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Xell Vladimir Potter Black

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Todo lo publicado por Xell Vladimir Potter Black

  1. Todo aquello que contaba mi prima era tan... raro... Sabía que ella había estado en San Mungo, pero no sabía cuando se produjo el cambio. Ahora preguntaba quien había sido desmemorizador por aquella época. Me encogí de hombros, en realidad yo no estaba aún allá por aquellas fechas. Ni en el pueblo siquiera, pues aún estaba en el internado y mis padres biológicos vivían. Había ido a uno de los partidos con ellos, pero había sido lo único que había vivido de los Mundiales. - Calor y arena es normal en Egipto, y los oasis son usuales en medio del desierto, pero no en la zona del Estadio, que estaba en El Cairo. ¿Os fuisteis de excursión, tal vez, por las pirámides y os perdisteis? Lo que no me cuadraba era eso del caos, de los heridos... ¿Que había pasado? Siempre hay heridos en un acontecimiento deportivo, pero algún golpe con un bate, o alguna bludger loca, algún desmayo por el sol... ¿Pero caos y heridos? Sonaba algo serio. Pero no dije nada, ella parecía estar recordando, así que era mejor no interferir en los recuerdos, sobre todo si fue desmemorizada. - Un momento, si fueras desmemorizada tú o alguna más, pero... - moví la cabeza de Reena a Sagitas, de Sagitas a Eledhwen. - ¿Se puede desmemorizar a un grupo amplio de personas? Pero además, me refiero a muuuchos, en un estadio entran por lo menos... ¿100.000 personas? No me imaginaba a mi prima Elehdwen hiendo de uno en uno para desmemorizarlos. Estaría toda una vida con ellos y aún no habría acabado.
  2. Estaba tan desconcertada con lo sucedido que casi se me pasa que mi madre pedía algo para guardar el agua de sus manos. Todo aquello me sorprendía pero aquel gesto me hizo pensar que si mami se habría vuelto loca. ¿Para qué querría guardar el agua? Yo habría abierto las manos y la hubiera dejado caer en el suelo, asustada. Pero después la comprendí y valoré la sangre fría con la que estaba actuando, pues era una prueba de que algo no funcionaba bien, o al menos siguiendo las leyes normales de la lógica. - Toma, mami, esta jarra vacía te servirá - le dije, acercándole una jarra para el agua que no contenía nada. - Eso me recuerda que la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma. Así que... seguramente, esta agua ha salido de algún sitio y ahora alguien la echa de menos. Sonreí. Si era agua de mar, nadie lo notaría. Aunque yo no iba a probar si estaba salinizada. Y, por fin, una explicación. Loca, ininteligible, pero algo a lo que agarrarse, aunque pareciera imposible. - Entonces, fuera lo que fuera lo que pasó, despertó la sangre de demonio de la familia, que llevaba mucho tiempo escondida, ¿no es así, mami? Ahora miré a Sagis y a Eledhwen. - ¿Qué recordáis vosotras? Yo quiero ayudar a mami.
  3. No entendía nada. Mi madre parecía estar feliz porque, por fin, alguien le daba la razón, y triste porque se lo confirmaran. Estoy segura que le hubiera tirado de la lengua a Sagitas por ser tan empecinada en la negativa pero, al final, no lo hizo y siguió hablando, para mí que en forma críptica porque no entendía nada de nada. Y, de repente, Reena cayó al suelo de rodillas. Me levanté corriendo, para auxiliarla. Seguro que se había roto algo. - ¡Mami, mami! ¿Qué te pasa? La cogí por los hombros, en un intento de levantarla. Ella parecía aún perdida en algún pensamiento demasiado vívido que le impedía volver a la realidad. -¡Ay, mami! No me des estos sustos. Pero había algo que me asustó más. Tenía agua. Agua en sus manos. Y allá no había agua. Sólo café y pastas. Intenté comprender lo que sucedía y , al no poder, busqué una explicación lógica. No la encontré. Por ello, busqué la ayuda de Sagitas o de Eledwhwen en aquel tema. Algo pasaba. - ¿qué poderes durmientes, mami? - pregunté con miedo a la respuesta.
  4. Di un respingo enorme. Estaba segura que si había vigilancia ministerial en la calle, lo habrían oído. Miré hacia el vestíbulo de la tienda, donde las luces estaban apagadas y todo en silencio. Después volví la cara hacia mi prima Eledhwen. - ¿Cómo que te moriste? ¿Has sido resucitada en alguna ceremonia de renacimiento? Aquello era magia de sacerdotisas, aunque también en San Mungo se hacía de eso. Pero esto parecía mucho más serio. Mami había dicho que ella se había ahogado, y mencionado una cueva; Sagitas, muy reacia a recordar nada y contrariada porque Eledhwen también había confirmado las palabras de mi mami, había confesado que soñaba con estar enterrada en la arena. Y al final, Eledhwen decía que había muerto. - ¡Pero si sólo fue un Mundial de Quidditch! Yo no pude acudir, porque mi mami de verdad estaba enferma, nos quedamos en Londres. Pero seguí todas las noticias en El Profeta y no pasó nada de nada. ¿Cómo os pudisteis morir las tres? Eso hubiera salido en las noticias? Y esperaba que me contestaran. Porque yo no estuve, pero nadie dijo nada que miembros ministeriales hubieran muerto en aquel mundial. - Ganó Argentina, supongo que eso sí lo recordaréis, ¿verdad?
