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Mahia Black

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Todo lo publicado por Mahia Black

  1. La sangre se agolpó en sus mejillas. Sabía que iba a ser odiada desde el momento en que preparó el traslador, y, si alguna duda se había apoderado de su ser, se había desvanecido en cuanto escuchó su grito. Mordió su lengua divertida y se dedicó a esperar verla aparecer por el camino que ella misma había preparado. Se veía hermosa con el vestido azul, y en su rostro no había gota de enfado. Sujetó su cintura mientras era besada, respondiéndole con amor, mirándola maravillada al separarse. – No me imagino qué clase de contratiempo habrá sido… - El hacerse la inocente no se le daba demasiado bien. La sonrisa la delataba. Esquivó su mirada y cubrió con sus labios la fina piel de su cuello, justo del lado contrario en donde la Delacour había apartado el cabello. Tomó el collar y lo colocó. La cadena de oro cayó hacia el pecho de la castaña, movida por el peso del dije, y Mahia aprovechó para bajar ambas manos hacia el vientre de su mujer. Su mentón se relajó sobre su hombro y la atrajo hacia su cuerpo. – Espero que te haya gustado… aunque hay más sorpresas aún. – Se alejó, tomándo la mano de ella para hacerle dar una vuelta, admirando cómo la campana del vestido se movía hacia arriba sin ser indiscreta. Se alejó de ella y la llamó con los dedos de la mano, caminando de espaldas hacia la puerta de la casa. Abrió sin girar y le dio paso, dejándola apreciar el interior. El vapor de la tetera empañaba los vidrios de la ventana y ocultaba la puerta de salida posterior que daba a las colinas donde circulaba el río. Movió la varita para que esta última se abriera y un no tan pequeño conejito ingresó a la sala. Se dirigió hasta él y lo levantó, entregándoselo a Gabrielle. – Ella nos va a acompañar por ahora. Pero más adelante tendrá que dejarnos. Por ahora… - Sabía lo mucho que su mujer amaba a esos animalitos. No podía negar lo tiernos que eran. Y por eso mismo lo había elegido. No se trataba de un conejo normal… No era real. Como todo en ese mundo, estaba creada única y exclusivamente para Gabrielle. Dentro de la hermosa bola de pelos, se encontraba uno de los objetos más preciados para la ojiazul; aquel que más quería darle a la otra mujer. - querés comer algo… - Señaló la mesa alta y la comida sobre ella – ¿O preferís dar un paseo conmigo por el río? -
  2. Un ojo celeste se asomó por entre sus dedos. Casi temiendo ver lo que tenía en frente. Ella lo había preparado. Sabía cómo hacerlo y lo había usado en otras ocasiones; pero esta vez era especial. Todo estaba pensado para su novia. Tal como había pasado hace años, el único motivo de su existencia era Gabrielle. Sabía cuánto su hermana adoraría el lugar. Aunque nunca tuvo el placer de llevarla, esta vez serviría como el escenario perfecto para ver la mejor de sus sonrisas. Esbozó una sonrisa y quitó la mano de la cara, levantándola hacia el cielo. Estaba estrellado. Parecía tan inmenso sobre ella, con una luna prácticamente dorada mostrándose en una perfecta esfera que simulaba estar más cerca de lo acostumbrado, así como si estuviese a punto de caer sobre el lugar. No sonaban los grillos, tampoco soplaba demasiado viento, pero las cigarras hacían escuchar su canto. La luna producía la luz necesaria para admirar los colores del pasto y la maleza, que se elevaba unos dos metros por encima del nivel de la Black. No significaba eso que nadie se hubiese detenido a cortar el pasto durante años, sino simplemente que esa era la idea del lugar. Así había sido diseñado. Emulando una tierra lejana y fantástica que aún en el mundo mágico no se había logrado encontrar. Lo normal hubiese sido encogerse ella misma, tal como había sucedido en el relato o cuento, como más quieran nombrarlo. Pero en contra parte, se había hecho exactamente lo contrario. Todos los elementos del lugar habían crecido en tamaño, acentuando las tonalidades y matices de cuanta flor, hongo, helecho y hoja hubiese en el lugar. La pigmentación era diferente según la planta de la cual se hablase, cosa que no es posible apreciar en la normalidad. Las ramilletas de pasto, gruesas y duras, rosaban el color verde azulado, casi llegando a violeta al tocar el suelo, la parte más fría del herbaje. Las ramas repletas de diminutas láminas de vegetación de algunos helechos silvestres lucían un verde agua muy bonito, arrastrando sobre sus hojas algunas gotas de agua que las hacían temblar al caer sobre el piso, desprendiéndose de su superficie. Más altos aún se veían los girasoles, los cuales contrastaban perfectamente el amarillo dorado y el marrón de su centro con el fuerte rojizo de las capas superiores de los hongos, algo más pequeños, pero de tallos más prominentes. Sus troncos, gruesos como el de un árbol, y la flor amenazando con caer sobre quien pasara a su lado se veían imponentes, observando a quien pasara desde lo alto con una gran sonrisa, pues todos estaban tan vivos como ella; la magia lograba cosas increíbles si se usaba bien. Algunos pimpollos de rosas aún demasiado jóvenes para haber abierto acompañaban al paisaje, esperando a madurar para mostrar todo su esplendor. El único sendero disponible llevaba hacia una pradera en la cual las florecillas blancas no habían sido agrandadas, llenando toda la planicie que rodeaba una pequeña casita de madera construidas sobre un gran champiñón. Detrás de la misma se podía observar un riachuelo correr, comenzando en lo alto de la colina, allí donde se perdía la vista, y descendiendo en diminutas cascadas escalonadas hasta perderse en el bosque aumentado a la derecha del lugar. La construcción se veía pequeña. Pero por dentro era enorme. Contenía muebles hechos a mano, todo en madera, con decoraciones a la antigua. Una tetera que constantemente estaba hirviendo llenaba de vapor el ambiente, pero no generaba ningún calor, y las tasas de té, siempre listas, giraban sobre si mismas hasta que alguien las agarrara. Los sillónes eran más grandes que lo normal, ayudando a subir con escalones desplegables a quien lo deseara. Lo mismo pasaba con los bocadillos sobre la mesa. Galletas, pudines, chocolates. Todo era increíblemente grande. Coincidiendo con el tamaño de la mesa y las sillas. Mahia sonrió. Creía que le iba a gustar. La fachada rosada de la casita y el techo de paja daban una sensación cálida, aniñada y hogareña. El esto del tronco del hongo estaba recubierto con un rosal lleno de capullos rojos de color sangre. La Black se sentó en el pequeño descanso de la escalera de ingreso. Apoyó los codos en sus rodillas y el mentón sobre las manos. Respiró profundo y suspiró. Las luciérnagas llenaban la noche de destellos esmeraldas. Todo era demasiado hermoso. Ahora, sólo faltaba que ella apareciera. Le había dejado presente sobre la cama. Planeaba entregárselo en persona después del encuentro con Jessie, Martín y demás compañía, pero al subir a su cuarto ya no estaba. Lejos de deprimirse por no encontrarla, ella simplemente le había preparado uno de sus vestidos de color azul y los zapatos negros más cómodos que sabía que su mujer tenía, dejando la prenda sobre el lecho. Sobre el cuello del vestido dejó un presente que la Delacour desconocía. Lo había comprado hace poco, acompañado con lo que esperaba fuese el objeto que le daría a entender a Gabrielle todo lo que la amaba, y lo mucho que deseaba pasar su vida con ella. Aunque este último se lo daría sí o sí ella misma. Cuando la francesa llegara a su hogar e ingresara en la habitación que compartían, sobre el vestido azul encontraría una fina cadena de Oro dorado estirada sobre la tela en forma de V, siendo adornada con un dije de lo más bonito. Dorado y reluciente fue lo que pensó al comprarlo. Delgadas tiras de oro se iban entrelazando hasta formar una flor de pequeño tamaño, que en su centro contenía dos piedras en forma de gota. Dos esmeraldas del color verde acuoso más transparente e hipnotizador que la Black haya visto nunca. Se parecían de cierta manera al agua de un mar tropical, dando el deseo de zambullirse en ellas. Juntas formaban un corazón. De la misma manera que ella quería adentrarse en el corazón de la mujer que amaba. Esto es para vos Decía la nota que le había dejado, finalizada con un Siempre tuya, te amo. Antes de irse lo había convertido en un traslador. Por lo que llegaría tarde o temprano a su encuentro. Sonrió. Estaba impaciente porque así fuera.
