el rostro para apoyar sus carnosos y cálidos labios en la mejilla de Jared, en un suave y cariñoso beso. -Nunca dije en qué lugar iba a dar el beso. Tenías razón en que te lo iba a dar, pero no en que lo haría para cabrear a Aidan. Tu hermano tiene dificultad para celarme –declaró y luego miró al irlandés-. No olvides que técnicamente soy prima de Cissy y ella no me pondría la mano encima por mucho que se enojase –se devolvió, tirándole abajo el punto. Sus labios se curvaron en una sonrisa triunfal ante la invitación de Aidan. Era tan fácil llevarlo a su terreno… Recordaba los consejos de su abuela: si un hombre es demasiado terco y orgulloso como para hacerte caso, haz que crea que ha sido idea suya y hará lo que tú querías bien gustoso. -Me gusta esa invitación –ronroneó seductora-. Es que me morí antes de que pudiese decapitarme –bromeó a Jared-. Se divorció de Ana porque no la deseaba, eso leí. Sobre Catalina… hubo dos con el mismo nombre que no decapitó, a su primera y a su última mujer. A la primera la quería y se sintió culpable cuando murió, sólo porque se agarró un tremendo calentón con Ana Bolena. A mí me amenazó una vez con cortarme la cabeza. Literalmente me dijo que había querido a sus dos primeras mujeres y que ellas estaban muertas. A las dos las había alejado de su lado, una muriendo lentamente en una habitación sin visitas de su hija y la otra falleció por orden suya. Me dijo que a mí me amaba más que a ellas dos juntas, pero que no tentase mi suerte –se irguió de hombros y frunció el entrecejo al escuchar sobre María-. No era así cuando la conocí, era una niña muy dulce y amable. Me hubiera gustado hacer caso a Enrique y haber sanado, cuidar de los tres niños. Quizá las cosas hubieran sido diferentes –dijo con expresión de tristeza. Ladeó la cabeza, escuchándolos sobre Cissy. Iba a acotar algo, pero la vampiresa apareció en escena. -Oh, has vuelto. Estoy segura de que te gustaría tener un momento hot con Artemis, pero su trauma lo impide –anotó. Miró hacia otro lado, incómoda, cuando la vio besar castamente a Aidan. No por el beso en sí, sino porque los dos vampiros habían sido amantes y se habían amado. No es que fuera agradable de ver. Parpadeó sorprendida ante la invitación. Los vampiros no solían invitar a humanos a las cacerías, pero parecían tener predilección por querer que se uniese a ellos-. Con mucho gusto os acompañaré, pero antes tengo que cambiarme de ropa y hablar con Aidan. Y nada más terminar de hablar, se acercó al Howard, agarró su mano y tiró de él para secuestrarlo hasta un cuarto para cambiarse de ropa, cerrando la puerta cuando los dos estuvieron dentro y poniendo el pestillo. -Ya estamos encerrados juntos, ahora comienza a hablar mientras me cambio. Se quitó las botas, los vaqueros y la blusa para quedar con la ropa interior negra con calado. Se puso unos pantalones largos de color negro, ajustados al cuerpo, de cadera. Agregó un top rojo de finos tirantes que únicamente tapaba el pecho. Encima se puso un chaleco de cuero marrón oscuro, casi pareciendo negro, que se cerraba por delante con unos finos cordeles que se trenzaban. Dejó desnudos los brazos y toda la zona abdominal, de manera sensual. Se calzó además unas deportivas negras y se recogió el cabello en una cola alta de caballo.
  6. -No sé, quizá incluso sea un primo lejano tuyo. Con eso de que tu parentesco con él viene de la línea de York… No importa, sois parientes al fin y al cabo, también pariente mío, tanto sanguíneo como político –declaró con una sonrisa-. Oh, ¿qué te dijo de mí para que temas tanto apostar contra mí? –preguntó divertida y poniendo su mejor carita de inocencia-. Siento curiosidad por el lugar en el que vas a dar el beso, así que… es irónico porque tu hermano se tomó muchas molestias en tenerme alejada de él y el resto de Plantagenet, De Clare y Howard parece que no pueden evitar unirse –finalmente le dijo, irguiéndose de hombros. Rodó los ojos cuando Aidan amenazó a Jared y rió cuando el vampiro más joven la utilizó de escudo. -No te preocupes, es como un perro que ladra mucho. Lo de los sueños mojados no me sorprende, seguro que también tiene fantasías conmigo cuando está despierto –bromeó a su vez con toda la camarería del mundo-. Si me cuentas qué te dijo, te doy un beso –agregó, sacando la punta de la lengua entre sus dientes con expresión juguetona y pícara, para luego mirar a Aidan-. Tú no le vas a hacer daño ni a darle la muerte verdadera o me lo voy a llevar a otra habitación y nos vamos a encerrar allí, Howard –le avisó y el irlandés sabía que no amenazaba en vano. Dejó escapar un quejido suave e hizo un encantador puchero con sus carnosos labios. -Ya Henry abrió su bocaza y me dijo que Aidan era un De Clare. Creo que me ha traumatizado de por vida –comentó poniendo carina-. Por parte de tu padre soy tu tatara… etc. tía abuela. Pero también he sido tu cuñada o tu hermana política, como prefieras decirme. En una de mis vidas pasadas fui Jane Seymour –le informó a Jared, volviéndose un poco y restregando su mejilla contra la de él como si fuese un gatito mimoso-. Tengo un adorable hermano –dijo con un ronroneo bien a propósito. Pareció que le saliesen orejas cuando Aidan la invitó a acercarse a la silla. Se giró a mirarlo y esbozó una sonrisa maléfica. Retarla, invitarla y apostar eran tres acciones que despertaban a su demonio interior y quería salir a jugar. Caminó hasta el Howard, con sensual e hipnótica cadencia de caderas. Luego se sentó sobre el regazo del irlandés, con las torneadas piernas a cada lado de las caderas masculinas. Sus brazos se alzaron para apoyar las manos en la parte superior del respaldo de la silla, a sendos lados de la cabeza del vampiro. Se inclinó para susurrarle al oído, manteniendo su cuello a un par de centímetros de los labios del cainita. Él podía escuchar claramente sus pulsaciones, sentir la tibieza que emanaba de su suave piel, notar su embriagador aroma y casi ver la deliciosa y cálida sangre correr por sus arterias. -Tienes razón, aún está caliente –susurró, casi rozando su oreja con sus carnosos labios. Antes de que él pudiese hacer algo, se bajó de él, creando un tentador roce de sus caderas que pareció casual. Si bien tanto Artemis como Joanna eran sensuales y tentadoras, la De Clare no lo escondía. Sabía cómo jugar, cómo hacer desear, ser seductora y calcular cada movimiento y cada palabra para convertir la sangre ajena en fuego líquido. Y habiendo bebido recientemente de un vampiro, no se reprimía en absoluto. Se alejó de él, haciendo sensuales y sutiles ochos con sus caderas y volviendo a apoyar su brazo en el hombro de Jared. -Creo que tu hermano se ha sentado en esa silla con la esperanza de que le haga lo mismo que a vuestra Sire –comentó como si hablase solamente con el Plantagenet, pero pudiendo escucharlo también Aidan-. Pero es que ella… ah… -hizo como si reprimiese un gemido, mordiéndose el labio inferior con deseo contenido-… me gustaría poder terminar lo que comencé con ella. Me muero de ganas. Sólo de pensarlo, me quemo por dentro –agregó, con las pupilas dilatadas. Realmente esperaba que Cissy aún no se hubiera ido o que ya hubiera vuelto para que pudiese escuchar lo que decía en ese momento. De alguna manera sabía que la vampiresa gustaba de espiar conversaciones ajenas.
