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Eliot Akil

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Mensajes publicados por Eliot Akil

  1. Hola, buenas noches o mejor dicho madrugadas :)

     

    Me paso para dejar claro un punto que veo que todo el mundo está dejando atrás. Está bien que todos nos confundimos con el Fortificum de wonder al principio. Sin embargo, stnazi hace sus ataques a Nico antes de que ella haga la muralla. ¿Cómo puede impedir ésta los ataques si aun no está hecha? Está en los posteos. ¿Eso no sería abuso de rol también? Decir que los hechizos de stnazi no le hacen daño a Nico aun cuando la barrera de piedra es hecha después de que el ataca?

     

    En mi humilde opinión supongo que Nico está muerto, pues colocó un posteo y no se hizo las curaciones correspondientes por los ataques de stazi que requerían Episkey de emergencia por el sempra. Si me pudieran responder ésta duda cuanto antes lo agradecería mucho :) Gracias de antemano.

  2. Una gota de sudor recorrió una de sus cienes, la rapidez del momento había provocado cierta confusión en aquella arena de prueba en Duelo Avanzado. Su semblante de egocentrismo no desaparecería ni que la mismísima muerte se apareciera en su camino, era propio del Haughton no mostrar ni la más mínima mueca de debilidad, a pesar de estar en las peores situaciones. Había salido de muchos otros casos y no quería que una simple demostración fuera la excepción, a pesar de que el dolor y la muerte se sintieran tan tangibles como en un espacio de realidad distinto.

     

    Miró de lado a lado, provocando que unos oscuros mechones de cabello se mecieran al mismo ritmo de su ladeo. Entonces notó que uno de los ataques de Demona siempre sí le había impactado en su cuerpo, maldijo en sus adentros para luego irse como podía hasta detrás de aquella muralla de piedra invocada por wonderfairytale. Ésta a pesar de medir siete metros continuaba protegiéndola sólo a ella, hasta el momento en que Eliot llegó hasta detrás del empedrado para proseguir a curarse.

     

    Recordó por un momento el instante en el que el fuego maldito impactó en la pantera, convirtiéndola de nuevo en piedra sin hacerle daño a él. Se había zafado habilidosamente de la apretada situación, agradeciéndole al difunto animal por protegerle de al menos un ataque, aunque estuviera hiriéndole con su hocico al mismo tiempo.

     

    — Episkey

     

    Pensó haciéndose la primera curación a sus quemaduras que se habían agravado, sintió alivio inmediato y notaba como las costras empezaban a sanar rápidamente. —Esto sí que es efectivo —pensó gracioso.

     

    — Episkey

     

    Repitió en su cabeza sin emitir palabra, de nuevo se apuntaba a sí mismo para que su segunda curación hiciera efecto. Las quemaduras que tenía en la piel producto del único fuego maldito impactado, ya estaban casi borradas. Ahora su fuerza estaba restablecida y estaba listo para seguir el juego.

     

    Ya tenía en cuenta de que en esos momentos ya estaba tras las piedras que le protegían gracias al hechizo de su compañera. Asintió guiñándole un ojo a ésta, mostrando sus atributos y fortaleza intactos nuevamente.

  3. La furia se apoderó del Black Lestrange por completo, las pupilas las tenía dilatadas por la excitación que recorría todo el escenario. Su hechizo silenciador no había surtido efecto, por lo que su propia creación le había atacado.

     

    El feroz animal estaba mordiéndole por órdenes de Vrael, afortunadamente ese trago amargo había resultado ser agridulce: Pues los fuegos malditos que Demona había invocado para quemar a Eliot habían impactado en la pantera, matándola en el instante en que impactaron, haciéndola regresar a su forma original de banca. Había sido un trabajo bastante dificultoso, pues la bestia se le había tirado encima lanzándolo al suelo, pero a la vez beneficioso puesto que de esa forma los hechizos le dieron de lleno en el cuerpo negro del felino.

     

    — Episkey

     

    Dijo en su mente para hacerse la primera sanación que detendría su desangramiento, la sangre empezó a parar su salida en el acto y Eliot empezaba a reponer fuerzas en el mismo instante. — Que lindo animal, lástima que me tuviera que atacarme a mí mismo, hubiese sido genial verlo intentar matar a otro… —pronunció entre risas como muestra de que sus heridas sanaban, pues ya comenzaba a usar el sarcasmo de nuevo.

     

    — Episkey

     

    Pensó de nuevo apuntándose a sí mismo, y ahora los daños hechos por aquel oscuro felino empezaban a cerrarse del todo. Podía sentir como la fuerza regresaba rápidamente, se puso de pie y se dispuso a continuar con más ánimos que antes. En su mirada un brillo de muerte se abría paso, estaba dispuesto a seguir hasta que ya no pudiera mantenerse en pie.

     

    Vaya, buen intento —dijo mientras guiñaba un ojo. Luego miró a su alrededor para observar cómo aquella muralla de piedra protegía solamente a wonderfairytale, haciendo que por ende los demás de su grupo no tuvieran que realizar movimientos extra para que sus rayos fueran efectivos.

  4. Parecía que el equipo contrario empezaba a ser víctima de la desesperación, el Haughton con un semblante triunfal en la cara estaba dispuesto a hacer todo lo posible por ganar. Si su equipo no resultaba vencedor, de igual forma nada le quitaría sus nefastos deseos de la mente. El ambiente cambiaba, comenzaba a bajar la temperatura del lugar rápidamente.

     

    — ¡Silencius!

     

    Articuló bastante fuerte. Pues había visto como Vrael se preparaba para su segundo movimiento, a lo que respondió más rápido que él. Las palabras del mago quedaron en “Oppug…” evitando así su correcta pronunciación, y por ende, el fallo del mismo. —Oh, querías manipular a mi mascota ¿no? —soltó con tono de puchero, claramente haciendo burla ante su rival.

     

    Después hasta sus oídos llegaron las palabras que Demona decía con desesperación, quizá trataba de realizar hechizos en contra de Eliot. Lo que la mujer desconocía era que sus acciones habían quedado sólo en intentos, pues nada había ocurrido tras su palabrerío.

     

    — Fuego Maldito

     

    Susurró calmadamente apuntando a Demona, de inmediato una llamarada de fuego salió de su varita tomando la forma de un ave. Ésta era un cóndor de los andes adulto, con una medida de más de tres metros con las alas extendidas. El animal encendido tenía la orden de atravesar a la fémina cayendo en picada hasta su cuerpo. Las quemaduras causadas por ese hechizo serían graves, necesitaría algo con urgencia para evitar la muerte.

  5. Observaba como llegaban las personas faltantes a aquella zona de batalla, todo iba a ser un simulacro pero eso no quería decir que iba a haber sangre de por medio. Esa idea invadía por completo al Black Lestrange, quién sonreía ansioso ante la situación. Si había algo que le emocionaba era verse inmerso en descargas de adrenalina, y eso sólo ocurría cuando había cierto grado de peligro a su alrededor.

     

    Nos volvemos a ver… —expresó en un susurro que llegaría a los oídos de Vrael. El pelinegro no era una persona que olvidara fácilmente las situaciones de su pasado. Y en una etapa anterior de sus andanzas académicas se había topado en un duelo con ésta persona, y como dicho altercado no tuvo un final digno ya sus ojos brillaban con la idea de poder darle fin ahora mismo.

     

    Mophos… —pronunció en un susurro. Eliot apuntaba directo al reluciente reloj que poseía Vrael en su mano izquierda. En el acto el objeto empezó a retorcerse con bastante ordinariez, hasta quedar transfigurado en la forma de una Lonomia, una oruga venenosa que permanecía en su muñeca, con el solo contacto tras la aparición lo envenenaría. Tendría que hacer algo con urgencia si no quería morir al cabo de unos momentos.

