Cillian Haughton

Las cuerdas que lo mantuvieron atado durante su traslado a la prisión aun descansan en el mismo lugar donde había despertado. No sabía quién lo había desatado pero sin duda era algo que agradecía, si no soportaba el estar en aquel lugar de forma libre menos aún lo hubiera hecho atado. Trató de recorrer su piel con una de sus manos, pero el solo contacto hacía que un ardor incesante le recorriera cada centímetro. Suspiró y relajo los músculos.

 

— Me la pagaran, lo prometo. Esto no se va a quedar así. —Gritó en voz bastante audible para hacerse escuchar a una buena distancia de donde se encontraba. No podía decirse que un principio odiara a los integrantes de La Orden, pero en aquel momento comenzaba a hacerlo. Por lo menos, hacia unos cuantos de ellos.

 

La posición en la que se encontraba comenzó a incomodarlo así que decido recostarse sobre el piso. Pasó lo que le parecieron horas observando la fría roca que hacía de techo. No le gustaba para nada aquel lugar. Posó los brazos sobre su estómago y cerró los ojos. Si sus superiores estaban planeando algo, ya se estaban tardando demasiado. La voz de su hermanastra comenzó a llegarle, se escuchaba lejana pero aun así podía distinguir que cantaba, por lo menos alguien se divertía.

Sin duda alguna aquella prisión no era un lugar pacifico como podría pensarse; sin necesidad de esforzarte podías escuchar gritos y más gritos que parecían provenir de cualquier parte de ella. Mientras escuchaba lo que parecía ser una pelea, el Ryddleturn, trató de nuevo de ponerse de pie aún sentía un gran dolor por los golpes y quemaduras, pero sin duda alguna ya se había aplacado un poco. "Odio este lugar, es tan ruidoso", pensó. En su vida existía una contradicción verdaderamente enorme, era una persona social pero hasta cierto punto, ya que la multitud y el ruido le hacían irritarse con facilidad.

 

Se incorporó lentamente con ayuda de la pared y después comenzó a avanzar paso a paso hacía la puerta de la celda, esperaba ver algo, reconocer a alguien. Un fuerte dolor recorrió su pierna, la que había sido picada por aquella araña que lo había envenenado, seguro que algo de su veneno aún recorría su cuerpo. No entendía cómo podía estar vivo después de todo aquello que le había sucedido, pero bueno, todos sabían que en aquel mundo mágico todas las cosas ocurrían de forma extraña y diferente. Para comenzar casi todos tenían el mismo aspecto joven, y podían estar en más de un lugar a la vez.

 

Divisó a un par de guardias cruzando el pasillo, pero no los llamo, no quería nada de ellos. Volvió sobre sus pasos y descansó de nuevo su cuerpo sobre el suelo, no podía agotarse demasiado. Necesitaba ser curado antes de poder realizar cualquier gran esfuerzo. Dejó que sus pensamientos volaran hacía su familia, la cual solía ser la cosa más importante en su vida. Sin duda alguna el chico era un caso especial dentro de las filas de aspirantes. No contaba casi con ninguna cualidad de las que la mayoría con sus ideales lo hacía, pero aun así le gustaba todo aquello.

 

"Pronto me sacaran de aquí, pronto…", dejó el pensamiento en el aire.

Fue el frio contacto con la piedra lo que le despertó. Sus ojos se tornaron azules por unos instantes, el dolor le hacía estar fuera de sí y daba oportunidad a su parte demonio de intentar mostrarse. Tardo un poco de tiempo en comprender del todo en donde se encontraba, en la prisión Fenixiana, a la cual había sido llevado después de aquel fatídico descuido que habían llevado acabo sus compañeros y él durante su entrada a la Weasley.Trató de incorporarse, pero el dolor le impedía realizar cualquier movimiento por mínimo que fuera.

Sentía como el cuerpo le ardía, —palpó sus bolsillos en busca de su varita pero no encontró nada ahí— y no podía hacer nada remediarlo. Se observó las manos, los rasgos de chica comenzaban a desaparecer y comenzaban a ensancharse. Solo le quedaba la esperanza de qué las quemaduras que el dragón le había propinado hubieran deformado su rostro lo bastante para que no pudieran reconocerlo. Con un gran esfuerzo logró recorrerse hasta la pared más próxima. No podía mostrarse débil menos aúnen aquel lugar rodeado de miembros de la orden.

Un suspiro abandonó su cuerpo. No había por qué sentirse mal, todos había tenido alguna vez un primer ingreso a aquel lugar, muchos podría decirse que habían estado ahí más de una vez. Le pareció escuchar un par de voces provenientes de varios lugares a la vez pero no estaba seguro de nada. No sabía si eran solo alucinaciones del dolor, o la voz de algún compañero o enemigo. Reclino la cabeza sobre la pared y cerró los ojos tratando de olvidarse de todo. Pronto saldría de allí, estaba seguro.

Sin duda alguna una batalla había sido librada en aquel lugar; el olor a sangre seca, que impregnaba el lugar, y la notable destrucción del mismo lo convertían en más que un hecho. Sobre quien la habría librado, no podía más que especular pero podría decirse que era bastante seguro el quien lo había hecho. No hizo ningún comentario sobre el tema, era seguro que no estaban ahí para hablar sobre ello, si no sobre si mismos; sobre sus ideales y demás. Poco había escuchado sobre la clase de Bando y Perfil, pero tenía entendido que ese era uno de sus propósitos principales.

 

Recorrió el lugar durante unos cuantos metros, situándose justo detrás del grupo. Ya se había vuelto una costumbre para él, el mantenerse a una distancia apropiada del grupo durante todas sus clases. Una distancia que le diera la sensación de estar fuera de todo el tema, pero al mismo tiempo que le permitiera el no perder ni un solo detalle sobre la clase. Se detuvieron después de un par de segundos, siguiendo los actos de las profesoras. Una de ella tomó la palabra mientras la otra seguía enfrascada en sus pensamientos.