  7. -Que te sea leve y no te distraigan los recuerdos conmigo en este local –saludó a Cissy antes de que se fuese. Respondió al guiño de Jared con una sonrisa divertida. -La típica idiotez Plantagenet. ¿Conoces a Henry? Él también es de la familia, unos siglos antes, hijo de Enrique de Plantagenet. Su padre tampoco quiso reconocerlo. Ellos se lo han perdido y vosotros habéis sobrevivido –dijo al final con una manera muy Ventrue de ver las cosas a pesar de ser humana-. Ahm… ¿cuál es tu apuesta? –preguntó con diversión, esperando su respuesta para contestar-. Y aún no me has dicho qué te contó Aidan sobre mí, quiero saberlo. Sus ojos avellana se fijaron en Aidan y ladeó la cabeza. -Porque los dioses del amor y la lujuria deben de pensar que miembros de las tres familias se ven adorables juntos o porque se divierten viéndonos discutir. Quizá porque tenemos algo pendiente. O puede que sea porque los demás no son tan idi***s como nosotros. Escoge la que quieras –contestó y luego se dibujó una sonrisa juguetona en sus carnosos labios-. ¿Aún se puede notar el calor en la silla? –preguntó por haber estado Cissy y ella ahí.
  8. Joanna también pareció unirse al momento de “todos ignoran a Aidan” cuando el irlandés refunfuñó. -Así que uno de los hijos de Cisssy, por qué no me extraña –comentó tras morderse el labio inferior con una media sonrisa y hacer un sensual siseo en el nombre de la matriarca Macnair. Se colocó a un costado de Jared, apoyando su antebrazo sobre uno de los hombros del chico con camarería. No le costó demasiado porque no era muy alto y le llegaba bien. La mano libre la puso sobre su propia cintura, fina y femenina, en una pose seductora. Ambas cejas castañas se alzaron al seguir escuchándolo. -Sí, soy Joanna De Clare. Tú puedes llamarme Jo –contestó, con un guiño de complicidad-. ¿En serio ha estado hablándote de mí? ¿Qué te ha dicho exactamente de mí? –preguntó, ladeando la cabeza con una suave sonrisa y con total curiosidad. Sus ojos avellana se entrecerraron, mirando a Aidan-. Lo vuelves a golpear y te arranco la mano, Howard. Estamos hablando los dos, un poco de respeto –amenazó al irlandés con su faceta salvaje aumentada por la sangre vampírica que había tomado-. Oh, un Plantagenet –comentó, sorprendida y luego adelantó su rostro un poco más cerca del de Jared, desde el costado donde seguía-. Por tu edad, o eres un primo o uno de los hermanastros de Enrique VIII. Dime si me equivoco o estoy en lo correcto. Sea como sea, eres además un De Clare. Durante cuatro siglos nos mezclamos con la familia real para recuperar lo que por derecho nos pertenecía y hacernos con sus posesiones, imaginándonos que Enrique de Plantagenet se revolvería en su tumba –dijo con una suave risa entre dientes, entre maliciosa y divertida, a lo último-. Irónicamente, los Howard también se mezclaron con los Plantagenet y los De Clare. ¿Sabes por qué es irónico, Jared? –ronroneó al oído del vampiro.
  9. Joanna soltó un sonido de protesta al ser quitada de encima de Cissy, sus ojos, brillantes por la sangre vampírica, se fijaron en Aidan. -Y tú estás hecho un maldito aguafiestas –contestó, pegando su menudo cuerpo al del Howard. Picó con el dedo sobre el problema que tenía el vampiro, mordiéndose el labio de manera sensual-. Te gustó mirar –ronroneó en su oído, acariciando con sus suaves y carnosos labios el lóbulo de su oreja-. ¿Por qué no te relajas y disfrutas? –susurró en tono invitante, ladeando luego el cuello para ofrecérselo al irlandés. Frunció adorablemente el entrecejo cuando el Ventrue le ordenó que bebiese la poción. Con rapidez casi vampírica, gracias a la sangre tomada de él, le dio un manotazo a la botella para mandarla al diablo. -Bebe tú si te da la gana –replicó con encantador tono de molestia. Se lo había estado pasando demasiado bien con Cissy y él le quería quitar toda la diversión. Entonces por primera vez reparó en el vampiro de apariencia más joven. Se acercó a él y dio una vuelta a su alrededor-. ¿Quién eres? –le preguntó a su espalda, mientras se quitaba la bata y se quedaba con los jeans, la camisa y todos los accesorios que llevaba debajo, que le daban un aire hippie y angelical-. ¿Hijo de Sy…? bueno, supongo que después de nuestro momento puedo llamarte, Cissy, ¿no? –agregó con una sonrisa, mirando con complicidad y excitación a la vampiresa-. ¿Hijo de Cissy o de Aidan? –terminó de preguntar al vampiro de menor edad. El lado salvaje de la humana era patente en cada uno de sus movimientos, en la entonación de su voz. Tan sensual como un felino, tan seductor como el diablo femenino. Off: gracias, Sagitas^^
  10. No pudo reprimir ninguno de los deliciosos sonidos de placer que escaparon de sus labios. Dejó caer los párpados, disfrutando de cada sorbo de sangre que tomaba de ella. Sus manos se posaron sobre el cuerpo de la vampiresa, rodeándola, abrazándola, intentando conseguir más agarre y contacto. Por dentro hervía. El rojizo elixir era caliente y espeso, pero salía con total facilidad, sin que Cissy hiciese mucho esfuerzo por conseguirlo. El pequeño cuerpo de la irlandesa se movió en su regazo, apasionadamente. A pesar de su rivalidad, deseaba estar en un lugar más privado con la otra fémina en aquellos momentos, de manera mucho más íntima. Había mucho que estorbaba ahí entre ellas. -Ah, sí –gimió, con la voz quedando trabada en su garganta por el efecto de los colmillos clavados en su cuello. Las voces llegaron a sus oídos, de manera lejana. Pero sólo sirvió para aumentar su estado de excitación, meciéndose contra la vampiresa, atrayéndola más hacia sí. Sentía su mente embotada por el placer y luego cómo los labios de la otra Macnair se separaban de su cuello. Emitió un sonido de protesta hasta que sintió la mano de Aidan sobre su boca. Un brazo lo mantuvo rodeando el cuello de Cissy. La mano libre agarró la del Howard, bebiendo con tragos largos mientras sus caderas ondulaban sobre la otra mujer. Emitió un “mmm” seductor y candente, sin dejar de beber la sangre vampírica. Después lamió la herida del dorso de la mano, lenta y tortuosamente. Agarró la camisa de Aidan con una mano, sin soltar a Cissy. Lo atrajo hacia sí y lo besó apasionadamente, sin detener sus movimientos. Sus labios se dirigieron luego a los de la vampiresa, poseyéndolos con fogosidad. Su cuerpo se deslizó un poco, para quedar con las dos piernas rodeando uno de los muslos de Cissy. Su propia danza se volvió furiosa, veloz, gracias a la sangre vampírica y a su estado febril. Soltó la ropa de Aidan para colar esa mano entre los dos cuerpos femeninos. Rompió el beso con la vampiresa para atraerla con la otra mano que tenía en su cuello hacia el propio, invitándola a beber de nuevo. -Oh, dioses, no pensé que sería tan bueno que bebieras de mí, Ciss –murmuró, sintiendo su propia piel quemar. No quería que la sensación terminase-. Quiero más –confesó ronroneando sensualmente.
