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Xell Vladimir Potter Black

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Todo lo publicado por Xell Vladimir Potter Black

  1. Sagitas me puso una cara de derrota que me enterneció. Tanto tiempo esperando encontrar información de aquel bichejo y ahora no podía leerla. - ¿Cuántas lenguas sabes, tía? Estaba segura que muchas, era una mujer muy activa y una vez contó que había estado en muchos países diferentes. - Déjame ver.. Esto es una lengua... rara, sí... Mis idiomas eran muy limitados, con lo que no distinguía la lengua en que estaba escrita, pero no era occidental, de eso estaba segura. - Tía, estoy pensando... ¿Y si miras en el área de diccionarios? Seguro que encontramos alguna pista del idioma en que fue escrito. ¡Ay! Grité al sentir un tacto viscosa en la mano. Una trompa salía del libro y me la estaba babeando. - Puaj, qué asco. ¿Seguro que no es un elefante normalito, tía?
  2. OFF: Papiiii, yo también te quiero. ON: Me puse a reír, la cara de tía Sagitas era tan... incrédula. No se podía creer que me hubiera burlado de ella. - ¿A que sabe mal? Pues deberías aprender a no burlarte, porque donde las dan las toman. Sagitas puso cara de cotricción y me arrancó una gran sonrisa. - Yo tengo mucho sentido del humor, tía... Bueno, vale, no pasa nada. Veo que encontraste el libro. ¿Me dejarás leerlo? Papi se acercó a nosotros y nos dio un par de besos. Le abracé con fuerza, despertaba en mí un sentido de protección a su lado, junto a Reena, a quien echaba mucho de menos. - Serías un gran sacerdote, papi. Que tengas un buen día, papaaaaa... Él ya salía y me dio algo de pena. Kevin era una buena persona, no se merecía tener una hija tan diableja como era yo. Me volví a Sagitas. - ¿Qué dice el libro sobre los eliofantes?
  3. ¿Ella me decía que no gritara? Pero si unos instantes antes había perseguido un libro y había roto una pared, creando una nube de polvo? Hice un mohín gracioso con la boca, burlándome de ella. Pero ahora me tocó ponerme a la defensiva. ¿Eso tenía que hacer para ser sacerdotisa? Sin comer ni beber, cortarme mi trenza rubia... Descalza... Retrocedí un paso y suspiré. Agarré mi pelo y lo toqué con cariño. ¿Sería capaz de cortarme mi pelo amarillento para ser sacerdotisa? Después me di cuenta que me había hecho una broma. - Tía, a veces eres cruel - le dije, con pena. - No te das cuenta que asustas. Por eso la gente te critica, porque haces bromas con cosas que son sagradas. Me di media vuelta y la dejé allá en lo alto. Iba a ver si había más clientes que atender o arreglaría estantes de libros, mientras se me pasaba el susto.
  4. Me sentí algo decepcionada. - Ohh, ¿ya lo habías visto? Y yo que pensé en darte la sorpresa... Pero entendía que Reena se lo hubiera enseñado antes, ellas dos estaban muy unidas y se consultaban todo. Seguramente le había pedido opinión antes de hacerlo. - ¿Te... gusta? - le pregunté, para saber su opinión. Me sorprendió que me preguntara lo del nombre. Me había dado cuenta al instante de que no estaba bien puesto. Iba a decirle que era un error y que le diría a Reena que lo corrigiera cuando me lo explicó. Puse cara de boba. - ¿Hermana? Y cuando lo entendí, solté tal grito que la trompa de elifante que asomaba bajo la pierna de Sagitas se escondió en el libro. - ¿De verdad soy ya sacerdotisa? ¿Ya no soy novicia? ¡¡VIVAAAA!!