 

Dedicaba un par de palabras al chico de cabello azul, que había sido el primero en presentarse, al parecer era una regañina sobre un comentario que el Ryddleturn no había escuchado en ningún momento de la voz del chico. ¿Sería acaso que aquella mujer tenía la habilidad de escuchar los pensamientos de los demás? No lo sabía de cierto, pero sin duda de aquella mujer podía esperarse cualquier cosa siendo quien era; la hija del hombre más importante de todo el mundo mágico, entre otras cosas.

 

"Yo nunca le he mencionado nada sobre mis aspiraciones en el mundo mágico", pensó al tiempo que su profesora terminaba de hablar. Pretendía ser el primero en hablar, pero algunos de sus compañeros se adelantaron. Los escuchó con todo el interés que le fue posible. Hablar de aquellos temas siempre hacia parecer a cualquier persona un niño pequeño más aún si no sabías como desenvolverte con las palabras. Llegó su turno; nuevamente se adelantó para que todos pudieran escucharlo.

 

—Para comenzar, es un gusto para mí el tener a dos personalidades tan importantes como profesoras… —realizó una pequeña reverencia hacia las dos mujeres de aspecto joven que lideraban al grupo— Pero, como ya han dejado claro, esta clase no va sobre ustedes y sus logros, si no sobre cada uno de nosotros y nuestras aspiraciones en este pequeño y peligroso mundo.

 

» Si tuviera que atribuirle a solo una persona el ser quien soy sería mentir. Mi vida está inspirada en cuatro grandes mujeres; Lyra Katara, mi madre sanguínea, Mía Black Lestrange, mi madre adoptiva, Anna, mi hermana y por ultimo pero no menos importante: Leah Atkins, mi tutora. Escuchando estos nombres no creo que quede duda sobre mis ideales en el mundo mágico. En cuanto a mis aspiraciones, podría decirse que para llegar algún día a tocar los talones de estas grandes mujeres me faltaría demasiado tiempo, pero espero algún día lograr a cosechar algo de todo lo que ellas han logrado.

 

Terminó. Soltó todas aquellas palabras sin hacer ni una sola pausa y esperaba que su respuesta fuera correcta. Se separó de nuevo del grupo cediendo la palabra a uno más de sus compañeros.

Kutsy había logrado protegerse del hechizo de desarme que el Ryddleturn había lanzado en su contra. Aquella simple acción logró que en el rostro del chico se dibujara una sonrisa de orgullo, su querida compañera parecía haber prestado demasiada atención a las clases de duelo básico. Por su parte, él tenía que decir que todo aquello de los duelos se le complicaba un poco pero aun así trababa de dar su mejor esfuerzo.

 

Las gotas que hacía solo unos momentos habían sido una ligera llovizna ahora se habían terminado por convertirse en un gran aguacero que había logrado empapar por completo a los dos jóvenes. Fue entonces, cuando estaba completamente mojado, que el chico sintió como una cuerda era atada justo a sus tobillos y lo hacía caer sobre el asfalto a su alrededor. No había visto aquel hechizo venir.

 

—Finite Incatatem

 

Murmuró apuntando con su varita hacia la cuerda que mantenía prisioneros sus tobillos haciéndola desaparecer. Ahora no solo estaba completamente mojado sino que también estaba lleno de porquería y lodo que se habían adherido a él durante su caída. Su amiga tendría que pagar por haberle hecho aquello. Levantó su varita y apuntó hacia ella.

 

—Tarantallegra

 

Vociferó de manera bastante audible y un potente rayo azul salió disparado hacia la chica. De impactar, este le haría comenzar un baile intenso que no le permitiría realizar ninguna otra opción durante algunos momentos.

Justo después del apretón de manos el Ryddleturn centró toda su atención hacia las palabras de su nueva Jefa. Comenzaron a caminar hacia la oficina; él detrás de ella. Era el momento de comenzar a aprender y eso incluía hasta al más mínimo detalle. Mientras avanzaban Roxanne le daba indicaciones sobre la ubicación de cada una de las oficinas del Departamento. La del centro era en la que tenía que interesarse de momento ya que esta era la perteneciente a la Dirección de la Red Flu, Trasladores y CC.

 

—No me esperaba un escritorio —murmuró para sí mismo sin que nadie más llegara a escucharle— Entendido. —Añadió justo después de que Roxanne terminara de señalar y explicarle lo básico sobre el mismo. Le gustaba el saber que tendría su propio lugar en aquella oficina y que no tendría que volar de un lugar a otro con los papeles importantes que llegara a manejar.

 

Después del escritorio vino la presentación de su nueva compañera una mujer de cabello negro y expresión amigable— Como ya te ha dejado saber Roxanne, mi nombre es Cillian, Cillian Ryddleturn. También me da mucho gusto conocerte. —Le devolvió el saludo a su compañera mientras esperaba a que su Roxanne regresara de su oficina. Esperaba tener una buena relación con aquella mujer más aún porque compartirán el mismo espacio por un tiempo indefino.

 

Unos segundos después la chica estaba de vuelta y daba indicaciones sobre lo que Sophie tendría que hacer durante su ausencia, y sobre lo que él haría mientras la acompañaba al pueblo para realizar un trabajo de campo— Todo claro, Rox… No te molesta que te llame así ¿Cierto? —Interrogó a la chica mientras abandonaban juntos el Departamento.

Un relámpago iluminó el cielo el cielo por unos segundos y unos momentos después un potente estruendo se dejó escuchar. « Hora de divertirse », pensó el Ryddleturn. Las cuerdas que había disparado hacia su compañera solo lograron atarla de pies. Él sonrió al observar como su amiga se las arreglaba para no ir a parar al suelo; ella con un ligero movimiento de varita se las arregló para hacerlas desaparecer— Oh, Kutsy… Le restas diversión al juego.

 

El par de amigos no lo habían notado aún pero desde su llegada al parque el cielo se había tornado de color negro gracias a las nubes que amenazaban con tormenta. El viento comenzó a tornar fuerza y a volverse frío. Sonidos extraños comenzaban a suplantar el silencio que hasta ahora los había venido acompañando. Las palomas que habían estado adornando uno de los puestos abandonados comenzaron el vuelo huyendo del inminente desastre que estaba en puerta.

