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Mahia Black

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Todo lo publicado por Mahia Black

  1. Libros de Hechizos Nombre: Libro del Aprendiz del Brujo Nivel: 1 Link a la certificación: enlace Habilitado para su uso: Sí
  2. Criaturas Mágicas Clasificación X Nombre producto: Perro (2) Puntos obtenidos: 10 x 2 = 20 Link a la certificación: enlace Clasificación XX Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación XXX Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación XXXX Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación XXXXX Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Criaturas en la Reserva: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Total de Puntos en Criaturas: 20
  3. Pociones Mágicas Clasificación A: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AA: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AAA: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AAAA: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AAAAA: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Total de Puntos en Pociones:
  4. Objetos Mágicos Clasificación A: Nombre producto: Vuelapluma Puntos obtenidos: 10 Link a la certificación: enlace Clasificación AA: Nombre producto: Varita Mágica Puntos obtenidos: 20 Link a la certificación: enlace Clasificación AAA: Nombre producto: Pensadero Puntos obtenidos: 40 Link a la certificación: enlace Clasificación AAAA: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AAAAA: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Total de Puntos en Objetos: 70
  5. Indice de Bienes Objetos Mágicos: Clasificación A: Vuelapluma Clasificación AA: Varita Mágica Clasificación AAA: Pensadero Clasificación AAAA: Clasificación AAAAA: Pociones Mágicas: Clasificación A: Clasificación AA: Clasificación AAA: Clasificación AAAA: Clasificación AAAAA: Criaturas Mágicas: Clasificación X: Perro (2) Clasificación XX: Clasificación XXX: Clasificación XXXX: Clasificación XXXXX: Criaturas en la Reserva: Libros de Hechizos: Libro del Aprendiz de Brujo Poderes de Criaturas: Tipo de Poder: Consumibles en Batallas: Nombre:
  6. No había lugar más seguro para guardar la fortuna de un mago que el Banco de Gringotts. O eso es lo que se decía. Para Mahia, ningún lugar era totalmente seguro, pero entre tener que proteger ella su dinero y que lo hiciera alguien más, prefería la segunda opción. De cualquier manera, Fernando Black le había abierto una bóveda a su nombre desde su nacimiento, por lo que el beneficio ya estaba otorgado por más de que a ella no le gustase. Lo cierto era que, si bien el lugar y su seguridad no eran del todo inquebrantables, era muy difícil poder acceder a las montañas de dinero que residían dentro. Se debía pasar por el vestíbulo para recoger la llave y ser acompañado por uno de sus duendes hasta el sinfín de pasadizos y túneles con rieles para sacar un mísero Galeón. La bóveda misma podía ser encantada por su dueño para agregar defensas, y de paso tenían el privilegio de “decorarla”. La Black había sido moderada en ese aspecto. Contrario a lo que acostumbraba con respecto al uso del color negro, sobre todo en su vestimenta, esta vez había optado por un tono arena claro para las paredes, acompañándolas con un baño de oro en cada uno de los 3 pares de pilares que sostenían el techo de color blanco. El piso era de mármol marrón, y la entrada gigantesca en forma de circulo se mantenía con el color plateado de la puerta de titanio. Si lo pensaba, quizá había gastado más dinero en cómo lucía el lugar, que lo que en realidad guardaba dentro… Sólo quizá. En cuanto a los hechizos utilizados en su dinero, eran algo que sólo ella sabía. Y su mujer, claro estaba. Perfil de Comprador del MM: N° 317 Indice de Bienes Objetos Mágicos Pociones Mágicas Criaturas Mágicas Libros de Hechizos Poderes de Criaturas Consumibles en Batalla Fecha de Próxima Actualización: ---
  7. No quería quitarse. El sólo hecho de saber los estragos que su boca hacía en la intimidad de Gabrielle le generaba un cosquilleo que iba desde la boca del estómago hasta su entrepierna y le hacía desear más. Sonrío. "Basta", había salido de los labios de ella, pero su cuerpo y tono de voz decían otra cosa. Se separó un poco a regañadientes, mirando hacia arriba antes de morder la cara interna del muslo, rompiendo la piel con los colmillos sin ser demasiado violenta. Apenas llegó a incorporarse cuando su sobrina abrió la puerta, y esperó hasta que estuvo con la atención puesta en ella para limpiar su boca sin ningun disimulo. Estaba segura de que Maida ya sospechaba lo que había interrumpido: ella incorporándose, Gabrielle agitada sobre la cama, su mirada llena de deseo; pero quería darle una pizca mas de explicitud. - Sobrina... pensaba que esperarías abajo. - Desvío la mirada hacia la pierna de su novia para ver caer el hilo rojo de sangre y tragó, sedienta. Agitó la varita para aparecer un pañuelo y se lo pasó a au mujer, pidiéndole disculpas. Quería que quedase la marca de sus colmillos, por lo que no le realizó un Episkey, pero la otra Black podría hacerlo si lo deseara. - Decinos linda, pasa algo? O... deseas que me vaya para hablar con tu tia? -
  8. Cerró los ojos y reprimió el quejido, abriéndolos para mirarla profundamente, con dejos de deseo en sus ojos azules. Sabía que su novia podía jugar. Sabía que le gustaba hacerlo. Y a ella le gustaba tanto o más que a la francesa. Dejó más lugar entre sus piernas para la mano de la otra mujer y la atrajo más hacia ella, envolviendo el lóbulo de la oreja entre sus labios para sentirle temblar debajo de ella. - Creo que la que va a comer va a ser otra -. Sus palabras eran serias. Dichas con un coqueteo descarado. Gimió a propósito en el oído de la Delacour y se apartó un poco, sonriendo. Esta vez quería ser ella la que tuviese marcas en la piel. No había bebido sangre en un tiempo, por lo que las heridas se producirían como a un humano normal. Pero la fuerza la seguía teniendo. Tomó por sorpresa a la bruja, besándola con pasión mientras la levantaba del suelo con facilidad, invitándole a cubrir su cintura y hombros con ambos piernas y brazos. El aire comenzaba a faltar y gruño con deseo. Apareciéndo a los pies de la cama matrimonial que compartían. La depositó con cuidado sobre el lecho y se relamió los colmillos, arrodillandose frente a ella, trazando un camino con sus dedos desde la rodilla hasta la entrepierna de la mujer, levantando el vestido tramo a tramo. - Aún no tenemos quién nos case. Podemos disfrutarnos ahora, e ir a buscarlo luego. Y casarnos. Por favor. Ya quiero ser tu esposa - Ejerció presión con sus dedos allí donde su punto sensible le hacía retorcer, y acercó el rostro para reemplazar los dedos por los labios.
