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David Augustus Lestrange

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Todo lo publicado por David Augustus Lestrange

  1. La noche es oscura y alberga horrores.

  2. —Esta mujer... —se lamentó moviendo negativamente la cabeza. Se estaba refiriendo a su hermana, que era una pésima influencia. Había acudido a la velada con la única intención de sacarla pronto de allí. En otras palabras, iba para ser la excusa perfecta con la que poder irse cuando le diese la gana. El problema es que fue escuchar que había subasta y querer quedarse. Suponía que su hermana tenía alguna clase de problema. Le encantaba organizar en eventos y fiestas, así como participar en ellos. ¿Por qué era eso un problema? Pues porque lo decía él, que era su hermano mayor y por lo tanto quien en la teoría tendría que mandar de los dos. Repetimos, en la teoría. Porque en la realidad su hermana no le hacía caso nunca. Era como hablar con una pared. Bien era cierto que tampoco era la clase de familiar pesado e insistente que la molestaba todo el rato, más bien al contrario, le dejaba mucho espacio. En su interior le gustaba que lo pasase bien siempre que quisiese. A fin de cuentas era adulta y sabía lo que tenía que hacer. Y, en principio, nunca había dejado desatendido su alto cargo en el Ministerio a causa de una celebración. Pero, por otro lado, la misión de todo hermano mayor era molestar. En todo momento, sin importar el motivo. Durante el tiempo que la subasta se estaba celebrando se mantuvo bien al margen, sin querer interrumpir, sin querer hacer o decir nada. Sin ser afectado por nada, ocultándose cuando la situación se tornó peligrosa. Atento a todo, pero al margen. En segunda línea. Parecía que aquello se había relajado, así que podía volver a mantener una conversación con su familiar antes de que hubiese algo nuevo que los interrumpiese. Se acercó, pues estos últimos minutos se había alejado para quedar en ese segundo planto tan deseado. No recordaba la última vez que había participado en una subasta, pero ya no gastaba los galeones con tanta locura como lo hacía en el pasado. Ahora su hermana no estaba sola, pero estaba con una persona que también era de su confianza. ¡Su madre adoptiva! —Por el dinero que has ofrecido por un paseo turístico por el coliseo romano, yo te hubiese dado un paseo turístico alrededor del mundo. —exageró. Claro que exageraría, pero eso era lo divertido. Estaba quejándose. —¿Quieres arte? ¡Yo te hago gratis un dibujo!
  3. En su espera, tarareaba una canción que no recordaba cómo se llamaba. Dentro de lo que cabe se estaba entreteniendo viendo las personas que iban de arriba para abajo por el Callejón Diagon. No había tantas personas como a otras horas del día, pero aquel lugar parecía que nunca moría. Siempre había algo interesante que hacer por allí. Pronto sus ojos se centraron en una persona que, sin lugar a dudas, se dirigía al mismo lugar que el mago. Cuando se acercó más fue cuando se dio cuenta de quién se trataba y emitió una sonrisa a modo de saludo viéndola acercarse. —Esta noche, eh. —repitió mientras la miraba arqueando ligeramente una de sus cejas. —No estarás insinuado que el resto de noches no me esmero... ¿verdad? —preguntó sonriendo con más intensidad. Solamente estaba bromeando. Sólo una forma de romper el hielo. Siempre se esmeraba por crear en cualquier situación un ambiente agradable y de comodidad. No estaba nervioso por su presencia, pero sí tenía una especie de cosquilleo curioso por ver qué ocurría. Le venía bien ampliar su círculo social así que esperaba que fuese una velada la mar de divertida. Estaba contento y agradecido por las palabras amables sobre su vestuario. Su seguridad en sí mismo era alta, pero a nadie le desagradaba recibir esa clase de elogios de vez en cuando. De hecho, desde ese momento había sentido como sus mejillas emitían más calor, pero esperaba que no fuese algo que se notase demasiado. La elección de ropa de su acompañante también había sido muy acertada. Estaba convencido de que llamaría la atención y no solamente por lo extravagante, sino por su belleza. Habría que ir pensando en entrar al interior, pero antes... —Sé que en el interior del negocio hay un museo... —empezó diciendo con calma, mirándola detenidamente. —Sin embargo, estoy convencido de que mis ojos no podrán apreciar una obra de arte más hermosa que la que tengo frente a mí... —terminó de decir, dejando escapar una sonrisa más amplía. Orgulloso de sí mismo ante tal ocurrencia, pues esa era su forma de devolverle el piropo con el que habían comenzado la velada. Tomó su mano y le dio un beso en la misma. Pues así era como debía de comportarse un caballero y más uno del Renacimiento. No tenía tanta memoria histórica como para poder confirmar que sus maneras de actuar fuesen esas, pero le gustaba pensar que sí, que era correcto. Se giró para ponerse de cara a la entrada y extendió un brazo para que, en caso de que quisiese, ella pudiese agarrarse y así entrar a la par. Juntos. —Dime, mi Lady... ¿Preparada para adentrarnos en el peligroso mundo que nos espera tras cruzar la puerta? —cuestionó. Sólo era la entrada a una fiesta en un negocio normal y corriente, pero había que darle emoción a la situación.
