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Después de la reunión familiar (?)
Sacó la cabeza del pensadero, sosteniéndola con ambas manos. Había pasado más tiempo de la cuenta analizando sus recuerdos, particularmente, aquellos que lo remitían a Nueva Orleans, en 2009. Aquellas fatídicas vacaciones eran la principal razón por la que evitaba visitar suelo americano desde hacía años.Apoyó los codos sobre el lavabo de su baño personal. El rostro que le devolvía la mirada, estaba un poco más cuidado que la última ocasión. Aún con la cabellera que alcanzaba sus hombros, y la barba de varios días, seguía pareciendo un joven mago. El continuo uso de las Artes Oscuras ya no le estaba pasando factura como al inicio. Parpadeó un par de veces, analizando su atuendo; al menos no llevaba pijama como la última vez.
Echó un vistazo a través de la ventana de su habitación. Los jardines parecían pacíficos, inclusive durante la tarde, cuando al sol aún le faltaban horas para ocultarse. Se colocó los lentes para apreciar mejor la vista de los terrenos familiares; el grifo, Grand Marnier, se encontraba descansando sobre sus cuatro patas a un par de metros del cementerio.
No había tenido la oportunidad de convivir con la criatura desde su llegada a la casona, por lo que vio la oportunidad perfecta para hacerlo. Consiguió abrir la ventana, y tomó asiento sobre el marco de ésta. Las alturas no le causaban vértigo, aún estando en el tercer piso. Empuñando su varita, se acercó un pedazo de pergamino y una pluma de faisán. Apoyando el papel en sus piernas, comenzó a escribir.
Estimado Matthew:
¿Cómo estás? Espero que bien después de la última paliza que hubo en el castillo Triviani. Demostraste una pericia que no siempre es vista en tierras británicas. Por este presente, te invito a visitarme en la mansión Black Lestrange, donde quizá podemos poner en práctica ese potencial.
Saludos cordiales,
E. A. B. L.
Hechizó la misiva para que se convirtiera en un avioncito de papel, que salió disparado a su destino. Como era clásico del castaño, el memorándum picaría a la persona a la que estaba dirigida hasta que decidiera abrir el mensaje. Guardó la varita en el bolsillo de los jeans azules que traía, y extrajo un peculiar objeto del mismo.
Apoyándose del marco de la ventana, se dejó caer al césped. Como llevaba el amuleto volador en la mano, no fue un impacto directo, sino que, más bien, descendió con gran lentitud. Algo irónico, considerando que su calzado le permitía alcanzar altas velocidades. Depositó su mano izquierda sobre el césped, como apreciando el contacto con el crecimiento arbóreo. Mientras esperaba una respuesta a su invitación, se encaminó hacia dónde estaba el grifo.
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Le impresionó sentir el peso de la mano de Evedhiel sobre su pecho, más aún cuando se valió de uno de sus dedos para trazar un espacio en dónde debía ir el bolsillo. Se sentía como un nervio superficial, sensible a cualquier impulso; no había permitido que alguien ocupara su espacio vital tan de cerca desde hacía años, pero no era un hecho que le molestaba. Se mantuvo impasible, aunque supuso que sus ojos lo delatarían.
Comenzaba a pensar que aquel rubo en las mejillas de la chica no tenían su origen en el consumo del alcohol, pues no habían hecho más que acentuarse conforme avanzaba la conversación.
Su invitación, para su gran sorpresa, había sido aceptada. Normalmente, casi nadie accedía a visitar otro lugar con un extraño o un conocido a medias, menos por su apariencia severa que le confería más bien el aspecto de un antiguo profesor en Hogwarts. Hurgó entre los bolsillos de la gabardina para buscar un par de galeones más que dejar a manera de propina. Mulpepper no se la merecía del todo, habiendo hecho la de cantinero insufrible.
Recogiendo su prenda del respaldo del taburete, le dedicó una sonrisa a manera de burla por el acontecimiento que los había hecho conocerse. Depositó el metal sobre la barra, asegurándose de que éste hiciera el suficiente sonido para que el dueño del local entendiera que por fin habían decidido marcharse. Se situó a un lado de la puerta de entrada, abriéndola para permitir que la ojiazul saliera primero. Una vez que ambos se encontraron en la adoquinada avenida, inmediatamente vinieron a su mente los hechizos impermeables.
La lluvia cubría las micas de sus gafas, por lo que la visibilidad no sería un factor que le ayudara en la victoria. Se pasó la mano sobre las mismas, en un vano intento por aclarar su visión. No se había abotonado la gabardina, pues le agradaba la reacción ondulatoria que ésta exhibía cuando se encontraba sujeta a altas velocidades.
Adoptó una postura como de jugador de quidditch, listo para abandonar tierra, a manera de esperar por la señal que daría pie al recorrido. Se preguntaba cuál sería su siguiente destino.
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El Vigilante puso una cara de sorpresa al escuchar las nuevas órdenes de su empleador, como si él hubiese esperado que la próxima ocasión que la Triviani apareciera, tuviera libertad de pedirle que abandonara el local por cualquier medio posible. Sin embargo, se limitó a asentir con la cabeza, sin emitir gran cosa. Dio la espalda a la puerta, colocándose unos lentes color naranja que desentonaban con su vestimenta oscura.