     

    ¡Morphos! —se apresuró a repetir con agilidad. Esta vez desviando su puntería a un banco de concreto macizo que yacía a las adyacencias de su ubicación. Este de inmediato de transformó en una pantera adulta de casi dos metros de largo, con una altura de un poco más de un metro. En el momento que se materializó el animal tensaba los músculos llenos de ferocidad, mostrando la potencia de sus cien kilogramos. Éste gran felino tenía la única orden de defenderle al Haughton de cualquier posible ataque, y miraba con suma inquisición, alerta todos los movimientos.

     

    Los aconteceres comenzaban a transfigurarse como los objetivos de sus hechizos, pero éstos estaban pasando de una circunstancia de mera observación a algo en lo que tendría participación de lleno. Por eso la sonrisa no se le borraba de la cara, ya que comenzaba a sentir como la adrenalina se paseaba con furia por todo su cuerpo.

  6. Los sonidos dentro del lugar se apagaron por un par de minutos, los mentores parecían estar analizando cada movimiento hecho por los vasallos dentro de la prueba impuesta hacía poco. Eliot aun luchaba con sus impulsos de risa, así que trataba de buscar un pensamiento de cosa para no interferir demasiado con lo que vendría después. Miró a sus compañeros por encima de sus hombros, mostrando desinterés total a sus opiniones.

    Al cabo de unos segundos más empezó a hablar su profesor Odefo, impartiendo opiniones referentes a las acciones realizadas por todos. Después de escucharlo largo rato, el chico pelinegro hizo un bostezo muy expresivo, que sin querer había generado más disgustos dentro del aula en las mazmorras. Escuchó como llamó “mujeres de luz” a unas alumnas y nuevamente tuvo que retener sus expresiones burlonas, pues a la vista de todos estaba muy enfocado en las palabras del Fenixiano.

    Su ahínco por mostrarse serio no tuvo mucho éxito cuando observó los comentarios hacia Nico, quería decir algunas palabras llenas de la educación que poco acostumbra a utilizar, pero prefirió callar. A veces el silencio puede ser el artefacto de tortura más efectivo en ciertas situaciones, esperaba que su silencio se interpretara de las maneras en que lo deseaba.

    Su turno de protagonizar la charla había tenido ya lugar, así que se cruzó de brazos para atender con bastante rigidez. Su reacción ante el sarcasmo desbordado del hombre no fue más que un levantamiento de hombros, aun quería estar rodeado de su disimulo ante todo lo dicho, por ende musitar palabra no estaba dentro de sus planes. La indiferencia lo cubrió con un oscuro manto, mientras transcurría el tiempo faltante al siguiente nivel de la cátedra.

    «Hasta que por fin…» dijo dentro de su mente, la visita tan esperada para el Haughton estaba tan cerca que casi podía oler la humedad sanguinaria de aquellos imponentes muros. Suspiró como acto totalmente intencional de mostrar sus ganas, si alguien había estado prediciendo que él sería el más empapado de fogosidad frente al tour siniestro, no se había equivocado.

    Percibió las palabras de Niko nuevamente, esta vez declarando su desdén por la oscura ubicación. El ojiazul rodeó los ojos, pues era obvio todo lo que cavilaba. Sin embargo una sonrisa algo maquiavélica empezó a surgir en su rostro, y su semblante de amargura se desvanecía con cada movimiento de las manecillas del reloj. —Parece que ya es hora… —susurró.

    De un momento a otro todos y cada uno de los alumnos, junto con Aiiden, habían sido transportados a los enardecidos paisajes de las fortalezas de los devoradores de muerte. Eliot se sumergió rápidamente en la embriaguez que le hacía sentir todo lo que podía observar, él no era alguien que se sensibilizara con cualquier cosa, pero tendría que admitir que ni él mismo comprendía el porqué de la infinita gloria que lo invadía.

    Observó el gran número de murallas, los altos edificios y torres que se perdían en la oscuridad del cielo nocturno, la niebla que cubría todo como si se tratara de un escudo espeso de maldad. Definitivamente el recorrido le parecería una aventura excitante, pues al ser su primera visita a dichos confines, no se podía camuflar ante otro semblante que no fuera el de su sensatez.

    Cada ladrillo puesto sobre el otro, parecía formar una obra de arte merecedora de cualquier premio ante los ojos de Eliot. Observaba a sus compañeros temerosos y algunos con muecas de asco en el rostro, cosa que él no comprendía. Tuvo circunstancias de su vida en el pasado donde se había extasiado a niveles extremistas, y justo ese preciso instante ahora pasaba a formar parte de la lista corta de aconteceres.

    La Malfoy empezó a hablar ladina sobre cuestiones referentes al bando tenebroso, y su atención por fin se fijaba sin ninguna distracción que interfiriera. La ronda de preguntas estaba cerca y el joven estaba más que preparado para la misma, las había estado formulando hacía muchísimo tiempo, esperando el instante más idóneo para lanzarlas a cualquier mortífago que estuviera dispuesto a responderle.

    Ráfagas de viendo hacían mover los cabellos azabache que se posaban sobre su frente, éstas provenían de los aleteos de enormes dragones. Las peligrosas criaturas custodiaban el esplendor de la fortaleza, como seres dignos de llevar a cargas la seguridad de cualquier imperio. Él apartó algunos mechones para observar con más claridad, dibujando una media sonrisa en su cara. Esperaba algún día en un futuro no muy lejano poder amaestrar un animal tan imponente, para de esa manera reafirmar aún más las cualidades con las que había sido privilegiado.

    Una música bastante peculiar empezó a atravesar su sentido auditivo, se dejó llevar por un par de segundos ante los sonidos que llegaban tenues hasta ellos. Miró a su alrededor y negó gracioso, los cuerpos humanos con múltiples mutilaciones, alertaban a los habitantes de la mágica arquitectura sobre los visitantes. No se trataba de cualquier alerta, aquellos eran gemidos y demostraciones de dolor que mejoraban en gran medida el humor del Black Lestrange.

    Miró de lado a lado esperando que alguien se atreviera a realizar la pequeña tarea impuesta por la rubia, pero nadie daba un paso adelante para realizarla. Al parecer el miedo empezó a apoderarse de los alumnos en los adentros de la morada siniestra, por lo que observaba con detenimiento cada muestra de sus lenguajes corporales. —Bueno, todo indica que tendré que ser yo —infirió en un tono despreocupado. Se paró en el borde del pozo y fijó la vista en el espectáculo visual que brindaba la acumulación de cadáveres al fondo, sonrió con los ojos achinados suponiéndose elegido para la tarea y se tiró.

    Cayó de pie haciendo que sus botas de cuero salpicaran sangre tras el impacto, apartó un par de cuerpos con sus pies lanzándolos de lado a lado para abrirse camino. Algunas de las cabezas mostraban mucha pena, otras eran inexpresivas, él buscaba la que reflejara lo que él desearía ver ante una situación igual o peor de mortífera. Descubrió un largo cabello rojizo a en una esquina del gran hoyo y se dirigió en su búsqueda, tomó aquel cráneo con un puñado de pelo, haciéndolo colgar como un péndulo gigante.

    Antes de salir del agujero acercó la cabeza a la suya, observándola con una expresión analítica. Sin pensarlo mucho acercó sus labios a las blanquecinas mejillas carentes de vida de la fémina, chasqueó la lengua repetidas veces como gesto sarcástico de apesadumbrada actitud. Entonces como una demostración de cortejo a la doncella más codiciada de un reino enaltecido, besó el rostro de ésta fingiendo un encuentro pasional. Miró a las alturas y a los alrededores, sabiendo que su otro instructor estaría mirando desde la comodidad de su oficina. Rió gracioso con un brillo especial en sus orbes, para luego subir hasta quedar a la vista de todos los demás.

