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Oniria

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Todo lo publicado por Oniria

  1. Sísifo: ––Me parece precioso que te hayas abierto a ese mundo... que te apasiones por lo que me constituye, sea mágico o no. Sonreí. Me empujó mientras se tumbaba. Quedé sobre ella, me acurruqué como pude en aquel sillón tan pequeño, pero tenerla cerca era más importante que la incomodidad. Acaricié su mentón, la forma de su rostro con el dedo, muy suavemente. ––Todo el universo puede esperarnos... ––Convine, susurrando. Hundí la nariz en su cuello, llenándome de su olor. Justo en ese punto era donde encontraba su aroma en esencia, de la manera más purificada, menos mancillada, como si precisamente en esos centímetros de piel se encerrase el auténtico olor de Leah, su verdad. @
  2. Jeje, bueno, ya que tengo galeones voy a empezar a comprar cosillas interesantes... ¡gracias! ID: 118083 Nick: Oniria Link a la Bóveda Trastero: la voy a pedir ahora porque necesito comprar el libro para poder abrirla Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda de Oniria Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): --- Nivel Mágico: III Fecha: 2018-11-17 Nombre del producto: Libro del Aprendiz de Brujo Consumible o Libro de Hechizo: Libro de Hechizo Nivel (del libro): 1 Precio: 1000G Precio total: 1000G
  3. Sísifo: Escuché su propuesta con angustia. Evidentemente, Leah no sabía nada. Vivía tan alejada del mundo de los muggles que desconocía hasta las pocas cosas útiles que habían creado, médicamente hablando. ––Se me ocurren formas mejores de... evitarlo ––no sabía cómo expresarlo educadamente–– pero necesito algo de privacidad para explicártelas. Puse una expresión entre pícara y burlona. Hice fuerza con los gemelos para ascender levemente hasta alcanzar sus labios. Apoyé mi frente sobre la suya, acaricié el cabello fino de su nuca. ––A este paso vas a sacarte el graduado en Estudios Muggles... @
  4. Sísifo: Me concentré en los sonidos de la habitación. Baleiro e Insomnia, mezclados con los crujidos de los muebles y el polvo flotante, pero ni rastro de otro ser vivo. Suspiré, calmándome paulatinamente. Abracé a Leah, tirando el ejemplar de El Profeta al suelo. ––Creo que es hora de explicarte algunas cosas ––musité, frunciendo el ceño. Estaba convencido de que Leah, tan sumida en su mundo mágico, desconocía por completo el tema del que estaba a punto de hablarle. Me intrigaba cómo reaccionaría––. No podemos arriesgarnos más. Me crucé de brazos, mi rostro se ensombreció, todavía sin recuperarse del susto. @
  5. Sísifo: ––Mmmm sí... ––Contesté, sin terminar de comprender adónde quería llegar. Seguí el recorrido de sus miradas y movimientos, buscando pistas. La última vez que estuvimos en "abstinencia" fue... durante el embarazo de Leah. Me sobrecogí. Me aparté unos centímetros para llevarme las manos a la cabeza y tomar una bocanada de aire. ––¿Qué estás insinuando? ––Pregunté, haciéndome el tonto. Necesitaba que ella me lo confirmase, que pusiera en palabras lo que sospechaba. Acosté mi mejilla en sus piernas, buscando un equilibrio que empezaba a faltarme. No era posible, sencillamente no era posible. Teníamos que poner medidas. @
  6. Sísifo: Entré a la habitación. Leah leía con cierto deje de aburrimiento un ejemplar de El Profeta. Me agaché para contemplarla desde otro ángulo. Me encantaba verla trabajar, con aquella expresión de suficiencia, el ceño fruncido. Había venido a por algo, pero ya lo había olvidado. Me rasqué la nuca. Su cabello blanco caía grácilmente sobre su hombro, como una espesa cortina de nieve. ––Creo que sí. ––Respondí, echando un vistazo a la librería. Me acerqué hasta que pude depositar la mano en su rodilla. Entonces advertí el cambio en su rostro, cómo palidecía y abría mucho los ojos. ––No he dicho nada pero... ––titubeé–– ¿estás bien? @