  3. El zafiro. No le hizo falta dudarlo demasiado. Ambos anillos eran preciosos. Caros. Como el infierno de caros. Pero preciosos. Le seducia el hecho de que fuese hecho sobre Oro Blanco, era lo que buscaba, y el color azul de la piedra le atraía por completo. Lo tomó, pidiendo permiso antes a la mujer que le atendía y lo escudriño. Era del tamaño perfecto. – Este es demasiado lindo y sobrio. Me gustaría hacerle algunas modificaciones. Pero con mi magia será suficiente. Me lo llevo… - Recordó el importe en su bóveda. Sobraba para comprarlo. Pero obviamente tal cantidad de dinero no lo llevaba encima. – ¿Cómo le hago la transferencia? Imagine usted que portar 25000 galeones es un poco… pesado. – Sonrió con algo de ironía pero tratando de ser agradable, devolviendo el objeto para que lo envolviera. El estuche estaba bien para ella. – Y también me llevo ese… - Señaló detrás de la mujer, cerca de donde había sacado los dos anillos. Un busto negro portaba un collar que llamó la atención de Mahia, impidiéndole apartar la mirada de él por mucho que le hablara a su interlocutora. Parecía llamarle con su brillo. El dije era dorado y reluciente, como una pequeña flor hecha de tiras de oro que se iban entrelazando, pero justo en medio dos pequeñas piedras en forma de gota en color esmeralda acuoso relucían por su propia belleza. Era un color maravilloso; parecían tener fondo, como si de un mar se tratase, y te invitaban a zambullirte en ellas. Como el corazón de Gabrielle. A regañadientes apartó los ojos, consciente de lo tonta que se debió haber visto al quedarse así embelesada. Su vendedora sacó la joya y se la acercó a la Black, mostrándole una cadena fina de Oro muy discreta. Combinaba a la perfección con el dije: le daba todo el protagonismo. – Creo que me enamoré. Y me voy a enamorar más cuando la persona que amo lo tenga puesto. Es… es como ella. – Sonrió ante sus palabras y asintió con la cabeza. Era suyo. @
  4. Hasta ella misma llegaba a hartarse de los Black a veces. Tal vez por el cambio de temperamento al ir acumulando edad se había vuelto algo odiosa y poco jovial. Los dramas eran buenos hasta cierto punto y su hija se estaba portando como una niña consentida. Y la educación que le habían dado no era para nada algo cercano a malcriar a un hijo. Frunció el ceño y dejó hablar a los demás, exigiendo su paciencia. Gabrielle sabía tratar más estos temas que ella, era más dada con el resto de la gente que Mahia. Lo peor de todo era que la charla se centraba en su hijo. El único descendiente biológico con el que realmente tenía alguna especie de lazo, por muy pequeño que fuese. Conocía su unión con Maida, y nunca le había molestado. E incluso si fuese algo más ¿Quién era ella para juzgarles? Miró su mano sintiendo la caricia de su mujer y endureció más el semblante al mirar a los demás. Martín desapareció primero, luego Jessie siguió sus pasos y Maida sólo se limitaba a seguir con la guerra. Otto, por supuesto, ni siquiera se inmutaba. Gruño y besó la cabeza de su hermana mientras se levantaba. – No pienso juzgar, sabes que por mi estaría más que bien que tú y Aaron estén juntos me agrada verlos... – Alzó los dos brazos con las palmas hacia arriba, dando a entender que le daba igual. Dejó que Gabrielle terminara de hablar y se acercó a Maida, poniendo una mano sobre su hombro. – No soy quién para juzgar con quién sale mi hijo. Pero dudo que él se dignara a presentarme a alguien, asique me vendría fabuloso que fuese una persona que ya conozco. – Sonrió hacia la otra matriarca y prosiguió. – Mejor si queda en familia… - Bajó la mirada hacia la de la muchacha. Le recordaba a su hermana perdida. Pero aunque la consideraba buena candidato para su hijo y le generaba algo de nostalgia sobre Luisitha, debía hacer cumplir su rol como matriarca. Apretó un poco el agarre y luego le soltó. – No obstante, voy a decirte algo que le diré a Martín después, y sólo para que les quede claro. Como dijo tu tía, siempre vamos a estar para vos. Más ante la falta de… Pero espero que entiendas que el castillo no es un hotel al que puedas venir una semana y volverte a ir, como si de vacaciones se tratasen. – Sintió un frío extraño en la espalda y tembló para tratar de quitarlo. Casi podía notar la mirada de Gabrielle sobre ella y la forma en la que sus labios se debieron haber torcido al escucharla decir eso. Y sí, sí, lo sabía. ¡Tenía razón en mirarla así! Pero el caso era diferente. Mahia desaparecía por largos periodos de tiempo, pero se quedaba en el castillo por otros largos periodos y este último, en particular, había sido el más largo para ella. Por fin tenía alguien por qué quedarse y darle significado de hogar al lugar. La ojiazul siempre había regresado al castillo. Nunca había migrado a otra familia. En cambio, Maida tenía otra familia, otro lugar al cual volver. Su presencia, su aporte y enriquecimiento familiar eran para otra casa, y estaba usando la Black como un simple escape. – De hecho, me gustaría comenzar a levantar esta familia. Me gusta la gente como vos. Deberías quedarte un poco más. De paso invitamos a Aaron y te hacemos de celestinas si de verdad no está pasando nada. Si el chico es como yo realmente, por muy frío que sea, va a ceder ante el encanto de una Black – Miró por el rabillo del ojo hacia la puerta. Alguien se encontraba del otro lado. Sangre fresca de hecho. No tuvo tiempo a separarse de las presentes para ir a abrir, puesto que Jessie había vuelto a bajar para atender al recién llegado.