  11. Colocó una pierna a cada lado del cuerpo de la vampiresa, acomodándose encima de ella. Su cuello quedó ladeado tentadoramente, con la cabeza ligeramente hacia atrás, invitándola a beber seductoramente. Tuvo que apoyar las manos sobre los muslos de Cissy para no caerse hacia atrás y entreabrió los carnosos labios, emitiendo un suave sonido de expectación. Su cuerpo tembló ante el susurro de la otra Macnair. Sintió un escalofrío que recorrió su espina dorsal y su piel se erizó. Los latidos de su corazón fueron más fuertes y rápidos, con la sangre agolpándose en las arterias. -Ciss –siseó endemoniadamente sexy. Movió su cabeza de tal modo que los labios de la vampiresa apoyados en su oído se encontraron sobre la zona superior de su cuello, justo encima de la carótida. Emitió un candente y delicado sonido de placer que hubiera hecho que muchos se quemasen por dentro. -Toma mi sangre –susurró, removiéndose encima de ella impacientemente, creando un sutil roce entre ellas. Su temperatura interior había aumentado considerablemente ante la idea de que se alimentase de ella, el sentir sus labios, el actuar de la cainita y la posición en la que estaban.
  12. -Oh, parece que también heredó de ti ser caprichoso –comentó al escuchar a la vampiresa-. Eso me recuerda al chiste de los dos tipos que se tiraban de un edificio de veinte pisos y cuando iban por la mitad del camino hasta el suelo, uno le dice al otro “de momento vamos bien” –agregó señalándola, después de ayudarla a acomodarse en el asiento. Hizo un sonido de “¿Hm?” ante la pregunta y ladeó la mirada pensativa. -Cuando estoy despierta no. Pero si sueño recordando, luego me levanto cansada –confesó y se acarició el carnoso labio inferior con el dedo índice de la mano derecha-. Es curioso, ahora que lo pienso. Yo soy una de las descendientes humanas vivas de Lilith y me canso cuando duermo y recuerdo al mismo tiempo. Los vampiros no dejáis de ser descendientes muertos de Lilith y os agotáis recordando al estar despiertos. Morir o tal vez soñar, ahí debe de estar la clave –murmuró únicamente la última frase, citando a Shakespeare. Frunció el entrecejo cuando Cissy le mandó tapar la herida con la excusa de haberse alimentado la noche anterior. ¡Había que beber sangre todas las noches! Y encima la Ventrue estaba falta de energía. Aprovechó que parecía que la luz le molestaba a la cainita para acercarse y pegar los labios de la no-muerta sobre la herida abierta, dejando que la exquisita sangre fluyese y los manchase, obligándola a beber. Emitió un delicado sonido, candente mezcla entre gemido y ronroneo, al sentir el frío de la piel de la otra Macnair contra la suya que era más cálida.
  13. Botica – Actualidad -Lo sé, prefiero chupar el limón más ácido que exista antes de probar de nuevo esta poción, pero no me dio tiempo de experimentar con sabores más tentadores –respondió la humana-. Me alegro de que haya dado resultado, ya me estabas asustando –agregó, con un suspiro de alivio. Pensó en la nota que le había mandado a Aidan. Por un momento deseó que el águila se hubiera dado contra un árbol a lo bestia y hubiera quedado lo suficientemente aturdida como para intentar llevar el mensaje al vampiro. -Espera, espera, no tan rápido –sujetó a la vampiresa que fue a levantarse-. Sí, quizá pueda. Pero temo que cuando lo consiga, tomen el total control de la mente –confió-. Un chico que quería verte. El elfo no sabía muy bien para qué era. Pero antes de que te precipites… -se pinchó así misma con una aguja esterilizada entre el pecho y la base del cuello, justo en la parte izquierda, dejando que una gota de su deliciosa y tentadora sangre comenzase a salir-. Debes de beber para recuperar fuerzas –susurró, acercando a Cissy un poco más hacia sí, de manera que su voz resultó más sensual de lo usual sin pretenderlo.
  14. 10 de Abril de 1912 -Me temo que mientras no aprendamos de los errores de la historia, seguiremos repitiéndolos, baronesa –contestó el Pilkington-. Bien, vamos –dijo tomando la mano de la vampiresa y guiándola hasta la tercera clase. Allí la mayoría de los pasajeros eran irlandeses que habían trabajado en los muelles y tenían la esperanza de encontrar algo mejor en el Nuevo Mundo. La música celta resonaba en la cubierta de los más pobres, con toques alegres que invitaban a bailar. Muchos secuestraban a otras personas que estaban allí para seguir la giga todos juntos. Uno tocaba un violín, otro las cucharas, otro el bodhrán y un cuarto una tin whistle. Las cervezas roja y negra se servían abundantemente. Botica, Actualidad Joanna terminó de preparar la poción para romper la unión mental. En cuanto tuvo la certeza de que funcionaría, separó dos dosis. Puso una contra los labios separados de Cissy y la otra contra los suyos propios. Zas. Volcó el contenido de ambas en las dos bocas, bebiendo a la vez. Luego masajeó la garganta de la Ventrue para facilitar la ingesta. Un elfo apareció frente a Kevin, porque los tres Macnair estaban en el laboratorio. -Ahora le aviso al ama Cissy -le dijo al hechicero, sin entender de qué hablaba. Plop, con ese sonido apareció en el laboratorio-. Hay un hechicero que viene de no sé dónde y quiere no sé qué, a la entrada. Quiere ver al ama Cissy -informó la criatura, haciendo que Joanna parpadease. -Dile que espere un momento. Necesito comprobar que esté totalmente recuperada. Y pregúntale exactamente qué quiere -agregó la humana. El elfo volvió a aparecer frente a Kevin. -El ama Cissy está indispuesta, disculpe las molestias. Si prefiere esperar un momento a que pueda atenderle, puedo hacerle un tour por la botica. ¿De dónde decía que venía y qué quería? -preguntó el elfo del establecimiento.
