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Mia Zoeh

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Mensajes publicados por Mia Zoeh

  1. También había recuperado mi ficha blanca, y había visto de reojo como Junny se posicionaba cerca de donde me encontraba, mientras que otro chico se encontraba sentado en otra de las máquinas. Tomé la ficha blanca, y tras pensarlo un poco, me cambié de máquina y volví a probar suerte. ¿Qué más podía perder? Mientras aquello no se volviese costumbre...

     

    -Vamos, pequeña, dame algo bueno...- pedí a la máquina, por más ilógico que aquello debía verse. Sonreí, y volteé buscando a un mozo con la mirada. Se me antojaba otro Martini.

     

    Tiré de la palanca, y observé cómo nuevamente los símbolos comenzaban a moverse en la pantalla delante de mí. Esperaba esta vez tener más suerte que en la participación anterior. Lancé una mirada rápida a los demás que tenía cerca, pero no lograba distinguir nada en sus máquinas. Tendría que esperar a que terminara la ronda para ver cómo les iba a los demás.

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  2. No estaba segura de cuántos juegos habrían pasado desde que mi acompañante y yo habíamos salido a dar un paseo por los alrededores del casino. Entré con una copa vacía en la mano; copa que había sabido contener Martini un buen rato antes. Justo cuando ingresé nuevamente al recinto, pude oír que estaban llamando para el juego de los tragamonedas nuevamente. Sonreí, y me acerqué a una de las máquinas que resplandecían, tironeando aún del brazo de mi acompañante aquella noche.

     

    Antes de tomar mi lugar en uno de los altos taburetes frente a una de las máquinas, me acerqué a la mujer que estaba llamando para el juego, y le entregué una ficha blanca que saqué de mi bolso. -Una máquina, por favor.- le dije al tiempo que depositaba la ficha en su mano y la dejaba guiarme hacia mi lugar.

     

    Esperaba tener un poco más de suerte aquella vez. ¿Quién sabía? Quizás hasta podría irme bien en aquel juego. Sonreí, y bajé la palanca de mi máquina, observando como todos los dibujos en la brillante pantalla comenzaban a cambiar delante de mí.

    • Me gusta 2
  3. Y, finalmente, entre el silencio que se había generado de repente entre los presentes reunidos alrededor del enorme hueco de origen aún desconocido, habló el único de los presentes que aún no había emitido opinión, pero que yo sabía había estado prestando atención a cada movimiento y detalle de todos. Seguía de cuclillas a la orilla del hueco, intentando iluminar algo dentro, pero nada que pudiese revelar alguna pista sobre el origen de aquel hueco parecía haber por allí.

     

    Me incorporé, escuchando que nos iban a dejar a los nuevos trabajar, para que pudiésemos practicar un poco. Tragué saliva, y susurré Nox para apagar la luz de la punta de mi varita. Sin embargo, mis nervios se disiparon cuando oí la palabra "maldición". Hacía nada había obtenido mi conocimiento en esa área, y estaba deseosa de poner a prueba lo que había aprendido en el Ateneo.

     

    Sonreí, y di un paso al frente. -¿Entraremos en el hueco, o mejor primero buscamos rastros de qué pudo haber causado ésto en los alrededores?- pregunté, pasando mi mirada por todos los presentes; esperando que alguien me siguiese. Lancé una rápida mirada a lo que nos rodeaba: maleza, plantas, el muro... Nada se veía sospechoso, pero nunca se sabía.

     

    @@Matt Blackner @Amya_An

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  4. Escuché atentamente las palabras de mi acompañante; de aquella chica algunas veces rubia que estaba comenzando a caerme muy bien. Comía de mi pizza en silencio, sin perderle atención a lo que decía. Podía identificar algunas de las cosas que ella mencionaba respecto a su padre en base a algunas cosas que los muggles me habían enseñado, aunque nunca había sido de interesarme en ángeles, demonios ni todos esos seres que las religiones parecen manejar mucho.