  5. Era increíble, con lo grande y viejo que era Ottery, que no se encontrara una joyería como la gente. La mayoría de las calles comerciales estaban plagadas de bares, spas, tiendas de venta de varitas o artículos embrujados, hasta parques de diversiones y diversos restoranes que promocionaban comida de culturas diferentes. Mahia se paró en la puerta de la tienda de antigüedades “Les antiquités de Cathecir”. Era una de las dos casas que ocupaban ese rubro en las calles de la ciudad londinense, pero el nombre en francés le había hecho decidirse por esa en particular. Abrió la puerta y e ingresó, dejando que la misma se cerrase sola a su espalda. Ajustó su chaqueta de cuero a su cuello, agradeciendo el clima fresco que Londres tenía en casi todo el año, y se entretuvo un rato mirando los objetos que había a la venta antes de dirigirse al mostrador; tocó algunos de ellos, echando un par de pasos hacia atrás cada vez que alguno se movía sin previo aviso. No estaba segura de encontrar lo que buscaba. Al menos en las cuatro hileras de anaqueles disponibles no lo había hecho. Buscó una campanilla para tocar pero no vislumbró ninguna. Miró sobre su hombro para relojear la puerta para retirarse por si nadie venía a atender y colocó las manos en los bolsillos traseros de su jean gris. Al girarse nuevamente hacia el mostrador, una persona se encontraba mirándola fijamente. – Hola … Ya sé que esto es una tienda de antigüedades, pero … estoy buscando algo nuevo – Sonaba loco, lo sabía. Se removió el cabello de la nuca algo incómoda y prosiguió con la explicación. – Con nuevo me refiero a sin uso, no me importa que sea del año 4000 a.c según los Muggles, si nunca ha sido usado. Tampoco es problema el precio. – Escudriño el rostro de la persona que le atendía, que no demostraba emoción alguna. Esa tienda era rara. Demasiado. – En fin, deseo un anillo de compromiso. Quería algo fino, no muy grande, pero sí lo más cercano a una sortija con dos hileras de pequeños diamantes, en oro blanco. ¿Tendrían algo así? En caso contrario me iré por donde vine, y disculpen la molestia. –
  6. Encogió los hombros con el regaño pero siguió con la mirada a Martín. Se apoyó en el respaldo de su sillón y estiró la mano para recoger la de Gabrielle. Río y agachó la cabeza ante el revés del joven y susurró un casi inaudible “touché”. No podía negar que el muchacho tenía todo para ser un Black, pero por algún motivo le divertían las explicaciones que daba. No podía esconder su sonrisa. Se sentía ansiosa ante Martín, casi deseosa de materializar su varita e incitarlo a un duelo improvisado a la vista de todos, pero sabía que eso sería reprobado por su novia. Aun así, cuando vio aparecer la varita del joven, ella misma llamó la suya a su mano izquierda, sintiendo sus ojos brillar, pero decepcionándose al ver lo que había hecho. – Nadie te va a correr del castillo, pero tengo un par de ideas que podemos llevar a cabo en los jardines. Me podrías mostrar algunas de esas maldiciones y yo enseñarte lo que he aprendido en mis años de viaje. No me vendría mal conocer algo nuevo, estaré en el castillo por un largo, larguísimo tiempo - Sus ojos se habían clavado en los de la castaña al hablar, desvaneciendo la varita para agarrar el vaso que Martín le tendía y volviendo a él para agradecerle con la cabeza. Maida había aparecido en el ínterin, y la invitó a que se pusiera cómoda. – No estés ahí parada como estatua, pasá, sentate y servite algo… – Puso la lengua entre sus dientes al recibir el beso de su mujer y soltó su mano para abrazarla, – Tu tía exagera, yo no echaría a nadie. Soy un… animal… manso. Cuando quiero. – Le guiñó un ojo a Gabrielle y ronroneó un “rarw” apenas gesticulado con los labios. - De hecho sería bueno pensar en algún proyecto como familia. No sé si es … altanería, pero tengo ganas de mostrarle a los demás lo geniales que somos. –
  7. Eso había sido fácil. Dos pasos y ya Candela estaba rendida a sus exigencias. Quizá debía empezar a aplicar esa técnica más seguido. Se sentó frente a ella nuevamente y relajó un brazo sobre el respaldar de la silla, esperando que continuase su relato. – Y ahora estás, de seguro, queriéndote dar de palmadas en la frente por no haberle prestado atención – Se sonrío y asintió con la cabeza, agachándose para estar lo más cerca posible del rostro de la Triviani; prácticamente rozaba su nariz. Se detuvo antes de empezar a hablar y se alejó un poco nuevamente, levantando la varita para crear un escudo de insonorización a su alrededor. No confiaba en las paredes de ningún lugar, ni siquiera en su propio castillo. – Lo voy a decir una vez y espero que lo memorices. – Si bien la edición había sido impresa y podía facilitarle una a su compañera, corrían el riesgo de que si la agarraban por algún motivo, alguien pudiese descubrir de qué estaba hablando. Sería raro portar una noticia tan vieja y de tan alto contenido. – La lista de nombres fenixianos es la siguiente: Mei Black Delacour. Creo que de esa ya todos sabemos. – Prosiguió. – Lisa Weasley Delacour: jefa del gabinete de seguridad. Le sabía amargo el apellido de su novia en esas personas, puesto que la única Delacour para Mahia siempre sería Gabrielle. – Alezandra Eiran, auror. Thomas E. Gryffindor, empleado del Departamento de Misterios. Darian Mcnair, Departamento de Transportes y Deportes Mgicos. Bel Evans McGonagall, directora ministerial, en este caso del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas. Pidió otro trago mientras terminaba con los nombres ante la atenta mirada de Candela. Levantó la copa y le indicó que esta la pagaría la casa. No era por tacaña, de cualquier manera luego dejaría el pago, pero quería verle la cara. – Los demás son más de lo mismo, hay algunos que realmente no eran fenixianos, Como Ishaya M Tonks, que bien vos sabes de donde viene, o Arya T. Macnair… Aunque nunca confié mucho en esa mujer. Por último, Nathan A Weasley… a ese no lo conozco, no trabaja en el ministerio o alguna agrupación de Ottery, pero es fenixiano neto. ¿algo más? –