  5. Los gritos de alegría aún resonaban en el lugar. Sentí algo de miedo. Era tan impulsiva... Quería ver por mí misma lo que había hecho allá arriba. Pero Taga me tendía algo y no estaba segura de que era. - ¿Qué es ésto, Taga? Lo abrí y puse una cara de... ¡Ooooh! Pero si era un poster precioso... ¡La Hermana Quisquillosa! ¡Era un regalo de Reena! - Pero el nombre es en plural, Taga... La elfina no le hizo caso y le dijo un Felicidades que la dejó muy pensativa. - Espera, espera, dile a mami que la quiero... Pero desapareció antes. Apreté el poster y corrí por las escaleras. Taga no diría nada pero estaba segura que mi tía entendería aquello. - Tía Sagis, tía Sagis... Mira... Y le tendí el poster para que lo viera.
  6. Solté una risita con lo que decía Eledhwen. Era cierto, aquellos globos eran encantadores. - Ay, a mí me encantan los globos de la tía, Eledhwen. ¿No los conoces? Ah, claro, hace poquito que has entrado en el departamento. Pues te aconsejo que entres a Dirección cuando ella no esté, ya verás qué divertidos que son - le dije en un susurro y a la oreja. - ¿Te quedan muchas por hacer? Yo tengo pendientes también, en cuanto tía Sagitas termine de gritarme seguiré por el camino. ¿Gritarme? Si la pobre tenía una paciencia enorme. A veces le poníamos una fama que no se la merecía. - No te preocupes, prima, si hay errores estoy segura que la Directora lo sabrá y pondrá el grito en el cielo. ¡Nos vemos por allá, prima! Ahora me levanté corriendo para perseguirla, dejando a Sagitas con la boca abierta. - ¡Eh, prima, espera! ¿Puedo ir a tu casa a jugar con el tejón? Vaya, ya se fue... Yo también debería irme, tía, yo... Ohh, un niño lloraba, seguro que le habían despertado mis gritos. Ahora Sagitas tenía otro motivo para reñirme.
  7. - ¡Ay, ay, ay! - dije, al sentir la explosión. Una humareda de polvo salía del lugar donde estaba Sagitas. Si ya sabía yo que no le debía haber dejado subir al lugar de los libros peligrosos. - ¿Cómo que no pasó nada? Si has destrozado la planta de arriba - protesté. Iba a subir pero ella le decía a papi que si lo necesitaba, le llamaría. Eso me cortó y no supe si subir a ayudarla o mejor ignorar lo que había sucedido. Como bien decía ella, era la directora de Reversiones. Seguro que lo arreglaba sin ayuda. - ¿Crees que debería subir? - le pregunté a Taga, aún indecisa, cuando soltó otro grito. Sagitas parecía una niña, a veces no parecía mi tía sino más pequeña que yo. - Vaya, al final sí existía ese libro de los Elifantes. Iré a comprobarlo por si es otra cosa y con la emoción no se da cuenta.
  8. Esperé el grito de mi tía, pero no llegó. Tampoco me dio la razón, aunque yo soy muy empecinada y puse algo de morritos. Sin embargo, tuve que darle la razón en cuanto me explicó la diferencia entre uso de la magia y abuso de la magia. Me sentí una primeriza, algo avergonzada por haber venido a llamarle la atención cuando en realidad la confundida era yo. - Ay, gracias, tía. Creo que... que no tenía claro el concepto. Pensé en los ejemplos que había puesto. El del semáforo aún podía ser pasable, pues si sólo era el choque, los seguros se hacían cargo; aunque si había heridos, vaya gracia. Pero el del collar... Ya no me pondría ninguno, por si acaso se hacía cada vez más pequeño y me ahogaba. Sagitas se levantó al sentir un perro. La oí hablar con el primo Matt e instintivamente me agaché de mi asiento. Si pasaba, que no me viera. Pero la sentí entrar y hablar con alguien. Menos mal... Se trataba de Eledhwen. - Hola, prima - le contesté a su saludo. - ¿Misión oficial? Me había olvidado por completo del tema del evento. Me incorporé de nuevo, segura de que el peligro de Matt ya había pasado. - ¿Has puesto la Guardería en la fiesta? ¡Qué bien! Seguro que disfruta con los caballitos. Yo también quiero montarme en ellos. Reí divertida ante la broma de Eledhwen. - De Accidentes yo no me fiaría. Lo único bueno son los globos parlanchines. Bueno, y la directora - aclaré, al ver la mirada fija de mi tía. Para disimular tomé el pin. Era precioso. - Anda tía, los globos... Eso es un ejemplo de uso indebido, sobre todo cuando se ponen a cuchichear y criticar a los que entran en el despacho, ¿verdad, prima?