  5. El niño de Andros era muy bonito, bien educado y muy lindo en sus palabras. Le gustó que nos pusiéramos a dibujar. El animal, Uni-Ojo, era muy dócil y se dejaba agarrar, posó para nosotros y lo plasmamos con lápices de colores en el pergamino. Altair era dulce, como su madre. Bueno, su madre era adulta y tenía rasgos agresivos, pero normales, para defender a su familia y a la Orden. Hacía bien, aquel niño merecía ser cuidado. - ¡Es un dibujo muy bonito!- le dije, animándole. En realidad, lo era. Altair sabía dibujar muy bien. ¿Habrían acabado de hablar Andros y Sagitas? Iba a comprobarlo. - Dame la manita, Altair, vamos a enseñarle este dibujo a mami. Era bien educado y se levantó, puso la silla dentro del espacio de la mesa, me dio la mano y me acompañó fuera de la clase. En el exterior estaba Andros y Sagis, pero también estaba Matt. Mi primo decía si podía dar la clase en el patio con los niños. Esperaba que le diera permiso, porque así dejaría ir a Altair con el lobo, quien le cuidaría, y yo podría hablar con Andros un momento sobre temas de la Orden que nadie más debería oír. - Oh, sí, si vas, llévate a Altair y te quito un momento a Andros, tía, que le quiero comentar lo guapa que está con ese vestido. Y conociendo a mi tía, sabía que Sagitas iba a sospechar enseguida, pero era lo primero que se me había ocurrido.
  6. Mordisqueaba despacito, lo justo para avanzar poco a poco y dar tiempo a que mi madre contestara. Alababa a Sagis, ella parecía tener más paciencia que yo, que movía un pie con ímpetu en el suelo, aunque al estar debajo de la mesa seguramente no me veían. Fuera lo que fuera que mami nos quería decir, iba a ser algo doloroso, molesto o preocupante; lo notaba. - ¿A qué te refieres con lo que vio en tu mente? - le pregunté a Reena, cuando Sagitas fue a recibir a quien entraba. Contemplé que venía con la visita y sonreí un poco forzada a Eledhwen. Era mi prima, mi compañera de trabajo, pero estaba segura que ahora Reena se callaría, que no diría nada, y yo estaba de los nervios. Sabía que aquello que decía era muy trascendente para nuestras vidas. Se hacía muy tarde, ya era casi la hora de cerrar y nos iba a pillar el toque de queda. Tal vez tendríamos que quedarnos a dormir en la librería. Yo estaba acostumbrada en parte a escabullirme en las sombras, mientras ejercía como miembro de la Orden del Fénix. Pero ahora era una civil, rodeada de civiles, no arriesgaría a mi familia. - Siéntate, Eledhwen, mientras cierro la tienda. No quiero que los miembros del Ministerio nos detengan por incumplir el toque de queda. Me levanté. Lo hice lo más rápido posible y volví enseguida. Pero algo me perdí, porque Eledhwen había elevado la voz diciendo algo de unos jeroglíficos. Me senté en silencio, esperando que alguien explicara todo aquel entuerto, pero sobre todo, que alguien dijera que Reena no estaba loca.
  7. Ninguna de las dos me contestaron. Sagitas parecía pensar a marchas forzadas, pero no le decía nada a Reena. Ellas se conocían bien, pero yo estaba de los nervios. ¿Cómo podían mirarse y parecer entenderse sin más? ¿Por qué no estaban explicando lo que sucedía sin guardar tanto silencio? Yo no era tan paciente, así que dejé la pasta a medio mordisquear y me puse a mover los dedos en la mesa. - Oh, vamos, me estáis poniendo histérica. ¿Por qué no habláis algo? Me voy a morder las uñas si seguís calladas. Y en medio del silencio noté una especie de gruñido, o de vibración. Aquel libro me llamaba la atención. Tal vez pensara que estaba amenazando a mi madre. Me senté mejor en la silla y me encogí. Entendido, a esperar a que Reena reaccione y explique lo que haya que saber. Pero me crucé de brazos, exasperada. - No hace falta que el libro te defienda de mí...