 

—Floreus. —Mencionó justo en el momento que su compañera articulaba su ataque y en lugar de lo que ella pretendía; un par de flores salieron disparadas de su varita. Al final la cosa había sido demasiado sencilla. Un par de gotas comenzaron a caer alrededor de los presentes. La tormenta había comenzado y si no se daban prisa en terminar con aquello, se verían envueltos en un gran problema.

 

Sabía que tenía que actuar de manera precisa durante el duelo, pero ciertamente no quería hacer ningún daño a su compañera. La chica había sido su primera amiga de la Academia y le parecía de mal gusto el tener que dañarla, sobre todo sabiendo que compartían los mismos ideales. Pasó una de sus manos sobre su cabello y después apuntó con su varita hacia la chica. Tenía que continuar con el duelo.

 

—Expelliarmus. —Soltó y un potente rayo de color verde salió disparado de su varita en dirección hacia Kutsy. De impactar, lograría desarmarla haciendo que su varita volara unos cuantos metros más allá de ella.

El día estaba yendo demasiado bien para el Ryddleturn en su primer día como aprendiz en el Departamento de transportes mágicos. Nunca pensó que le llegaría a gustar tanto el comenzar a trabajar. Durante el trascurso de la tarde pidió a su jefa, Roxanne, un par de horas para tomar algo de comer y pasarse a solicitar información sobre unos trámites en otro Departamento. Ella accedió de buena manera.

 

Poco después de las tres de la tarde el chico ya se encontraba en la recepción del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas. No hacía demasiado tiempo que se había enterado de su condición de Demonio, y la hora de realizar un registro sobre ello había llegado. Una mujer daba la bienvenida al lugar sentada detrás de un escritorio. Lo típico en cualquier recepción del ministerio.

 

—Buenas tardes, me gustaría solicitar información sobre el registro demonios. —Le dejó saber a la recepcionista misma que le respondió con una voz chillona que tendría que esperar unos momentos para poder ser atendido.

Un nuevo día había llegado y unos pocos rayos de sol se filtraron a través de la ventana despertándolo. Antes de quedarse dormido una lechuza había arribado hasta su ventana con una mensaje en el que era avisado sobre la graduación de su compañera Arya y su inminente salida de la Casa de los Aethonans, su momento de salir al mundo había llegado desde aquel momento ella no sería más un miembro activo. Se preparó rápidamente y se dirigió a la Sala común justo en el momento en que Finnick platica con un chico que no había visto antes. Se dirigió hacia ellos.

 

—Buenos días, mi nombre es Cillian Ryddleturn y soy el Prefecto en turno de la casa —comenzó cuando estuvo lo bastante cerca como para que el nuevo chico lo escuchara— Me gustaría saber tu nombre y la razón de tu visita —le dejó saber justo después. Un par de gritos se escucharon desde la habitación continua. Una chica nueva. Dejó al chico y se encaminó a la puerta que daba acceso a la otra habitación.

 

—No es necesario que hagas tanto jaleo, estamos justo aquí —mencionó a la chica con una sonrisa en el rostro— Ven con nosotros, Leha, mi nombre es Cillian y seré tu nuevo Prefecto… Por lo menos por unos días más.

 

Arya hizo su aparición en el lugar justo en ese momento. Estaba lista para abandonar aquella torre que por tanto tiempo había sido como su tercer hogar (?). El ryddleturn escuchó atentamente su despedida y después se acercó a ella para darle un gran abrazo— Te voy a extrañar, chica. Espero verte por ahí afuera algún día —se separó de ella y observó como la chica cruzaba quizá por ultima la puerta de acceso a la torre.

Dirección de la Red Flu, Trasladores y CC. Con Roxanne (?)

Gladys regreso unos minutos después para informarle al Ryddleturn que en unos momentos sería atendido. El chico tomó asiento en una de las sillas que se encontraban a un lado de la puerta de entrada. Sus dedos bailando sobre sobre la tela de su pantalón. Le gustaba estar en aquel lugar, esperaba aprender demasiado y quizá algún día lograría adquirir un puesto de importancia en el mismo.

 

La directora del departamento no se hizo esperar demasiado. Uno par de minutos después que Gladys regresará, ella apareció en el lugar acompañada de una mujer más. Sin duda alguna cuestión de trabajo. Esperó hasta que Roxanne se despidiera del todo de su acompañante, no quería interrumpir nada. Dejó su asiento justo en el momento en que se percató de que la chica que sería su jefa se acercaba hacia él.

 

—Buenas días, mi nombre es Cillian Ryddleturn y efectivamente soy el nuevo aprendiz —mencionó después de que su jefa le diera la bienvenida— Me da mucho gusto haber sido aceptado en el departamento y me gustaría comenzar a trabajar y aprender cuanto antes.

 

Extendió su mano hacia la chica esperando a que ella atendiera al saludo. Sin duda alguna su nueva jefa le agradaría.

Su primer día como aprendiz había llegado. Unos días atrás había intercambiado lechuzas con la jefa de la oficina y ella amablemente le había proporcionado un par de pergaminos con información básica sobre el trabajo que tendría que realizar. Aquello le había servido de mucho, por lo menos no llegaría con la mente completamente en blanco hasta su nuevo trabajo. Cierto era que él iba aprender, pero nunca estaba de más informarse un poco antes de ello.

 

Arribó al Ministerio lo más temprano posible para así poder evitar el mar de personas que solía darse cita en el Atrio del mismo. Seguro tendría que esperar pero aquello no le importaba. Tomó uno de los elevadores que se encontraban completamente vacíos y pulsó el número seis. En pocos segundos se encontraba nuevamente en aquel departamento que su madre adoptiva dirigía. Esperaba hacer bien su trabajo para así no decepcionarla.

 

Gladys se encontraba ya detrás de su escrito. Una ligera sonrisa se dibujaba en su rostro, era obvio que a aquella mujer le encantaba su trabajo. El Ryddleturn se acercó a ella y la saludó amablemente— Hoy vengo a buscar a Roxanne, Jefa de la Dirección de la Red Flú, Trasladores y CC. Soy el nuevo aprendiz. —Hizo saber a la atenta secretaria y después espero a que esta le proporcionara alguna respuesta.

