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Oniria

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Todo lo publicado por Oniria

  1. Oniria: Estábamos encerradas en el armario. Olía a humedad, a madera, y a perfume para la ropa. La visión escotópica de los vampiros era tan aguda que podía ver a Arya casi a la perfección. Nos abrazamos, la ropa que colgaba nos rozaba los hombros y me hacía cosquillas. ––Yo también te amo, Arya ––Murmuré, jugando al escondite, como si alguien fuera pudiese descubrirnos. Quería añadir algo más, pero no supe. La besé con desesperación, pegando mi cuerpo al suyo para percibir su desnudez. Su cuerpo ardía, en contraste con el mío, y parecía respirar como un organismo vivo. Deposité los labios en su cuello, sobre la carótida, para darle un mordisco muy suave, que enrojeció su palidez. Proseguí con mi descenso mientras la acariciaba. Noté cómo se estremecía y se doblaba sobre sí misma. ––Me gusta lo que hace tu cuerpo cuando te beso. Suspiré, regresando a su boca. El sudor se asentaba en los recovecos de aquel cuartucho, las paredes empezaban a resbalar. @@Arya Macnair
  2. Sísifo: Me sonrojé ligeramente cuando Leah exclamó delante de Emmet que estaba obsesionado con la Herbología. Me rasqué la nuca y refugié mi expresión en su cabello plateado. ––Encantado, Kamra. Espero que te sientas a gusto aquí. Asentí con la cabeza a modo de reverencia para saludar a los demás, coartado. Había tanta gente que me abrumaba, pero me sentía feliz de poder recibirlos a todos. Lo único que me preocupaba era Leah, Arya, Oniria... qué caos. Busqué a Baleiro. Seguía con Emilia, tocándolo todo con las manos. "Oniria, no quiero entrometerme, pero deberías separarte de Arya cuanto antes", recomendé, mirándola con inquietud. Giró la cabeza para absorberme con su tristeza y su indecisión. Cargaba a Insomnia en brazos y su rostro era el más puro ejemplo de la turbación. La vi alejarse de Arya, cabizbaja, sosteniendo la mano de Insomnia, que ajena a la situación fantaseaba con todas aquellas luces, las máscaras y el ambiente festivo. @
  3. Oniria: ––No somos de nadie, pero elegimos con quién pasar el tiempo, libremente ––expliqué, mirándola–– es más bonito así. El tiempo, que es tan limitado aunque parezca lo contrario, tan valioso... yo decido ocuparlo contigo, no porque te pertenezca, sino porque lo deseo. Es auténtico. Por mucho que me esforzase, sabía que Arya nunca entendería mi filosofía en torno al amor. Y era doloroso, porque esa diferencia constituía una barrera entre nosotras difícil de sortear. Nos abrazamos. Sentí cómo la angustia invadía el ambiente, extendiéndose como una infección imparable. La mañana, en un principio preciosa y dulce, auguraba un futuro tormentoso. Arya se incorporó, alejándose de mí. Me asusté. Fui hasta ella, y entonces nos aparecimos en su habitación. Dejé caer la sábana que me cubría, contemplé cómo se embutía en aquella camisa suelta, y escuché el aceleramiento de los latidos de su corazón. Me abalancé sobre ella, encarcelándola en el hueco del armario. La besé con delicadeza, en contraste con la brusquedad de mis movimientos. ––Me gusta cómo suena tu corazón. @@Arya Macnair
  4. Oniria: Leah y yo bailábamos como si lo hubiésemos ensayado durante meses. Nuestros cuerpos se entendían mejor que nosotras mismas. Ya se conocían, a través de las noches, la luz tibia, las sábanas. Cuando su mano me rozaba sentía un escalofrío. El enamoramiento se prolongaba en gestos como aquellos. De repente, algo rompió el hechizo, vi el rostro de Leah resquebrajarse. Era Ámbar. No supe adónde mirar. Se me hizo un nudo en el estómago. Estoy llena de cucarachas, pensé. Un aguijonazo, me recliné sobre mí misma. Náuseas. ¿Arya...? ¿La había invitado yo? No recordaba haberlo hecho. Quizá, cuando empecé a enviar sobres a diestro y siniestro, una lechuza fue a parar a la Macnair. Leah se retiró con Emilia y Ámbar a buscar a nuestros