Jump to content

Mahia Black

Magos Expertos
  • Mensajes

    1.191
  • Ingresó

  • Última visita

  • Días ganados

    1

Todo lo publicado por Mahia Black

  1. Sonrió con las últimas palabras de aquella mujer que le hacía poner el mundo a sus pies. No entendía por qué se avergonzaba, pero el contraste entre sus rubios cabellos y el rojo de sus mejillas le parecía adorable. Dejó salir un suspiro y miró hacia la ventana, habían pasado varias horas juntas y el día ya estaba en todo su esplendor. De todas maneras a Mahia no le importaría compartir seguir unas cuantas horas más; quería compartir toda su vida con Gabrielle. - Lo hagamos… - Dijo sonriendo, levantando la mano hacia los cabellos de su mujer para acariciarlos con ternura. – Ya somos familia, pero quiero ser… Tu familia. Si es que me entendés. - Besó su cabeza y se incorporó un poco, apoyando su espalda contra la pared mientras estiraba un brazo para indicarle a la Delacour que recostara la cabeza en su hombro y tomó el edredón para taparla por si ella tenía frío; por su parte, bueno, acababa de beber sangre, por lo que por un rato no sentiría el efecto del fresco clima de invierno. Le enternecía las palabras de su hermana. Ella no había sido una buena madre en tiempos pasados. No los había cuidado como debía y sus hijos no le tenían el amor que se le tenía a una madre. Ni ella los tenía tan interiorizados como debía. Eran suyos, los amaba, pero no tenían una relación que cuidar. Y ahora tenía la oportunidad de hacerlo bien, de volver a empezar. Miró a la mujer que la miraba pensante entre sus brazos y le devolvió la mirada con amor. Luego bajó el rostro y depositó un cálido beso en sus labios. Ella siempre había sido su camino de regreso a casa. Consciente o inconscientemente se buscaban y lo primero que hacía la Black al regresar era estar pendiente de si su hermana estaba o no en el castillo. - Podemos hacer lo que gustes Gabbs. Yo ya soy tuya, y no quiero que nos separen ni palabras, ni muros ni personas. Sólo vos y yo… y nuestro hijo. – Se despegó de ella con cuidado y rodeó el lecho, tendiéndole la mano al ver su rostro desconcertado. La hizo salir de la cama y comenzó a caminar hacia atrás con los brazos extendidos, guiándola hacia el cuarto de baño. Compartirían una ducha caliente juntas, dejando que el vapor y el repiqueteo de la lluvia taparan la imagen y los sonidos que emitirían. Volverían a recorrerse, a descubrirse una y otra vez, reconociendo cada uno de los lugares ya explorados y que faltaban por aprender. - ¿Te parece si nos damos un baño y bajamos? Podemos mantener esto en secreto o dar la noticia frente a todos, como gustes – Abrió la regadera y le sonrió, invitándola a ingresar con ella. Tenía la esperanza de que no eligiera lo primero. Se moría por gritar a los cuatro vientos que era su mujer. – Por cierto… - Se acercó a ella hasta poner los labios contra su oído y susurro de la manera más dulce posible – Te amo. -
  2. Se dirigió hacia el living de la mansión, ya casi terminando con los destrozos en las habitaciones. Mia había hecho un gran trabajo quemando todo a su paso y el humo empezaba a hacerle lagrimear los ojos, pero aquella sensación le gustaba. Con un simple hechizo sobre la bandera que había agrandado la hizo levitar sobre el lugar para que, si sobrevivia alguien o algo de la estructura quedaba en pie, pudiesen ver el hermoso arte de la Marca Tenebrosa. http://i.imgur.com/aByH82E.gif Hecho esto se giró nuevamente hacia sus compañeras y saludó con la mano, agradeciendo la invitación. Siempre disfrutaba de esos momentos, pero hubiese sido mucho mejor si pudiesen haber jugado con algún odefo perdido que hubiese llegado al lugar por error. Se ajustó la máscara y desapareció del lugar.
  3. – Es que se ha perdido el respeto - Mahia negó con la cabeza un par de veces, desilusionada al escuchar que nadie llegaría a recibirlas. Con lo bella que se había vestido para la ocasión. Aunque ya se lo había esperado, tenía la esperanza que las cosas hubiesen cambiado. Los de la Orden del Fenix llevaban tanto tiempo de huelga que ya no debían recordar el por qué lo hacían. Siguió a Leah y Mía hacia donde estaban las habitaciones y se separaron por unos momentos. La Black ingresó a la más cercana, pateando la puerta para romperla en vez de abrirla, observando cómo las astillas salían desprendidas hacia el interior. No le dieron vergüenza sus modales, de todas maneras estaban allí para eso. Se adentró con pasos tranquilos, disfrutando del tiempo que tenía y observó bien la alcoba. Era bastante amplia, pero prácticamente no tenía mucho que ofrecer. Se notaba habitada, ya que había un mueble que hacía las veces de mesa sobre el cual se podían observar un par de pergaminos y una pluma con un tintero que aún conservaba su líquido en el interior. Una pequeña chimenea en la pared izquierda contenía sobre ella algunas estatuillas de porcelana y una cama de gran porte se encontraba en el centro, cubierta por un edredón de un color blanco añejo, casi llegando al de la crema batida. Aquella cosa debía tener más años de los que la bruja misma tenía. La rubia pasó su mano sobre la chimenea, tirando todo lo que había sobre ella al suelo y escuchó con placer cómo se hacían añicos. Luego apuntó su varita hacia la cama y con una sutil floritura y mencionando el hechizo Incendio logró prenderla fuego. Un hermoso fuego que pronto consumiría todo el lugar. Salió de allí y se volvió a encontrar con Mia, quien le ofrecía un poco de whisky de fuego. Lo tomó y le dedicó una sonrisa que ella no podría apreciar por la máscara. – Nah, son cobardes. Quizá ya hayan huido todos. O podemos probar tirando abajo la mansión entera y luego volviendo a ver si encontramos algún cadáver. Algo así como la búsqueda del tesoro. Suena divertido – Le dijo sacando un trozo de papel de su bolsillo y agrandándolo con la varita.
