Posterior a la reforma del castillo
Caminaba, como era lo más normal en la Gaunt, en pijama y con el hijab blanco que solo usaba para estar en casa, pero no solo eso, sino que andaba cotilleando en sitios donde no debía de estar, al menos no en presencia de Anne, pero como sabía que no estaba en el castillo pues la pelirrosa abría y cerraba puertas con una alegría y descaro que solo ella sabía hacer.
Y como todo el mundo mágico sabía, o sino el 90% de los magos, tenía un oído glorioso, así que justo cuando estaba llegando a la biblioteca, esa tan grande que usaba Anne y Emmet, escuchó al último nombrado mencionarla, y a la licántropa también, pero a Mery, ¿qué podía querer el Gaunt de ella si llevaba sin verla casi cerca de un año?, pero lo comprendió cuando vio salir a un elfo con una nota.
- Eh, tú -dijo cuando lo vio-. ¿Es para Anne? -agachó un poco su espalda para quedar más cerca de los ojos del bicho aquel, el cual asintió-. Pues dámelo, que para algo soy su hija -le robó la nota de las manos antes de que pudiera decir o hacer nada. El elfo desapareció.
¿¡Boda!? A la Gaunt le hicieron los ojos chiribitas, adoraba las bodas, o mejor dicho, la barra libre, aún no tenía recuerdo de haber ido a la ceremonia anterior del banquete, porque... ¿Para que? No merecía la pena ir antes, demasiadas ñoñerias para la pobre vampiresa.
Pero su primer pensamiento fue que debía de hablar con Emmet, ¿por qué no estaba invitado él a esa boda? Es decir, solo salían los nombre de su madre y ella, y no quería ser indiscreta, pero aquello sonaba a cotilleo del bueno. Así que alzó su cabeza y sonrió con aire victorioso, quizás no sabía durar mucho tiempo en un puesto de trabajo, no fuera la mejor madre e incluso no era ni una buena socia en negocios, pero a maruja no le ganaba nadie.
- ¿Se puede? -preguntó asomando la cabeza por la puerta de la biblioteca, y allí debía de haber mínimo unas veinte decenas de libros de Aritmancia, Adivinación y Videncia. Aquel iba a ser su nuevo sitio favorito-. ¡Emmet!, ¡tito!, ¡¡CUANTO TIEMPO!! -y el timbre fino y chillón de Mery retumbó por todos los sitios, además de haber aplastado al castaño que aunque se vieran poco, amaba.
@@Emmet Haughton Gaunt