Bastante cerca estuvo de abrir la botella del tinto, cuando escuchó a la gitana sugerir otro tipo de bebida. Quizá estaba ahí para beberse toda la cava (?), pero por ser ella, haría una excepción de abrir alguno de los recipientes. La condujo a lo largo de la sala, sorteando los estandartes que reposaban sobre el suelo, y se movieron con suavidad al pasar el castaño utilizando sus botas de siete leguas.
Con un ligero movimiento de su varita, iluminó la amplia hilera de lámparas de araña que recorrían la sala de partidas públicas. Todo estaba prácticamente intacto, por lo que algunas de las mesas aún tenían una cubierta de plástico, o bien, se encontraban dentro de contenedores de madera. Las barras de aperitivos, a ambos lados, por otra parte, ya estaban en total funcionamiento.
Dedicó una mirada a la Triviani mientras lo alcanzaba, con ambos ojos, porque sí, los conservaba (?). Colocó dos caballitos sobre la superficie de roble. Le encontró un lugar a la botella de vino añeja mientras hurgaba entre las otras bebidas, las cuales se apilaban sobre una cava con bandejas.
Sustrajo la botella de contenido transparente, casi como el vodka y, valiéndose de sus dedos para abrir con mayor rapidez el envase, sirvió la misma cantidad, tres cuartos del vaso, para cada uno.
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-¡Wow, muchas gracias! -tomó el paquete de banditas que le ofrecía la joven. -En otras circunstancias, no habría prometido nada. Pero, dada la naturaleza de mi empleo actual, he aprendido a ser más cauto. Lograré sobrevivir hasta llegar al área de maternidad. -guardó el contenedor en uno de los bolsillos de la gabardina que reposaba en el taburete. -Qué interesante diseño, pero dudo mucho que a los pequeños les gusten las arañas.
Resultaba irónico, pues en su niñez sí que le había temido a los arácnidos. No recordaba aún el momento en el que había dejado de hacerlo. Todo el tema del riesgo que habían corrido los funcionarios ministeriales en la mansión, quedó reducido a una mofa entre ambos sobre su propia suerte. Miró ambos perfiles de Evedhiel, como buscando algo, mientras ella extendía la mano en son de burla.
-No encontré ningún espacio donde atarte como un amuleto colgante, así que lo más seguro es que deba reducirte utilizando magia.
Mostró una expresión de tristeza, para luego echarse a reír. Era increíble cómo cualquier situación, por más seria que fuera, pudieran convertirla en algo más ameno. Su mirada rehuía a los ojos del castaño, como evitando mirarlo fijamente. Esperaba que no la estuviera intimidando, pues el tono de sus ojos se prestaba a ello en algunas ocasiones. O quizá era que la cerveza haciendo de las suyas. Negó con la cabeza, dedicándole una tenue sonrisa al verla colocarse un mechón de cabello tras la oreja.
-¿De verdad? Pensé que era el único que recién había descubierto a dónde lo llevan sus orígenes. -comentó, interesado por la historia de la Yaxley. Había colaborado con algunos miembros de tal familia en el pasado. -Y haces bien. Es mejor estar consciente de tu alrededor. En mi caso, observaría desde cierta distancia, buscando la falla, por más mínima que sea, en la reunión.
Le agradaban las personas reservadas, que no necesariamente eran del todo abiertas con el resto de las personas. En cierta forma, él lo era, y quizá por eso la interacción con la ojiazul no había desembocado en un pésimo resultado. El tema de la conversación regresó hacia él; su residencia, no era un secreto, aunque era raro verle ahí.
-Así es, aunque mis visitas a la mansión Black Lestrange son esporádicas. Prefiero el apartamento muggle que logré adaptar como mío a mi llegada a Reino Unido. -aquello le iluminó los ojos, pues había sido también el momento en el que había conocido a su elfo doméstico personal, su confidente.
Echó una mirada al señor Mulpepper, quien los vigilaba con ojos de serpiente, como no viendo la hora en que le pagaran más por tener que escuchar su conversación y sus constantes risas. Se volvió hacia la chica, volviendo a adoptar una postura que emanaba concentración.
-Desde luego que invito la segunda ronda. Me preocupa que el cantinero se niegue a vendernos más, así que, quizá podríamos considerar otro lugar, ya sabes, con menos arañas.
Vigiló el techo, casi esperando que otra viuda negra se lanzara al ataque.
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Le dedicó una sonrisa a manera de broma a la joven de cabello cobrizo. Sabía que los daños recibidos por parte de las criaturas mágicas eran cosa seria, aunque eso nunca lo había detenido para cumplir con los encargos que se le habían dado en ese momento. Regresó al taburete mientras escuchaba la reacción ante su preocupación por el incidente con la araña.
Recordó fugazmente como Theodore, uno de sus variados familiares, había hecho lo suyo para lidiar con los arácnidos, convirtiendo su varita en una lanza doble. Intentó construir la imagen del boggart de Evedhiel en su mente, pero le pareció demasiado escalofriante como para continuar. Quizá sentiría ansiedad de encontrarse en un lugar sin salida, lo cual daba pie a su claustrofobia.
Giró su mirada hacia la ventana; la tormenta estaba en pleno auge, por lo que la idea de salir a la intemperie, aún con encantamientos impermeabilizantes, estaba sujeta a debate. Se la estaba pasando bastante bien, aunque no sabía si su acompañante tenía la intención de retirarse a un lugar con menor afluencia de arañas.