  4. ¡Por fin! Lo había sabido desde hacía unos días. Algo le había dicho que el momento llegaría esa noche estrellada. El llamado de un Ángel Caído para comenzar una invasión hacía zigzaguear la Marca Tenebrosa grabada en su brazo izquierdo y le provocaba aquel escozor placentero que tanto le había gustado sentir en su juventud. Sin pensarlo demasiado respondió con su varita pegada en el brazo e hizo aparecer su túnica negra característica de los mortífagos. Tapó sus facciones con una máscara plateada que tenía, sobre el ojo izquierdo, desde la frente hacia el pómulo, una fisura apenas profunda pero que no dejaba ver nada debajo de ella; era exactamente del mismo tamaño que la cicatriz que llevaba en su rostro. Aprovechó la capucha negra que la túnica le ofrecía y cubrió sus cabellos dorados, asegurándose de que ninguno escapara de la cobertura de la misma y por seguridad aplicó un conjuro sobre su pelo, cambiándolo a color negro por unas horas. Preparada para la acción desapareció en un instante para aparecer donde se le había pedido: Dentro de la mansión Moody, en Southern Uplands, Gran Bretaña. Más precisamente en la torreón más grande, el familiar. Se veía claramente la intensión de molestar a las personas que vivían en el lugar, y aquello no le desagradaba. Sonrió con ganas y una vez allí, saludó a la persona que comandaba con un pequeño movimiento de la cabeza y desenfundó la varita, lista para comenzar.
  5. Claro que la conservaría humana. Lo intentaría. Ese era su único miedo, pero sabía que si ella se lo pedía todo su cuerpo obedecería. Era increíble la conexión que tenían entre las dos. Gabrielle sabía exactamente cómo y en qué lugar tocarla; conocía sin preguntar todos los puntos que le hacían estremecer y los manejaba a su antojo, como si fuesen una sola. La sentía y se moría por hacerse sentir. Clavó los colmillos en su cuello cuando sintió sus dedos en mayor profundidad y soltó un gemido cuando el aliento agitado de su respiración se mezcló con el tibio calor de la sangre, regodeándose en el sabor y el deseo que esta le provocaba y haciendo gritar a la otra mujer. Aquello la llevaba a su límite y la dejaba al borde de propasarlo; arqueó la espalda ante la oleada de deseo y placer y separó su boca de la garganta de la Delacour, aprovechando el momento para subir sus manos a sus hombros, pasando por su pecho para aplicar una leve presión con sus dedos en ellos. La miró a los ojos sin dejar de moverse y sintió erizar su piel. Se perdía en aquellos orbes miel que le transmitían toda la pasión, lujuria y deseo que pudiese sentir, pero que a su vez le llenaban del más profundo amor. El rostro de Gabrielle se veía esplendido y sensual, ofreciendo sus rosados labios para que fuesen besados. Observó su brillo y advirtió cómo su corazón doblaba los latidos, haciéndole morder su propio labio inferior, tirando la cabeza hacia atrás al tiempo que aceleraba sus caderas al ritmo de la mano de la chica. Y cayó sobre su pecho de manera sutil, sin poder ya sostenerse con los brazos, presa de aquellos espasmos y contracciones que involuntariamente le invadían y que le quitaron el aliento por unos momentos. Sintió uno de los brazos de su amor rodearla mientras temblaba y se abandonó a ella. Apoyó los labios nuevamente sobre su cuello, evitando la herida para no provocarle dolor y se quedó allí por unos momentos, aunque nunca supo exactamente cuánto tiempo fue. No quería separarse de ella. Estaba feliz, estaba impresionada… estaba… feliz. Acarició las costillas de la otra Black de manera suave y tranquilizadora y, cuando pudo moverse, se giró un poco hacia el costado para no aplastarla por mucho tiempo más. No hubo demasiadas palabras, sólo las miradas que expresaban cada uno de sus pensamientos. Mahia estaba segura: nunca la volvería a apartar. Necesitaba a Gabrielle en su vida y ya no dejaría pasar la oportunidad. Miró su mano izquierda y contempló unos segundos el anillo de plata que tenía en el dedo anular. Era uno de sus objetos más propios. Siempre lo había llevado consigo. Lo retiró de su dedo, tomó la mano derecha de su hermana y sin decirle una palabra lo colocó en el dedo anular de ella. No era exactamente el mejor regalo que le podía dar. De hecho podía darle cosas mucho mejores: más lujo, más brillo, más clase… pero la carga emocional que tenía el momento reemplazaba todo aquello. – Cambialo de mano cuando creas que sea necesario. Pero con esto, quiero que sepas que soy tuya para siempre. Te pertenezco y lo quiero de esa manera. Quedate conmigo y te prometo ser la mujer perfecta para tu vida y borrar todo el pasado que no te mereció para crear un nuevo presente donde no hagas más que sonreír – cuando terminó de hablar bajó la mirada avergonzada y escondió el rostro en el hombro de la mortífaga Tempestad. Decir esas cosas no era algo propio de ella, pero era lo que sentía y pensaba, y necesitaba que la mujer lo supiese.