—Gracias por el consejo, ya iré yo primero —Dejó saber al instructor.

El Ryddleturn se dirigió con paso firme hacía la escobera y pasó algunos segundos tratando de elegir una de las cuatro escobas que daban como opción. Terminó por decidirse por uno de los modelos más viejos; la flecha plateada. Volvió con ella y según las instrucciones del hombre que hacía de observador con aquella escoba no había ni una prueba a realizar, sólo tenía que hacer un vuelo limpio y preciso.

Tal y como había aprendido durante la practica pasó la escoba entre sus piernas y se sujetó con fuerza de ella. Era hora de la verdad, aquel vuelo decidiría si le otorgaban la licencia o no. Cuando estuvo completamente seguro de que estaba listo dio una fuerte patada al suelo y la escoba comenzó a elevarse rápidamente. Inclinó ligeramente la escoba hacia arriba comenzando así un acenso controlado.

Lo estaba haciendo bien, maneja el vuelo con bastante normalidad. Dio un par de vueltas y después decidió volar un poco más bajo. El viento se sentía bien, le hacía sentirse completamente relajado. Desde la altura a la que estaba podía observar como su amigo Viktor y el otro hombre observaban como realizaba su vuelo— Esto es divertido —murmuró para sí mismo. Llevaba un par de minutos volando cuando decidió volver al suelo.

Las cosas no salieron como esperaba. Mientras inclinaba la escoba hacia abajo para volver perdió el control de la escoba por unos momentos logrando que la misma lo golpeara contra uno de los árboles que de los cuales se encontraba ya bastante cerca. El golpe lastimó una de sus muñecas, haciendo que el dolor le impidiera sostener la escoba con la misma. Haciendo un poco de esfuerzo logro recobrar el control de la vieja escoba.

Manejar la escoba con una sola mano no era cosa sencilla, pero aun así logro hacerlo de buena forma. Se detuvo unos momentos para revisar su muñeca, al parecer se la había quebrado. Inclinó de nuevo la escoba hacia abajo, y comenzó el descenso. La hora de terminar con aquello había terminado. Esperaba haber aprobado, si bien había perdido el control de la escoba, y aquello le restaría algunos puntos, al final había logrado controlar la situación.

—Espero que mi prueba haya sido de su agrado. —Mencionó al instructor. Sacó la varita, la cual guardaba en uno de sus bolsillos, y apuntó a su muñeca rota. « Episkey », pensó, logrando así que el problema de su muñeca quebrada se arreglara, al parecer no había sido tan grave. Esperó el veredicto del instructor y después de recibirlo salió del lugar.

El día había terminado rápidamente y los jóvenes Aethonans se habían divertido demasiado durante aquella fiesta. Habían hecho de todo bajo la supervisión de sus jefes de casa, que habían pasado el tiempo tranquilos con su juego de ajedrez. Algunos chicos aún se encontraban dentro de la piscina y otros platicaban amenamente fuera de ella. Todo era alegría durante aquel día en la torre.

 

El nuevo Prefecto de la casa fue el primero en percatarse de la hora así que se dirigió a todos los presentes anunciando que la hora de terminar con la fiesta había llegado. Los jefes de casa parecían estar de acuerdo con él ya que se limitaron a asentir. No quería hacerlo, pero varios de los presentes tenían compromisos por cumplir al día siguiente. Se dirigió hacia la pequeña radio de madera y apagó la música.

 

—De verdad que ha sido un gusto compartir con ustedes esta divertida fiesta pero como todos sabemos: Lo bueno siempre se acaba pronto. Así que es la hora de terminar con nuestra celebración ha llegado al igual que la hora de ir a descansar —hizo saber a sus compañeros, como Prefecto tenía algo de mando sobre ellos y era la primera vez en el día que lo utilizaba— Por mi parte, doy la fiesta por terminada. Y me retiro, espero que ustedes hagan lo mismo pronto.

 

Hizo su pequeña reverencia a sus Leah y Jank antes de salir. Le agradó el detalle de que se quedaran acompañándolos hasta el final más aún porque sabía que llevaban unas vidas ocupadas. Al llegar a su habitación saco un par de pergaminos del cajón de su mesa de noche sobre una de sus clases. Se recostó sobre su casa y los estudió hasta quedarse dormido.

Aquella mañana el joven Ryddleturn despertó con el sonido de un ligero "Plof". Sobre su mesa de noche estaban dispuestos un pequeño sobre y una nota de pergamino en la cual se podía leer: « Una lechuza ha traído esto para usted, no he querido despertarlo ». Seguro había sido alguno de los elfos domésticos o quizá su sobrino, el cual ya no se encontraba en la habitación que compartían en la Sala Común de los Aethonans.

 

Dentro del sobre pudo encontrar otra nota, esta vez de sus nuevas profesoras en La Academia para su clase de Bando y Perfil, en la cual le hacían aviso del comienzo de la clase y el lugar donde se llevaría a cabo; los Jardines Sumaes. Por fin su última clase estaba por dar inicio. Si lograba aprobar todas las materias de la última etapa estaría un paso más cerca de realizar su sueño más grande; el ingresar a la Marca tenebrosa.

Desde el primer momento en que tuvo conocimiento sobre los bandos y sus ideales él supo bien lo que quería. Ciertamente, su personalidad no era del todo adecuada para pertenecer a ellos pero aun así era lo que más deseaba y no pararía hasta conseguirlo. La mayoría de sus familiares, tanto adoptivos como sanguíneos, eran fieles a La Marca y al crecer junto a ellos había absorbido la mayoría de los pensamientos e ideales de todos y cada uno de ellos.

 

Mientras esperaba que el día terminara, y que la hora de su clase estuviera a punto de llegar, dedicó su tiempo a lectura de un par de pergaminos sobre las actividades de su nuevo trabajo como Aprendiz en la Dirección de la Red Flú, Trasladadores y de Control de Calidad del Departamento de Transportes mágicos aun no sabía bien lo que deseaba conseguir dentro del Ministerio, pero esperaba llegar a ser alguien. Si era posible, en el mismo departamento donde pronto comenzaría su formación.