  8. Terminó de secar su cabello y, evitando el sostén, se colocó una remera blanca y su sudadera gris. La ducha la había ayudado a relajar el cuerpo y bajar la temperatura de la sangre recién bebida. Terminó de prender su pantalón y con la varita procuró ordenar todas las cosas que había dejado tiradas al bañarse. No consideraba haberse demorado tanto, pero conociendo a su mujer seguro estaría ya exponiendo su ausencia, o quizá renegando de ella en silencio, y la Black no quería que pensara que nuevamente se había ido. Bajó las escaleras de a dos peldaños, agarrándose de la barandilla para saltar en cada descanso. Aún tenía en mente las palabras que había dicho Gabrielle, pero que no le había dado tiempo a responder. Tenía razón. Eran algo más que novias, mucho más que hermanas. Tenían la confianza y se conocían como si su relación fuera de muchos años, aunque apenas hubiesen incursionado en el romance hacía muy poco. Convivían, tenían una hija… hasta le había regalado un anillo que Gabrielle utilizaba en su mano derecha, pero no eran… eso. Hubiese jurado que sabía lo que pensaba su hermana, no obstante la idea de hacerlo realidad no dejaba de circular por su mente, y el miedo a alejarla si lo ponía en práctica le congelaba el alma. Paró de golpe al escuchar las voces. Su hija recién se casaba, o había intentado hacerlo. Había ganado el suficiente dinero para comprarle una joya digna de su mano, sin ansias de reemplazar la anterior, pero que transmitiera el mensaje; quería entregarse a ella de todas las maneras posibles. ¿Qué tan mal podría reaccionar Gabrielle? Mahia siempre le había dado su espacio en ese tema, por algo era. Sacudió la cabeza y reemplazó su semblante de duda por una sonrisa casi de oreja a oreja, avanzando para llegar a la espalda de su hija y poner las manos sobre sus ojos ante la atenta mirada de su novia y el muchacho que, según parecía, acababa de llegar. – Parece que somos varios hoy – Se inclinó a dar un beso en la mejilla de Jessie y la soltó, acercándose a Gabrielle mientras pasaba por detrás del respaldar del sillón. Movió su cabello con una mano para salpicarla con las gotitas que aún quedaban en él, y le sonrió juguetona, terminando de dar la vuelta para sentarse frente a ellas, de costado al hombre en el lugar. Había notado los ojos de su hija, y se aseguró de preguntar con la mirada a Gabrielle una vez que Jessie no estuviese mirando. No habría palabras, sólo la certeza de que algo no estaba bien. El pedido tácito de información quedó a criterio de su mujer, ella sabría cuándo y qué decirle. Se centró en Martín y apoyó una mano en el mentón, mientras entrecerraba los ojos al escudriñarle; La cicatriz sobre su ojo y pómulo izquierdo, sumado al frío de sus orbes azules, generaban un gesto sombrío que era fácil de mal interpretar. – Te conozco… - Sí… la última vez que lo había visto ella tenía una poderosa Katana bajo su poder, y él seguía sus pasos como buen duelista. No llegó a saber sus avances, pero sí recordaba su talento, aunque no fuese tanto como el suyo propio. – No soy quien para reclamar ausencias prolongadas, pero al menos podrías indicarnos qué ha sido de tu vida estos años. Siempre tuve la sensación de que serías uno de los pocos en esta familia que podría darme orgullo en materia de lucha, sin contar a Gabrielle y Orión que son de lo mejor, pero al volver no te encontré en… el trabajo – No quería mencionar directamente a la Marca Tenebrosa, pero esperaba que él le entendiera. – ¿Seguís teniendo los mismos intereses? ¿Por qué has vuelto? – Evitó mirar a Gabrielle, sabiendo lo dura que estaba siendo con el recién llegado. Temía encontrar reproche en su mirar y que la faceta de mujer ruda que había dejado en desuso e intentaba retomar cayera abruptamente.
  9. Abrazó a Gabrielle y la atrajo más hacia ella misma, aún sin poder dejar de sentir sus caricias. La había llevado lejos. Aún le temblaban las caderas y la respiración. Se había retorcido conjunto a sus roces, desordenando el castaño cabello con una mano mientras que con la otra arrugaba las sabanas al no poder clavar las uñas en la espalda de su novia. El aliento la había abandonado acompañando a sus jadeos, pero el tener aún su piel rozando la suya le avivaba el deseo. La quería. La amaba. Lo era todo para ella. Y su cuerpo lo confirmaba cada vez que la tocaba. – Je t’aime aussi ma cherie – Apretó su abrazo y llevó su boca a su oreja, mordiendo apenas con uno de sus colmillos para no lastimarla. – Sos mi vida entera. Voy a protegerte, protegernos, siempre. – Giró un poco y aprovechó sus piernas entrelazadas. Recorrió cada centímetro de su piel con la mano libre, propinándole toques lentos y pausados, casi tortuosos. Le fascinaba el olor de su cuello, el latido constante de su sangre; se mezclaba con su perfume de toque francés de una manera embriagante. Era dulce, demasiado dulce, pero transmitía sensualidad y poder; elegancia, fuerza y seducción. Así como era ella. Dejó la mano en su pecho e hizo presión con su muslo al tiempo que, sin aviso, clavó los colmillos en el cuello de Gabrielle. La acarició con el pulgar para distraer el dolor y succionó. La sangre golpeó su paladar y sintió el dolor al quemar su garganta. Gimió y paró tan pronto como pudo, utilizando la lengua para detener el sangrado al tiempo que gemía del gusto. Le había dejado una marca un poco más grande que la de sus colmillos debido a la succión. Levantó el rostro y clavó su mirada en la de su novia. Sus ojos transmitían deseo y pasión. – Perdón, no pude contenerme… - Estaba nuevamente predispuesta y bajó hacia sus labios, besándola. - ¿Estás bien? –