  6. Ey, gente. Vengo a cambiar la disposición de mi ficha según el nuevo formato. De paso la actualizo. No sé si contará como cambio mensual, ahí dice que no, pero les aviso que además la modifico. Bueno, espero que esté todo ok. Besos
  7. - Je t'aime aussi Gabrielle.... - La noche había ido mejor de lo que esperaba y, por una vez, sentía que había tomado la mejor decisión. Sonrió con picarda y se dejó llevar, recostándose en las suaves sábanas. Todo estaba inundado con el olor de la rubia y eso le hacía volver loca. Podía sentir la suavidad del cuerpo de su hermana sobre ella, deleitando su vista y sus sentidos con cada movimiento. Su mano derecha se adelantó sin pudor, subiendo desde su cintura al cuello sin dejar de rozar cada centímetro de piel en el camino y entrelazó sus dedos en los cabellos con una caricia simple. Levantó la vista y la miró a los ojos, encontrando en ellos el mismo sentimiento y la pasión que pronto estaba por desbordar. Y entonces la besó. La besó como si nunca antes lo hubiese hecho, dejando salir el anhelo y el amor en cada toque. Arqueó su cuerpo al sentir la mano de la Delacour y jadeó entre sus labios, apremiándola a seguir con la caricia. No había otra persona que pudiese provocarle lo que Gabrielle hacía con su cuerpo. Cada parte del mismo vibraba sin control, quemando el lugar donde sus caricias recaían y haciendo que la respiración se volviese cada vez más acelerada y hasta entrecortada . Con sutileza la Black empujó a su hermana hacia un costado, rodando en la cama hasta quedar sobre ella, sentándose sobre sus caderas con una pierna a cada lado, pero manteniendo su peso sobre sus rodillas. Llevó sus manos al borde de su vestido y lo retiró lentamente, consciente de la mirada atenta de Gabrielle sobre su cuerpo. Arrojó la prenda hacia un lado, sin importarle las condiciones de este y bajó el cuerpo hacia el de su hermana, apoyando los labios en su cuello una vez más, sintiendo el suave calor del pecho de la otra mujer bajo el suyo. Sus caderas se movían prácticamente por instinto y las manos acariciaban cada lugar disponible, cubriéndola de caricias. - Sos perfecta ma cherie - Le susurró suavemente, mordiendo un poco la piel, lo suficiente para dejar salir un poco de sangre y lamió rápidamente, sintiendo estremecer por el sabor. La cabeza le daba vueltas y se separó apenas un instante para mirarla a los ojos. - Sé mía. - ------------ *desaparezco*
  8. Mahia cerró los ojos un segundo, aturdida por la intensidad de la mirada de Gabrielle, y apoyó la cabeza en la mano que tan sutilmente le acariciaba. ¿Qué podía ser tan malo? Quizás estaba siendo muy dramática. La mortífaga tempestad era lo bastante fuerte y habilidosa para defenderse de ella si algo salía mal, pero si intentaba hacerle daño no podría perdonarse a sí misma. - Tu aroma me hipnotiza, y no es sólo tu perfume. – Abrió los ojos y subió lentamente su mano, pasando suavemente por el centro de su pecho hasta llegar a su cuello y acarició con delicadeza el lugar donde debía estar la yugular. – Me atrae el sonido de tu corazón, el amor que te tengo, el deseo… y tu sangre… no quiero morderte, pero no siempre me puedo contener. Yo… - La sintió más cerca y levantó la mirada a los ojos miel que tanto amaba, pero enseguida la desvió hacia los labios de la otra rubia, perdiéndose en el deseo de besarlos. Se acercó al tiempo que su hermana lo hacía y suspiró cuando la sintió a centímetros de su rostro. Sin dudarlo movió la mano que se encontraba en la base de su cuello hacia la nuca de la Delacour y cortó la distancia que separaba sus labios. Ya no sabía qué era aquello que llevaba años haciendo con su varita, porque definitivamente la magia era aquello que estaba sintiendo en ese momento. Dejó salir un gemido de gusto casi de manera involuntaria mientras sentía los escalofríos de deseo recorrer su espalda. La quería. La necesitaba más de lo que había pensado y su cuerpo lo sabía; las piernas amenazaron con fallarle y se vio en la obligación de separarse un segundo, tratando de recuperar el aliento: se había olvidado de respirar. No necesitaron más palabras. Las miradas cargadas de apetito la una por la otra creaban un dialogo mudo que cada vez se hacía más extenso, loco y frenético. Inhalar se había vuelto difícil y el calor comenzaba a subir. Mahia mordió su labio inferior en una seña innegable de deseo y apretó más la mano que tenía sobre la toalla que apenas lograba cubrir a la otra Black. Tiró sutilmente hacia abajo, desprendiendo el agarre con el que la tela se ceñía a si misma al pecho de Gabrielle y bajó los labios nuevamente al cuello de esta. La deseaba, la amaba. Era la persona que le hacía sentir completa y, en ese instante, no podía sentir más que felicidad.