  15. Titanic, 10 de Abril de 1912 John no se atrevió a preguntar qué tipo de historia tenía con Henry, por pura educación. De algún modo ella necesitaba tranquilizarse respecto al vampiro, por eso le dio la profunda calada al cigarro. Asintió cuando le habló de su prometido, como si comprendiese a ambas partes. Sutilmente admiraba el cuerpo de su interlocutora. Muy sutilmente, porque era coto de caza privado. -Mmm… así que es como el señor Wilson. Tenía mis dudas al respecto, pero ya están despejadas –comentó, sobre la naturaleza vampírica de ambos-. Es una lástima no tener al menos una pinta de cerveza para brindar por su naturaleza revolucionaria, baronesa –dijo con una sonrisa ladeada que le quedaba endemoniadamente candente. Se tuvo que recordar así mismo que ella acaba de prometerse cuando se giró y tuvo una buena perspectiva de la zona posterior del cuerpo femenino. Además, era posible que Henry quisiese arrancarle la cabeza si intentaba algo. Así que se forzó así mismo a mirar de manera casi imperceptible únicamente. -Sólo soy el hijo desheredado de un empresario, baronesa. Nunca he sido un noble, a menos que cuente que mi madre era la hija de un jefe de una tribu cherokee –contestó, dando una calada al cigarro. Retuvo el humo sin tragárselo y luego entreabrió los labios para liberarlo de manera suave, agregando más aroma picante-. No me gustan las injusticias, ni que la falta de derechos humanos, ni el machismo, ni usar la fuerza para doblegar a las personas. Si hubiera un accidente en este barco, todos los de tercera clase morirían. La mayoría de los de primera clase ven a los más pobres como prescindibles. Eso revuelve mis tripas. No creo que la vida de un trabajador valga menos que la de un noble. Según mi padre, soy un revolucionario por mi sangre salvaje. Según yo, soy un revolucionario porque no estoy ciego a toda la mi**** que existe en el mundo –explicó, antes de mostrar una sonrisa-. Y no pienso pedirle perdón por algunas de mis palabras mal sonantes ni por las frases gráficas, señora baronesa. Creo que sería una falta de respeto hacia usted disculparse por ello –con lo mucho que no soportaba a la primera clase, era un halago hacia Cissy porque no la veía como al resto de los que estaban en el comedor-. ¿Qué le parece si un par de revolucionarios ocupan mejor su tiempo con la gente que más lo merece? –la invitó a la tercera clase, terminando su cigarro. Alargó una mano abierta hacia ella, con la palma hacia arriba. Si ella no aceptaba, no se iba a molestar. Henry había estado a punto de ir detrás de Cissy, pero le había quedado claro que ella lo detestaba. Miró a Harold, quien parecía tener cero interés en reunirse con su prometida. Evitó poner una expresión de desagrado bebiendo de su copa. Le hubiera gustado decirle al diseñador que su deber era ir con su pareja. Pero decidió no hacerlo, para ver si la Ventrue finalmente viera que realmente ese hombre era un idi***. Titanic, 14 de Abril de 1912. 11:40 p.m. El enorme barco comenzó a virar, pero el flanco de estribor colisionó contra la parte submarina de un enorme iceberg y se rasgó. Quince minutos después, la cubierta G estaba inundándose. Titanic, Lunes 15 de Abril de 1912. Medianoche John había salido de su camarote al sentir el choque para saber qué había pasado. Nadie le decía nada, ni siquiera los oficiales que pasaban rápidamente por su lado y a quienes intentaba detener para que le dijesen algo. Su cabello corto lucía desordenado. Llevaba unos pantalones de color marrón oscuro y una camisa blanca con un par de botones desabrochados, además de unos zapatos negros. Entonces sintió humedad en el suelo y frunció el ceño. -¡Todos a cubierta! –comenzó a recorrer el pasillo de la tercera clase, golpeando las puertas para alertarlos. El agua subía rápidamente y el pánico pronto se instaló en la gente, que corría intentando salvarse. John ayudó a evacuar la tercera clase como podía. Algunos oficiales ya estaban sellando compuertas en esa zona, encerrando a los más pobres en aquella zona. -¡Qué demonios hacéis! ¡Abridlas ahora mismo! –les ordenó furioso y atónito ante esa acción. -Tenemos órdenes de no dejar salir a nadie más –explicó uno de los oficiales, visiblemente nervioso. -Si mantenéis aquí a todos, morirán –John golpeó una de las compuertas y de pronto llamó su atención los gritos de una madre llamando a su hija pequeña, llorando desesperada. Dejó la compuerta sellada y corrió hacia ella. Miró en todas las direcciones y entonces atisbó a una niña de apenas dos años, perdida entre el gentío. Fue rápidamente hacia ella, pero una tromba de agua cruzó el pasillo. John rápidamente se sumergió para evitar el choque contra el elemento líquido y buceó en dirección a la pequeña. Finalmente emergió con ella en brazos, tomando una bocanada de aire. -Reacciona, vamos –susurró, poniéndola en horizontal en sus brazos y haciéndole el boca a boca, insuflándole aire. La niña terminó por respirar, escupiendo aire. Había perdido a su madre, pero no la vida. John hizo que se abrazase a él y se abrió paso por el río de agua que se había formado en el pasillo. Llegó hasta una compuerta y descargó su puño en un oficial que pretendía cerrarla. Pasó por ella junto con la diminuta personita y alcanzó las escaleras. -¿Cómo te llamas, preciosa? –preguntó mientras saltaba por los escalones, ascendiendo y alejándose del agua helada. -Annabeth –respondió la niña con voz infantil, llorosa. -No tengas miedo, Annabeth. No te dejaré –prometió el irlandés. Sintió quemazón dentro de él por el esfuerzo físico, pero no se detuvo. Su cuerpo había bajado de temperatura por culpa del contacto con el agua helada y por los pocos grados ambientales. Al final, después de un esfuerzo titánico, un agónico recorrido, correr tan deprisa como sus piernas le permitían, llegó a la cubierta de botes. La banda musical tocaba alegremente, algo que lo exasperó. Continuó corriendo hasta uno de los botes, comprobando que el número siete ya estaba en el mar y llevaba sólo la tercera parte de pasajeros a bordo. -¡¡Una niña!! ¡Tengo una niña! –gritó-. ¡Lightoller! –llamó al oficial encargado de llenar los botes. A pesar de la barrera humana de primera clase que no lo dejaba pasar, el aludido lo escuchó y obligó a hacerle un hueco para pasar-. Annabeth, se llama Annabeth. Su madre murió abajo –explicó jadeando. Sentía como si sus pulmones