  9. Una sonrisa trató de ser disimulada sin excito bajo los dedos de su mano izquierda. La pequeña reunión improvisada tenía sus altos y bajos, pero en ese momento le estaba divirtiendo por demás. Su hijo le había pasado el brazo por el hombro, tanto a ella como a su otra madre, y por poco no contuvo las ganas de darle un codazo en las costillas. ¡Qué mala era! Sus pensamientos distaban demasiados de los de una buena progenitora, pero habría sido divertido ver la expresión del muchacho. A ello había que sumarle la charla entre Maida y él, pidiéndole acompañamiento como si ellas no estuviesen presentes, y la reacción de su mujer, casi obligando al Yaxley a aceptar. Lo más raro había sido el abrazo de la Delacour a este, haciendo que él le soltara de repente y Mahia pudiese apartarse un poco para observarlos. Parecían una familia de verdad. Una que siempre hubiese estado unida. — Ahora ¡Permítanme a la maldita rubia! Tengo la maldita hora tratando de proponerle matrimonio y siguen reviviendo familiares. — Ladeó la cabeza y entrecerró los ojos, reflexionando sobre las palabras de Gabrielle. ¿Proponerle matrimonio? Pero... si ya se iban a casar... Y allí fue cuando cayó en cuenta. No tardó más de unos segundos en saber exactamente qué expresión llevaría la castaña en el rostro, y se volvió a tapar la cara con ambas manos. El calor le subía por las mejillas, dejando un extraño color carmesí colmar los pómulos blanquecinos de la vampira. Dio un saltito emocionada. Gabrielle también le iba a... ¿A qué? Dejó caer sus brazos a los costados y miró a su alrededor, algo confusa. Sintió los brazos de ella alrededor de su cuello y luego sus manos haciéndole mirarla. Sonrió con el beso y ronroneó, pensando automáticamente en clavar los colmillos en el cuello de la mujer. Se sentía extrañamente sedienta y confundida, además de excitada. — ¿Ven lo que me hacen hacer? Bonita manera de empezar el matrimonio. — — ¿¡Ya nos casamos!? — Se llevó la mano a la cabeza — ¿Me lo perdí? ¿Cuándo fue? ¡Merdé! — Se tambaleó un poco mareada y le pidió perdón un par de veces a la francesa, quizá exagerando más de la cuenta, hasta que ella le calmó sonriendo algo nerviosa, dándole a entender que aún no se había perdido nada. Suspiró con alivio y correteó detrás de ella hacia los jardines, olvidando a los demás a sus espaldas. Cuando llegaron, aparentemente, no pudo más que apreciar aquel lugar. Por más desorientada que estuviese en ese momento aún lo recordaba. Nunca lo iba a olvidar. — Estoy bien amor, algo... parece como si un par de neuronas se hubiesen desconectado, pero ya estoy volviendo...De todas maneras, sí, lo recuerdo muy bien — Afirmó, refiriéndose al lugar y asintiendo con la cabeza mientras la otra mujer hablaba. Tenía tiempo sin visitar la fuente, evitando inconscientemente quizá esa parte de los jardines. El día en el que ella se había ido había sido uno de los más fuertes en su historia. Le había explicado algunos de sus porqués, e incluso ella había hecho el esfuerzo de entenderlos, pero de todas maneras su corazón se había roto un poco en esa fría noche. El pedazo se había caído, y sólo dejó vacío en ese lugar. Un vacío que Gabrielle con su regreso había vuelto a llenar. La miró con amor, moviendo los ojos por todo el rostro de la Nigromante. Estaba a punto de llorar sabiendo lo que se venía ante la mención de una promesa, pero esta vez de pura felicidad. — Hace años me fui te tu vida en este lugar y hoy, en este mismo lugar te pido que seas parte de mi vida, siempre. Prometo nunca volver a dejarte, prometo nunca alejarme y cuidar tu felicidad. Mahia Black ¿Deseas casarte conmigo? — En su cabeza se imaginó, por una fracción de segundo, acercándose muy despacio a ella y abrazándola. Pero su emoción no le permitió ser tan educada y femenina. Casi corrió hacia su mujer, rodeandola con los brazos y apretándola muy fuerte contra si misma, al borde de hacerla caer, pero sosteniéndola lo bastante fuerte para que eso no pasara. — ¡Si! … ¡por supuesto que sí! — Se alejó lo suficiente para tomar el rostro de ella entre sus manos y besarla una y otra vez, repitiendo el sí entre cada beso. Se separó emocionada y suspiró. Su cara reflejaba todo el amor que sentía por ella. La miraba como si fuese la última flor del universo, o un tesoro encontrado después de años de búsqueda; como si fuese un ciego que logró ver por primera vez, y lo primero que encontró fue el rostro de Gabrielle. Se veía la adoración, casi palpable en los azules ojos de la Black. Estiró la mano izquierda hacia ella y esperó, mordiéndose el labio, a que la ojimiel lo depositara en el dedo anular, al cual pertenecía y en donde quedaría por el resto de la eternidad. — Sos el regalo más preciado, Gabrielle. Gracias por ser mi mujer, por amarme tanto. Te prometo que yo también seré una excelente esposa. Te voy a hacer feliz. Te prometo cada día una nueva aventura, y estar a tu lado siempre que me desees allí. — Vislumbró su mano y el anillo en ella. Luego simplemente tomó la mano izquierda de su prometida, entrelazando sus dedos para que las sortijas hicieran el contraste que había imaginado: una azul, la otra roja. Fuego y hielo. La atrajo a su cuerpo, tomó su cintura y, muy despacio, tomó sus labios como propios. La besó dulcemente, tratando de que sintiera cada roce, cada toque ocasional de su lengua, humedeciendo su piel lo suficiente para que lograran mojar también los de ella. Un suave gemido le hizo querer más, e intensificó el beso, soltando el agarre de su mano para reemplazarlo por su cuello. Los dedos se perdieron entre los cabellos castaños y el cuerpo se pegó más aún a la otra mujer, sintiendo sus pechos un poco más debajo de los suyos. Un sonido gutural, un gruñido de deseo, se escapó de su garganta. Se separó abriendo los ojos para encontrar los de ella, agitada. — ¿Te parece si vamos a casa... ? Necesito... — recorrió el cuerpo de su hermana con los ojos — me arde la garganta... — Se acercó hasta poner la boca en su oído. — Y te deseo... —
