Jump to content

Ellie Moody

Diseñadores
  • Mensajes

    6.803
  • Ingresó

  • Última visita

  • Días ganados

    95

Todo lo publicado por Ellie Moody

  1. Tengo una duda que creo que no se ha preguntado todavía. Lo de sortear la dificultad cada 6 roles... ¿comienzo a contar los seis roles desde mi post? Para mí es así, por lógica, pero me gustaría que me lo aclaren antes de meter la pata (?). Ah, y es luego del sexto, o en el sexto? Just that xD
  2. Hola... saben que, por curiosidad, me puse a leer el tablón y acabo de leer lo del Espejo de Niebla (hace ya un rato que roleé, y supongo que no se puede editar, por las reglas de duelos). Supongo que no leí bien o qué se yo (?), pero tenía en la cabeza la idea de que funcionaba así nomás, dándote más poder. Bueno, en una batalla sí tiene uso. Ahorita no nos sirve porque todos estamos en modo neutral graduado. Entonces, acaba de surgirme esta duda: En una batalla, entiendo que me lo invaliden, pero, ¿en una situación rolísitca, no se puede usar el Espejo así? ¿Para poder hacer algún hechizo más poderoso? Ya saben, sólo para presumirlo (aunque a mi me sirve bastante, ya que apenas soy Legio).
  3. —¿Qué dijo? ¿Que lo logramos? Alza la varita, iluminada de repente, y busca los rostros de sus compañeros. Hay más magos de los que estuvieron en el Polo Norte, y sus ropas son muy diferentes a los de sus compañeros. Como si hubieran estado en situaciones completamente diferentes... A pesar de que la mayoría de inmediato comienza a parlotear sobre las aventuras paralelas, Madeleine no puede captar nada concreto en aquel bullicio. Empuja a los demás buscando a Jank, a Nathan, a Edmund, incluso al odioso de Fined. ¿Estarían bien? ¿De verdad habían logrado salir de la cueva? ¿Quizás Axel y Hades habían encontrado la aurora? Trata de avanzar, pero de repente, como si alguien hubiera dado una orden, el grupo de magos se separa en dos hasta que cada uno queda a un lado de la calle, como en algún tipo de enfrentamiento de bandas. Por algún motivo, terminó junto a Ed y Sally. Y no tiene ni la menor idea de cómo sucedió aquello. Quiere preguntarles qué sucede, y qué demonios se supone que hay que hacer, pero los gritos alarman a todos. Cuando alza la mirada, ve lo que parece sacado de una película de SyFy; olas gigantes, que se abren paso por la calle hacia ellos y los separan del otro grupo. Madeleine ve cómo el agua, salvaje e incontenible, se acerca. Sus compañeros actúan antes que ella. Aunque alcanza a ver cómo Edmund se encierra en un Aqueora, ella se queda inmóvil y boquiabierta a medida que la ola crece sobre ella, a punto de reventar. Sólo cuando siente cómo el agua la empapa y la arrastra, reacciona. ¡Casco-burbuja!, piensa, agitando con fuerza la varita de ébano para que no se le escape de entre los dedos. Cuando la burbuja aparece alrededor de su cabeza, expulsa el agua y permite que la joven tome un gran respiro. Sin embargo, el agua la arrastra y, gracias al encantamiento, su visión se aclara y puede ver claramente cómo la corriente la empuja por la calle. Tiene que detenerse, antes de que se estrelle contra algún árbol o quede aplastada en la pared de una casa, cual insecto en un parabrisas. Rápidamente se le ocurre un plan, y al ver que se acerca al final de la cuadra, sabe que tiene que ponerlo en marcha. —Espejo de niebla —susurra por primera vez, y aunque nadie puede oír su voz salir del casco, su varita sí que lo hace. Madeleine lo siente, cuando la magia fluye por sus dedos. Mucho poder, que hace tiempo que no saborea— ¡Kiorke! —exclama entonces, con su grito resonando en sus propios oídos. El látigo neón que sale del extremo de Fae ilumina todo bajo el agua, con un resplandor azulado, pero no tiene tiempo de admirar la escena. Cuando el agua la lleva cerca del farol, que está a tan sólo un par de metros junto a ella, agita el brazo y hace que el látigo se aferre al pedestal. Necesita cerrar los ojos, ya que se si se desconcentra, quizás el agarre se afloje o incluso desaparezca. Cuando la ola pasa, el nivel de agua baja drásticamente, hasta que el único rastro que queda es la superficie plateada y las ropas empapadas de todos. Entre toses, Madeleine se incorpora, todavía con el látigo de neón brillando junto a ella. Hace mucho frío (aunque no tanto como en el Polo Norte, por supuesto) y tanto abrigo le pesa, así que se quita la gruesa gabardina y queda en un suéter negro, el par de pantalones de lana y un par de botas de gamuza. Su bufanda, al igual que el gorro, ya deben estar muy lejos; el agua se los arrancó. Y quizás si lo hubiera permitido, sus guantes hubieran seguido el mismo camino. Durante un momento, todo se queda en silencio; sólo pueden oírse voces diminutas, y la tos de Madeleine. Mientras se recupera, alza la vista en busca de sus compañeros, pero el mago más cercano es un desconocido. Aunque, ¿no ha visto su rostro en El Profeta? Es una tontería, pero se queda pensando en ello, tratando de recordando. Y cuando lo hace, casi suelta una carcajada. ¿Qué demonios hace el Ministro de Magia allí?
  4. El silencio que mantiene Jank, al parecer mareado por tantas palabras, sólo hace que se enoje más. Si bien palabras como las de Ishaya e incluso las disculpas de Ed le hacen aflojar el agarre de la varita, Nathan insiste en inculparla por el asunto del Yeti. Es tu compañero, se recuerda. Hermano del Fénix. Ten paciencia. Lealtad, unidad y sacrificio... ¿recuerdas? No obstante, la voz de su consciencia es apenas un susurro, uno que es muy difícil de oír. Quizás una bruja más madura, alguien mayor hubiera escuchado a Pepe Grillo. Las palabras de Ed son razonables; es malo descargar rabias con un aliado. Oh, pero Madeleine, aún con tanta historia, es sólo una cachorra; no se sabe si una cachorra de león o de lobo huargo, sólo que está muy furiosa. —Por lo menos los rayos lo aturdieron —termina replicando con sequedad, con los ojos fijos en Nathan. Aunque bien podría emplear la varita para recalcar su palabra, no podría levantarla contra un compañero. Yo soy sólo palabras, se dice, con un sentimiento cercano a la decepción. Perra que ladra, no muerde—. ¿Tu hechizo climático? —musita, llevando la mano al anillo de amistad con animales, a pesar de que no tenga uso en aquel momento. Todavía puede sentir lo que sintió el Yeti; aquel sentimiento de asfixia, de fatiga, como si te aplastaran una almohada en la cara en un mediodía de verano—. Sólo lo alteró. Más. Sin embargo, el muchacho se desquita todavía más con Jank. Y aunque Madeleine es una maldita cuando trata a su hermano, no soporta que alguien más lo sea con él. Quizás debería discutir con sus compañeros el asunto de los amuletos, pero todavía está tan enojada... y sabe que Dayne no tiene la culpa. Quizás sepa cosas que ellos no; quizás incluso prevea algunas situaciones de las que ellos no tiene ni idea, pero sabe muy bien que no trata de lastimarlos. Él vela por ellos, y no sólo porque sea el guía. Es un Demon Hunter. Y aunque ella odie la jerarquía, es el alto rango que más respeta, irónicamente. La reputación de Hades es, en el mejor de los casos, bastante dudable. —Nadie tiene idea de qué hacer, Weasley —suspira, con voz más suave aunque temblorosa por el frío—. Debemos averiguarlo —dice, y pasea la mirada por los presentes: Ishaya, que está bastante interesado en el Libro de la Fortaleza más que en la aventura (y quizás, por ello, termine dominando mejor los amuletos); Ed, quien está bebiendo algo de una botellita; Sally, quien había traído a Fined a salvo, y finalmente a Jank, que parece una tumba. Madeleine coloca una mano sobre su hombro, y la aprieta con gentileza—. Juntos. Vamos, como si fuera una misión —añade por lo bajo, con una media sonrisa. Todos son compañeros, y, por Merlín, ¡claro que saben cómo trabajar juntos!— Entonces, Browsler dice que busquemos a las criaturas desaparecidas. Yo creo, que ya que encontramos a Sally, deberíamos buscar la forma de salir. Si regresamos al claro, podríamos encontrar una forma de subir hacia el... uhm... "tragaluz" —dice, sin saber muy bien cómo llamar a aquella abertura—. Oh, y dame un trago de eso —le pide a Edmund, extendiendo la mano hacia la botella, ya que parece ser el vodkda del que Ishaya había hablado hacía unos momentos—. ¿Qué opinan, entonces?
