Jump to content

Dorothy Anne

Magos Expertos
  • Mensajes

    488
  • Ingresó

  • Última visita

  • Días ganados

    2

Mensajes publicados por Dorothy Anne

  1. Hola hola

     

    Siempre me hago una bola con todo esto de los niveles... En fin, edito para decir que si se me permite un cuarto conocimiento entonces tomo la clase, y de no ser posible, entro como oyente nada más.

     

    Nick: Dorothy Anne

    ID: 115548

    Conocimiento: Encantamientos

    Nivel de magia: IV

    Link a la bóveda: http://www.harrylatino.org/topic/97151-boveda-de-dorothy-anne/

    Link a la ficha: http://www.harrylatino.org/topic/96762-ficha-de-dorothy-anne/

     

    Saludos!

    • Me gusta 2
  2. —Lo último que necesita este mundo son más seres humanos.

     

    Dorothy lo miraba con tristeza, tenía las manos sumergidas en los bolsillos de su capa, y allí dentro, sus dedos se movían nerviosos, como neuróticos consumidos por la ansiedad.

     

    —Creo que esta vez concordamos en algo.

     

    Una sonrisa traviesa se escapó por los labios de Isaac.

     

    —Gume y tú no serían capaces de protegerlo. Hay demasiado odio y rencor en el mundo, en cualquier momento se doblegarían.

     

    Existía otra posibilidad, tal vez, como la de reclutar a personas puras, comprar una Isla o algún terreno extenso y empezar desde allí a construir una pequeña aldea, pueblo, ciudad o lo que fuera. ¿Qué incentiva la maldad humana de una persona cuando no existe en su entorno? Se preguntó quién había sido el primer asesino, pero no de esos que matan por supervivencia, no, sino de quienes lo hacen por placer.

     

    —¿Tampoco te crees capaz tú?

     

    Isaac se acercó a ella, tomó su brazo y sacó la mano de su bolsillo. Temblaba, tal cual lo había intuido. ¿Le tenía miedo? A veces pensaba que Dorothy había desarrollado ese instinto de oler la putrefacción humana.

     

    —Yo desde hace tiempo estoy roto. Pertenezco al grupo de los que deben ser extintos.

     

    Buscó la mirada de su tío y se instaló sobre ella. Quería encontrar alguna emoción, quería convencerse de que no había razones para odiarlo, no a él.

     

    —Creo que el arrepentimiento puede ser la puerta a la Salvación. ¿Te arrepientes, Isaac?

     

    Pero él no pudo responder.

  3. —Embarazada…

     

    —¿Y por qué no habías dicho nada?

     

    —¿Y por qué iba a hacerlo? De haberlo sabido nunca la hubiésemos recibido acá. Por enésima vez se han aprovechado de tu ingenuidad, Dorothy.

     

    Gumercinda resopló enojada mientras que con sus dos brazos se apoyaba para quedar sentada, sobre la cama.

     

    —Soy una pecadora, y me daba mucha pena decirles. Mi familia me echó de la casa cuando se enteró, solo decían que iría al infierno, yo les hablaba con los ojitos llorosos, y ni así lo convencí —miraba al piso y una lágrima resbalaba por su mejilla —. El papá, el cobarse ese, cuando se enteró dijo que se iría a la capital porque le salió un trabajito, y ja!, nunca regresó, y desapareció, así como hacen ustedes los magos…

     

    Dorothy se sentó junto a Gumercinda, había muchas cosas que aún no entendía.

     

    —¿Qué significa ser pecador?, ¿por qué irías al infierno si tienes una vida dentro de tu vientre?

     

    —Porque esa vida no fue consumada en matrimonio, y yo soy una cualquiera, según el don Benito, el padre de la Parroquia.

     

    —No tiene sentido…

     

    —¿Y desde cuando los muggles han sido caracterizados por un raciocinio ejemplar?, ¡se matan y atacan entre ellos!, ¿te parece eso coherente?

     

    Isaac tomó un sorbo de whisky, el nivel del líquido en su vaso se acercaba cada vez más al final. Contempló la pequeña habitación, que poseía una cama individual con sábanas verdes, un buró de madera de roble, sobre el cual descansaba una vela, y un armario con tres prendas de vestir. ¿Era ese espacio para recibir a una criatura?

     

    —No estás obligada a tenerlo —se acercó y colocó una mano en su vientre; Gumercinda se estremeció —. Podríamos levarte a San Mungo y hacer que te saquen esa cosa, antes de que sea demasiado tarde.

     

    Dorothy lo miró con cautela, sin embargo encontraba sentido en las palabras de su tío, ¿serían ellos capaces de salvar a un bebé de la miseria humana?

  4. De pronto Gume cerró el libro de una forma muy brusca, toda la atención de los presentes se desvió hacia ella.

     

     

    —¡Esto está escrito en chino! Yo sé que estoy medio tonta, pero el que escribió esto no tenía más nada que hacer —se colocó de pie y caminó hacia Dorothy, quien la veía intrigada—, ¿para qué me dijiste que servía esto?

     

    —Te enseña a tener un criterio…

     

    —Ajá, ¿y de qué me sirve eso?

     

    Isaac, que estaba sentado en un rincón, aislado y solitario, soltó una risa incrédulo. Él también se paró y se encaminó con su distinguido paso elegante hacia el par te brujas.

     

     

    —Nunca pensé que podría conocer a una criatura tan ignorante como tú. ¿Es que no lo asimilan tus inútiles neuronas? Mientras más tonta, más se aprovecharán de ti.

     

    ''Isaac…'' le reprochó Dorothy, que se cruzaba de brazos. Escuchar las palabras ofensivas de su primo le tocaba sus fibras sensibles.

     

     

    —¿Realmente es necesario emplear ese tono?

     

    —¿Me estás pidiendo que me abstenga de ser yo mismo?, ¿entonces dónde queda esa libertad de la que tanto hablas, sobrinita? —el tono de Isaac fingía victimización. Se llevó una mano al pecho, como si estuviese afligido. Después volvió a reírse, cínico, como siempre.