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Vigilante
Vincent Sobel analizó a la recién llegada con recelo. Su vestimenta quizá no era la que esperaba, pero había algo que no le daba buena espina. De por sí, tampoco era como que su jefe inmediato fuera la persona más normal de la comunidad mágica. Tenía sus manías. Extendiendo la mano para pedirle a la gitana que continuara, dirigió una mirada hacia el lobby, confiando en que el dueño lograra ver a través del cristal.
De mala gana, se hizo a un lado al escuchar los apresurados pasos del castaño. No estaba en sus planes el empezar su labor de jefe de seguridad con el pie izquierdo.
Eobard A. Black Lestrange (?)
Por fin encontró lo que necesitaba. Una polvorienta botella de vino tinto entre los cajones del mostrador. Databa de 1995. Sería un niño en ese entonces. Hizo lo que pudo para situar un par de copas. Quizá organizaría un breve brindis con el resto de sus colaboradores. Los gritos al pie de las escaleras lo obligaron a mirar hacia la puerta.
Echó a correr, aún sujetando la botella en la mano izquierda. Se derrapó para lograr sortear con facilidad la puerta giratoria. Lo primero que vio, fue a Candela Triviani encarando a un malhumorado Vince, quien parecía resuelto a no permitirle el paso. ¿Había llegado ahí por casualidad, por mera socialización, o buscaba algo?
Sobel carraspeó, para hacerse notar en la conversación. Eobard giró su mirada hacia él, como intentando comprender lo que había sucedido. No le fue tan difícil, conocía a Vince casi del mismo lugar del que había sacado a Garrick. Puso la mano libre sobre el hombro del rubio, aquella ocasión lo dejaría pasar.
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Hasta el momento, la probabilidad de lluvia se había mantenido por debajo de lo usual. Maldiciendo mentalmente a los pronósticos imprecisos, dirigió su mirada durante unos segundos, para observar el impacto de las gotas contra los cristales. Se alegró de encontrarse a cubierto, aunque tampoco descartaba la idea de echar a correr bajo el torrencial aguacero hasta llegar a casa.
Carraspeó al tiempo de esbozar una sonrisa, con intención de retomar la conversación de aquel paréntesis. Dados sus encuentros con la institución, tanto como civil, como funcionario en Cooperación Mágica Internacional, casi podía asegurar que eran una pesadilla en cuanto a trato diplomático.
Ladeó la cabeza, aún exhibiendo aquel gesto en sus labios. No era partidario de las mentiras, aunque también debía admitir que eran gajes del oficio. ¿Cuántas veces no había tenido que mantener las apariencias, en el Ministerio y en Ottery, para que su afiliación al bando siguiera siendo secreto? No obstante, Evedhiel le parecía alguien de confianza, por lo que no tenía necesidad de tergiversar sus palabras.
Dibujar la imagen de la joven como encargada del área de maternidad, fue algo extraño. Quizá porque era un ala del hospital que no a muchos les agradaba, sobre todo por la parte de lidiar con los nacimientos. Ella se había ruborizado ante la fugaz mirada del castaño a sus pecas, por lo que decidió mantener sus ojos en los orbes de su acompañante.
La terminología utilizada para referirse a su uso de magia pareció ser tomada de buena forma, aunque de nueva cuenta, un ligero rubor había invadido su rostro como si hubiese utilizado algún encantamiento. Habría emitido un comentario con el afán de ser gracioso de no haber sido por el asunto de la araña.
Inmediatamente, salió disparado a cerciorarse de que la viuda negra había muerto por el impacto. Gracias a las botas disfrazadas, se desplazó con una velocidad mayor a la que hubiese tenido con calzado común. Le dio la vuelta al cuerpo del arácnido con la varita; efectivamente, había fallecido.
Estaba atento a la reacción de la ojiazul, por si algún detalle denotaba que no estaba contenta con la situación. Merezco saber que te asusta a ti, dijo. Una interrogante curiosa; por un momento, se sumergió en sus recuerdos del último año en Hogwarts, aquella fatídica clase que había tenido de todo un poco.
Giró su mirada hacia el envase de cerveza que Evedhiel le había pedido hacía tanto. Aún quedaba lo suficiente para un último trago. El alcohol, no le hacía gran cosa a su sistema, por lo que decidió finiquitar el contenido de la botella. Sacudió su cabeza, intentando acomodarse el desorden que suponía su cabello, y al mismo tiempo, como un reflejo al sentir que unas diminutas patas caminaban entre sus folículos de cabello.
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Hizo una mueca ante la idea. La joven había ido bajando el tono de voz gradualmente, como si algún detalle de su mención a la Oclumancia le hubiese recordado algo. Temía, por un momento, haber tocado una fibra delicada.
Emitió una risa irónica ante la descripción hecha por su acompañante ante la toma de decisiones. Prestó suma atención a sus palabras, pues habían despertado aún más su curiosidad. Le sorprendía el hecho de que alguien pudiera sentirse identificado con sus palabras, pues se consideraba lo menos cercano a otras personas. Siguió el movimiento de sus labios, aprovechando para intentar contar las pecas en su nariz.
Pensó que, de nueva cuenta, había dicho algo fuera de lugar al notar una sensación de ofendida en los ojos de Evedhiel. Parecía entre enojada y triste, dato que le resultaba extraño. Los pasos del cantinero eran muy sospechosos; pero, había prometido no dejar destrozo en otro pub desde aquella ocasión. Exhaló durante unos momentos para relajar su temperamento.