     

    Bebí un sorbo de la bebida que tenía enfrente y seguí escuchando sus palabras. ¡Vaya historia tenía aquella chica para contar! Le sonreí cuando terminó, aunque ahora había recibido la pregunta de vuelta y me tocaba a mí contar sobre mi familia.

     

    -Bueno... Tengo muchas familias, por decir algo.- comencé, e intenté explicarme para que no sonara más raro de lo que ya lo hacía. -Pues bien; mi madre es bruja, y no conozco a mi padre. Sólo sé que es de apellido Targaryen, por eso lo he heredado yo. Sin embargo, por cuestiones que no conozco demasiado, fui dejada en un orfanato muggle cuando tenía apenas unos días de nacida. A los cuatro años, un matrimonio de inmigrantes griegos que ya tenían dos hijos algo mayores que yo, me adoptaron. Ellos fueron mi familia hasta los dieciséis años, aunque a día de hoy sigo viéndolos como quienes me criaron; y no es raro que me dirija a ellos como mis padres. Para mí es lo que son.- bebí algo de refresco para evitar que se me secase la boca y seguí. -A los dieciséis, ya estudiando en Hogwarts, averigüe quién era mi madre biológica, y me vine a Ottery a buscarla. En lo que me comunicaba con ella, un hombre muy gentil de apellido Hawthorne me abrió las puertas de su mansión, por lo que me quedé una temporada con él. Adopté su apellido también, así que es mi padre adoptivo de alguna forma.- sonreí y me encogí de hombros, como si estuviese dando un motivo. -Y luego, al hallar a mi madre y comunicarme con ella, me vine definitivamente a Ottery, al castillo de la familia, junto a todos mis hermanos sanguíneos. Aún así, visito a mis padres muggles cada vez que puedo, así que en realidad, tengo más de una familia, si se quiere.- finalicé, y tomé un nuevo trozo de pizza.

     

    -Espero no haberte aburrido demasiado con mi historia...- me sonrojé ante la idea de haber hablado demasiado. Era uno de mis principales defectos; podía hablar por horas sin cansarme y sin saber si a la otra persona le estaba interesando lo que tuviese para decir.

     

    @@Susan V. Goldstein (Lo siento la tardanza; entre bloqueo de escritor y Facultad, casi que no tengo tiempo de venir a rolear.)

  5. Escuché el comentario de la Rambaldi, quien había estado callada unos cuantos minutos, y le lancé una mirada fulminante. Sí sabía usar magia, pero ¿y qué? Moviendo a Sagitas sin magia me aseguraba de no lastimarla más de lo que ya pudiese haberlo estado. Por suerte, no pasaría de un par de moretones durante unos días en el lugar del golpe, pero podría haber sido peor.

     

    La chica que se había llevado a los niños parecía haberse quedado con ellos allá dentro de la guardería. ¿Qué estaba haciendo con ellos? Me concentré nuevamente en el agujero, iluminándolo con mi varita al igual que Sagitas. Seguía apoyando su idea de bajar, aunque los demás no parecían demasiado dispuestos a meterse allí.

     

    -Sigo insistiendo en que deberíamos entrar.- dije seriamente, pasando la mirada de uno a otro de los miembros que quedaban allí de pie pertenecientes al departamento. ¿O pensaban quedarse allí parados analizando desde afuera el agujero? -O si no, ¿cómo obtendremos mejores referencias sobre lo que lo ha ocasionado?- insistí. No tendría problemas en ir primera, pero tampoco quería hacerlo si lo consideraban peligroso o inapropiado; a fin de cuentas, ellos llevaban más tiempo que yo haciendo ese trabajo.

     

    Me coloqué de cuclillas junto al agujero, y metí la cabeza dentro. No podía ver nada, ni siquiera iluminando con la varita. Tenía que haber algo más que se nos estuviese escapando de las manos; pero ¿qué era eso?