  10. Se llevó ambas manos a los ojos y se los refregó con hastío. Era la clase más horrible que le había tocado cursar. Y no por lo aburrida, o porque le hiciera pensar, sino porque le desesperaba con lo rebuscado que era. Entrelazó sus dedos y dio vuelta las manos haciendo tronar los nudillos. Estaba decidida a terminar con ese martirio. Si Orión insistía en otros lugares era porque, evidentemente, los que ellas habían mencionado o visitado no eran los correctos. Incluso tenía sentido el por qué el oso no había acudido a sus manos con el Accio de Gabrielle; no porque el Yaxley fuese inteligente o precavido, sino porque no se encontraba allí. Tendrían que darle otra vuelta de tuerca al asunto. - Bien. En el mundo mágico hay muchisimos lugares. Pero si tenemos en cuenta los significados de Pertho y Kenaz, Misterio y descubrimiento, creo que sólo hay un lugar que puede quedar bien en esa definición - Mientras hablaba emitía pequeños gestos y movimientos con la mano para darse a entender, demasiado enfrascada en sus pensamientos para contenerse. - ¿En qué parte del Mundo mágico se descubren Misterios? - Observó el rostro de su novia y le sonrió, prosiguiendo. - Ajá. El Departamento de Misterios. Ahora... Supongo que el sentido común está porque se estudian los misterios allí. Habría que ir a ver ... - Miró a Orión con un poco de odio. El lugar en donde querían que entraran a traer su Osito Teddy Cariñosito era uno de los más díficiles de sortear sin ser descubiertos. Al menos lo era si querían ingresar como civiles. No había manera de hacerlo a la manera mortífaga; primero porque no era una misión que beneficiara a la Marca, y en segundo lugar porque ya habían dejado sus nombres asentados en la inscripción al curso de Runas. Hacer algo a la vieja usanza era un boleto gratuito a Azkaban. Le hubiese gustado saber con qué empleado de ese Departamento se había acostado su hermano para que le hiciera el favor de ingresar el Oso. O con cuál no. Rió con ironía y pegó su frente en el hombro de Gabrielle mientras pensaba. Le tranquilizaba sentirla. Mucho más lo haría si pudiera escuchar su corazón. Ella era una bocanada de aire fresco tanto para su alma como para su cerebro. - Acompañame - Le susurró al oído, tomando su mano. Se había escuchado más como una orden que como un pedido, pero esperaba que eso no molestara a su novia. Observó a Helike por si quería seguirlas o tenía alguna otra interpretación que hacer y prefería buscar por su parte. De cualquier modo ella se iría hacia donde había pensado. Quizá si se dividían lograrían un mejor resultado. - Y a vos, te voy a patear el culo la próxima vez que te vea. O a hechizar y endurecer el maldito oso para que lo haga por mí. - La amenaza iba a dirigida a Orión, pero se dio vuelta antes de verlo responder. Casi podía imaginárselo moviendo la cabeza y repitiendo en son de burla con la mímica de sus labios lo que había dicho la Black. - Hicimos una vez una nota en El Profeta sobre ese departamento, ¿Te acordas? - Sostenía la mano de Gabrielle mientras se concentraba en desaparecer de la clase para ir hasta el ministerio - Casi nos eliminan por filtrar esa información... En fin. El lugar es una locura. Las puertas no se quedan quietas, por lo que por más que logremos entrar sin que nos vean, revisar una a una las salas del Departamento de misterios es una lotería. ¿Se te ocurre algo que podamos usar para engañar esa magia? ********** Una vez habiendo regresado del Departamento de misterios, lo último que quedaba por hacer era la tirada de runas individual que había pedido Orión. En el camino de vuelta la Black había ojeado un poco el libro, tratando de memorizar lo más rápido posible la mayor cantidad de runas que pudiera. Ya casi terminaban con todo; sólo un paso más... Agarró fuerte la mano de Gabbs e hizo aparecer una bolsa de runas frente al Yaxley, mostrándole que había varias runas diferentes en su interior, y que no había ninguna posibilidad de arreglo. Metió la mano y removió, agarrando tres de ellas al Azar. Las colocó sobre la mesa en el orden que salieron y miró a su hermano que esperaba que develara el significado de su tirada. Inguz, Sowulu y Othala. Frunció el entrecejo y suspiró. Ya conocía la primera, pero tenía que recordar bien qué significaban las demás. - Bueno, Inguz es fertilidad, un nuevo comienzo y sentido común. Sowulu es energía y éxito. Y othala... - Dudó. - mier**... - Miró a su novia y luego a Orión, mordiéndose el labio. - La había visto... Espera... Hogar... Sí. Es lo hogareño. - Reflexionó unos segundos y siguió. - Probablemente hablen de algo bueno en el hogar. En mi caso, nuestro caso - Miró a Gabrielle y sonrió -. Significa que nuestro hogar se agranda. Tiempos buenos y prósperos caerán sobre la casa Black. -
  11. La Black escuchaba a Helike sin emitir palabra. Pasaba por el lado de los libros y, estirando las manos, tocaba el lomo de los encuadernados para resaltar el rótulo con la yema del dedo índice. Era de utilidad que la muchacha tuviese ya el libro preparado y les comentara aquello que iba leyendo, por lo que no tenía que concentrarse en hacerlo ella misma. Se retrasó un poco para ponerse de costado a su mujer y entrelazó sus brazos, dejando de interesarse por los libros de alrededor. No entendía mucho de lo que le decían. Por supuesto, no le faltaban capacidades cognitivas; captaba qué significaban las runas, pero no comprendía su relación específicamente, y eso le volvía loca. Arrugó el ceño. – El hecho de que Inguz esté al revés es sólo para despistarnos. Esa runa no tiene reverso, ¿verdad? – Miró a Gabrielle e hizo aparecer su varita, invocando el libro de runas mientras caminaban. Y tenía razón. Señaló con el índice un par de veces en donde se encontraba la aclaración a su pregunta y volvió a guardarlo. – Lo que no me cuadra es Pertho… también puede significar lo misterioso, lo desconocido o el destino futuro. Siendo así, tendríamos… El destino, o lo desconocido. Nuevos comienzos, creatividad e inspiración y fortaleza. ¿Qué sección de la biblioteca puede reunir esos requisitos? – Soltó a su mujer con una tierna caricia en el brazo y suspiró. Tenía una leve idea de qué podría ser. Pero no estaba muy segura de sí estaba en lo correcto al escuchar a Helike. Las runas podían tener muchos significados. Pero no se le ocurría ninguna otra cosa que combinara la creatividad, lo nuevo y lo desconocido más que la Alquimia. – Podríamos buscar en algún libro de transformación o alquimia. Lo más seguro es que la nota con las próximas runas y el maldito peluche se encuentren ahí – Se desentendió por un minuto de Helike y se dirigió a Gabrielle. – ¿Por qué nuestro hermano quiere un peluche? Quizá contenga sus tecitos prohibidos y contrabandeados… - Se encogió de hombros. Su novia conocía más a Orión que ella.