  4. —Mejor de lo que esperaba, no queda mal. ¿Cuánto dices que ha costado? —preguntó a su elfo doméstico mientras se miraba al espejo. Observando la ropa que había tenido que comprarse para poder acudir de forma adecuada a la invitación que le habían hecho. —No importa. Le diré que me lo pague, a fin de cuentas me lo he tenido que comprar por su culpa. —comentó interrumpiendo a su sirviente, refiriéndose a su hermana. Seguro que la idea de hacer la fiesta con temática Renacentista había sido suya. Estaba sorprendido con el buen ojo del elfo para la ropa. Por mucho que ver su imagen en el espejo durante minutos le resultase de lo más confortable del mundo, tenía que ponerse en marcha si no quería llegar tarde. Estaba contento de que dos de sus familiares se uniesen para abrir un negocio, esperaba que tuviera mucho éxito. La idea era buena, era genial tener un lugar en el que poder volver a vivir con ilusión esos cuentos que les contaban a los niños de pequeños. La Fábula de los Tres Hermanos era su preferido, en algún momento de su vida había soñado con poder hacerse con esos objetos descritos en el libro, pero era una idea que se había quitado de la cabeza. Se sentía cómodo con su ropaje. Se preguntaba si tendría que empezar a usar expresiones típicas de otra época, pero alguna seguramente que dejaría escapar aunque solamente fuera por lo divertido que sonaría escucharlas salir de su boca. Se guardó la varita y se puso en marcha. Muchas veces uno iba a la fiesta sin saber aún qué clase de personas encontraría y si lograría mantener alguna conversación interesante con algún presente. Por fortuna, esta vez no acudía solo. Estaba acostumbrado a ir de forma individual a muchos eventos, pero esta ocasión sería una de esas pocas excepciones. —Esto es genial. —murmuró con una sonrisa mientras caminaba por las calles del Callejón Diagon después de que una persona girase el cuello para mirarle. No era la primera persona que lo hacía. Dado el vestuario que llevaba a más de uno le había llamado la atención y estaba encantado con esa circunstancia. Le gustaba ser el centro de atención aunque fuera por un par de segundos. Se preguntaba si a los demás invitados les había sucedido algo similar de camino a la fiesta. De todas formas imaginaba que no podía haber demasiadas personas aún, iba muy puntual. Raro en él. Se encontró delante de la entrada al establecimiento, pero no entró. Ahí en la puerta esperaría a su acompañante para entrar a la vez. Todo esto asumiendo que había sido el primero en llegar.
  5. Se sobresaltó. Esperaba su llegada, pero no que lo hiciese de forma tan repentina. Dejó escapar una sonrisa, haberse asustado le había hecho gracia. La sonrisa se amplió cuando se fijó más en la persona: ¡Era la famosa jugadora! Sobraban las presentaciones. Mantuvo la serenidad, pero por dentro estaba extrañamente emocionado. Se sentía como un niño pequeño. Como si se tratase de un collar, llevaba sujetada al cuello una cámara fotográfica mágica que había adquirido años atrás pero a la que no le había dado mucho uso. La sujetó, apuntó a la bruja y sacó un par de fotografías. Podría ver siempre que quisiese ese intento de sonrisa por parte de la jugadora. No era la primera que le sacaba una, pero sí era la primera que lo hacía desde tan cerca. En el terreno de juego siempre se encontraba en una posición más alejada. —No está mal, de algún modo pueden llegar a recordarme a los colores de Beauxbatons. —comentó en lo referente a su vestuario. No se le había ocurrido una mejor vestimenta con la que presentarse allí. Estaba como un fan de verdad. También hubiera estado bien ir directamente con una túnica oficial del equipo, pero tampoco era su intención parecer un fan demasiado fanático. —Tengo un mapa. Con esa última respuesta trataba de decirle que no le había costado llegar hasta allí. No mentía. Era muy difícil que el caballero saliese de su casa sin su valioso Mapa del Merodeador, ese que le acompañaba desde hacía muchísimos años. Cuando estaba perdido, cuando necesitaba volver a encontrar el camino no dudaba en utilizarlo. Soltó la cámara y se metió las manos en ambos bolsillos, sacando de ellas un gran número de pergaminos. No sabría decir cuántos, pero superaban la docena. —Mira lo que me han dado para ti. —se acercó un par de pasos a la mujer para entregárselos. Eran similares a las cartas que le había enviado, pero esta vez se lo había pedido a los elfos