  8. Me sentí muy contenta al ver que el niño se acordaba de mí y me llamaba “Sel”, como había mi hermanito Akira. Aunque Andros le soltó de la mano, él pareció dudar antes de venir conmigo. Mi amiga tuvo que indicarle que viniera conmigo. Le extendí la mano y caminé, despacito, para no obligarle a dar zancadas. - ¿Te gustan los pajaritos? Verás como te gusta Uni-Ojo. ¿Sabes por qué se le llama así? Estaba segura que mi voz se iba haciendo cada vez más lejana para Andros y para mi tía. Matt pasó cerca de mí, seguramente rumbo a la clase de los más grandes. Allá se lo pasaban en grande jugando con el lobo. Pero Altair era más pequeño, así que le llevé hacia otra clase. Antes de entrar en el aula, miré por encima de mi hombro y le guiñé el ojo a mi amiga, para que estuviera tranquila, aunque creo que no me vio, porque hablaba con Sagitas. - Mira, mira… Altair, está ahí, ¿lo ves? Ese es Uni-Ojo. Es un pájaro muy especial, porque le gusta jugar con los niños. ¿Te gusta? Es azul. Mira como vuela. ¿Quieres que se pose en tu mano? Sólo tienes que llamarle; su nombre es Aibat. Esperaba que el niño se sintiera a gusto en la clase y se sintiera cómodo. Si Andros le matriculaba, estaría un año en aquel lugar y con aquellos compañeros, con lo que era importante que estuviera a gusto. - Hey, niños, tenemos una visita. Se llama Altair. Saludar todos a Altair. Y los niños de la clase, que estaban pintando en sus sillas y sus mesas pequeñas, a su altura, dijeron un “Hola, Altair” en su lengua de trapo, que me hizo sonreír. Me agaché para hablarle. - ¿Te apetece pintar a “Uni-Ojo”? Yo puedo ayudarte, si quieres.
  9. A pesar de estar muy buenas aquellas pastas y en conjunto la merienda con la que nos estaba obsequiando mi madre, me quedaba un mal sabor de boca. Algo me decía que mi madre nos ocultaba algo y que nos tenía reservada una sorpresa. De momento no hablaba, dejaba que fuéramos nosotras las que fuéramos diciendo cosas, como si con eso pretendiera que nos relajáramos. Y eso precisamente me hacía poner más nerviosa, porque no contaba lo que estaba segura que quería decirnos. - Bueno, tal vez no sea tan malo un demonio, ¿no? Quiero decir que por naturaleza son malvados pero… Todos se pueden redimir. Era más un pensamiento inmaduro que una realidad, pero no quería tampoco poner a la familia de mi madre como unos desalmados que podían causar Mal sólo porque les gustaba ser malos. Yo era más ingenua. Prefería pensar que todos podían ser redimidos. - Al fin y al cabo, dicen las leyendas que los demonios son ángeles caídos. Miré mi pasta mordisqueada y ya no me apetecía morder más. Sentía que algo malo pasaba y quería que mi madre se sincerara. - ¿Ocurre algo malo, mami? Me preocupas con tu silencio. Y miré a Sagitas para ver qué era lo que ella pensaba sobre el tema.
  10. Estaba muy sorprendida. Que no tenía que estarlo, tal vez, porque no conocía la historia y, por tanto, tampoco podía juzgar a la familia de mami por ser demonios. No conocía a los demonios, en realidad, excepto por las connotaciones negativas que veíamos en los estudios durante la iniciación en el Sacerdocio. Siempre los pintaban como malos y peligrosos. Pero había algo que no podía olvidar, y era que Reena era mi madre, valerosa y decidida, siempre me había apoyado y protegido. ¿Era demonio? Puede. Pero también era una gran sacerdotisa, como Cye o como Sagitas. Así que no debería nunca tener miedo de ella. Tomé una de las pastas de la bandeja, aunque sólo le di un mordisco, algo nerviosa, esperando que mami se explicara. Estaba tan absorta en las explicaciones de Reena que no le pedí a Sagitas que me dejara probar lo que ella había llamado "bombón". - No sabes el origen de la familia Rosier... Eso que decía de que sus poderes demoníacos se diluían por los matrimonios externos me hizo sonreír. - Eso es bueno, mami, ya que significa que no eran forofos de la "sangre pura" sino que creían en el amor. Es una gran señal como familia, ¿no crees? Le di otro mordisquito a la pasta, algo más animada. - Entonces... La familia Rossier... ¿desapareció? Quiero decir, tú eres Vladimir... O... No sé... Huy, creo que me estoy perdiendo un poco, mami. Eres de sangre Rossier y Vladimir adoptiva... Bueno, no importa, sigue, sigue explicando, por favor, mami...
  11. Sagitas aún bromeaba antes de darse cuenta de que había entrado mi amiga Andros. Ahogué un respingo cuando dijo que aquellos hombres eran padres que no habían pagado sus recibos. Menos mal que ella se lo tomó tal como sonó, como una broma. - Oh, es cierto. Andros es Auror, tal vez pueda hacerse cargo de ellos. Aunque no es lo que pretendías hacer, ¿verdad? Fui consciente de que, en cierta manera, ella estaba allá por mí. Yo le había hablado en The Hunters sobre las maravillas de la Guardería, y ahora se encontraba con ésto. - Es un sitio excepcional, Andros, que no te engañe lo que ha sucedido. Por lo contrario, que te demuestre que nadie puede sacar un niño de la Guardería porque entre todos los defendemos. Es nuestra primera prioridad y... Tal vez hablaba demasiado. Así que solté a mi tía y me agaché en cuclillas hasta la imagen del niño. - Hola, Altair, ¿te acuerdas de mí? Soy amiga de tu mami. Oye, ¿sabes que tenemos un gatito muy bonito y un pajarito azul? ¿Quieres conocerlos? Y le tendí la mano, aunque primero pedí permiso a Andros con la mirada para que me dejara llevarlo a la clase y pudiera hablar a solas con Sagitas.