  10. – ¡Ey! Amo el frío y pos… - Se señaló a si misma con ambas manos – … vampiro, pero nada de frágil ma cherie – Sonrió y le guiñó un ojo, dejándola luego que volviese a retomar las riendas de la charla. No tenía idea de quien estaban hablando, o no lo recordaba. Para los rostros y nombres masculinos no era muy ducha, y menos si era alguien con quien no trataba seguido, pero al parecer no era un hombre del agrado de su prometida. Volvió a sujetar la mano de esta luego, relojeando con la mirada a Jessie que estaba demasiado callada. A – ¿Aaron vale la pena para hacer de compañía? Tengo que pasar más tiempo con ese chico. Ya debería estar por regresar, si querés podemos engancharlo para que asista con vos. – Se quedó pensativa. Sabía muy poco de él, y desde que había tomado conocimiento de que el que lo había criado había sido un miembro de la Yaxley el interés por el futuro del muchacho también se había derramado en el mar de su indiferencia. Pero la unión con Gabrielle le devolvía su ternura natural y estaba dispuesta a tratar de unirse más a su hijo. Ella le cambiaba la vida segundo a segundo. – Te propongo algo Maida. Vos estás, al parecer, bastante unida a Aaron… ayúdame a recuperar a mi hijo, o a unirme más a él, y estarás invitada a quedarte cuanto tiempo gustes para poder descansar de esa “investigación” – Sus ojos brillaron con malicia y diversión – De paso te enseñamos cómo mentirle a la cara a la gente lo suficientemente bien para que te crean. – Robó un beso de los labios de Gabrielle y ronroneo, extrañaba tenerla para ella sola. Quería abrazarla y acurrucarse un rato a su lado mientras compartían sus pensamientos sorbe la boda. También quería que fueran a algún lugar lindo de viaje; una “luna de miel” o algo por el estilo. Se separó y le sonrió, achicando los ojos en el mismo momento que le mostraba los dientes, esbozando una mueca algo graciosa. – En cuanto a vos… Debemos discutir cuál de las dos usará vestido, o si las dos lo haremos. Yo me voy a ver algo rara de blanco, no van a saber cuál es el vestido y cuál soy yo, porque ambos seremos del mismo color, pero ya qué. –
  11. ¡¿Qué ca***o les pasaba?! Se tapó la cara con la mano derecha y luego apretó el puente de su nariz entre los dedos índice y pulgar. En un momento se encontraba agradeciendo a Jessie por ser una hija excelente y al otro estaba siendo atacada por ella. Y no fue la única. Aaron se había llevado la peor parte. Deseaba matarla. Miró a Gabrielle con mala cara y puso los ojos en blanco cuando su hijo se puso a responderle. Inclusive dejó de escucharlo en algún momento de la charla. - Bueno, basta. Me están cansando. ¿Por qué cada vez que nos juntamos todo tiene que ser ironías, golpes, acusaciones y todo lo que siempre pasa? - Señaló con el dedo a Aaron y a Jessie - La próxima que alguno de los dos empiece con una guerra los saco del árbol a ambos. - Suspiró, acercándose a Gabrielle para agarrar su mano y entrelazar sus dedos. No quería que la noticia de su boda se marchara de esa manera; el momento era de felicidad y no de pelea. Las luchas las vivían cada día, los tiempos de paz y unidad eran lo que faltaban. - Voy a olvidar todo lo que pasó antes. Vos,Jess, no te ofendas ni salgas corriendo, que te conozco. Y tratá de engraciarte con tu hermano. - Se dirigió a Aaron - Vos andá a bañarte, cuando vuelvas hablamos de ese vino. Lo vio alejarse no sin antes dirigirles la misma sonrisa altanera que ella misma reconocía como suya. Ese chico era tremendo, lamentaba haberlo dejado. Ya comenzaba a odiar ese comportamiento entre los Blacks. Quizá su hermana tenía razón y ella se estaba hablando. Le sonrío tímidamente y suplico con la mirada el perdón por su comportamiento. Moduló un te amo silencioso y con un nuevo suspiro se dirigió a Maida. Habia ignorado su llegada de una manera bastante maleducada. - Lo lamento Sobrina, fui descortez. ¿Cómo has estado, te veo algo... diferente - La repasó con la mirada. Estaba mas delgada y parecia no estar descansando como correspondía. - Estamos tratando de organizar una boda. Me gustaría que todo fuese alegría. Lo que sea que te esté pasando, dejalo atrás y vení a disfrutar con nosotros. Esta vez no habrán reproches. - Le sonrío para inspirarle tranquilidad y volvió a su novia, robandole un beso de los labios. La amaba demasiado. Ella era la única que le hacía falta para ser feliz. - ¿Hablamos de la fecha? -
  12. - ¿Y por qué nos íbamos a ofender? Creo que es más bien un alago que nos digas que no nos parecemos a él. ¿O no amor? – El corte en la charla de su hijo Aaron había sido evidente, obviando por completo sus palabras para responder a las de Jessie primero. El muchacho aún no había aprendido las lecciones básicas, o tal vez había aprendido las suficientes del lado equivocado de la enseñanza familiar. – Deberías cuidar un poco la lengua hijo. No tenés idea de lo que es rechazar a la familia. Y creo que ni siquiera te das cuenta que vos estás más cerca de los que verdaderamente nos rechazaron, que las palabras de tu hermana. - La relación con Orión nunca había sido la mejor, pero al menos antes le tenían algo de cariño por los años vividos y el parentesco, aprecio que se había quebrado cuando dividió la familia sembrando odio y formado otro clan lejos de ellas. De todas maneras, ya no tenía importancia. Ellas y los fieles a su apellido se mantenían firmes en el castillo. Besó la frente de Gabrielle y prosiguió. – Aprecio la idea del pastel. De hecho, me acabas de