     

    Entre los dos parientes se inició una discusión. Dorothy cerraba los ojos de cuando en cuando, para ver si alguna fuerza divina le ayudaba a recobrar su paciencia; Isaac no dejaba de decir disparates, sabía que eso la exasperaba. Mientras tanto el rostro de Gumercinda expresaba ligero aturdimiento. Se apoyó sobre la pared y habló cuando encontró las fuerzas necesarias.

     

     

    —No me siento bien —reinó el silencio en la biblioteca. Isaac y Dorothy voltearon a la vez. —. Estoy como mareada, como si me faltara energía.

     

    —No te preocupes, Gumercinda. Ya pasará. El cerebro necesita energía para pensar, ¿lo sabias? Creo que ese libro ha sido mucho para ti.

     

    Dorothy le lanzó una mirada que lo fulminó, Isaac estaba a punto de abrir sus labios.

     

    Pero Gumercinda cayó al suelo.

     

  5. Gumercinda Flores

     

    —¿Por qué no te dejas el cabello suelto? Te ves muy bien —me preguntó Dorothy, que agarraba dos tazas de la repisa.

     

    —¿¡Qué!? ¡Es que me veo como una leona! —ella se rió, tenía una risa bonita. —. Mi abuela Rosario siempre me regañaba cuando me veía con las greñas sueltas. Y mira que yo amaba tener mis pelos así, pero yo me pasaba y me pasaba el cepillo y no se me iba ese alboroto. Además tengo mucho cabello... ¡Mi madrina cómo se quejaba cuando me cortaba el cabello!

     

    Extrañaba mucho a mi abuelita Rosario, que en paz descanse, y a mi madrina Yajaira también, aunque nunca le voy a perdonar que se le hubiese ocurrido la brillantísima idea de ponerme Gumercinda, y mucho menos a mi mamá por hacerle caso. Mi papá no quiso meter las manos en la sopa, porque ''eso era tema de mujeres''. Pero claro, si hubiese sido un hombrecito la cosa sería diferente, qué se los digo yo…

     

    —Yo pienso que te ves empoderada.

     

    Y ya iba ella con sus palabras raras.

     

     

    —¿Con qué se come eso qué?

     

    Escuché un pequeño suspiro, pero creo que lo quería disimular. Si se quería reír de mí que lo hiciera en mi cara.

     

     

    —Me refiero a que transmites un carácter fuerte y decidido.

     

    —Ah pues yo soy de carácter decidido y fuerte, así como dices tú. Cuando era una niña no dejaba que ningún niñito del pueblo se metiera conmigo. Mi mamá a cada rato me decía: ''Date a respetar Gumercinda'' Y yo en el fondo me preguntaba que quién demonios me iba a respetar con ese nombre tan feo que me pusieron, pero ya ves que siempre me di mi lugar, y soy una mujer hecha y derecha, como decía mi abuela que…

     

    —Que en paz descanse… —continuó Dorothy, es que ya lo había dicho mucho, y como que la estaba cansando porque repetía las cosas.

     

    Me persigné recordando a mi abuelita, tan linda mi abuelita. Tenía una taza llena de té que me sirvió Dorothy, la tomé de mala gana, yo estaba acostumbrada a mi cafecito negro con azúcar. Esa ''infusión'' como la llamaba ella, a mí no me sabía nada de nada. La comida los ingleses no tenía sabor, ni sazón, y como que le hacía falta un chilito jalapeño.

     

     

    —Un día te voy a llevar a Oaxaca para que comas los tamalitos que hace mi señora madre. Te vas a chupar esos dedos de palo que tienes, te lo juro por Jesusito que así será. —me besé el dedo gordo de mi mano, que estaba cerrada como un puño, pero con el pulgarsito afuera, y miré hacia el cielo, porque Diosito me escuchaba.

     

  6. A las once de la mañana con diecisiete minutos, en el pequeño local del Callejón Diagón, Barrabás se rendía ante su dueña y caía sobre el suelo para recibir el chorro de agua que salía de su varita. Dos minutos después Quinn atravesaba la puerta y recibía con gusto los rayos del sol en su pelaje, para encontrarse después el frio líquido del que se convertiría en víctima.

     

    Hacía más de un mes que los caninos no habían recibido un baño y ya empezaban a apestar ''Van a espantar a todos los clientes'' les repetía Dorothy antes de pronunciar otro ''aguamenti'' ambos perros se quejaban sobre saltados, pero su lealtad extrema no les permitía alejarse de su dueña. Dorothy, que se reía divertida, tomó un recipiente y vació el contenido en sus manos.

     

    —Vengan, que ya casi terminamos.

     

    Se acercaron de la mala gana. Ella acarició su torso y esparció el gel de baño; frotó además las patas, el cuello, la barriga e incluso el rostro, todo con mucho esmero. Había cierta satisfacción en ver la mugre marcharse. ''¡No se coman eso!'' les reprochó al ver que se lamían la espuma que caía.

     

    Volvió a atormentarlos con el agua, esta vez para quitarles los rastros de gel. Cuando hubo terminado usó un encantamiento de aire caliente, ya que las criaturas temblaban de frío. Se sentó sobre el pasto, ellos se recostaron en sus piernas, dichosos porque semejante tortura había llegado a su final.

     

    —Considérense afortunados, que si fuera por mí los bañaría todos los días.

     

    Barrabás y Quinn resoplaron y le lamieron la piel.

  7. Isaac Currington

     

    Mis visitas a Dorothy ya se habían vuelto recurrentes. La mayoría de las veces la encontraba sentada sobre el pasto, en el jardín de su negocio, otras veces caminando por el Callejón o incluso merodeando a las afueras del Bosque Prohibido. Dada a mis limitadas charlas y explicaciones, ella también adquirió un semblante más taciturno y hostil. A mí (he de confesar) aquella actitud infantil y obstinada me causaba la mayor de las diversiones. Nadie, ni siquiera Dorothy que se jactaba todo el tiempo de tener una postura neutral, había evitado caer en mi juego.