  12. Le impresionaba la capacidad intelectual de su novia. Cuando todos los demás estaban aún perdidos en las vagas palabras de Orión, ella lo había entendido todo. Y encima llevando una clase que no tenía nada que ver con las runas, teniendo que prestarle atención a otra alumna. Ella era grandiosa. – Entonces… tendríamos que buscar la nueva pista en algún lugar del Ateneo, ¿verdad? – Habló directamente hacia su hermano, habiendo visto cómo la Delacour volvía a su rol de profesora. – ¿o era sólo eso? Dudaba que la pista estuviese en la misma clase, quizá él se las fuera a dar. No obstante y sabiendo la manera de ser del Yaxley, el hacerles buscar por toda la universidad las nuevas runas para descubrir otro lugar, tendría algún retorcido sentido. Ojalá se equivocara. Se llevó la mano a la nuca y frotó un par de veces. Esa clase la iba a volver loca. No quedaba otra que esperar las nuevas instrucciones o aclaraciones de su parte.
  13. Bostezó. El aburrimiento le había quitado las ganas hasta para taparse la boca en aquel gesto. Tenía el mentón clavado en la madera del pupitre y los brazos cayendo como peso muerto a cada lado de su cuerpo. Gruño y bajó la cabeza, golpeando su frente varias veces contra la madera. De buenas a primeras había pensado que la clase con su hermano iba a tener algo más de acción. El tipo siempre había sido de los que corrían entre accidentes provocados por él mismo, demostraciones de su sabiduría para el alardeo constante y chistes malos que a veces hacían reír. Pero se había equivocado. Miró a Gabrielle y frunció el ceño en un gesto de sufrimiento, llevando sus dedos a la sien, gatillando como si tuviese un arma muggle. Sonrió al ver sus labios y disfrutó más aún cuando la oyó hablar, parándose para estirar las piernas entumecidas. ¿Por qué no se había anotado en idiomas? Ella era la mejor profesora. Pasó un brazo por sus hombros y acompañó su beso, mordiendo suavemente su labio. – Por supuesto. Siempre – Le guiñó un ojo y volteó hacia Orión. – Aunque no entendí qué es lo que tenemos que hacer. Su hermano había dicho algo sobre runas y pistas, pero entre el aburrimiento y sus ganas de matarse para dejar de escuchar su bla bla bla se había perdido la información que sí era importante. Estuvo a punto de golpear a la mujer que había llegado tarde, para luego decir que la clase iba a ser más práctica que teórica. Aún le temblaba el ojo cuando la escuchó saludar a su mujer e irse. Sonrió irónica y respiró profundo. - Las runas los llevarán a lugares específicos del mundo mágico británico. Allí encontrarán otro acertijo. Otras tres runas de mayor complejidad para una segunda locación. Por último, en el tercer lugar, estaré yo, donde deberán realizarme una lectura con las runas. Sólo así podrán aprobar el curso. – Tomó las tres runas y se separó un poco de Gabrielle, besándola una última vez. Se rascó la nuca y suspiró. – ¿Qué hacemos con esto amor? No sé por qué lugar del mundo mágico empezar. -
  14. Se quedó pestañando, boca arriba. Desubicada. Su boca abierta en forma de “beso”. Había escuchado la orden. Quería cumplirla. Le quemaba el recuerdo de esa mirada lujuriosa y la piel repelía la ropa. Se había muerto de deseo tras ver cómo Gabrielle se despojaba de su sudadera y la cabeza comenzaba a dar vueltas de ganas. Puso el antebrazo sobre sus ojos, cerrándolos mientras escuchaba al amor de su vida refunfuñar contra a la bola de pelo blanca que correteaba con la ropa mojada, o lo que quedaba de ella. Se giró, abriendo un solo ojo mientras apoyaba la cabeza en su palma. ¿Reía o lloraba como niña malcriada a la que le habían sacado el caramelo de los labios? Mordió su labio con una sonrisa hilarante y acercó su cuerpo al de su novia. Besó su hombro izquierdo y acarició el otro, haciéndole sentir su pecho detrás. La abrazó. – ¿No soportas a dos animales en el mismo cuarto? – Se colocó a su lado y la miró. Aún estaba alterada y su novia no parecía mejor. Se acercó y le murmuró algo al oído, viéndola estremecerse. Mordió su oreja y se alejó con una sonrisa. – Tss… Nella… Tss… - Llamó a la cachorra y la tomó desde la pancita, colocándola debajo de su brazo. Se acuclilló frente a su novia y la puso delante, con ambas manos sobre el lomo para que se quedara quieta. Aún le temblaban las piernas, y no había forma de disimularlo. – Esto no va a quedar así. – La miró intensamente, dándole a entender que ese parate era sólo temporal. La necesitaba. Quería estar pegada a ella. A su cuerpo. – ¿Te parece si vamos a la perrera a hacerle conocer a Argos y Barzón? Puedo ponerles bozal para que te quedes tranquila. De paso damos un paseo, porque estoy a punto de saltarte encima de nuevo sin importarme cómo termine este cuarto por culpa de esta señorita. –
  15. - Podría, simplemente, buscar otro reportero... - Ocultó su sonrisa. ¿Cuál era el problema con que buscara otro reportero? Tampoco era que la Black había ido hasta allí a buscar ese trabajo; simplemente había aparecido ante sus narices y ella había procurado sacar su ganancia, imponiendo condiciones para aceptarlo o declinarlo. Además sabía que Ishaya se encontraba desbordado de trabajo, por lo que las amenazas carecían de sentido. Y así se lo manifestó a Candela: si quería contratar a alguien más, era libre de hacerlo. No le preocupaba. Pero aceptaba gustosamente el trago que ponía frente a ella. La Triviani pareció entender el mensaje y le dio sus requerimientos. No obstante, Mahia no iba a dar el brazo a torcer. Agarró el papel que Maida materializó frente a ella y la saludó con un par de palmadas en el costado cuando su sobrina le susurró sus advertencias. Le agradeció y la dejó ir. No era una mujer acostumbrada a perder, y no comenzaría con ese mal vicio en ese momento. - Entiendo lo que me pedís, pero no sos familia, ni amiga. Apenas una conocida de antaño, y no me beneficiaría en nada darte la información así de buenas a primeras. Todavía no he aprobado el curso de caridad, lo siento - Dio un sorbo del trago, no sin antes comprobar que no tuviese nada extraño, y se paró para acercarse a Candela. Desenrolló la copia de El Profeta y la escudriño un momento, bajandola luego, fuera del alcance de la otra mujer. - No solo te daré nombres, también puedo darte el momento exacto en el que se revelaron las personas que fueron expuestas por nosotras. Todas y cada una de las confesiones... - Rodeó la silla de la Mortífaga, pasando la mano izquierda sobre el respaldar mientras se acercaba al otro lado. - En el profeta tenemos un gran pensadero, donde podemos ver las entrevistas que se hicieron, las fuentes de donde sacamos las noticias en el momento que se dieron. Y puedo mostrarte eso. Quedaría entre nosotras dos... - Detuvo su marcha y volvió a enrollar el recorte, suspirando. - Pero para eso primero vas a decirme por qué querés esto, y qué es lo que tienen planeado... Quiero una exclusiva. En caso contrario... Buena suerte. - Comenzó a caminar hacia la salida, no teniendo idea si Candela iba a detenerla. Estaba apostando fuerte... Y eso podía salir bien, o mal.