hijos, dirigiéndome una mirada helada, que precedía una discusión. Suspiré. Yo me quedé en el centro de la pista, inmóvil, ansiosa. Sólo entonces me permití echar una ojeada a mi alrededor, buscando a Arya. Llevaba semanas sin verla, sin saber de ella. La última vez la dejé desangrándose en un laboratorio destrozado y sentí que nuestro amor se desmoronaba para siempre. Pero allí estaba, invadida de contradicciones, como siempre, induciéndome al delirio. Fue ella la que me encontró. No quise mirarla demasiado. Olí las rosas, la canela, el verano bajo su piel. Entreví aquellos ojos verdes bajo la máscara. Sostenía a Insomnia, que parecía absorta en su presencia. ––Arya... ––Murmuré. Pero no supe cómo proseguir. Si le pedía que no se marchase, Leah entraría en cólera. Si permanecía en silencio, podría tomarlo como resignación. Opté por lo segundo, pese al riesgo. Sísifo: ––Puedes venir cuando quieras a charlar ––comenté–– o en los jardines de la Yaxley... Echaba de menos la Manor, a mi madre adoptiva que me sacó de la miseria, la seriedad de Maida. Esperaba visitarlos a menudo. Algo en la atmósfera me alarmó, como un cable que se tensa. Busqué a mi hija con la mirada. Arya se la había llevado, pero conseguí encontrarla, unos metros más allá, reunida con Oniria. No hablaban, las envolvía el invierno. Ella le entregó a Insomnia con tristeza. ¿Y Leah? ¿Sabría ya de la presencia de su enemiga? Me tranquilicé cuando la vi junto a Emilia y... ¿Baleiro? Enarqué una ceja. Su expresión me reveló que efectivamente era consciente de la situación, y se estaba esforzando por no llorar. Se me encogió el corazón. Se acercó a Emmet para ahogar sus penas en aquellas copas llamativas. Poco a poco el salón fue llenándose casi al completo, de amigos, desconocidos y familiares. ––Perdón por mi distracción, Zoe ––me disculpé–– voy a por una copa. Le sonreí antes de marcharme, abrazándola de nuevo. La echaba de menos. Troté hasta Leah y puse una mano sobre su hombro. No pronuncié sonido alguno, mis ojos eran expresivos de por sí. @ @@Arya Macnair @@Emilia Malraux
  5. Oniria: Nos quedamos tumbadas, por horas, en aquella cama deshecha, apenas cubiertas por las sábanas. No cerré los ojos en ningún momento. Contemplé cómo poco a poco la oscuridad se convertía en un azul verdoso, que luego amarilleaba. Los primeros rayos de sol se filtraron por el cristal e inundaron la habitación inundándola de claridad. Las motas de polvo flotaban con parsimonia. El mundo parecía detenido aquella mañana. La brisa se arremolinaba en la ventana, sacudía las vigas. Me giré sobre el colchón. Miré a Arya de frente. Sus ojos verdes estaban cargados de brillos. ––Estoy enamorada de ti ––musité–– y me he dado cuenta demasiado tarde. Bajé la mirada. Mi rostro se ensombreció. Realmente había perdido mucho tiempo, quizás demasiado. ¿Hasta qué punto seguíamos siendo posibles? ¿No sería un encaprichamiento, la prolongación de una fantasía prescrita? ¿O por el contrario debía luchar, imponerme, entregarme a la irracionalidad de mis anhelos? Decidí posponer todos aquellos pensamientos, aprovechar el instante, exprimirlo como si pudiera ser el último. Como si en cada gesto me despidiera para siempre de Arya y nuestro amor, aunque supiera en el fondo que la seguiría querido hasta el día en que muriera. @@Arya Macnair
  6. Sísifo: ––Bueno, es una planta espinosa... tiene pinchos... o dientes, según se mire, se mueve... ––no le quitaba la vista de encima. De vez en cuando retorcía un tallo como buscando algo a lo que aferrarse––, sus ramas parecen tentáculos, por eso se llama así. Es como un pulpo arbóreo. Si te atrapa, te inyecta el veneno, como si mordiese... y es letal. Puedes defenderte de ella con un diffindo para seccionar sus brazos. No me atrevía a acercarme ni siquiera mínimamente a aquel espécimen. Esperaba estar equivocándome. Las plantas me gustaban, pero estaba acostumbrado a observarlas en la distancia, desde la comodidad de mi cuaderno, no a enfrentarme a ellas. Mucha gente no era consciente del peligro que podían suponer, pero yo les tenía mucho respeto. @@Emmet Haughton Gaunt