fueran a estallarle en cualquier momento. -Está bien, puede subir en este bote –aceptó el oficial Lightoller. -Gracias, oficial, gracias –dijo John, dándole a la niña y apoyando sus manos sobre sus rodillas para tomar bocanadas de aire, agotado. Comprobó que la pequeña estaba ya ubicada en el bote y le dirigió una sonrisa tranquilizadora. -Señor Pilkington, usted puede subir con ella –escuchó decir a Lightoller. -Tengo que buscar a mis hermanos antes. Pero le encomiendo que ponga sesenta y cinco pasajeros en cada bote, oficial. Gracias por todo –contestó John antes de seguir corriendo-. ¡¡Gabriel!! ¡¡James!! –gritaba cada poco, buscándolos entre el desesperado gentío. Pero los cohetes ahogaron sus intentos de localizarlos. Media hora después, vio a lo lejos a sus dos hermanos y gritó de nuevo sus nombres. Ellos lo escucharon y corrieron hasta él. Aún quedaban once botes por bajar al mar y demasiados pasajeros por evacuar. Los Pilkington se abrazaron y juntos fueron hacia uno de los botes. -Sólo dos pasajeros más –dijo uno de los oficiales. -Hay más sitio –replicó John, enojado y temblando por el frío. -Sólo dos –insistió el uniformado. Al mayor de los irlandeses le dieron ganas de golpearlo. -Gabriel, James, subid. Yo buscaré otro –les indicó. El rubio dudó pero finalmente asintió, dándose un último abrazo. John corrió hacia el resto de los botes. Pero en vez de tomar lugar en uno de ellos, ya tranquilo con que sus hermanos estuviesen a salvo, se dedicó a intentar salvar todas las vidas que pudiese. El pánico se había apoderado de la cubierta. Varios niños lloraban, agarrados a sus madres. El moreno logró que muchos ocuparan plazas en los botes, haciendo equilibrio por la pronunciada inclinación del navío. Por el rabillo del ojo, comprobó cómo Ismay montaba en el último bote disponible y quiso matarlo. La suerte ya estaba echada, ya no podía hacer más. Todo se hundiría, no había más botes para los cientos de personas que estaban aún en el Titanic. Sus labios temblaban por el frío. Se agarró a una de la barandilla para sujetarse y esperar el final. Varios se tiraban al agua del Atlántico, intentando llegar hasta uno de los botes. El himno final se escuchó por toda la cubierta y John no supo si llorar o reír. La calma era total en el barco. Fue dirigiéndose con el resto de pasajeros hasta la popa, con la proa hundiéndose detrás de ellos. Sus piernas le pesaban. Sus pulmones no podían más de todo el esfuerzo que había hecho durante dos horas. Sus ropas aún no se habían secado del todo, pegándose a la piel como si de una tortura se tratase. -¡John! –oyó gritar su nombre. -¿Henry? –inquirió incrédulo. Luego recordó que era un vampiro. Probablemente porque sabía que no iba a morir, no había subido a uno de los botes. Vio al cainita dirigiéndose hacia él y entonces hubo un gran estruendo y el barco se partió en dos. Se sintió caer hasta que una mano agarró la suya. -¡John! Aguanta ahí, ahora te subo –dijo Henry, sujetándolo y atrayéndolo hacia sí. Otra sacudida hizo que el agarre fallase y se precipitó hasta el agua. El cuerpo del humano se hundió en el océano. Oyó la lejana voz de Henry llamándolo, pero no podía contestar. Estaba demasiado cansado como para nadar. Sus ojos aún estaban abiertos y vislumbró el enorme cuerpo del Wilson tirándose al agua y buceando hasta él. Sintió unos fuertes brazos que lo rodeaban y luego sólo la oscuridad. No volvió a despertar.
  16. Botica Macnair, en la actualidad Como si hubiera podido leer la mente de Cissy, Joanna se dirigió rápidamente de nuevo frente a las mesas del laboratorio. Agarró varios libros e investigó. Oclumancia, eso necesitaba la vampiresa. El problema era que la cainita no poseía esa habilidad, no que ella supiese. Existían, sin embargo, varias drogas capaces de abrir la mente, de relajar al sujeto. Empezaría por ahí y revertiría el efecto. Titanic, 10 de Abril de 1912 -¿En serio? Y yo que creía que eras una de esas mujeres estrictas en cuanto a cumplir las reglas –replicó Henry con una sonrisa amplia, como si estuviese bromeando con aquel tono tan relajado que llevaba-. Preciosa, cumplir con el protocolo no altera en lo más mínimo el ánimo de la mujer deseada de manera negativa… si se sabe hacer. Te diría que preguntases cómo me declaré a todas las mujeres, las cuales todas se casaron conmigo. Pero por desgracia, están muertas –agregó, antes de tomar los cubiertos y comenzar a cortar poco de una ostra. -Oh, querido señor Wilson, eso suena muy triste. Lo lamento muchísimo –la voz de la señora Brown se había tornado casi deprimida al escuchar al vampiro. Una de sus manos de regordetes dedos se posó sobre una grande de él, logrando que Henry la mirase sorprendido. Sin duda ella había captado la sutil amargura de su voz, apenas perceptible para la gran mayoría de los que estaban en la mesa. El Plantagenet esbozó una sonrisa entre agradecido y tranquilizador. -Es muy dulce y considerado de su parte, mi encantadora señora –contestó él, dejando los cubiertos y posando la mano libre sobre la de ella, con cierta ternura que lo hizo verse adorable. Luego Cissy metió baza en la discusión. Quizá porque Henry tenía debilidad por John al saber que era una de las reencarnaciones de Joanna, quizá porque Cissy apoyó el punto o quizá porque Harold se mostró disconforme a agregar más botes, finalmente se acarició el mentón pensativo. -Está bien. En la próxima escala mandaré agregar dos botes más –claudicó el Ventrue. -No solucionan el problema –apuntó John. -La comida se te está enfriando –señaló Henry al plato del humano, como diciéndole que comiese y cerrase la boca. Gabriel parecía encontrar todo muy divertido, pero permanecía en silencio. Cuando Cissy estaba fumando en la terraza, pudo sentir cómo alguien se acercaba. John, sin gafas de sol y con la chaqueta doblada y dispuesta sobre el antebrazo izquierdo, apoyó sus codos sobre la barandilla y fumó su propio cigarro tranquilamente. El aroma picante lo envolvió. -¿De quién huye, baronesa? ¿Del señor Wilson y sus ácidos comentarios? ¿De su prometido, el cual es obvio que nunca llegó a plantearle el matrimonio en privado? ¿De la primera clase en su totalidad? –preguntó con una voz que fluyó de manera tan suave como la de las olas del mar al acariciar el casco del barco-. ¿Cómo es que una noble es una revolucionaria? –agregó, entre curioso y divertido, ladeándose a mirarla.