  9. Quería dar saltos de alegría; sabía que eso no era bueno en un negocio, pero lo hubiera hecho, pero como había clientes, era mejor expresar mi satisfacción de otra forma. - Papiiii... Son preciosos, yo no había visto el mío. Y me abracé a él para darle las gracias. Tía Sagitas nos interrumpió con su grito. A ella no le importaban las conveniencias sociales y sonreí. Seguro que si liábamos alguna con los libros, iba a ser divertido, en vez de asustarme, la ayudaría. - Yo estoy contenta con la tía Sagitas, a pesar de sus rarezas - le confesé a papi, aunque lo dije bajito para que ella no me oyera. Contemplé mi pin y me lo puse en la pechera y reí un poquito. Era tan bonito... - Papi, si no te importa, yo voy a ayudar a Taga, la elfina de mami. Lo digo por si quieres ayudar a tía Sagitas en la búsqueda de ese libro tan raro que busca. Y con el pin puesto me acerqué a la elfina, feliz de participar en algo tan grande como el evento de Accidentes. - ¿Te puedo ayudar en algo, Taga?
  10. Sentí la voz de mi padre y mi corazón bailó de alegría. ¡Ay, cuánto tiempo hacía que no le veía! Por lo menos de la boda. Y nunca había venido a la librería. Salté de alegría y casi piso a Taga. - ¡Me encuentro muy feliz, papi! Me tiré a sus brazos, padre siempre me hacía sentir así, alegre. Estaba segura que hacía muy feliz a mi madre Reena y eso para mí era mucho más que suficiente para sentir que éramos una gran familia. Él me dio un beso en la frente y me sentí chiquita, como si fuera una niña pequeña con su padre, a quien va a sacar de paseo. - ¿Vienes por el evento? Ah, sí, que lo apunté antes de irme, le di el papel a Babila y no sabía si lo habían aceptado. Esa noticia también me encantaba. Me hacía feliz. - ¿Me traes entonces el Aprobado? Ya sé como funciona. Yo antes estuve entregando la documentación en otro de los negocios participantes.
  11. Sagitas pareció molesta y por unos instante pensé que me iba a zapear por el atrevimiento que demostraba. No podía olvidar que era la Directora de mi Departamento y que no podía ir diciendo las cosas que se me ocurrían por la familiaridad de ser mi tía. - Yo... Creo que… Miré a mi alrededor. Me sentía tonta estando allá delante de mi jefa y a punto de ser expulsada con cajas destempladas de su negocio. Aquel lugar era alegre, con posters de animalitos y de letras, un lugar agradable para los niños. Pero yo me sentía con ganas de llorar. No era, sin embargo, debido a nada del trabajo. Era personal, mientras no superara la pérdida de aquella persona no me veía capaz de sonreír. Pero estaba allá por otra cosa. - Verás, tía… Es que… Escuché el otro día a papi Kevin que decía que no tenía ejemplos de objetos con Uso Indebido de la Magia para presentar en el Evento. Y se me ocurrió que en la Guardería tienes objetos de este tipo. Miré a mi alrededor y señalé una caja de cartón en la que la tapa de vez en cuando se movía y de la que salían rugidos. - Si no me equivoco, ahí tienes libros para bebés, en los que los dibujos salen y vuelan fuera de las páginas. Eso es magia indebida, ya que no deberían salir de ellas. Y me encogí de hombros, esperando el grito de mi tía.