  7. Sísifo: Fueron llegando más invitados. Sonreí. La fiesta estaba siendo un éxito. Reconocí un olor en el ambiente, pero rechacé la idea de que aquello fuese posible. ¿Se habría atrevido Arya a acudir a la Snegovik? ¿La habría invitado Oniria? Busqué a Leah con la mirada, disimulando mi nerviosismo. Definitivamente, allí estaba. Recordaba su aroma como si lo tuviese registrado en la memoria. Portaba un vestido pálido, de seda, cubierto de rosas, y una máscara a juego. No me acerqué a ella, sentí una tristeza extraña y lo dejé estar. Yo no tenía derecho a negarle su presencia. Si Leah quería estallar en cólera, era su decisión. Lo que terminó de llamarme la atención fue la presencia de Insomnia. Me llevé la mano a la boca, ahogando un grito. ¿Qué narices? Se había escapado de su habitación y había irrumpido en la fiesta. Debí suponerlo. No había ni rastro de Baleiro, que probablemente siguiese en su cama ensimismado. La niña estaba de pie, junto a Arya, contemplándola obnubilada. Un brillo misterioso ocupaba sus ojos, los reflejos de un lago helado. Me mordí el labio. Iba a interpelarla cuando me percaté de la presencia de Zoe, mi prima. Aproveché aquella oportunidad para desatender mis labores como padre. ––¡Zoe! ––exclamé, corriendo hacia ella. La abracé efusivamente––. Tenemos una larga conversación pendiente. Espero que no me tengas en cuenta no haberte invitado a la boda, fue una ceremonia privada, sin invitados. Me alegro de que hayas venido. @
  8. Sísifo: ––Puedes volver a encontrarme siempre ––respondí, sonriendo––. Estoy feliz de existir en el mismo mundo que tú. Pase el tiempo que pase, o suceda lo que suceda, siempre será un alivio saber que estás viva en algún lugar. La abracé más fuerte. Su olor me invadía como una ola lenta arrasando la playa. ––Aunque tú no lo sepas... me he inventado tu nombre... ––Tarareé, bailoteando con sus dedos. Reí cuando me percaté de que Baleiro e Insomnia nos miraban, como extrañándose por primera vez de aquellas muestras de afecto. Crecían. Cuánto crecían. @
  9. Insomnia: Escucho sonidos. Algo que no entiendo. Mis padres no están. Miedo, siento miedo. ¿Me han abandonado? Baleiro duerme. ¿Qué pasa cuando dormimos? Siento que desaparezco. Me asusta. No quiero olvidar. Corro, corro, ya he aprendido de memoria los entresijos de mi casa. El barullo de la primera planta llega hasta mis oídos distorsionado. Subo las escaleras, doy traspiés. Siento frío, me abruma la soledad. Quiero gritar y que me escuchen. Cuando abro la puerta me abruma la claridad. Desconocidos, desconocidos que se mueven de un lado a otro, músicos, comida. Me llevo un dedo a la boca, sin comprender. La curiosidad me corroe. Huelo aromas familiares. Mi padre charla con un chico extraño, mi madre y mi otra madre se mueven como los demás. Se me aprieta el corazón. Hay una mujer. No la he visto en mi vida, pero sé que... sé que le debo algo. Quiero llamar su atención. Camino hasta ella, torpemente. Quiero reproducir los sonidos de los demás, comunicarme. Levanto la mano, contemplándola absorta. El aroma de las flores me marea. Emito un sonido. Si supiera darle forma a los sonidos. @@Arya Macnair
  10. Sísifo: Contemplé cómo el brote crecía ante mis ojos. Sus hojas se volvieron ovaladas, comenzaron a emitir un olor extraño. Nacieron algunas flores de forma acampanada, algunas poco vistosas, otras blancas y otras violáceas, y unos frutos oscuros, parecidos a los arándanos. Contemplé aquel espécimen, bello, en efecto, sin atreverme a tocarlo. Su distancia la mantenía en el enigma, perpetuaba el hechizo. Escuché sus nuevas instrucciones. Observé el brote nuevo, sin ser capaz de identificarlo todavía. Apunté con la varita, concentrándome. ––Hervibicus. ––Exclamé con seguridad. Sentí cómo la energía, el calor se iba transmitiendo desde mis brazos hacia aquella maceta, vaciándome. Me tambaleé. Instantáneamente aquellos tallos se alargaron, se retorcieron. Era un arbusto espinoso, verde, que parecía tener vida propia. Blandí la varita y retrocedí, apartándome de sus embistes. ––Una tentácula venenosa. ––Mascullé. @@Emmet Haughton Gaunt