    Muy bien, parece que soy el primero —reveló con tono teatral. Carraspeó mientras buscaba las palabras adecuadas para expresar sus interrogantes —Okey señorita Aiiden, empecemos… Creo que no he dado a conocer a fondo mis convicciones, podría ser neutral —chanceó mientras levantaba una ceja, claramente bromeaba. —¿Qué me podría decir usted que justifica el accionar… —hizo énfasis en la última palabra —…de los conformantes del bando oscuro? Es decir, ¿Cuál es el objetivo de sus procedimientos? —pronunció finalizando la primera pregunta.

    La primera exposición había sido muy general, en realidad lo que el muchacho buscaba era que ella explicara de un modo introductorio lo más explícito posible cosas referente a las aspiraciones del grupo que apoyaba la marca, sabiendo que podían haber presentes con mayores dudas al respecto. Aquello no como un esbozo lleno de suposiciones, esperaba que ella entendiera el verdadero trasfondo de sus preguntas.

    Continuemos… ¿Qué me puede decir usted de las cosas que se rumoran sobre su bando? Me refiero a esos asuntos de organización que en cada pasillo, bar o callejón se viven escuchando. ¿Usted podría afirmar o desmentir algo? Denos un ejemplo —culminó con un tono punzante.

    La segunda inquietud había sido algo más directa, no vaciló ni por un segundo dejar en claro que por aquí y por allá se andaba comentando cosas sobre La Marca Tenebrosa. Dichos rumores podrían haber sido empezados o no por los integrantes del Bando de la Luz, pero fuese o no de esa manera la verdad era que estaba sucediendo. Él simplemente quería que se diera un rechazo o aprobación a cualquiera de esos cuentos de camino, dando por supuesto que la Ángel Caído estaba al tanto de todo eso.

    Habiendo culminado su parlamento tiró la cabeza en medio del semicírculo de personas que se había formado, rascando levemente su cabeza a la espera de las respuestas. Por dentro estaba ansioso de conocer lo que la demonio diría, pero no lo reflejaba en el exterior de sus expresiones. A simple vista solo se veía un hombre apuesto lleno de arrogancia, con expectativas altas de cualquier cosa que se dijera en un lugar que le había resultado acogedor en exceso.

    Se dio cuenta de que era objetivo de señalamientos en ese momento y quizás antes; entonces en el fondo calculaba silenciosamente sobre los magos que posiblemente cuestionaran su sabiduría debido a sus actos, mostrando en todo momento una mueca de despreocupación ante indicios de malos juicios. Él hacía lo que le placía, el hecho de que para unas personas resultase equivalente a la brutalidad su andar, no le movía ni un solo pelo de coronilla.
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  7. Realmente es muy cómico ver cómo tratas de arreglar tus palabras, tranquila, no diré nada si te avergüenza —pronunció sereno mientras le daba un sorbo a su trago. La verdad era que el chico siempre creía lo que quería creer, por ende su terquedad era muy difícil de ser derribada fácilmente. Cuando estaba convencido de algo, no había poder sobre la faz de la tierra que lo hiciera reivindicarse ante lo que sea que fuera.

     

    Obviamente que yo —rió extravagantemente —¿No me vas a decir que prefieres morir por cianuro antes que seguir conmigo cerca? —interrogó con el suficiente sarcasmo como para irritar a cualquiera. Dentro de la meta del Black Lestrange no estaba como prioridad molestar a nadie, no se consideraba un ser molestoso. Prefería siempre pasar desapercibido, pues cuando era notado siempre surgían conversaciones que lo ponían de mal humor. En el caso de la charla con la Ángel Caído, le era indiferente lo que ésta pensara, él sólo lo estaba pasando bien a pesar de todo.

     

    Por favor, no intentes utilizar palabras que crees que me afectarán, si ya no soy sensación pues… Brindemos por eso, no me preocupa en lo absoluto, mujer —espetó rodeando los ojos. Pues se daba cuenta que la fémina trataba de irradiar veneno con sus palabras, pero él era sensato con lo que expresaba, no era de su interés ser visto ni mucho menos analizado por nadie.

     

    ¿Algo divertido dices? Bueno, necesitaré un cuchillo y tu cuello a mi disposición para empezar —bromeó guiñando un ojo. A pesar del mal humor que siempre lo embargaba, esa noche no tenía ánimos de sobrepasar límites con su mal comportar. En vez de eso todo le daba exactamente lo mismo, pues no había nada especial ni demasiado desagradable como para que sus sentires se fueran a algún extremo, fuera cual fuera.

     

    Eliot se levantó de hombros ante la dudosa propuesta de Aiiden, como muestra pura de que en realidad estaba en un estado de alta indiferencia. En ese momento se escuchó una canción que le gustaba en alguna medida, no era que él tuviera sensibilidad por la música y esas cosas tan paganas, pero ya que el ron empezaba a hacer efecto extendió su mano hacía la Malfoy en busca de una pareja de baile. —Si no quieres de seguro que alguien querrá hacerlo por ti… —articuló en un tono de alto egocentrismo.

  8. Era un hecho de que el simulacro era lo siguiente en la clase favorita de Eliot, sonrió gracioso ante la noticia que había recibido previamente, la cual indicaba que había sido seleccionado para el equipo que simularía ser de la Marca Tenebrosa. Se apresuró a mover su arma de madera de Vid frente a él, y su vestimenta se transformó en algo más idóneo ante lo que se avecinaba. Sus jeans fueron cambiados por un pantalón de tela negra más fina y una camisa de seda ajustada con el mismo color, todo bajo una reluciente capa de gabardina que simulaba las sombras de una oscura noche de invierno.

     

    Un estruendo sordo le dio la bienvenida al Black Lestrange en aquel escenario. —¡Demonios! —exclamó al tiempo que aparecía, pues odiaba viajar por ese medio. La sensación que le producía la transportación de su cuerpo, era demasiado irritante como para que le llegara a agradar alguna vez. Bajó su rostro un poco para ponerle un punto y final a su atuendo, colocando una máscara plateada con algunos tribales en relieve.

     

    Su actitud era la de un mago infalible, pues estaba muy seguro de que sus habilidades le harían salir de la mejor manera. Aunque de no ser así tampoco le preocupaba mucho, él simplemente quería diversión de buena calidad. En cuanto pudiera ver algunos ropajes empapados de sangre, todo ya habría valido la pena.

     

    Dio una vuelta tambaleando en mínima cantidad, sólo quería observar a fondo la arena que había sido elegida para el combate. Expresó otra sonrisa amplia al haber sido testigo de un lugar tan ameno para sí mismo, ya podía sentir la adrenalina comenzar a recorrer sus venas. Las estatuas le daban un toque lúgubre a la desolada mansión, y los árboles sin podar aumentaban el aspecto tétrico de la misma. Quería iniciar cuanto antes, pues su ansiedad estaba a flor de piel y quería calmarla de alguna manera.

     

    No hizo pronunciación alguna en lo que restó de aquellos interminables minutos de introducción, sólo apretaba los puños mirando por doquier con los sentidos bien alerta. Sentía que en cualquier momento podría ser atacado y entonces tendría que defenderse, pero si esto no ocurría sería él quien daría rienda suelta a sus desesperadas ganas por herir a cualquier individuo del equipo contrario.

  9. Una nueva presencia accedió a la clase al poco tiempo que la pedagoga Mey había desaparecido, sin haber sido notada en lo absoluto por el chico con los ojos azul noche. No le agradaba ni más ni menos que la anterior, pues al ser una sustitución sacó la conclusión de que era exactamente igual a la Potter Black. Lo miró de arriba abajo sin que éste se enterara, analizando cada partícula que lo componía, como acto propio de masoquismo que siempre se disponía a realizar.

     

    La siguiente tarea se aproximaba, pues la clase avanzaba bastante rápido haciendo cada una de las fases bastante interesantes. El alumno con la chaqueta negra traqueó sus dedos, ahora indicaba inconscientemente que estaba listo para cualquier cosa. Aún si lo que se avecinaba de pusiera fácil o difícil de igual manera sería cautivador para él. Las misiones eran asignadas a cada alumno, su turno no tardó en llegar y levantó una ceja mientras escuchaba atento.

