Jump to content

Oniria

Magos Expertos
  • Mensajes

    763
  • Ingresó

  • Última visita

  • Días ganados

    10

Todo lo publicado por Oniria

  1. Sísifo: Giré el rostro para encajarlo en el hueco de su mano. El calor emanaba de sus capilares, suave, tierno. Me imaginé quedándome allí dentro, en el espacio arrugado de esos dedos para siempre, empequeñecido como un fragmento de cristal. ––No, no he pensado ningún nombre ––confesé, sorprendido. Ni siquiera se me había pasado por la cabeza, y era una decisión sumamente importante. Me avergoncé. Estaba tan absorto en cuestiones metafísicas que casi se me había olvidado lo fundamental–– ¿Tú has pensado alguno? Me concentré en sus palabras, tratando de materializar en mi mente su visión. Aquella persona tan semejante a mí, con algunos rasgos de Leah. La perfecta fusión de ambos. Era la máxima expresión de unión que podía alcanzar con alguien. Me ilusioné. @
  2. Sísifo: No podía asegurar a ciencia cierta si me había acostumbrado a aquella situación o no. Trazaba espirales en el vientre de Leah con la paciencia de un alfarero. Reí cuando trató de incorporarse, en un intento de mirar por encima de aquella tripa abultada, en vano. Me acomodé a su lado, facilitándole la tarea. ––Claro, puedes preguntarme lo que quieras. ––Afirmé. Con el paso de los meses había adquirido una seguridad en mí mismo inusitada, que estaba convencido de que perdería en el preciso instante en que mis hijos nacieran. Por lo menos había conseguido aceptar que iba a pasar, que debía encargarme totalmente de ellos. No es que mi corazón fuese pura frialdad al respecto, también sentía curiosidad y cariño hacia aquellos seres desconocidos todavía que portaban nuestros genes, pero sentía muchísimo miedo al saber que depositaban en mis manos su protección. Ni siquiera cuando era médico había notado tal carga de responsabilidad a mis espaldas. Miré a Leah intensamente, esperando sus palabras. @
  3. Oniria: Asentí, suspirando. Finalmente lo había comprendido. Estaba agachada junto a ella, acariciando su espalda tratando de infundirle tranquilidad. Pero yo misma estaba hecha un manojo de nervios. La escuché reír como si fuese presa de un delirio. ––Claro que tenemos que hablar con él. Si no, lo notará, como yo, y se enfadará. ––Respondí, con la voz lo más calmada posible––. Necesita saberlo… Vomitó nuevamente. Fruncí el ceño. No podía ni alcanzar a imaginar las implicaciones de ser madre. Estar a cargo de un menor, un menor sobrenatural inmerso en un mundo en guerra. Un individuo que no había elegido conscientemente vivir. @
  4. Oniria: ––Eso mismo creía yo... hasta hace poco. ––Musité, con la mirada perdida. Definitivamente no era estéril, y Sísifo tampoco. Teníamos un problema. En plural. Observé cómo Leah se agachaba frente a una papelera llena de bolas arrugadas de pergamino para vomitar. Me incliné junto a ella, coloqué la mano en su espalda y retiré su cabello, con la expresión turbada. ¿Cómo nos enfrentaríamos a aquello? ¿Estaba lista para ser madre, renunciar a mi independencia, consagrarme a los cuidados? ––Debemos hablar con Sísifo... ––Susurré. Ignoraba cuál sería su reacción. Supuse que la sorpresa le impediría emitir sonido alguno. Su melancolía se teñiría de inquietud, cejas alzadas. Doblemente padre, a la vez, sin proponérselo. Era toda una hazaña. Reí para mis adentros, tratando de quitarle hierro al asunto. @