     

    ''Te tengo justo donde quiero'' pensé una tarde cuando la vi cruzarse de brazos y alargar un silencio que le empezaba a incomodar.

     

    Le di un mordisco a la manzana y la vi mirarme con el rabillo del ojo mientras fingía contemplar el horizonte. Estaba ya cansando de todas las evasivas que había logrado con el sarcasmo de mis palabras. Confesarle que me había convertido en un asesino destruiría la pureza de su mirada sobre mí, y lo poco ''puro'' que me quedaba. Me mentía diciendo que la única intensión de mi visita era protegerla, pero en realidad solo escapaba de la soledad y la culpa que me atormentaban desde esa noche…

     

    —¿Crees que la cordura puede llegar a ser una enfermedad? —me quedé callado. Ella continuó su repentino monólogo.­ — Es decir, esa idea rumiante de querer hacer el bien, de querer actuar correctamente todo el tiempo, hasta el punto de no pensar en ti mismo. Pero luego recuerdas que no pensar en ti también está mal, y buscas ese punto intermedio entre los otros y tú, y no lo encuentras. Entonces comienzas a preguntarte ¿qué es actuar correctamente?, ¿dónde se encuentra la sabiduría de las acciones cuando la mayoría de las veces alguien —por alguna y otra razón— termina afectado?

     

    —¿Has lastimado a alguien? —pregunté mientras me sentaba frente a ella. ''Al menos no eres una asesina''

     

    Ignoró mi pregunta.

     

    —Y también tenemos a la locura, que en teoría se opone a la cordura. ¿No son los locos más felices al no pensar en el impacto de sus acciones? Solo importan ellos, nadie más que ellos. Y no sé tú, pero los locos que yo he visto parecen felices, solo se afligen cuando la sociedad los reprime, ¿pero quién reprime al cuerdo cuando todo lo que hace es ''correcto''? ¡El cuerdo se reprime solo!—esta vez me miró. —. Partiendo desde esto: la cordura es sinónimo de desdicha y la locura de felicidad… ¡Qué Odisea tan absurda!

     

    En ese momento una risa salió desde el fondo de mis entrañas explotó de la manera más sonora. Me hablaba de locura y felicidad a mí, que me había convertido en un asesino y que no había tenido un solo minuto de paz desde mi condena impuesta. No dejaba de reír, me faltaba el aire, aunque se sentía muy bien poder hacerlo de esa forma tan atolondrada. Cuando finalmente me calmé y la sobriedad volvió a mi rostro, hablé.

     

    —Hablas con mucha propiedad, sobrinita. —acaricié sus cabellos castaños. No dejaba de ser una niñita ilusa y reprimida. —, pero cuéntame, ¿has estado del lado de la locura? Dices que es sinónimo de felicidad cuando jamás has estado ahí. ¿Te atreverías tú a matar a alguien?, ¿a ver el sufrimiento carcomiéndoles el cuerpo mientras suplican piedad?

     

    Dorothy abrió sus ojos como platos, parecía sorprendida por el giro que le daba a la conversación.

     

    —Me refería a la locura como un estado mental con el que algunos nacen. Yo… jamás hablé de asesinos —con ambas manos apoyadas sobre el pasto se impulsó para apartarse unos cuantos centímetros de mí. —, ¿acaso tú has asesinado a alguien?

  8. ID: 115548

    Nick: Dorothy Anne

    Link a la bóveda trastero: http://www.harrylatino.org/topic/111692-boveda-trastero-de-dorothy-anne/

    Link a la bóveda de la cual se hará el descuento: http://www.harrylatino.org/topic/97151-boveda-de-dorothy-anne/

     

    Fecha: 2019-02-22

     

    Producto: Poción olvidamores

    Puntos: 40

    Precio: 2000 G

     

    Producto: Osito mediador

    Puntos: 10

    Precio: 500 G

     

    Total de puntos: 50

    Total de galeones: 2500 G

  9. Dorothy abrió los ojos y se encontró con los rayos incandescentes del sol, que brillaban desde lo más alto y abrazaban calurosamente cada centímetro de su piel. Era una suerte que el desgarrador invierno se marcharía pronto, llevándose consigo la ociosidad que se escondía bajo mantas tibias y chimeneas encendidas

     

    Abandonó el jardín y se dirigió al gran pasillo, que reinaba por su silencio y paz. Se acercó a la fuente del jardín central, cuya característica principal era la presencia de una especie de libélulas nadadoras, en lugar de simples peces. Las criaturas se desplazaban con una armonía lenta y seductora, como si todas fuesen guiadas por una melodía externa a los humanos. Dorothy sumergió sus manos en el agua, con la ilusión de retener a una, pero estas sutilmente se desviaron para continuar con su camino.

     

    Vio la figura de Charlotte acercarse a la entrada, al parecer había llegado un nuevo visitante, solo que aún esperaba por alguien. Dorothy se preguntó por su Dennis, habían pasado semanas desde la última vez que la vio, tantas que aún no le había comentado de la carta hallada detrás del cuadro de Rose, y muchos menos de la visita que planeaba hacerle al viejo Ailbert.

    Suspiró justo antes de regresar al jardín, ¿era acaso una pérdida de tiempo gastar sus energías en el misterioso amor de dos fallecidos?

     

    Por alguna razón pensar en el tema, analizar conclusiones e imaginarse acontecimientos encendía su espíritu. De ratos se sentía terriblemente culpable, sintiendo que no vivía su propia vida, sino que más bien extraía lo mejor de anécdotas ajenas y las hacía parte de ellas. Se preguntaba si había roto esa delgada línea entre la curiosidad y la intromisión, pero de otra manera estaría siendo injusta consigo misma y con la sedienta necesidad de sentir, que la había acompañado desde el comienzo de sus días.

     

    Sonrió al vislumbrar la silueta de la rubia hablando con Katy, y no dudó en acercarse.

     

    —Dennis, qué gusto verte por acá. Desde hacía tiempo que no nos topábamos.