  6. El juego había terminado oficialmente, al igual que mi segunda copa de martini. Se nos trajo la tercera; yo aún sentía que podía seguir bebiendo un buen rato más; ni siquiera estaba comenzando a sentir los efectos del alcohol en mi cuerpo. Probablemente había una jaqueca esperándome la mañana siguiente, pero ¿a quién le importaba el futuro? Los muggles habían inventado algo llamado Paracetamol, y solía ser más que efectivo para esas cosas. Si no, siempre podría utilizar algo de magia.

     

    Tan metida en mis pensamientos estaba que el roce de la mano del castaño me tomó por sorpresa, haciéndome sobresaltar levemente. La tomé, y pude notar que la delicadeza era la misma que cuando me había saludado. Le sonreí, y me bajé del taburete, parándome a su lado y comenzando a caminar. Pasamos por entre la gente, que estaba tan metida en sus juegos que ni nos notó. Lo prefería así; tampoco quería que llamáramos la atención de toda la Orden.

     

    -Estoy tranquila.- le dije. -En realidad, no podría estarlo más.- afirmé, mirándolo y bebiendo de mi copa de martini.

     

    La noche que nos aguardaba afuera era magnífica. Dejamos atrás el casino y el ruido de la gente y las máquinas para adentrarnos en el silencio y la tranquilidad de la hermosa noche de verano que parecía estar esperando por nosotros. Aún seguía tomando la mano del Stark, aunque no había fuerza alguna en el agarre. Su pulgar se paseó por el dorso de mi mano antes de soltarla. Miré atrás un segundo; habíamos caminado bastante. Ya el ruido del casino no se oía, y podían verse a lo lejos las luces de éste.

     

    Miré a Kritzai y sonreí, escuchando lo que tenía para decir. Elevé mi copa al mismo tiempo que él, y la choqué suavemente con la mía a modo de brindis. Di el último sorbo al martini, y bajé la copa vacía. -¿Sabes? Aún tengo la sensación de que va a matarnos si descubre que nos hemos ido juntos.- le dije, mordiéndome el labio inferior y lanzando una rápida mirada hacia la puerta lejana del casino. Esperaba que mi madre estuviese lo suficientemente ocupada como para no darse cuenta de que ni Kritzai ni yo estábamos por allí dentro.

     

    Regresé la mirada al castaño, y di un paso hacia él. -Tienes razón. Quizás éste pueda ser el comienzo de una gran amistad... U otra cosa.- afirmé, susurrando la última parte. Miré al cielo estrellado; estaba hermoso para quedarnos afuera hasta el amanecer.

     

    -¿Caminamos? ¿O prefieres que nos sentemos por aquí a charlar?- le pregunté, esperando su reacción. Tomé mi mano, cruzándolas delante de mí. Realmente me gustaba estar allí y tener esa compañía inmejorable.

     

    @Kritzai

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  7. -¡Lumos!- dije nuevamente, viendo cómo mi varita volvía a iluminarse y me acerqué, de nuevo, a la orilla del agua, asegurándome de no tocarla. Me parecía haber percibido movimiento bajo el agua, pero quizás sólo eran más ramas que estaban esperando a que alguna de nosotras tocase el agua para sumergirnos hacia aquella oscuridad absoluta que se veía no demasiado lejos en el fondo. Miré nuevamente hacia donde el árbol blanco se encontraba y pude ver a una figura emerger del agua de una forma bastante antinatural. ¿Sería Pik?

     

    -¡Pik!- grité, pero no se volteó a mirarme. Quizás sí era él, pero la pregunta allí era, más bien, ¿cómo íbamos a llegar hasta allí? Comencé a analizar las distintas formas; a nado era imposible. Miré a mis alrededores y no vi ninguna forma de bordear el agua. Había que, sí o sí, atravesar aquella inmensidad. Pero ¿cómo?

