TURNO 2
Cillian — Cazador
Suspiró.
¿Cómo se había metido en eso? Apenas y sabía cómo volar en escoba pero de verdad necesitaba distraerse un poco, conocer nuevas personas. Fue por esa razón que había mentido para lograr inscribirse a los Vratsa Vulture. Y aunque si bien tenía poca relación con ellos, sabía que confiaban en él... Sabía que tenía que hacerlo bien o quizá no. Al final del día, ¿a quién le importaba un tonto partido de quidditch?
Observó a su alrededor mientras se sujetaba firmemente a su escoba, ahí tenía su respuesta. Ese tonto partido de quidditch le importaba al centenar de personas que se había reunido aquel día en Sofía. —Maldita sea la hora... —murmuró. Pero bueno, ya estaba ahí y era el momento de concentrarse. El partido apenas tenía un par de segundos de haber comenzado y aunque se lo había perdido por estar enfrascado en sus pensamientos, su equipo llevaba la delantera.
Se detuvo por un segundo, tenía que pensar bien lo que hacía aún cuando no tenía idea de nada. Pero no tuvo tiempo a pensar demasiado porque justo en ese momento Dana había decidido lanzarle la quaffle justo a él. Solo le tomó un par de segundos a la pelota acortar la distancia entre el mago y la bruja así que Cillian tuvo que extender rápidamente uno de sus brazos para lograr hacerse con ella.
Bien, bien. Estaba aturdido, la multitud se estaba volviendo loca en las gradas y no sabía exactamente el porqué. ¿Dónde es que estaban jugando? Oh, sí, ahora todo tenía sentido. No sabía exactamente cuántos de los integrantes del equipo eran realmente búlgaros porque no se jaja detenido a cuestionarlos sobre eso, pero el equipo si que pertenecía a aquel lugar y era esa la razón por la que la multitud no dejaba de gritar, chiflar y golpear cosas como una forma de motivar a su equipo.
Negó, no había pasado más de un segundo desde que la quaffle estaba en su poder y no tenía idea de qué hacer. — ¿No podías haberla lanzado a alguien más? —gritó a su compañera, para que ésta logrará escucharlo a través de todo el ruido en el estadio. Era tonto, de verdad que era tonto, tenía que reprimirse. No podía ser él, no tenía que volver a caer en esa espiral de perdición en la que tanto le gustaba estar.
Se suponía que su incursión en el quidditch cambiaría su vida y aunque sabía que no sería exactamente así, quería creerlo por lo menos durante un par de segundos. Bueno, para que se engañaba, era imposible que a Cillian le importara todo aquello. Lo intentaba, si, ponía todo su empeño en pensar que así era, pero su único objetivo era acostarse con Mael, su capitán.
Por eso había mentido, por eso estaba donde estaba, porque cuando el Ryddleturn centraba su atención en un chico, no se detenía hasta que conseguía aunque fuese una sola caricia. Era de las pocas cosas que le daban sentido a su vida o más bien la única desde que su rama familiar había desaparecido del árbol genealógico de los Ryddleturn.
Un segundo más, había vuelto a la realidad así que tenía que concentrarse en el partido. Sujeto su Nimbus con toda la fuerza que le fue posible sin descuidar la pelota entre su brazo derecho. Los cazadores del equipo contrario no habían dudado ni un segundo en movilizarse al igual que los golpeadores. Sus compañeros debían estar desesperados viéndolo estar suspendido en el aire sin hacer nada aunque solo fuesen un par de segundos.
Concentró toda su energía en acercarse a los aros, si quería llamar la atención de Mael tenía que anotar sí o sí. Estaba a un par de metros cuando decidió que era momento de realizar el lanzamiento, tomó la quaffle con su mano y la lanzó al aire solo lo justo para lograr golpearla con su escoba logrando enviar la pelota en un rápido disparo hacia el aro central que defendía aquella joven chica argentina del equipo contrario.