  11. Sísifo: Me apoyé ligeramente en ella, dejando que me traspasara su calor -calor que objetivamente no existía-. Hasta entonces no lo había pensado. La finitud, la temporalidad. Toda experiencia, toda vida era agotable por el mero hecho de serlo. Incluso el amor que sentía por Leah. Sentí ganas de llorar. "Quiero vivir en tus sueños siempre". Todo estaba atravesado por la posibilidad, casi forzosa, de terminar. Nosotros no éramos la excepción. "Quiero declarar la guerra a la realidad". Miré a Leah con fuerza. Baleiro e Insomnia jugaban a los lejos, ajenos a la tristeza inherente a existir. ––Es probable que nos perdamos ––murmuré–– pero lo importante es que tuvimos todo esto. Todo se marchará. No es que no me importe, es que sé que lo hará. Es el curso natural de las cosas. Quiero quererte siempre. Quiero permanecer en esta orilla... eres lo más parecido a lo que dicen que es el amor de una vida. Me refugié en sus brazos. Reprimí las lágrimas y la estreché. Este amor ya sin mí te amará siempre. @
  12. Sísifo: Miré a otro lado, avergonzado. Me rasqué la nuca. ––¡Leah! ––reproché––, y yo no puedo sacarte a bailar, soy pésimo. Tendrás que enseñarme. Me retiré hábilmente sacándole la lengua, perdiéndome entre la multitud. Caminaba con calma, contemplando el bullicio a mi alrededor, cada vez más ilusionado. Entonces vi cómo se aproximaba una chica que me resultaba terriblemente familiar. No fue capaz de reconocerla, pero sabía que nos habíamos visto en alguna ocasión. Su rostro estaba parcialmente oculto por una máscara lila, y lucía un vestido color crema que absorbía las luces tenues del salón. En su hombro, el tatuaje del trisquel me causó cierto impacto. Me aproximé sin alterar mi aparente serenidad. ––Buenas noches. Sonreí. Le mostré el símbolo de mi muñeca, en un intento de crear hermandad. Pero antes de dejarle responder volví a alejarme. Vislumbré a otra joven que parecía algo aturdida. Miraba de un lado a otro como buscando una manera de encajar. ––Yo soy uno de los organizadores de todo esto... ¡y me siento igual de nervioso! ––comenté. Robé una copa de una de las bandejas y se la tendí––. Este es el secreto. Me vi interrumpido por la llegada de un figura azulada. Supe quién era al instante. ––¡Profesor Emmet! Oniria: ––Ese desgraciado sabe cómo librarse. ––Mascullé, contemplando cómo se alejaba. Yo también odiaba bailar, y más en público. Pero sabía que Leah era una amante de la danza, y quería satisfacerla. Tendí mi mano y le sonreí, dándome por vencida. ––Anda, ¡vamos antes de que me arrepienta! La arrastré al centro de la sala, escuché la música unos segundos para adaptarme al ritmo y adopté una postura algo exagerada, como buscando imitar la escena de alguna película. Pronto Leah me contagió su entusiasmo. @@Minerva Malfoy @@Jank Dayne @
  13. Sísifo: Baleiro tropezó y cayó. Se raspó la mejilla y rompió a llorar. Era extremadamente raro que mostrase sus sentimientos de esa manera, pero Leah acudió rápidamente a consolarlo. Insomnia y él se quedaron en la orilla, ella lo instruía en el arte de lanzar piedras. Baleiro balbuceaba y aprendía rápidamente. Sus cabezas reflejaban el sol. Regresé junto a Leah. Me senté y me apoyé sobre ella. Cerré los ojos y respiré, llenándome de la brisa marina. ––Mi vida también era muy triste... ––señalé, con la vista clavada en el cielo azul––. Me alegro de que aparecieras. Y de los descuidos. La miré de reojo, riendo. Solía hacer bromas al respecto. ––Me he enamorado antes, pero nunca he tenido una relación así. Es bonito. Jugueteaba con sus dedos, hundía los pies en la arena. @