  5. Oniria: Cuando la vi dar un trago a la copa de vino, comprendí que realmente era ajena a mis pensamientos. Me mordí el labio. Estaba malinterpretando mis expresiones de desasosiego. Acorté la distancia que nos separaba, envolviéndola en mis brazos. ––Estoy lo suficientemente loca como para casarme contigo, pero no para dejarte ––afirmé con seguridad, para luego mirarla fijamente––. No me refiero a eso. Mira en tu interior. ¿No has sentido nada? Puse la mano sobre su vientre, abierta. Mis dedos cubrían gran parte de éste. Emanaba un calor agradable. Percibí un balbuceo orgánico, espasmos, pero quizá Leah no podría hacerlo. Mis sentidos eran miles de veces más sensibles que los suyos. ––¿Hace cuanto...? ¿Sísifo, tú y yo? Me daba miedo formular la pregunta en voz alta, pero esperaba que Leah rellenase las lagunas y siguiera el hilo por fin. Suspiré. @
  6. Oniria: El agua caía sobre mi frente, dispersándose en serpientes transparentes en forma de venas. Tenía los ojos fijos en la pared de mármol. Lo había vuelto a escuchar. Aquel movimiento en mi vientre, la indiscutible sensación de que albergaba algo vivo. También existía en Leah como un leve ronroneo. No era posible. Llevaba toda mi vida creyendo que yo... ¿pero qué si no podía significar aquello? Me preocupaba. Si jamás me había planteado casarme, mucho menos todavía ser madre. En la sociedad en que vivíamos, nuestro modelo de familia no estaba precisamente aceptado. Me inquietaba cómo podía afectar eso a... Tenía que estar equivocada. Pero sabía, interiormente, que mis suposiciones eran ciertas. Salí de la ducha para envolverme en un albornoz blanco. No esperé a secarme para salir. Dejé la huella de mis pies descalzos por el suelo. Mi expresión contraída advirtió a Leah, que revisaba un pergamino. ––¿No has sentido nada diferente? ––Inquirí, rezando porque ella misma llegase a la misma conclusión que yo. Miré a la botella de vino a medias, junto a la copa de Leah, pero resistí el impulso de cogerla. Instinto de protección. Sacudí la cabeza, exasperada. @
  7. Oniria: Nos aparecimos en la cocina, yo, directamente sentada sobre la encimera de granito. La estancia tenía un aspecto sorprendentemente acogedor, cálido, que me recordaba al tono del cabello de Arya. Sentía su aliento en mi piel. Me atravesaba. Acaricié su mejilla, hundiéndome en sus ojos verdes. ––Él... es alguien a quien amarás. ––Musité. ¿Por qué había dicho aquello? Probablemente mis palabras fueran proféticas y Sísifo y Arya terminaran queriéndose, porque él y yo no sólo compartíamos la cabeza, también el corazón. Éramos una extensión física del otro. Era consciente de que Sísifo desarrollaría un fuerte vínculo por Arya, deseado o no, pero ya lo había aceptado. ––Es mi doble. Una larga historia, y la principal razón por la que huí... ––expliqué, apartando los ojos–– pero no quiero contártelo ahora. Poco a poco. Sólo de imaginarme relatando nuevamente aquella historia me embargaba el dolor como una indigestión. Prefería compartir mi tiempo con ella, en silencio, depositar mis manos en su rostro, reposar en su respiración, percibir cómo el tiempo se escapaba lentamente mientras la observaba. ––¿Por qué nunca me dijiste...? "Que me querías". No pude finalizar la pregunta. Arrugue la expresión, arrebatada por la tristeza. La nostalgia se asomaba a mi garganta en forma de reflujos. @@Arya Macnair
  8. Sísifo. En su habitación. Alcancé la mano de Leah mientras ella abrazaba a Oniria. Parecía que nuestros cuerpos estaban construidos para compartirse los tres. Suspiré, calmándome. De repente, parecía una realidad. Estábamos prometidos. Jamás imaginé algo así, muchas veces me había jurado a mí mismo que nunca me casaría. El matrimonio me parecía un atentado contra la libertad. Pero con Leah y Oniria sería distinto. Y tan distinto. ––Vamos a algún sitio a celebrarlo ––propuse––, quiero haceros fotos, a las dos. Me retiré para coger la cámara. Guardé también la mágica, por si me apetecía capturar alguna imagen en movimiento. Me vestí con agilidad, con mi típico atuendo negro y unos zapatos de cuero. Recreé las futuras instantáneas en mi cabeza, con los tonos azulados de la luna como en un escenario espacial. Miré a Leah. Sentí calor en las mejillas. La temperatura propia del amor. Moví los labios para decirle algo, pero no hacía falta. Ella lo sabía. @