     

    Tan pensativa estaba, que casi no noté cómo la ropa parecía ceñirse alrededor de mi cuerpo, cada vez más. Sentía la tela más y más pegada a mi piel, y cuando se me dio por mirar hacia mis tobillos, vi unas ramas comenzando a enredarse en mis piernas, y comenzando a subir por ellas.

     

    -¡Diffindo!- exclamé, apuntándoles con mi varita, y ambas ramas se cortaron como si una tijera mágica las hubiese seccionado en dos. Me alejé de la orilla, o al menos eso intenté, ya que no había notado que una gruesa rama estaba acercándose peligrosamente a mi cintura. La misma se enroscó a mi alrededor, y me elevó en el aire. Comencé a gritar, y miré a mi compañera en busca de ayuda.

     

    -¡Mía! ¡Ayuda, por favor!- le supliqué, rezando para que mi próxima parada no fuese el fondo de aquel lago. Tragué saliva y cerré los ojos, preparándome para el momento en el que la oscuridad comenzara a rodearme. Esperaba que mi compañera pudiese hacer algo por mí.

  8. Permanecí allí, mirándolo, sentada en mi taburete. Me parecía un buen lugar, ya que podíamos hablar con tranquilidad y sin tener que elevar demasiado la voz. Di un trago al Martini, observando atentamente el perfil del castaño que parecía muy concentrado en el juego. Yo, sin embargo, sabía que no lo estaba; no del todo al menos. Pude ve su movimiento para aflojarse la corbata, y bebí de nuevo de mi Martini. ¿Se habría dado cuenta de que estaba mirándolo cuando lo hizo?

     

    -¿Ah, sí? Con que serás mi sombra entonces...- le dije entre risas, con aire de genuina sorpresa. Removí un poco el Martini dentro de la copa, sin quitarle la mirada de encima. -Oh, vaya... ¿Y eso?- respondí, inclinándome hacia él y apoyando la cabeza en mi mano. Le sonreí, y cuando me guiñó el ojo, sentí que volvía a sonrojarme.

     

    -Acepto; sería grandioso.- dije respecto a su invitación a cenar. La noche aún era joven, y podría durar muchas horas más. Iba a esforzarme por eso.

     

    @Kritzai

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  9. Nunca había ido a un casino en mi vida, y en ese momento me estaba preguntando seriamente el porqué. Estaba teniendo una noche maravillosa; no podría estar pasándolo mejor. Miré de reojo a Kritzai para observar cómo iba y qué estaba haciendo, y cuando sentí que iba a girar la cabeza hacia mí, volví la vista a la máquina que tenía enfrente, pero sonreí de lado al sentir su mirada en mi rostro de perfil. Di un trago a mi Martini, observando cómo ya no le quedaba demasiado.

     

    -Yo tampoco lo sé, pero la vedad, no tengo idea de por qué no lo había hecho antes.- le dije entre risas, mirando de reojo a la máquina en la que estaba jugando. Había vuelto la vista hacia el castaño por un momento para poder responderle. Era la verdad; no sabía por qué no lo había hecho antes. Me encantaba; me lo estaba pasando genial.

     

    Kritzai y yo estábamos bastante cerca sentados uno del otro ya que las máquinas se encontraban ubicadas casi pegadas una a la otra, por lo que podíamos charlar tranquilamente sin necesidad de gritarnos de una punta a la otra. Sin embargo, no me esperaba esa pregunta del castaño. Sentí que me subía el calor por la cara, ¿era a causa del alcohol del martini o por la pregunta en sí? Bebí lo que quedaba de Martini de un solo trago, y dejé mi copa vacía junto a mí.

     

    -La verdad es que no estoy saliendo con nadie, no...- le respondí, observándolo fijamente. -¿Qué hay de ti?- regresé la pregunta. Sabía que su intención no había sido generar una situación incómoda, pero en el momento en que me había preguntado si estaba saliendo con alguien, no pude reprimir la idea de que a mi madre no iba a hacerle nada de gracia todo aquello. Pero ¿qué importaba?