Esbozó una sonrisa ante la reacción de la chica por sus comentarios acerca de sus razones para visitar el hospital. Definitivamente perteneces al ala de psiquiatría, Thawne, pensó, negando ligeramente con la cabeza. Quizá, si hubiese conocido a Evedhiel durante su época en Criaturas Mágicas, hubiese sido menos reacio a asistir a San Mungo en vez de curarse por sí mismo sus heridas.
Repasó mentalmente lo acontecido. No hubiese imaginado que, al vagar aleatoriamente por las calles del Londres no mágico, habría terminado en aquel lugar tan peculiar, con tan agradable compañía. Comenzaba a considerar desconectarse del mundo más seguido. Escuchó la apreciación de la chica de cabello cobrizo ante su elección de animal para posible transformación mientras seguía disfrutando de su nueva bebida.
Todo era risa y diversión, hasta que un delgado hilo plateado se plantó entre ambos, proveniente del techo. El Black Lestrange por instinto llevó su mirada hacia arriba, intentando averiguar de que se trataba. Varios pares de piernas bajaban a toda velocidad por aquella fina telaraña, hasta alcanzar la altura promedio de los ojos en ambos.
Estuvo a punto de tomar la cría de viuda negra, pero prefirió mandarla a volar utilizando su varita. El señor Mulpepper debía comenzar a considerar limpiar el lugar.
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¿Qué tal? Vengo a notificar que he creado la bóveda para mi negocio, Casino Royale, para la cual he facilitado el enlace. Creo que con ello concluiría el proceso de registro de negocio, pero si llega a surgir un inconveniente, estaré atento a ello. Y, bueno, creo que eso sería todo. Por si las dudas, he llenado las dos líneas mínimas para que no se considere spam.
¡Gracias de antemano!
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1.- Link del tópico de la ficha del o los dueños y links a sus respectivas bóvedas personales:
Joseph R. Black Lestrange
2.- Link del tópico de registro del negocio aprobado: Registro #111184
3.- Link del local aprobado: Local
4.- Link de las familias del o los propietarios:5.- Link de la bóveda de las familias del o los propietarios:
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Influenciado por sus habituales visitas a Nueva Orleans, y sus travesías por el continente europeo, el joven Black Lestrange decidió adentrarse en el mundo de las apuestas y el azar. Para tal fin, adquirió un lote extenso para poder edificar ahí su próximo proyecto. Bastante distinto de Quick Labs, el local de mensajería que se encontraba bien escondido en el Londres no mágico.
El Casino Royale era una empresa bastante arriesgada, sobre todo porque había optado por encargarse de las finanzas y el mantenimiento del mismo por su cuenta. Pero, el ver el lugar tomar forma, poco a poco, con las mesas de apuestas, los adornos del jardín trasero y, sobre todo, el abastecimiento de bebidas y aperitivos para mantener a sus clientes enganchados a los juegos, fue su principal motivación para continuar con el proyecto.Una majestuosa estructura de dos pisos de alto, lo suficientemente amplia que bien podría haber pasado fácilmente como un hotel muy ostentoso. La arquitectura, de estilo gótico, con pronunciadas cúpulas y esculturas de ángeles empuñando espadas en las cornisas. De igual forma, varios balcones dispuestos a lo largo de los ventanales para esparcimiento de los clientes.
Las escaleras de mármol, adornadas a ambos lados por esculturas de leones a juego, le permiten a uno el alcanzar la puerta giratoria de cristal y madera de roble. Sobre ésta, se lee el nombre, grabado en una placa metálica.
La primer planta del lugar sería la más concurrida, de eso estaba seguro, pues ahí se situaban la mayoría de las atracciones del negocio. Justo detrás de la elegante recepción, y el muro sobre el cual se erigía el escudo de armas que había elegido para adornar, se extendían miles de mesas hasta donde alcanzaba la vista. En ellas, los clientes podrían jugar desde una simple mano de solitario, hasta partidas más interesantes, sin límite de apuesta.
No se había preocupado en demasía por el segundo nivel, que ofrecía a los visitantes un breve descanso de los juegos, o inclusive, hospedaje, en caso de que desearan quedarse más tiempo. Cada habitación contaba con los servicios elementales, y aquellas reservadas para los clientes VIP, desde luego, tenían más comodidades. Mismo caso con la zona subterránea, a la cual sólo tenían acceso ciertas personas: Aquellas que deseaban privacidad, o cuyo monto de apuesta superaba los estándares habituales.
Como última parada, el amplio jardín, cuya intención era brindar a los clientes de un momento de claridad, o de reflexión para aquellos que le habían apostado todo a su escalera real, y de milagro no habían perdido la varita. Si les quedaba un galeón, podían lanzarlo a la fuente y desear la estabilidad de su economía. Se trata de un amplio espacio donde la gente puede reposar en los asientos metálicos, o bien, pasear a sus criaturas a lo largo de todo el terreno.
Empleados
- Jack White: Mago irlandés, robusto y parcialmente calvo. Se encarga de la mayoría de los juegos y similares en las mesas de póker. De buen sentido del humor, y propenso a hacer bromas durante los descansos de las partidas.
- Isabella Sutherland: Recepcionista americana, encargada de la orientación de los visitantes. Comprometida con su trabajo al mil por ciento.
- Vincent Sobel: Jefe de vigilancia del establecimiento. Usualmente tiende a ser un poco abstraído con la gente, pero dispuesto a ayudar ante cualquier situación. Temperamento frágil.