  12. Me dio mucha pena ver la cara de la tía, inflamada por el Embrujo Punzante. Lo bueno era que conseguí llegar hasta mi varita y, de espaldas, contraataqué a aquellos secuestradores. Fenrir me ayudó, como pudo se tiró encima de aquel primer hombre y le mordió la pierna. El otro se tiró hacia mí y forcejeamos. Yo tuve que pararme a usar varios Evanescos para quitarme las cuerdas de las manos y los pies, cosa que aprovechó el otro. Pero era ligera, tantos años de práctica de ballet me habían hecho ligera, así que pude zafarme de varios de sus hechizos. Aún así, eran dos adultos contra una chiquilla como yo (aún no me consideraba adulta) y un lobo. Necesitábamos más ayuda. Y llegó. La puerta se abrió y entró Matt. ¡Era nuestro salvador! - Desmaius - le grité al otro. Cuando todo acabó, los dos hombres estaba en el suelo y Fenrir lucía un morro lleno de sangre. - Evanesco - le señalé con la varita, para desatarlo. Tía Sagis seguía atada a la silla caída, por lo que también le hice un Evanesco para liberarla. - ¿Te encuentras bien, tía? Me di cuenta que aún le duraba el efecto del Embrujo. No tardaría en irse, pero aún así, no quise que sufriera más, con lo que murmuré un Finite. - Vamos, tía, salgamos de aquí, apóyate en mí. Salimos despacio, tras atar a aquellos dos. Para mi sorpresa, había alguien fuera. - ¿Andros? ¿Qué haces aquí? - pregunta tonta ya que venía con su hijito. Sonreí, un poco aturdida. Vaya imagen deberíamos estar dando...
  13. Sabía que mi amenaza se quedaba como broma, como lo había dicho. Sagitas y Reena me conocían. Como yo conocía a mi tía. Supe por las miradas nerviosas hacia el libro que le intimidaba. Accedió a bajarse de la silla y a sentarse, pero conmigo en medio. - Por mí no hay problema, siempre que no sea excusa para robarme pan, tía - le repuse, también en broma. Mamá trajo la comida humeante. La miré un poco cohibida, estaba llena de calorías. Iba a protestar pero lo repensé. Mejor no protestar y comer, ya bailaría el doble más tarde. - ¿Eso le añades al café? - pregunté, asombrada. Y yo que apenas le ponía una pintita de azúcar. - Bueno, déjame probar del tuyo, mami - le dije con voz melosa. Tomé un panecillo y pensé que ¡mil demonios!, quería probar el chocolate. No quería preguntar por el libro, no, prefería la merienda en paz. Bastante nos había arruinado el día todo lo que había sucedido. Pero me atraganté con su siguiente afirmación. Miré a mami con los ojos muy abiertos. Sólo al rato me atreví a hablar. - ¿De... Demonios? Debía dejar de mencionarlos de aquella manera tan despectiva. - ¿Quieres decir que tú... eres una demonio...?
  14. http://i1028.photobucket.com/albums/y348/AmyaAn/Ministerio%20de%20Magia/DAMyC/02_RMyEM/Insignia%20Revertores/InsigniasDePrueba/Xell_p.gif Ya sabía yo que me tocaría la parte más mala. Ahora me tocaba fregar la sangre. ¿Eso no lo podía hacer un elfo? - Tía, que yo si veo la sangre, me desmayo - pero llevaba rato viéndola y no lo había hecho; sonaba a disculpa. Lo hice, si era un mandato de mi Jefa directa, no podía negarme, y menos estando la Directora del departamento delante de nosotras. Pero lo hice casi disimulando. Amya estaba moviendo su varita y había conseguido realizar un Fregotego múltiple de gran efecto. Iba a decir un "guauuu" pero no corté su orden, sobre todo porque me favorecía. Ella se quedaba con la sangre y el Fregotego y yo con los Reparo. - Ahora mismo, tía - le respondí. Me alejé a una distancia prudencial y observé las roturas ocasionadas por hechizos malintencionados. Aquello era obra de mortífagos. No lo dije en voz alta, sin embargo. Aquello era algo que no debería saber, en teoría, sin demostrar que sabía más cosas de las que debiera. Y ello a su vez llevaría a implicarla en un bando. No, no podía comentarlo aunque en mi interior tomaba nota del tipo de hechizos que se habían utilizado para realizar aquella catástrofe. Menos mal que era una funcionaria con memoria y con imaginación, diestra ya en los Reparos después de tanto tiempo en el Departamento. No tardé casi nada en reparar aquella pared de manera que no se notaba nada los impactos. También conseguí con gran pericia que todo lo que había salido disparado por ellos volviera a su lugar de origen. - ¡Ay, amo la magia! - dije a nadie, al contemplar el resultado. Y me giré hacia ellas dos, esperando que corroboraran que todo estaba como nuevo. - ¿Re-Inauguración? ¿Una fiesta? ¿Estamos invitadas? - me animé.