     

  10. A Dorothy le hizo gracia el comentario de Matthew, en el que contaba su participación en el Mago de Oz. De niña había odiado su nombre, los otros lo consideraban raro, de hecho solía presentarse como “Anne”. A medida que fue creciendo le tomó cariño y lo reveló ante el mundo con cierto orgullo.

     

    Le fue difícil seguirlo, especialmente por la gran cantidad de magos y brujas que había alrededor, sin embargo fue capaz de captar todo lo que le decía y de detenerse junto a la sección de misterio. Los libros estaban ordenados por orden alfabético, según el nombre del autor. Ver tantas letras juntas, de tantos tamaños y colores distintos, la hizo sentir un tanto abrumada. Tuvo que abrir y cerrar los ojos unas cuantas veces para volver a enfocar su vista. Tomó el libro que Matt sujetaba y lo observó entretenida.

     

    La historia suele describirlos como seres crueles, ¿realmente crees que lo sean? —por un instante sintió pena, ¡eran criaturas incomprendidas y aisladas del mundo! —, ¿has tenido la oportunidad de ver alguno?

     

    Mientras lo escuchaba retuvo las palabras “derecho” y “ ”deporte“. Para saber derecho era necesario estar dotado de una buena memoria, a su vez se debía ser muy preciso con las palabras. En cuanto a los deportes podía tratarse de una afición o de un área escogida al azar. Lo examinó por unos segundos, tenía un buen estado físico, sin embargo no debía suponer que se tratara por la práctica de un deporte en particular.

     

    —Es agradable tener familia en diferentes partes del mundo—hizo una pausa para recoger su cabello con una cinta, después de que una ráfaga de viento entrara por la ventana— ¿Practicas algún deporte? —y en seguida respondió: —. Pues he vivido aquí gran parte de mi vida, hace unos tiempo me marché a Sudamérica y estuve allá por unos años, pero regresé recientemente, creo que me cansé de tantos viajes…—sonrió con cierta nostalgia—, y abrí mi propio negocio… Está aquí, a unas cuantas calles.

     

    Elevó su mirada y la fijó en un título que llamó su atención “La caída de la casa de Usher”. Antes de tomarlo, devolvió a Matthew el libro de los gigantes. Buscó la descripción en la contraportada, narraba la historia de un joven de delicada salud que se encontraba de visita en una casa, donde eventos indescifrables empezaban a suceder.

     

    —¿Lo conoces? —preguntó mientras se lo mostraba. —. A veces me cuesta mucho leer literatura muggle, no entiendo el significado de muchas palabras.

     

    @@Syrius McGonagall

     

  11. El mago resultaba ser muy agradable. De vez en cuando le sonreía e incluso llegó a reír con uno de sus comentarios. Dorothy lo imitaba, temía llegar a verse serie, en muchas ocasiones sus conocidos le llegaron a reprochar su cara de pocos amigos, he incluso se quejaban cuando permanecía mucho tiempo en silencio en las reuniones sociales, ¡como si uno estuviese obligado a hablar!

     

    —Oh, de otro continente...

     

    Visualizó en su mente el mapa de Canadá, pero además de Toronto y Vancouver no supo de otra ubicación. Quizás luego podría investigar, después de todo ella nunca había visitado dicho país.

     

    —Sí, he vivido casi toda mi vida acá —respondió —. El gusto es mío —hizo una pausa para después sonreír. —. Muchas gracias, lo eligieron por una historia muggle.

     

    Contempló nuevamente las estanterías llenas de libros mientras escuchaba a Matthew. El joven lucía relajado, como si hablar con extraños fuese su pan de cada día. Tuvo curiosidad por saber a qué se dedicaba, imaginó un trabajo relacionado con las ventas, o reportero, tal vez. Pero se mantuvo callada al respecto, no sabía el punto exacto en el que se traspasaba la delgada línea entre querer ser agradable y parecer entrometida.

     

    —Por el momento no. Me gustan los de misterio, solo misterio, nada tenebroso y mucho menos sanguinario, ¿a ti?. —admitió, imaginando con cierto asco las historias de asesinos seriales que alguna vez llegó a leer. —-. Es muy grande, yo creo que hay más de un bibliotecario… Oh, ¿estudiaste en Ilvermorny?

     

    Su tío Isaac también había estudiado allá. Existía la posibilidad de que se hubiesen topado en algún momento, porque a pesar de ser su tío, sus edades no discrepaban mucho.

     

    —¿Y qué te trae a Londres?, ¿no extrañas Calgary?

     

    @@Syrius McGonagall

    • Me gusta 1
  12. Dorothy creía que el concepto de familia estaba sobre valorado, pero ahí estaba ella, aferrada a su papel de tonta, de ingenua, cada vez que aparecía Isaac. No podía entender como, siendo el único pariente que aún vivía –o que no se había marchado de forma repentina- tenía una actitud tan cruel y déspota. Luego de su primer encuentro lloró durante horas con una sensación de asfixia que le aplastaba el corazón, ¿por qué las emociones tenían el poder de hacer sentir tanta miseria? O mejor dicho: ¿por qué los humanos tenían ese poder?

     

    Isaac era el mismo chico con el que pasó las tardes de verano empuñando la espada, con las verdolagas de espectadoras y el intenso azul del cielo protegiéndolos. Lo recordaba sonriente, blando, feliz… añoraba con recelo aquellos días llenos de la esperanza e ilusión de un alma primitiva, pero entre todas las cosas añoraba a Isaac.

     

    Levantó su vista y se encontró con la mirada grisácea y dura de él. No había dejado de observarla en ningún momento. Se sentía juzgada y menospreciada. est****a. Isaac tenía el talento de reducirla a lo más bajo con su simple presencia. Dorothy exhaló, como si su cálido aliento pudiese derretir el muro gélido que su tío creó en los últimos años, ¿qué le había sucedido?, ¿era una víctima de fuerzas oscuras? O simplemente víctima de la vida…

     

    —¿A caso no tienes que atender tu negocio?, ¿o es que eres tan inútil que no sabes cómo hacer?

    Dorothy respiró, cerró sus ojos, reflexionó.