  7. Sísifo: Bufé, reincorporándome. Mi cabeza daba vueltas. Sentía pinchazos en todo el cuerpo, como si el aire hirviese en torno a mí. Marie, junto a la puerta. Su corazón latía intensamente, su aroma inundaba la estancia. El olor de lo vivo, lo cándido, lo orgánico. Leah la atrapó, agarró su rostro clavándole las uñas. Escuché cómo la chica me suplicaba. Quería ayudarla, pero no podía aplacar el deseo de estrangularla, desgarrar su cuello. Era incapaz de desviar aquellos pensamientos sin que una punzada lacerante me doblase sobre mí mismo. La chica fue rápida, invocó las llamas. Me alejé de la luz por puro instinto de supervivencia. No podía mirarla directamente, me ardían las pupilas. Leah la soltó, asustada del fuego. Kamra irrumpió en la habitación. Me agaché, incrusté las uñas en el suelo. Una fuerza me hacía convulsionar, nacía de mis entrañas como un espíritu animal que despertara para apoderarse de mí. Mostré los colmillos, rugiendo. @@Dennis Delacour @@Jank Dayne @
  8. Sísifo: Aquella noche la ventisca era especialmente brutal. Se colaba por las ventanas en forma de silbidos, como un cuchillo destripando las columnas de aire, un animal lamentándose en la inmensidad. Leah y Oniria estaban tenuemente iluminadas. Las velas negras, dispersas en el suelo formando una estrella, proyectaban sombras duras en sus rostros, deformando sus expresiones. Hacía escasos minutos, el puntero se había deslizado hacia el "sí". Ahora Oniria formulaba una nueva pregunta y todos esperábamos enmudecidos una respuesta. Nos habíamos desnudado parcialmente para pintar runas en nuestro cuerpo con ceniza mezclada con aceite. Había realizado varios cortes en mi antebrazo, derramando gotas de mi sangre en un frasco junto a otros ingredientes para la invocación. Observé a Leah. Parecía asustada por primera vez en mucho tiempo. Estaba intentando explicar por qué no era buena idea proseguir cuando... Sentí cómo mi cabeza chocaba contra la pared. Un pitido se instaló en mis oídos silenciando lo demás. Me crujieron los huesos. Sentí cómo los ojos me rodaban, algo invadía mi cuerpo, se introducía en mi cráneo como un material viscoso y palpitante. Todo se sumió en la oscuridad. Empieza el juego. @ @@Jank Dayne
  9. Sísifo: La expresión en el rostro de Leah, además de sonrojarme, me tranquilizó. Estaba muy alejada de la turbación de hacía unos minutos. Intuí que habría hablado con Oniria y que se habrían reconciliado, así que me permití suspirar de puro alivio. La contemplé alejarse, zarandeando su vestido, con Insomnia. Me di media vuelta para buscar a mi doble. Cuando la localicé con la mirada me fue mucho más sencillo conectar con ella. "Gracias", pensé, sonriendo. Empezaba a acumular cansancio, fobia social. No era una persona acostumbrada a las aglomeraciones y los eventos, me producían ansiedad. Necesitaba mi espacio, el silencio, la soledad. Pensé que nadie notaría que me escabullía unos segundos. Me dirigí con cautela al lago, mi rincón de paz en aquel castillo, con la esperanza de encontrar la calma que necesitaba para continuar con la ceremonia. Cuando llegué a aquella estancia oscura, derramada de azul fluorescente, me percaté de que no estaba solo. Arya flotaba en el agua helada como una alucinación. Me senté en el bordillo sin que me descubriera. Estaba tan inmersa en sus pensamientos que no recayó en mi presencia hasta que alcé la voz. ––Aquí es donde vengo a callar a mis demonios... ––Musité, buscando empatizar con ella. @@Arya Macnair