  12. Tía Sagis corrió hacia el lugar indicado y la seguí hacia allá con la mirada, preocupada, muy preocupada. Dudé si seguirla o no, ¿Sagis necesitaría ayuda? Pero sentí el carraspeo de un cliente y decidí que lo primero era el negocio. Tía Sagis podría apañárselas sola. Vi a la elfina de la familia y me acerqué a ella. - Hola, Taga. ¿Qué haces en la Librería? ¿Te manda mami? La elfina parecía mirar a todas partes y esperaba que encontrara lo que buscaba. Así que le animé a hablar, poniendo una mano en su hombro. - Si buscas algo concreto, creo que puse en orden la mitad de los libros que vendemos. Seguro que recuerdo si tengo el que buscas. Porque debía de ser un libro, ¿para qué otra cosa iba a venir a una librería?
  13. Tía Sagis estaba disponible y salió enseguida a recibirme. Su sonrisa era divertida, siempre me gustaba cuando estaba contenta. - Hola, tía Sagis. Ya sabes que no vengo de parte del departamento, aunque debería. ¿Has visto cuanta magia indebida hay por aquí? Sabía que la había pillado y que ahora me zapearía. Pero se me había ocurrido al pensar en qué objetos de uso indebido podríamos llevar al evento. - Pensé que podía comentarlo contigo y así tener algo para que papi Kevin lo pudiera mostrar en la fiesta. Seguro que le picaba la curiosidad sobre lo que me refería. - Si me dejas que te lo explique en tu despacho... No querrás que los niños se asusten con lo que te voy a explicar, tía.
  14. Mi paseo por Diagon se hacía eterno, buscando negocios a los que entregar la documentación del evento de Accidentes. El trabajo era divertido y agradecido, pero a la vez notaba que nos faltaba algo. Mi cabeza pensante sabía que había algo que tenía que decirle a mi tía, algo que había oído, o leído o algo... Y no lo recordaba. Iba hacia el negocio de la tía Cye para entregarle los documentos cuando vi al final de la calle aquel negocio tan llamativo, de colorines e imágenes infantiles. Era la guardería donde iba mi hermano y mi primo ithilion. - Se lo deben pasar requetebién en ella - me dije. Y entonces saltó la idea que me había rondado por la cabeza todo este tiempo. - Claro... Y desvié mi camino para dirigirme a la guardería y hablar con la tía Sagitas. Era la directora del Departamento y estaba tan acostumbrada a la magia que no se había dado cuenta de ello, pero tenía objetos mágicos con uso indebido, no peligrosos, seguro, pero sí que hechizados para que hicieran algo que no debían. Se lo iba a preguntar. Accedí al local y pregunté en voz alta por ella. - Buenos días, soy Xell del Departamento de Accidentes mágicos y Catástrofes. Quisiera hablar con mi tía Sagitas. Pero me pareció demasiado imperioso y añadí: - Si está disponible, claro...
  15. Muchas gracias, Mynerva de Weasley. Perdona que te dé tantos quebraderos de cabeza. Ahora intento hacerlo mejor. Donación enviada de nuevo, por un monto de 2000 Galeones. Ya en rol dije que eran 4000 las ganancias previsibles pero como 2000 eran para mí y que la donación salía de mi cuenta, sólo hacía la donación de Valentine, para no daros más trabajo. Pasaré a hacer la bóveda nueva, como me dices, pero creo entender que es cuando ya hayáis hecho la donación. ¿O puedo pasar a hacerlo ahora? Es que aún estoy de vacaciones y tengo tiempo libre, pero la semana que viene empiezo a trabajar y me será más difícil dedicarme a los trámites. Muchísimas gracias por ayudarme.