     

     

    —¿Qué te pasó, Isaac? —se acercó un poco más a él, con la vaga ilusión de poder ver su interior. —Es decir, tu vida debió haber sido muy infame como para encontrar placer en el sufrimiento ajeno…

     

    Sus palabras salieron lentas y pausadas, sin embargo la actitud de Isaac fue a opuesta. En menos de un segundo tomó su cabello y la jaló con fuerza. Dorothy sintió como si parte de su cuero cabelludo se quemase. El aliento de su tío acariciaba su oreja, pero sus palabras azotaban el fondo de sus entrañas.

     

     

    —Jamás, escúchame bien, jamás vuelvas a decir algo así.

     

    En cuanto pronunció lo último la soltó con la misma brusquedad. Dorothy lanzó un grito ahogado y se tapó los labios con sus manos. Sus ojos estaban más abiertos de lo normal, por unos momentos el asombro ocultó su tristeza, pero después no se contuvo, y las lágrimas.

     

     

    Él la miró, desconcertado también, como si no entendiese lo que estaba pasando.

     

     

    —Lo siento… —se limitó a decir, esta vez no la miró.

     

    Cuidadosa, cortó la distancia que había entre ambos y recostó su cabeza en su hombro. ¡Era su tío, se lo habían regresado!

     

     

    —Está bien, todo va a estar bien.

     

  13. El rostro se Dorothy se alivió cuando escuchó la respuesta del mago, y la idea absurda de tener que ser echada del local fue desechada en instantes. Se distrajo unos segundos con el libro que el joven tenía en sus manos. “Crónicas de Gigantes” leyó rápidamente, sin querer parecer entrometida ni curiosa. Entonces fue consciente de que le habían realizado una pregunta, y volvió a mirarlo.

     

    —Sí, sí —respondió mientras asentía con su cabeza. —. Caminaba por el Callejón y sentí curiosidad, ¿tú también llegaste de casualidad?

     

    Pensó que tal vez conocía a los dueños. La sociedad de Ottery abarcaba un gran número de magos y brujas, pero contradictoriamente todos se conocían. Se había convertido en toda una metrópolis, llevándose cualquier rastro del pueblito que la recibió hacia unos cuantos años atrás. A veces añoraba esa serenidad.

     

    —Uuumm, la verdad yo tampoco lo esperaba. —terminó por reconocer, después del comentario del chico. Lo miró curiosa, el sombrero ya no estaba.

     

    Se quedó con la mente en blanco, no estaba acostumbrada a hablar con desconocidos, incluso creía que sus habilidades sociales habían empeorado en los últimos meses. Lo observó, de nuevo, luego de fingir que su atención se había desviado a otro lugar, ¿qué podría decirle? Notó que tenía un acento bastante singular, al igual que su sombrero.

     

    —¿De dónde eres? No pareces de Londres —hizo una pausa observó sus manos con la esperanza de ver el sombrero. —. Creí haberte visto con un sombrero… ¿eres de Texas?

     

    Ya estaba haciendo muchas preguntas.

     

    —Por cierto, me llamo Dorothy. —y estrechó su mano. Presentarse era el protocolo social más básico, así que pensó que sería lo más apropiado.

     

    @@Syrius McGonagall

    • Me gusta 1
  14. Aquella mañana Dorothy se levantó queriendo visitar a su familia. Desde la apertura de su reciente negocio había pasado días y noches inmersa en la decoración del lugar y en los trámites que aún faltaban por realizar. Cargaba cierto remordimiento de consciencia sobre ella, se sentía una mala hija, alguien ingrato y desagradecido.

     

    Pensaba en todo el cariño que sentía por Cye, por Bodrik e incluso por el pequeño Ezra, y su impotencia y falta de habilidad al demostrárselo. En sus manos sujetaba una pequeña planta con el nombre de Orquidea, que de una forma u otra le recordó a la matriarca. Tuvo la idea de colocarla en su habitación, para dejar una parte de ella junto a Cye.

     

    Se detuvo frente a la puerta y un elfo le abrió. La estancia lucía vacía, y además del recatado ruido de los elfos todo era silencio. Siguió caminando, moviendo la cabeza de un lado a otro en busca de alguien. Dejó la planta sobre una mesa que se encontró en el camino, ya habría tiempo para entregarla. Se topó con la figura de un viejo anciano, a su mente vino la imagen de la vieja Minerva.

     

    Supuso que debía tratarse de un pariente de Cye, aunque consiguió inoportuno preguntar el parentesco. Debía tratarse de la sabiduría de quien ha recurrido largos años, porque incluso antes de que Dorothy abriera sus labios el mago le indicó que se encontraban todos en el bosque. Quizás habrían organizado un evento familiar, algún cumpleaños o algo por el estilo.

     

    Se adentró hasta el bosque. Lo que más admiraba de aquel castillo eran los terrenos frondosos que se imponían. Los árboles, que les brindaban oxígeno; las flores que les daban la dicha de apreciar diferentes aromas y colores; y el canturreo de los pájaros, melodiosa música. Contempló las figuras de Cye, Bodrik y Ezra y se acercó a ellas.

     

    Abrazar al pequeño era para Dorothy una caricia al corazón, consideraba que los niños eran las criaturas más puras que podrían existir. También encontraba paz en la mirada de Cye, y seguridad en la actitud de Bodrik, quien a su corta edad había logrado muchas cosas. Pero esa mañana… algo no andaba bien, podía percibirlo en el rostro de las dos brujas y en la inquietud del pequeño. Tanta fue su intriga que no fue capaz de saludar, sino que se dejó acariciar por la tristeza que los rodeaba.

     

    —Estoy aquí para apoyarlos. Sin importar qué. —aseguró antes de acariciar la cabellera de Ezra.

     

    • Me gusta 1
  15. Durante esos días las visitas al Callejón Diagón se habían vuelto poco frecuentes. Había temporadas en las que Dorothy tenía la tendencia a aislarse de cualquier contacto social, pero a medida que pasaban los días sentía cómo iba asfixiándose de tanta soledad y temía incluso de enfermarse de tristeza, si es que eso podía ser posible.