     

    Sintió un pequeño tirón desde sus entrañas, una sensación peculiar de cuando el cuerpo cae en picada. La neblina verdosa comenzaba a materializarse formando su nueva ubicación en cuatro dimensiones, obligándole a parpadear rápidamente para entender lo más veloz que le permitiera su mente. Una ráfaga de viento seco hizo que se adentraran en sus ojos un par de granos de arena, prosiguió a quitárselos espabilando con rapidez para luego esbozar una mueca torcida en su boca.

     

    Vaya, cuánto tiempo… —musitó mientras tomaba un puñado de arena del suelo, dejándola caer mientras ésta se desplazaba por entre sus dedos. El Black Lestrange no dejaba de sorprenderse, no porque sintiera miedo ni nada similar, más bien su casi estupefacción se debía al hecho de lo bien que su catedrática conocía sobre su vida. —Vamos… ¿todo esto con un solo recuerdo? —dijo levantando las manos haciendo un gesto cómico al cielo, sabiendo que sus instructores le observaban desde Moscú con mucha expectación.

     

    Miró los candelabros rodeados por aquel fuego en lo alto de la cabina y soltó un silbido, un sonido caricaturesco que acostumbraba a usar cuando veía algo que realmente le parecía interesante. Lo que la Ángel Caído no conocía bien de la personalidad de Eliot, era que el joven que vivía en esas tierras había desaparecido por completo del mundo hacía muchísimo tiempo. El pelinegro no tenía por qué fingir una falsa compostura, su actitud era genuina, una oscuridad formada poco a poco a medida que su vida le enseñaba a ir apagando sutilmente cada cosa que generara luz dentro de la misma.

     

    Bueno, hay que terminar con esto de una vez… —susurró para sus adentros. Ahora se disponía a penetrar aquella enredada trampa, en la que cualquier mortal se perdería con avanzar unos cuantos pasos. Mientras caminaba negaba gracioso, pues haberlo llevado hasta esa nación había desencadenado más crueldad en su corazón, en vez de debilitarlo con recuerdos prolijos de su niñez. Otro error en el proceder de la Malfoy, las memorias de Eliot no eran para nada debilidades, por el contrario, eran fortalezas.

     

    En una parte estrecha iba a seguir derecho, pero su instinto le hizo mirar al suelo notando un par de huellas entaconadas que cruzaban a la izquierda. Sonrió ampliamente, al parecer a Aiiden se le había olvidado usar una Obliteración o algo similar para no dejar rastro. Dudó por un instante de si debía o no subestimar a la fémina, pero optó por tomar el riesgo y seguir el rastro. Tras unos cuantos cruces y algunos obstáculos fáciles de derribar llegó al punto más cumbre del grato recorrido.

     

    Tapó su boca de golpe, como mero acto de reacción a lo primero que le provocaba enardecimiento al muchacho. Sus tesoros, las recompensas a innumerables esfuerzos dentro de su corta vida estaban ahí, pues no era necesario que la sociedad viera algo como “bueno” para que dicho acto se hiciera o no con ahínco. Nunca había odiado tanto a un objeto, como en ese momento odió a la jaula que encerraba sus valores. Ésta pendía de una cuerda exageradamente fina, la cual soltaba una hilacha haciéndola caer cada vez más.

     

    Esto es el colmo… —murmuró con una gota de sudor en su frente. Bajo el encierro yacía un hoyo profundo cuyo fondo no se dejaba ver, y al final entre las sombras nada más y nada menos que la progenitora del Haughton. —¡Madre, qué demonios haces aquí! —vociferó bastante audible. Ella no respondió debido a que estaba maniatada por completo, enmudecida debido seguramente a algún hechizo. Sin embargo, la desesperación de la mujer era más que evidente.

     

    Eliot puso los ojos en blanco cuando se enteró de lo que realmente ocurría, la trampa infernal era una prueba en extremo sumergida en la crueldad. Debería elegir entre los artilugios que había amado de por vida y la vida de su madre, quien tenía un dispositivo ambiguo en el cuello, el cual le arrebataría la vitalidad en el momento que el encierro se dejara vencer por la gravedad.

     

    La miró a ella en el momento que la última hebra se quebraba, todo lo recolectado en tantos años estaba por caer a un hueco sin final. —Lo siento… —murmulló con un brillo nuevo en sus ojos. Y arremetió con un salto increíblemente ágil contra la caja con los barrotes, cayendo al suelo un metro más allá de la cavidad en el suelo. Abrazaba aquel montón de objetos con suma sobreprotección, en el momento que la figura materna que se encontraba atada desaparecía tras una estela verdosa.

     

    Enmarcó sus orbes desorbitadamente al no entender de a mucho lo que ahora ocurría, y todo lo que tenía en sus manos se desmaterializó de la misma manera. —Pero qué demon… —la expresión quedó a medias cuando él mismo dejó de existir dentro del laberinto, apareciendo de nuevo dentro de las Mazmorras Egneas. Estaba tirado en el suelo del aula, rodeado por sus dos educadores y un par de alumnos que ya habían vuelto.

     

    La risa descontrolada se abrió camino como una estampida violenta, sostenía su estómago como si éste fuera a reventar. Había entendido la prueba por la que había pasado, dejando en exposición total sus oscuras prioridades. Comenzó a calmarse lentamente, notando que era observado con ojos punzantes. Se puso de pie y sacudió sus hombros eliminando algunos rastros de arena que quedaban en ellos, haciendo inconscientemente otra demostración de desinterés ante posibles opiniones.

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  10. La memoria del joven Black Lestrange era bastante buena cuando de asuntos como éstos se trataba, recordaba aquella figura masculina de algún lugar. Quizás, como pasaba con la fémina, sin nada que ocultara sus caras los hubiera podido reconocer. Pero eso no le quitaba el sueño por el momento, en esos instantes solo deseaba acabar con la mayor cantidad de ellos que le fuera posible. —¿Qué te puedo decir? Adoro la sangre —canturreó mientras apuntaba al hombre.

     

    ¡Sectusempra! —articuló con fuerza, dirigiendo su varita directo a Lestat quien se mostraba bastante arrogante, cosa que provocaba un tic nervioso en el ojo derecho del rostro transformado de Eliot. Un rato plateado viajó directo a su pecho, abriéndole múltiples heridas en el mismo. Si no hacía algo pronto el desangramiento traería la muerte para sí en un abrir y cerrar de ojos.

     

    ¡Sectusempra! —gritó esta vez con más furia, sus ojos llenos de ese brillo con augurio mortal que sólo se hacía visible en esos casos. Un segundo rayo asesino viajaba a toda velocidad directo al abdomen de Lestat, causándole las suficientes heridas como para que muriera desangrado en pocos momentos, tendría que hacer algo de emergencia para evitar tal cosa.

     

    Parece que ha sido una buena noche, dos almas a mi costo, uh… —susurró para sí mismo mientras se le erizaban los vellos de los brazos por la satisfacción. Poco a poco el Haughton iba aumentando sus habilidades.

  11. Mantenía la visión avivada con un fuego lleno de mortales deseos, su sonrisa torcida aun en su cara como muestra clara del sarcasmo que irradiaba. Disfrutaba en gran medida de todo aquello, al punto de querer repetirlo cuantas veces le fuera requerido hacerlo. Lo único que repudiaba en esos instantes era el hedor repulsivo de aquellos seres, los guardianes de lo que era justo según lo que ellos alegaban.

     

    ¡Sectusempra! —gritó dirigiendo su arma de Vid a Liza. El peculiar rayo escarlata salió directo al pecho de ésta, si impactaba causaría un número elevado de cortaduras en su piel, haciendo que la sangre saliera a borbollones de su cuerpo. Necesitaría algo urgentemente si no quería morir en el acto. El espectáculo que proporcionó esto hacía que los ojos del joven brillaran por la ilusión que le hacía tal vista, estaba emocionado como nunca antes.