  16. – No me arriesgaré a eso – Estiró el cuello y suspiró. Hasta hacía unas horas pensaba que la había perdido. Pero allí estaba. Ningún calor, ni el del fuego, ni el del sol, se sentían tan bien como el que desprendían sus labios y aliento contra la piel del cuello blanco de Mahia. Apretó sus manos contra la espalda y llevó su pecho hacia el de ella, pegándose lo más que pudo. Removió la tela con cuidado para sentir la piel de su cintura y buscó su rostro para poder besarla. La miró unos segundos; tenía los labios más preciosos que hubiese visto nunca. Los acarició suavemente con el pulgar y le hizo sepáralos, evitando despegar sus ojos azules de los de ella. Reemplazó su dedo por sus labios y dejó que su mano hiciera presión en la nuca de ella. Cada, beso, cada roce, cada jadeo proveniente de cualquiera de las dos; todo hacía subir la intensidad de la respiración, de las mordidas y jugueteos. Pronto fue su turno de ir por el cuello de la otra Black, gruñendo de deseo mientras dejaba una pequeña marca en el lugar. Mordió levemente, sin rasgar la piel para que a ella no le doliera, y bajó ambas manos hasta sus muslos, levantándose del sillón sin soltarla. Se quedó allí de pie unos momentos, disfrutando de su agarre, de su sabor. Sabía que tenían que hablar un poco más. Que debían plantear cuestiones de la familia, de ellas mismas. Pero lo único que quería en ese momento era recuperar el tiempo perdido a su lado. – Espero no caerme. Sería gracioso… o me matarías – Se movió lentamente y con cuidado hasta el lecho que ambas compartían y la depositó suavemente sobre la cama, acercándose otra vez a ella – Siempre que me quieras a tu lado, nunca más me iré. Te amo. -
  17. – Nah Aaron es como yo. Va y viene. ¿De dónde lo habrá aprendido? … Digo, no estuve para enseñárselo. - Se irguió mientras respondía. Levantó los hombros y una de sus manos, con la palma hacia arriba, para expresar su desconocimiento. - De cualquier manera, el que no tengamos un espacio o tiempo familiar es algo de todos. Si gustas podrías organizar una juntada, con gusto te secundo. Terminó el café y, con la varita, movió la taza hacia la barra. Volvió su atención a Louise y se sonrió ante el pequeño monólogo. ¿Cómo que si podía llamarla Mahia? Así era su nombre. ¿De qué otra forma podía decirle? ¿Juana Lopez? Revoleó un poco los ojos y sopesó el resto de la información. Recordaba el artículo del cual hablaba. Había generado mucha controversia. Nombres, direcciones, hipótesis sobre asociaciones clandestinas... todo había salido allí. Obviamente al ser un periódico en el que la mayoría de los empleados eran del mismo bando, toda la información de la nota se refería a los supuestos miembros de la Orden del Fenix a excepción de dos ex mortífagos que seguramente no le caían bien a Ishaya. – Puedo ayudarte. Pero no va a ser gratis. - Esperó unos segundos, miró a Maida y supuso que podía hablar frente a ella. Luego, continuó. - Quiero saber el por qué necesitas esa información, y qué vas a hacer con ella. Además, sería bueno que me anunciaras si hay alguna "actividad" … Hizo hincapié en aquella palabra y trató de hacer un poco más seria su expresión para que Louise entendiera de qué estaba hablando. – Cualquiera que no se haya anunciado en general y tenga que ver con esto... la quiero como exclusiva. Si te parece bien, me decís entonces qué información necesitas y yo veo que nadie se entere de esta jugarreta. ¿Qué decís? - Le guiño un ojo y se recostó sobre el respaldar de la silla, colocando ambas manos detrás de su nuca. @ @
  18. - ¿Leche? Sólo en el café. Aunque no la digiero muy bien, mi estilo es la sangre - Entrecerró los ojos y dejó pasar unos segundos para incomodar a la mujer que le hablaba, luego asintió con la cabeza. Quitó el sombrero de en medio de la mesa y lo hizo desaparecer sin la varita; trucos que había aprendido con los años. - Adelante - Movió la silla con el pie por debajo del tablón, separándola, y esperó a que se sentara. - Reconozco tu rostro. Apoyó ambos brazos delante de ella y entrecruzó los dedos para unir los las manos, juntando las yemas de los pulgares. Se inclinó, apoyando la barbilla en los dedos y escudriño sus facciones. Candela Triviani. Aunque ahora se hacía llamar de otra manera, al parecer. Habían compartido un par de momentos en el antaño pero ninguna había seguido en contacto luego de que todo se fuera al diablo. Tampoco eran las mejores amigas en ese tiempo, claro estaba. Los rumores decían que la bruja había llegado muy alto en La Marca Tenebrosa, quizás más que ella, pero no había forma de comprobarlo. O quizá sólo no importaba en ese momento. - ¿A qué debo el placer de tu compañia? - Dio otro sorbo al café y chasqueó la lengua al ver que casi se terminaba. Devolvió el saludo a su sobrina, alertando que también sería una más en la charla. - ¿Le debo decir a tu madre que estás tomando cosas extrañas? - Pensó sus palabras e irguió la ceja izquierda, estirando al cicatriz que le marcaba el rostro. - Cuando la encuentre, claro está.