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Desmontó la Saeta de Fuego, sosteniendo el mango sobre el hombro izquierdo, como si planease llevarla a cuestas. El irlandés lo esperaba al pie de las escaleras, luciendo un chaleco de satín, azabache y con un par de rombos rojos a ambos lados. Una vez que su jefe inmediato se encontró a suficiente distancia, comenzó a darle un pequeño resumen.
Ante el comentario relativo a la voracidad del vigilante, Black Lestrange emitió un chillido de desesperación. Como se acabara la comida antes de que los clientes llegaran a degustarla, estarían en serios problemas. La tranquilidad del local, en sus momentos de apertura, era tal, que sus pasos originaban fuertes ecos en la amplia estancia.
Depositó la escoba sobre uno de los cómodos sillones del hall, tomando asiento al lado de la misma. Sacar el negocio a flote con ayuda podía ser fácil, pero por su cuenta, era totalmente distinto. De inicio, las cosas se pondrían chungas, pero con el tiempo encontraría estabilidad.
White, consciente de las órdenes dadas, se retiró a cumplirlas, pues no quería poner de malas al líder del proyecto. Aldrich sacudió la cabeza, intentando mantener sus pensamientos casi tan helados como las bebidas que esperaba brindaran suficientes ganancias.
Jugando con una diminuta ficha roja, se dirigió al mostrador, donde atendería a algún cliente que decidiera visitar el casino durante el día. Si debía suplir a su propia recepcionista para asegurar el éxito del negocio, lo haría.
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Se sintió observado, Aunque el dueño no era precisamente sutil con su forma de hacerlo. El castaño estaba acostumbrado, pues era un imán de problemas. Cada barman tenía un precio, sólo había que acertar en el primer intento. Complementó la propina dejada por Evedhiel con un poco de su propio dinero. Mulpepper se marchó a recoger las botellas vacías en las mesas del fondo, con expresión triunfante.
Aún con la tenue luz que reposaba sobre ellos, intuyó que tenía un aspecto demacrado, como un poco hecho pedazos. Pero, al menos no le había dado a la joven la impresión de que era un sujeto de mente retorcida.
-Me arriesgo a que la gente pueda obtenerlos, supongo. Todas esas experiencias, buenas o malas, son una forma de definir quiénes somos. O, de menos, intentar entender cómo llegaste hasta cierto punto. -su mirada fue, casi por instinto, hacia la manga del brazo izquierdo, donde reposaba el tatuaje. -¿Sabes? La Oclumancia no suena tan mal, aunque primero quiebra tu mente antes de fortalecerla. Como todo.
La pregunta sobre qué haría con un tiempo limitado, le tomó desprevenido. Teniendo toda una vida por delante aún, jamás se había cuestionado que haría de encontrarse una situación repetitiva, quizá para siempre. Una aventura a la vez. Intentó imaginarse a sí mismo.
-Probablemente invierta la primera hora intentando decidir que haré. Me gustaría develar el misterio de Stonehenge, trazar el mapa con las líneas madre, quizá buscar un poco de ese oro maldito que perdieron los no mágicos. Cosas triviales. ¿Qué harías tú?
Sabía que, para que tales enmiendas fueran posibles, requeriría de una fuerte inversión, la cual Gringotts probablemente rechazaría. Inclusive, había pensado en cómo sería colarse en el banco mágico. Probablemente moriría antes de llegar a las cámaras de baja seguridad. Pero, pudiendo repetir el momento, aprendería de sus errores hasta alcanzar su objetivo.
Recibió una respuesta satisfactoria respecto a la bebida. Tomó la botella con gracia, leyendo la etiqueta mientras escuchaba las palabras de la joven. Era una cerveza de manufactura española, afrutada. Había degustado una bebida similar durante una breve estadía en Bélgica, pero siempre era bueno abrirse a nuevos horizontes.
-¿Trabajaste en San Mungo, cómo era? -inquirió, interesado por tal institución. Conocía pocas personas, o ninguna, perteneciente al hospital mágico. -Siempre quise ir, pero mis intentos de fractura jamás funcionaron. -se sirvió un poco de la bebida en el vaso que antes había ocupado para el vodka. Rió con la referencia hacia las arañas; a él le agradaban.
Le dio un sorbo a la cerveza. Mantuvo el líquido en su paladar lo suficiente para percibir las notas de la frambuesa. En verdad era una experiencia agradable. Devolvió la botella a Evedhiel, inclinando la cabeza a manera de agradecimiento.
-Tienes buen gusto, no está nada mal. Ahora, es una pena, pues si fuera animago, lo más seguro es que seleccione una araña. Ya imagino mi muerte a mano de tus botas. -agregó, con una media sonrisa a manera de burla ante la idea de morir aplastado.
@@Evedhiel -
Notó, casi con discreción, que la joven lo había estado observando mientras se despejaba del abrigo, el cual estaba intencionado a ocultar su tosca complexión. Aunque no era tan alto, usualmente se sentía un troll empuñando una varita al momento de realizar hechizos. Se deleitó con el sabor de la malta en el paladar, percatándose de que su acompañante hacia lo suyo con su propia bebida.
Evedhiel tenía los ojos de una tonalidad azulada, pero no era tan viva como uno esperaría de las personas. Parecía llevarse la vitalidad de quienes observaba, y cuando fijó sus ojos grisáceos, gran sorpresa se llevó al ver como una mirada aún más poderosa que la suya estaba dirigida hacia sus orbes.