domésticos de la familia. Les había pedido que le escribiesen palabras de ánimo como si fuesen verdaderos fans. Quería hacerla creer que detrás de ella estaba un séquito de seguidores. —No sé si lo sabes, pero soy el presidente y fundador de un club de fans en tu honor. Tu club de fans —y único miembro, pero tampoco había que ser estrictamente sincero. Espero ver alguna reacción por su parte. ¿Se lo esperaba? Deseaba que no le pidiese ninguna prueba de la veracidad de sus palabras, la idea de abrir el club había sido una decisión tomada no hace mucho tiempo. Lo único que tenía era escrito en un pergamino que él era el presidente. No sabía muy bien cómo funcionaba eso de los clubs de fans, pero iría aprendiendo con el tiempo. Era una gran responsabilidad. Desde el primer momento no había perdido la sonrisa, estaba feliz. Se sentía cómodo. Que pareciese ser una mujer sencilla y que no tuviese, en apariencia, aires de grandeza le gustaba. Pero no estaba allí solamente para mantener una conversación agradable con su ídolo. Tenía cosas que contarle y no había tiempo que perder. —Como imaginará, tenemos cosas de las que hablar. ¿Podemos ir a algún sitio más cómodo? —preguntó, quería sentarse y plantearle un par de cuestiones beneficiosas para ambas partes. Esperando su respuesta volvió a meter la mano en el bolsillo deseando que aún quedara algún trozo de papel por pequeño que fuese. Uno donde pudiera firmarle un autógrafo.
  6. El Quidditch siempre había sido una de sus grandes aficiones, uno de esos pasatiempos que le permitían distraerse durante horas olvidándose de cualquier preocupación que pudiera existir. Ver partidos, leer crónicas deportivas, imaginarse volando en escoba en un estadio lleno de gente… De una forma u otra ese deporte había conseguido que muchos minutos a lo largo de su vida pasasen tan rápido que ni se diese cuenta. Con las consecuencias buenas, pero también malas, que eso podía tener. El problema a estas alturas de su vida era que ningún equipo le despertaba especial interés. ¿Qué más le daba que ganase uno u otro? Tenía conocidos en algún equipo, pero esos lazos no parecían suficientes como para decantarse a ser seguidor. Así que un día fue al estadio a presenciar un partido con un objeto que cobraría mucha importancia: un dado poliédrico. Con catorce caras, ese dado especial le ayudaría a elegir a un jugador del cual se volvería completamente fan. El jugador se convertiría en su ídolo. Dejarlo todo al azar parecía una idea divertida. Lanzó los dados y la fortuna quiso que saliese el número 1, número destinado al guardián del equipo local. Eso significó que desde ese momento la guardiana que protegía los aros del equipo local sería la que se llevase toda su atención. Desde ese mismo momento, por supuesto, comenzó a animar al equipo para el que ella jugaba. Así comenzó una historia, de la forma más tonta posible. Ese día no se esperaba la importancia que cobraría todo aquello. Según pasaban los días, las semanas y los partidos, eso que empezó como una tontería para poder tener algo a lo que animar, se volvió real. No puede negar que al principio todo aquello era demasiado superficial e incluso hipócrita, pero con el paso del tiempo se convirtió en un auténtico seguidor. Se emocionaba con cada parada, sufría con cada fallo, celebraba cada victoria y hasta pensaba en cánticos que poder dedicarle. Por las gradas buscó a otros seguidores de la guardiana, pero no acababa de encontrar a ninguno que se pudiera considerar tan fan como él. Eso lo hizo sentirse mal por ella. ¡Se merecía un club de fans! Así fue como comenzó a escribirle lechuzas con distintos pseudónimos con la idea de que la mujer pensase que detrás de ella estaba un séquito de seguidores que la apoyarían hiciese lo que hiciese. En algún momento empezó a verla como aquel amor platónico e imposible que todo el mundo tiene. No sufría con la idea de que las películas que se montaba en su propia cabeza no se cumpliesen nunca, en ese sentido podía decirse que era un hombre con los pies en el suelo. Pero la fortuna quiso que lograse tener una conversación con ella. Y ahí iba, dirección al lugar donde sabía que iba a encontrarla ataviado con una elegante túnica del mismo color que las túnicas que usaban los jugadores del equipo de Yaxley. Se quedó parado en el comienzo de la propiedad Black. La atmosfera que rodeaba el lugar era de oscuridad. Aquello no lo asustaba, pero teniendo en cuenta que tendría que llegar hasta la colina donde estaba el Castillo y el camino no parecía precisamente sencillo o acogedor, prefirió quedarse ahí esperando. Avisó a su elfo doméstico para que de alguna manera le dijese a la mujer que estaba en la zona, preparado para verla. Esperando que ella fuese a su encuentro.
  7. Nada contiene más magia que los colores que tiñen nuestra realidad cuando llega el otoño.