  16. Me dio un libro con un grabado antiguo y un sermón por mis nulos conocimientos de criaturas. - Tía... Pero eso es un dibujo fantástico, ahí pone que es una leyenda de un autor muggle... Ahora me daba cuenta que la tía sufría de estrés. Se creía cuentos infantiles muggles, demasiado tiempo con ellos. Tenía que seguirle la corriente, la pobre, al menos hasta que se lo contara a Reena y ella la mandara a la clínica o al hospital, donde un sanador la cuidara y le diera una medicina que le hiciera olvidar a los elifantes. - Claro, tía, claro... Un elifante... Sí... Yo también quisiera encontrar uno... Quedaría muy bonito en tu circo, tía... Miré a la clientela, era mejor alejarla de ellos, por si acaso les mordía. No era buena imagen para el negocio. - Mira, tía, yo creo que el libro que barruntó estaba allá arriba, en el primer piso, el de los libros peligrosos. Y a la vez que le decía eso respingué al darme cuenta de lo que había dicho. La sacaba de un lugar para meterla en otro más peligroso. A saber qué podía encontrar en los libros prohibidos.
  17. Hola, creo que se hace aquí el cambio de los perfiles, porque una vez lo pedí en consultas y me parece que me dijeron que era en la propia ficha. Hoy he visto en mi perfil que pone Aprendiz. Ya no lo soy, estoy como empleada. ¿Se puede actualizar, por favor? En el Perfil: En la plantilla:
  18. Hola a Mynerva de Weasley: debido a un complejo problema que no viene al caso, la Librería Las Dos Hermanas Quisquillosas sufren un cambio de socios. Se va Valentine Drycar y entran Reena y Sagitas. El cambio en el Registro de Negocios ya está hecho. La bóveda actual está a cero pero también hay una donación mía en la Ventanilla de Donaciones para cubrir lo que pagaréis en su momento, que la mitad sería de la anterior dueña, con lo que he hecho esa donación para cubrir su parte y que quedemos en paz cuando Gringotts pague el dinero. Así, como la bóveda está ahora a cero, las nuevas dueñas y yo hemos quedado que (si no incumplimos ninguna norma) que los pagos de junio y julio, las depositaré en su momento en mi bóveda particular y las ganancias que se produzcan a partir de agosto se dividirá entre las tres a partes iguales. Como la bóveda actual la abrió la socia que desaparece, quiero pedir permiso para abrir una bóveda nueva con los datos actualizados con las tres socias actuales. Muchas gracias, dejo chocos por la consulta.
  19. ¿De qué estaba hablando mi tía? ¿De un elifante? ¿Qué era eso? Mi mirada parecía muy aturdida, aunque ahora yo quería preocuparme de la chica que se había caído. Pero parecía que no le había pasado nada, ya que estaba recogiendo los libros que habían caído al suelo. - No, tranquila, ya me encargo yo - le dije, sacando la varita. Pero Sagis ya estaba ayudándole, a mano. ¿Para qué le servía la varita? A veces hasta dudaba que supiera usarla, hasta que la veía con ella en la mano. Pero solía ser momentos de gran tensión, era mejor que no desenfundara su varita, porque solía ser cuando estaba muy enfadada. - Oye, tía - le pregunté cuando terminamos de poner todos los libros en otra hilera interminable hacia el techo. - ¿Qué es eso de un elifante? Me preocupaba que mi tía se volviera loca en nuestro local. Pero a la vez, siempre me sorprendía con sus conocimientos, así que antes de llevarla a mi mami para que la ingresara en San Mungo, que nos contara.
  20. Sagis, entiendo por qué lo haces pero me sabe mal lo que sucede. No debes avisar a moderación, te borro del posteo uno y aviso a los encargados que ya no cuentas como afiliada. Te agradezco lo mucho, demasiado, que has hecho por el negocio y por nosotras y lamento que sientas que debes dejarlo. Te hablaré por el msn para ver si podemos llegar a un acuerdo para la reorganización. Espero encontrarte. Afiliación borrada.