  5. —¡Al diablo TÚ, Browsler! —replica Madeleine, apretando a Fae entre sus dedos. Aunque al igual que Jank, está temblando de frío, su voz es firme. De no ser por el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos, seguramente ya el enemigo, si es lo que hay, habría dado con ellos. Ciertamente, no es una fanática de las criaturas mágicas. Pero hasta una desertora tiene ideales. Aunque, claro, las amables palabras de Edmund también tienen bastante que ver con su reacción. Aunque cree entender por qué los muchachos parecen haberla tomado contra ella; después de todo, los Yetis no son criaturas con buena reputación y el primer encuentro no había sido para nada bueno, pero, ¿se habían molestado en pensar en él? ¿En sus sentimientos? ¿Acaso olvidaban el maldito anillo de amistad con animales— ¡Tu rabia y tu trasero se pueden ir al ca...! De no haber sido por el gruñido del Yeti, quizás le hubiera propinado una patada a su compañero. —Lo despertaste —murmura con amargura, al tiempo en que da un par de pasos hacia atrás. El Yeti no debe tener recuerdos muy buenos sobre ellos. Sin saber muy bien qué decir ni qué hacer, se queda mirando el rostro de la criatura. Está asustado, se dice. Lo atacamos, claro que está asustado. Y el temor, lleva a la ira. Le gustaría que las cosas fueran diferentes. Le gustaría poder decirle que ellos no son los malos, pero no puede. Incluso si se tratara de una persona, está segura de que jamás habría logrado convencerla de tal cosa. Quizás si Edmund no les hubiera gritado, Madeleine no hubiera reaccionado a tiempo. Prácticamente al mismo todo, todos se echan a correr hacia el interior de una de las grutas del complejo. Sin embargo, por muy rápido que crean huir, todavía tienen al abominable hombre de las nieves en los talones. Es en la carrera cuando se topan con Sally que también está corriendo, pero en lugar de escapar, avanza hacia el peligro sin saberlo. Por supuesto, ella hace caso a sus palabras y se da la vuelta para regresar de la cueva de donde salió. Aunque es un verdadero alivio verla, en aquel momento no pueden celebrar. De tanto correr (o quizás, por aliento de la criatura prácticamente encima de ella) ya no tiene frío. El corazón le golpea el pecho con tanta fuerza que Madeleine siente que se le va a salir de la cavidad. Sin saber muy bien por qué, aunque está indudablemente segura de que lo tiene encima, vuelve la cabeza. Por no ver el camino, se resbala con hielo y cae sobre su trasero, pero aún así mantiene la vista hacia atrás. —¡Alto! —le grita a sus compañeros, y no para que la ayuden a levantarse— ¿Dónde está el Yeti? —cuando ellos hacen caso a su llamado, se dan cuenta de lo mismo que Madeleine advirtió. La bestia ya no los está siguiendo, pero, ¿en qué momento había pasado éso? J0der, si podía oírlo atrás de mi... ¡Podía sentir su maldito aliento sobre la nuca! Cuando se levanta, agita a Fae y susurra un Lumus que no le sirve para nada. La nieve está toda revuelta, y es prácticamente imposible distinguir las huellas. —¿Se desvaneció? —sugiere, irónicamente, ya que es muy, muy poco probable— ¿O lo llamaron... al igual que a los demás? —Así había pasado con los bowtruckles y los osos polares; cuando regresaron al claro, de repente no estaban— Maldición, Dayne —susurra, mirando de reojo a Jank—, ¿qué demonios está pasando acá? ¿Todo ésto por la maldita aurora boreal o qué rayos?
  6. —Feliz —asiente Madeleine, aunque su rostro está endurecido por el enojo. Aunque se dirige a su hermano, no aparta la mirada de Nathan—. Nosotros somos los invasores —dice con la voz ronca. No le había gustado para nada el tono de su voz y sabe muy bien lo que había insinuado, y probablemente no lo olvidaría, por lo menos, durante el resto de la travesía—. ¿Es tomar el camino fácil hacer lo que siempre hacemos? —pregunta, señalando con la varita al abominable hombre de las nieves— ¿Respetar la vida? Finalmente se vuelve para ver al Yeti dormir plácidamente, gruñendo entre ronquidos. Quizás sí es cierto que vive allí, pero si así es, es porque alguien lo trajo. ¿El mismo alguien que quizás lo alteró? ¿El mismo alguien que los condujo a su posible hogar? Son preguntas más difíciles de responder, y peor, cuando no hay mortífagos a los que culpar. Así que en lo primero que piensa es en los fulanos Uzza, de los que tanto a oído hablar pero de los que no ha leído ni una sola historia. Incluso se encuentra pensando que seguramente Jank y Hades tienen todo planeado; a lo mejor ellos son los que causan tantos problemas, para que ellos aprendan a la fuerza a usar los encantamientos del Libro de la Fortaleza. Luego de unos momentos pensando en ello, termina sintiéndose como uno de esos viejos locos que ven conspiraciones en todos lados. Mejor busquemos la maldita aurora y ya, se dice. —Podríamos usar el amuleto volador —responde Madeleine, puesto que le parece mucho más simple—. Pero, maldición, no hay rastros de Sally—murmura, dando un par de pasos hacia el claro. El lugar está más iluminado, extrañamente, y ella no está por ningún lado. Entonces, recordando que la bruja es parte del clan, envuelve su brazalete de la Orden Oscura con la mano derecha, y cierra los ojos con fuerza. Podría saber dónde se encuentra cualquiera de los miembros, pero sólo le interesa Sally, que está muy cerca. Puede sentirlo. Pero no encuentra su mente, ni siquiera su voz, sólo oscuridad— Nada —susurra, con la voz entrecortada—. ¡Tiene que estar acá! Cuando alza el rostro hacia la luz, recuerda la misión. Debe ser una mie.rda muy importante. Pero, ¿éso importa más que una compañera? —¿Podemos buscar sólo un poco más? —pregunta, con un hilo voz— ¿Edmund? ¿Dayne?