    1. Darla G Dumbledore

      Darla G Dumbledore

      no sé, para mí es otra excusa tuya para desaparecer: me voy a la magia de España... 🙄

  8. Sería un buen vidente, no me cabe ninguna duda.

    1. Mefistofeles Evil

      Mefistofeles Evil

      Si no cabe duda pues que duda se vaya en taxi...xDDDDD

    2. Mica Gryffindor

      Mica Gryffindor

      Vidente? y qué anda viendo? XD

       

    3. Kahlan Blackthorn

      Kahlan Blackthorn

      No termina Parsel y quiere ser Vidente jajajaja 

  9. —¿Acaso puede haber algo más importante que estar con usted, mi lady? —preguntó haciendo una leve inclinación de cuello, simulando una pequeña reverencia como si estuviera ante una persona de las más importantes realezas. Sólo hacía el tonto, típico en el Dumbledore. Lamentaba que el resto de sus familiares hubiesen preferido estar en otros asuntos que haciéndola compañía, pero al mismo tiempo se alegraba. Así podía mantener una corta conversación a solas con la Ministra. Le dio un pequeño sorbo a su champagne mientras la miraba directamente a los ojos, encogiéndose de hombros ante sus palabras. Se le había ocurrido una pequeña idea. Realmente, era una solución demasiado obvia pero a la que su hermana parecía no haber llegado nunca. —Sabes que puedes estar sin estar... ¿no? —cuestionó bajando la voz, tampoco era plan de que alguien pudiera escuchar lo que le estaba sugiriendo. Desde luego, no era la mejor influencia que una persona como ella pudiera tener. Pero así es la familia, uno no puede elegirla. La sanguínea, la adoptiva sí que se puede elegir. —Vamos, tenía entendido que eras buena en pociones. Seguro sabes que poción puede hacer que estés aquí, sin estarlo. —le guiñó el ojo derecho esperando que le entendiera. Evidentemente se estaba refiriendo a la poción multijugos. Alguien podía tomarla y hacerse pasar por ella mientras disfrutaba del tiempo para sí misma. No pudo evitar soltar una carcajada sabedor de que realmente no podría odiarle aunque quisiera. Podía intentarlo, pero fallaría. Se hacía querer. —¡Vamos! ¡Venga! Pon todo tu odio en mí. —le retó sin quitarle la mirada de encima. —Pero... ¿sabes que del odio al amor hay un paso? ¿O era al revés? ¡Qué importa! Acabarías amándome —volvió a reír y le dio un golpecito cariñoso con su dedo índice en la nariz de la política. Hasta el momento se lo estaba pasando bien, le era divertido compartir tiempo junto a ella. Bien es cierto que seguramente no lo hacía tanto como debería. Ante la mirada de desafío que puso, el caballero solamente respondió de primeras arqueando su ceja izquierda. ¿Hablaba en serio? —¡Es verdad! No recordaba que el cambio climático había secado nuestro agua. —empezó a dramatizar. —¿Dónde podríamos nosotros como franceses disfrutar de una maravillosa noche a la orilla del mar sino es en Italia? —siguió con un tono de voz apocalíptico, como si el mundo se acabase. Córcega y Niza eran solamente dos ejemplos de lugares mucho mejores. Era obvio que el argumento no le había convencido. —Boba. —dijo sonriendo de nuevo. La idea de que pudiera haber una subasta le animaba. Eso podía ser divertido, pero... ¿habría una subasta seguro o era un intento de la mujer de convencerlo para quedar un rato más? Pronto lo descubriría. —Pues quédate, pero yo me voy. —replicó. Posó su copa donde pudo, se dio la vuelta y comenzó a caminar muy lentamente. A cada paso giraba su cuello y miraba para atrás con una sonrisa juguetona, quería que su hermana lo parase, que lo detuviera. ¿Lo haría? Esperaba que sí. @ Ada Camille Dumbledore
  10. Una amplía sonrisa iluminaba su rostro al contemplar directamente a su hermana. Era el principal motivo por el cuál había acudido allí, pero seguramente no el único. Siempre hay ocultas más cosas de las que parecen a primera vista, en todo momento hay misterio y secretos que hacen del mundo un lugar más interesante. —Para haber venido con tu familia... —giró su cuello a izquierda y derecha para mirar alrededor. Había personas por la estancia, evidentemente, pero no había nadie lo suficientemente cerca como para poder afirmar que no estaba sola antes de la llegada del francés. —Te has quedado muy sola. ¿Qué les has hecho? —preguntó con curiosidad, seguramente nada. Era normal que en esa clase de eventos la gente empezase a separarse y a mantener conversaciones con personas con las que no se ve todos los días. Hablaba como si él estuviese al margen, pero no. Fleamont era un miembro más de la familia Dumbledore. Se encogió de hombros y una sonrisa pícara se esbozó en sus labios. Iba a ser ligeramente malvado, pero sólo era humor. —Ya te lo he dicho, no me gusta venir cuando vosotros. No quiero que sepan que somos familia. —hizo una breve pausa. Aquello no iba en serio, pero le agradaba molestar a su hermana siempre que tenía la más mínima oportunidad para hacerlo