  21. Me preocupé. La actitud de Tía Sagitas era de una protección total hacia Valentine. Eso indicaba la gran estima que nos tenía la tía, que nos protegía como si fuéramos sus hijas, en vez de sus sobrinas. Y la contestación de aquel chico me hizo confirmar que Sagis era muy intuitiva. Había calado al muchacho a la primera. Bajé un poco la voz hacia mi hermanita. - Fíate de Sagitas, mira que lo que dice de ese chico parece completamente cierto. A mí también me daba la impresión de que era un frescales que pretendía aprovecharse de nosotras, las chicas inocentes y sencillas. - No creo que entrara a buscar un libro. Más bien parece un… no sé… No quise acabar la frase. Me parecía de mala educación insultar a alguien que acababa de conocer. Pero me parecía un poco fresca su actitud. Y encima llamaba inmadura a mi tía porque le había roto el juego de encaramelar a mi hermanita y vete a saber qué intentar con ella. Pues esperaba que aprendiera la lección. Las Vladimir nos protegemos entre todos y somos una barrera para los malcarados. Y para prueba, el manotazo que le di para soltar su mano de la de mi hermana. - Alguien que llama incompetente a mi tía es alguien que no la conoce y al que no merece conocer. Si es tan amable de abandonar el local, por favor… Observé su salida, todas mirábamos hacia allá. Iba a decirle a Valentine que tuviera mucho cuidado con los que parecen ovejas, que suelen ser lobos disfrazados, cuando sentí un ruido enorme. Me asusté al ver caer a una chica, a una cliente. Corrí hacia ella. - ¿Te encuentras bien? ¿Te has hecho daño? Me preocupaba su salud, claro, pero también que no sabía si teníamos contratado ningún seguro civil que contemplara una lesión en los clientes.
  22. - Tía Sagis - protesté, al ver que mi tía trataba así a un cliente. ¿Pero que era lo que había hecho para decirle esas cosas? Yo me había puesto roja al sentir que le invitaba a ir a otro negocio, precisamente al hotel ese donde había... esas... Huy, qué descortés estaba siendo... Pero no podía culparla, la experiencia de mi tía en el pueblo y en los negocios hacía que tuviera una nariz especial para oler cosas raras. Y cuando dijo que ese chico había estado toqueteando a mi hermana, me asuste un poquito. Bajé corriendo la escalera donde había ido a conseguir un ejemplar especial y me había hecho retrasarme [durante 15 díaaaas]. Me acerqué a Valent. - ¿Y tú por qué te dejas toquetear por nadie? ¿Le conoces? ¿O te estaba molestando? Me puse a su lado, al otro lado que había dejado libre la tía Sagis, para protegerla si la molestaban o para zapearla si se estaba dejando toquetear sin invitarme a mi. Al fin y al cabo, como hermanitas, lo compartíamos todo. OFF: volví, volví, qué ganas de rolear. Mi primer posteo en quince días.
  23. Elfina Taga: Entró en la tienda de las niñas, buscando a las dos hijas de la Ama Reena, porque quería hablar con ellas sobre la festividad de San Juan que se iba a celebrar en la mansión Vladimir. Notó que pasaba algo raro, ya que veía a Xell que miraba de reojo a Matt y también le pilló dándole una ojeada. Así que el rubor se le subió de golpe y volvíó a agacharse tras el mostrador. - Valent, Valent, ayúdame, ¿está mirando? - sentí que le preguntaba a su hermana. ¡Vaya par de chiquillas! La elfina se acercó a ellas. - Eh, vosotras... ¿Tenéis algún árbol o resma de papel para quemar en la fiesta del equinoccio? Se hará en la Vladimir y creo que necesitaremos algo más para el fuego. La hija rubia de la matriarca de aquella mansión sacó una mano por encima del mostrador y dijo que no con el dedo índice. Pero no salió de allá debajo. Mejor no hacerla caso. La elfina se acercó a Valentine. - Y usted, ama. ¿Tiene algo para quemar? Algo viejo que tenga que tirar.