     

    Por eso cuando aparecían esos brotes de entusiasmo se aferraba a ellos como ancla al suelo. Aprovechaba para salir, tomar un café, enviarle una lechuza a viejas amistades, pintar… cualquier tipo de cosas que la llenaran de regocijo y satisfacción. Esa mañana hizo una parada para comprar varitas de regaliz, no recordaba la última vez que había comido una.

     

    Al caminar se sentía maravillada con lo que le ofrecía su entorno. Las fachadas, junto con los letreros e incluso la vestimenta de los magos, hacían de su entorno una explosión de colores. Incluso el ruido parecía una alegre melodía, parecía que la risa de los niños, el canto de los pájaros y las voces de los comerciantes seguían el mismo ritmo. Todo eso mientras seguía saboreando las varitas de regaliz, cada una tenía una textura y sabor distintos.

     

    Se detuvo ante un local que llamó su atención por la variedad de estilos que ofrecía su interior. Al principio pensó que se trataba de un restaurante, pero al fijarse en el letrero se dio cuenta de que el local ofrecía más de una opción. La palabra Arte la hizo preguntarse si encontraría allí dentro algún tipo de galería con obras que apreciar.

     

    Sin embargo no estaba muy convencida. Miró a su alrededor: habían muchos magos y brujas circulando, como si hubiese algún tipo de evento. Inmediatamente después leyó un anuncio con la respuesta. “Una inauguración… ” Pensó distraída antes de entrar. Estiró sus brazos con la intención de empujar la puerta antes de darse cuenta que alguien más lo hacía.

     

    Giró discretamente su rostro y vio a un joven de cabellos castaños caminar detrás de ella. “Gracias” alcanzó a decir, deseando haber usado un tono de voz más elevado. El mago tenía un peculiar, lo que la llevó a concluir que no era de Inglaterra, o simplemente buscaba sobre salir por su aspecto. Optó por la primera opción.

     

    La primera planta era asombrosa, había varios estantes con cientos, miles de libros apilados, uno al lado de otros. Dorothy los miró embelesada, ¿podría el ser humano llegar a tener todos los conocimientos del mundo? A menos que existiese un hechizo para eso estaba segura de que no podría ser posible.

     

    Por otra parte, ver a tanta gente reunida en un solo sitio, le hizo replantearse la razón de estar ahí, ¿¡y por qué estaba allí!? Tal vez se trataba de un evento exclusivo y en algún momento la echarían. Vislumbró al mago del sombrero y se dirigió rápidamente hacia él. No solía acercarse a

    desconocidos, pero el gesto que tuvo al abrir la puerta le brindo —quizás— cierta confianza.

     

    —Disculpe, ¿sabe si se necesita algún tipo de invitación para entrar?

     

    @@Syrius McGonagall

    • Me gusta 1
  16. Isaac Currington

     

    Tras una repugnante caminata sobre el Callejón Diagón, Isaac se para justo en frente del ordinario negocio de Dorothy. La niñita no pasaba de los veinticinco años y según era muy madura. ¡Menuda zopenca ilusa! Pensaba Isaac cada vez que la veía. Aunque pobre, ¿cómo iba culparla siendo hija de una vieja incompetente?

     

    — De tal palo tal astilla…

     

    Ignoró a cuanto mundano se atravesó en su paso. No estaba dispuesto a darle explicaciones a simples empleaduchos con sueldo mínimo y bóvedas vacías. Eran ya mucha desgracia con las visitas de “monitoreo ” que le hacía a su sobrina de vez en cuando. La muy ignorante, que se creía una erudita privilegiada del mundo, desconocía por completo la miseria en la que se encontraba. A Isaac le divertía verla como el pobre cordero asustado que realmente era.

     

    —¿Cómo está mi querida sobrina? —hasta un sordo podía detectar la ironía de sus palabras.

     

    Dorothy se sobresaltó al verlo, como era de esperar y él, rió.

     

    —¿Has venido para burlarte otra vez? —preguntó ella, débil

     

    « Porque si es así puedes marcharte… » Se sentía demasiado cansada como para iniciar una pelea.

     

    Estaba recostada sobre el suelo, tenía las piernas flexionadas y ambos brazos rodeaban sus rodillas. Isaac pensó que con esa postura se veía incluso más patética. ¡Pobre de mí, sálvenme de este mundo cruel! Sí, claro. Se paró a su lado y percibió la asquerosa fragancia de un perfume barato, con un ligero aroma a vainilla.

     

    —Mejor vete acostumbrado. Te visitaré tan seguido que extrañaras mi ausencia.

     

    Ella prefirió ignorar el último comentario.

     

    —Sería bueno que me explicarás qué te trae por aquí. Quizás pueda encontrar la manera de ayudar. —su mirada estaba perdida en el horizonte, parecía a punto de ahogarse.

     

    ¡Y todavía tenía la ocurrencia de ofrecerle su ayuda! Soberana idi***.

     

    Pero admitirle que su vida corría peligro, era demostrarle que aún existían emociones humanas que no podía controlar. Y eso era algo que no iba a permitir.

  17. Era desalentador para Dorothy seguir en espera de una respuesta. Habían pasado algunos días que envió a Haley y no recibía ninguna novedad. Imaginar que Ailberth había muerto era una idea rumiante, que se había instalado ferviente en su cabeza. Jamás les dijo su edad, pero Dorothy calculaba que debía rondar los noventa años. Era una pena, porque aún fantaseaba con dar una visita guiada al viejo.

     

    Entró a la cocina y tomó uno de los panes. Podía intuir que había salido recientemente. Buscó la mantequilla en la dispensa, agarró un cuchillo y se dispuso a untar. Le era placentero ver como manteca se derretía, impregnándose del pan. Era una maravilla que hacía explosión en su paladar.

     

    —¿Por qué no me dijiste que te ayudara con eso? —dijo Katy, quien acababa de entrar.

     

    —No lo consideré necesario —respondió, dibujando una leve sonrisa en su rostro.