como era en ese momento. —Debo admitir que me da vergüenza, sois raritos. Pero os quiero igual, ¿eh? —sonrió. A decir verdad, no podía afirmar con toda seguridad de que eso no fuese cierto. A excepción de su hermana, no socializaba demasiado con el resto de sus familias. Aún así, si alguno de ellos le necesitase posiblemente le acabase ayudando. No seguro, sí posible. Le ofreció la mano para que le chocara los cinco. No era el saludo más cariñoso, tampoco el más elegante pero estaba bien variar. Ya había otras situaciones donde podría abrazarla. —¡Por supuesto que no! Si solamente quisiera tomar una copa contigo, me esperaría en casa —pero no iba a dejar pasar la oportunidad de tomar algo con ella. Así que instantes después de que brindaran con las copas, le dio un trago a su champagne. ¡Delicioso! —He venido porque temo que gastes tu dinero, el dinero de la familia o el dinero de los franceses en esta gala. Hay muchos problemas en Francia, hay muchos problemas en Reino Unido, ¿por qué tenemos que preocuparnos de lo que quieran o de lo que preocupe a los italianos? —quiso saber sin levantar demasiado la voz, sin tan siquiera conocer el fin de aquella velada. —En otras palabras, vengo a secuestrarte salvo que me des una buena razón para que nos quedemos. @Ada Camille Dumbledore
  11. Se atavió con un elegante traje azul. Acudiría a una Gala de Beneficiencia, pero era mejor que nadie le preguntase las motivaciones que lo llevaban hasta allí porque no estaban claras. ¿Aportaría galeones o algún clase de bien a la causa por la que estuviesen recaudando? La respuesta era negativa. Tampoco le importaba demasiado el saber para qué necesitaban el dinero, últimamente podía decirse que había estado viviendo al margen, alejado de cualquier problema que pudiera afectar al conjunto de la sociedad mágica. Si la cosa se complicaba demasiado su opción era sencilla: largarse. No por falta de valentía, de eso iba sobrado. Simplemente no había muchas guerras por las que quisiese combatir en esos momentos de su vida. Sus conocimientos acerca de Italia, país que había promovido todo aquello, no eran demasiado grandes. Desconocía la escuela mágica a la que acudían los niños italianos, no podía decir ninguna criatura mágica nativa del país y tampoco podía presumir de saber el nombre de algún mago o bruja famoso. Sin embargo, sí que tenía más sabiduría en los referente a lo muggle. Como gran aficionado a los automóviles, sabía que el país era uno de los mejores del mundo en la fabricación de esa clase de vehículos. No, no eran tan emocionantes como volar en escoba ni tan rápidos como aparecerse o un traslador, pero de vez en cuando recorrer las calles subido a una de esas máquinas tenía que ser una sensación maravillosa. Realmente sí que tenía un motivo para ir. Le había comentado uno de los elfos domésticos de su familia que su hermana, así como otros miembros de la misma, acudirían. Sabía que llegaba tarde, posiblemente fuese uno de los últimos en aparecer por el lugar, pero como solía decirse; Mejor tarde que nunca. Algunos rumores le habían llegado a sus oídos acerca de la familia que organizaba todo aquello y sin duda la mayoría de lo que escuchó le pareció interesante. La locura siempre había sido un atributo que respetaba y que incluso valoraba, ¿quién podía aburrirse cuando a su lado había alguien con una pizca de locura? Sólo faltaba ver si aquello era verdad o meros cotilleos sin fundamento. Entró en el Castillo. Pronto empezó a ver a un gran número de personas, algunos eran rostros conocidos pero la mayoría eran completamente nuevos para el caballero francés. Un buen número de invitados estaba manteniendo conversación en grupos bastante reducidos, pero tampoco prestó mucha atención a esa circunstancia pues estaba buscando a alguien en concreto. Pensó que le sería más sencillo, pero tardó en ver el pelo castaño propiedad de su hermana. Se acercó a ella con una leve sonrisa. Tenía alguna que otra cosa importante que decirle, pero como solía ser costumbre en el mago, no iba a dejar pasar la oportunidad de gastarle una pequeña broma. Agarró, antes de nada, una copa de champagne de las que iban ofreciendo. —¿Has venido para regalar el dinero de los franceses a otras causas? —cuestionó sin esperar respuesta. Hiciese lo que hiciese, confiaba siempre en el criterio de Camille. —Quería comentarte que lo tengo todo bajo control. Es decir, si quieres quedarte aquí toda la noche puedes. Tú no te preocupes por nada. Disfruta de la velada por los dos. Tú quédate. —empezó a decir. Por alguna razón aquello que había dicho le parecía muy divertido porque comenzó a reír levemente.