 

La segunda cosa que más deseaba después de terminar con La Academia era sin duda alguna el llegar a ser profesor. Le encantaba todo lo que conllevaba el serlo. Quizá no contara aun con toda la experiencia necesaria, pero seguro que con el tiempo la tendría. Dejó los pergaminos a un lado y se levantó. Había llegado la hora de comenzar a arreglar las cosas para su clase. Media hora después estaba listo.

 

Para la ocasión vestía unos sencillos pantalones vaqueros, una playera a cuadros de color azul y un par de zapatillas converse. Su varita en uno de los bolsillos. Sonrió al darse cuenta, por primera vez, que todo el tiempo vestía casi exactamente igual. Dejó la torre en dirección a los jardines cuando la noche ya cubría por completo al cielo. En el lugar se encontraban ya algunas personas. Pudo reconocer a un par de ellas; Viktor, su amigo y Kritzai, uno de los chicos con los que había cursado Duelo básico. A los demás no los conocía de nada, ni siquiera a sus profesoras.

 

Se detuvo unos pasos más atrás de donde el grupo estaba reunido, lo justo para no perder ningún detalle. Como suele ser normal, las profesoras fueron las primeras en presentarse y en explicar un poco sobre lo que se vería en la clase después toco el turno de los alumnos. El Ryddleturn decidió hacerlo justo después de Viktor. Se acercó por completo al grupo y comenzó su presentación.

 

—Mi nombre es Cillian Ryddleturn. Tengo 21 años y actualmente he sido aceptado como Aprendiz en la Dirección de la Red Flú, Trasladores y de control de calidad del Departamento de Transportes mágicos —fue lo único que menciono sobre su persona, no veía el por qué deberían saber más— Espero que esta clase sea más de lo que espero —añadió. Solo por el aspecto de sus profesoras casi podía darlo cierto.

 

Cuando las presentaciones terminaron una de las profesoras puso a disposición de los alumnos tres trasladores diferentes. La primera prueba, seguro que eso era. Eligió la botella de agua aplastada, no tenía idea por qué pero lo hizo. Cuando su grupo estuvo listo tocaron juntos el objeto. Pudo sentir como era jalado justo desde el centro de su estómago y después aparecía en las ruinas de lo que al parecer había sido una imponente mansión. Sin duda alguna la clase sería algo interesante.

 

Aquella tarde, cómo bastantes otras, Madeline estaba molesta con la vida. Era la quinta vez en el mes que algún productor rechazaba su postulación para un casting. Hacía ya varios años qué nadie la quería en Broadway, pero ella aún seguía insistiendo, y todos los meses eran lo mismo; rechazo tras rechazo. Pero ella nunca desistiría, estaba segura de que aún le quedaba mucho por dar. Ya encontraría la forma de volver. Sabía qué ya no contaba con varios de los atributos de su juventud pero seguía siendo una mujer atractiva y aquello tenía que servirle de algo.

 

Deambuló durante casi una hora por las calles de aquel gran circuito, que tantos buenos recuerdos le traía, antes de decidir volver a casa— No saben de lo que se pierden, algún día rogaran por mi regreso. —Murmuró en voz baja justo en el momento en que abandonaba del todo la última esquina. Un lujoso Mercedes de color negro esperaba por ella solo unos metros más allá. Claramente, aquel automóvil pertenecía a su adinerado esposo; un prestigioso abogado.

 

Por si misma no podía permitirse ni siquiera una imitación de alguno de los modelos de sus diseñadores favoritos. Había perdido todo su dinero intentando financiar varias puestas en escena que nunca llegaron a dar fruto. Apresuró el paso y unos segundos después estaba dentro del automóvil de regreso a su lujosa mansión a las afueras de Manhattan. Esperaba que su esposo no estuviera en ahí, no tenía ánimos de hablar con nadie. Solo quería darse un baño y olvidarse de todo.

 

Tal y como esperaba, él no estaba en casa. Algo normal desde hacía poco más de un año, pasaba días enteros de viaje o solía llegar tarde a casa con excusas. A Madeline eso no le importaba. Sabía de cierto que la engañaba con su joven secretaria, pero mientras siguiera costeando sus lujos y guardando aquel oscuro secreto de su pasado; lo que sea que su esposo hiciera le parecía perfecto. Ella también podía tener sus aventuras, varias veces se había encontrado despertando entre las sabanas de su chofer.

 

Ordenó a una de sus criadas que le prepara un baño relajante. Tampoco estaba de humor para hacerlo por ella misma. Mientras esperaba se dirigió a su recamara y se recostó sobre un mullido sillón de plumas en el cual solía pasar horas viendo televisión. Su vida se resumía a ello, ver televisión, ensayar viejas líneas y tratar de conseguir su fama de regreso. Encendió el gran televisor de plasma que tenía frente a ella y comenzó a buscar algo que le interesara. Un anuncio llamo su atención, una invitación para un casting de ingreso a un reality show.

 

En aquel momento estaba tan desesperada por conseguir de nuevo algo de fama, que cualquier cosa le iba bien. En un pasado nunca habría pensado en entrar a algo como aquello, ya que solía contar con varios métodos para conseguir lo que quería. Algunos menos ortodoxos que otros, pero todos solían darle buenos resultados. Ahora no solían funcionarle del todo. Memorizó la dirección web que anunciaban y rápidamente fue en busca de su portátil. Al ingresar se topó con una pequeña solicitud que debía rellenar. Lo hizo sin pensar demasiado en ello.

 

CONVOCATORIA

La compañía de producciones S.A., lo invita a participar en el reality show que está en puerta. Para ello, se llevará a cabo un casting en las instalaciones del edificio [1001 Broadway; Oakland, CA], el día 5 de Octubre de 2014 a las 9 am, donde pasarán por pruebas que evaluaran su capacidad para ser uno de los partícipes del programa.