  7. —¡Por el amor al cielo, Dayne! ¡Todos saben que los Yetis son del Tíbet! —exclama, sintiendo el hielo en su espalda. Mantiene la varita en alto, como si aquello la pudiera defender de cualquier ataque, pero la verdad es que no sabe qué hacer. Ya Jank había renunciado a sus intento de domar a la bestia— Ésta no es su casa. Apuesto a que alguien... —comienza a decir, hasta que Jank la hace caer al suelo junto a él. El golpe es terrible, y Madeleine de inmediato se lleva las manos al trasero, ya que cayó sobre él. Y no es que sea lo suficientemente grande como para amortiguar aquella caída. Aún así, se pone de pie cuando su hermano lo hace, y si bien el instinto trata de convencerla de que le da un puñetazo, la razón le dice que debe agradecerle. Así que le sonríe, esperando que entienda el mensaje tras el gesto, y de inmediato vuelve a concentrarse en el asunto del Yeti. Nuevamente, trata de hablar con sus compañeros, pero la adrenalina y los nervios por lo que pueda hacer el monstruo parecen ensordecerlos. De un momento a otro, Ed está demasiado cerca del Yeti. Por un momento, pareciera que va a lograr algo. Logra tumbarlo y además caer sobre el cuello de la bestia, un lugar vulnerable. Pero entonces, sin previo aviso, su compañero está inconsciente a su alrededor. A oscuras, Madeleine no puede ver el rostro de Ed, ni mucho menos si hay un charco de sangre bajo él o no. Así que se acerca a él, y cuando le coloca el dedo bajo la nariz, puede sentir el aire tibio. No sabe qué heridas tiene, ni tampoco hay tiempo de buscar. Supongo que tendré que jugármela, se dice, mientras se cuelga del cuello el amuleto de curación. Aunque no posee el conocimiento de Primeros Auxilios, podría decirse que su experiencia en San Mungo es un equivalente. Para Madeleine, en la sala de emergencias clandestina aprendió mucho más de lo que cualquier tipo en un salón de clases podría enseñarle. Así que cuando cierra los ojos y se pone de cuclillas para colocar sus manos sobre la frente de Ed, lo hace con seguridad. Puedo hacerlo. Es mi deber. Aunque no sea una sanadora, siempre será mi deber. Aunque no puede verlo, está segura de sentir cómo el topacio brilla tenuemente. El poder fluye por sus dedos, y siente cómo se drena a su compañero. Cuando escucha a Nathan hablar, abre los ojos. Antes de ponerse de pie, susurra un Ennervate, agitando ligeramente la varita sobre Edmund. Sólo queda esperar. —Weasley —susurra—, no creo que se una buena idea... —pero su compañero está bastante animado por su "descubrimiento", tanto que realiza el hechizo de una vez. El efecto es inmediato. Sigue haciendo muchísimo frío, y Madeleine no deja de temblar, pero es menos despiadado. Claro, aún así no se quitaría ni una sola pieza de su indumentaria. Al notar cómo la bestia de repente deja de gruñir, y comienza a respirar con dificultad, cierra los ojos y se concentra en el Yeti para activar el anillo de amistad con las bestias. Puede sentir algo muy familiar. Pero no es miedo, como el que le podría tener a Patrick Colt o a la cobardía. Es un poco diferente. Se siente como cuando, en el internado, la castigaban encerrándola en un armario de limpieza; se siente como cuando Paú, "jugando", aplastaba una almohada sobre su cara; se siente como cuando los mortífagos la amordazaban, le cubrían la cara con un pequeño saco, y la arrojaban en la celda más pequeña, alejada y sucia de Nurmengard. Asfixia. Desesperación. Incertidumbre. Y de repente ella, que nunca ha sido la mejor amiga de las criaturas (y considera Cuidado de Criaturas Mágica como una materia inútil), coloca su mano sobre el brazo de Nathan y lo mira con expresión iracunda, como si su compañero se estuviera metiendo con alguien de su sangre. —¡Detente! —exclama— ¡Lo atormentas! ¡Lo estás lastimando, maldita sea! ¡Sólo está asustado! —asegura, porque lo está. Lo sintió, cuando usó el anillo. Alguien más alteró al Yeti con fuego, fuego de verdad. Pero, ¿cómo podía él diferenciar a un mago de otro?— Hay que... hay que... sólo, neutralizarlo. ¡Si lanzamos un hechizo aturdidor, todos al mismo tiempo! Quizás... quizás podamos hacer que se duerma. Y no es un eufemismo —le dice a Jank, con los ojos entrecerrados. Tampoco es la mejor forma, pero no quiere torturar al pobre. Si lograr aturdirlo, por lo menos el Yeti tendrá una siesta y algo de paz. Quizás podrían llevarlo a otra cueva, otra montaña. O al Tíbet, con sus familiares. Así que alza la varita y, esperando que sus compañero se unan, exclama el hechizo. Obviamente, si sólo impacta el de ella, no le hará ni cosquillas. Desde que escuchó a Ed decir que sus poderes estaban mermando, parecía sentirlo. Oh, pero si se unen... Bueno, ¡por lo menos hay que intentarlo! —¡Desmaius!
  8. —Nada —susurra Madeleine, cabizbaja. Ni siquiera el anillo de escucha, con el que puede oír los vientos fuera de la cueva, percibe respiraciones ajenas a las de ellos; no hay gritos pidiendo auxilio, ni llamándolos... Sólo, nada. Afloja el agarre de Fae, y considera echarse al suelo lleno de hielo roto y llorar como una niña pequeña. Ed no parece estar prestandole atención, y Jank... bueno, él ya debería estar acostumbrando a aquellos arranques. Quizás incluso la comprendería. Quizás todos su compañeros lo harían, aunque no se acercaran a abrazarla. En aquel momento, están en una misión asignada por los fulanos Uzza. Nunca ha oído hablar de ellos, ni siquiera en la Academia, pero se supone que son gente importante. El volver por Sally, Madeleine es consciente de que se debe a la lealtad que le tienen (o por lo menos así lo ve ella, puesto que no son cercanas, y nunca ha entablado una conversación con ella) y porque en la Orden del Fénix, la mayoría aprenden a no abandonar a un soldado, a un compañero, así lo único quede de él sea un dedo meñique. El choque de los dos asuntos es bastante imprudente, ya que por querer seguir sus ideales, se juegan el resultado de la misión—. Pero, ¿qué más podemos hacer? —dice, al cabo de unos momentos, colocando una mano en el hombro de su hermana— ¿Rendirnos? —pregunta, con una media sonrisa, sospechando la respuesta. Nathan regresa del túnel al cabo de unos momentos. Madeleine, recordando su misión buscando el aquelarre, piensa hablar con él para que se convierta en un coyote, y así pueda explorar sin temor a llamar la atención del enemigo (quién quiera que sea, si es que lo hay). Sin embargo, él ni siquiera los saluda, ni los ve. Está de espaldas, y tan pronto como llega al claro (bueno, lo que queda de él) comienza a gritar como un loco, sin decirles nada, sólo diciéndoles que tienen que correr. Con hechizos destructivos, logra bloquear la gruta de dónde salió... oh, pero eso no detiene las pisadas, que se vuelven más furiosas, más rápidas. Cuando la bestia hace añicos el muro improvisado de Weasley, y se asoma al otro lado del claro, Madeleine observa su pelaje blanco, la altura de más de cuatro metros y, sobre todo, la furia en su rostro. —¡YETIIIIIII! —grita, y gracias al anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos, sólo sus compañeros (por lo menos, los que están en el radio del hechizo) pueden oír su advertencia. Por un momento, no sabe si echarse a correr o tratar de ahuyentar a la bestia. Alza la varita, pero su mano tiembla... y se da cuenta de que el anillo de amistad con las bestias está brillando. Dios, está demasiado asustada. Puede sentir el miedo del abominable hombre de las nieves. Pero, ¿qué es? Madeleine, aunque escucha las voces de sus compañeros, cierra los ojos y trata de sentirlo, de comprender. Pero sólo hay fuego. Primero paz, tranquilidad, y luego fuego. Por un momento, aquello no tiene sentido, hasta que lo recuerda. Los Yetis temen al fuego. Pero ellos no pudieron haber encendido ninguna fogata ni antorcha. Y, ya que estamos... ¿qué demonios hace un Yeti acá? ¿Ellos no son del Tíbet? Cuando fija la atención en sus compañeros, deja de sentir su magia siendo drenada al amuleto. —Sólo está asustado —dice—. Alguien lo asustó, pero... ¡CUIDADO! —exclama. Al otro lado del claro, la criatura sostiene uno de los pedruscos que cayeron durante el derrumbe. Como un pitcher, se prepara para hacer un lanzamiento. Así que Madeleine alza la varita, y musita— ¡Morphos! —el Yeti arroja su brazo, pero no hay nada que se vaya a estrellar contra los magos. Sobre él, sin embargo, vuela una mariposa azul. Aquello parece enfurecerlo más, ya que suelta un grave gruñido— ¡Rápido! ¿Quién tiene el conocimiento de Criaturas? Maldición, que alguien trate de calmarlo —dice a sus compañeros. Ella no puede usar tan efectivamente el anillo de amistad con las bestias, porque no hizo ese curso en la Academia. Pero si alguien lo tenía podrían hacer que se calme. Si no, mejor que lo dijeran de una vez, para echarse a correr.