  9. Sísifo. En su habitación. Me acerqué hasta la ventana, sintiéndome culpable. Mi seriedad habría inquietado a Leah. Esbocé una sonrisa amable, situándome frente a ella. Acaricié su mejilla. ––En realidad, no necesito comprender nada ––murmuré, abrazándola–– quédate a vivir en el espacio que hay entre las líneas de mis manos... Pronuncié aquellas palabras junto a su oído, lo más despacio y bajo que pude. Me sentía diminuto, perdido en la inmensidad. Pero Leah existía, rozaba su piel, me transmitía su calor. Y estaba dispuesto a cualquier cosa por mantener aquella certeza. ¿Cómo cabía en el universo un amor como aquel? Caminé hacia Oniria. La miré a los ojos. Su frialdad me invadió como un lento glaciar en movimiento. Aquel hormigueo como un calambre en la punta de los dedos, producido por su proximidad. ––Si buscas dentro de ti, me conocerás. La rodeé con los brazos, suspirando. Se me había encogido el pecho, era incapaz de hablar. ¿Me acostumbraría alguna vez a la energía mística de aquel contacto? Oniria. En la habitación de Sísifo. Me abrazó. Aquel gesto me tomó por sorpresa, pero no lo rechacé. Lo apreté contra mí. Recordé el mito del Andrógino de Platón. Nosotros éramos como el resto verídico de aquellos seres, nos habíamos encontrado y luchábamos por fusionarnos para alcanzar la plenitud. Pasé la mano por el rostro de Sísifo con extremada paciencia, intentando memorizar el relieve de sus facciones. Quería un recuerdo físico de aquel instante, preservar en mis yemas un mapa de su boca, su nariz... su piel era de la misma textura que la mía, del mismo tono. Sus ojos marcaban una diferencia crucial, que me tranquilizaba. @
  10. Sísifo. En su habitación. ¿Casarnos? ¿Los tres, a nuestra manera? A nuestra manera, sin lugar a dudas, implicaría libertad y actitudes al margen de la norma establecida. Miré a Oniria, luego a Leah y otra vez a Oniria, suplicando que me confirmasen que no era ninguna broma. Leah se había sentado en mi cama y se había apoderado de mi copa de vino, que ya estaba casi acabada. Rescaté de debajo del somier el resto de la botella y la rellené. Yo di un sorbo de ésta directamente, dirigiéndome al tocadiscos sobre mi escritorio para colocar un vinilo. La aguja comenzó a leer mientras la pizarra giraba incesantemente. El disco era de Stevie Wonder, pero no lo había escogido por ninguna razón, sino que me decanté por el primero al alcance de mi mano. You are the sunshine of my life. Una canción apropiada para un momento tan delicado como aquel. Tarareé la melodía con la mirada perdida en algún punto de mi habitación. ––No me esperaba nada de esto. ––Carraspeé. Volví junto a Leah y me dejé caer junto a ella. Parecía preocupada. Llevé la vista a Oniria, cuya sonrisa no perdía debilidad. ¿Cómo conseguía mantener la calma? Estreché la mano de Leah. ––Te quiero ––susurré, levantando mis barreras, lanzándome al terreno de la impulsividad ajeno a las posibles consecuencias––, así que debo participar en esta locura. Aunque no sepa si te amo o te odio. ––Finalicé, dirigiéndome a mi doble. Sus ojos centellearon. Oniria. En la habitación de Sísifo. ––Yo tampoco sé qué siento por ti ––aclaré–– pero ya no hay vuelta atrás. Me engañaría si dijera que sólo accedo a estar contigo por Leah. Siento curiosidad por ti. Quiero matarte, pero sé que te necesito para existir, aunque aborrezca esa idea. Me avergoncé al instante. No pretendía ser tan sincera, pero la música, la ocasión me habían conducido a aquel callejón sin salida. Observé cómo Sísifo asentía, tragando saliva. Le robé la botella de vino para llevármela a los labios, sin dejar de contemplarlo, indefenso, nervioso. @