 

Datos personales:

 

1. Nombre (Real y artístico si lo posee): Madeline Ashton

2. Edad: 65 años.

3. ¿Es ciudadano estadounidense?: Sí.

4. Profesión: Actriz

5. ¿Ha causado alguna controversia a lo largo de su carrera? (Especifique): Hace 20 años fui llevada a juicio como presunta homicida por el caso de los asesinatos en serie cometidos en Brodway durante la época de mi inicio como actriz. Gracias al cielo, la verdad logro salir a la luz y fui declarada inocente un mes después de que el todo comenzara. Desde entonces mi carrera se ha visto truncada aunque aún suelo contar con gran grupo de fans que anhelan mi regreso.

6. ¿Qué está dispuesto a ofrecer al programa?: Todo. Mi talento, mi vida, mis sueños.

7. ¿Cómo define su personalidad?: Soy una persona amable y de buenos modales. Con una ligera obsesión por el orden, pero nada que no pueda soportarse. Bastante refinada y de gustos caros.

8. Adjunte foto (Descripción física del personaje): Cabello rubio, corto y lacio. De tez blanca y estatura media [1,68 m]. De nariz aguileña y ojos color negro. De cuerpo normal, pero nada típico para su edad.

 

Los artistas seleccionados se harán acreedores de un reconocimiento y estímulo económico.

 

¡Anímate a participar!

 

Pulsó enviar. Listo. Ya no había oportunidad para echarse para atrás. Sacudió la cabeza. Esperaba que aquellos productores no fueran de los que pensaban que ella había asesinado aquellas mujeres. La verdad era que ciertamente lo había hecho, pero una gran parte de su fortuna y el gran talento de su esposo le habían conseguido la absolución de todos los cargos. Aquellos asesinatos eran parte de su pasado, uno que se había empeñado en ocultar. Asesinatos que así como la habían llevado a lo más alto de la cima, la habían hecho caer rápidamente aún sin habérsele comprobado nada.

 

Hacía ya un par de días que Madeline había arribado a la cuidad Oakland. Había conseguido la aceptación de su esposo a todo aquello durante la cena del mismo día en el que envió la convocatoria. Justo después de su baño se las arregló para que esa noche todo saliera perfecto de manera que Arthur no pudiera negarse a su nuevo capricho. Sabía que después de un par de copas su esposo nunca solía negarle nada.

 

Para la mañana del casting, eligió un costoso vestido Channel de color negro. Su chofer la había acompañado en aquel viaje, necesitaba de alguien que la trasladara y divirtiera durante los días previos al comienzo del reality. Aquel joven le venía como anillo al dedo. Lo había elegido por que le recordaba a su esposo en aquellos años de juventud en el que solían amarse con locura, le hacía recordar todo de aquel hombre que ya no existía.

 

Antes de ponerse en camino, revisó por primera vez la dirección a la que debía dirigirse. 1001 Broadway. La vida se estaba burlando de ella de alguna forma retorcida. No le tomó mucha importancia y se la entregó a su chofer al momento que le dedicaba un último beso en la intimidad de su cuarto de hotel. Fuera la mañana comenzaba a ponerse activa y el tráfico comenzaba a llenar las calles. Llegaron a su destino cinco minutos antes de la hora.

 

El lugar estaba hecho un mar de gente. Fans a la espera de que su famoso hiciera su entrada. Por un momento deseó que alguno de aquellos fuera alguno de aquellos que se había ganado por el país entero gracias a su participación en algunos famosos programas de televisión. Agudizó el oído esperando escuchar su nombre, pero no logro escucharlo. Dentro del edificio una linda joven de cabello rubio hacía de recepcionista.

 

—Buenos días, mi nombre es Madeline Ashton y soy una de las seleccionadas para el casting. —Le dejó saber.

 

Está sin prestarle demasiada atención señalo un pequeño pasillo que llevaba hacia una única puerta. « ¿Acaso no sabe a quién se está dirigiendo? Los jóvenes de hoy ya no tienen modales», pensó mientras se dirigía en dirección a la habitación donde tendría lugar el casting. ¿Qué era lo que tendría que hacer durante un casting así? No lo sabía para nada. Estaba completamente acostumbrada a los de actuación pero esto no se trababa de eso, se trababa de pretender que era ella misma y aunque diferente, al final todo venía siendo lo mismo; una actuación.

 

Su vida al completo era una simple actuación. En la cual tenía que estar en el lugar adecuado a la hora indicada, pretender que sentía aprecio por personas por las que no lo sentía, ser fuerte y amable hasta el último momento, olvidarse de todos sus problemas. Esa era su vida, y así le gustaba que fuera. La fama y el dinero era lo único que de verdad le importaba, lo único porque sentía que merecía la pena vivir, y en los últimos años no los había tenido más por lo menos no de manera propia.

 

Se detuvo justo frente a la gran puerta y alisó el vestido. Una vez lista realizó su entrada triunfal con una gran sonrisa en el rostro. Tenía que causar una gran impresión si quería ser aceptada. No soportaría ser rechazada una vez más y menos aún por los productores de un reality show. De las personas que se encontraban dentro solo podía reconocer a uno. Un humorista, lo había visto alguna vez en el televisor. Se esforzó por dedicarle una sonrisa, que al final término siendo más una mueca que otra cosa. Creía que los de su tipo era lo peor que el mundo del espectáculo podía tener.

 

Uno de los empleados la invitó a sentarse en lo que esperaba su turno. El humorista fue primero, era lo justo ya que él había sido el primero en llegar. Quince minutos después había llegado su turno. El hombre salió verdaderamente feliz de la puerta que se encontraba a solo unos pasos de la hilera de sillas. Su turno había llegado, era la hora de realizar su primer casting del mes y quería que fuera el último.

 

No fue la gran cosa, solo le realizaron un par de preguntas sobre la información que había enviado previamente. Haciendo más énfasis en el escándalo que en cualquier otra cosa, pero no fueron lo demasiado astutos como para sacarle algo que pudiera poner en peligro su libertad de nuevo. La dejaron partir unos minutos después prometiendo que la llamarían. Aquella noche lloró en los brazos de Anton, su chofer, pensando que había sido rechazada una vez más.