     

    ¡Incárcerus! —dijo con fuerza apuntando de nuevo a Liza. Tres cuerdas saldrían a toda velocidad a impactar en su cuerpo. Específicamente en sus ojos, impidiéndole la visibilidad; en sus manos, impidiendo que las moviera; y finalmente en sus tobillos, uniendo ambos pies abruptamente.

  12. Su sonrisa difícilmente se escaparía de su rostro, la adrenalina que recorría su cuerpo le proporcionaba una subida abrupta de sus ánimos. El rescate se tornaba en extremo divertido, puesto que el espectáculo en el vaivén de hechizos mortales lo ponían en una situación de goce total.

     

    ¡Wo-wow-oh! Pero cuánto alboroto! —expresó sarcástico. Miró a su alrededor y notó una figura que le resultó familiar de alguna parte, seguramente se la habría topado en alguna ocasión sin nada que ocultara su verdadero aspecto. La apuntó y dijo duramente:

     

    ¡Expelliarmus! —haciendo que un rayo translúcido saliera de su varita directo a la de Jessie, de impactar la desarmaría, dejándole imposibilitado de realizar cualquier hechizo en el que la necesitase. Sonrió divertido, pues la expulsión de aquel hechizo había aumentado sus deseos nefastos dentro de aquel altercado.

     

    ¡Sectusempra! —gritó apuntando a Jessie nuevamente. Un rayo escarlata salió directo al pecho de ésta, de impactar causaría un gran número de profundas heridas sangrantes. Necesitaría algo con urgencia para no morir en el acto, y Eliot esperaba que no lo hiciera, pues sus deseos en esos instantes eran más que evidentes.

  13. La poca ostentosa prisión era sin lugar a dudas una pocilga, apestaba a miembros de la orden por doquier. Gestos vomitivos surgían sin planeamiento alguno, como mero reflejo sincero de asco ante la vista que dejaba el interior de Abaddon. En cierto punto se arrepentía de entrar, pero luego sus pensamientos eran atravesados nuevamente por la sed de ver inertes a aquellos personajes. No era que le preocupara mucho el resultado de aquel rescate, Eliot sólo quería verse dentro de un acto desbordante de acción, ocurriera lo que ocurriera.

     

    Avis… —pronunció con calma. De inmediato una docena de aves de color oscuro aparecieron desde la punta de su varita. Éstas tenían como única orden protegerle, de cualquier ataque que resultara útil con la interposición de las mismas. Era una medida bastante osada pero eso no preocupaba en lo absoluto al Black Lestrange.

     

    Avis… —volvió a decir cansino. En ese momento el número de pájaros aumentó a veinticuatro. Rodeándole también siguiendo, como la tanda anterior, la única orden de proteger a quien las había hecho aparecer.

     

    Eliot miraba de derecha a izquierda en búsqueda de cualquier indicio de movimiento para sí, los sentidos estaban tan agudizados como los de una pantera hambrienta en medio de la selva. Permanecía a unos cuantos metros de Juve, notando su presencia por su alto sexto sentido nuevamente, sin quedarle ninguna duda por dentro.

  14. Observaba a unos cuantos metros una silueta oscura, la seda negra ondeaba a merced del viento dejando a la vista una delicada figura femenina. Se encaminó a ella mientras alzaba el codo bebiendo aquella horrible, pero poderosa poción. Entonces, a medida que se acercaba el azabache de su cabello se iba tornando rojizo, y el lizo se encrespaba bruscamente al tiempo que se acortaba.

     

    Iba vestido de negro, con unos jeans oscuros que dejaban la piel de las rodillas a la vista. Ahora su aspecto era el de un hombre irlandés de bastante tamaño, aquella pelea en las afueras de un bar en el pasado había dejado como recompensa el robo a futuro de su apariencia. Se tocó la cabeza tanteando el cómo se veía, haciendo que en su cara apareciera una mueca torcida de desdén.

     

    Cerca del castillo Black era aquel encuentro, el paisaje le resultaba peculiar dejándole un buen sabor al andar. Al estar frente a Juve no dijo palabra alguna, a pesar de su máscara le reconoció por mera intuición. Extendió su mano y sonido sordo fue lo último que dejaron en aquel sendero.

     

    Odiaba usar ese medio de transporte, siempre lo había hecho y quizá nunca dejaría de hacerlo, pero dadas las circunstancias no había otra opción. Soltó la mano de la demonio aun estando en silencio, para después recorrer con la vista el lugar en el que había aparecido. El sitio era Cuatro Ciénegas, en Coahuila, al norte de México, algo bastante sencillo para una fortaleza fenixiana, hablando con sinceridad.

     

    Habían hecho acto de aparición próximos a Lisa y Anne, quienes tenían una misión que hacer en primera estancia en el remoto lugar. Examinó su alrededor y sonrió al verse inmerso entre aquel grupo de personalidades, una nueva experiencia se abría paso rápidamente y ya la emoción comenzaba a recorrer todo su torrente sanguíneo.

  15. Miró su vaso y éste ya se encontraba vacío, al parecer rápidamente se había quedado seco sin darse cuenta. Era que las ganas por consumir aquel líquido lo invadían por completo desde hacía ya un par de semanas, pues en ese tiempo no había salido por algo de diversión. No era que él si divirtiera fácilmente, pero por lo menos estar fuera de casa le proporcionaba la facilidad de encontrar acción en algún otro lado.

     

    Levantó ambos hombros mostrándose indiferente ante las palabras de Juve, ya había expresado lo que tenía que decir, y no era que le interesara mucho conocer opiniones personalizadas. Así que suspiró con suma pereza, aquel sonido se perdió con el de una ola rompiendo en una gran roca. Puso los ojos en blanco al observar a otra mujer que le podía sus orbes encima, no tenía la mínima intención de conseguir compañía alguna, suficiente ya tenía con la de su pareja.

     

    Miraba aquella barra con el mismo gesto que un chupa sangre mira el cuello de una doncella, tragando grueso ante la suculenta sensación imaginaria que sentía. Quería más ron y se iba a encaminar por él, entonces escuchó de nuevo a la Ángel Caído pronunciando palabras que eran para él. —Como le dije bella dama, no he venido hasta aquí con ánimos de discutir con nadie —reafirmó. Al parecer ella se había ofendido de alguna manera por lo dicho con anterioridad, pero es que ella no entendía la actitud difícil de llevar que tenía aquel mago de pensamientos oscuros como sus cabellos.

     

    Rascó uno de los laterales de su cráneo con el dedo índice, mostrando un poco de incomodidad en la situación en la que se veía envuelto. —Gracias por lo de “hermoso” —susurró guiñándole. —Creo que al fin y al cabo no eres tan desagradable ¿o sí? —interrogó sarcástico.

     

    Gracias por el ron señorita —dijo sonriendo ampliamente, haciendo acto magistral de su hipocresía. —Creo que si le colocara usted cianuro, sería una pena perder a tan apuesto acompañante ¿no lo cree? —le dijo usando de nuevo aquellas punzantes palabras cargadas de dobles sentidos.

     

    De pronto observaba de nuevo a su alrededor, ya las miradas no lo molestaban tanto como al principio, pues al parecer estaba acostumbrándose al hecho de ser observado en festividades públicas. Sin embargo, las ojeadas blancuzcas salían de su parte a cada momento. Por ende, nadie lo saludaba ni se le acercaba a entablar charlas aburridas y eso le daba, hasta cierto punto, mucha satisfacción.

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  16. Suspiró bastante cansino ante la situación que se presentaba, pues debía continuar con sus labores en San Mungo como aprendiz. Al recordar las últimas curaciones que había asistido las ganas le dejaron en soledad, no había visto demasiada acción ni tampoco mucha sangre en aquellos heridos que había ayudado a curar. Ahora regresaba con ánimos de poder observar algo más, además de aprender cosas nuevas para cuando se convirtiera en un curador formalmente.