  19. Hizo señas hacia la barra para que enviaran a una moza o un elfo, lo que fuese que utilizara el local para servir a su cliente, y pidió un café cargado con algo de leche. No le apetecía el alcohol en esa ocasión. No estaba de humor para embriagarse. Además con lo rebuscado que había sido llegar allí desde que entró al local, seguro se perdía con unas copas de más. ¿No podrían haber hecho un acceso más directo? Dejó el sombrero de reportero con la tirita colgando del doblez sobre la mesa acompañando el gesto con un poco más de fuerza de la necesaria, como si de un golpe se tratara. El día no había sido el mejor en el trabajo. Casi no pudo ver a Gabrielle y las noticias no habían fluido de su pluma al papel como solía pasar. Lo único que le quedaba por intentar era recorrer Ottery en busca de algún lío entre vecinos o irregularidad reclamada sin ser escuchada por el Ministerio, pues los policiales se los había quedado otro compañero. De cualquier manera, era demasiado el trabajo que hacer y sólo quería despejarse una hora antes de seguir. Mordió el costado de su dedo pulgar con nerviosismo. La cabeza no le dejaba tranquila. El café estaba bueno, no lo podía negar, pero la cafeína no era la suficiente para despertar sus sentidos y darle la excitación justa a su cerebro para poder estar alerta y perspicaz. Dio otro sorbo más y sacó la varita, cambiando sus ropajes por algo más cómodo e informal. Una remera verde agua y un pantalón gris de jean algo corto. Las zapatillas ya las tenía. – Por qué no puede pasar algo emocionante? Esto de ser el piso del ministerio y el… otro tabajo… - Se frenó antes de mencionar a la Marca tenebrosa. Dudaba que hubiese algún fenixiano allí, pero de todas maneras tenía que tener precaución - … no me gusta nada. -
  20. Hizo un esfuerzo por cerrar la boca lo suficientemente rápido para que ella no se diera cuenta del impacto que le había producido verla nuevamente en la puerta de la habitación… de su habitación. De ellas. Buscó su mirada y asintió la cabeza ante sus palabras, levantándose con suavidad de la cama para acudir a su encuentro. Le había prometido que estaría allí la pasada navidad. Que se quedaría esta vez. Se mordió el labio con cuidado de no romper la piel y trató de tranquilizar su corazón. Tenía miedo que Gabrielle pudiese oírlo de lo fuerte que golpeteaba en su pecho. Bajó la mirada hacia la pequeña bola de pelos que sostenía su novia entre sus brazos y dejó escapar una sonrisa a medias, ladeando la cabeza hacia un hombro para escudriñarla mejor. O algo así. La cachorro mordisqueaba las manos de la francesa en ocasiones, mientras que en otras simplemente jadeaba con la lengua fuera, perdiendo sus ojos azules en cada rincón del cuarto, lugar desconocido para ella. – Me encanta Nella… suena a que va a hacer desastres. Podríamos elegir Bleu, por sus ojos... Pero va a ser difícil retarla – Rió tímidamente y rascó bajo la barbilla del cachorro. Los orbes de azul profundo le hacían recordar mucho a los suyos. Eso, la piel blanca, lo chiquilina que parecía en los brazos de Gabrielle… lo feliz. – Qué pasa con esa mirada tierna y el color de los ojos ¿Voy a tener una competencia para ganar a tu madre de ahora en más no? – Cambió de sector y revolvió el pelaje entre las orejas cuando la Delacour interpuso a la cachorro entre ellas e invitó a su novia a que la dejase en el suelo. Quería verle. La había extrañado. Cada noche lejos había sido un suplicio. Pero el peor trago se lo había llevado al regresar al hogar y encontrar que algunas de las pertenencias de la castaña ya no estaban. Eso la había devastado. Era como un vacío enorme en la boca del estómago, acompañado por un horrible sentimiento de desesperación y malestar. Ningún dolor físico le había hecho doblegarse así. No había sido bonito. Y suponía que para Gabrielle tampoco. Le sonrió y pasó el dorso de los dedos de la mano derecha por la mejilla de la mujer frente a ella. – ¡Woah! Tranquila, no le voy a hacer daño. – El tobillo de su pantalón estaba siendo mordido y tironeado de un lado a otro por el animal, que echaba su cuerpo hacia atrás para estirar la tela lo más posible. – Parece que tenes defensas de sobra ahora. ¿Eh? Le podré presentar a Argos y Burzón? Prometo que se portarán bien. Son mansos aunque parezcan feroces. Ignoró las mordidas y supuso que sólo quería jugar. Asique le dio lo que quería. Sin ser brusca trataba de quitar su pie del agarre del can, aunque sabía que era imposible, para darle una ficticia pelea. Volvió hacia Gabrielle. – Han pasado varios días. Semanas… ¿Dónde has estado? ¿Qué has hecho? ¿Has comido bien? Nadie te ha hecho daño, ¿verdad? – Le preocupaba, aunque sabía que la Black se podía cuidar mejor que ella misma. – Te extrañe tanto… Se giró y empezó a caminar hacia el sillón frente al fuego, arrastrando la pierna con la cachorro siguiéndola para destrozar su pantalón. Se agachó y la levantó, mirando a su mujer para que la siguiera.
  21. Buenas! vuelvo a dejar mi inscripción. Nick: Mahia Black ID: 42748 Conocimiento: Runas Antiguas Nivel de Magia: 4 (IV) Link a la Bóveda: Bóveda de Mahia Black Link a la Ficha: Ficha de Mahia Black Ojalá esté todo bien. Saludos.- *Roba un beso a su novia y corre *
  22. Qué verguenza! jaja espero haber aprendido a ver si ahora te la dejo correcta: Puertas Mágicas 40 Aliento de pimienta 20 Planilla de Compra​s Normales para Personajes: ID: 42748 Nick: Mahia Black Link a la Bóveda Trastero: Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Mahia Black Fecha: 21/12/2017 Objeto: Vuelapluma Puntos: 10 Precio: 500 G Objeto: Puntos: Precio: Total de puntos: 10 Total de Galeones: 500 ahora sí esperemos que quede aprobada la compra
  23. La mirada fija en los ventanales no demostraba mucha concentración. No había ningún pensamiento en su mente. Quizá sólo certezas... Certezas y la plena conciencia de que las cosas y los momentos no se matendrían como lo había soñado. El crepitar del fuego era el único sonido de la habitación, puesto que la respiración de la Black era tan lenta que la podría haber hecho pasar por muerta, dejando de lado la piel blanca. La conocía. O eso creía. Tragó con fuerza y giró su rostro hacia el armario, viendo sin ver. Volvió a tragar. Prestó un poco más de atención y apretó los dientes, saboreando la sangre que llegaba a entrar a su boca, despreciando la que se había escapado para correr por su mentón. Lo sabía. ¿Por qué se iba a mentir? No era de fiar. Mahia nunca había sido de fiar. No era constante. Se había permitido soñar para volver a fallar. El cuarto era demasiado grande, demasiado precioso. Pero generaba soledad. O más bien era ella la que la generaba, pero el espacio la multiplicaba. Bajó la cabeza y se levantó del suelo. Apagó el fuego y volvió a la cama.
  24. Buenas Tardes! Les dejo el formulario, espero que esté bien. Un saludo
  25. Buenas tardes. Me vengo a anotar para ver si puedo subir de nivel T_T Nick: Mahia Black ID: 42748} Conocimiento: Runas Antiguas Nivel de Magia: 4 (IV) Link a la Bóveda: Bóveda de Mahia Black Link a la Ficha: Ficha de Mahia Black Eso es todo amigos! Saludos.-

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