  12. Sabía que su madre adoptiva era propietaria de, entre otras cosas, un negocio situado en el Callejón Diagon. Aprovechando su estancia en el Reino Unido, consideraba una buena oportunidad pasar a hacer una visita y ver qué se encontraba por allí. Sería la primera vez que acudiría, no sabía lo que podía esperar. Como hijo, parte de su responsabilidad era asegurarse de que todo marchase bien y de que los clientes que hubieran disfrutasen de la estancia. Era importante que la mujer que lo había acogido en su familia triunfase y ayudarla en lo que le fuese posible era una forma de agradecer el cariño. La dosis familiar para esa velada no terminaba ahí. Más allá de ir a conocer una propiedad de su familia adoptiva había acordado encontrarse con su hermana para estar juntos un rato y disfrutar de aquello que Hell MooN pudiera ofrecer. Las paredes de mármol blanco con pequeñas venas en escalas grises pronto aparecieron frente a sus ojos azules, señal de que estaba llegando a su destino. De las pocas cosas que sabía con anterioridad era que allí iba a poder disfrutar de un buen trago. Todavía no había decidido qué iba a beber, pero se aseguraría de pensarlo bien antes de pedírselo a uno de los empleados. Estaba a punto de abrir la puerta para entrar, pero se lo pensó dos veces. Había llegado con bastante anterioridad respecto a la hora acordada, por lo tanto estaba convencido de que Camille todavía no había llegado. Debido a esa circunstancia decidió quedarse al lado de la puerta que daba acceso. Su intención era esperarla para entrar juntos y de paso poder abrirle la puerta como un caballero. Sabía bastantes cosas sobre su hermana —como era lógico por el lazo que les unía— y entre esos datos se encontraba el saber que le gustaba la caballerosidad. Podría estar equivocado, por supuesto. También comete errores. Pasó sus brazos por detrás de su espalda y se agarró las manos esperando con paciencia su llegada. Un pantalón y una americana de color azul marino y, un cinturón marrón y unos zapatos de color marrón eran el vestuario elegido para ese día.
  13. El caballero francés recorría las calles de Londres con lentitud, pero elegancia. Maravillándose por los escaparates que había a su izquierda y derecha, caminaba en la búsqueda del negocio... ¿familiar? Desconocía cuál era el propietario, pero llevaba su apellido. Se resistía a las ganas de parar en alguna de esas tiendas que parecían pedir a gritos con sus productos que gastase sus galeones. Por fortuna, muchas se encontraban cerradas y la tentación era menor. La noche comenzaba a ganar protagonismo, la hora en la que los lugares más codiciados y visitados eran los bares, los restaurantes, los pubs... Un llamativo letrero le hizo levantar la mirada y darse cuenta de que había llegado. Con un vestuario sencillo que consistía en unos pantalones blancos, una camisa con botones del mismo color y unos zapatos marrones recorrió los metros que le separaban de la entrada. En su mente estaba la idea de tomarse una copa tranquilamente, mantener alguna conversación interesante y volver a casa para dormir plácidamente. Nada más que las puertas dobles se abrieron se dio cuenta de que eso iba a ser imposible. ¡Estaba a rebosar! ¿Por qué había tanta gente? Pensó que no debería ser complicado encontrar a alguien con quién charlar. ¿Qué fue lo primero que hizo al llegar? Preguntar a uno de los trabajadores si algún Dumbledore se encontraba por allí. Un leve movimiento de cabeza le indicó que sí. Un par de palabras le aclararon que se encontraba su hermana la que estaba en el lugar. Debido a eso su prioridad cambió. No tenía tanta prisa por pedir una copa, lo primero era saludar a la mujer. Estaba en un salón VIP y posiblemente el Templario interrumpiría alguna clase de reunión interesante, pero no podía estar en el mismo lugar que su Ministra sin siquiera dignarse a dedicarle una sonrisa. Ante todo estaba la educación y los buenos modales. Y... ¿por qué no decirlo? Le apetecía verla. Al entrar la vio acompañada de otra mujer a la que dedicó un educado gesto con la cabeza. Centró su mirada en Camille, en el lugar donde estaba sentada y tras hacer que la distancia entre ambos desapareciera, le dio un fuerte abrazo pasando sus brazos por detrás de la espalda de la mujer. El tiempo que duró el abrazo fue suficiente como para que pudiera inhalar el aroma de su perfume. Tras eso, se separó mirándola con una amplía sonrisa. Agradecía el silencio que había allí en comparación con la sala anterior. Se escuchaba una música, pero no tanto jaleo. —No quiero molestar demasiado, sólo pasaba a saludar. —comentó a su hermana, mirando también a la acompañante a la que juraría haber visto con anterioridad en algún lado. —Vengo a tomar una copa, pero cuando escuchen gritos y magos gritando hechizos sin parar es que ya he bebido más de la cuenta. —bromeó. No era un hombre que se emborrachase así porque sí y menos en un lugar público.
  14. Quiero ir al Callejón Diagon. ¿Hay algún negocio que necesite visitantes? ¿Alguna personita que necesite compañía? 