  9. Bajó la cabeza y apoyó una rodilla en el suelo cuando el calor de Gabrielle la abandonó. Tenía un largo camino por delante para recuperar su confianza, pero iba a hacerlo. Le dolería en el alma si no lo hacía. Ahora que su vida se estaba recomponiendo hacia el punto donde la había dejado, ahora que había vuelto a la Marca y se sentía con ansias de poder, recuperando su yo de antaño, ahora, en ese preciso momento, necesitaba tenerla consigo para compartir todo aquello que no habían compartido en los años anteriores. Se incorporó pero no se giró hacia la ojimiel. La dejó hablar. Mahia ya había movido sus piezas, ahora era el turno de la otra mujer.+ - No estás loca. Y si lo estás, amo tu locura. - Giró apenas la cabeza y el torso que su voz le llegara mejor a la Delacour y se detuvo un momento más para pensar sus palabras. - Es cierto que no lo puedo usar de excusa, pero es lo que me ha pasado. Y somos tan parecidas que nuestro problema es que hemos encontrado una cosa en la que no hemos coincidido. El silencio que prosiguió le hizo incomodar. ¿Debía decir algo más? ¿Quizá el motivo por el que había desaparecido aquella noche? Lo recordaba muy bien. Demasiada gente. Demasiados latidos constantes a la vez, transportando sangre caliente que le clamaba por ser consumida. Todas aquellas vidas que podía arrebatar tan fácilmente, consumiéndolas desde lo más profundo de su ser. Le abrumaba el hambre. Todavía podía sentir el mareo. Se había vuelto loca, no había bebido en semanas y al huir con la excusa de ir al baño encontró una pobre alma escapándose del salón de té que fue suficiente para calmar su deseo. Pero su muerte trajo consigo la vergüenza y supuso que ya no debía volver. Iba a hablar cuando sintió el cuerpo de Gabrielle pegarse al suyo desde la espalda y sintió cómo la sangre volvía a sus músculos y hacía latir de nuevo su corazón. Suspiró y se recargó en ella, buscando más contacto. Escuchó su susurro y asintió, mordiéndose el labio cuando la boca de la rubia llegó al lóbulo de su oreja. Aquello era demasiado y todos sus sentidos se activaron de repente, reviviendo la punzada de deseo que había sentido al entrar al cuarto. - Claro que lo siento. - Se dio vuelta rápidamente y, sin importarle su castigo, apoyó las manos en la cintura de su hermana, atrayéndola a su cuerpo mientras la miraba a los ojos firmemente. Bajó el rostro y lo apoyó en la base entre su cuello y su hombro, sintiendo con los labios el movimiento rápido de su corazón e intentó controlar su deseo. Entreabrió los labios y dejó que sus colmillos rozaran la piel de la Tempestad y luego cubrió el lugar con su lengua. No la había rasgado, pero podía sentir su sabor a través de la tersa piel. Aquello le secaba la garganta. Se separó lento de ella, pero manteniendo las manos en su cintura y desvió la mirada hacia el conejo que aún las miraba. Conocía a la mascota de su hermana, aunque nunca la había tenido tan cerca. - Voy a hacer lo que sea para recuperarte. Pero debés saber también que hay algo en mi que puede hacerte daño y que he tratado de evitar a toda costa, pero que no puedo hacer desaparecer. ¿Aún así me querrías cerca?- Movió las manos por la toalla, muriendo de ganas por tirar de ella para sentir el calor de Gabrielle con sus propia piel. Se sentía aterrada y nerviosa de que la respuesta fuese negativa, pero tenía que escucharla -
  10. Bien, se merecía las palabras de su hermana, pero aún así le dolían. Pensaba que ella iba a reconocer sus pasos, pero también sabía que era lo bastante inteligente para estar preparada siempre ante cualquier peligro, por lo que no le sorprendió ser apuntada con el arma mágica de la Black. Se había quedado quieta mietras le hablaba, apenas desviando la mirada a la varita en la mano de la rubia y volviendo a sus ojos miel. - Tengo tiempo y tengo ganas. Pero te aseguro que podemos cruzar más de tres palabras, siempre lo hemos hecho - Le contestó mientras la veía dejar su varita y se acercaba a ella. El cuerpo le vibraba con la cercanía e intentó levantar una mano para tomar la de ella cuando la tuvo a su lado, pero no se animó. Quizá no era el momento. Desvió los ojos azules hacia el resto de la habitación cuando le sintió nombrar a su cuñado, y se enfocó en cualquier otra cosa que no fuese su hermana. El contraste entre el deseo al ver lo que dejaba mostrar de piel y el rencor que ella le tenía a aquel hombre oscurecía su mirada, tensado su mandíbula más de la cuenta y haciendo que los colmillos lastimaran la piel interior de su boca. En ocasiones podía evitar que los caninos crecieran, pero tenía hambre y no había probado un trago de sangre desde aquella noche de San Valentín cuando injustamente había abandonado a Gabrielle. - Lo nuestro es diferente. Porque yo no soy él. Y siempre voy a estar para vos. - Se levantó y caminó unos pasos, relajado sus facciones para poder verle a la cara y se dió la vuelta para tenerla de frente. Era hermosa. Sus facciones de mujer y el cuerpo bien torneado que ya conocía combinaban con el carácter fuerte que tanto amaba Mahia, pero que se suavizaba cuando ellas se acercaban. Lo mismo le pasaba a la mortífaga base. La mujer frente a ella le hacía cambiar cada parte de su ser sólo por el simple placer de tenerla cerca. Siempre había sido así, desde niñas. Casi se podía sentir la confianza y la intimidad, aún cuando el ambiente era tenso y doloroso. No necesitó más que la mirada dolida de su hermana para sentir que todo se venía abajo y se acercó a ella nuevamente, hincándose en cuclillas frente a la cama y llevando su mano lastimada a la mejilla de la Delacour. - No voy a dejarte. No a menos que me lo pidas. Y quizás ni así - Puso cara de estar pensando y frunció el ceño - Eso sonó muy de acosadora ¿no? jaja... Pero es la verdad. Sus ojos se fundieron en los de Gabrielle y sintió como ella se apoyaba en su mano, aunque quizás un poco más dubitativa que de costumbre. Contuvo la respiración y se acercó apenas un poco más, quedando a centímetros de ella. Le estaba volviendo loca. Su perfume y el amor que le hacía sentir le llevaban a hacer cualquier cosa por ella. Sabía todo lo que había sufrido y odiaba haberle hecho daño. - Lo nuestro existe. Y yo me moriría si eso te hiciera feliz. Me vas a tener que tener paciencia. Estuvimos muchos años separadas y yo particularmente estuve separada de todos. De la gente, de la sociedad. Me volví una persona solitaria, más allá de que nunca fui muy dada con la gente. Si los pudiera cortar a todos los que me estorban mejor - Rió un poco pero nuevamente volvió a estar seria - Lamento lo que hice. Dame esta oportunidad para demostrarlo. Decime qué necesitas, y yo voy a pagar mi pena en silencio.