  15. http://i1028.photobucket.com/albums/y348/AmyaAn/Ministerio%20de%20Magia/DAMyC/02_RMyEM/Insignia%20Revertores/InsigniasDePrueba/Xell_p.gif Me había retrasado. La entrevista dichosa con la dirección de El Profeta había durado más de lo previsto. Estaba segura que Amya ya debería haber llegado al local del tío Adrian y que (con un poco de suerte) ya habría acabado la restauración. Estaba cansada; aguantar a Sagitas con su mal humor narrando lo sucedido en el Departamento era agotador. La entendía, si a mí me amenazaran de forma tan directa yo también estaría así. Llegué al lugar esperando encontrarme el trabajo hecho. Para mi sorpresa, el primo Matt y la tía Sagitas estaban presentes. ¡Pero si acababa de dejarla en...! Ah, ahora le diría que era una tardona. Suspiré, abatida, y saludé. - Buenas a todos, vengo a restau... Llegué justo cuando Matt bajaba su varita y pedía disculpas a Amya. Entonces entendí que todos estaban nerviosos y que Matt estaba allá en calidad de auror, no sólo de familiar. - Adiós, primo - le dije, al irse. Qué bonita estampa entre madre e hijo. Así se veía muy lindos los dos, despidiéndose. Carraspeé. - Lamento llegar tarde, había mucho tráfico en Trafalgar Square, donde me paré a preguntar por la dirección porque me perdí - dije con una sonrisa para calmar los ánimos de todos. Con cierto aire profesional, miré a los lados, buscando y catalogando el trabajo a realizar: - ¿Y esta sangre? ¿Hubo alguien herido?
  16. Estaba enfadada, pero no era tonta. Aquello estaba saliéndose de madre y si nadie aparecía pronto, Sagitas iba a acabar mal. Al principio, ni ella entendía de qué hablaba uno de los hombres, el más violento. Después su cara se iluminó por unos instantes y, aunque después dijo que no sabía de qué hablaba, todos supimos que mentía. No entendí bien lo que sucedía, él hablaba de que su mujer le había robado al niño y que se lo quería llevar. Pero parecía que no sabía como era, tal vez llevaba mucho tiempo sin verle. Y Sagitas no le iba a ayudar, de eso estaba segura. Conocía a mi tía, cuando se ponía tozuda, no había manera de sacarle nada. - ¡Eh! Si ella dice que no sabe nada, es que no sabe nada - les dije, en un atisbo de exceso de confianza. - ¡No, no, no le hagáis daño! Pero el hombre levantó su varita. Me agité en la silla, sólo si pudiera llegar hasta la mesa, donde estaba mi varita allá tirada. Y sentí el gruñido de Fenrir. Era mi oportunidad. - ¡Ataca, atácalos! Y me lancé con la silla hacia la mesa, una postura incómoda pero... si llegaba...
  17. Todo había sido tan rápido que no supe bien lo que sucedía hasta que me vi atada a una silla. Todo había pasado en un plis plas. Ahora mismo sólo pensaba en los libros, que habían quedado tirados en la entrada, desperdigados. Lancé un suspiró y fue cuando visualicé a la tía, hablándole al lobo. - ¿Crees que Matt estará herido? - le susurré. Porque ella le había dado un mensaje a Matt mediante el lobo, lo que había hecho que los atacantes pensaran que el lobo se llamaba Matt. Pobre Fenrir, tumbado a nuestros pies, atado de patas y de morro, para que no mordiera si despertaba. Y menos mal que nos habían atado, porque uno de elloos había preguntado si nos mataba, al lobo y a mí. Se iban a enterar en cuanto pudiera reaccionar. - ¿De qué niño habla? - intervine. - No se van a llevar a ningún niño, malhechores. Estaba muy enfadada y era el único insulto que se me ocurría. Ya verían, Matt se iba enfadar por lo que habían hecho a su lobo y a su madre. Y a mí, esperaba...
  18. ¡Por fin habían llegado los libros que había encargado la tía para la Guardería! Había estado preguntando por ellos día sí y día también desde hacía tres semanas así que en cuanto hoy habían llegado, ya no esperé a que ella se personara en el lugar. Los tomé dentro de la caja y desaparecí del lugar para aparecerme en la entrada de la guardería. En la entrada había dos hombres que parecían hablar con tía Sagitas. Sonreí y me acerqué a ellos. - Permiso, que vengo cargada y... Ni tiempo me dio a decir nada más. Uno de ellos lanzó algo con su varita hacia mí y la caja se abrió. Los libros se desparramaron contra el suelo. - ¡Oh! Pero... Habían hecho un Expelliarmus y mi varita salió del bolsillo hacia su mano. El hombre me miraba feo. Desde la puerta, Sagitas parecía igual de sorprendida. - Adentro las dos, y en silencio. En el suelo, Fenrir respiraba dificultosamente. - Pero, pero... ¿Qué sucede aquí? ¿Mortífagos? No, mortífagos no eran, pues llevaban la cara descubierta. Pero... Fuera lo que fueran, no era nada bueno.