  10. Título de la canción: con las ganas Cantante: Zahara Género: indie Dedicatoria: @ El título lo dice todo.
  11. Oniria: Esperé unos segundos hasta tranquilizarme, dejar de llorar. Moqueaba. Imaginé cómo luciría mi rostro, enrojecido por la nariz y los ojos. Sonreí a Leah con ternura y besé la frente de Insomnia. Revolví el pelo de la niña, que estaba algo desconcertada por la situación. Los niños eran como esponjas, absorbían las emociones de los adultos de su alrededor, e Insomnia era tan sensible que la notaba visiblemente afectada. ––Volvamos ––sugerí–– tendremos que ver qué hacer con esta pequeña traviesa. Retorcí sus mofletes, gruñó y me sonrió. Me incorporé, volviendo a alisar mi chaqueta. Recuperé la máscara. ––Somos un éxito social. ––Suspiré, abandonando la tristeza para instalarme nuevamente en la ilusión de aquella ceremonia de bienvenida. Agarré la mano de Leah para arrastrarla por los pasillos con decisión. @
  12. Sísifo: Reí mordisqueando su oreja. El tacto frío de sus dedos me estremeció, se me contrajo la tripa. Besé su cuello, aquella línea suave del color de la porcelana. Olía a lavanda y algodón. Retiré aquella tela despacio, recorrí la piel que descubría con la nariz. Notaba cómo ésta se erizaba, se tensaba. Sus poros se abrían como si quisieran gritar. La piel de gallina. Me moví sobre ella, tan despacio que recordé la vida secreta de las plantas. Éramos como dos helechos desenrollándose. La luz rojiza de la ventana había llegado hasta nosotros. Cubría mi espalda como un corte transversal. Contemplé los ojos de Leah bajo aquella luz ardiente y me parecieron llenos de profundidad. La ayudé a desvestirme pero tuve la precaución de cubrirnos con las sábanas, hasta la cabeza. Debajo de aquel techo translúcido el calor se intensificaba. ––Eres tan... ––suspiré, sin terminar la frase. @
  13. Oniria: Apoyé la cabeza en el hueco de su mano. Cerré los ojos y suspiré. Insomnia se abrazó más fuerte a mi cuello. ––Soy yo la que tiene que disculparse ––musité–– creo que he sido egoísta... no sé cómo gestionar esto y tampoco quiero hacerte daño. Me duele tanto. Lo siento, lo siento. Te quiero muchísimo. La estreché con el brazo libre, Insomnia se acomodó a las dos. Gimoteé. Rara vez emitía sonido cuando lloraba, pero sentía el deseo irrefrenable de desgarrarme, de gritar. Mordí la tela de mi chaqueta para ahogar la voz mientras sollozaba, rindiéndome a mis emociones. El cuerpo de Leah me transmitía su calor, la paz de la conciliación, sentí un remolino en el estómago absorbiendo la tristeza que nos embargaba. ––Soy muy feliz a tu lado. Muy feliz. @
  14. Sísifo: Miré de reojo cómo Baleiro e Insomnia desaparecían por el resquicio de la puerta, llevándose consigo aquellos gritos cálidos. Me permití entonces mostrarme más cariñoso con Leah. Me apresuré a cerrar la puerta, aunque no eché el pestillo porque dudaba de que algunos de los dos se atreviese a molestarnos. Volví a la cama, me recosté en las sábanas. Cuando Leah se llevó mis manos a la boca me cortó la respiración. Escuché sus palabras con una sonrisa. ––¿Cómo no iba a gustarme? ––susurré, conduciendo su mano por debajo de mi camiseta de lino hacia mi vientre, mi pecho–– cuento los segundos que tardan tus dedos en llegar hasta mi piel cada vez que te separas... La besé despacio, tumbándome sobre ella. Acaricié su cuello, el nacimiento de su cabello. Sentí cómo su respiración se calentaba. @