  14. Sísifo: Reí. Reí tanto que quise exagerar y lanzarme sobre la arena. Sentía que mis hijos me estaban volviendo un niño. ––Bueno, no me parece tan mala idea. ––Susurré, mirándola a los ojos desde el suelo. Acaricié su mejilla con dulzura, sonriendo. Contemplé a Insomnia. Lanzaba piedras al agua. De vez en cuando se cercioraba de que le prestábamos atención. Si nos sorprendía mirándola sonreía y retomaba su juego. Era un poco más alta que Baleiro, escuchimizada como su madre. Aprendió a hablar deprisa, aunque se trabase a veces. Su hermano, por el contrario, apenas lo intentaba. Prefería entretenerse con sus caracoles, abstraerse. Me levanté de un salto, indicando a Leah que me esperase. Me acerqué a Insomnia lentamente. ––Mira, si las tiras en paralelo al agua, así... ––expliqué, arrojando uno de aquellos cantos–– ¿ves? Rebotó tres veces antes de hundirse a lo lejos. Ella abrió mucho los ojos y se lanzó rápidamente al intento. El primero y el segundo fueron fallidos. Pero en el tercero pudo vislumbrar su aprendizaje. Rió emocionada y se agarró a mi brazo. @
  15. Sísifo: ––Gracias, lo tendré en cuenta. ––Respondí quedamente, absorto en la contemplación de aquel esqueje. Lo observé atentamente, tratando de recordar, rescatando nombres en mi cabeza. Cogí el libro con cuidado, lo abrí por la página indicada y comencé a buscar alguna indicación. "Hierba de la muerte". El brote era tan pequeño y estaba tan poco desarrollado que era difícil identificarlo. Sin embargo, gracias a aquellas pistas, finalmente creí dar con la respuesta. ––¿Se trata de una Belladonna? Sabía que la savia extraída de aquella planta se usaba como ingrediente para pociones, pero poco más. La miré con curiosidad, y luego busqué los ojos de mi profesor, esperando su aprobación. @@Emmet Haughton Gaunt
  16. @ claro que te aceptamos eres una digna portadora de este apellido. Ya veo cómo meterte en el árbol genealógico sin cometer ilegalidades foriles. Pásate por el rol de la Snegovik a hacer acto de presencia. http://www.harrylatino.org/topic/111884-castillo-snegovik/page-3?do=findComment&comment=5207124 ¡A liarla!
  17. Sísifo: ––No te preocupes, no nos has incomodado. ––Me apresuré a añadir. Lo último que pretendía era que aquella chica se sintiera culpable. Le sonreí amablemente. Se retiró unos metros a charlar con nuestro otro invitado, así que aproveché para mirar a Leah, y quitándole hierro al asunto, comenté: ––¿Un desliz de juventud? Oniria estalló en carcajadas, doblándose sobre sí misma. Bebí el champán saboreando las burbujas. Percibía cómo Leah se encogía, sin saber muy bien cómo reaccionar. La apreté contra mí. ––No pasa nada. Nuestros dos hijos son por un descuido, lo entendemos. Querremos a Emilia como si fuese de la familia. Oniria no podía parar de reír. Consiguió serenarse y contempló el salón con fascinación, imbuida de belleza. ––Se nota que es tu hija. ––Sentenció ella, observando sus gestos. @@Emilia Malraux @Guthrie @Leah Ivashkova
  18. Sísifo: Nuestro primer invitado era un joven elegante, vestido de negro. Su antifaz era enigmático, blanco y plateado. Se aproximó con una copa de vino tinto. Pensé que me gustaría fotografiar aquel instante, pero deseché la idea. Era muy temprano para andar de bohemio. ––Buenas noches ––respondí alegremente, agachando la cabeza a modo de reverencia–– puedes sentirte como en casa. Si deseas algo házselo saber al servicio, o a mí mismo. Estaré encantado de atenderte. Sonreí. Prestarme a los demás me resultaba gratificante, y más cuando ocupaba el papel de huésped. Observé a Leah de reojo. Nos había presentado como sus esposos y eso me calentaba el corazón. La siguiente en llegar fue una mujer. La cubría un vestido rojo que se ceñía a sus curvas. Evoqué en su cuerpo el cuerpo dulce de Leah. Tras la máscara plateada, unos ojos azules. Tras escuchar su presentación, me atraganté ligeramente con la copa de champán. ¿Madre? Oniria me miró. Esbozó una sonrisa de circunstancias y tomó la palabra. ––Gracias a ti por venir. Soy oniria ––extendió su brazo–– y él es Sísifo. Bienvenida. @@Emilia Malraux @ @Guthrie