  11. Sísifo. En su habitación. Leah abrió la puerta antes de que yo pudiese siquiera levantarme del colchón. Entraron velozmente. Observé cómo Oniria echaba un vistazo atento a su alrededor, mientras la sorpresa se asentaba en sus facciones. Me incorporé de un salto. Leah se aproximó para besarme. Coloqué la mano en las marcas de su cuello, con suavidad, como quien quiere aplacar el dolor a través del afecto. Contemplé los cardenales en mi cuerpo, los arañazos... y traté de ocultarlos con la tela de la camisa, como pude. Oniria nos miraba fijamente, y casi pude imaginar un deje de molestia en su rostro, pero su sonrisa calmó el ambiente. ––Creo que es mejor que se lo digas tú, Leah. ––Susurró. Se acercó a mí en dos lentas zancadas. Sus ojos violetas parecían un abismo a la irrealidad. Tragué saliva, sintiéndome empequeñecer. ¿Qué estaba sucediendo? Oniria. En la habitación de Sísifo. Cuando entramos en aquel cuarto, me impactó la inmensa similitud con el mío. En el desorden, los papeles desperdigados, el olor a tinta y tabaco... era para mí un espacio terriblemente familiar, a pesar de no haber estado nunca allí. El asombro se reflejó en mi expresión. Contemplé el cuerpo de Sísifo, que se dejaba entrever por el surco abierto de su camisa. Se adivinaban cardenales, arañazos, costras. Apreté los dientes, pero no sentí celos. Al fin y al cabo, yo también compartía tiempo a solas con Leah, y debía mentalizarme de ello por la decisión que acabábamos de tomar. Le indiqué a ella que explicase la situación. Primero porque no me atrevía a volver a formular aquella proposición en voz alta, y segundo porque sabía que Sísifo preferiría escucharlo de ella. @
  12. Sísifo. En su habitación. Estaba tirado en la cama, leyendo "Apuntes del suicidio" y "El mito de Sísifo". Alternaba cada veinte minutos, hacía anotaciones en los márgenes. Como siempre, mi cuarto era un caos de papeles, plumas, tinteros resecos, cuadernos medio abiertos que mostraban acuarelas abstractas... La ventana dejaba entrar la brisa nocturna. De vez en cuando daba un sorbo a una copa de vino tinto, me levantaba para estirar la espalda y ordenar algunos libros en montones. Me encantaba sentirme abarrotado, sin espacio. La amplitud me agobiaba, allí, en cambio, me sentía cobijado. De repente, percibí la voz de Oniria en mi cabeza. Pestañeé. Me acerqué al alféizar, desde donde podía contemplar los jardines de la Mansión. Estuve diez minutos inmóvil, respirando, hasta que vi emerger dos figuras femeninas. Enarqué una ceja. ¿Cómo habían sabido...? Era evidente que Oniria, de alguna forma, había penetrado nuevamente en mis pensamientos. Supuse que necesitarían verme, y a juzgar por las horas, por algún asunto importante. Me miré al espejo sobre la cómoda. Estaba en ropa interior, y por encima vestía una camisa de seda desabotonada. Tampoco tenía motivo para arreglarme. Las esperé sentado en el colchón, impacientándome cada segundo que transcurría. Observé las marcas de mi cuerpo. Suspiré, rezando porque a Oniria no le molestase aquella confesión en forma de cicatrices. La puerta sonó, varias veces. @