dar hambre jess, quiero algo dulce. – Se relamió los labios – En cuanto al lugar me parece que el castillo está perfecto. Yo le envié unas cuantas lechuzas a los demás, pero no estaría mal si quieren ayudarnos a reforzar la invitación y asegurar su presencia. Le sonrió a Jessie y aligeró su mirada con algo de ternura. Ella era la única realmente que siempre estaba dispuesta y cercana a sus madres. Aunque no era una persona muy cercana a su descendencia, apreciaba mucho lo que su hija hacía por ella, incluso si a veces sus opiniones discrepaban un poco. Escuchó a Aaron saludar a Gabrielle y disculparse por la facha, quizás algo compungido por sus palabras, o simplemente desentendido de ellas. – También te agradezco a vos Otto. El resto de las cosas ya podemos verlas nosotras. Aún debemos encontrar a quien oficie la ceremonia… - Se giró hacia Aaron para aclarar sus dudas – Tu madre y yo nos vamos a casar. Te había enviado la carta por lechuza, pero llegaste antes. – Suspirando se acercó a él y le acomodó la solapa de sus ropajes, sacando la varita para aplicar algunas curaciones de emergencia en sus heridas y lugares adoloridos. Mantuvo la vista sobre el bastón y negó con la cabeza. – Algo tenías que sacar de mí… Pero sólo lo animal y el gusto por los golpes y cicatrices… yo al menos llegaba en una pieza - @ @OttoBlack @Gabrielle Delacour @@Jessie Black Lestrange
  13. Levantó una mano para saludar desde lo lejos a su mujer e hija. Se tapó los ojos con pena cuando una bola de pelos blanca salió disparada hacia las mujeres, dando saltitos de alegría en plena carrera. Se había desviado hacia la perrera luego de enviar las lechuzas para liberar a Nella y a Argos y Burzon, los cuales iban cada uno a su lado pero uno o dos pasos más atrás, sacando pecho con elegancia. Ellos ya conocían el comportamiento que debían de tener. No obstante la cachorra alegre hacía lo que quería. Ordenó a sus canes quedarse atrás y atravesó el patiecito para llegar al lado de Gabrielle. Dio un beso en la mejilla de Jessie y Otto y luego robó otro de los labios de la ojimiel. - Estás hermosa - Le sonrió y apretó su cintura - ¿Aún no le has contado nada verdad? - La cachorro se había empeñado en roer sus zapatillas. Sacó una croqueta del bolsillo de su sudadera y se la tiró lejos, viéndola ir detrás del snack. - Aunque todo lo dice en el sobre que dejé bajo su puerta, si lo hubiesen abierto al menos.. - Riño a su hija y levantó una ceja, divertida. - Como sea... vamos a dar un paseo. Los jardines lucen hermosos. - Y era cierto. Tendió la mano izquierda hacia su hermana y soltó su cintura, invitándola a entrelazar sus dedos. Emprendió camino a su lado y esperó que los otros dos le siguieran. El sendero que surcaba los terrenos del castillo estaba iluminado por luces artificiales que, cada tanto, cambiaban del blanco natural hacia diferentes colores. La noche estrellada se encargaba del resto. Suspiró y se pegó más al cuerpo a su lado, relajando sus hombros. Ella le hacía sentir como si estuviese flotando. Miró por sobre sus hombros para asegurarse de que los demás aún estaban allí y comenzó a hablar, confiando en que la castaña le avisaría si estaba a punto de llevarse algo puesto, como un árbol o semejante. - Van a ser los primeros en enterarse, siéntanse orgullosos. El resto lo hará cuando las lechuzas les entreguen sus respectivas cartas. - Se detuvo. - Creo que ustedes ya saben lo que es el amor... al menos creo, y más te vale Otto, que se han casado enamorados. Y tienen esa certeza de querer permanecer para siempre el uno al lado del otro... amanecer día tras día entrelazados... demostrarse ese amor minuto a minuto. Bueno... así me siento con tu mamá Jess... y así, hablo por ella, se siente ella conmigo - Apretó sus manos y miró a Gabrielle enamorada - Nos vamos a casar. - Quitó con esfuerzo la mirada de su mujer y le guiño un ojo antes de hacerlo. - Así mismo será algo reservado... saben como somos.. y la idea de invitar a todo nuestro entorno, y a gente que no nos frecuenta ni nos interesa, no es algo que nos apasione. Claro que todavía faltan detalles y organización, pero... eso una vez que tengamos a los invitados confirmados. - @OttoBlack @Gabrielle Delacour @@Jessie Black Lestrange
  14. No lo había pensado. Tenía la piel demasiado dura para los dientes de ella, no obstante, eso era sólo cuando estaba saciada. Mientras más tiempo pasara sin beber sangre, más débil se pondría. Tocó su cicatriz con la mano derecha. - dios... - Se obligó a mirar a los ojos a su prometida mientras sentía la punzada de deseo. La mirada de Mahia esbozaba una suplica al tiempo que la cadera se movía para alcanzar más el contacto con la otra mujer. La presión y el rose generaron aún más quejidos y decidió buscar la boca de Gabrielle justo en el momento que ella se aparataba y la dejaba hambrienta. Se rió y se levantó de la cama de un salto, siguiéndola hasta el cuarto de baño, donde se encontró con la puerta. La golpeó un par de veces antes de sentir el "click" de la llave. Se la había jugado de la mejor manera. Todavía sentía las punzadas entre las piernas y el calor del deseo correr por todo el cuerpo. Se alejó gritando un "me la voy a cobrar". Sonrió feliz. Ya eran una pareja... ya parecían un matrimonio. Se sentó en el borde de la cama y se vistió rápidamente. Un par de jeans, remera azul y sudadera gris eran todo lo que necesitaba. Se calzó unas zapatillas y dejó que las agujetas se atasen a si misma mientras se incorporaba. Se tiró en los sillones frente al fuego y sacó su varita, haciendo aparecer un par de sobres, tinta y pluma. Lo menos que podía hacer era escribir las invitaciones a mano. Su caligrafía no era mala, aunque tampoco la mejor, pero valía la pena intentarlo. Cuando