  17. Botica Macnair, en la actualidad Joanna fue apartada por la vampiresa, pero aún así los recuerdos ya no tenían freno. No sabía qué hacer. Se mordió el labio con nerviosismo. Comenzó a escribir una nota a Aidan, porque él había pasado más tiempo con su Sire y quizá sabría cómo detener aquella situación. En cuanto terminó, Skirion se la llevó volando. Titanic, 10 de Abril de 1912 De no haber llevado las gafas, la vampiresa hubiera podido ver la sorpresa en sus ojos cuando le habló. No esperaba que una noble estuviese de acuerdo con él. Luego sus labios esbozaron una sutil sonrisa que haría suspirar a varias personas. No dijo nada. Sólo con esa atractiva expresión le dio a entender a la cainita que aprobaba su comentario. Se sentó entre su hermano y la señora Brown, frente a Cissy. Henry tomó lugar en el asiento presidencial de la mesa cuando todos estuvieron. Alzó una ceja castaña al escuchar a Harold comenzar a hablar. Levantó su copa, llena de vino tinto gran reserva. Pero no para brindar, sino para beber y esconder la expresión de su rostro. Sintió los ojos de la otra Ventrue sobre él, pero la ignoró deliberadamente. Cuanto se cansaron de felicitarlos, su voz gruesa se escuchó con calma. -Lamentablemente, tu anuncio no tiene validez, Harold –empezó, tratándolo con familiaridad dando a entender que para él sólo era uno de sus muchos trabajadores-. No has seguido el protocolo. Primero se da un par de toques en la base de una copa para llamar la atención, luego se levanta uno de su asiento, captando todas las miradas. Finalmente se habla. Creo que como mínimo le debías eso a tu noble pareja de esta noche –terminó de aleccionarlo en tono suave pero evidentemente lo andaba humillando públicamente con toda la crueldad. Los camareros comenzaron a servir las ostras del Mar del Norte, grandes, pinchudas y muy sabrosas. -Mis felicitaciones a los dos –dijo John con educación-. Cambiando de tema… me he fijado que hay pocos botes salvavidas. He hecho cálculos y estoy seguro de que no hay suficiente espacio para todas las personas que hay en este barco. -A la velocidad a la que vamos, llegaremos antes a Nueva York de tener un problema con el Titanic –apuntó Henry con toda seguridad. -Sugiero agregar más botes salvavidas en nuestra próxima escala –John se quitó las gafas y miró a Henry con sus intensos y atrapantes ojos marrones. -No va a haber ningún problema, no seas paranoico. Además, la carga extra sólo lograría retrasarnos –contestó el vampiro con paciencia. Había pensado un “sugiero que te calles”. -La seguridad es más importante que la velocidad, eso debían de haber planificado los diseñadores del barco y haber sido mejor dirigidos en este aspecto por la junta. ¿O es que sólo hay seguridad garantizada para la primera clase? –inquirió John, alzando una ceja. Su mirada viajó por todos los rostros de aquella mesa.
  18. Artemis/Joanna Botica Macnair – En la actualidad Joanna reaccionó y se volvió hacia la vampiresa. Inmediatamente reaccionó, haciendo que tomara asiento en uno de los bancos libres del laboratorio. Intentó poner la mente en blanco, pero los recuerdos de su vida pasada estaban desbocados y el contacto físico probablemente ayudó a pasar más a la cainita. Belfast, 1912 Sus labios dejaron de acariciar el extremo plateado de la pipa de opio. Los entreabrió y el espeso humo salió al exterior. La chaqueta de su traje negro estaba abierta, dejando ver la camisa blanca con varios colgantes que llevaba. En el bolsillo izquierdo del saco había un pañuelo color burdeos que sobresalía de la misma manera que emerge una rosa. Estaba descalzo, con sus pies acomodados entre los cojines de seda que había en el habitáculo privado. Sus ojos marrones, de mirada un poco ida por la droga, intentaron fijarse en la enorme figura masculina que entró en su campo de visión. Se sintió alzado del suelo y abandonó el agarre con el que tenía sujeta la pipa. -Es la última vez que vienes aquí y fumas opio –le llegó la voz de Henry, dura, severa, grave. Lo siguiente que sintió fue el frío del agua helada golpeando contra su piel. Estaba en una bañera, sin ropa. No sabía cómo había llegado allí, hasta que recordó al vampiro sacándolo del fumadero. Hablando de él… estaba sentado a un par de metros, mirándolo. -Ed, creo que nuestro amigo necesita despejarse más –comentó el Ventrue, haciendo una mueca socarrona. -Sí, padre –respondió otra voz, grave pero un poco más melódica. John no tuvo tiempo de ver a quién correspondía. Otro cubo de agua helada se vertió sobre él. Soltó un sonido de molestia y se pasó la mano por la cara, con los cabellos pegados a la frente, totalmente empapados. Entonces fue cuando pudo mirar al otro chico que estaba en aquella habitación. Tenía unos intensos ojos color cobalto, como Henry. Sus cabellos eran castaños, con reflejos dorados y rojizos. Poseía una barba con los mismos tonos que estaba recortada cuidadosamente. Los labios, sin llegar a ser finos pero tampoco exageradamente carnosos, eran de color rosa fuerte. Su mayor atractivo era un hoyuelo en cada mejilla. -Creo que será suficiente por ahora –volvió a hablar Henry, mirando con dureza al Pilkington. -Necesito cincuenta libras –soltó de pronto el humano. -¿Para qué? –quiso saber el co-fundador de White Star Line. -Para ganar un billete en el Titanic en una partida de póker. Henry rodó los ojos. -¿Para qué quieres ir en el Titanic? –continuó interrogándolo. -Necesito sacar a James de aquí. Se ha metido en problemas políticos –confesó John. Henry se lo quedó mirando durante un largo momento hasta que finalmente se levantó de la silla. Fue hacia un escritorio y sacó un papel por valor de mil libras. -Eso será suficiente para un billete en primera clase –anunció el Ventrue. -No voy a ir en primera clase –replicó John. -No seas i******, no puedes ir en tercera clase. -Mi padre me desheredó, recuérdalo. -Me importa una mi**** ese viejo. Edmund te adecentará y viajarás a Liverpool con el billete de primera clase en la mano. -No quiero. Me parece excesivo el préstamo. -No es un préstamo, es una inversión. Toma las mil libras. -No, sólo quiero cincuenta. -No seas testarudo. -No lo seas tú. No sé por qué te tomas tantas molestias. Aunque mi abuelo y mi padre hayan sido socios tuyos, no tienes el deber de ayudarme. -Quiero hacerlo. Acepta el p*** dinero y deja de discutir lo que hago con mis gananciales. La discusión terminó ahí. Pero en cuanto se hizo de día, John, ya arreglado por Edmund, se fue de la casa de Henry hacia una partida de póker. Allí consiguió un billete de tercera clase para el Titanic y el resto del dinero lo guardó a buen recaudo. Titanic, 10 de Abril de 1912 Henry había saludado desde la cubierta B, con una sonrisa abierta mientras soportaba el maldito sol con la disciplina de Fortaleza. Había peinado su cabello, de unos centímetros de largo, hacia atrás. La barba la llevaba pulcramente recortada. Vestía un traje de pantalón, chaqueta, corbata y zapatos italianos negros, con una camisa blanca. En cuanto el barco estuvo preparado para zarpar, fue hacia su camarote y se quedó allí hasta la cena. Salió después de que el sol se pusiese, dirigiéndose hasta la cubierta A donde estaba el comedor de primera clase. Había ordenado que Cissy, el acompañante