Cuando supo que debía acercarse a la cabaña de Rosalía, se encontraba en la torre del castillo Evans McGonagall alimentando cuervos. Eran mascotas de Alexander, pero les agarraba cariño conforme pasaban los días, incluso les puso apodos a unos cuantos. Gorrión, era el que siempre se acercaba a ella pidiendo alimento y nunca la perdía de vista. Matu, era el más viejo, siempre se acurrucaba en las vigas del techo y permanecía inmóvil durante horas. Bisagra, por otro lado, solo podía verse descansando en la ventana o en la puerta. Binny lanzó las últimas semillas al suelo y se alejó lentamente en medio del aleteo y los graznidos. Los cuervos se lanzaron al suelo, parecían contentos. «Así que por fin entenderé el misterio» se dijo, desapareciendo del castillo. A donde llegó, se apresuró, pues era un lugar poco conocido para ella. La cabaña estaba vacía, cayó en cuenta luego de golpear la puerta y echar una ojeada desde la ventana. Se detuvo entonces a pensar qué haría, pues no conocía a la arcana y no tenía pista de su paradero. Un poco decepcionada dio la vuelta y observó con detenimiento los alrededores, le agradó la naturaleza como protegiendo la estructura, le daba un aire de primavera. Decidió entonces rodear el lugar. Al menos una pista de ella podría guiarla a donde sea que estuviera, mientras más caminaba más le gustaba lo que descubría. Podía ver el lago y algunos banquitos de piedra, pero no era momento para descansar pues la lluvia empezaba a caer. Más a la distancia notó una pirámide y otra construcción. Un hada le jaló del vestido y tiró de ella con una linda sonrisa en su bello rostro. Binfeyd se dejó arrastrar, guiada por la confianza que sentía por esta pequeña criatura. Lentamente llegaron hasta el invernadero. La pequeñita hizo un gesto de despedida y se fue de regreso protegiéndose de la lluvia. Ella la imitó. Esa era la pista que necesitaba, claramente. Sin embargo, el invernadero parecía caerse a pedazos, tenía un gran hoyo por un lado y los vidrios aún caían en ciertos lugares. Los restos de la puerta crujieron cuando cruzó el umbral, cayendo tintineantes tras su paso. «Cómo supo que necesitaba ayuda» pensó. El lugar estaba cargado de plantas, hojas de varios tamaños y algunos senderos fáciles de ver «Quizás fui muy evidente» No pudo asegurar si escuchó la voz de una o más personas, pero empezó a seguir el sonido teniendo cuidado de no tocar las plantas. La voz le resultaba conocida, aunque aún no podía asegurar nada. Empezaba a creer que caminaba dando vueltas, pero finalmente pudo ver a Mei junto a una fuente y cerca de ella una mujer con rastros de hojas. Cuando esta terminó de hablar, Binfeyd se acercó a ellas. —Hola, Mei, que interesante verte aquí. Busco a Rosalía. Estuve en la cabaña, pero un hada me ayudó a llegar hasta aquí —dijo, hizo una reverencia hacia ella y la otra bruja. Podía sentir la presencia de más personas, pero no tenía claro quiénes serían. Lo que sí podía sospechar era quién era la arcana, pero era más educado dejar que se presentara.