  9. Alzando las cejas, se queda mirando al mago que no para de arremeter verbalmente contra Jank. A pesar de que lo detesta, no puede soportar que alguien se meta con él. Inconscientemente aprieta la varita entre sus dedos, y frunce el entrecejo. Él puede ser muchas cosas, y Madeleine nunca lo ocultará; sin embargo, así como lo conoce lo suficiente para admitir que tienes muchos defectos, también protege sus virtudes. Y él no es un cobarde, ni mucho menos un inútil. Siente el poder recorrer su brazo, pero sabe que no puede meterse con un compañero. Y como si no se sintiera lo suficientemente impotente, su hermano no hace nada. Ni siquiera mira a Axel. Finalmente, trata de convencerse de que si él lo ignora, ella debería hacer lo mismo... oh, pero al escucharlo hablar en otro idioma, sin poder distinguir nada de lo que dice, la llena de suposiciones. Y está a punto de gritarle que cierre el pico de una maldita vez, cuando el brillo que proviene de su anillo la distrae. —¿Qué...? Y cuando vuelve a mirar al muchacho, su actitud es completamente diferente. Madeleine tarda un par de segundos en asimilarlo. Y al hacerlo, suelta una tos incómoda y, disimuladamente, afloja el agarre de su varita. —Ahm... bien pensado —termina diciéndo—. Supongo que es preferible que, quien quiera que sea el enemigo, piense que estamos muertos. Mientras Ed se encarga de curar a Fined, Jank habla sobre el asunto de Sally, y la decisión de volver a por o ella o seguir adelante. Obviamente ellos, la mayoría parte de la Orden del Fénix (salvo por una bruja que no había dicho ni pío durante toda la aventura), y no van a dejar atrás a compañera, a una ex-Líder. Aunque si tan sólo se hubiera tratado de una aspirante, o quizás de una bruja que no conoce, quizás lo más probable es que hubiera actuado de la misma forma. Son un equipo, aunque hayan personas ajenas al bando, y deben velar el uno por el otro. Así que guarda a Melle en su vaina, y se acomoda la mochila de cuero. —Iré contigo, Browsler —termina diciendo, al tiempo en que se pone en marcha tras él—. ¿Nadie más? ¿Tonks? ¿Weasley? ¿Tú? —le dice al mago que activó en anillo de salvaguarda, pero del que no conoce el nombre— ¿Dayne? Sin embargo, no espera a nadie. Al igual que Ed, utiliza la Salvaguarda Mágica para que su cuerpo se vuelva intangible, y así poder atravesar el derrumbe. A pesar de que requiere mucho esfuerzo, ya que casi no lo ha practicado, no se queda atascada en la roca y éso es excelente. Cuando llegan a claro, el efecto del encantamiento ha desaparecido. Sin embargo, antes de hablar, se asegura de tener puesto el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos. No tarda mucho en sentir cómo la reliquia actúa. —Vaya... ¿qué habrá pasado con los bowtruckles? ¿Y los osos? —pregunta, pero se da cuenta de que su compañero no la oye. Necesita concentrarse, meterse en la cabeza que quiere que Edmund la oiga, para que anillo lo permita— Al parecer, las bestias también huyeron —dice finalmente, esperando haberlo hecho bien ahora. Allí hay buena iluminación, pero con el derrumbamiento la nieve mezclada con escombro vuelve un poco opaca la escena—. ¡Sally! ¡Sally! —llama, pero su voz no puede más que llegar a los oídos de Ed y a los de ella misma. Sabe que tiene que intentarlo, permitir que ella la oiga, pero ¿cómo puede intentarlo, si ni siquiera sabe dónde está?
  10. Con su anillo de amistad con las bestias, aunque no es capaz de controlarlas (está demasiado nerviosa y agitada para tomarse un momento, y canalizar el poder), puede sentir lo que ellas sienten. Los bowtruckles están preocupados por sus árboles, y aunque es cierto que los magos no les han hecho nado, seguramente quieren la madera "mágica"; y mientras ellos más tratan de repelerlos, más se enojan. Así como nunca prestó atención a las clases de Herbología, tampoco lo hizo a las de Cuidado de Criaturas Mágicas. Le parecían asignaturas algo bobas, y que, además, se le daban fatal. Sin embargo, con el grito de Ishaya, recuerda lo que tiene que hacer para distraerlos. —¡¿Alguien tiene insectos entre sus cosas?! Y no, Madeleine no tiene insectos en su bolso. Pero se le ocurre algo. Mete la mano en su bolso y saca algo de la la basura que se acumula en el fondo: monedas de cobre y plumas rota, que tienen la masa suficiente. Entonces agita la varita sobre el montón de objetos, que están amontonados en su mano libre, y comienza a susurrar "¡Morphos! ¡Morphos! ¡Morphos!". Muy pronto hay una pequeña montaña de cochinillas. Si bien tiene los guantes, el sostener a los insectos tan cerca de ella le da asco y le pone la piel de gallina, así que se apresura a llamar la atención de los guardianes de árboles, que parecen arbolitos de por sí. —¡Tomen! —grita, y cuando se acercan a ella con la intención de arrancarle los ojos con sus garras, se agacha inclinando la cabeza, pero alzando la ofrenda hacia ellos. Puede sentir cómo se calman al ver los insectos, y aunque sería divertido dárselos ella misma, como si fueran mascotas, sabe que sus compañeros necesitan apoyo. Así que les deja los bichos a un par de metros del claro, no sin antes notar lo inofensivos y pacíficos que lucen ahora. Mientras nadie los siguiera atacando, y no se acercaran más de lo debido a sus árboles "mágicos", no tenían por qué preocuparse de ellos. Cuando vuelve el rostro hacia los demás, nota que están luchando con osos polares. —¡¿Qué demonios sucede?! —exclama. Hace sólo un par de minutos, todo estaba en silencio, en paz. ¿Cómo aquellas bestias habían llegado tan rápido, sin que ellos pudieran haberlo previsto? ¿Por qué se mostraban tan hostiles? Entonces piensa en los bowtruckles. ¿Y si alguien había herido algún árbol, para que las criaturas los atacaran? Oh, sabe que hay que pensar en todo éso, pero no en ese momento. Los osos aunque no les superen en número, pueden dejarlos fuera de combate con tan sólo una mordida y un manotazo— ¡Desmaius! —exclama al que corre en cuatro patas hacia ella, y cuando el hechizo impacta, cae con pesadez, provocando un ligero temblor que hace que un par de estalactitas caigan cerca de ella. Menos mal que desenfunda a Melle justo a tiempo, para protegerse bajo su anchura. Madeleine pretende continuar con la danza, pero siente cómo el ligero temblor se intensifica. —Mieeer... Mierr... —dice, sin aliento, porque cree entender lo que pasa. Y por las miradas en los rostros de sus compañeros, ellos también piensan lo mismo. Un derrumbamiento. ¿Causado por qué? ¿Tanta acción? ¿Terremoto? No le importa. Ni siquiera sabe si el Polo Norte es zona de terremotos. Lo único que sabe es que tienen que salir de allí, ya que la vibración cada vez es más fuerte, y no quiere terminar sepultada bajo toda esa roca, hielo y nieve. No obstante, sólo logra moverse cuando escucha el grito de alerta de Fined. —¡Corran! —grita también— ¡DAYNE! ¡No te quedes viendo como un bobo! —exclama, tomándolo bruscamente del brazo. En la Via Appia, caminaron con los brazos entrelazados, disfrutando del cielo e inclusive la compañía mutua, a mitad del evento. Pero aquel no era un paseo, y su agarre no era nada gentil. Madeleine tira de él con fuerza, haciendo que corra junto a ella— ¡VAMOS! Con el amuleto volador, es capaz de saltar sobre las rocas y caer con ligereza. No sabe a dónde se dirigen, sin embargo; sólo sigue a Fined, ya que fue el que tomó la iniciativa de huir. No está acostumbrada a correr, especialmente en un lugar tan incómodo, así que su corazón se acelera de inmediato y no tarda en hiperventilar. De cualquier forma, sabe que no puede detenerse... no de momento, por lo menos. Sólo lo hace al escuchar el derrumbe a su espalda. Asoma la cabeza por encima del hombro, y se da cuenta de que el camino quedó bloqueado por piedras. Y de nuevo, están a oscuras, pero por lo menos los temblores se habían detenido. Cuando susurra un lumos, ilumina los rostros de los muchachos. Allí están, quizás algo lastimados, pero a salvo. Vivos. —¿Dónde está Sally? —pregunta, al darse cuenta de que no encuentra su rostro. Instintivamente, vuelve la vista al montón de rocas— ¿Se quedó del otro lado? —susurra. No sabe quiénes son los que están atrapados, ella del otro lado del "muro", o ellos allí— No podemos dejarla sola —murmura. Había que encontrar una forma de despejar el camino.