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    2. Ada Camille Dumbledore

      Ada Camille Dumbledore

      Su familia tiene un local llamado Dumbledore's Nigth, alla puede ir señor Fleamont 

    3. David Augustus Lestrange

      David Augustus Lestrange

      ¡Por supuesto, Juliette! Posiblemente no encontrarás guía turístico que sepa peor el recorrido, pero... ¿y lo bien que lo pasaremos sin saber a dónde vamos? Todo el mundo necesita aventura (?)

       

      Tú no sabes nada, Juv Snow. Necesito una rival a mi altura, no una serpiente de pantano xD

       

      Yo voy a visitarte. ¿Tienes un negocio, madre? ❤️. Juraría que sí, pero no recuerdo el nombre.

       

      ¿Conoces a mi familia, Camille? Por allí me pasaré. 😇

    4. Malum Luxure

      Malum Luxure

      Hell moon es mi local hijo

  15. Decir perdido es quedarse corto.

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    2. Maida Black Yaxley

      Maida Black Yaxley

      Viene por elecciones? por rol? por vida cibernética? xD

    3. Darla G Dumbledore

      Darla G Dumbledore

      Totalmente corto querido, pero parece que funciona las llamadas mentales porque hoy te iba a escribir y luego tuve que ir al hospital por una amiga y me re colgué >.<

      Espero que andes bien disfrutando del final de tu verano 😉

    4. Kahlan Blackthorn

      Kahlan Blackthorn

      Apareció el cometa Haley (Fleamont) jajajaja. Pronto tendrás que pagar tus deudas, Potter xD 

  16. ¿Algún rol donde se pueda entrar? O... ¿alguien quiere rolear? Se me ha olvidado hasta cómo se hacía.

    1. Darla G Dumbledore

      Darla G Dumbledore

      Podrías llegar tarde a la cena conmemoración de la 232 revolución francesa, es de tu hermana o ya no más?

      y la Dumbledore creo que están haciendo fiesta o algo, mala mía, no me siento muy parte de la familia últimamente iba a pedir la baja xDD pero sí noté que hay mucha acción

      también hay una celebración de la primer liga de Quidditch, te podrías unir a la 2°

    2. Ada Camille Dumbledore

      Ada Camille Dumbledore

      🤦‍♀️Fleamont de los ángeles... Ve al CMI, asi como mi amada tía lo dice, allá te esperamos en la cena. 