     

    Su bata blanca aún poseía algunas manchas color marrón, no eran más que muestras secas de dónde alguna vez había estado plasmada la huella sangrienta de una entretenida curación. Sus pasos acercándose a las mazmorras eran lentos, ya que disfrutaba como siempre todo ese recorrido desbordante de gesticulaciones y emociones sonoras de dolor.

     

    Peinó con sus manos su desordenado cabello obteniendo un resultado no muy distinto a lo que ya tenía, pero al menos había hecho el intento. Con cada paso que daba se preparaba psicológicamente para colocarse encima la máscara de colaborador, aferrada a su piel no con nada más ni nada menos que la ambición que recorría sus venas.

     

    Estando frente al box tocó un par de veces la puerta, esperaba que un sanador le dejara entrar sin hacer muchas preguntas. Al parecer la bata blanca que portaba no resultaba ser suficiente explicación a su presencia en el lugar, ya que por lo general rezongaban ante su llegada. No emitió palabras, sólo aguardó a que le abrieran para empezar a desempeñar su ayuda ahí dentro.

  17. Gaviotas ejercían su vuelo haciendo pequeñas rayas de sombras sobre la arena, vista bastante amena para los que tenían sensibilidad ante lo sublime. El Black Lestrange por su parte, no tenía sensibilidad a casi nada, por lo que era bastante dificultoso sacarle una sonrisa sincera. Ni siquiera el buen comportar de la madre naturaleza lograba alivianar su semblante y poco entendía qué hacía en aquel lugar. Por otro lado, sus ganas de consumir algo de alcohol hicieron quedar de lado cualquier búsqueda de raciocinio.

     

    Al menos podías haber hecho una entrada menos extravagante —sugirió en tono de mofa —No todo el mundo tiene que enterarse de que llegaste —terminó entre risas sin importarle la reacción de la Malfoy. Parecía que aquella mujer de tenue alegría tenía que hacer de su llegada un acto del cual todos tenían que saber, eso al menos era lo que Eliot tenía en su mente y para sacarle una idea de la cabeza habría que ser más testarudo que él mismo, cosa que inequívocamente era imposible.

     

    Caminó directo a dónde estaban servidos aquellos toneles del oscuro líquido, entonces con un movimiento mágico hizo aparecer un vaso a medio llenar del mismo. Luego volvió caminando perezoso hacia donde se encontraba parada Juve, como siempre amenazante sin ningún motivo aparente. La demonio era un ser interesante, no directamente ante los ojos de él. Lo era aunque fuera en lo más profundo de sus pensamientos, los cuales no iba a estar dispuesto a reconocer ni a miles de años luz.

     

    Hey, calmada… De verdad que no pienso perder mi tiempo viniendo hasta acá para enfrentarme a nadie, si ese era tu plan lamento decepcionarte —dijo como respuesta ante lo sugerido por ella con anterioridad. —Hay que llevar la fiesta en paz por lo menos por los minutos que estaré aquí, que como va esto no serán muchos —expresó mirando a su alrededor para luego soltar un bostezo genuino.

     

    Frunció el ceño a escuchar como la fémina de jactaba de su desdén por la impuntualidad, respondiendo a eso con un simple levantamiento de hombros mientras suspiraba. —Si tú dices que llego tarde no lo voy a discutir —articuló entre risas —Muchos ánimos no tenía —inquirió guiñándole un ojo lleno de ironía. Ese par jamás se iba a hablar sin lanzar palabras llenas de malicia, era su modus operandi para procesar un intento de conversación más o menos pacífico.

     

    ¿No te molestan todo ese montón de ojos sobre nosotros? —demandó. —Quizás se deba al simple hecho de que hablamos sin intentar matarnos —volteó los ojos dejándolos de color blanco, pues comprendía la inquietud de los demás que rápidamente le fue contagiada. Miraba por doquier observando incluso a unos cuantos familiares, pero como lo había hecho desde un principio sólo desviaba la vista para no tener que mediar palabra alguna.

  18. Bueno yo vengo con una pequeña inquietud que he venido arrastrando desde duelo básico, y es que no me había pasado nunca a tratar de aclararla. Aprovecharé que ahora ustedes me pueden dar la respuesta con detalles para preguntarlo de una vez y por todas. Bueno, pasa que tengo entendido que uno en un duelo o lo que sea puede rellenar huecos del otro para su beneficio propio, por ejemplo si alguien no rolea el impacto de cada cuerda del Incarcerus, eso lo tengo claro.

     

    Pero ¿hasta que punto se puede rellenar un "hueco" que deje un rival? Es decir, también sé que por error de tipeo o rol confuso no se puede hacer (O al menos eso me explicaron en DB) Pero entonces ¿en qué casos sería un ajuste "aceptable" y qué ejemplo me podrían dar como uno errado? Desde ya gracias :)

  19. El mago bostezó con odiosidad al observar la defensa escandalosa de su rival, el gesto había sido una mera demostración de actuación para sugerir su tranquilidad a la vista del otro. Estaba ya un tanto fastidiado de continuar con aquel vaivén de magia por parte de ambos, a tal nivel que quería finalizarlo lo antes posible. Un suspiro perezoso salió como gesto sincero de obstinación, pues se había dado cuenta de que el duelo continuaría por otro rato más.

     

    Se lamentó por un instante apretando los puños, al no haber usado aquella transformación en algo que le perjudicara con el sólo contacto contra la piel. A pesar de todo aquel proceder lleno de odiosidad, sus sentidos seguían tan alerta como los de un águila en medio de su caza. Observó como el Weasley se preparaba para lo que sería su segundo hechizo, entonces Eliot acompañado de su destreza dijo con rapidez:

     

    — ¡Floreus!

     

    Apuntándolo exactamente en donde estaba, diagonal a la jaula que estrambóticamente había puesto para esquivarse del otro ataque. Aquel hechizo que iba a efectuar solamente quedó en un ramo de flores saliendo de la punta de la varita de Héctor, evitando que el verdadero rayo saliera directo a él. —¡Mira! Te has tomado muy en serio el tema del circo ¿no? —se burló.

     

    Una carcajada bastante audible se le escapó, pues aquel hecho le había parecido cómico en extremo, incluso se le pasó por la mente la imagen de su adversario vestido de payaso haciendo trucos de magia baratos. Una vez calmado de la risa momentánea, hizo su siguiente movimiento:

     

    — Absorvere…

     

    Pronunció en un susurro haciendo que de inmediato los huesos radio y cúbito se rompieran, provocando un crujido jugoso en el lugar. El antebrazo dónde Héctor sostenía su varita quedaría totalmente roto, si no hacía nada para evitar el impacto. —Ta-ta-rará —canturreó teatralmente —¿Qué te puedo decir? No puedo evitar mi gusto por ver sangre o huesos rotos... —finalizó.

  20. A penas pisó la arena sintió como ésta entró en las rendijas de sus dedos, no era un sensación que le agradara en lo absoluto. Pero un posible incentivo animó su proceder a asistir, aparte de que estaba en su último nivel académico, aquella celebración estaría repleta de manjares y licor por doquier. Todo acompañado de personas que seguramente fastidiarían su existencia, pero quizá después todo el sacrificio de aguantar un tumulto valdría la pena, aunque dudosamente alguien se le iba a acercar.

     

    El sonido de las olas rompiendo en las rocas podría ser relajante en muchos casos, pero en el de él particularmente sólo generaba intranquilidad. Sí, el paisaje era bonito, tan hermoso que al Black Lestrange no le gustaba en lo absoluto. Todo lo que parecía agradable o hasta nostálgico él lo repelía con muecas de desdén y próximas salidas. «Demonios… Ya estoy demasiado cerca como para largarme» Pensó.