  11. De no ser por el grito de Jank, se hubiera puesto a explorar en las cuevas circundantes, o incluso se hubiera atrevido a planear hasta allá arriba, de dónde venía la luz (¿sería el cielo? ¿Algo más?). A pesar de que alcanza a gritar "¡Buena ésa, Dayne!", Madeleine, al igual de los demás, se alerta de inmediato y enarbola con fuerza su varita mágica. El lazo del diablo tiene fuertemente abrazado al guía, dando la sensación de que en algún momento se lo tragaría hasta que el cuerpo del mago se perdiera en la vegetación. Es irónico que sea él el que se meta en problemas, mas no hay tiempo para ese tipo de pensamientos, ni mucho menos en recriminaciones. En cambio, actúan. Al igual que los demás, lanza varios incendio a las raíces. Nunca había prestado atención a las clases de Herbología, así que se sorprende y se decepciona al ver que el fuego no le hace ni cosquillas a las raíces. No entiendo... Es gracias a Nathan que la planta, finalmente, suelta a Jank. Madeleine escucha cómo brama "¡Lumus Solem!". Es un hechizo antiguo pero potente, cuya luz los obliga a todos a cubrirse el rostro. Por un momento, cree dejar de sentir frío. Espera que sólo sea su imaginación... Cuando abre los ojos, los muchachos están liberando a Jank, y logran hacer que se levante. Afortunadamente, el lazo del diablo no tuvo oportunidad de romper sus huesos. Si bien su ropa tiene quemaduras y hay partes chamuscadas, parece estar bien, dentro de lo que cabe. —Bien... la situación está controlada —suspira, sintiéndose terriblemente avergonzada, por haber actuado tan inútilmente. Se supone que ella es una bruja con experiencia, valiente, que sabe actuar en ese tipo se situación. ¿Cómo no pudo actuar correctamente frente a aquella planta? ¿Y si se hubiera tratado de algo más letal? ¿De una criatura? ¿De una persona? De momento, lo único que puede hacer, sin embargo, es agradecer que Nathan tuviera conocimientos de Herbología. Cuando Unde menciona algo sobre las huellas, Madeleine recuerda el comentario del mago desconocido, el raro. Están en la nieve, sólo que ahora no está segura de cuáles son de ellos. Quizás si no me hubiera puesto a jugar en la nieve, el rastro no sería difícil se seguir, piensa, mientras examina la helada escarcha. Pares de huellas se encaminan hacia las grutas que rodean el claro, perdiéndose en la oscuridad. Sin embargo, otras... Parecen venir de varios lugares, pero todas se dirigen hacia el centro. Y entonces, parecieran desaparecer. Inevitablemente, alza el rostro y la débil luz blanquecina baña su rostro. —¿Por qué siempre el camino complicado? —se queja, al escuchar la sugerencia de Fined. Sin embargo, ¿qué otra opción tienen? Cualquier par de huellas es una pista, algo que seguir. Y el salir por el tragaluz, podría ser demasiado fácil. Así que se ve obligada a asentir, mostrando su apoyo a la idea del hombre— Como sea... ¿qué se supone que debemos buscar? —le pregunta a los guías, mientras saca los amuletos del Libro de la Fortaleza de su mochila, aunque tiene el presentimiento de que están improvisando. Ya que aparentemente Ishaya es capaz de usar el amuleto de curación (o activarlo por lo menos, ya que ese brillo no es normal), Madeleine supone que si lo intenta, podría lograrlo. Así que se coloca el anillo de escucha en el dedo meñique, y el detector de enemigos en el anular. Pretende cerrar los ojos, esperando sentir algo diferente, mas la preocupación de sus compañeros vuelve a distraerla. Están preguntando por Sally. —Oh —suelta—, pero si ella estaba justo... —dice, mas cuando asoma la cabeza hacia atrás, para contemplar el grupo, se da cuenta de que, efectivamente, no está— ¿Quizás se nos adelantó? —sugiere, aunque en aquel lugar, con tanta tensión, nadie iba a tragarse éso, ni siquiera ella misma— Seguro se quedó atrás. Pero debe estar bien. Sólo estamos nosotros acá, ¿no? —pregunta con una sonrisa, aunque su voz tiembla, y se encuentra dudando de la respuesta.
  12. —¿Se supone que podemos usarlos? —suelta, cuando Tonks muestra los amuletos del Libro de la Fortaleza— Aunque, bueh, quizás esperan a que un Yeti nos muerda el trasero para explicarnos qué hacer con ellos —murmura, dándose cuenta de que aquello no parece en nada una clase. Igual, prefiero las aventuras. Si quisiera leer un libro gordo de hechizos, me quedaría en Winterfall—. De todas formas, parece ser que son ellos los que nos quieren llevar hacia los seres malignos —responde al comentario de Ishaya, cuando Hades les indica que hay que continuar la marcha. Madeleine pone los ojos en blanco. "Nadie ha regresado con vida". Sí, no es la primera vez que alguien le dice eso... y generalmente, aunque quizás con un par de heridas y algo cansada, logra "regresar con vida" (afortunadamente, nunca ha regresado con muerte. No debe ser muy agradable ser un zombie). Sin embargo, esa forma de hablar sería más adecuada para impresionar y alertar a chicos de quinto o sexto año; allí, no obstante, todos son graduados, e incluso miembros de la Orden del Fénix. Aquel disfemismo sólo significa que será una aventura difícil, una verdadera odisea, pero que definitivamente podrán lograr con suficiente compromiso y valentía. Como de costumbre, se dice, mientras se echa a andar tras los demás. El suelo está bastante resbaloso, por lo que, utilizando su amuleto volador, se asegura de flotar por encima de las zonas más "peligrosas". Por supuesto, se asegura de mantenerse a no más de medio metro sobre el suelo, ya que tampoco quiere que su cabeza choque contra una de las estalactitas... algo le dice que, así estén en San Mungo, Jank y Hades se asegurarían de reprobarla. Luego de un par de minutos, el ambiente no cambia; los únicos sonidos provienen del grupo. Cada vez hace más frío. Por fortuna, el fuego (¿fatuo?) que los guía es pura magia, ya que una antorcha normal seguramente ya se habría apagado; o peor aún, su calor hubiera debilitado el hielo sobre ellos. Finalmente, sin provocar ningún accidente, llegar a un lugar que promete ser relevante en la travesía. Es un claro iluminado, con una capa de nieve sin tocar e incluso una vegetación que Madeleine, que nunca ha estudiado Herbología, ni siquiera intenta distinguir, ya que sabe que será un intento en vano. En cambio, se lleva una mano a la empuñadura de Melle (aunque no la saca de su vaina), mientras camina hasta que sus pies alcanzan la nieve. Sus botas quedan enterradas. —¿Este lugar está en el mapa? —pregunta son insolencia, recordando de repente que la respuesta de Hades no incluía la mención de un mapa. Mientras espera una respuesta, alza el rostro. La luz es clara y blanca, así que no está segura de si es alguna especie de iluminación especial o es el cielo del Polo Norte—Ésa frase nunca trae nada bueno—comenta, al escuchar a Fined—. Supongo que no queda nada más que seguir la luz— suspira al cabo de unos momentos, mientras sus pies juegan con la nieve, puesto que los otros caminos, los que rodean el claro, los lleven a un lugar importante. Por lo menos, a un lugar que los ayude a encontrar las luces.