     

    -Y sí, adivinas; soy miembro de la Orden hace ya un tiempo.- le confirmé. Él era aspirante, así que le sonreí y en un gesto totalmente inconsciente, toqué su brazo con mi mano. -Espero verte en las filas del bando muy pronto.- le expresé, acercándome un poco a él para decírselo en voz baja.

     

    En ese momento, que para mí fue de unos cuantos minutos, apareció Romina, quien había llamado anteriormente para las máquinas, y me entregó una ficha blanca en mano. Casi no intercambió diálogo con ninguno de nosotros, y se dirigió donde mi madre a entregarle su premio. Un camarero apareció detrás de ella, y antes de que pudiese pedir algo, el castaño se me adelantó. Le sonreí en complicidad; yo iba a pedir exactamente lo mismo.

     

    -Felicidades a ti también.- le dije y me reí, refiriéndome a las fichas que acababan de entregarle. El camarero vino con nuestras bebidas, así que sostuve la mía en una mano y me giré hacia el castaño, cruzando una pierna sobre la otra. Escuchaba la música bastante animada que sonaba de fondo en todo el lugar; esperaba que fuese una larga noche.

     

    @Kritzai

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  10. Alessandra se había alejado completamente de la vista de ambos, y ahora me encontraba frente a frente con el castaño, en una situación cuyo ambiente podía cortarse con cuchillas. Tragué saliva; ¿cómo se seguían las conversaciones así? Me tranquilizaba sólo un poco saber que Kritzai parecía igual de incómodo que yo, así que me sentí menos sola en aquél momento. Solía tener un buen control de mí en las situaciones de estrés, pero aquella noche todo había ocurrido tan rápido, que me había quedado simplemente en blanco.

     

    -La verdad es que no...- le respondí, aunque ya mi expresión delataba que, en efecto, no tenía idea e que hubiese tenido algo con mi madre alguna vez; y menos aún, que fuese el padre de una de mis hermanas.

     

    Nuestras bebidas llegaron, y yo agradecí a quien las trajo. Di un trago al Martini, sintiendo su sabor bastante particular en mi boca. Mi acompañante se levantó, y tomando mi mano, comenzamos a caminar hacia la mesa de póker. Yo jamás había jugado, pero podía aprender rápido. íbamos charlando mientras caminábamos, y su pregunta regresó la incomodidad entre ambos. -Eh... Sí, soy hija sanguínea de Alessandra. Una historia algo larga, la verdad.- contesté y me reí, intentando hacer de eso algo menos incómodo de lo que ya era.

     

    Sin embargo, una voz llamó para las máquinas tragamonedas, y hacía allá nos dirigimos el castaño y yo, cada uno con su Martini en la mano. Podía ser una buena noche después de todo.

     

    Entregué una ficha roja a la chica vestida de azul a la que conocía. Le sonreí, y me acerqué a saludarla. -¡Romina! ¡Vaya elegancia!- alabé su vestuario al tiempo que ella tomaba la ficha que le estaba ofreciendo para poder jugar. Kritzai ya se había posicionado en una de las máquinas, y cuando me acerqué a donde estaba, se acercó a mi vaso de Martini y bebió un trago. Se disculpó diciendo que se había equivocado de bebida, y yo sonreí ante su juego. Le guiñé un ojo, afirmándole que no pasaba nada y me dispuse a jugar en la máquina contigua.

     

    @ @

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  11. Alessandra se había golpeado la mano cuando había intentando hacerse la ofendida. Contuve la risa; no quería ganarme un golpe aquella noche; y sabía que a la Gryffindor le importaría un bledo que hubiese más gente alrededor. La noté incómoda con la presencia del joven que acababa de aparecer a nuestro lado, y cuando me explicó que era el padre de mi hermana, no pude evitar fulminarlo con la mirada. ¿Qué clase de dilema familiar era ese?