     

    No tenía ánimos de interactuar con humanos, pero era lo suficientemente considerada como para no tomar una mala actitud. Sabía perfectamente que a Katy le desesperaba el hecho de sentirse inútil, rasgo que admiraba, quizás por sentirse identificada con ella. La mañana era más fría de lo habitual, los clientes escaseaban y las horas de ocio de volvían interminables.

     

    Vio a Kathy regresar, esta vez con una taza de café en sus manos. La depositó a su lado para después decir que era cortesía de la casa. Ambos intercambiaron una mirada de complicidad. Dorothy rió con ironía y llevó otro trozo de pan a su boca. Ella no tendría ningún tipo de queja si tuviese que comer todos los días pan con mantequilla, por más simple que se escuchase.

     

    Salió al jardín sosteniendo a taza de café con ambas manos, y se sentó sobre el césped húmedo. Se sentía agradecida del aquel poder de brindar paz que tenía el centro cultural, aunque en su interior reinaba la inquietud, el miedo a perder ese pequeño rincón que con tanto esfuerzo habían construido Dennis y ella. ¿Serían capaz de destruirlo también?

     

    Una pequeña lágrima resbaló por su mejilla hasta llegar a la comisura de sus labios. Recordar a la Orden y sus terrenos, todas las aventuras y anécdotas que allí vivió y pensar que todo estaba perdido. Le habían quitado una parte de su espíritu. La Orden era para Dorothy su herramienta para resistir ante las adversidades, la promesa de algo bueno, un paso a la mejora de la humanidad, a la paz del mundo mágico.

     

    «Son tiempos difíciles y debemos estar preparados» pensó con una ola de tristeza que amenazaba con ahogarla. Contempló a Katy a lo lejos, la abrumaban la pena y la impotencia, ¿cómo podrían proteger a los más débiles cuando les habían arrebatado sus bases y pertenencias? Tal vez era el momento de considerar la posibilidad de crear una guarida, como si aquello pudiese brindar cobijo y su alma desnuda.

  18. Dorothy colocó el cuadro en la pared y guardó la carta en el bolsillo de su pantalón. En ese momento no sabía qué pensar acerca del amor. Era de las que creía que un amor se alimentaba con gestos, palabras y actos, a través del tiempo, pero aquel escrito ponía en duda años de creencias y convicciones. Por otra parte tampoco tenía el derecho de darle un significado a semejante sentimiento, especialmente porque se sentía con la carencia de poder amar realmente.

     

    Salió de la estancia y atravesó el pasillo hasta dar con la oficina que compartían Dennis y ella. Recogió un pergamino que había caído sobre el suelo, seguramente se trataba del pago de los servicios que se realizaban mensualmente. Luego hablaría con Charlotte al respecto. Abrió el primer cajón del escritorio, estaba segura de que la dirección del viejo Ailbert estaría allí. Aunque sus esperanzas no eran muchas, era la única persona a la que podría dirigirse. Finalmente encontró lo que buscaba y leyó con atención.

     

    —152 Calle Barker. Londres

     

    En esos días en los que la monotonía se había instalado en su vida, veía la carta de Rose y George como la premisa de nuevas sensaciones. Se preguntó si su amor pudo consumarse, si habían creado un linaje que perdurará a lo largo de los los siglos. Sintió deseos de entregar el cuadro a quien lo pudiese apreciar, una persona que estuviese relacionada con Rose y George. La carta le hacía pensar que el amor a primera vista realmente existía, y que no eran simples mitos los que se plasmaban en las novelas.

     

    Recordó a Peter, Peter el tardo, como le solía llamar, y se cuestionó de su breve relación. La primera vez que lo vio sintió asco. Su cabello estaba grasiento, sus uñas sucias y los zapatos rotos. Con el tiempo (y después de meses de insistencia) aprendió a quererlo. ¿Pero se trataba de cariño o de lastima? Tal vez era lastima por él, y por ella, por obligarse a sentir algo que no estaba.

     

    Suspiró, aparecían otra vez sus rasgos de masoquistas, eternos compañeros de guerra. Era mejor no indagar en eventos del pasado, al menos en cuanto a su vida respectaba. Caminó hasta el área de la cafetería y se topó con Kate, quien se puso a su disposición. Dorothy negó distraídamente mientras seguía mirando de un lado a otro en busca de Dennis. ¿Qué pensaría su compañera de la carta? Si quería conseguir a los actuales dueños del cuadro necesitaba su aprobación.

     

    Volvió a la oficina, tomó pergamino, pluma y escribió:

     

    Estimado Sr. Albeirt:

     

    Le escribo porque he encontrado aquí en la vieja casona una peculiar reliquia que me ha dejado inquieta. Me gustaría poder hablar con usted al respecto. ¿Podríamos agendar una cita?

     

    Gracias por su atención.

     

    Atte. Dorothy Anne.

     

     

     

    Aquella formalidad le hacía sentirse como una empleada del Ministerio de Magia. Sin embargo, prefería recurrir a los protocolos de antaño antes de aparecer de sorpresa e importunar. Con un silbido llamó a Haley, y pronto la lechuza estuvo haciendo su trabajo.

     

  19. Algunos meses habían pasado ya desde la apertura del negocio. Lo que empezó siendo una vaga idea se había convertido en uno de los locales más concurridos. Dorothy se maravillaba al ver a los clientes entrar y salir, tenía todas las esperanzas del mundo puesta en aquel centro cultural. El arte significaba introspección: al analizar una obra el artista podía decir una cosa, pero eran solo los espectadores los únicos capaces de darle un significado personal. El arte tenía el poder de llevar a los humanos a la reflexión, y no solo eso, sino que además permitía expresar, sin la necesidad de las palabras, los sentimientos y creencias alojados en el interior.

     

    Tal vez esa era una de las razones por la cual se sentía tan inclinada a esa tendencia, el arte para Dorothy era su herramienta de diálogo. Un idioma universal, por decirlo de alguna manera, hasta los mudos podían hablar a través de cualquier dibujo. Creía que cualquier persona tenía la capacidad de crear arte, que era un don que hacía a todos más humanos. Lo que más la inspiraba era la filosofía de que al hacer arte, nadie tenía el derecho ni la potestad de decir que estaba mal. El arte era muy compleja y ambigua como para poder explicarla o catalogarla.