  19. Sísifo: ––Usted también, sól-nysh-ka. ––Susurré. Estaba algo nervioso, las aglomeraciones me provocaban ansiedad aunque estuviese ilusionado con aquella ceremonia. Vestía un frac negro, con la camisa y la pajarita blancas. La máscara dejaba al descubierto la nariz y la boca. Estaba tallada en plata, cubierta de plumas oscuras. La orquesta tocaba una pieza de Bach. Nuestros hijos descansaban en la última planta. Contemplé a Leah fascinado. El vestido color vino reforzaba la palidez de su espalda, esbelta, sedosa. Estaba preciosa. Recé porque la decoración y el banquete fuera del gusto de los invitados. Recé también porque estos, que no nos debían nada, decidieran acudir a aquella fiesta improvisada pero preparada con tanto esmero. Oniria apareció correteando. Vestía un traje de chaqueta femenino, completamente negro, que la hacía parecer mucho más delgada y alta. Su cabello blanco estaba peinado cuidadosamente. Hasta ella se había preocupado por mantener las formas. ––Siento la demora. ––Musitó, sonriendo. @
  20. Noche, invierno, Siberia. Un squib con un esmoquin característico del servicio esperaba en la entrada del Castillo para acompañar a los visitantes hacia el interior. Habíamos decorado el recibidor y la primera planta para la ocasión. Las luces tenues, rojizas, apenas dejaban entrever las siluetas, lo suficiente como para distinguir el rostro de los presentes, su cuerpo, su distancia. En una de las salas dispusimos dos grandes mesas; una repleta de grandes bandejas de plata con manjares exquisitos, otra con ponches, cócteles preparados y botellas de champán. También había un barman preparando cócteles tras una barra. Otra de las estancias estaba reservada exclusivamente para el baile, organizada con biombos, sillones ornamentados, un gran piano de cola y un flamante tocadiscos, aunque para la ocasión contratamos a una pequeña orquesta de cuerda. El blanco y el negro combinaban a la perfección con los trajes de noche. En aquella fiesta era obligatorio portar máscara y vestir de manera elegante, siguiendo el código de etiqueta. Del mismo modo, no queríamos hacer distinciones políticas, de clase o especie. Todos estaban invitados a la esplendorosa inauguración de la Snegovik.
  21. Sísifo: ––Yo quiero una máscara veneciana, negra ––exclamé, ilusionado. Imaginé aquel fragmento de metal ornamentado, lleno de plumas, piedras preciosas––. Creo que todos estamos de acuerdo en que Leah se encargue de la música y la decoración. Ella sabe cómo contentar a las altas esferas. Hay que preparar comida, bebidas exóticas... quiero hacer fotos. Fue la manera más sincera de acabar la frase. Me estaba emocionando tanto que hablaba atropelladamente, con los ojos brillantes, casi alzándome. ––Podríamos recrear la atmósfera de Romeo y Julieta en el primer acto, la escena quinta, cuando ambos se conocen en la fiesta de los Capuleto. Nosotros seremos los Capuleto en esta ocasión, y quién sabe quién encarnará a los Montesco. Observé cómo el rostro de Oniria se iluminaba después de sopesar mi idea. @
  22. Sísifo: ––Sí, es una buena idea ––respondí, dejando de lado mis tendencias antisociales––. Podríamos organizar un baile... con máscaras. Algo muy vampiresco y barroco. Imaginé la escena, el salón decorado para la ocasión, la música escogida por Leah, el vestuario de etiqueta, la cubertería de cristal, las luces tenues. Todos enmascarados para potenciar el misterio, olvidar la proveniencia, la clase. Podría ser nuestra carta de presentación de cara a la sociedad mágica. ¿Nos mantendríamos en la neutralidad, revelaríamos que éramos simpatizantes de las artes oscuras, o fingiríamos que éramos una buena angelical, adalid de la justicia? Leah ya era bastante conocida debido a su puesto en el Ministerio, pero podía ser una oportunidad para mí, por mucho que detestara moverme entre las altas esferas. ––Me encanta ––soltó Oniria de repente, sonriendo–– siempre he querido recrear aquel acto de Romeo y Julieta. ¡Podemos hacer una gala temática! Shakesperiana. @