     

    Aquello que hubiese habido entre ellos no había terminado bien, y entendía por qué nunca había oído hablar del joven. Tuve que volverlo a mirar, y comencé a levantarme de la silla para ir al póker bajo la mirada de mi madre. -Mamá, ¿de verdad no vendrás?- le pregunté cuando me besó la coronilla y comenzó a alejarse. Sentía que debía irme con ella, pero ya se había alejado lo suficiente como para perderse entre la multitud.

     

    Volví la vista al joven. -Bien, creo que sería mejor que pidiésemos algo para beber, ¿no?- le dije, viendo cómo se sentaba en la mesa que la rubia acababa de dejar. -Un Martini está bien para mí, gracias.- le sonreí.

     

    @ @Kritzai

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  12. El joven que acababa de acercarse a nosotras se acercó y tomó mi mano con una suavidad indescriptible. Sus labios rozaron el dorso, y yo no pude evitar sonrojarme. Esperaba no se diese cuenta de que tenía las mejillas color rojo tomate. Sentía la atenta mirada de Alessandra; sabía cómo se ponía en esas situaciones, y sonreí brevemente imaginando todas las posibles reacciones que podría tener en ese momento. El chico, que se había presentado como Kritzai, soltó mi mano, y parecía estar esperando la reacción de mi madre.

     

    -Alessandra es mi madre, Kritzai.- le expliqué cuando él preguntó qué éramos. -¿Ustedes ya se conocen?- pregunté con real curiosidad. ¿Por qué nunca lo había visto por ahí?

     

    -Claro; juguemos póker.- acepté, sonriendo, pero aún así no me moví. No quería dejar sola a mi madre allí, pero el bingo parecía estar en un receso, así que tendríamos tiempo para unas partidas al póker. -Aunque si quieres unirte a nosotras y tomar algo, no creo que haya problema.- le ofrecí, mirando a la Gryffindor, esperando su reacción.

     

    @Kritzai

  13. Me reí junto a mi madre cuando hizo el comentario de la comida a Arya, quien nos había entregado un cartón a cada una. El bingo comenzó, y yo marcaba números en mi cartón, aunque aún me faltaban algunos para poder gritar Bingo. Sin embargo, cuando estaba a un par de números de la victoria, mi madre dijo aquella palabra que todos estábamos esperando oír en voz alta. La observé, haciéndole un puchero en broma, y le sonreí.

     

    -Menos mal que no se te daban bien estos juegos, mamá...- le dije en tono jocoso, haciendo referencia a su anterior comentario sobre su suerte y el azar. -Felicidades; íbamos casi empatadas.- le dije, enseñándole mi cartón con algunos números tachados.

     

    En eso estábamos cuando un chico de cabello castaño y bastante alto se acercó a nuestra mesa. No pude evitar observarlo; estaba vestido de forma muy elegante, y llamaba en cierto modo la atención, por más de que todos allí íbamos arreglados y bien vestidos. Saludó a la Gryffindor como si la conociese de mucho tiempo atrás y se dirigió a mí luego.

     

    -Un placer, Kritzai. Soy Mía.- respondí a su presentación y sonreí.

     

    @ @Kritzai

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  14. Mía Zoeh Targaryen

    Dueña del local

     

    La petición de Darius me hizo palidecer, pero tenía razón. Éramos los dueños; nos tocaba bailar juntos. Miré a mi acompañante y tragué saliva. Nos veíamos como una pareja totalmente dispareja; yo con mi metro ochenta y un par de tacones que me agregaban algunos más me veía bastante más alta que el chico, que era considerablemente más bajito que yo. Pero tocaba hacer lo que teníamos que hacer, y eso implicaba bailar juntos.