  11. - Maldita sea - Era la tercera copa que rompía. Lo bueno era que tenía muchas más en la despensa ratona de su cuarto, pero poco a poco iban bajando en número. Se encogió de hombros y negó un par de veces con la cabeza mientras se agachaba a recoger los cristales rotos del piso. Podría haber usado magia, pero prefería hacerlo a lo muggle. Aquellos últimos días había tenido la cabeza en otro lado y pocas cosas le habían salido bien. Para no ir más allá, aquella misma mañana al alba había decidido dar un paseo por los jardines acompañada por sus mascotas, Aquiles y Bailoyo, cuando un bicho de aquellos que vivían en el bosque de los terrenos había pasado corriendo frente a los canes. ¡Tres horas! Tres malditas horas persiguiendo a dos Doberman adultos que tenían más energía que un adolescente puberto en su primera vez en un prostíbulo. Se miró la mano derecha y los cortes profundos que ya habían dejado de sangrar y suspiró. Se había ganado una buena mordida de parte de Bailoyo al saltarle encima para detenerlo, pero había olvidado la varita en la cama antes de salir y no tuvo otra opción. Terminó con los restos de vidrio y los depositó en la basura, al lado de la puerta de su cuarto. Se sacó la ropa sucia y sudada del ejercicio obligado y se dirigió al cuarto de baño para darse una ducha de agua helada. Definitivamente las mañanas no eran lo de ella, y no tenía nada que ver con su condición de vampiro, a pesar de que esta le hiciera odiar el sol. Al no ser pura podía mantenerse bajo la luz del día, pero se sentía más decaída que lo normal. Se secó y cambió lo más rápido posible, dejando sus cabellos dorados húmedos por su pecho mientras buscaba qué ponerse. Eligió un vestido azul sencillo, con tirantes finos y vuelos a la rodilla, y cruzó su cintura con un cinturón negro, luego se echó un poco de su perfume. Se sentía rara sin sus clásicos pantalones de cuero y zapatillas, pero ya que tenía un día de descanso en la Marca Tenebrosa saldría un poco de la rutina. - Bah, ¿A quien querés mentir pequeña bribona? querés gustarle. - Musitó para ella misma, mirándose al espejo mientras terminaba de peinar su cabello. Tenía un asunto que tratar. Aquel por el cual se sentía tan en las nubes por aquel tiempo. Y quería estar presentable para la ocasión. Salió de su alcoba en dirección a la de Gabrielle. Le temblaban las piernas. A la señorita doña ex Ángel caído le temblaban las piernas. ¿Qué bonito no? Nunca le había tenido miedo a la muerte mientras portaba su Katana en los asaltos, pero si hablaban del carácter de su hermana cuando estaba enojada, era capaz de hacerse encima. Sabía que estaba furiosa con ella, o quizá decepcionada, y debía hacer algo al respecto, ya había dilatado demasiado aquella charla. Ella era orgullosa y le costaba reconocer sus errores, pero la Delacour era todo lo que ocupaba su cabeza y corazón, y necesitaba dar la cara por ello. Se paró frente a la puerta y dudó unos segundos, casi golpeando con los nudillos sobre la madera, pero algo la detuvo. No era normal que golpeara, nunca lo había hecho. Suspiró y tomó el pomo de la puerta, abriendo sin avisar la mientras se daba paso a la habitación, entrando y cerrando tras de ella. El inconfundible aroma de su hermana embriagó su nariz y levantó la vista hacia la cama, sintiendo su corazón desbocarse de manera involuntaria. Allí estaba ella, sin inmutarse, apenas cubierta por una toalla. Sus ojos recorrieron su cuerpo y mordió su labio inferior inconscientemente, sintiendo la punzada de deseo atacar su cuerpo. Se separó de la puerta y se acercó a la cama, sentándose a sus pies sin dejar de mirar a la Black fijamente. - Sabés a qué vine. Mirame. Tenemos que hablar Gabbs -
  12. Lo bueno del Castillo Black y de sus inmensos terrenos era que uno se podía perder en ellos sin ser notado. Y aquello era algo que últimamente se dedicaba a hacer. La ex mortífaga tenía más tiempo que nunca y había sabido disfrutar el pasar horas enteras recorriendo las explanadas verdes de puro pasto inglés sin escuchar ningún ruido más del crepitar de las ramas de los árboles y el cantar de los pájaros. Pero últimamente aquello comenzaba a molestarle. Sabía que en los últimos tiempos había ablandado su carácter, dejando que sus facciones y acciones perdieran intensidad y emitieran más sensibilidad de la que nunca había tenido. Y eso no le gustaba. Ella nunca había sido así. Si deseaba algo sólo iba y lo tomaba, lo exigía, o lo mataba. Si la hubiesen visto en este futuro hacía unos años atrás se hubiesen reído de ella. Aquella mujer que portaba una Katana más pesada de la que muchos hombres podía soportar, de ojos fríos y acciones temerarias; aquella de cicatrices intimidantes, que atravesaban su hombro y rostro sin esconderse ni en lo más mínimo a los ojos de otros… Ella no le temía a nada. Se mostraba poderosa y altanera. Era arrogante y demostraba que siempre iba a ser quien ganara cualquier encuentro… Aquella mujer que llegó hasta lo más alto sin dejar de pisar a quien fuese que se le impusiera. ¡Esa mujer que no se dejaba dominar ni por el enemigo más sangriento y despiadado! - ¡¡¿Dónde está esa mujer?!! – El grito se perdió en el aire, acompañado por una piedra que sin ninguna sutileza la Black había arrojado contra el lago. Ahí estaba… sentada frente a un gran cúmulo de agua, con las rodillas pegadas a su pecho mientras eran rodeadas por uno de sus brazos. Vestida como una cualquiera, con una sudadera que le quedaba grande y pantalones cortos que no dejaban nada a la imaginación. El cabello recogido en una coleta alta caía por el costado de su hombro derecho y sus ojos azules no mostraban más que rencor. La pregunta era… ¿Rencor hacia qué? Evidentemente nadie más que ella tenía la culpa de su cambio, pero no le bastaba con recriminarse. Necesitaba adrenalina. Quería acción, quería pelea, quería odio, quería amor. Lo quería todo. Siempre había querido todo. Y en su momento lo había conseguido. Se paró de un salto, frunciendo el ceño. Se estaba impacientando. ¿Cuánto creían que podían hacerle esperar? No le importaba quienes fueran, ni de donde vinieran. Ni siquiera le importaba que fuesen sus líderes directos, ni que pudiesen negarle el ingreso a la Marca Tenebrosa si hacía algo indebido o inoportuno. Se metería a la fuerza, lo necesitaba. Era su lugar, era su vida, y quería el poder que un día había abandonado por capricho. El borroso resto de la tinta que había quedado luego de que su tatuaje desapareciera todavía parecía arder en ocasiones, provocando la sed de sangre que normalmente atribuiría a su condición de vampiro, pero que clamaba por que la bebida fuese acompañada por la muerte, por un corazón deteniéndose y un último suspiro siendo exhalado. Se moría de ganas. Se le hacía agua la boca. Dio vuelta atrás y se dirigió nuevamente al castillo.