el último sobre estaba siendo cerrado con sello y cera, escuchó el agua cerrarse y minutos después Gabrielle salió como una flecha hacia la puerta, sin darle tiempo ni siquiera a corresponder su saludo. Enarcó una ceja y levantó el brazo izquierdo, olfateando un par de veces. Nada. Ella siempre olía bien. - ¿Le habré dado alergia? - Levantó los hombros y dejó los sobres sobre el sillón, decidiendo que, aunque ya se hubiese vestido, seguiría los pasos de su mujer. Se duchó rápido y repitió la operación de vestido, saliendo luego de haber dejado todo en su lugar pero sin secarse el cabello. Odiaba hacer eso. Tomó los sobres y los guardó en su bolsillo trasero, exceptuando el de Jessie. El de su hija no era necesario llevarlo hasta la lechucería, más bien lo tiraba por debajo de su puerta. Y así lo hizo. Podía escuchar las voces dentro de la habitación, por lo que tocó suavemente luego de dejarlo. - ¡Los espero abajo! - Rió, esperando no haber interrumpido nada de alto voltaje. - Oh bueno, ya tendrán tiempo de seguir si así ha sido. De cualquier manera los hombres no son de demorar mucho en esas cosas ¿verdad? - - Revisó los sobres que quedaban en el camino a la lechucería, moviendo la varita mientras tanto para ir preparando a las aves en lo que llegaba. No eran más de 20 sobres. Bastante poco para ser un casamiento, pero así lo preferían ellas. Algo íntimo, familiar. Luisita, Maida, sus hijos, y algunos sobrinos. No había estado segura de invitar a la otra rama de la familia, eso lo hablaría luego con Gabrielle. De cualquier manera la conocía demasiado y estaba casi segura de que su respuesta sería un rotundo no. Colocó las invitaciones en cada una de las lechuzas y las despachó, sintiendo lástima por la que debía encontrar a la madre de Maida. - Quizá le debería haber dado provisiones para unos cuantos años. Oh bueno, un emplumado menos. Demonios, me agradaba ese bicho. Hubiese mandado el de Orión. - Era casi tan irritable como él. Siempre la mordía - Ya no hay nada por hacer. Mejor vuelvo al castillo. @@Jessie Black Lestrange
  15. Nick: Mahia Black Conocimiento que quiere dar: Leyes Magicas Motivo: Tengo mucha facilidad para ser profesora y me encanta hacerlo. Ya he tenido la experiencia por mucho tiempo en la vieja academia y amaría volver a hacerlo. Creo que puedo darle un enfoque a la materia mucho más vivido y divertido que lo que dice el nombre y agregarle calidad en materia de rol. Estaría bueno probar. Cargos y responsabilidades desempeñadas con anterioridad y actualmente en el foro: Profesora en la vieja academia - Generales - Duelo Básico - Duelo Avanzado Moderadora de Sala Ángel Caído en la Marca Tenebrosa (Actualmente Tempestad) Reportera de El Profeta Estado del plan de estudio: En proceso
  16. Bueno creo que ahora si tengo todo para hacer la compra y demas. Muchas gracias a todos y que tengan una linda tarde ID: 42748 Nick: Mahia Black Link a la Bóveda Trastero: -- Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda 78597 Nivel Mágico: 4 Fecha: 2018-06-19 Nombre del producto: Libro del Aprendiz de Brujo Consumible o Libro de Hechizo: Libro de Hechizo Nivel (del libro): I Precio: 1000 G Nombre del producto: Consumible o Libro de Hechizo: Nivel (del libro): Precio: Precio total: 1000 G
  17. Buenas Tardes. Desde ya gracias a quien me realice la aprobación de las compras. ID: 42748 Nick: Mahia Black Link a la Bóveda Trastero: -- Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Mahia Fecha: 2018-06-19 Objeto: Pensadero Puntos: 40 Precio: 2000 G Objeto: -- Puntos: -- Precio: -- Total de puntos: 40 Total de Galeones: 2000
  18. – Hasta que me toca hacerte alguna marca en la piel … - – Luego de esta, podes hacerme otras más interesantes… si queres – tiró la cabeza hacia atrás para poder ver a Gabrielle y besó su mejilla antes de volver a incorporarse. Le tentaba la idea de que ella le marcara, más allá del tatuaje mortífago, dejando algo suyo permanentemente en su piel. Tenía muchísimas cicatrices, algunas más marcadas que otras, pero el tener una que fuese hecha por su mujer le daba cierto placer que no podía encontrar en otra cosa. Incluso disfrutaría ese dolor. Contuvo la respiración al sentir la punta de la varita haciendo presión en su espalda; el inminente ardor del hechizo que marcaba la Marca Tenebrosa se asemejaba al producido por un intenso fuego, pero sin el olor a chamuscado y carne asada. Se mordió los labios y disfrutó de aquel dolor. Casi podía sentir el lugar donde se iba marcando, coincidiendo en uno de sus extremos con la cicatriz que cortaba en diagonal su pecho y espalda. Ser vampiro era lo único que le había salvado. Ningún humano habría sobrevivido a una herida como esa. Estiró los brazos hacia arriba una vez que la marca estuvo terminada, moviendo los finos músculos de la espalda para lucirlo mientras disfrutaba del suave toque de Gabrielle. Tenía la zona entumecida, pero su caricia podía sentirse de igual manera. Casi con un ronroneo se volteó y besó a Gabrielle, agradeciéndole con amor. Estaban unidas por algo más que lo carnal y ceremonial. Ella era la única persona en el mundo que podía generarle esos sentimientos, la única que podía ponerle nerviosa, alegre, ansiosa, deseosa, y ahora también podría sentirla cada vez que la llamaran por el tatuaje. – Te pertenezco. Y quizá también pueda lucir otra marca tuya, cuando quieras hacérmela. Sólo tenés que morder lo suficientemente fuerte – Le guiñó el ojo y mordió su labio en un rápido beso. - ¿Querés que nos preparemos y bajemos? Necesitamos hablar con Jessie y yo ocuparme de las lechuzas. Por cierto… te amo. @@Gabrielle Delacour