     

    Caminó cansino alejado de la orilla, no quería ni siquiera ser salpicado por el agua marina y poco entendía aquella idea descabellada de hacer un festejo en un ámbito playero. Puso los ojos en blanco cuando el calor lo invadió de pies a cabeza, las temperaturas altas y Eliot no se habían llevado bien jamás. Así que con un movimiento perezoso de su mano, alzó y bajó su varita sobre sí mismo para cambiarse de atuendo en el acto.

     

    Su chaqueta y todo lo demás ya estaban seguras en otra parte, ahora vestía con lo que para él no podía ridiculizarlo más. Ni en tres mil años se iba a remojar en el agua del mar, así que tenía un jean ligero enrollado hasta las rodillas. Ese era todo su atuendo, pero al avanzar un poco por el camino la brisa hizo que los mechones oscuros de su cabello se movieran un poco. Levantó su varita nuevamente y en su cabeza apareció una gorra de beisbol negra que la cubría, además de permitir la facilidad de que sus ojos no quedaran del todo a la intemperie.

     

    Dio la vuelta en unas acumulaciones de piedras que no dejaban ver lo que seguía del paso, entonces se dio cuenta de la desaparición de su acompañante quién dejaba una estela de humo verdoso después de ésta. —Esa Juve… —balbuceó alzándose de hombros. Ya estaban cerca, inclusive se podían escuchar los murmullos de las personas conversando, pero ella necesitaba llegar con una aparición.

     

    Yo sólo vengo por el ron. A propósito… ¿dónde está? —lanzó la interrogante al viento, pues observaba más de una cara que le resultaba familiar. Sin embargo, no se iba a tomar la molestia de saludarlos uno por uno, ni siquiera se iba a molestar en saludar a nadie. Entre menos fuera el trato con alguno de ellos, mejor para él. La buena educación no era algo que quisiera poner en práctica ni en ese momento, ni en ninguna estancia que su vida le pusiera en frente.

  21. En su rostro una mueca de intriga se abrió paso, ¿acaso se trataba de una broma pesada? A Eliot no le hizo gracia alguna tener que visualizar como su antiguo oponente cambiaba de aspecto como si fuera prioridad en ese momento hacerlo —Sugiero que te preocupes por salir de ésta primero —se burló —¿O acaso estás tan confundido que ni siquiera sabes lo que haces? —dijo levantando la voz, asegurándose de que aquel oponente le escuchara cada palabra cargada de odiosidad.

     

    Sus frases lo pusieron a pensar por un momento, pues buscaba rápidamente la manera de acabar con todo aquello de una vez y por todas. Sabía que las posibilidades que tenía su compañero de duelo eran escasas, no sólo por la cantidad de hechizos dañinos que había recibido, sino por la limitante que le daba (y continuaría dando por un rato más) el séneca que había lanzado de primera mano.

     

    Pronto sus ojos se entrecerraron tratando de entender lo que estaba haciendo aquel hombre, y se dio cuenta de que proseguía a curarse las heridas. Su lengua rosó su labio superior como si estuviera viendo un oasis tras una semana de sed, cuando escuchaba los sonidos que hacían las medias lunas al ser arrancadas de aquel cuerpo. «Muy prudente» Dijo dentro de su mente cuando la sanación había finalizado. —¿Has terminado? Bueno… —espetó con sarcasmo.

     

    — ¡Sectusempra!

     

    Pronunció con bastante fuerza apuntando a su rival, haciendo que un rayo escarlata saliera veloz de su varita hasta el pecho de Héctor. De ser efectivo, varias heridas profundas se abrirían en su torso, provocando su desangramiento instantáneo. Necesitaría una curación urgentemente si no quería morir en el acto, pero Eliot esperaba que no fuera así, ya que fantaseaba con el cuerpo inerte tirado en la arena de aquel lúgubre lugar.

     

     

    — Morphos…

     

    Susurró calmadamente mientras traqueaba su cuello, apuntando directo al cuerpo sangrante de Héctor, específicamente a su pantalón. La prenda empezó a retorcerse brutalmente al tiempo que se reducía de tamaño, posteriormente sus costuras se rasgaron consecuencia del efecto hasta que quedó en la forma de un Escorpión Israelí. Adulto y dorado posaba sobre el muslo del Weasley, al tiempo que le clavaba su aguijón rebosante de veneno. Si no hacía algo pronto empezaría a convulsionar justo antes de esperar a que la muerte le abrasara llevándoselo consigo, espectáculo que Eliot estaría dispuesto a observar hasta el último instante.

  22. ¡Buenas noches o madrugadas o lo que sea! :) En esta oportunidad no me paso para dejar una duda como tal sino para informarles más bien. Pues me he puesto con contacto con mi rival en el duelo stnazi y me dijo que lamentablemente no puede seguir posteando en el mismo. Entonces como veo también que ya pasaron los tres días y que no llegué a hacer los tres posteos correspondientes para que sea válido, quería saber qué pasará en mi caso... Si me van a asignar otro compañero para el duelo como dijeron al inicio de éstos. Bueno eso es todo por ahora, ¡Hasta la próxima! :P

  23. Eliot Black Lestrange Haughton

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    El pasado es una de las mejores cosas de la vida —interrumpió a Aiiden cuando ésta se dirigía a él —Ayudan a reforzar tus decisiones o incluso a rectificar escasos posibles errores —terminó con calma. Su mirada era tan fría como una noche desabrigada en medio de la Antártida, sin una muestra de intimidación, prácticamente ni siquiera espabilaba durante los momentos en que su pedagoga lo miraba. Era una característica propia del joven Haughton no hacer notorias sus sensaciones, aunque en este caso la inmovilidad de sus expresiones era un acto autentico de sinceridad.

     

    Bostezó con ironía durante el transcurso de aquel sanguinario retroceso en el tiempo, quizás sus temores se hubieses movido si hubiera gozado del espectác*** años atrás, pero en esos instantes sólo observaba con muecas de desánimo. —Bien, quiero ser el primero —declamó dirigiéndose directo a la instructora que aun poseía en sus manos la daga, ese acto hizo que los demás discípulos le notaran ante la luz por fin detallándole en amplitud. —Por favor… —susurró con calma mientras tomaba en sus manos la extraña daga.

     

    El aferrar de sus fuertes manos casi hace que una gota de sangre se deslizara en sus palmas, pues al seleccionar un pensamiento éste le hacía revivir sensaciones. De pronto ya no estaban en Moscú, y las campanadas de una iglesia indicaban la media noche con la luna resplandeciente en el centro del cielo. Miraba a los espectadores con el ceño fruncido, indicándoles con una ojeada que a la mínima critica les saltaría encima para darle otro uso al puñal que mostraba el recuerdo.

     

    - - - - - - - - - - - - - - - -

    Un adolescente de unos catorce o quince años caminaba cerca de una iglesia, las sombras de las construcciones le daba la oportunidad de desaparecer por pocos segundos de vez en vez. Su respiración era acelerada y su pulso estaba descontrolado, miraba momentáneamente a los lados para cerciorarse de que nadie le seguía. De lo que no se había percatado era de las huellas escarlata que sus zapatos deportivos dejaban con cada paso, era tal la conmoción que había olvidado ese pequeño detalle.

     

    Pero qué tenemos aquí —dijo un hombre tras un poste de luz. Las pupilas azules de Eliot se abrieron en gran proporción, pues le había tomado por sorpresa la voz de aquel hombre, cuyo rostro no se dejaba ver. —Si no es más que el hediondo ladrón —destacó las últimas palabras. El pelinegro se echó a correr por la acera húmeda cuando dos figuras más aparecieron frente a él, se trataba de una mujer bastante esbelta y un hombre de notoria musculatura —¿Por qué la prisa? —dijeron casi al unísono.