  19. Xell había notado que en la tienda de la librería se habían secado todos los tinteros. Cómo había sucedido todo, no, no lo sabía, pero todos, absolutamente todos, se habían secado. No había ni una gota en la Libreria "La Hermana Quisquillosa". Por ello, y ante la urgencia para poder escribir notas y rellenar los tinteros de la biblioteca, decidió pedir ayuda a su tía, lo que le llevó a mandarle una lechuza a la tienda PB. Sagis: No sé qué pasó con los tinteros pero no hay ni una gota de tinta negro o azul en la tienda. ¿Puedes acercar a la tienda dos latas de cada, por favor? Sé que pronto vendrás a la librería, según dijiste esta mañana. Trae tinta o tendremos que sacar sangre para poder escribir, jajaja... Y, ya puesta, no te olvides de la pizza que nos prometiste a Reena y a mí. Besitos. Xell. Y la lechuza partió a la tienda PB para encontrar a la destinataria.
  20. http://i1028.photobucket.com/albums/y348/AmyaAn/Ministerio%20de%20Magia/DAMyC/02_RMyEM/Insignia%20Revertores/InsigniasDePrueba/Xell_p.gifCaso del Avión Siniestrado El tiempo pasaba lentamente con John, allá, en la arena de aquella isla. Para mí no existían muggles ni avión, ni siquiera los miembros de Accidentes. Cuando vi llegar el autobús me di cuenta que había acabado nuestra misión y que debíamos volver a casa. Eso me alegraba y me entristecía. ¿Cuándo iba a tener oportunidad de volver a pasear por la playa con él? Amya subió al vehículO y nos llamó desde la puerta. Sonreí y apreté un poco más la mano de John. - Tendremos que irnos ya - le contesté. Aunque me hubiera gustado decirle que nos quedáramos un poco más. Noté que también pasaba Eledhwen, con aquel bicho en el tanque. ¿Es que iba a llevarlo hasta Londres? Pero si era un marrullero, no quería estar cerca de él, que siempre decía tacos. - Me gusta estar aquí, pero hay que irse. Seguro que pronto llegan los equipos de rescate de los muggles y no pueden pillarnos con un autobús mágico. Tendremos que buscarnos otro lugar idílico por el que pasear fuera de Accidentes. ¿Conoces el Parque? Por allá hay un lago, podríamos ir a pasear a la vereda algún día de estos... Caminamos hasta el bus para subirnos. Me giré y le di un beso en los labios y después subí con una gran sonrisa en la boca al interior. Borré la sonrisa de golpe. - ¡Mamá! ¿Qué haces aquí? - dije, ruborizada porque seguro que había visto mi beso con John. OFF: bonito rol, me divertí. Sólo que nos quedamos sin saber qué pasó con Krum y la "Aurora".
  21. ¿Por qué se habían inmiscuido? Ellas habían largado a la mortífaga del lugar, como si no me creyeran capaz de poder con ella. Me hubiera gustado batirme y hacerlo yo, pero ellas siempre tenían que ser las protectoras, la madre protectora y la tía protectora. ¿Se creían que no sabía valerme por mí misma? Fruncí el ceño cuando vi que entre Sagitas y Reena se habían deshecho de ella y no me habían dejado intervenir. Pero a pesar del enfado sabía que ellas me querían y no me deseaban ningún mal. - Sobreprotección no es bueno, que lo sepáis - les dije, algo enfadada con ellas. Pero mami ya ofrecía un café o un chocolate. - Vale, una taza de chocolate calentito me vendría bien. Dicen que el chocolate espanta los males, así que espero que me devuelva la tranquilidad. Algo bueno había sucedido con aquella visita inexperada. Al menos ellas dos volvían a hablarse como si nada, como si el peligro o la rabia por ser atacadas, las hubiera juntado. Lo tendría en cuenta, la próxima vez que se pusieran a reñir, les daría un enemigo común con el que enfocar su ira. Seguí a la tía y mami iba por detrás. Iba a entrar en la sala cuando vi a Sagis, aterrorizada, buscando por todas partes, como si algo le fuera a atacar. Cuando mencionó el libro, recordé que Reena lo había dejado en la mesa. - ¿Ha desaparecido? - repetí, como boba. Pero no había sido así. Reena explicó que sólo se había escondido. - Oh, vaya, es un libro camaleónico y auto-defensable. Mami decía algo de cortar el cuello y me señaló. - ¡Oh! Yo no haría eso, no mataría a nadie por manchar un libro, al menos que no lo haya comprado y pretende engañarme de que quiere otro y ese no le sirve. Entonces le cortaría las manos. Y sonreí. Me gustaba estar en familia.