     

    Siguió caminando por los pasillos, para luego girar y dar con uno de los salones de lectura. Sobre la pared colgaba un cuadro antiguo, peculiar por no llevar la firma del pintor. En la obra estaba plasmada el rostro de una mujer con una cabellera rojiza. Su mirada era transparente y reflejaba las aguas del océano, y su piel parecía suave y del color de la nieve. Le dio la impresión de que la abundante melena no estaba compuesta por hebras, sino por pétalos de rosa, lo que le daba un toque original.

     

    El cuadro no lo habían adquirido ellas, ya se encontraba en la estancia al momento de comprar la vieja casa. Dorothy tomó el cuadro, sentía mucha curiosidad por conocer al autor detrás de cada trazo. “Quizás era alguien modesto y puso su firma en la parte posterior del marco” Pensó distraída, sin mucha convicción. Pero en lugar de encontrar una firma halló un sobre con una tonalidad amarillenta, que databa al parecer, de muchos años atrás. Colocó el cuadro en el suelo y con mucho cuidado se dispuso a abrir la carta.

     

    Querida Rose:

     

     

    Tú, musa adorada, tu recuerdo ha sido el antídoto de mis noches de dolor. ¿Cómo se puede amar tanto a quien solo se ha visto una vez? Mis amigos me dicen que he sido víctima de una brujería y yo, al recordar tu cara de ángel niego con fervor. ¡Qué desgracia la nuestra de habernos conocido cuando estabas tan cerca de tu partida! Te juré que te esperaría, porque un amor como nuestro, al que no se le encuentran explicaciones, es merecedor de la paciencia de los sabios. Sueño con tu regreso, adorada mía. Cuando pienso en ti y en lo mucho que deseo el tenerte a mi lado, me considero a mí mismo la persona más egoísta del mundo. Ahora que te encuentras visitando a aquellos parientes, que no se han tomado la molestia de contar los lunares de tus hombros, ni determinar el tono exacto del azul de tus ojos al encontrarse con los rayos del sol… Ahora que estás lejos de mí puedo decir que el día que te tenga de nuevo entre mis brazos no te soltaré jamás. Soy egoísta, ya lo sé, privaré a los demás del melodioso sonido de tu risa, y de la danza de fuego que inicia cada que el viento acaricia tu cabello. Pero temo decirte que ahora soy yo el que tiene que partir. He recibido noticias de mi madre, me precisa en Yorkshire. Mi abuelo ha muerto y seremos los herederos de una gran fortuna. Solo serán unas semanas, mi amada Rose, para ese entonces ya estarás aquí, con tu familia. Vendré por ti y pediré tu mano. Nos casaremos, amada mía, y no nos alcanzaran los minutos para amarnos.

     

    Con amor.

     

    Siempre tuyo, George.

     

     

    Dorothy se quedó atónita por unos segundos. ¿Quiénes eran Rose y George? No recordaba al viejo Ailbert comentar nada acerca de aquella pareja. ¿Y la carta?, ¿qué debía hacer con ella?, ¿a quién le pertenecía ese cuadro realmente y cómo fue a dar a esa casa?

     

    • Me gusta 1
  20. Qué contradictorio era para Dorothy caminar bajo el manto oscuro de la noche y sentirse protegida. Aunque para ella el sol era sinónimo de bienestar y cobijo, había algo en la intensidad de su luz que la hacía sentirse expuesta. Quizás porque nada quedaba oculto ante la implacable estrella de fuego que reinaba desde lo más alto. Cualquier gesto, cualquier acto, bueno o malo, cualquier mirada delatadora quedaba al desnudo.

     

    En cambio la oscuridad de la noche la abrazaba con su manto de seda. Era como si le susurrase al oído: ‘’No temas, yo te oculto de las miradas extrañas’’ ¿pero podría hacerlo? Dorothy creía que sí. Especialmente porque no existía aquella necesidad inquietante de mantenerse taciturna ante las circunstancias, como la hacía la mayoría del tiempo. La noche, callada y silenciosa, observaba pero no juzgaba. ¿Era por eso entonces que las personas solían beber de noche?, ¿o entregarse como sedientos amantes a los brazos de sus enamorados? Inclusive los robos ocurrían a esas horas. Pero ella, que no tenía nada que esconder, ¿por qué divagaba sin rumbo?

     

    —Quizás te escondes a ti misma…

     

    Susurró con ironía mientras quitaba con sus manos unas ramas que tropezaban sus pasos. Pronto pudo ver la fortaleza que se elevaba a lo lejos, en sus labios se dibujó una leve sonrisa y se preguntó si era prudente entrar. La temperatura empezaba a descender, se acercaba la media noche. Incluso podía escuchar el crujir de algunas ramas, seguramente eran las criaturas que salían al acecho. Criaturas que habían esperado ansiosas la complicidad de la noche.

     

    Un débil remolino de humo captó su atención, y a su vez la intrigó, ¿cuáles eran las razones para que un miembro se mantuviese fuera de la fortaleza en una de esas noches frías? Dos opciones le vinieron a su mente: la primera, un mortífago que había interceptado sus terrenos. La segunda; alguien que huía arrepentido de un pasado inalterable, un desamparado que, al igual que ella, se escondía. No era una idea demente ni descabellada, y es que el mundo tan caótico, tan cambiante, tan siniestro y vil, no era lugar para cualquiera.

    Temerosa decidió acercarse y hablar, de tratarse de un mortífago moriría en segundos. Si corría con más suerte probablemente no pasaría de una conversación incómoda. Podía lidiar con eso. No identificó su rostro, pero a juzgar por la cabellera se trataba de una mujer.

     

    ­ —Uum, hola —vaciló por unos segundos. —, ¿te gustaría entrar? —preguntó al momento en que señalaba con su dedo la fortaleza —. Tal vez te sientas más cómoda.

     

    O no… la comodidad era relativa.

     

    • Me gusta 1

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.