  13. Aquellos ojos color zafiro que tanto habían brillado momentos antes de a poco iban volviendo a su tinte habitual. El subidón de adrenalina abandonaba su cuerpo y la temperatura buscaba acoplarse lenta y progresivamente al frío que afuera acontecía. Las luces se habían apagado hacía ya unos minutos y la única luz que bañaba su cama era aquella que se filtraba por el empañado ventanal, tan gris como el día mismo. Cerró los ojos un segundo, suspirando y levantándose para acercarse a su guardarropa, separando la indumentaria que usaría luego. Recogió sus prendas tiradas por el piso y las llevó al cesto de la ropa sucia; seguro algún elfo se encargaría de ello en otro momento. Se dio una ducha rápida y se vistió con unos vaqueros negros, una remera manga corta blanca y una sudadera gris. Si bien era un mago de sangre pura, nunca había podido separarse de la ropa muggle. Era infinitamente más cómoda que la que llevaban los hechiceros. Se dirigió al vino que había quedado en la cubeta y lo destapó, sirviendo en una de las copas una cantidad considerable del mismo y lo sorbió de un solo golpe. Llevó la cabeza hacia atrás y negó con la misma. Se sentía mareada. Aunque no era sólo por el efecto del alcohol. Había algo que no estaba bien. Y no sólo con ella. Su hermana había actuado raro, la conocía. Pero era preferible dejarla sola. Sabía que quizás habría tenido que detenerla. Pero ella tendría sus razones para despedirse de aquella manera. No le iba a hacer bien seguirla una segunda vez. Tomó su varita y se dirigió a la salida de su habitación. Recorrió el camino hacia la primera planta, pero no se acercó hacia donde estaba el resto de la familia. Necesitaba respirar aire puro. Salió hacia la entrada principal y recorrió una por una las baldosas que dirigían al enrejado. Con las manos en los bolsillos miró hacia el cielo, observando cómo caían los copos de nieve que poco a poco iban cubriendo su abrigo como si de una pequeña cantidad de pelusa se tratara y comenzó a tararear levemente. Estaba tranquila, se sentía vacía. Lo único que pasaba por su mente era una suave melodía. Cientos de notas subiendo y bajando su intensidad. - I’ve got a hundred millón reasons to walk away… - Musitó, volviendo la mirada hacia la salida. Siguiendo la canción que no dejaba de sonar en su mente. Aquel sentimiento de querer huir volvía a ella. No era una mujer que pudiese quedarse mucho tiempo en un solo lugar. Y su cuerpo, su alma y su razón lo sabían. Quería libertad, quería sangre, quería lucha; quería amor, quería odio… necesitaba aquella maldad que absorbía de cada una de sus víctimas. - I’ve got a hundred millón reasons to walk away – Volvió a repetir, comenzando a caminar nuevamente hacia la entrada del castillo. Aunque su cuerpo sólo le pidiera cruzar nuevamente la salida del lugar. Sabía que tenía miles de razones para volver a irse. Pero esta vez… Sólo esta vez, tenía una sola para quedarse. Esbozó una sonrisa algo forzada y volvió a ingresar al comedor, viendo que las caras habían cambiado. Extrañamente ya no encontraba a su hermano mayor. Quizás él estuviese con su mujer. Tampoco estaba su sobrina, aquella que había exaltado la paciencia de Gabrielle. Posiblemente el encuentro con los viejos Blacks hubiese sido demasiado para ella. Mahia alzó los hombros y las manos con las palmas hacia arriba. Si no podía con eso, no tenía temple Black. Aunque todo aquello se podía arreglar con una cruzada de varitas.