  19. Hola! Buenas noches Ok. Esta es la primera vez que compro un libro, así que espero que esté todo ok. Muchas gracias! ID: 42748 Nick: Mahia Black Link a la Bóveda Trastero: -- Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda 78597 Nivel Mágico: 4 Fecha: 2018-06-16 Nombre del producto: Libro del Aprendiz de Brujo Consumible o Libro de Hechizo: Libro de Hechizo Nivel (del libro): I Precio: 1000 G Nombre del producto: Consumible o Libro de Hechizo: Nivel (del libro): Precio: Precio total: 1000 G
  20. Respiró hondo. Se lo tenía merecido. Pero ¿por qué arruinar ese momento con tales comentarios? Pensó en levantarse. Pero no ganaba nada con ofenderse. Menos aún cuando la otra parte tenía la razón. ¡Ni ella sabía por qué desaparecía! O quizá perdía la noción del tiempo, porque no siempre le parecía que fuese demasiado el que se ausentaba. No obstante, a la mujer que amaba eso le dolía. Ya no lo haría. – Voy a darles el ejemplo. Y es diferente. Pese a que cada tanto la cago, vivo acá. – La mirada seria y tranquila aumentaba el impacto de sus palabras. Antes incluso de poder alzar la barrera para que las palabras no le afectaran se encontró gimiendo con la presión y mordió el labio que la besaba. La abrazó. Se movió una vez más sobre ella y bajó la mano para sentir la humedad entre sus piernas, quejándose con un pequeño gruñido cuando ella la soltó. La sangre le había abandonado la cabeza para agolparse en otro sitio. Ella siempre provocaba eso. Se giró sobre su costado y apoyó el codo en el colchón, dejando reposar su cabeza en la palma de la mano mientras la miraba, rodeando con su otro brazo la cintura de su mujer. Habló mientras abandonaba su posición y le besaba el cuello, ignorando el latir constante y cada vez más ruidoso de su yugular. La sentía moverse. Casi podía saborear la sangre y el calor. Ese néctar que le sabía tan peculiar: una mezcla entre frutillas, vainillas y flores. Era única. – Va a ser más sencillo empezar por ella. Debe estar en su recamara con Otto. De paso serviría para que podamos compartir más. La siento algo alejada de nosotras desde su boda. – Se sentó, arrastrándola para llevarla hasta estar sentada encima de sus piernas, con cada una de las suyas rodeando su cadera. Como pocas veces pasaba, su rostro quedaba por debajo del de la veela, pudiendo mirar hacia arriba para encontrar sus ojos. – Pero antes… hay algo importante que quiero hablar con vos… - Bajó la vista y llevó la mano derecha hasta el costillar de Gabrielle, repasando la Marca Tenebrosa tatuada permanentemente en su piel. La recorrió con su dedo índice, bordeando su contorno con una admiración latente. Podía sentir las manos de ella entrelazándose con su cabello. – Vos sos la única que lo sabe… Pero hace tiempo que estoy en la Marca ya, hasta ascendí… sin saber cómo – Le advirtió con la mirada ante posibles comentarios y prosiguió – … y todavía no lo tengo… - Dejó la mano quieta en la Marca y la miró a los ojos, penetrando la miel de los suyos con el hielo de los de ella. Sabía que Gabrielle le entendía. Estaban conectadas. No necesitaban palabras. No sólo había sido bastante obvia con lo que quería decir, sino que además estaba hablando con la mujer con la que compartía ese lazo único que sólo se tenía una vez en la vida. – La espalda me parece un lugar bastante sexy… y al igual que con el tuyo, sólo vos y yo lo vamos a ver… ¿Estarías dispuesta? -
  21. Suspiró y la abrazó. Sentía su calor a su lado y trató de sonreír. Cerró los ojos por algunos segundos, repasando los acontecimientos aún con el latir entre sus piernas. Giró el rostro y acarició suavemente el de ella, acercándose para darle un beso en la frente. La habitación estaba en silencio, exceptuando la respiración de cada una y la brisa fresca que movía las cortinas de ambos ventanales. - Puedo mas tarde enviar las lechuzas a quienes vayamos a invitar. - Ofreció. Esta vez quería hacer la mayor cantidad de cosas para ayudar y acompañar a Gabrielle. - Nuestros hijos por supuesto, algunos amigos, quizá a Fernando. - Aunque sabía que no iba a asistir, no estaba de más ser cortés con el recuerdo de padre que tenían. Porque no era más que eso: un recuerdo. Sintió pena y arrugó el entrecejo. No quería convertirse en alguien así. Acarició las curvas de su mujer muy lentamente, siguiendo con la mirada el camino de su mano hasta la cadera. Era perfecta. ¿Cómo no desearla? Por fin iba a convertirse en su esposa, luego de tantos años de amarla en silencio. Aunque la Delacour no era de tez oscura, la diferencia entre ambas era increíble, puesto que la blancura en la piel de Mahia era casi desopilante. Tamborileó con los dedos sobre la piel, absorta en sus pensamientos. - También puedo ocuparme de las cosas que haya que preparar para comer, y de quien nos case. Sabés que odio usar elfos. Aunque es tu boda también, claro, deberías poder usar los tuyos si querés - Se separó de su mujer lentamente, asegurándole con la mirada que todo estaba bien. Sin siquiera molestarse en ponerse una bata la Black fue directo hacia la chimenea, arrojando algunos leños mientras sentía los ojos examinadores de su novia en su desnudez. Sonrió con confianza y se giró para guiñarle un ojo. Encendió el fuego con la varita y la dejó sobe la repisa arriba del hogar mientras oía el crepitar de la madera. Volvió a la cama y se acurrucó nuevamente, cubriéndolas a ambas con el edredón. Puso la cabeza en el pecho de la otra, con la vista clavada en el fuego. - Quiero que sea perfecto. Que lo disfrutes. Esta vez yo me voy a ocupar de todo. De paso podríamos aprovechar para tomar las riendas de este castillo. Cada quien hace su vida, nadie aporta nada. Tienen otras familias, regresan sólo para pelear o "descansar". El renombre de nuestra casta se está perdiendo. Somos las matriarcas, vamos a dar el ejemplo - Besó el pecho de su novia y prosiguió - ¿Con quién querés que empiece? -