de ella, los Pilkington, los Brown y algunas otras personas importantes compartiesen mesa con él durante la cena. Llevaba un traje igual al que había llevado durante el embarco. Tenía varios de ellos, siempre a la moda y totalmente hechos a medida. Gabriel Pilkington fue el primero en reunirse con él. Vestía un traje gris con sutiles y finas rayas verticales. Zapatos de cuero negro, camisa blanca y corbata azul oscuro completaban la vestimenta. Su cabello rubio estaba repeinado hacia atrás y se había afeitado, luciendo demasiado serio y estirado. Sin embargo, cuando sonreía lograba que muchas miradas hambrientas se posasen sobre él. -Señor Wilson –saludó el humano con una amplia sonrisa, dándole la mano al vampiro que se había cambiado el apellido. -Señor Pilkington, buenas tardes. ¿Sus hermanos no nos acompañan? –se interesó Henry mientras aceptaba su mano. -Mi hermano James ha decidido disfrutar del camarote. Espero que no haya inconveniente si más tarde pido que le lleven un poco de cena –contestó Gabriel. -Por supuesto que no hay problema. Yo mismo daré la orden –prometió con cordialidad el cainita, logrando el agradecimiento del rubio. Iba a preguntar dónde estaba John, pero ya se estaba acercando con Molly Brown de su brazo. Lo que no sabía era que había estado escuchando la conversación pero hasta entonces no había decidido aproximarse. -Buenas tardes –saludó escuetamente John. Iba vestido con un traje y camisa blancos. No seguía el protocolo de la época en cuanto a moda. El poco negro que llevaba estaba en su pequeña pajarita, el pañuelo del bolsillo izquierdo de su chaqueta y los zapatos de cuero. Su cabello castaño había sido cortado por Edmund y lucía despuntado, desenfadado. Tenía una barba de candado abierta, recortada. Los ojos marrones estaban escondidos tras unas gafas de sol pintadas en color violeta. Los dedos índice, anular y meñique de la mano derecha llevaban un anillo cada uno, de plata y con diferentes piedras a juego con lo demás –una con una piedra violeta, otra con una piedra de azabache y la otra con cuarzo blanco. Su aspecto, aunque elegante, tenía un aire salvaje que atraía irremediablemente. -El señor Pilkington ha sido tan amable de acompañarme a la cena. Mi marido ha tenido que quedarse en la cama, aquejado de un dolor de estómago, el pobrecito –explicó la señora Brown, parlanchina. -Le mandaré al médico del barco, señora Brown. Buenas tardes a los dos –respondió Henry, inclinando la cabeza con cortesía hacia ella. -Es usted muy amable, señor Wilson. -Usted se lo merece, mi bella señora –contestó el vampiro, con una amplia sonrisa. -¿Dónde está James? –preguntó en un susurro John a Gabriel. -En su camarote. Anda refunfuñando por no poder quemar el Parlamento –medio bromeó el rubio de manera confidencial. -Lo sacaré a patadas de ahí… después de cenar. -¿Y tú? ¿Ya estás comprobando la seguridad entre la tercera clase y la primera? ¿Estás preparando una revolución a bordo y conseguir la igualdad? –inquirió el mediano de los hermanos, en broma, por verlo allí cuando tenía un pasaje de tercera clase. -No estaría mal hacerlo –susurró John con una atractiva sonrisa de lado. Tuvieron que callarse porque llegaban más a la mesa y el mayor de los Pilkington optó por prestar atención a su pareja de aquella noche, deslizando la silla para que la señora Brown pudiese sentarse y luego arrimarla de nuevo suavemente hacia la mesa.
  19. -La naviera dueña del Titanic, sí –corroboró Joanna, metiendo la rata en el laberinto sin mirar a Cissy. El roedor se quedó quieto, sin saber a dónde ir. Belfast, 1912 -¡Nuestros derechos ignorados! –gritaba la muchedumbre de católicos y protestantes juntos, algo sin precedentes. Estaban enojados. Trabajaban como esclavos en los astilleros y únicamente querían un sindicato. -Alto. Esta manifestación no está autorizada –los policías británicos se interpusieron en una barrera humana a los irlandeses. -¡Queremos derechos! ¡Somos trabajadores, no esclavos! –alzó la voz un católico. -En paz, en paz… estad tranquilos… -dijo otro de los manifestantes, viendo cómo varias personas increpaban a los agentes, totalmente sacados. -Hijos de p***, salid de nuestro país –gritó James, junto con los trabajadores-. ¡Irlanda unida! –agregó, alzando un puño. ¡Bam! Se escuchó un tiro y un hombre pelirrojo cayó al suelo. La gente no sabía si correr a salvarse o atenderlo. Su esposa se arrodilló, gritando su nombre, llorando desgarradoramente, sintiendo cómo su alma era destrozada y moría por dentro. -¡c*******! ¡Lo habéis matado! –se enfureció James, yendo a por el policía que había disparado. -¡James! –una mano varonil se apoyó en el pecho del más joven de los Pilkington y lo echó hacia atrás. -¡Déjame! ¡Voy a matarlo! ¡Ha asesinado a Fergus! –gritó el menor, intentando zafarse del agarre. -James, James, vámonos de aquí. ¡Vámonos! –John tiró de su hermano, quien parecía una fiera. La gente ya se estaba dispersando, aterrada-. ¡Gabriel, ayúdame! –gritó al rubio que intentaba abrirse paso hacia ellos. -¡Os mataré a todos, hijos de p***! ¡Quemaré vuestras casas con vosotros dentro, malditos invasores! ¡Las quemaré hasta los cimientos! –continuó James increpando a los agentes, hasta que sus hermanos lograron llevárselo casi a rastras de allí. Unas horas después -Las autoridades dicen que la manifestación era una excusa para la causa de la república de Irlanda –anunció Gabriel, apagando la radio y pasándose una mano por el cabello rubio. -Tenemos que sacar a James de aquí. Será su objetivo, no van a dejar la mecha prendida, tú lo sabes –contestó John después de dar una calada a su cigarro y soltar el humo con total sensualidad masculina. -¿Cómo? -El Titanic. Ya os he comprado dos pasajes para Liverpool y otros dos en primera clase para el Titanic. En una semana estaréis rumbo a Estados Unidos –explicó con total tranquilidad el mayor, mientras el otro lo miraba atónito. -John… todo tu dinero… -comenzó Gabriel, haciendo que John se irguiese de hombros-. No podemos ir solos, te necesitamos. -Tranquilo, me haré con un pasaje para el barco –lo detuvo el moreno, dando por finalizada la conversación. Botica Macnair, tiempo actual La mente de Joanna estaba tan abierta que Cissy fácilmente podía ver esos recuerdos de hacía justo cien años.
  20. Emitió un delicado sonido parecido a un “mmm” cuando la vampiresa la repitió lo que quería. Subió con elegancia por los peldaños de la escalera plateada y fue bajando los botes que había en el estante superior con cuidado. -Más de cinco reencarnaciones –aseguró-. Puedes preguntar lo que quieras sobre ellas, incluso ahora mismo. No creo que a Pik le moleste escucharlo. Yo hubiera deseado tener sólo una, como tú –se irguió de hombros con cara de que eso no había podido ser-. Me parece buena idea –dijo respecto a experimentar con la rata, pareciéndole curioso que la vampiresa no quería saber nada de investigar con el hada pero no tenía ningún problema con hacerlo con el roedor-. Por cierto, creo que nos conocimos en la vida pasada que estaba rememorando, si no recuerdo mal. Mi nombre era John Pilkington III. Mi abuelo y Henry fundaron la compañía naviera White Star Line –contó mientras daba un poco de la poción a la rata con un cuentagotas del laboratorio.