     

    Tomé la mano del joven, sintiendo el calor subir por mi cuello y mi cara. Trágame tierra, pensé, mientras me desplazaba hacia el centro de la pista bajo la atenta mirada de todos los presentes, quienes aplaudían y silbaban. Sentía mi mano temblar encima de la del chico, pero intenté mantener la compostura. La música se había detenido un momento en lo que nos posicionábamos al centro de la pista, y aún sosteniendo la mano de Darius, me volteé para enfrentarlo. Coloqué mi mano en su hombro y sentí un escalofrío recorriéndome la espalda cuando él posicionó su mano en mi cintura. Me aclaré la garganta y sonreí; con un poco de suerte, eso iba a ocurrir sólo una vez.

     

    Un vals comenzó a sonar; era el típico baile de salón que todas las parejas elegían bailar. Ante la mirada de todos, mi acompañante y yo comenzamos a desplazarnos por la pista de baile con mucha gracia, como si hubiésemos ensayado aquel momento varias veces antes. Intentaba no bajar la mirada al piso, aunque tuviese que hacerlo un poco para poder sostenerle la mirada, y rezaba mentalmente que no me pisase. Un giro, y su mano de nuevo en mi cintura.

     

    Más pasos hacia los lados, más giros, alejamientos para volvernos a acercar y finalmente, aquella música que estaba comenzando a sentirse eternamente larga, finalizó. Un último giro y terminamos en la misma figura en la que habíamos comenzado. Todos aplaudieron. Me volví a alejar del mago, le hice una reverencia a forma de saludo y me volteé a saludar al público, entre risas. Ya se había terminado aquello.

     

    Luego del improvisado baile, pude regresar mi mente a los asuntos pertinentes. ¿Qué hacía Alba por allí? ¿Y si era asunto de trabajo, por qué estaba ella sola? Tenía un presentimiento extraño, pero no iba a dirigirme más a Darius. Si algo sucedía, pediría Veritaserum. Estaba más que decidido. Vi por el rabillo del ojo como Alegna había ido a sentarse al oasis, y luego como Albus salía detrás de ella. Un nudo se hizo en mi estómago, pero ¿por qué? ¿Celos?

     

    Sacudí un poco la cabeza para apartar ese pensamiento de mi mente, y decidí acercarme a la barra, donde Alba estaba bebiendo algo sin alcohol. Decidí sacarle conversación, y si estaba allí por trabajo, ver en qué podía ayudarle.

     

    -¿Está todo bien, Alba?- le pregunté cuando llegué a su lado. Me senté en uno de los taburetes, cruzando una pierna por encima de la otra. Maldije por un segundo los vestidos cortos; no estaban hechos para los taburetes altos, definitivamente.

     

    @@Alba Ryddleturn

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  15. Le sonreí con ternura a aquella mujer que tenía un parecido físico más que evidente conmigo... O lo había tenido, al menos, en uno de sus mejores días. Me senté a su lado, y no pude reprimir la risa como hizo ella cuando mencionó que había ido por único pedido de mi abuela Kyttara. Sabía cómo podía llegar a ser esa mujer, pero me alegraba tenerla allí.

     

    La voz que anunciaba el inicio del Bingo de la noche me hizo desviar mi atención del rostro de mi madre hacia la sala que se acababa de abrir, dando la bienvenida a todos los presentes. Me aseguré de tener mis fichas, de que la Gryffindor tuviese las suyas, y aún tomadas de la mano, la dejé que me guiase hacia la sala.

     

    Mi madre pidió los cartones, aunque yo pagué el mío. La guié a una mesa vacía, para dos personas, donde podríamos sentarnos juntas. -¿Lista para ganar algo de dinero, mamá?- le pregunté, con una sonrisa de lado, y esperé a que el juego comenzara.