Sabía que estaba desvariando un poco en la conversación. Aunque, de todas formas, no eran temas habituales de cotilleo. Y le alegraba aquello. Intentó consumir la dosis de vodka, la cuál hizo arder su garganta cual fuego maldito. Volvió a enfocar a Evedhiel. Sí, ahora que lo pensaba, también le había visto en El Caldero Envenenado durante una ocasión.
Fingió una expresión de mezcolanza entre seriedad y tristeza, para luego sucumbir ante la risa. No recordaba la última conversación que había resultado tan banal. Años, tal vez. Y aunque su vida últimamente consistía en un proceso mecanizado de levantarse, asearse, comer de vez en cuando, laborar, y regresar a dormir, sentía que le faltaba esa chispa.
Intentando evitar un silencio incómodo, utilizó su índice para apoyar la montura de las gafas sobre su nariz, pues con tanta risa, se había deslizado hasta casi caer fuera de su alcance.
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Contuvo la risa ante la respuesta recibida por la joven. Sí, admitía que era un sujeto un tanto huraño. Probablemente, si fuese otra persona, también habría evitado cruzarse con él mismo. Estrechó la mano de la joven, intentando pensar qué le había orillado a bromear de esa forma. Todo cobró sentido cuando se valió del portavasos para dar a conocer su nombre.
-Oh, así que tú me enviaste ese peculiar objeto. -comentó, pasando sus dedos sobre la barbilla, como si estuviera cavilando en sus pensamientos. -No te culpo. A veces, envío memorándums aleatorios, son muy molestos, pues pican al destinatario en la muñeca. Al menos, hasta que decide abrirlos.
Mulpepper salió de su escondrijo, entre dubitativo y asustado. Pobre, seguramente había creido que el castaño dejaría la cantina hecha añicos. Le saludó con una ligera inclinación de cabeza a la que el dueño respondió con cautela.
-Cierto, olvidé mencionar mi nombre, aunque no me considero alguien importante. Soy Eobard, o al menos, así me conocen.
Aprovechó el lapsus para quitarse la gabardina y reposarla sobre el respaldo del asiento. Revisó el cuello del la playera polo gris antes de retomar el hilo de la conversación. La mayoría de las veces, se había visto sujeto a temas triviales, pero quedó impresionado ante el giro de los eventos.
-Sería interesante, y a la vez, incómodo para algunos. -opinó, intentando reconocer a alguno de los sujetos que conformaban la fotografía. Hasta el dueño de la cantina aparecía, más joven y con cabello. -Imagina que alguno de ellos está pensando en el desayuno, o en descuartizar al vecino. Tendríamos una foto honesta, a un precio justo.
Mulpepper regresó con sus pedidos, depositando la botella de cerveza y el caballito de vodka en el espacio del Black Lestrange. Murmuró un Gracias mientras destapaba el contenedor de cristal con un chasquido de sus dedos sobre la tapa. Inclinó la botella de cerveza hacia la joven, a manera de brindis.
-No me sorprendería que, en el Departamento de Misterios, investiguen algo así. Siempre quise ser un Inefable. Más aún, si existiera algún objeto que permitiera leer los sueños de uno, quizás podría predecir el futuro. O una aproximación.
Cuando el tema del tiempo salía a colación, él, que era un obsesionado con el concepto, no podía ocultar su gusto por las líneas temporales.
@@Evedhiel -
Aprovechando la puesta de sol, decidió abandonar las inmediaciones del local de mensajería, optando por dar un paseo por el Londres no mágico. Sus botas de siete leguas, disfrazadas como unos Brogues oscuros, sin embargo, lo llevaron a adentrarse al Callejón Diagón. Mala suerte, pues la mayoría de los locales había cerrado; quizá en Knockturn encontraría un momento de esparcimiento.
Llevaba las manos en los bolsillos de la gabardina beige, cuando un sonido zumbante lo distrajó de su caminata. Se giró, aferrándose instintivamente a su varita. Demasiado tarde, pues el objeto alcanzó a rozar su mejilla derecha, llevándose uno que otro folículo de su fina barba.
-¿Pero qué es esto? -se inclinó para recoger el arma blanca. Era un portavasos, no había duda. -Lástima que no me mató.
El nombre del local le dio la respuesta a su propia interrogante. Hacía semanas que no visitaba la cantina de Mulppeper, por lo que quizá no era mala idea asistir a relajarse y olvidarse de la constante jaqueca. Llamó su atención el hecho de que había un nombre más, forjado con magia, sobre el del negocio. Evedhiel. No le era familiar, pero sumaba otra razón para ir a investigar.
Apuró el paso, encontrándose en la entrada de la edificación antes de que las luces del callejón comenzaran a titilar. Una vez que se encontró accediendo al lugar, pensó en qué tal vez el viejo Mul tenía razones de sobra para haberle enviado aquello. Observó el recinto con cuidado, notando que Jeremy seguía ahí, en compañía de Anne. Les dedicó una sonrisa a manera de saludo, dirigiéndose a la barra.
Su idea era confrontar al tendero, que brillaba por su ausencia. Ese espacio, sin embargo, no estaba vacío. Una joven de cabello cobrizo parecía leer desinteresadamente la lista de aperitivos. Le era conocida de algún lugar, pero no pudo concretar cual. Depositó el portavasos sobre la superficie de madera.