     

    Déjenme ya, mi amigo necesita ésto —articuló el jovencito con los ojos aguados. En su bolsillo yacía una piedra rojo intenso, evidenciándose desde afuera por la longitud de la misma. —¿Y acaso nuestros guardianes no necesitaban su vida? —gesticuló la fémina. —Matémoslo ya —interrumpió su acompañante, al tiempo que el primer obstác*** viviente se aproximaba para completar el trío.

     

    Ahora tres rostros iluminados lo hostigaban con presión, él no podía ver sus ojos, pero el odio que irradiaban era más que incuestionable. —¡Yo no he sido! —se desgañitó con fuerza. Era verdad en parte lo que decía, pues aquellos guardias habían muerto por sus manos, sin embargo también por culpa de ellos mismos quienes ni por un segundo mostraron compasión ni por él ni por su amigo, restándole importancia a un ser que para ellos no tenía las habilidades mágicas necesarias como para ser atendido o si quiera considerado.

     

    ¿Desde cuándo evitar la muerte de alguien importante para ti se convirtió en un delito? —preguntó ahogando un llanto —Desde el preciso momento en que asesinas a otros para conseguirlo —respondió la pelirroja provocando las carcajadas de sus amigos. La mano del muchacho se deslizó imperceptible por su bolsillo izquierdo mientras ellos parloteaban, y de pronto un hechizo inmovilizador salió de su varita e impactó en todos, dándole tiempo suficiente para escapar.

     

    Corrió lo más ágil que pudo, pues su único amigo ya no tenía demasiado tiempo en éste mundo. Aquellas acciones desataban en el Black Lestrange las primeras nociones de lo que era un conflicto fortuito entre la benevolencia y la maldad. Si aquellos magos que se proclamaban como los héroes del mundo mágico tenían tal comportar, ¿qué los diferenciaba de sus supuestos rivales?

     

    Cruzó una arista en la calle y llegó a un pequeño pasadizo ciego entre dos viviendas, rápidamente los suspiros con ritmo veloz se hacían audibles. —Aquí la tengo, todo estará bien… —cuchicheó exaltado. Pero casi tan pronto como terminó de decirlo un gemido salió de la boca de su amigo, indicando que la muerte le había llegado. Miró a su abdomen y notó un cuchillo enorme que le había dado la estocada final a éste, contempló al fondo invadido por la oscuridad y pudo divisar una silueta. —Te lo advertimos mocoso —dictaminó otro hombre, que rápidamente cubrió su rostro con un destello blanquecino.

     

    Hace mucho tenías que elegir de qué lado estar, y creo que tus acciones te han llevado a que elijamos por ti —bisbiseó estando ya cercano. —¡Maldito, todos me las pagarán! —espetó Eliot antes de salir, esquivando un rayo resplandeciente que casi le alcanzaba y provocando que la piedra rodara por el suelo. Corrió en zigzag por costados de casas, calles, callejones y caminos, perdiéndoles de vista por completo. Si bien ya el zagal había estado quebrado por dentro hacía mucho tiempo, el único que detenía nefastas acciones de su parte era su compañero recién apuñalado. Por esa razón la tregua que tenía hecha con sus ideales se había terminado, no era que había durado demasiado, pero sus verdaderos sentires habían vuelto con más fuerza que antes.

     

    Alcanzó un sendero con la rabia a flor de piel, rabia que en el futuro caracterizaría todas sus operaciones. En ese momento decidiría seguir solo, nadie iba a merecer llamarse su amigo nunca más. La repulsión y el asco sobre aquellos reclutas de la orden del fénix jamás habían sido tan intensos, llevándolo a fantasear con el sufrimiento de todos sus conformantes. —Tarde o temprano pagarán —repitió para sí mismo.

     

    - - - - - - - - - - - - - - - -

    Una risotada escandalosa comenzó a surgir frenéticamente —¡Pero cuánta estupidez! —declaró. Todos se miraban entre sí con ojos desbordantes de interrogantes, la pequeña muestra de su memoria había provocado algo de conmoción en la clase. Se alzó de hombros mientras soltaba un suspiro —Bueno, a ver que tienen ustedes —por primera vez parecía ansioso de conocer algo relevante de los otros alumnos. Quizá la intriga por discernir los demás recuerdos se debía a las ganas por medir las motivaciones de cada uno, era una clase extraña pero hasta ahora estaba resultando extremadamente estimulante.

     

    Aquí tiene —musitó estirando la mano con el pequeño estilete en ella, las inscripciones en este empezaban a apagarse y la temperatura caliente comenzaba a tornarse normal. Una vez que la Ángel Caído lo tomó se introdujo de nuevo en las sombras al fondo, sin dejar de mirar al centro con la intensión de examinar lo que vendría posteriormente.

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  24. Los músculos a los costados de su quijada se tensaron ante los hechos que pronto tendrían protagonismo, su mirada más fría que una tormenta de nieve atravesaba cada centímetro del cuerpo de stnazi. Eliot estaba empezando a disfrutar aquel altercado, no se esperaba que el enfrentamiento fuera con alguien tan temeroso.

     

    El Haughton podía sentir el miedo pasar por su sentido del olfato. Era muy fácil darse cuenta de que aquel lúgubre lugar había sido, sin querer, un punto a su favor. Todos los músculos de su cuerpo se mantenían listos para realizar los movimientos necesarios de ataque o defensa, mientras que el viento empezaba a soplar con más fuerza provocando que la carpa entera ondeara a su merced.

     

    El humo del cigarrillo que salía de aquel mago le hacía lamentar no haber traído los suyos, traqueó su cuello con fuerza ladeando la cabeza buscando concentración. No quería que el duelo se extendiera demasiado, por lo que ya estaba dispuesto a finalizarlo a la medida que le fuera posible. Observó como stnazi hacía movimientos en vano, pues su efecto deshidratador había dado en el blanco sin cavidad para dudas.

     

    Su hechizo silenciador claramente llegó demasiado tarde hasta Eliot, quien sonreía ahogando un par de carcajadas. Anticipándose al segundo movimiento de su rival y aun estando seguro de que éste no saldría por causa de su séneca, apuntó al pecho de stnazi sin ninguna de duda de que su invocación sería definible y pensó:

     

    — Seccionatus…

     

    Doce (12) medias lunas salieron disparadas hacia él girando con gran rapidez, al menos seis (6) darían en el blanco, aquellos afilados artilugios le abrirían grandes heridas además de quedar enterradas en la piel del mago. Necesitaría hacer algo pronto para librarse de aquel karma, aunque en el fondo dudaba de que fuera así.

     

    — ¡Fuego Maldito!

     

    Articuló con fuerza empuñando su arma de Vid, dirigiéndola directo a stnazi. De la punta de su varita salió un chorro de fuego feroz y ardiente dispuesto a acabar con todo a su paso, al cabo de un milisegundo tomó la forma de una pantera de casi dos metros de largo que acto seguido comenzaría a envestir con una fuerza descomunal a stnazi. Necesitaría otra maniobra de emergencia para poder salvarse, pues los daños de las quemaduras serían incluso más graves que los hechos con el hechizo anterior.

     

    Era una pena ver como aquel hermoso animal candente desaparecía tras haber atravesado al adversario del Black Lestrange, pues su aparición quizás había sido más sorprendente que cualquier acto que en el pasado hubiera ocurrido en ese escenario. —¿Y qué es lo que harás ahora? —pronunció entre risas, sin sentir una pizca compasión por el muchacho.

  25. Hola, vengo con una duda por acá...

     

    Hoy stnazi respondió intercalando mi séneca (Que era mi primera acción comenzando el duelo) con un Silencius, cosa que sé que no puede hacer porque sólo se pueden intercalar segundas acciones. Después lanza un Morphos, cosa que tampoco saldría por efecto del séneca que sólo permite hacer el primer hechizo verbal y el resto no verbales. Mis preguntas son:

     

    ¿Esto quiere decir que él perdió el turno por completo?

     

    ¿Qué se necesita para deshacer el efecto de un séneca?

     

    Desde ya muchas gracias :)

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