  14. Mahia mordió su labio inferior para reprimir un quejido de placer y abrazó a Gabrielle, apretando la tela de su vestido con sus manos. Quería más, mucho más. El aire que cada vez se hacía más difícil de inhalar provocaba su respiración agitada. La cabeza le daba vueltas y su cadera se acompasaba a los movimientos de la rubia, buscando el contacto más de lo que creía que estaba haciendo. Era una sutil tortura que le llevaba a lo más alto y que su hermana no se preocupaba en acelerar. Las manos de la otra Black le hacían estremecer. Entre temblores y tenues sonidos buscó los labios de la otra chica, aumentando la pasión. Permitió que la Delacour terminara de bajar sus shorts y con premura tiro del borde del vestido que le cubría, dejando que sus manos recorrieran el camino que las telas dejaban. Quería sentir el calor de la piel, los roces, la suavidad. Miró a sus ojos con deseo, como perdiéndose en la miel que brillaba ante ella. Acarició el vientre plano, subiendo por su pecho. Maravillada se detuvo unos instantes allí, acariciando con la punta de sus dedos, bordeando y circundando cada borde, cada pliegue, lizo o rugoso, que sus manos encontraran. Sentía los escalofríos que provocaba, quería que se prolongaran lo más posible. ¡Cuánto la había extrañado! Envolvió con una de sus piernas la cadera de Gabrielle y dejó su labor en su pecho, tomando la mano de la ojimiel para llevarla a su boca. Mordisqueó sus dedos sin dejar mirarla a los ojos y luego la volvió a hacia donde estaba anteriormente, pero sin nada que la pudiese detener. Su corazón no dejaba de latir con fuerza, y su espalda se arqueaba ante cada toque, amoldando su pecho al de Gabrielle de forma natural. Los movimientos se hacían más rápidos y los besos y caricias no dejaban lugar sin recorrer, probar o lamer. Dos cuerpos emanando calor, respiraciones agitadas y voces entrecortadas y jadeantes completaban aquel momento tan especial, llegando al clímax de lo pasional. Entre sentimientos y sensaciones, tan vehemente como afectuoso, Mahia dejó escapar una suave proclamación, un leve susurro entre tanto jaleo. Te quiero -
  15. Mahia bajó el rostro hasta el de su hermana y besó su frente en un principio, descendiendo luego la propia hasta la de la rubia. Nunca iba a dejarla sola. Quizás era un poco posesivo pensarlo, pero ella era suya, y la iba a proteger del frío, de las personas, y de hasta ella misma. Apretó más el agarre de la mano que la sostenía y se alejó un paso de Gabrielle, estirando el brazo. Soltó una pequeña carcajada de emoción y le hizo dar una vuelta sobre sus propios pies, desapareciendo las dos del jardín en un segundo. Era un poco ostentoso tal vez llevarla a su propia recamara, sobre todo cuando hacía tiempo que ella misma no la usaba. La última noche sólo había dormido allí, pero no había acomodado nada a sus gustos. Prácticamente era una habitación vacía de todo lujo. Recogió la toalla que había tirado al suelo luego de bañarse y la colgó sobre el espejo que había frente al ropero empotrado en la pared. El cuarto era de tamaño mediano, pero tenía un gran ventanal del lado derecho del que sobresalía un pequeño balcón de concreto en donde la Black solía acurrucarse a mirar la noche cuando esta era fresca y estrellada. Del otro lado se encontraba el guardarropa y en medio una gran cama de sábanas blancas y un edredón rojo sangre. Por último, a un lado de la puerta tenía una mesita cuadrada donde guardaba su bodega de vinos personal. Invitó a tomar asiento a su hermana sobre la cama todavía sin armar, sintiéndose algo avergonzada de ello. Le hizo un gesto con la mano y le pidió que se diera vuelta. Volvió a insistir sin emitir una palabra cuando la francesa la miró entre desconcertada y divertida, y esperó paciente a que le hiciera caso. Se giró hacia la despensa y sacó una botella de vino blanco, la cual enfrió al instante con su varita, e hizo aparecer dos copas y una cubeta metálica colmada de hielo. Colocó allí el alcohol y volvió hacia su cama. Se acercó a paso lento hacia la espalda de Gabrielle y se sentó detrás de ella, colocando la mano sobre sus hombros para luego comenzar a bajar lentamente hacia los codos. Colocó su peso sobre la espalda de su hermana, indicándole que fuese recostándose poco a poco, apoyando su pecho contra ella mientras dejaba que su aliento le rosara el cuello al hablar. - ¿Confías en mí? – Le prenguntó al oído. La voz ronca pero serena profería seguridad. Antes de que ella pudiese contestar se incorporó despacio, arrastrando nuevamente las manos a los hombros. Le dejó estirar las piernas y se colocó sobre ella pero sin permitir que su peso la agobiara, sosteniéndose con las rodillas a cada lado del cuerpo de Gabrielle y comenzó a masajear su espalda, de manera delicada y con amor. Cada vez que llegaba a la parte superior descendía a dejar un beso sobre la base del cuello, o mordisquear la parte blanda de la oreja, sintiendo la respiración ir en aumento. Se levantó un poco y la hizo darse vuelta, mirándola a los ojos con la suficiente pasión para que ella entendiese qué era lo que buscaba. Colocó las manos en el abdomen de la rubia y subió por él sin quitar el azul intenso de su mirada del ámbar que la atisbaba. - Tu turno – Le dijo casi en un susurro, besando sus labios y tomando sus manos para llevarlas al borde de su remera. – Soy toda tuya. -
  16. Estaba feliz. El calor de los brazos de Gabrielle y el contraste con los escalofríos que los suaves dedos le provocaban era una sensación bastante estimulante. Aceptó su beso con ternura, separando un poco sus labios para que ella los volviera a buscar y deslizó una pierna entre las de ella, aplicando un poco de presión cuando la rubia rodeó su cintura. Bajó su mano derecha hasta el borde de su vestido, evitando la tela, y acarició directamente la piel debajo de él. Estaba por decirle cuánto la deseaba, pero antes de que pudiera terminar la acción oyó el ruido de la puerta y se maldijo por dentro por no haberla cerrado antes con llave o un hechizo. Escuchó la palabrería de Gatiux y sintió el vacío entre sus manos cuando Gabrielle se separó para contestarle y seguidamente marcharse del lugar. Con un sonoro golpe dejó caer la frente contra la pared en la que la Delacour había estado apoyada y, golpeando los puños contra la misma, profirió unos insultos en lo bajo. ¡Justo cuando la tenía entre las garras! Giró la cara para mirar a la mujer de Orión, si eso es lo que era. Su hermano las elegía, definitivamente. - Entiendo tus quejas, pero podrías haber esperado. En última instancia, si no te gusta el modo de la gente de este castillo, creo que tienes otro. – Musitó, sabiendo que se arrepentiría por sus palabras. Le caía bien la Malfoy, y el asunto entre su hermana y ella no era problema de Mahia, pero en ese momento se sentía frustrada. Suspiró y la miró como pidiendo disculpas – Lo siento, olvida lo que dije. – Antes de que pudiese responder, salió de la cocina a paso decidido. Casi corriendo pasó cruzó el recorrido hasta los jardines para alcanzar a su hermana. Si bien el ambiente se había roto, no la podía dejar sola, no con el carácter que conocía de ella. Quizás sólo podría acompañarla por un rato, luego iría a practicar algo de ejercicio. - ¡Gab!, ¡Espera! – Estiró la mano cuando la rubia se frenó y luego se agachó un poco, apoyando las dos manos sobre las rodillas – Estoy falta de estado. - Levantó la cara y le regaló una media sonrisa a la cara seria que estaba frente a ella. - No dejes que nos arruine el momento. ¿Sabes cuántos años hemos estado separadas? Aunque bien sé que han sido culpa mía jaja – Se incorporó y se puso junto a ella, tomándole la mano mientras hacía aparecer un sweeter verde que hacía juego con su vestimenta y se lo ofreció para que ella pudiera ponérselo. Estaba haciendo un poco de frío para que sólo vistiera ropas holgadas– ¿Permíteme que te acompañe, esta bien? - Levantó la mano de Gabrielle y la colocó sobre su mejilla, rozando el borde de la cicatriz que surcaba su ojo izquierdo mientras le guiñaba el ojo esperando ver nuevamente a su hermana sonriendo.