-Lo único que recomiendo de ahí, son las cervezas, y el vodka. Disculpe. -desplazó uno de los bancos a la derecha de la mujer para poder sentarse. -Creo que al señor Mulpepper le pareció gracioso intentar lanzarme un portavasos, hechizado cual platillo volador con colmillos.
Dejó ir una risa nerviosa, como lo hacía cada que sentía que exhibía su lado tétrico. Se inclinó sobre la barra, esperando localizar al barman. Nada. Volvió su mirada hacia su interlocutora, tomando el portavasos para jugar con él a manera de romper el hielo.
-¿Nos hemos visto antes, de casualidad? Últimamente, he andado algo distraído, aunque no conscientemente.
@@Evedhiel- 1
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Frotó sus muñecas al sentir como la circulación de la sangre retomaba su ritmo habitual. Siempre había una primera vez para todo, incluso para ser capturado. Ofreció la mano a sus compañeros para que pudieran levantarse, y siguió al Triviani hacia la única salida posible que tenían. Estaba sorprendido por la capacidad que tenía el mortífago, pues había logrado conjurar un objeto sin valerse de su varita.
Una vez que sorteó los obstáculos, se inclinó para ver si lograba reconocer a alguno de los fexinianos. Nada, debían de ser miembros que residían en otro país, o simplemente estaban usando poción multijugos. Reconoció el cuerpo del calvo con el que se había enfrentado antes de ser capturado. Ya habría otra oportunidad. Finalmente, encontró a Ishaya.
Hizo una mueca de desagrado mientras se plantó a un lado de su compañero de bando. Bastante razón tenía como para haberse detenido justo en ese punto, pues medio metro más adelante, abarcando el resto de la habitación, inclusiva una puerta de la que desconocía a dónde los llevaría, se extendía una planta conocida. Una que esperaba no ver desde su salida de Criaturas. Las cepas del Lazo del Diablo mantenían cautivas las varitas mágicas de los presentes, cual premio por su sacrificio.
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No es compulseo, pero si me puedo pasar a rolear, me paso ;o;
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Se aprovecharon de que me fui a ver mis series ;o;
Medio contuvo un bufido de ironía. Se encontraba cruzado de brazos, metido en un embrollo que ni siquiera él, siendo un imán para los problemas, había solicitado. ¿Acaso era tan fácil que un anillo de ese tipo se perdiera así sin más? De antemano, sabía que era inútil que el ladrón hurtara ese tipo de magia, dada la naturaleza de la habilidad de la que se trataba.
No lo inmutó aquel arranque de violencia contra el recién llegado que había saludado en la puerta, o la presencia del torrencial aguacero que sólo afectaba a las mujeres presentes. Ya no digamos, el estruendo causado en los jardines del lugar. Parecía que había elegido el peor día para presentarse en el castillo de los Triviani.
Todos estaban quietos, como si en ese instante, el tiempo se hubiese detenido. El castaño, sin pensarlo, deslizó su varita hasta que ésta reposó sobre sus dedos. Pensó en un conjuro que había utilizado ya una ocasión para defenderse sin depender tanto del fragmento de nogal negro.
De a poco, una sustancia vaporosa, de tonalidad azabache, comenzó a salir por la punta de la varita; era similar al efecto de intangibilidad, pero para él, era más bien una forma de atacar. Intentó apresar el humo, el cual adoptó la forma de un mangual, como los utilizados por los no mágicos en un periodo temporal que él ignoraba.
Ya se esperaba el primer golpe pero, ¿de quién vendría? Una pena. Sobre todo, por la exquisita decoración del hall, que probablemente quedaría reducida a añicos.
@InsaniK @That is not my name @@Candela Triviani @ @ @@Susan V. Goldstein @Zoella
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Hola, hola.
¿Aún se siguen dejando reportes, planeaban contar cada post que incluyera el banner, alguien quiere evitar que siga haciendo preguntas? En fin, como es un lío llenar las dos líneas mínimas, creo que ya puedo olvidarme de esa preocupación. Simplemente vengo a agregar un par de roles más a mi listado. It's not much, pero tampoco quiero que mi actividad se quede perdida por ahí. ;o; Para ser abril, dos rolecillos ya son algo.
El Caldero Envenenado
- http://www.harrylatino.org/topic/108989-el-caldero-envenenado-mm-b-92561/?p=5156823
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La Puerta Sellada
Nos vemos
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@@Jessie Black Lestrange Compra ACEPTADA. Supongo que tuviste un errorcillo de dedo al insertar los BBCodes, así que por esta ocasión la paso. Vuelve pronto
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@ @ Compras ACEPTADAS. Vuelvan pronto
@@Jessie Black Lestrange Compra RECHAZADA, recuerda que el nick no debe llevar ningún formato, como las negritas. Fuera de eso, todo bien; vuelve a postear, y con gusto acepto la compra.
@@Ashura Lestrange Compra ACEPTADA para el caso del Micropuff. El Aethonan es una criatura de clasificación XX, las cuales se pueden comprar a partir del nivel V (Unicornios de Oro).
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Despierta, i******. Ese golpe te ha dejado más inconsciente que de costumbre.