  23. Sísifo: Baleiro e Insomnia se habían quedado dormidos. Era curioso, Oniria actuaba como un somnífero para ella. Era el único momento del día en que conciliaba el sueño, en sus brazos, como si necesitara de su protección para calmarse lo suficiente. Me enternecía. Insomnia estaba tan aterrada ante la inmensidad del mundo que no podía separarse de su madre. Me incorporé en silencio, caminé hacia donde estaba mi ropa amontonada junto a la funda de mi cámara. Configuré los valores para obtener una exposición correcta y busqué el encuadre que quería, cuidando de no resbalar en el hielo. A través del visor todo era más sencillo, más dulce. Podía inmortalizar el amor depositado en mi mirada, seleccionando justamente la porción de realidad en la que se centraba mi atención. En la fotografía, era casi tan importante lo que dejabas fuera del campo que lo que elegías mostrar. El resultado era aquello que tus ojos anhelaban. En mi caso solía ser Leah con una expresión distendida, ocupada en las cosas cotidianas. Hice un primer plano de Insomnia sobre el vientre de Oniria. Parecía un remolino de piel brillante. En su rostro se reflejaba la paz. @
  24. Sísifo: ––Pues a mí me gusta mucho tu carácter. ––Susurré con picardía acercándome a su oído. Aunque los niños no pudiesen entenderlo, me avergonzaba. Observé a Baleiro con atención. Objetivamente era muy parecido a mí, pero yo veía tanto de Leah. Su serenidad infranqueable, sus ojos verdes, su manera peculiar de conseguir de mí todo lo que quería. Escuché los pasos de Oniria aproximándose desde la distancia. El eco los intensificaba, los hacía venir de todas las direcciones, como si se multiplicase. Cuando apareció, Insomnia trató de captar su atención al instante, fingiéndose afligida. No pude evitar reír. Oniria: Desde que recibí el mensaje de Sísifo había dejado todo lo que estaba haciendo para volver al Castillo. Los localicé sin dificultad. Él siempre estaba en el mismo sitio, tendido sobre el hielo contemplando las estrellas. Besé a Leah y apreté el hombro de Sísifo con ternura, pero toda mi atención estaba enfocada en Insomnia, que pataleaba y lloraba sin lágrimas. Esbocé una sonrisa y me agaché frente a ella. ––¿Me has echado de menos? ––calló de golpe––, yo a ti también. Quizás yo era la única persona capaz de tranquilizar a aquel manojo de nervios. Enmudecía cuando me refería a ella o pronunciaba su nombre, como si estuviese escuchando a un ángel. @
  25. Sísifo: Miré un instante a Leah, en silencio. En ese mutismo condensé todo lo que no sabía decirle. Le sonreí antes de dirigirme a Insomnia. ––Ven. ––Abrí los brazos esperando que me abrazara. La niña se acercó correteando como pudo, torpe todavía. "Oniria", pensé simplemente, concienzudamente. Ella lo entendería. Siempre lo hacía. Estreché a Insomnia, la alcé para mirarla riendo. ––¿A quién has salido tú? Hizo una pedorreta. Llevaba unos días obsesionada con hacer temblar sus labios, como si quisiera aprender a pronunciar las "r" antes siquiera de saber hablar. Antes también había tenido predilección por chuparse los pies y las manos, para descubrirse a sí misma. Lo más increíble -y bello- fue cuando se reconoció por primera vez ante un espejo. Fue un momento filosófico a su manera. Ese día Insomnia fue consciente de su identidad, de su materialidad, de su separación del mundo. Baleiro gateó hasta Leah. Sus miradas eran tan expresivas que no necesitaba gesticular. Sus ojos eran verdes, muy brillantes, como los de su madre. Me estremecía reconocerla a ella en las facciones de Baleiro. ––¿Quién heredará tu carácter? ––Pregunté bromeando, sacándole la lengua. @

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