  13. —¡Cierto! —suelta Madeleine, al escuchar a Ishaya. Para bajar, había pensado que tendrían que improvisar un equipo para escalada o algo por el estilo. ¿Cómo es que no había pensado en el amuleto volador, cuando acababa de usarlo? De inmediato se lleva una mano a la frente. Se supone que, aunque no es la mejor bruja de su generación, a veces tiene buenas ideas y suele usar las cosas que tiene a la mano... oh, pero cuando está en una actividad relacionada con estudios, termina luciendo como una i******. No sé cómo sobreviví a Hogwarts, piensa, sacudiendo la cabeza— No creo que lo de la escoba sea una buena idea, Tonks —añade en voz más baja. Al igual que Ishaya, ella también se siente cómoda sobre una, especialmente cuando es una Nimbus 3000. Sin embargo, piensa que lo mejor es viajar ligero. ¿Y por eso trajiste a Melle, no?, se dice irónicamente, refiriéndose a su espada—. Aunque deberíamos pensar en algo para iluminar, antes de bajar... el Lumos no es que sea muy efectivo. Supone que ya Nathan tuvo que haberse dado cuenta de ello, puesto que también lo había intentado, y el efecto fue el mismo. —Ahmm... ¿será peligroso armar algunas antorchas? —sugiere, puesto que no se le ocurren muchos encantamientos iluminadores— ¡Oh! ¿Qué tal si transformamos algunas cosas en luciérganas? —dice, aunque no está segura de que puedan aplicar morphos a la nieve. Sin embargo, mientras medita en su duda, se agacha y comienza a rebuscar en su mochila. Deben haber plumas viejas o pergaminos olvidados que puedan servir. Mientras lo hace, escucha a Ishaya ofrecer algo. Al alzar la mirada, ve que es una botella con algo transparente. Ah, trajo agua, dice. Sabía que olvidaba algo. Así que le hace un gesto para que le pase el recipiente, y traga un sorbo, puesto que siente repentinamente la garganta seca. Pero de inmediato arruga la cara, y siente cómo le quema la garganta. —Agh —se queja, cabizbaja, y tose un par de veces—. G-gr... cof... gracias, Tonks —dice, devolviéndole la botella, con los ojos llenos de lágrimas—. Sólo algo fuerte.
  14. Insegura, da un par de pasos hacia el interior de la cueva de hielo. Sin embargo, el suelo es demasiado resbaloso, así que permanece inómovil. Al volver el rostro ve, bañados con la poca luz que hay en la entrada de la cueva, que más compañeros han llegado allí. Ninguno vuelto compota, gracias a los amuletos. Le alivia ver tantas personas en las que confiar: Sally, Nathan, Unde, Ishaya. Al otro mago no los conoce, aunque parece un niño, emocionado por la aventura, así que Madeleine lo ve como una persona inocente. Sin embargo, prefiere no los saluda. En cambio, alza la varita a la oscuridad. —Lumus —susurra, agitando con suavidad la varita de ébano. La luz que se enciende en el extremo es brillante, pero es demasiado pequeña para iluminar decentemente el camino. Lo único que Madeleine puede distinguir, cuando apunta con Fae el suelo ante ella, es que la cueva sigue bajando. ¿Hasta dónde llegará?, se pregunta. Y de repente, tiene unos incontenibles deseos de seguir con la expedición, así sea ella sola. Sin embargo, no sabe cómo demonios una cueva los llevará hacia la Aurora Boreal. No se atreve a desviar la mirada, aunque no vea un demonio. Sintiéndose repentinamente rara, retrocede hasta acercarse al grupo. Por algún motivo recuerda una célebre frase de Nietzsche: Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti. Nunca había entendido esas palabras, y menos ahora. Está segura de que le vino a la mente, sólo por la literalidad de la situación. Esperando alguna indicación de los guías para poder avanzar, hace que no se sienta como ella misma. Si dependiera de ella, tomaría cualquier camino, y si es el incorrecto tomaría otro, y así sucesivamente... siempre ha preferido equivocarse, que esperar órdenes y, especialmente, pedir permiso. Oh, pero por más que trate de hallar un motivo, no puede. Simplemente lo está haciendo, aunque no le agrade, y punto. —¿Cómo se supone que vamos a llegar a las luces, exactemente? —pregunta, esperando que éso los anime a hablar— ¿Tienen algún mapa? A todos nos gustaría saber cuál es el recorrido que trazaron —dice, mirando a sus compañeros. Quizás si ellos apoyan la sugerencia, los guías se "muevan" también.
  15. No es un club exclusivo del bando. Sólo se promociona como un club de convivencia de mortífagos, minis... ah, y otra gente. Ajá! Caímos en la trampa! xD Sí, nosotros tenemos nuestro nido de spam allá en nuestros aposentos. Y el hecho de que recomientos el abrir nuestro propio club en las Tres Escobas no sólo indica que no entendiste, o no quedó en claro, lo que Cath quiso decir, sino que de cierta forma estás diciendo que ustedes tienen su lugar, así que nosotros podríamos/deberíamos abrir el nuestro. En fin, no es nuestra prioridad ni el motivo de nuestra guarimba eso. De hecho, la "queja" tampoco es con ustedes. El punto es que, por lo menos desde nuestra perspectiva (hablo por mi, Cath y Eli, que somos las que estamos opinando; pueden excluir a otros miembros de la orden, si es que se pasan a opinar), se rompió un acuerdo. Así lo vi cuando vi por primera vez el club, y recordé las reglas de las Tres Escobas, que alguna vez me leí. Repito, no los echamos la culpa. Por lo menos como yo lo veo, pareciera que se les dio permiso para romper el acuerdo. Y sí, reitero, porque para mi sí es una violación, o por lo menos un abuso... que aunque menor, es un abuso pues. En fin, el tópic va más para el staff del foro, supongo xD
  16. Al tiempo en que algunos magos y brujas más, Madeleine toma la garra de oso. Una milésima antes de que suceda, se pregunta ¿Son de verdad? ¿Cómo las habrán conseguido? Aunque tenía intenciones de examinarlo, es una labor prácticamente imposible. Cuando sus dedos lo envuelven, puede sentir cómo el objeto trata de escaparse. Y por más que lo apriete en sus dedos, tratando de contener su poder, éste no se detiene. La arrastra, rompiendo la barrera del espacio-tiempo, muy lejos de allí. Por un instante, se pregunta qué pasaría si suelta el traslador en ese momento. ¿Sus piernas se quedarían en el Ateneo, y su torso en el Polo Norte? ¿O aterrizaría completa en el océano? Aunque es un experimento interesante, al momento de aflojar el agarre, ya está en el Polo Norte. Cae bocabajo sobre la nieve, todavía con la garra encerrada en sus manos. El frío en contacto directo con su rostro le provoca punzadas horribles. Se levanta apresuradamente, casi volviéndose a caer en el intento. Los demás no parecen haber tenido aquel problema... Sin embargo, está muy ocupada anudando la bufanda de Gryffindor sobre su cuello, de forma que cubra también su nariz y boca, que no se da cuenta de ello. De haberlo hecho, quizás se hubiera sentido avergonzada, o quizás se hubiera quejado de que su traslador estaba defectuoso. Ah, y hubiera culpado a Jank por eso. Su aliento, cálido, se conserva en la gruesa lana y calienta la punta de nariz y sus labios. Aquello la reconforta, aunque