Emitió un gruñido al moverse. Todas sus extremidades estaban perfectamente atadas las unas con las otras, impidiendo que hiciera algo más que retorcerse para apoyarse sobre la pared de piedra. Y supo que era de piedra, porque logró palpar la pared una vez que se recargó sobre ésta. Había un solo ventanal, a través del cual entraba un tenue rayo lunar; la lluvia continuaba haciendo de las suyas, aunque con menor intensidad que hacía unos segundos. Escuchó que alguien hablaba, aunque su cabeza seguía hecha pedazos para identificar la voz.
A pesar de haber logrado control mental de uno de ellos, el resto de los fenixianos se había encargado de someterlo a punta de hechizos aturdidores en todas direcciones. Palpó los bolsillos de la túnica, donde su varita brillaba por la ausencia. Un grave descuido, pues si descubrían a quién pertenecía, los descubrirían sin necesidad de quitarles las máscaras. Fortuitamente, era algo que les pertenecía como mortífagos.
Intentó vislumbrar al resto de los presentes, los cuales se encontraban repartidos a lo largo y ancho del calabozo. Se sentía, irónicamente, preso de una de esas fotografías de larga duración que los no mágicos llamaban película. Retomó su meta de lograr liberarse de las ataduras, aunque sólo consiguió que sus antebrazos se enrojecieran debido al contacto con las cuerdas. Aguardó, en silencio, a que otro diera señales de vida. Le interesaba saber si Black o Rose, o quien fuera que los acompañara, se encontrara ileso. O casi.
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Antes que nada, gracias por la aclaración respecto a lo que se tomaría como abuso de rol.
Fui directo a revisar la lista de nuevo, pensando que las cuerdas de Incárcerus podían arrancarse sin necesidad de magia, pero creo que no es posible. Tampoco recuerdo donde me parece que leí eso, pero a saber. Mismo caso de la diferencia entre rol y duelo, ¿no? Aquí el hechizo no tiene una duración definida, sino que se prolonga hasta que sea anulado; tal como sucede en los libros/adaptaciones gráficas.
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Bueno, como aún nadie se ha pasado, vengo a hacer acto de presencia (?)
@@Azul~ Desde luego que te acepto como hija *o* Sólo debes indicar si ésta será tu familia sanguínea o adoptiva xD Sobre tus datos de la ficha de personaje y la bóveda de Gringotts, no te preocupes, que en cuanto los tengas puedes pasar por acá a dejarlos para que @@Mia Black Lestrange actualice (?)
Sin más, bienvenida a la familia /o/ Creo que ya puedes pasarte al castillo de la familia (?)
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-Tal vez algún día, y sólo tal vez, valoren la utilidad de esas plantas.
Emitió un bostezo casi de cansancio; el uso desmedido de la magia oscura lo había mermado un poco, pero aún podía mantenerse en pie. Tenía bastante tiempo sin necesidad de emplear tal tipo de poderes. Siguió al Askar, ordenando a las Necrohands que le llevaran el baúl de siete cerrojos, ya cerrado, con él.
-No ha sido nada, me da gusto que el paseo haya sido educativo. -río con ironía, devolviéndole la reverencia al rubio. -Hasta entonces.
Su compañero se desapareció casi al instante. Con la seguridad de que del otro lado de la reja, ya no tendría problemas para esfumarse, concluyó la invocación de las Necrohands, causando que el pesado contenedor impactase sobre el camino que llevaba al castillo. Hizo lo propio para reducirlo y volver a guardarlo en el bolsillo a manera de llavero.
-Bien, creo que la próxima ocasión tendré que echare el guante a esa mesa de billar. Claro, mientras ésta no intente matarme.
Dedicó una mirada lúgubre a la edificación, que comenzaba a verse deplorable. La niebla conjurada en sus puntos de interés parecía ir ganando terreno, por lo que pronto el acceso sería restringido. O simplemente no recomendado, a saber. Giró sobre sus talones un par de veces, desapareciéndose de aquel lugar sin más que agregar.
★ Magic Land ★ (MM B: 109743)
en Negocios Mágicos
Publicado · Editado por Joseph R. Black Lestrange
Aquel uso de la Aparición lo había tomado por sorpresa. Era uno de sus puntos débiles, por lo que una vez que se materializaron en la nueva ubicación, se dobló por la mitad, intentando controlar las náuseas. Quizá la sensación de que el mundo se extinguía se había acentuado por la ingesta de alcohol. Nota mental, no beber demasiado alcohol y aparecerse en intervalos de tiempo cortos, pensó, incorporándose.
Enfocó la mirada para observar el lugar al que habían arribado. Ahí, la lluvia parecía haberse detenido, o había tenido lugar poco antes de alcanzar las inmediaciones de la cantina. Los restos de lo que en mejores tiempos había sido un parque de diversiones. Por un momento, se sintió de vuelta en el escenario donde le había sido reconocido su esfuerzo, pues la temática había sido similar.
Decidió llegar al encuentro con Evedhiel, quien lo esperaba al pie de la taquilla, que parecía lo único funcional en aquel lugar. Bien podía adelantarse, valiéndose de su calzado veloz, e inspeccionar la zona, pero le agradaba más la sensación de peligro. Retiró las gafas de su rostro, colgando éstas del cuello de su playera.
Había varios huecos en la valla en donde podían colarse sin siquiera tener que pasar por la taquilla, pero antes de precipitarse a invadir propiedad privada, quería estar seguro de que la joven de cabello cobrizo no reprocharía su decisión. Palpó el bolsillo de sus pantalones, donde aún quedaba varios galeones que no habían sido invertidos en bebida.
@@Evedhiel