  21. Artemis/Joanna Reacción a la última pregunta de la vampiresa, parpadeando y poniéndole carita de “¿Uhm? ¿qué me decías?”. -Perdón, recordé algo de una vida pasada. Más bien me recordaste a alguien que tenía también problemas con hacer daño a otro ser –confesó-. ¿Qué me decías? –preguntó, dándole a entender que no la había escuchado. Ante todo, sinceridad aplastante. Luego se recordó así misma hablar de nuevo con James para saber sobre el destino que había corrido Gabriel. Hacía cien años que no los había visto. Era un alivio que el pequeño de los hermanos se hubiera convertido en un vampiro. Pero la última vez que había mirado al mediado de los tres… No quería ni pensarlo. Esa noche había sido una pesadilla que no quería revivir. La misma noche que ella, en su vida pasada como John, había muerto. Había antepuesto la vida de Gabriel a la suya propia, pero la duda le asaltaba. ¿El rubio habría aceptado aquella decisión finalmente?
  22. Rodó los ojos ante la sorpresa de Cissy y pensó que la vampiresa no era peligrosa después de todo. Si ella hubiera sido convertida, habría sido una depredadora bastante cruel. -Por supuesto que voy a hacerlo. Ella solita se metió en el problema. ¿Prefieres comprar ingredientes, intentando ignorar de dónde proceden? –le devolvió, alzando una ceja al mirarla. Elevó un poco el labio superior de un lado al ver cómo la liberaba y no respondió, retrocediendo un poco más de un siglo atrás. 1882, Irlanda del Norte. -Quiero volver a casa –lloriqueó asustado un niño pequeño de cuatro años, cabellos castaños y ojos oscuros. -Sólo nos hemos perdido. No te preocupes, volveremos pronto –aseguró otro de siete años, rubio y de ojos marrones, mirando al mayor de los tres hermanos para que corroborase su respuesta. El niño de diez años, de rasgos exóticos, cabellos oscuros un poco largos e irises del mismo color que sus hermanos ni siquiera contestó. Era realista, probablemente tuviesen que quedarse toda la noche en aquel bosque. Ni siquiera sabían si estaban cerca de la ciudad. Habían salido a jugar y se habían alejado, retándose a ver quién se atrevía a estar unos metros más lejos. -¿John? –insistió el rubio. -No nos pasará nada malo –finalmente contestó. Sacó un Colt de cinco disparos y del calibre 36. Hacía sólo unas décadas que se había inventado y se había distribuido rápidamente por el Imperio Británico. John le había cogido el revólver a su padre. Escuchó un rumor y se fijó. Había un conejo que había saludo a alimentarse en cuanto el sol se había puesto. Le quitó el seguro al arma y apuntó. -¡No lo hagas! –le pidió su hermano James, lloroso. -Tenemos que comer –intentó explicar John con toda la paciencia del mundo. -No quiero que lo hagas. Por favor, no lo mates –rogó el pequeño. John buscó el apoyo de Gabriel, pero el mediano simplemente lo miró a modo de “después”. El mayor de los tres suspiró, le puso el seguro al Colt y se lo guardó de nuevo en la funda. -Descansemos un poco, luego seguiremos hasta casa –resolvió John. Acamparon y en cuanto James se durmió, salió a cazar. Asó la carne apartado del provisional campamento y luego la dejó cerca de James, quien no se había despertado. Se hizo el dormido y al poco el niño de cuatro años se despertó, alertado por el olor a comida. -¡Gabe! ¡John! Los seres del bosque nos dejaron comida –los despertó a gritos y miró ufano al mayor-. Te dije que no lo matases. Nos han dado las gracias –soltó James todo feliz.
  23. Artemis/Joanna ¡Zas! Una jaula cayó encima de la rata escapista, dejándola dentro. Luego miró al hada inmovilizada. Una sonrisa maquiavélica se asentó en sus carnosos labios rojos. -Hay sitio de sobra en la jaula donde está la rata que agrandó –dijo, tomando al hada y poniéndola entre rejas con el roedor-. Por cierto, Cissy, Pik, ¿sabíais que las alas de las hadas son apreciadas para hacer pociones? –comentó como quien habla del tiempo pero con toda la maldad del mundo-. ¿Creéis que podríamos experimentar con ese ingrediente en vez con nuestra traviesa visitante? –inquirió, ladeando una sonrisa. Y en el siglo XII a Aidan le preocupaba su bienestar estando al lado de vampiros. Ella resultaba más peligrosa cuando se lo proponía. Probablemente el hada hubiera temblado de no estar inmovilizada. Y posiblemente se estuviese arrepintiendo de haber molestado en el laboratorio.
  24. Había reído ante la respuesta de Pik sobre señalar hacia su cuarto. Siempre tan pervertido el demonio. Se irguió de hombros cuando Cissy preguntó; no tenía ni idea de si funcionaría. Iba a responder a su primo, pero la vampiresa se le adelantó y centró su atención en seguir las instrucciones de la cainita. Miró el libro con total curiosidad, pero realmente no se le ocurría nada para invertir el efecto. Finalmente, fue a sacar una rata. Pero entonces la soltó dejando escapar un delicado sonido de sorpresa. El roedor cayó al suelo tres veces más grande de lo que era. Miró alrededor y descubrió a una pequeña y traviesa hada, de rubios cabellos y vestido zarco, batiendo sus alas transparentes, totalmente divertida. -No es divertido –Joanna frunció el ceño al escuchar la risa tintineante del hada-. Cissy, Pik, atrapémosla. Servirá de conejillo de Indias. Mientras tanto, la rata gigante estaba a sus anchas por el laboratorio y daba la impresión de querer rescatar a sus compañeras.
  25. -No se trata de la cantidad, sino de la calidad. Estoy segura de que tienes suficiente experiencia como para haber pulido tus técnicas –apuntó la humana al escucharla-. No puedo prometer no hacerlo –contestó antes de irse, con aire divertido, sobre no destrozar. Cuando Cissy subió al laboratorio con los frascos, ya había comenzado a experimentar. Tenía varios ratones blancos, de cola larga y desnuda, correteando en jaulas individuales. Uno por uno los hacía memorizar el camino correcto por un laberinto, actividad en la que eran buenos aquellos roedores. Después les hacía olvidarlo. Tenía un tarro lleno de plumas azules y moteadas, de un pequeño pájaro que la comunidad mágica llamaba jobberknoll. Otro frasco contenía agua de río y en un tercero había agua de mar. -Probablemente haya una explosión, sí –dijo alegremente. En sus últimos años de vida, hacía siglos, había sido instruida en hacer pociones. Pero investigar siempre tenía sus riesgos-. Oh, gracias. Esos frascos los necesito. Flores de nenúfar y ocho ninfas de una efímera. Creo que la combinación con el agua conseguirá un efecto inmediato… o al menos eso espero –comentó antes de agarrar lo que necesitaba. Se había puesto guantes de dragón. Cortó los estambres de las flores primero y los echó en el agua del caldero hasta el límite del líquido. Luego comenzó a remover en sentido de las agujas del reloj, con fuerza, en cuanto se tiñó de un color anaranjado. Por cada vuelta echaba una ninfa. Al final agregó las plumas y esperó a que la poción adquiriese un tono verdoso pero transparente. En otro caldero hizo lo mismo pero añadiendo al final los dos tipos de agua, escuchándose un sonido como de explosión y saliendo una voluta de humo en el segundo recipiente.

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