no tanto como una taza de chocolate caliente. A pesar de que Madeleine tiene un grueso abrigo negro, pantalones igual de gruesos, guantes de cuero, un gorro de lana e incluso gafas para la nieve, el frío no tarda en calar. De repente, la ropa parece inútil. Sin embargo, no puede quitársela, por más incómoda que sea; es lo que más necesita para mantenerse con vida. Quizás entre sus compañeros haya algún licántropo, vampiro e incluso un demonio. Criaturas más resistentes y fuertes. Mas ella sólo es una humana, y aunque la vaina de Melle en su espalda de le confianza, es consciente de lo frágil que es en un lugar tan extremo. Aún así, ese conocimiento no la hace mantenerse callada, quieta ni (seguramente) prudente. —Ahora, ¿a dónde hay que ir? —pregunta en voz alta, aunque al levantar la vista distingue a uno de los profesores entre los demás. Duda que Jank hubiera podido reconocerla, si permanecía en silencio; con tantos abrigos y accesorios, parece disfrazada. El nombre de su "hermano" en la carta la había asombrado, mas era de esperar; últimamente, el desgraciado parecía estar ganando reconocimiento, cargos importantes. Demon Hunter, por ejemplo. ¿Si yo me hubiera quedado...? Oh, pero antes de terminar el pensamiento, sacude la cabeza. No va a ponerse a pensar en ello, justo en ese momento. Y no vale la pena, se dice. Los "hubiera" no existen. Cuando el otro habla, Madeleine lo reconoce como el otro profesor. Por efecto, aquel debe ser Hades Ragnarok. Su nombre no le da buena espina; si no se equivoca, varitas veces apareció en la famosa lista en The Hunters. Pero ésta no es una misión bando, se dice. Relájate. Oh, pero, ¿cómo puede dejar de un lado a la Orden del Fénix? Aunque sea por un momento, es incapaz de hacerlo... de nuevo. El frío la tiene tan malhumorada que está a punto de preguntar, insolentemente, quién fue el genio que pensó que venir al Polo Norte sería una buena idea. Sin embargo, al escuchar lo de la aurora boreal, guarda silencio. No le interesa tanto el poder; en cambio, es un fenómeno, al que no le otorga nada mágico, que siempre ha querido ver. Es una travesía peligrosa, pero ella está acostumbrada a eso. Siempre vale la pena intentar. Aún así, eso de meterla su luz en un cofre... bueno, ver para creer. Escucha cómo uno de los que serán sus "compañeros de clase" hace la misma observación. —En un cofre —le corrige Madeleine, al mago, que parece un poco demasiado emocionado—. Las botellas no son tan cool. Cuanto todos los demás comienzan a acercarse al acantilado, siguiendo las indicaciones, se ve obligada a seguirlos. Camina arrastrando las botas sobre la gruesa capa de nieve, pues el viento es salvaje y, y no quiere que la lleve con sí. El rostro, inevitablemente se le llena de nieve, mas las gafas protegen sus ojos y le permiten ver con relativa claridad. Allá abajo, donde quiera que estemos yendo, tiene que estar más calmada la cosa. Al ver cómo saltan, recuerda que sus amuletos están guardados en su mochila de cuero, junto al par de libros de magia y uno que otro objeto mágico, e incluso frascos de pociones. De uno de los bolsillos, saca el amuleto volador, que parece una snicht plateda, y lo cuelga de su cuello, quedando junto al colgante de Fénix. Entonces vuelve a colgarse el bulto. Por un momento, duda. Muchas cosas podrían salir mal... así que retrocede un par de pasos. Sin embargo, algo se enciende su interior, y se encuentra corriendo hacia el risco. Nunca había hecho algo parecido. Nunca había podido volar sin su escoba, y quizás nunca volviera a hacerlo. Ya que la brisa no golpea sus ojos, puede mantener los ojosa abiertos. Entonces, como había visto en posters, extiende los brazos y las piernas. Y deja que el grito se escape de su pecho. Sin embargo, se interrumpe al recordar que tiene que activar el amuleto, y el haberlo olvidado, la altera y la llena de terror. Puede distinguir las siluetas de los demás... sus manos buscan el amuleto, y lo estrujan con fuerza. Como si estuviera rezando, cierra los ojos. La velocidad se reduce, al punto en que cuando su cuerpo alcanza la nieve, cae como si el salto hubiera sido mucho más corto y breve. No es el mejor aterrizaje; aún así, lo importante es que no está hecha puré. —¿Hola? —susurra a la oscuridad de la cueva, y escucha cómo el eco le devuelve la dudosa pregunta/saludo. Allí no hay ventisca, así que quita las gafas y las guarda en su mochila—. ¿Se supone que tenemos que entrar allí? —pregunta, mientras saca la varita de ébano de uno de los bolsillos de su abrigo. Aunque la pregunta es insegura, su voz no tiembla. Sólo entrecierra los ojos, desconfiada— ¿Ustedes adelante? —le dice a los profesores.
  17. Maddie ~ 3er año Al bajar hacia el Gran Salón para la cena, le sorprende la cantidad de gente que se empuja para bajar las escaleras. Sin embargo, deduce el motivo, cuando la multitud se despeja y puede ver todo ese... rosa. La pequeña Madeleine sacude la cabeza. Todos saben que San Valentín no se celebra en Hogwarts desde aquel desastre de un par de décadas atrás. ¿Quién pudo haber convencido al director de éso? Piensa que quizás lo mejor es evitarse todo éso y regresar para seguir practicando sus encantamientos. Oh, pero su estómago está rugiendo; no ha probado un bocado desde el almuerzo. Cabizbaja, esperando que nadie la moleste, se dirige al salón. Todavía tiene puesta la túnica, aunque abierta, de forma que se advierte la desaliñada forma en la que usa el uniforme; la camisa blanca está por fuera de la falda, y el nudo de la corbata es flojo. Además, un par de centímetros bajo sus rodillas, se notan sus calcetines a rayas multicolores. Las blancas están sucias, es la excusa que ha usado toda la semana, y por lo que le han quitado un par de puntos a la casa. Sus tenis tampoco han sido muy bien recibidos, pero, ¿cómo puede caminar despreocupadamente, y sin ser escuchada, con esos pesados mocasines negros? Sin embargo, apenas se asoma en el Gran Salón, sabe que no sobrevivirá ahí dentro. No confía nada en esos querubines flotantes... Así que se sienta en las escaleras, con el estómago todavía rugiendo. Sin embargo, apenas unos momentos después, se le ocurre la gran idea. ¡No debe haber nadie vigilando las cocinas!
  18. Bueno... ya pasó exactamente un mes, so here I am Quisiera que se modifique, en el apartado de "Otros datos" el primerito, el de la varita mágica. También quiero quitar a la familia Gryffindor, tanto del apartado de "familias" como el de las bóvedas. Ya me quitaron del árbol, so es hora de pedir los cambios. Y ya luego iré a pedirlo en mi bóveda personal. Nos vemos o/
  19. Hola! Elvis tu sabes que yo te amo <3 Pero vengo a pedir que se me quite del árbol, porque de hecho tengo años sin pasarme a rolear por el castillo, y tengo otros planes para ese espacio en blanco. Sólo eso, aunque siempre seré Gryffindor *presume su placa* *se da cuenta de que la placa de Elvis de Ravenclaw* *implosiona* We... fuertes revelaciones (?) Nos vemos!