 

El Ryddleturn se encontraba en la habitación de su tutora, manteniendo una conversación con esta, en el momento en que la demonio sintió el llamado de La Marca. Al parecer tenía que acudir a realizar un rescate en la lejana prisión de la Orden del Fénix. No quiso ser una anfitriona maleducada al dejar a su invitado a la deriva así que lo invitó a que la acompañara. A su aprendiz le agrado la idea así que no dudo en aceptar.

 

Una vez que su joven aprendiz había aceptado acompañarla esta se dirigió rápidamente hacia uno de sus estantes tomando un frasco y acercándoselo al joven. Este bebió al contenido cambiando al instante de aspecto, ya no tenía el aspecto que normalmente tenía. Su tutora le había dado una poción multijugos y ahora tenía rasgos de algún lejano país del oriente. No sabía si hacía lo correcto pero recordando algunas de los relatos que su tutora comenzó a desnudarse.

 

— ¡Estoy listo¡ —Mencionó cuanto estuvo casi completamente desnudo. Decidió quedarse en calzoncillos. Total, su aspecto era otro… no mostraba nada que le diera pena, ya que no era él.

 

Después de esto la siguió abajo y antes de que salieran de la Mansión, una mujer de aspecto joven se unió a ellos. Desaparecieron juntos en una extraña voluta de humo negro y a los pocos segundos reaparecieron en una de las desembocaduras del rio Celeste ubicado en Nicaragua— ¿Ahora qué debo hacer? —Preguntó dirigiéndose a su tutora.

¡Buenas tardes! No se si puedo pasarme ya por aquí, ya que no he recibido ninguna lechuza anunciando el inicio de la clase o.ó o algo por el estilo pero aun así lo hago. Me da mucho gusto comenzar con la última etapa de la Academia, con la cual voy a tener que esforzarme un tanto mas por que va estar mezclada con el inicio de mi tercer año en la universidad.

Pues nada, voy a dar paso a mi presentación. Off Rol mi nombre es Emmanuel y tengo 21 años, soy Mexicano y actualmente estoy cursando una Licenciatura en Gastronomía. Me gusta mucho ver series y películas así como leer libros, y ya siendo un poco obvio me gusta mucho todo lo relacionado a la cocina. En el foro, tengo poco mas de dos meses que estoy activo pero tengo varios años registrado y en mis inicios solo solía pasarme por la Ryddleturn y nada mas.

On Rol mi personaje es Cillian Ryddleturn Black Lestrange. Es un demonio. Actualmente acaba de ser aceptado como Aprendiz en la Dirección de la Red Flú, Trasladadores y de Control de Calidad del Departamento de Transportes Mágicos. Es Aspirante a la Marca Tenebrosa. Su personalidad es un poco inestable, y cuanto esta rodeado de personas que le agradan puedo llegar a se demasiado bueno, pero cuando no es así es la peor persona del mundo. Lo mas importante para el es su familia.

Y creo que es todo, sin mas...

Saludos.

—No tienes nada por qué preocuparte, Finnick. Siempre que no hagas nada malo, claro está. —Mencionó. Su sobrino había hecho el comentario en broma, pero nunca estaba de mal dejar las cosas claras.

 

Un poco después ya se encontraba dentro del agua. No estaba fría, al parecer tenía sobre ella algún hechizo que la mantenía tibia, agradable para cualquier ocasión. No tardó mucho en tener a Arya y Finnick a su lado. Notó que Arya no se encontraba del todo cómoda, pero no era el momento de tener una conversación personal. Estaban todos reunidos para divertirse, ya buscaría algún momento para hablar con ella.

 

— ¡Vamos Kirara! Finnick tiene razón, pero si en algo ayuda el decirte que esta agradable, pues lo digo: El agua esta agradable, nada fría. —Aquella tarde todos tenían que divertirse y olvidarse de sus problemas y el Ryddleturn se encargaría de ello. Estaba haciendo un esfuerzo demasiado grande al estar dentro de una alberca mostrando mas partes del cuerpo de las que estaba acostumbrado. Nada de eso le gustaba, pero lo hacía para pasar un rato agradable con sus compañeros.

Dentro del edificio real esperaba una joven de extraña belleza. El olor, que parecía provenir de la delicada flor sobre su cabello, y su dulce voz inundaban por completo el interior. Fue Viktor quien se dirigió a ella, al parecer aquel extraño traslador que había logrado transportarnos a otra época también había logrado que pudiéramos entender y hablar el idioma. Al Ryddleturn le hizo gracia recordar unos de aquellos programas de televisión Muggle; donde una cabina azul tenía aquellas mismas cualidades. La joven se limitó a solo indicar el camino que debíamos seguir y después desapareció.

 

—Creo que deberíamos tocar a la puerta. Si ya hemos comenzado con un plan sencillo, deberíamos continuar con el mismo… —entendía que lo que su compañero buscaba en aquellas clases era tener un poco de aventura, pero en algunas ocasiones las cosas simples eran más apropiadas— Tenemos prohibido utilizar magia ¿O es que no lo has entendido? —Dejó el tema al aire. No quería comenzar una discusión en aquellos momentos. Mucho menos aun con su compañero, al cual le tenía mucho aprecio.

 

Llamó tres veces, pero no obtuvo una respuesta automática. Volvió a hacerlo, esta vez un poco más fuerte y una delicada voz pudo escucharse a través de las puertas de madera— ¿Quien llama a mi puerta a estas horas de la madrugada? —Una voz de mujer. Se escuchaba preocupada. Como si temiera que alguien estuviera ahí para hacerle daño. Para terminar con su vida o algo peor.

 

—Necesitamos hablar con Helena. Es un tema de vida o muerte… un tema que podría cambiar al mundo. —Soltó. Tratando de dar un énfasis de importancia a cada una de las palabras.