  13. Oniria: Arya me besó. Y aquel beso fue distinto a los demás. ¡Me quería! Estaba enamorada de mí. Ahora tenía la certeza. Sentí una felicidad incomprensible dado el momento que vivía. Sus manos en mis mejillas eran suaves, como si creyese que pudiera desvanecerme. Yo me apoyé en su cuerpo para acercarme más. Llegaban hasta mi nariz trazos del aroma de su pelo como una melodía triste. La lluvia caía dulcemente sobre nosotras, cobijándonos, limpiándonos de nuestro dolor. Contemplé sus ojos verdes. Cuando pensaba en Arya, al instante se materializaba en mi cabeza aquella mirada azul. Ahora había cambiado drásticamente, pero seguía siendo preciosa, fría y cálida a la vez, tan suya. Observé cómo movía su brazo, como intentando comunicarme algo, así que seguí con atención su gesto. Reveló la marca tatuada sobre su piel plateada. Levanté mucho las cejas. ––Ya no... ya no somos enemigas. ––Musité, colmada de felicidad. No pude contenerme, la abracé tirándola al suelo. No tendríamos que volver a enfrentarnos, pelear a muerte, escondernos. En todo caso, combatiríamos hombro con hombro. Tenía unas ganas inmensas de llorar. "Arya, Arya. Estoy tan enamorada de ti. Desde el preciso momento en que hablamos por primera vez y supe que me cambiarías para siempre", pensé, aumentando la fuerza de mi abrazo. @@Arya Macnair
  14. Sísifo: Observé cómo Leah se curaba del envenenamiento con un bezoar y me tranquilicé, aunque la adrenalina del enfrentamiento me mantenía con una extraña furia vigorosa. A los vampiros nos encantaba el peligro, y en cierto modo, la violencia. Sonreí a la distancia. Tenía ganas de abrazarla con mucha presión, invadido por un impulso sobrehumano. ––¡Expelliarmus! ––Grité, justo antes de que su rayo silencioso me impactase. Su varita salió despedida unos metros más allá, justo debajo del mástil quebrado. Mis uñas crecieron rápidamente, confiriéndome un aspecto desproporcionado, como si tuviese las manos de un perezoso. Reí ante aquella visión tan extravagante. Lo malo, y no tan divertido, es que mi puntería se vería gravemente afectada. Sólo podría recurrir a un efecto para mi siguiente acción. ––Accio varita de Leah ––murmuré, observando fijamente aquella vara de cerezo, extraordinariamente larga, con empuñadura de plata. Una sonrisa maliciosa se plasmó en mi rostro. La varita se removió en el suelo, junto al asta del barco que proyectaba su sombra sobre ella, antes de dirigirse hacia mi mano libre. @
  15. Sísifo: Las medias lunas, no todas ellas, impactaron en mi pecho, clavándose dolorosamente unos centímetros en mi piel. Gemí, apretando los párpados. Afortunadamente, el viento había desviado algunas. ¿Cómo podía ser tan torpe? La falta de experiencia, la distracción que suponía Leah... todo en conjunto. Sacudí la cabeza. Fui sacando una a una las hojas cortantes, ahogando mis quejidos. ––Morphos. ––Espeté, crujiendo los dientes, justo antes de que Leah lanzase su silencius y éste me impactase, robándome la posibilidad de expresarme. Transformé sus botas en una pequeña medusa Malo Kingi, del tamaño de una uña, que al rozar con sus pies inyectaría su potente veneno. Entre tanto, Leah se había guardado el anillo, previsora, y había convertido un trozo de madera en una pequeña araña que se dirigía hacia mí, amenazante. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, la pisé hasta reducirla a un líquido viscoso. Contemplé las heridas sangrantes de mi pecho. No podía emitir sonido, pero afortunadamente para curarme no lo necesitaba. "Episkey", pensé, realizando una floritura con la varita. Los cortes desaparecieron en unos segundos, liberándome de su padecimiento. @
  16. Holiiiii, es la primera vez en mi vida foril que abro un negocio, así que espero haberlo hecho todo bien (seguro que no porque soy medio despistado para los trámites xD). Ojalá no os de muchos dolores de cabeza. Nombre del Negocio: Feria de Mayo Link a la Bóveda del Negocio: Bóveda Negocio Feria de Mayo Trámite a Realizar: aprobación ¡Gracias de antemano!
