En muchos casos todo lo que se estaba aportando era esperanzador para que el Quidditch volviese. El deporte mágico era algo que todo el mundo necesitaba. Era una forma de entretenimiento, una manera de pasarlo bien y de olvidar cualquier clase de problema. ¿Quién pensaría en sus problemas personales si estaba disfrutando de un espectáculo digno de admirar? Todos tenían que poner de su parte para hacerlo realidad. El australiano permaneció en silencio durante un tiempo, deseando seguir escuchando.
Le estaban provocando esperanzas, esperanzas de que todo volviese. Antes que jugador había sido un gran aficionado, así que seguramente animaría a cualquier participante. No podía negar que le tentaba la idea de volver a los terrenos de juego aunque fuese para un partido de exhibición, pero fue algo que solamente se imaginaba en su cabeza. Por tanto, le sorprendió cuando se lo ofrecieron. ¿Volver a jugar? Nada más que comprobó que esa posibilidad podía ser real emitió una amplia sonrisa.
—¡Cuenta conmigo! —exclamó. Daba su palabra de que podían contar con su presencia dentro del campo y que haría todo lo posible para que los aficionados se divirtieran. Como jugadores, era su obligación hacer que todo el mundo se lo pasase como nunca antes. Sabía que si lograban hacer que a los aficionados lo pidiesen a gritos, nadie podría evitar que el deporte acabase volviendo para quedarse. No se entendía el mundo mágico sin aquella clase de eventos deportivos.
—Venga, no seas tan ambigua. Apúntate... —dijo mirando para la mujer (Mica). —Tú misma has sido la que propuso armar equipos para no tener que utilizar exclusivamente jugadores profesionales, no puedes echarte atrás. —la animó. No sabía cuáles eran sus motivos para dudar, pero la idea que ella misma había dado le había dado gustado y era positivo para todos que jugasen tanto jugadores profesionales como aficionados. No era un partido de competición, aunque seguramente todo el mundo quería ganar. Además, una jugadora más, era un paso más para que todo se hiciera realidad.
Por si fuera poco, el lugar donde parecía que tenían más opciones de llevarlo a cabo le gustaba. Hacerlo en Roma sería especial, siempre había sido una ciudad que le había agradado y estaba convencido de que el lugar haría que todo resultase más mágico. Además, en un evento tan importante como la gala de San Valentín el número de magos y brujas que se encontrasen en aquella ciudad sería bastante amplío y estaba convencido de que todo tendría mucha repercusión.
—El Coliseo Romano sería genial, pero me preocupa que alguno de los participantes se tome muy en serio la historia del lugar y algunas de las blugders tenga más intenciones de matar que de arrebatar la quaffle al cazador. —comentó pensando en que él, salvo que no fuese posible, sería uno de los cazadores, de los encargados de marcar los goles. No tenía miedo, realmente esa posibilidad le parecía hasta divertida.