  22. Aquella mirada lujuriosa siempre conseguía erizarle la piel. El azul de sus ojos retó con insistencia a los de la ojimiel y se relamió los colmillos con deseo. No podía esperar un segundo más, y tampoco tenían por qué hacerlo. La sujetó con firmeza de la cintura y se acercó rompiendo el espacio que separaba sus bocas hasta que el aliento caliente de la otra mujer le hizo cosquillear los labios. La besó con pasión, extendiendo el ardor por su garganta con un deseo casi animal por tenerla para ella. Los cuerpos de ambas mujeres luchaban por mantenerse lo más pegados posible, dejando salir leves jadeos que empezaban a subir su tono con cada roce. Estaba hambrienta. Y parecía que su última comida la había tenido hacía años. La amaba demasiado, y ese amor acarreaba todo el deseo y la lujuria que alguna vez hubiesen podido caer en su cuerpo. Gabrielle siempre había sido elegante, hermosa y sensual a los ojos de la Black. Aquel único elixir que podía calmar su sed, pero que aunque no podía beber, admiraba y añoraba con todo su ser. El poder probarlo había sido la gloria para Mahia. La llevó hasta la cama, repartiendo los besos entre risas y gemidos de placer. Las manos ya no las controlaba y acariciaban sin tregua los músculos de la espalda de su mujer, bajando y subiendo en una tortuosa caricia. La deseaba. Estaba ciega de amor. Le sonrió con algo de malicia y se sentó, tirándose lentamente hacia atrás para arrastrarla sobre ella. El vestido que le había preparado con tanto cariño se había subido lo suficiente para dejar ambos muslos de la Delacour al descubierto, recibiendo las caricias de Mahia en la piel caliente y suave. Levantó el rostro y buscó el cuello de su novia, besándolo y dando pequeñas mordidas al terminar cada beso. Era suya. Demasiado suya. - Sos preciosa - Su voz sonaba ronca, quemada por las ganas. Las respiraciones agitadas de ambas mujeres llenaban el ambiente. Podía sentir la cadera de su mujer moverse sobre ella y sus manos acariciar su espalda y cuello. Deseaba sentir sus uñas clavarse en su piel. Su mano izquierda se movió con lentitud hacia la parte interna de los muslos, subiendo cada vez más hacia el centro que contenía la humedad tan ansiada. La acarició, primero suave, luego presionando un poco más con cada gemido que salía de su boca. La pegó más a ella, jadeando al unísono. Su propia humedad estaba haciendo estragos entre sus piernas, pero no podía detenerse. Sólo paró para poder cambiar. Quedó arriba con un giro, y se precipitó en despojarse del propio vestido sin apuros, dejandole ver a Gabrielle su propia desnudez. Se quedó observando a la Delacour, allí acostada en su lecho, bajo su cuerpo. No había visto mujer más hermosa en toda su vida, sólo ella provocaba tanta excitación. Volvió para buscar sus labios. Su mano derecha esta vez fue la culpable; presionó sobre la ropa interior y subió, arrancando un quejido por parte de su amante. Corrió la tela del vestido cada vez más arriba y se introdujo debajo de la misma hasta llegar a su pecho. El pezón erecto y suave quedó atrapado entre sus dedos. La sintió retorcerse bajo su cadera y bajó su boca por su cuello, mordiendo con fuerza sobre la clavícula izquierda. La pasión se podía sentir en el aire. - Te amo Gabrielle - Levantó su cadera lo suficiente para que la mano izquierda encontrara nuevamente la humedad, esquivando la ropa interior. La miró a los ojos mientras dos de sus dedos se abrían paso dentro de su mujer y el movimiento de su cuerpo acompañaba al vaivén que los llevaba dentro y fuera de ella. - Te amo... -
  23. Asintió. No tenían por qué tener una fiesta en la Riddle. Estaba demasiado trillado. Prefería que el castillo fuese su lugar. Quizá algún salón que a su novia le gustara más. Privado, sin obligación de invitar a quienes no necesitaban estar ni tener que regalar sonrisas que no sentían para agradar. No. Ese momento era único y sólo de ellas. Intentó seguir sin excito la mano de Gabrielle hasta el lugar donde la flor fue depositada y apoyó su mejilla en la mano de esta. – Mañana voy a enviarle una lechuza a Fernando… donde quiera que esté – Tiró de la mano de la castaña y echó a andar, levantando el rostro hacia el cielo para explotar en una sonora carcajada. – Por dios. Quiero ver su cara. Decime que ya inventamos las video-lechuzas, o lo que sea que tengas los Muggles. Me voy a hacer pipí de la risa. – Su padre siempre las había mirado mal cuando estaban demasiado “cariñosas” entre ellas. Nunca les había dicho que no, pero el viejo pervertido era pervertido sólo cuando le convenía, y ante el incesto, o quizá la relación de dos mujeres, no se veía muy contento. – La única pena es que no podré alardear sobre mi reciente ascenso a los demás. Aunque no sé bien por qué lo hicieron. ¿Habré ofendido a la persona correcta? – Puso el dedo índice sosteniendo su mentón. – Pero ofendo a muchas personas a diario. Soy muy buena en eso. Soy muy buena en varias cosas. Antes era mejor… pero algo siempre queda. – Se alzó de hombros. Comentó con su mujer la idea de comprometer a una vieja amiga para que las casara, o quizás a su mismo jefe, aunque de sacerdote no tuviera nada. Era un tipo divertido y elocuente que sabría llevar el alma a la fiesta, o por lo menos les daría una buena cobertura en el diario donde trabajaban. – ¿Qué te parece? Orión sería mi última… última… última… última… última… última… última… última… última… última… última… última… última… última… última… - Tomó un respiro - última… última… última… última… última… última… última… mier**, me cansé… última opción. Nos pasaríamos horas escuchando el discurso hippy antes de estar casadas. – Señaló el collar de Gabrielle, distrayéndose con su piel unos segundos más de lo debido. Acarició el lugar donde sus colmillos estaban grabados. Sintió la garganta seca y apretó la mandíbula, bajando el rostro hasta tocar con la nariz la piel suave y caliente. El aroma era tan dulce… tragó saliva y habló algo ronca. - ¿Volvemos al castillo? Tendríamos que avisar a la familia y … - Pasó la lengua apenas por encima del collar, emitiendo un sonido gutural al mismo tiempo – te amo… -