  20. Si no había sacado mal las cuentas, el oro le alcanza para la criatura de la que se había encaprichado la primera vez que vino a la trastienda, pero que ni siquiera se molestó en solicitar, puesto que los números en el stock nunca mienten, como había aprendido a las malas. Al llegar, se da cuenta de que el lugar está más concurrido que la última vez que lo pisó. Es bastante obvia la llegada de nuevas criaturas. Díganmelo a mi, piensa, con una media sonrisa. De verdad, está segura de que la criatura que quiere adquirir le será útil, con la peligrosa vida que, no sabe en qué momento, comenzó a vivir. Y listo. No más compras. Y no porque se quiera detener... ¿qué dinero va a seguir gastando? Lo que le quedará en la bóveda cuando retiren todo ese oro que ha estado gastando, será sagrado. Deberá administrarlo muy bien, por lo menos hasta su primer salario, si es que consigue el empleo de Auror. - Creo que éste es el último "gusto" que podré costear - murmura, cabizbaja sobre el mostrador, mientras llena el formulario a toda prisa. Lo revisa dos veces antes de entregarlo -. Por culpa de ustedes, tendré que volver a trabajar - comenta, a manera de broma, a la empleada que ha estado recibiendo las solicitudes más recientes, para luego entregarle el pergamino. ID: 113619 Nick: Madeleine Stark Nivel Mágico: 9 Link a la Bóveda Trastero: http://www.harrylati...adeleine-stark/ Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: http://www.harrylati...adeleine-stark/ Fecha: 2016-01-28 Nombre del producto: Cruce de Kneazle Objeto, Criatura, Poción, Consumible o Libro de Hechizo: Criatura Catalogación: XX Puntos por unidad: 20P Precio: 1000G Precio total: 1000G Total de puntos: 20P En caso de comprar una criatura, colocar el Rango Social del Comprador: Dragones de Bronce
  21. Al leer en el profeta que por fin estaban disponibles los objetos que no pudo comprar la última vez, salió corriendo a la tienda. Había estado viniendo muy a menudo, y ya el oro en Gringotts comenzaba a disminuir. No obstante, está segura de que todavía tiene dinero para un par de cosillas más. No tanto como para el Armario Evanescente, pero, ¿qué se podía hacer? Al entrar, lo primero que hace es correr hacia los formularios y los llena de forma exageradamente rápida. Luego de revisar los datos de los productos y los suyos propios, se acerca al mostrador. Un chico hace entrega de su pergamino, así que Madeleine aprovecha de hacerlo también, para que la empleada revise el suyo en aquella tanda. - Espero esta vez alcanzar al pensadero - suspira, con una risita nerviosa. Siente que le dará un patatús si ha llegado tarde. ID: 113619 Nick: Madeleine Stark Nivel Mágico: 7 Link a la Bóveda Trastero: http://www.harrylati...adeleine-stark/ Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: http://www.harrylati...adeleine-stark/ Fecha: 2016-01-25 Nombre del producto: Pensadero Objeto, Criatura, Poción, Consumible o Libro de Hechizo: Objeto Catalogación: AAA Puntos por unidad: 40P Precio: 2000G Nombre del producto: Espejos comunicadores Objeto, Criatura, Poción, Consumible o Libro de Hechizo: Objeto Catalogación: AAA Puntos por unidad: 40P Precio: 2000G Precio total: 4000G Total de puntos: 60P
  22. —Está bien —suspira. Quizás al salir de ahí, se dedique a reunir ingredientes para preparar la poción. Afortunadamente, había invertido bastante horas durante su época en la Academia, al estudio y realización de Pociones. Aunque no podía hacer una poción de Muertos en Vida, la Multijugos pocas veces explotaba. Aún así, no pudo evitar pensar en sus compañeros de bando, e incluso en algunos mortífagos. ¿Cómo ocultarían su identidad con aquella escasez? Al escuchar la pregunta del empleado, dejó de preocuparse por ello. —Ah, sí, sólo un par más —dice, mientras vuelve a fajarse a escribir. Ha gastado bastante dinero, y aunque no lleva la cuenta exacta, está segura de que todavía le queda para esas dos. Tiene que alcanzar, piensa, con un deje de preocupación—. Sí, acá están —dice, extendiendo el pergamino—. Y no se preocupe, tan sólo son un par de botellas —comenta—. Sólo una bolsa de papel y listo. ID: 113619 Nick: Madeleine Stark Nivel Mágico: 7 Link a la Bóveda Trastero: http://www.harrylati...adeleine-stark/ Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: http://www.harrylati...adeleine-stark/ Fecha: 2016-01-25 Nombre del producto: Poción incorpórea Objeto, Criatura, Poción, Consumible o Libro de Hechizo: Poción Catalogación: AAAA Puntos por unidad: 80P Precio: 4000G Nombre del producto: Poción para olvidar Objeto, Criatura, Poción, Consumible o Libro de Hechizo: Objeto Catalogación: AAA Puntos por unidad: 40P Precio: 2000G Precio total: 6000G Total de puntos: 120P
  23. Tenía horas ya paseándose por el Magic Mall, despilfarrando sus ahorros de toda la vida. Le había costado tanto ganar todos esos galones... sin embargo, había llegado a la conclusión de que tenerlo acumulado no le servía de mucho. En cambio, habían objetos y pociones que, en aquella etapa de su vida, totalmente nueva, podían resultarle provechosos. En esta ocasión se dirigió a la segunda planta, la más pintoresca de todas: una verdadera biblioteca de pociones. En aquel lugar era donde, efectivamente, iba a gastar más dinero del que jamás pensaría. Oh, pero la emoción anestesiaba el dolor en sus bolsillos. Mientras se pasea por el lugar viendo cuáles pociones están disponibles y cuáles no, va haciendo una lista. Sólo cuando acaba, comienza a llenar los formularios. Ya que en cada ficha sólo hay lugar para dos pedidos, aquello tardará bastante. —Si todo está en orden, seguiré llenando fichas —murmura para sí misma, mientras entrega el pergamino al empleado en el mostrador—. Jum... ¿pronto renovarán las pociones Multijugos? —pregunta, tratando de que su voz suene casual. Sabe que es una pregunta algo sospechosa, pero necesita sacarse la duda, puesto que de otra forma tiene que comenzar a reunir los ingredientes para prepararla. ID: 113619 Nick: Madeleine Stark Nivel Mágico: 7 Link a la Bóveda Trastero: http://www.harrylati...adeleine-stark/ Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: http://www.harrylati...adeleine-stark/ Fecha: 2016-01-18 Nombre del producto: Elixir de la vida Objeto, Criatura, Poción, Consumible o Libro de Hechizo: Poción Catalogación: AAAAA Puntos por unidad: 160P Precio: 9500G Nombre del producto: Felix Felicis Objeto, Criatura, Poción, Consumible o Libro de Hechizo: Objeto Catalogación: AAAAA Puntos por unidad: 160P Precio: 9500G Precio total: 19000G Total de puntos: 320P
  24. Esta vez se dirige a la trastienda, que no parece en absoluto un establecimiento de "adopción" de criaturas. Bien podría ser un zoológico. A decir verdad, habría preferido venir a visitar las criaturas acá. Pero pensaba que quizás algunas podrían estar más cómodas en Winterfall... Tampoco pensaba encerrarlas en su bóveda trastero, como sabía que otros magos hacían, y mucho menos las iba a mandar a la reserva. Rápidamente, con ayuda de su vuelapluma, llena un pergamino y encuentra a un empleado al que entregarle el formulario. Pero mientras éste lo revisa, sigue observando a su alrededor, en esa especie de jungla, más criaturas. No creo que a Richard le moleste que lleve a un par de amiguitos, piensa. Aunque quizás necesite ir a clases de Cuidados de Criaturas Mágicas, ya que no es que sea una experta en ellos. ID: 113619 Nick: Madeleine Stark Nivel Mágico: 7 Link a la Bóveda Trastero: http://www.harrylati...adeleine-stark/ Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: http://www.harrylati...adeleine-stark/ Fecha: 2016-01-21 Nombre del producto: Jobberknoll Objeto, Criatura, Poción, Consumible o Libro de Hechizo: Criatura Catalogación: XX Puntos por unidad: 20P Precio: 1000G Nombre del producto: Aethonan Objeto, Criatura, Poción, Consumible o Libro de Hechizo: Criatura Catalogación: XX Puntos por unidad: 20P Precio: 1000G Precio total: 2000G Total de puntos: 40P En caso de comprar una criatura, colocar el Rango Social del Comprador: Dragones de Bronce
  25. Ellie Moody

    Inscripciones

    Por fin todo en orden :3 Nick: Madeleine Stark ID: 113619 Libro de Hechizos: Libro de la Fortaleza Justificante de compra del Libro (Link a la bóveda trastero): http://www.harrylatino.org/topic/107502-boveda-trastero-de-madeleine-stark/?p=4908600 Rango Social: Dragones de Bronce Nivel de Magia: 7 Fecha aproximada de aprobación EXTASIS o de salida de la Academia (versión anterior): Diciembre del 2011 (Jdr... cómo pasa el tiempo) Link a la Bóveda: http://www.harrylatino.org/topic/94381-boveda-de-madeleine-stark/ Link a la Ficha: http://www.harrylatino.org/topic/94359-ficha-de-madeleine-stark/

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.