  17. Sísifo: Leah, con su túnica blanca, lucía amenazante como tantas otras veces. Me sentí un peón, un civil entre las garras de un ser violento y sediento de sangre. Pero su mirada seguía desprendiendo deseo. Sonreí. Se deshizo de mis cuerdas con un grácil movimiento de varita. Estábamos situados a aproximadamente diez metros el uno del otro, separados por todo el largo del barco. Ella en la proa, yo en la popa, junto al timón pero a una distancia prudencial, por si a ella se le ocurría utilizarlo en mi contra. ––Silencius ––sentencié, ahogando su voz. Esbocé una sonrisa cargada de dobles intenciones––. Tengo ganas de ver la venganza que me tienes preparada. ––Morphos. Apunté directamente a su alianza, incrustada en su dedo. El anillo dorado se convirtió en una diminuta avispa marina, casi transparente, que rozando sus tentáculos contra la piel inyectó su veneno. En unos minutos le habría producido un paro cardiaco y la muerte si no se curaba. @
  18. Sísifo: Me aparecí en aquellas ruinas marinas. Encallado en un acantilado, el cementerio de un antiguo navío. La brisa removía mi cabello ferozmente. A pesar de la apariencia desoladora del lugar, la estructura se conservaba bastante bien, y no había peligro de derrumbes. La madera todavía no había sido estropeada por la humedad. El fuerte olor a salitre se adhería a cada centímetro de madera musgosa de aquel barco. Observé el mástil, largo, imponente, quebrado en la zona más alta, con restos de tela de una vela. Suspiré. Pese al frescor del clima de aquella zona, yo estaba acaloradísimo. El gesto de Leah antes de salir de aquel antro me había desquiciado. Contemplé aquel asta apuntando al cielo, sin poder evitar emitir una suave carcajada. Sabía que era casi imposible ganar aquel enfrentamiento, porque era nulo para el duelo, pero tenía que intentarlo y cobrar mi venganza. Vestía con sencillez. Una camisa negra, unos pantalones ajustados y unas botas militares. Las muñecas desnudas, sin relojes o pulseras para dar flexibilidad a mis movimientos de varita. Mis ojos grises absorbían el color del mar, el oleaje lento. Me coloqué en la popa, en la zona del timón, a esperar blandiendo la varita. Cuando Leah apareció mi mirada centelleó. ––Bueno... ¿estás lista para darme una paliza? ––inquirí, divertido–– ¡Incárcerus! Tres cuerdas emergieron de mi varita. Una ataría sus manos para impedirle apuntar con facilidad, otra su cuello para asfixiarla e imposibilitarle el habla, y la última, se enredaría entre sus piernas para hacerla caer de rodillas.
  19. Oniria: Cuando Arya se acomodó junto a mí, sentí que una herida se estaba sanando. Encajamos nuestros cuerpos. Ambos preservaban la memoria a la perfección. No me atreví a tocarla, simplemente me quedé congelada, mirándola con los ojos abiertos. Sentí cómo aquel color violeta se enfriaba, asomándose al abismo. Hundió su rostro en mi cuello. Sentí la presión de su nariz, aquel aliento cálido como la respiración de un animal dormido. ––Estoy contigo ––susurré–– y no tengo intención de dejar de estarlo... Prefería no hacer promesas de ningún tipo, porque conocía bien mi naturaleza y mis emociones, sabía lo cambiantes que eran, adónde podían conducirme. Pero en ese instante me sentía plena y no quería separarme de Arya, nunca, bajo ninguna circunstancia. Emitió sonidos que no logré distinguir. Su voz chocaba contra mi piel desintegrándose. Nuestro amor se prolongaba en aquella tormenta, en el color plomizo de las nubes descargando su angustia. La abracé, venciendo a las barreras del miedo, como si rozarla fuese una provocación a mis resistencias, mi penosa culpabilidad. Acaricié su nuca, su cabello mojado. Las gotas se adherían a mis dedos como si yo fuera el cauce de un río. Fluíamos, una a través de la otra, de nuevo. Y era bello. Aquella tristeza era extrañamente hermosa. @@Arya Macnair