  22. http://i1028.photobucket.com/albums/y348/AmyaAn/Ministerio%20de%20Magia/DAMyC/02_RMyEM/Insignia%20Revertores/InsigniasDePrueba/Xell_p.gifCaso del Avión Siniestrado Me entró la llorera. Nos íbamos sin la tía Sagitas y estaba segura que iba a ser el fin de ella, no volveríamos a verla, tendría que explicarle a Matt que habíamos dejado a su madre en el fondo del mar y seguro que nos mataba, a todos y a cada uno de los miembros de Accidentes. Así que me arropé como pude en el pecho de John hasta que me pasó un brazo por encima y me puse a llorar. Flojito, eso sí, para que nadie más me oyera. Nos íbamos sin Sagis. Eledhwen no se ató, como yo había sugerido. Por lo contrario, se fue al lugar de mando y hablaba con el capitán. Le debía estar ayudando a conducir aquello, si es que sabía. Yo me recosté un poco más sobre John, aún llorando de pena por mi tía. Y de repente algo apareció en medio del avión, dando volteretas y patadas a los pasajeros muggles que se encontraba por el camino hasta llegar a la cola. - ¡Es Sagitas! - exclamé. Me levanté del asiento pero me tuve que sentar de nuevo, me había atado demasiado bien. Forcejeé con las cuerdas, quería ver a Sagitas, quería comprobar que era la tía, aunque tuviera algo raro en la cara, como si un alien le hubiera agarrado o así. - ¿Agua? - ¿De qué hablaba? - ¿Un Grindylow? La tía Sagitas amaba a los animales, parecía que se traía un souvenir vivo para el Circo. - No cambiarás, tía Sagis. Y me puse a aplaudir cuando Eledhwen dijo que seguía viva. - Eres la mejor, tía, no hay manera de librarse de ti. En el buen sentido, tía, no quería decir que nosotros quisiéramos, sino que no pueden contigo. Había sonado feo, me daba cuenta. Varios muggles nos miraban, muy sorprendidos. - ¡Eh, vamos, aplaudan! Que esa mujer del bicho en la mano les ha salvado la vida. Y se oyeron tímidos aplausos a los que se fueron uniendo gente hasta que todos aplaudían y le daban las gracias a mi tía. Me sentía orgullosa y tan contenta, que me giré a John y sin pedirle permiso le di un rápido beso en los labios. - Bienvenido a Accidentes, John. Esto es el pan de cada día. Sorpresas y acabar bien la misión. Me agarré a su mano y entrelacé los dedos, mirando por la ventanilla. Un paseo entre las nubes y el cielo a nuestros pies. ¿Qué más podíamos desear? Por fin llegamos a la isla. Quedaba lo peor, aterrizar. Pero Eledhwen parecía pensar en todo, como había pensado en el carrito para guardar al bicho. Sagitas no se alejaba de aquel animal, como si estuviera enamorada de él. A veces metía la mano y murmuraba cosas. - Bueno, ahora nos toca a nosotros. De un momento a otro, la Tía Amya inventará una excusa creíble en cuanto Adrian y Eledhwen desmemoricen a todos. Y nosotros... Sonreí un poco picarona. - ¿Damos un paseo por la arena, John? Y él me cogió en brazos para que no me mojara y me bajó así del avión. ¡Ay! ¿No os he dicho que tengo un novio genial?
  23. Vaya dos. ¡Vaya dos! Se querían y se mataban. Parecían el perro y el gato en vez de tía y sobrina. Era cierto que el culpable era el libro, pero eso no quitaba que no debieran mostrarse orgullosas entre ellas y poco receptivas, sino colaboradoras como un eje común contra el problema. Suspiré ante esas dos bobas a las que quería mucho. Mami parecía avergonzada y acabó diciendo que lo sentía. La miré orgullosa, sabia que le había costado un poquito porque era orgullosa. Sagis también lo era, mucho más. Pero en el fondo era buena persona. Aún así, se sanó ella, para demostrar que no nos necesitaba, que aún sabía hacer algún hechizo sanador. - Boba - dije, entre dientes. Pero estaba feliz porque la paz parecía volver a la reunión familiar, aunque aún estuviera el libro mordedor por medio. Reena y ella deberían ponerse de acuerdo para estudiar lo que decía pero sin que les atacase a ninguna de ellas. Ni a mí, que les ayudaría en lo que pudiera aunque no entendiera ni papa de lo que decían. - Mamá hará lo correcto - le dije a tía Sagis antes de que bajara a atender a un cliente tardío. Miré a mami y le guiñé un ojo. - Sagis tiene razón. Es un libro peligroso para dejarlo al alcance de Akira o de Ithilion. Aunque el primito seguro que le prende fuego. Pero no creo que se quemara, es un libro mágico. No me respondió. Las palabras airadas de la tía contra alguien sonaban muy fuertes y mami salió corriendo hacia la entrada. Le perseguí pero cuando llegué ya lanzaba un Expelliarmus a alguien. - ¿Qué sucede? Oí que hablaba sobre carnaval y máscaras y lo entendí, aún antes de ver la visita que teníamos. - ¿Nos atacan? Pero sólo era una, no hacía falta llamar a mis compañeros de bando. ¿O sí? Sólo si se desmadraba. - Dejármela a mí, tía, madre... Bajé las escaleras y me encaré con ella. - Ya has oído. Vete y no vuelvas. No necesitamos gente de tu calaña en la tienda. OFF: Valent me dijo que vendría, no la peguéis.