  15. Oniria: Me había alejado del tumulto. Me refugié en la sala que Sísifo utilizaba como almacén para su material fotográfico. La encontré extrañamente relajante. Insomnia, abrazada a mi cuello, miró a su alrededor con curiosidad, fascinada por todos aquellos objetos incomprensibles. Me quité la máscara, la dejé sobre una pequeña tabla de madera y me recosté en el suelo. Peiné el cabello blanco de mi hija, que me observaba traspasándome con aquellos ojos como si pudiese leer mis emociones a través de ellos. Su expresión se ensombreció, tiñéndose de mi tristeza. ––La vida es difícil, cielo. ––Murmuré, apretándole la nariz. Sonreí llena de tristeza. ¿Cómo estaría Leah, se sentiría mal por mi culpa? Era una completa estú.pida egoísta que no se merecía el cariño de los demás. ¿Y Arya, se habría marchado de la fiesta? Pensé un instante en la fascinación de Insomnia mientras la miraba. @
  16. Sísifo: Los contemplé a los dos, envueltos en aquella maraña de manos, antes de que Insomnia se lanzara sobre ellos a completar el círculo. Sonreí desde la distancia. "Quiero detenerme aquí", pensé, "quiero detenerme y regresar una y otra vez. No termines.". La melancolía, tan presente en mi vida, tiñó la escena de un azul tibio. La efimeridad me traspasaba. No quiero morir, no quiero que Leah muera. Qué puedo hacer para que no tengas que morir. Sentí la presión dentro de mi mano. Podía observar la curvatura de sus labios, escuchar el final sedoso de sus risas solapadas, estudiar cómo se flexionaban sus dedos. Cada movimiento me parecía cuidadosamente ejecutado, digno de recordar, y colaboraba a embellecer el momento. Si uno solo de estos no se hubiera producido, habrían perdido parte de su magia. "Te quiero.", deletreé, esbozando una sonrisa. No me acerqué a ellos, no quería perturbar aquel encanto. @
  17. Insomnia: Mi hermano me observó. Leí en sus ojos, sonreí con ternura, a modo de respuesta afirmativa. Eran ángeles y yo quería ser como ellos. Volví al piano. Aquellas teclas blancas. Prestaba atención a la relación que guardaban los sonidos. Se prolongaban en el infinito, se transformaban en otras notas cada vez más agudas hasta que era incapaz de detectarlas. Los acordes, el compás... todo guardaba un trasfondo numérico, una proporción. El mundo es proporción, equilibrio. Se me encogió el corazón. A veces pensaba que nosotros, nuestra existencia alteraba aquella perfección. Nosotros, efímeros, irracionales y aquejados por un dolor incurable, atentábamos contra la belleza del mundo. Me invadieron las ganas de llorar. Estaba acostumbrada. Probablemente un segundo después quisiera estallar en carcajadas. Los cambios frenéticos de mis emociones eran devastadores a la par que estimulantes. Si estaba triste el mundo se teñía de una película azulada, una bruma que ralentizaba los movimientos. Si por el contrario ardía en felicidad el calor era radiante, todos los seres se entregaban a la velocidad, escuchaba los chasquidos del polvo que flotaba. Contemplé a mis padres mientras Baleiro los fotografiaba. Yo no necesitaba capturar para siempre ningún instante. Cómo prolongar eternamente mi profundo desconsuelo, cómo desposeerlos de su esencia, que consistía precisamente en esa limitación temporal. Lo bello era sublime por su concisión, evadirla suponía transgredir las rígidas leyes de mi mundo. @