  20. Oniria: ––Sé que no ––musité, sin dejar de sentirme culpable por mi prepotencia. Coloqué las manos en los hombros de Arya y apreté, sintiéndola muy real, caliente, orgánica. Apoyé el mentón sobre ellos, y mis párpados cayeron como dos pesadas losetas, exhaustas por la pelea––. Quiero que me dejes recuperar el tiempo perdido. Suspiré. Me deslicé. Mi cuerpo cayó sobre el suelo mojado emitiendo un sonido suave, como el de una hoja. El agua se estrellaba contra mi rostro, rebotando fríamente. Sentía que el tiempo se había ralentizado. "Arya, Arya... cómo podría perdonarme el daño que te he hecho." No era capaz de mirarla de nuevo. Aquel beso, tras nuestro enfrentamiento, había sido una catársis, me había aniquilado las fuerzas y la coherencia. La mente me daba vueltas. Parecía una marea enfurecida, la desintegración del oleaje. @@Arya Macnair
  21. Oniria: Ahora era yo la inmovilizada. El agua caía cada vez con más fuerza. Mi frente brillaba como salpicada de cristales. El cabello de Arya canalizaba las gotas, impregnadas de rabia. Parecía una cortina que nos ocultase del dolor del mundo. Apoyada sobre sus brazos, fue deslizándose sobre mí, hasta que nuestras narices chocaron. Contemplé sus ojos verdes, gélidos. Entreví en ellos la angustia, la añoranza, la contradicción. Me zafé de su agarre para sostenerla por los hombros. La miré un breve segundo que se alargó en el silencio, con los párpados abiertos. Y la besé. Podría abofetearme, insultarme por esto, pero en ese momento no encontraba otra salida posible. La transición entre ahorcarnos y adorarnos era un beso cargado de llanto. El cielo parecía lamentarse con nosotras. ––Te quiero. ––Alcancé a decir mientras la sangre descendía por mis mejillas mezclándose con las gotas. @@Arya Macnair
  22. Oniria: Me asestó el primer golpe. Apreté la mandíbula. Entrecerré los ojos para mirarla con enfado, cuando mi cigarro volaba por los aires para apagarse en el suelo húmedo. Se había atrevido a abofetearme. Aquello era rebajarme a la nada. Los magos no utilizamos la violencia física, era denigrante. Sentí un hilillo de sangre recorrer mi barbilla. De repente, el orgullo endureció mi corazón, disipando toda culpabilidad. Se abalanzó sobre mí y empezó a propinarme puñetazos contra la tripa. Mis músculos se tensaron, listos para la pelea, y mi mente se nubló para tratar de ignorar que mi rival se trataba de Arya, la persona a la que más había amado en toda mi vida. La sangre se inyectó en mis ojos, tiñéndolos de un rojo amenazador, y mis colmillos se afilaron asomando entre mis labios, brillando con la luz azulada de la tormenta. En uno de sus embistes, atrapé sus muñecas, la inmovilicé. Retorcí sus brazos hasta hacerla retroceder, para segundos después lanzarme sobre ella y tirarla al suelo. Estaba tumbada sobre ella y nuestros rojos reflejaban el odio y el amor. Me recordaba a mi lucha interna con Sísifo y comprendí que mi conexión con Arya era tan profunda como aquella. Bufé y cerré los dedos en torno a su cuello, escuchando cómo el oxígeno escapaba de sus pulmones. Sería hermoso que Arya muriese en mis manos, terriblemente trascendental. Mi cabeza se encontraba a centímetros de la suya. Nuestros ojos se encontraron, resplandecientes por las lágrimas, combatiéndome. La liberé, vencida por aquella mirada. ––Yo te sigo queriendo, maldita est.úpida. ––Espeté. @@Arya Macnair
  23. Oniria: Contemplé cómo Arya blandía su varita, apuntando hacia mi pecho, e imaginé cómo de sus labios emergía un Cruciatus. En sus ojos veía sus ganas de infligirme el mismo dolor que ella había padecido, y al mismo tiempo la imposibilidad de hacerlo. Los relámpagos rompieron el silencio como quien rasga el papel. ––Arya... -–Repetí, pero no pude seguir. No sabía. La miré a los ojos, percatándome por primera vez de que ya no eran azules. Aquello me impresionó. Cuando había llegado, ni siquiera había sido consciente de aquel cambio brutal. Mi cabeza la había evocado justo como cuando la abandoné, pero ahora, segundos más tarde, emergía ante mí tal cual era realmente, en este preciso instante. Fría como una ventisca siberiana. Guardó su varita. Suspiré. Yo no hubiera opuesto resistencia. Estaba convencida de que me merecía cualquier castigo, por duro que fuese. ––Volví porque... ––hice una breve pausa–– fue una estupidez huir, en primer lugar. Tuve miedo. Me desesperé. Quería morirme. No sé por qué reaccioné así. Así que desaparecí. Necesitaba respuestas. Me atreví a mirarla fijamente, chocando contra su rabia. Fue como golpearse contra un duro muro. Saqué un cigarro de la pitillera. En este momento cualquier cosa nociva sería como un bálsamo para mi conciencia. @@Arya Macnair