  24. http://i1028.photobucket.com/albums/y348/AmyaAn/Ministerio%20de%20Magia/DAMyC/02_RMyEM/Insignia%20Revertores/InsigniasDePrueba/Xell_p.gifCaso del Avión Siniestrado Todo parecía ir fatal, pues no teníamos motores de avión, se los habían llevado aquellos marineros. Creía a pies puntillas que lo que había hecho John funcionaría a la perfección, o nos quedaríamos bajo el agua para toda la vida, que sería muy corta, por cierto. Sonaron unos cracs y aparecieron Amya y Cye. - Ahora sólo falta la tía Sagitas - murmuré. Y volvía a asomarme hacia el lugar donde ella estaba, muy lejos, demasiado lejos para llegar al avión. - ¿Por qué habéis tardado tanto? - les pedí, sin recordar que Amya era mi jefa y que había cierta jerarquía que respetar. Me sentí algo mal cuando Amya descubrió a los muggles dormiditos. - No son Desmaius, es la falta de aire (con algo más que no puedo confesar sin que la intervención del departamento de los inefables se nos tire encima, tía). Eso nos facilita que piensen que todo fue un sueño. Una pesadilla. - ¿Sacarlas? Se ahogarán fuera. Ni tú eres tan malvada, tía... Mi voz era un susurro. ¿No veníamos precisamente a salvarles? Apagué la radio, tal como ordenó Amya. ¡Oh, era una lerda! Quería decir sacarles a todos, del agua. - Vale, ¿quién conduce? ¿O se dice pilota? Yo me agarro a un asiento y no me muevo hasta que ... ¿Que todo explote? - Hasta que estemos en tierra firme, vivitos y coleando. ¿Dónde hay cuerdas para atarme firme? Y miré al exterior. Nos íbamos sin Sagitas.
  25. http://i1028.photobucket.com/albums/y348/AmyaAn/Ministerio%20de%20Magia/DAMyC/02_RMyEM/Insignia%20Revertores/InsigniasDePrueba/Xell_p.gifCaso del Avión Siniestrado Supe enseguida que si no aparecía John me iba a poner a gritar de histeria. Estaba a punto de perder a mi tía Sagitas, a mi novio, a mi familia... ¡Quería volver al Ministerio! Encima Eledhwen me había reñido diciendo que no ayudaba porque me estaba poniendo histérica. Eso era porque ella no corría el riesgo de perder a su novio justo a unos días de tenerlo. Entró en escena un hombre entrajetado como el capitán del barco, el Krum que tenía prisionera a mi tía Sagis. - Claro que somos el equipo de rescate. ¡Y de élite! Lo mejor de lo mejorcito y no damos explicaciones - repliqué, enfadada. Estaba segura que esto se lo contaban a Amya o a Sagis y no se lo creería. Tenia el genio de la familia algo dormido, pero cuando me salía, era una energúmena. Pero sólo me salía cuando mis amigos corrían peligro. Pero tenía que obedecer a Eledhwen, al fin y al cabo era la jefa. Le decía al capitán que teníamos que volar. Quise protestar, ¿y el resto? Pero prefería callar de momento, en estos momentos era mejor estar unidos. Me asomé a la ventana y le di un cabezazo. Debía recordar que eran herméticas. - Sí, sí, es tía Sagitas, oh, pero qué bruto, parece que va a golpearla - apreté los puños, nadie pega a la familia. Estaba a punto de pensar en una aparición para darle un puñetazo en la cara a ese desconsiderado. ¿Y se creía hombre haciendo eso? ¿Por qué se lo permitía ella? Y se me encendió la bombilla. - ¡Oh! La tía está distrayendo a los marineros para que nos dé tiempo a escapar. Pero... No podemos dejarla aquí... ¿O debemos hacerlo...? Sabía nuestras obligaciones. Salvar a los muggles era primordial. Y Sagitas estaba haciendo el esfuerzo para conseguirlo. - ¿Y si lo hacemos y cuando estén a salvo volvemos a buscar a la tía? - estaba confundida, no quería hacerlo pero ahora tenía que pensar en la misión. Y como me había recordado el tío Kevin, quedaba poco aire para todos, teníamos que salir del fondo del mar cuanto antes. Negué al observar a mi tía con aquel Krum a su lado. Yo quería saltar, como Adrian. - No podríamos llegar contra él, estamos lejos, y tía Sagitas está entreteniéndolos para que saquemos a los muggles. Lamento decirlo pero ella ha sido clara, irnos. Eso no quiere decir que volvamos sin los muggles y entonces le partimos en dos por meterse con la tía. Era duro decir eso, pero sabía que era lo correcto. - Y aún debemos confiar en que ella sabe lo que hace - mascullé entre dientes, enfadada conmigo por el plan de irnos sin ella. - Vamos, hemos de despegar un avión. ¿Dónde está tía Cye y Amya? Iba a preguntar por John, pero entonces le vi. Le sonreí muchísimo, pero él pasó hacia la cabina. Le hubiera dado un pellizco para que no pasara de largo pero entonces le vi sonreír al mirar al interior. - ¿Tienes un plan? - dije, con admiración. - Yo te ayudo en lo que quieras, John. Confío en ti. Y ahora me apetecía darle un beso. Pero no lo haría delante de los muggles, aunque sabía que lo olvidarían enseguida. Eso era mejor cuando nadie mirara.

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