Salí del castillo Dumbledore y me dirigí un poco más hacia el Norte, hacia la casa de la familia Granger. Allí estaba mi madre, Luna, a quien hacía algo de tiempo que no veía. Iba a reencontrarme con ella. ¿Cómo sería? ¿Me recordaría? Creía que sí, al fin y al cabo, no había pasado tanto tiempo tampoco.
Caminaba a paso relajado, pensando. Iba vestida de manera bastante informal, de falda y blusa. La falda, negra, me quedaba apenas encima de las rodillas y se bamboleaba al son de mis caderas al caminar. La blusa, blanca, era lisa pero con un leve fruncido en la mitad. La llevaba con el botón superior desprendido. No exhibía demasiado tampoco.
Mi cabello castaño claro caía sobre mis hombros, formando allí un pequeño bucle en cada punta. Llevaba una tiara con una rosa blanca. En los pies, unas botas negras completaban mi atuendo otoñal. Encima de todo eso, llevaba un tapado negro que me llegaba apenas al primer tercio de los muslos. El viento jugaba con mi cabello mientras seguía caminando, mirando el piso.
Finalmente me detuve frente a una casa bastante grande. En el cartel que había a la entrada rezaba "Familia Granger".
-Es aquí.-me dije en voz baja mientras atravesaba la verja de hierro. Crucé el jardín en tres zancadas y golpeé la puerta principal. Esperé a que saliera alguien. Los nervios me devoraban viva por dentro. Estuve por salir corriendo pero eso sería muy maleducado por mi parte. Alisé mi falda, más como una forma de matar el tiempo de espera que de verme más arreglada.