     

    @ @

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  16. Una voz más que conocida me hizo voltearme, y la mirada de mi madre era difícil de descifrar. Me miraba con una ceja enarcada, y no lograba saber si era de sorpresa o de consternación. Me acerqué a saludarla; se veía preciosa con aquel vestido y su piel lucía bastante más saludable, aunque al acercarme me pude dar cuenta de que era simple rubor aplicado estratégicamente. La saludé con un abrazo y un beso en la mejilla.

     

    -Tranquila, mamá. Sabes que tengo buen autocontrol.- le dije, y le guiñé uno de mis ojos azules para que se quedase tranquila. Le sonreí, tomando su mano y llevándola conmigo para uno de los asientos de por allí. Aún seguía llegando gente; tendríamos algo de tiempo para conversar antes de que lo bueno de la noche comenzara.

     

    -Además, vine por el evento social en sí, no por los juegos.- continué, una vez la senté a ella y me ubiqué a su lado. -¿Qué haces tú aquí? ¿Estás segura de que estás en condiciones de venir?- le pregunté, frunciendo un poco el ceño. Sabía de su estado y cómo se sentía, por lo que no había esperado nunca verla allí.

     

    @

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  17. Mía Zoeh Targaryen

    Dueña del local

    Con @ y @Kira~

     

    Miré al joven que se encontraba junto al otro propietario, a quien por algún motivo no había notado antes, y me disculpé con él por no saludarlo como correspondía. ¿No era el mismo chico que estaba en la biblioteca cuando casi había muerto a manos de los fantasmas del psicópata de mi socio? Le estreché la mano, y regresé mi mirada a Darius, quien parecía dispuesto a hacerme quedar mal.

     

    -Escuche, señor,- comencé a decirle, aunque me molestaba un poco tener que llamar "señor" a un chico tres años menos que yo. -ésta es probablemente la noche más importante para el negocio; no sólo para mí; para usted también. No olvide que las ganancias son de ambos.- le dije, acercándome a él para que nadie más pudiese oírnos. Él parecía defenderse calmadamente, pero pude distinguir un pequeño dejo de nerviosismo, y una gota de sudor que comenzó a resbalarle por la frente lo delató.

     

    -No quiero amenazarlo ni armar un escándalo; no quiero que el negocio sea conocido por eso.- le aclaré, alejándome un poco de él, pero no lo suficiente como para tener que gritarle. -No sé lo que esté escondiendo ni si tiene algo que ocultar, sólo le digo una cosa: No quiero problemas esta noche ni a largo plazo. Ésta fue la inversión de mi vida, porque no a todos nos caen las cosas del cielo como a usted.- enfaticé el "usted", para resaltar que, ante todo, estaba tratándolo con más respeto del que, por mi parte, merecía. -Quizás usted no esté feliz con la sociedad. Yo tampoco lo estoy. Pero si usted convive pacíficamente conmigo, yo también lo haré con usted. Y si usted tiene problemas de los que yo no sé nada, agradezco no me los comunique, ya que no quiero convertirme en cómplice ante los ojos de un tribunal.- le pedí. Era la verdad; sus asuntos prefería que se quedasen siendo de él. Si debía enfrentarme al Veritaserum algún día, quería asegurarme de no saber nada de nada en la realidad.

     

    -Y ahora, sin ánimos de ocasionar una pelea, lo invito a que se una al resto de invitados...- le dije en voz alta, notando que el reportero y el fotógrafo se acercaban a nosotros. Sonreí, y recibí el escueto abrazo de mi socio. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para reprimir la mueca al sentir su beso en la mejilla. Tragué saliva; no lo iba a dejar perjudicarme aquella noche. -Señor Darius...- respondí ante su mención de mi apellido y lo observé alejarse, no sin antes preguntarme qué era aquella cosa que había visto arder por un segundo ante él. Si algo estaba tramando, me iba a asegurar de frustrarlo.

     

    Miré al joven que aún seguía allí. -Disculpe todo esto, joven; ¿por qué no sigue disfrutando de la música? ¿Quiere algo para beber?- le pregunté.

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