  24. Examen Práctico de Estudios Muggles (Academia) Los mandos eran muy parecidos, aunque no tenía embrague. Odié a mi tía durante unos instantes por no pensar en eso. Pero enseguida comprobé que las marchas se ponían solas. Si era más fácil conducir con este coche. El taxi parecía correr y frenó varias veces para que no le perdiera. Juraba que si intentaba escaparse con todo mi dinero, le iba a lanzar un hechizo. Después recordé que no podía, mi tía se había quedado la varita. Así que si el taxista se iba, me quedaría sola en medio de Londres. Respeté las normas, los semáforos, los pasos de cebra y a las viejecitas que atravesaban las calles por cualquier lugar. El taxista se adaptó pronto a mi ritmo. Creo que pensó que al ser un coche nuevo, no quería correr. Si llega a saber que es que no tenía aún el carnet... Pronto llegamos a la estación de King Cross, no había pasado ni diez o quince minutos, aunque a mí me parecieron horas. El taxista se bajó y se acercó a mí. - Ese callejón le lleva al camino del Nordeste. Yo le dejo aquí y así puedo encochar a algún clientes más. Ha sido un placer ayudarle, señorita... Se metió en el taxi y desapareció. Y me quedé sola. Aspiré y expiré, con algo de miedo. La última parte del examen la iba a hacer sola.
  25. Examen Práctico de Estudios Muggles (Academia) Abandonamos aquel despacho. El hombre iba envarado, mirando de reojo a todas partes. Me contagió el miedo, así que yo también miré a los lados. Nadie parecía estar interesado en nosotros. Pasamos por varios pasillos. Los vendedores estaban con clientes, enseñándoles coches y mencionando la maravilla que era conducir uno de esos vehícul.os. El hombre se acercó a un coche tapado con una lona y miró alrededor de nuevo. Le imité. Me exalté. Había un hombre que me miraba, aunque después también disimuló. - Oiga... Aquel... Ese hombre... Le señalé con la mano. El vendedor palideció por momentos y se frotó las manos. - Rápido, rápido... Tienes que llevarle "eso" a la Srta. Potter Blue. Con un rápido movimiento sacó la lona de encima y exclamé una interjección de asombro al verlo. - ¿Un coche de colores? ¿Y pretende que no llame la atención con eso? Tía Sagitas me lo estaba poniendo difícil adrede. ¿Cómo iba a llevarme ese vehícul.lo? Además, yo no tenía aún el carnet de conducir. - Tome, Señorita. Ella me dijo que usted entendería... Y me dejó un llavero en las manos, con las llaves para conducirlo. - ¡Mariquitas! Por supuesto que... O no... En realidad no entendía nada, pero aquellas mariquitas eran una referencia a mi patronus. Eso significaba que tenía que llevarlas a la Orden... O que era algo relacionado con mi bando... O... - Pero no puedo... llevarme... - Ha de hacerlo, señorita. Es de suma importancia - susurro, mirando ahora él a aquella figura que volvía a mirarme. - Pero no sé si llegaré hasta la Potter Black con este coche, no sé conducir bien... Eso era mucho, sólo había conducido para sacarme el carnet y en circuito cerrado. ¿Cómo iba a encontrar la carretera que me llevaba a Ottery? El hombre se encogió de hombros y me apremió. - Ha de salir inmediatamente. Los papeles que ha de entregar en Destino, están en la guantera. No me quedaba otra, así que le pedí un minuto. Salí al exterior y apenas tuve que esperar un minuto para ver un taxi. Lo paré. - Perdón, ¿puede llevarme hasta la carretera que sale de Londres hacia la zona del Nordeste? Sabía que Ottery estaba por allá y desde allá sabría orientarme. No me costó nada convencer al taxista de que me abriera camino mientras yo le seguía con el automóvil de colorines. Lo malo es que me cobró 2.000 galeones por la carrera, que me hizo pagar por delante. Así que me subí y rogué para que los pedales y la marcha fueran iguales al que aprendí.

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