 

La puerta se abrió mostrando una lujosa habitación. Dentro solo había una persona, aquella a la que pertenecía la voz, una hermosa joven de cabellos rojizos que se encontraba vestida con lo que parecía ser para aquellas épocas una fina bata de dormir— ¿Qué es aquello que dicen es tan importante como para traerlos aquí a estas horas? —Esta vez su voz ya no sonaba preocupada. Ahora dejaba notar un tono de interés aunque podía notarse en sus ojos que aún no confiaba en aquel grupo de extraños.

 

Cillian estuvo a punto de contestar a aquella pregunta pero decidió dejarlo para alguien que tuviera un poco más de información sobre el tema, alguna de sus profesoras quizá, así que solo se limitó a de decir: —Creo que esta noche necesitaría de toda su capacidad para creer, aceptar y callar.

http://2.bp.blogspot.com/-4pHPI9yAT8o/UWcUgbFUSjI/AAAAAAAAAas/EqiRi7tDIE8/s1600/barra+separadora+2.png

 

OFF:

 

 

 

 

De todas las personas congregadas en la piscina el Ryddleturn era el único que no estaba vestido para la ocasión, pero al no le importaba; ya que había dejado en claro su apatía por esos tipos de lugares. Se sentía un poco contento con su nuevo nombramiento, seguro que algo estaba haciendo bien para que los jefes de casa le delegaran aquella responsabilidad así que trataría de hacer sus labores lo mejor que pudiera.

 

—Muchas gracias por sus felicitaciones, chicas. Pero, Helen, nada de formalidades y en cuanto a ti Arya, tendrás que enseñarme un poco sobre esto. —Contestó

 

Después se dirigió a la mesa de los bocadillos donde había posado la pequeña radio de madera, y la encendió. Una melodía con un ritmo pegajoso lleno rápidamente los rincones del lugar con el volumen correcto para no impedir las conversaciones. Había llegado la hora de comenzar con aquella celebración que tanto tiempo les había tomado comenzar. No quería hacerlo, pero al final desistió y se ausento unos momentos a su habitación para cambiarse de ropa.

 

Regreso unos minutos después, vestido con un short de color azul y una playera blanca estampada con el logo de uno de sus grupos Muggle favoritos: MGMT. Había dejado la insignia de Prefecto resguardada en uno de sus cajones. Sin pensarlo dos veces, para no darse tiempo de arrepentirse, saltó hacia la piscina—. Se supone que lo divertido de esto es estar dentro ¿No? Entonces, ¿Que están esperando?.

Hacía ya un par de días de que el Ryddleturn hubiera recibido una lechuza del Ministerio de Magia. En la cual, aquel amable empleado del Departamento de Transportes Mágicos le hacía llegar toda la información necesaria para presentar a su examen de vuelo. No se había presentado el mismo día gracias a que tenía que realizar un par de deberes de la Academia antes de tener un tiempo libre. Pero ahora que ya lo estaba había llegado el momento de hacerlo.

 

Abandonó su habitación en la Sala Común antes de que el sol se dispusiera a mostrarse. Para aquel día había elegido un conjunto de ropa Muggle con el que según él se sentiría un poco más cómodo a la hora de realizar su examen; una sencilla pero elegante playera holgada de color gris, unos pantalones de lino de color negro y un par de converse negros con suela blanca. Cuando arribó a Londres el sol apenas comenzaba a salir.

 

Deambuló por las calles durante un par de minutos siguiendo las mismas instrucciones que había seguido en su primera visita al ministerio. Hasta encontrar aquella pequeña cabina telefónica que hacía de entrada a uno de los más importantes edificios del mundo mágico. Como siempre, aunque fuera demasiado temprano, el Atrio era un mar de personas que caminaban de un lado a otro; al parecer sin un rumbo fijo. Trató de no distraerse con nada y se dirigió rápidamente a uno de los elevadores.

 

Este no se encontraba vacío como la última vez, si no que al igual que el Atrio, estaba abarrotado de personas. Un amable mago que vestía una sencilla túnica de color negro le pregunto su destino, ya que era el único que tenía oportunidad de pulsar los números del pequeño recuadro— Piso número 6, por favor. —Contestó mientras trataba de hacerse espacio. Comenzaba a irritarse con tantas personas a su alrededor.

 

—Examen de vuelo. Si no estoy equivocado. —Soltó el hombre con una sonrisa en los labios. El Ryddleturn se limitó realizar un gesto de afirmación.

 

Pocos minutos después y con el elevador ya casi vacío, llegó a su destino. Se dirigió rápidamente hacia la recepcionista y explicándole su visita, esta le señalo el lugar hacia el que debía dirigirse. El cual estaba ubicado un par de puertas más allá que la de la oficina de Dylan, el empleado. Al abrir la puerta se sorprendió al encontrase con un gran campo abierto pero no tuvo tiempo de admirarlo, ya que la prueba estaba a punto de comenzar.

 

Se dirigió al grupo que se encontraba reunido alrededor de una mujer de aspecto alegre pero severo. Se situó al lado de una de las escobas que se encontraban repartidas de manera uniforme sobre el pasto. Escuchó atentamente las palabras de la instructora, todas las indicaciones que tenía que seguir si quería aprobar aquel examen. Y después posiciono su mano derecha sobre la escoba y comenzó a ordenar: — ¡Arriba, Arriba! —La escoba parecía resistirse un poco, quizá por lo irritado que se encontraba el chico.

 

Pero al final cedió y se elevó sin ningún problema hacia su mano. Este comenzó a olvidarse de su problema de interacción con demasiadas personas a la vez y empezó a relajarse. Haciendo caso a la segunda instrucción, monto en la escoba y haciendo uso de sus dos manos; la sujeto con toda la fuerza que le era posible. Dio un par de patadas al suelo hasta que consiguió que la escoba comenzara a elevarse. Cuando consiguió hacerlo un par de metros, realizó la última indicación e inclinandose hacia delante logro volver a su posición original.

 

La introducción había terminado y era hora de comenzar con el verdadero examen de vuelo. Así que tenía que dejar la anticuada escoba que habían utilizado y elegir una, de modelos considerablemente más nuevos, que se encontraban un poco más allá; acomodadas de manera precisa en la escobera.