  18. Sísifo: Sonreí cuando Leah se inclinó para besarme. Sentí su respiración leve contra mi cuello, fina como las alas de un insecto. Me sonrojé. Acaricié su nuca antes de que pudiera retirarse, dejándome solo con mis pensamientos. Me quedé unos segundos en blanco, flotando en el recuerdo de aquel beso. Me apoyé en los codos para poder incorporarme. Baleiro se había puesto en cuclillas buscando el encuadre óptimo de la fotografía, e Insomnia continuaba descifrando el código numérico que había ideado su madre a modo de método para piano. Volví a imbuirme de aquella atmósfera infantil, observé a Leah con picardía y me lancé sobre ella para hacerle cosquillas. Pronto su risa colmó la habitación, sentí la tierra fracturarse. Si su cuerpo se moviera cien veces más lento tendría cien momentos más en los que detenerme. @
  19. Sísifo: Apoyé la cabeza en el vientre de Leah, estirando las piernas. Suspiré, sonriendo. ––Insomnia es muy inteligente. Demasiado ––musité, para que sólo ella pudiese oírlo––. Entre cada acorde de las escalas musicales existe una proporción matemática perfecta... los sonidos son longitudes de onda, es decir, pueden representarse de forma numérica. Hablé absorto, ligeramente preocupado. Y es que en el fondo, aunque me enorgulleciese de la agudeza de mi hija, me inquietaba que pudiera volverse en su contra. Detectaba en ellas ciertos rasgos de mi propia personalidad, aumentados, casi delirantes. Sacudí la cabeza, apartando aquellos pensamientos. Me concentré en Baleiro, que contemplaba un haz de luz rojizo que recortaba la ventana. De vez en cuando intercambiaban una mirada. Sabía que en el fondo aquella era su forma de comunicarse, en completo silencio, a través de sus ojos centelleantes. ––Es cierto que me gustaría congelar el tiempo ––dije–– pero a la vez siento mucha curiosidad por lo que la vida haga con ellos. @
  20. Sísifo: Me besó. Sentí sus lágrimas contra mis mejillas, y mi grado de empatía me llevó a identificarme con ella hasta el punto de hacer mía su propia tristeza. ––Está siendo nuestra noche. No es culpa tuya que Oniria sufra, no es culpa de nadie. Las personas sufren, es humano, a veces no podemos hacer nada por evitarlo. Sería igual de malo que ocultases tus verdaderos sentimientos al respecto... La abracé más fuerte, nos balanceamos lentamente. La música pareció adecuarse a nuestras emociones. ––Cuando hables con ella podréis aclararlo. Con el tiempo será más fácil, toméis la decisión que toméis ––hice una pausa–– estoy seguro de que las dos os queréis muchísimo y haréis lo posible por haceros bien. ¿Quieres ir a algún sitio? La miré con dulzura, limpié una de sus lágrimas disimulándolo en una caricia. Leah era muy bella cuando lloraba, tenía la belleza de un personaje trágico, entregado al padecimiento. ––Estoy tan agradecido de compartir contigo esta noche... todas las noches. @
  21. Sísifo: Bailamos por unos minutos. Al principio yo era algo torpe, casi tropezaba, perdía el ritmo. Pero pronto me adapté a los pasos de Leah y adopté la fluidez del agua. Detectaba la tristeza en su mirada, pero no quería preguntar. Prefería que fuese ella quien lo exteriorizase. Cuando observé aquella lágrima diminuta descender por su mejilla, detuve mis movimientos y cubrí su rostro con las manos. ––No tienes que esconderte de mí ––murmuré–– sé que estás triste, y sé por qué. Llevas apartándome la mirada desde hace rato. La estreché contra mí. Su cuerpo me pareció extremadamente pequeño entonces. ––Sé que esto es difícil para ti. No tienes que sentirte culpable. La miré fijamente, en silencio, afligido. Me sentía imponente, ¿cómo era posible que no existiera un hechizo para erradicar el dolor? La magia, como todo en el mundo, era injusta con el corazón. @