       

       

      Y en tu casa hay una fiesta bastante interesante he de decirte. No tenes que preguntar si ir o no, es tu hogar, siempre estas abiertas la s puertas para ti

  17. Nick: James Fleamont Potter Número de ID: 111240 Link a la Ficha: https://www.harrylatino.org/forums/topic/89335-ficha-de-david-james-dumbledore/
  18. Si tienes que preguntar, nunca lo sabrás. Si lo sabes, sólo necesitas preguntar.

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    2. Darla G Dumbledore

      Darla G Dumbledore

      *manoseada* 😮:blush:

      Oigaaaaa 

      Y usted no me defiende... Jum...

       

       

       

    3. Dana Gryffindor

      Dana Gryffindor

      cagando estados desde tiempos inmemorables... xD

    4. Darla G Dumbledore

      Darla G Dumbledore

      yo solo venía a corregir a David, tú que andas alzada u.u

  19. ¿Por qué James Fleamont no acude de forma habitual a su casa? La respuesta es sencilla, cuando se acerca por la propiedad tratan de asesinarlo. Sí, su propia familia. Sí, su propia hermana. Su único delito, su pecado, es quererlos más que a su propia vida. Evidentemente, nadie que conozca bien al joven sabe que eso es verdad pero cuando lo dice en voz alta suele sonar muy convincente. Una de sus grandes habilidades es la manipulación, conseguir engatusar con sus palabras y con sus acciones y, por supuesto, es algo que suele usar a su favor. —¡Merlín! Es como si el Expreso de Hogwarts, el Autobús Noctámbulo y una manada de centauros me hubiera pasado por encima... —se quejó después de caer de espaldas al suelo, siendo derribado por la señorita Camille. Exageraba, quería ser dramático. No había sido para tanto. El ataque lo había sorprendido y lo había derribado, se había caído de espaldas pero sin hacerse daño. La mujer se había caído encima de él, parecía que su estrategia de ataque no había sido muy bien pensada. Pero la verdadera pregunta era, ¿por qué lo había atacado? Podría haber sido una muestra demasiado afectiva de cariño, pero esa opción quedaba descartada cuando preguntó si era Fleamont. Desde el suelo miró directamente a sus ojos, observando al mismo tiempo que había levantado una de sus manos. Al caballero se le escapó una sonrisa, era demasiado risueño, se lo pasaba bien en casi cualquier situación e incluso aquello le estaba pareciendo más divertido de lo que admitiría. Cerró los ojos mientras recibía los besos de su hermana, como si eso fuese a servir para que la perdonara fácilmente. —¿Vas a darme un puñetazo? ¿No es suficiente lo que has hecho? —arqueó una ceja. Al menos la luz de la Luna y de las estrellas era suficiente como para distinguir algunas cosas como su identidad, de lo contrario sí que se hubiese asustado por el ataque. —Luego te preguntarás las razones por las que no vengo a verte, ¿eh Camille? —preguntó de forma retórica mientras apoyaba su cabeza sobre el suelo y se relajaba. El corazón le latía a mil por hora, uno no se espera esa clase de cosas por la noche cuando está caminando por los jardines de su hogar. Pensaba quedarse ahí tumbado mirando a las estrellas un rato. Ya se había manchado el traje que llevaba, ¿qué importaba un poco más o un poco menos? Además no podía levantarse, tenía a su hermana encima abrazada a él. Mientras esperaba que la francesa tomase la palabra pensó en lo curioso que le parecía todo lo que había sucedido desde su llegada. ¿Qué sentido tenía que la Ministra hubiese actuado de esa forma? ¿Acaso consideraba que había alguien peligroso en la zona? Y en caso de que sí... ¿por qué no había utilizado su varita? Fue entonces cuando se dio cuenta. Empezó a reírse. —¿Te has lanzado como una muggle porque no tienes tu varita? —su carcajada fue en aumento. ¡Qué boba! Se vengaría de ella. Continuaba riéndose cuando algo en su cabello llamó la atención del muchacho... ¡Era la varita! Haciendo como que jugaba con el cabello de su hermana se la quitó disimuladamente esperando que no se diera cuenta. La abrazó fuerte contra sí mismo para distraerla en el tiempo que utilizaba para guardarla, también sigilosamente, en su bolsillo y al lado de su propia varita. Aquello iba a ser divertido. —¿Te ayudo a buscarla? —preguntó inocentemente con una sonrisita maliciosa.

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