  24. El pecho se le infló de felicidad. Esperaba un sí, había obtenido un sí. Pero en su imaginación la alegría con la que lo había recibido se había quedado muy atrás de lo que sintió en la realidad. Casi sin pensar se levantó en un salto para atrapar a la castaña entre sus brazos, volviendo a besar labios al tiempo que la hacía girar en el aire. Allí, rodeadas de colores, sonidos naturales y la flora encantada del país de las maravillas, habían creado entre las dos una de esas memorias que duran para siempre. La dejó en el suelo, sonrojada por la pena ante su reacción y carraspeó, tapándose la boca con un puño mientras se alejaba lo suficiente para tomar la mano izquierda de la otra Black. Miró a sus ojos unos segundos que parecieron eternos y, de la manera más lenta posible, colocó el anillo en su dedo anular. – Hoy me hiciste la mujer más feliz de todas. – Entrelazó su mano con la de ella y beso sus labios una vez más. – ¿Qué te gustaría hacer ahora? Tenemos este lugar para nosotras solas el tiempo que quieras. O podemos llamar a la familia para organizar la ceremonia. Tenés libertad completa para eso. Sé lo meticulosa que sos, mi francesa. – Sabía que Gabrielle querría una fiesta más bien privada, al contrario de lo que a ella le hubiese gustado. Mahia era más ostentosa, más egocéntrica. A ella le gustaba mostrarse, ser el centro de atención en lo que sabía que era buena. Bueno, un casamiento no era muy diferente a presumir sus habilidades; estaría presumiendo a la mujer más bella del mundo mágico, lo cual, merecía el cuchicheo de los envidiosos. La miró de reojo, siguiendo el corte fino de su mandíbula. No le molestaba en absoluto que no fuese de esa manera si así lo quería su mujer. El momento sería sólo para ellas dos, y unos pocos que fueran lo bastante íntimos para compartir su felicidad. De cualquier manera, más de la mitad de las personas a las que le iba a presumir serían desconocidos, puesto que las familias con las que se codeaba el escudo Black eran todas mortífagas, y ella recién estaba empezando nuevamente en las filas… O casi. Más bien se mantenía en stand by, y sólo por su mujer, por lo que no perdía mucho al no invitarlos. – ¿En qué pensas, ma cherie? – Acarició la barbilla de Gabrielle con la misma mano que tenían entrelazada y le sonrió.
  25. – Salgamos… No tengo mucha hambre. Quizá luego pueda comer – Las dos sabían que esa frase llevaba doble sentido. Y la mirada pícara de Mahia terminaba de confirmarlo. Enganchó el brazo derecho al de su novia, con mucho cuidado de no molestar a la coneja, y se encaminó hacia la salida. Su rostro se mantenía calmo, sonriendo en todo momento, pero su corazón desbocado parecía estar dando pelea para no salir del pecho. Si bien quería lucir con confianza y altanería, juraba que la mano izquierda le temblaba lo suficiente como para derramar el té si se lo hubiese servido. – No todos los días se ve algo como esto… Pero siempre estuvo acá. – Rompió el silencio, manteniendo la mirada al frente. – He usado este mundo para algunas de mis clases en la academia. Y en todas ellas te he recordado. Pero es normal. Está hecho sólo para vos. Cada vez que quieras venir, sólo tenes que desearlo y el collar te traerá. Y podes invitarme, claro está. - Le sonrió y por fin enfocó sus ojos azules en los de ella, ruborizándose sin sentido en cuestión de segundos. Apartó la mirada rápidamente y soltó su brazo, tapando su boca para toser. Era evidente que estaba alargando el momento. Quería que ella disfrutara de todo eso antes de entregárselo. Se agachó y cortó una flor, olisqueando su aroma. – Contrasta mucho con nosotros… Los Black. Todo lo que nos rodea es oscuro. Desde nuestro apellido, hasta los pasillos del castillo. Ni hablar de nuestro humor o afectos. – Se detuvo y colocó frente a Gabrielle. Estirando la mano para acariciar su mejilla. Ella era quien había traído la luz a su mundo, y con ello una paleta de colores que nunca antes había conocido. – Pero se asemeja a lo que sos vos para mí. Un río de sensaciones, de matices. Un arcoíris en medio de mi lluvia constante. De la cual no me quejo. Amo la lluvia – Rió y se encogió de hombros… - por eso es que he decidido hacer esto… porque quiero que esa luz que me das, ese complemento a mi vida que la hace completa… sea para siempre. – Una rodilla se apoyó en el suelo de hierva fresca y levantó la mirada hacia la de Gabrielle, no comprendiendo del todo su expresión, pero prosiguió con su plan. Estiró la mano derecha con la palma hacia arriba, colocándola justo debajo de donde estaba el conejo en brazos de la castaña, y admiró como este se hacía humo de repente. Sintió el peso del estuche de terciopelo azul caer sobre su mano y lo abrió de cara a su hermana para que esta admirara su contenido. Era un objeto bello. Bastante antiguo, pero hermoso. La sortija forjada en Oro blanco tenía incrustados pequeños diamantes en dos hileras entrelazadas que sostenía en media una piedra de zafiro azul, discreta pero notable, no demasiado grande pero para nada pequeña. El contraste entre el brillo de los diamantes y la gema era hipnotizador, y el color añil demostraba poder. – Quiero que seas más aún en mi vida. Mi compañera para toda la eternidad. Mi esposa, mi mujer. ¿Querrías casarte conmigo? –

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