  24. Sísifo: Suspiré. Era una información que tendría que meditar durante años antes de asimilarla. Efectivamente, mi existencia no era fortuita, pero no por ello la sentí menos absurda. Al contrario, en ese instante me sentí como si fuese el títere de un mago demasiado ambicioso. Mi identidad, mis pensamientos... todo estaba condicionado. Oniria era la única que podía entender la magnitud de estas revelaciones, porque estaba tan implicada como yo. ––El Bien y el Mal... ¿no hay ningún tipo de indicación de a quién le toca cada parte? Estaba aterrorizado. Mi pesimismo me llevaba a tener la certeza de que yo era el poseedor de la oscuridad, aunque por otro lado mi relativismo moral batallase duramente contra aquellos dos conceptos. Oniria negó con la cabeza. Eterna incertidumbre. Leah se giró sobre sí misma para encajar con mi cuerpo y mirarme. Aquellos ojos me calmaron momentáneamente. ––Voy a irme. Necesito pensar. No os preocupéis ––me apresuré a añadir–– no estoy mal, pero tengo que reflexionar. Antes de levantarme besé a Leah con dulzura, y llevé mi mano hasta Oniria para apretar la suya en señal de agradecimiento. Después me vestí con tranquilidad, les dediqué una sonrisa amable y desaparecí por el marco de la puerta. @
  25. Oniria: Observé a Leah imitándome, con la ceja arqueada, riendo. Revolví su pelo como si fuese una niña pequeña. Si alguien viese a la chica en estas circunstancias, se quedaría impactado. El contraste con su presencia habitual, fría y serena, era abismal. Tragué saliva y crují el cuello, preparando el discurso. ––Bueno, hace dos años, empecé a tener algunos sueños... al principio no le di importancia, pero después de los sueños vinieron las voces, y creí que me estaba volviendo loca. Una cosa es soñar, y otra alucinar. Se convirtieron en pesadillas, recurrentes, siempre sobre lo mismo y en el mismo lugar, una cueva apartada del mundo. Me propuse encontrarla, porque tenía la certeza de que era real, y comprobar qué era lo que me enlazaba a ella. No me costó apenas ––hice una pausa, perdiendo la mirada en los muebles de la habitación–– supongo que era necesario que todo pasara de esa forma, que el propio desarrollo de los acontecimientos me llevó hasta allí. Sorprendentemente, la cueva no estaba protegida con ningún tipo de magia, o al menos yo no encontré obstáculo para adentrarme en ella. Hallé inscripciones, jeroglíficos, restos de una especie de culto religioso a la diosa Ammyt, y un libro de pergamino escrito en tres lenguas. Todas eran las pertenencias de un mago antiguo, un vampiro, que ya no existe, no físicamente. Pero existe en nosotros, y vive gracias a nosotros como una especie de bruma. No creo que su intención fuese más que perpetuarse, ser eterno pero sin la necesidad de experimentarlo en su propia piel. No tengo ni idea de cómo aparecimos, pero sí sé que fue por él. Y logré traducir algo sumamente interesante, o terrorífico: "en uno sembraré la semilla del Bien, y en otro la semilla del Mal, para que sean complementarios". Así que literalmente somos producto de la magia oscura de un hechicero antiguo que vendió su alma a una diosa, o así lo pinta su escritura mítica, y nos complementamos hasta el punto de necesitarnos. Se hizo el silencio. Apreté los dientes y bajé la mirada, antes de contemplar a Sísifo e intentar interpretar su expresión de desconcierto. Era mucha información que procesar. @

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.