  22. Sísifo: Contemplé hipnotizado cómo Leah se dirigía hacia nosotros. Su ropa se zarandeaba con sus pasos, elegantemente. La voz de Baleiro me sacó de mis cavilaciones. ––Puedes hacer fotos de lo que quieras ––comenté–– siempre que tengas permiso. Busca una buena luz. ––Lo alenté, guiñándole un ojo. Aprendía rápido, tenía una sensibilidad innata para aquel arte. Cogía la cámara entre sus pequeñas manos y apenas necesitaba encuadrar para realizar una captura compositivamente perfecta. Leah se acurrucó junto a mí. La abracé. Su calor era tan agradable. Insomnia, por fin, abandonó el piano. Se sentó en la banqueta y se mantuvo en silencio unos minutos, como si reflexionase profundamente sobre algo. ––¡Creo que las notas son números! Enarqué una ceja. ¿Cómo habría llegado a aquella conclusión? Reí, sin darle demasiada importancia. Insomnia adoraba las matemáticas, incluso cuando todavía no era capaz de ahondar en ellas. A veces, cuando se alteraba, la descubría resolviendo problemas mentalmente o en una hoja de papel, una y otra vez, compulsivamente. Era su forma peculiar de calmar la ansiedad. Corrió hasta nosotros, emocionada, y se lanzó sobre ambos. Gruñí haciéndole cosquillas como castigo. @
  23. Sísifo: Suspiré. Me aparté un segundo de Leah para servirme una copa. Yo también me estaba poniendo nervioso, me entristecía toda aquella situación. Oniria se había perdido con Insomnia, seguramente estaría en alguna habitación del castillo jugando con ella, evadiéndose. Baleiro tocaba la cara de Emilia con ambas manos, la palpaba como si fuera un tesoro, como si sólo a través de la piel fuese capaz de comunicarse. Esperé hasta que Leah dejó de hablar con Emmet, para no interrumpir, y me acerqué a ella de nuevo. Quise enfrentarme a sus ojos, pero rehuía mi mirada. Acaricié su mejilla con delicadeza. ––¿Quieres enseñarme a bailar? ––Susurré, para que sólo ella pudiese escucharme. Sonreí con ternura y la abracé, incapaz de resistirme. @
  24. Sísifo: Asentí con la cabeza, en señal de entendimiento. Por supuesto, yo jamás le haría daño a una planta salvo que fuese estrictamente necesario, pero mi expresión de urgencia debía haber alertado al profesor. Me gustaba cuidar de mi entorno, me extasiaba su belleza. Estaba en el mundo para observarlo, no para destruirlo. Contemplé el interior de aquel cubo lleno de hongos, que parecían querer escapar. Eran pequeños, bastante graciosos. ––Son hongos saltarines. Son muy venenosos, según tengo entendido. Continué mirándolos por un largo tiempo, ensimismado por sus movimientos. No conocía mucho sobre ellos, pero eran fascinantes. Pensé que debería intentar dibujarlos, llenando el folio de líneas para simular el movimiento. @@Emmet Haughton Gaunt
  25. Sísifo: Estaba tirado en la cama de Leah, con un pantalón de chandal negro. Insomnia parecía entusiasmada con el piano, aunque por supuesto no tenía ni idea de cómo tocarlo. Aporreaba las teclas buscando sonidos que combinasen, y se ensimismaba intentando escuchar el espectro infinito de armónicos. Físicamente parecían haber cumplido unos diez años, aunque realmente eran mucho más jóvenes. Como no tenía experiencia con niños vampiros, ignoraba hasta qué punto su condición influía en su crecimiento. Baleiro leía junto a mí un libro infantil, concentrado en los dibujos de colores, aquellas palabras enormes que le gustaba deletrear en silencio. Sonreí advirtiendo los pergaminos dispersos por la habitación. Leah empezaba a parecerse un poco a nosotros. Se encontraba sentada en una silla negra, regia, leyendo un informe del Ministerio con el ceño fruncido. Estaba tan bella cuando reflexionaba sobre algo, con esa expresión de impasibilidad, los labios apretados. @

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