  17. Sabía que Gabrielle estaba probando su paciencia, y aquello le encantaba. Tragó saliva cuando sintió la mano en su rodilla, pero en vez de apartarla acercó la pierna a la silla de su hermana para facilitarle la tarea y se estiró para tomar un panecillo mientras la escuchaba hablar. O por lo menos fingía hacerlo. La verdad era que no estaba prestando en absoluto algo de atención a la charla que se estaba dando en la mesa entre los familiares presentes. Procuró rozar como quien no quiere la cosa su pecho contra el brazo que Gabrielle estaba usando para acariciarla y sonrió con malicia. - ¿Cómo te va, Akiza? - Ignoró su tono de voz ronco y le regaló a su sobrina una sonrisa que pretendía ser encantadora. - Espero que estés a gusto en el castillo. Puede ser algo solitario a veces pero últimamente el panorama es bastante - Esperó un segundo para continuar - Excitante - Miró de costado a la rubia un segundo y bajó la mano hacia la de ella, subiéndola un poco más de lo que ella se había animado a hacer. Esta es la última vez que me pongo pantaloncillos cortos en vez de falda, pensó para sí misma, ahogando un quejido de placer cuando sintió los labios y las palabras de Gabrielle en su oreja. El azul de sus ojos se había oscurecido más de la cuenta con esa última acción, denotando que ya había llegado al límite de su control. Se levantó apartando suavemente la mano de su hermana de su pierna y, recomponiendo la postura, dejó su taza en la mesa. - Si me disculpan, -Musitó con un falso tono de elegancia en la voz. - Tengo algunos asuntos pendientes que resolver en la cocina. Ya que estamos todos presentes, me gustaría preparar el almuerzo del mediodía. Gabrielle, ¿me acompañas por favor? Me gustarías que apruebes el menú. Aquello último lo había dicho mirándola directamente a los ojos, ofreciéndole su mano para ayudarle a levantarse. El mensaje que quería transmitir era claro: esta vez no dejaría pasar la oportunidad. La había extrañado tanto desde aquella ultima vez estando juntas... Pasó su brazo por sobre los hombros de la Delacour de manera protectora y se dirigieron hacia la cocina. Una vez dentro, Mahia soltó a su hermana y se dirigió a los elfos domésticos que se ocupaban de sus comidas, pidiéndoles que se tomaran aquella mañana libre a partir de ese momento. Los vio desaparecer entre murmullos de reproche y se giró nuevamente hacia la pequeña rubia que la había vuelto loca. Encontró su expresión divertida mirándola con un poco de curiosidad, y sonriendo la alcanzo nuevamente, poniendo una mano a cada lado de su cintura mientras la hacia apoyar contra la pared más cercana. La pegó un poco más a su cuerpo y sin decir una palabra hundió su cara entre el hombro y el cuello de la bruja menor, olisqueando su aroma con gusto. La sintió estirar el cuello para facilitarle el trabajo, por lo que aprovechó para probar entre suaves mordisqueos aquella piel que tanto deseaba. - Ahora dime, ¿Como pinsas solucionar esta situación, mi mortifaga preferida? - le dijo al oído con la respiración un poco agitada, rozando la piel con la punta de su lengua de una manera muy delicada para luego dibujar un camino de tiernos besos hasta terminar justo de lado a la comisura de los labios de Gabrielle.
  18. Sonrió con malicia y suspiró ante el tacto frío de la máscara en su cuello. El corazón le daba vuelcos constantemente. Esto de hacer de loca y volver a las andadas de cuando era joven era totalmente excitante, pero también desgastante. No recordaba el efecto que la adrenalina le hacía a su cuerpo. A todo eso había que sumarle las Manos de gabrielle tocando su cuerpo, que ya estaba como había venido al mundo. - Sí, a casa. Creo que aquí ya está todo terminado. - Musitó mientras veía las llamas consumir algunos muebles y pilares, mientras otros se habían convertido en animales que utilizaban el lugar como baño. Quizás eso lo hayan aprendido de Orión, pensó la Rubia. - Además, creo que tenemos algunas cosas que pueden ser interesantes en casa para poder hacer – Le dijo con la voz ronca, tirando el cuello hacia atrás para verla a los ojos. – Puedo demostrártelo en cuanto lleguemos. Esto me ha dado muchísima energía. ¿y a tí?
  19. El frenesí y descontrol de la visita a la mansión Gryffindor había agitado el interior de la Black. Se sentía llena de energía, como si no pudiese cansarse nunca. Volvió a la entrada del lugar y pateó las puertas. Todo era un completo desastre. Excatamente como tenía que ser el hogar de los miembros de la orden del fenix. - Ahora se parece más a un gallinero. - Pensó para si misma. - Oh... - Mahia sonrió al sentir las manos de su hermana sobre su cintura y se giró para mirarla a los ojos. Estiró los brazos a su cuello y la atrajo un poco para susurrarle algunas cosas al oído. Sonrojada, se separó un poco y le guiñó el ojo - Tú eres lo más hermoso que yo he visto. ¿Quieres ir yendo a casa?
  20. ¡PUM! La ventana mas cercana a la entrada en la mansión Gryffindor fue despedazada en un segundo por Orión, dejando el camino libre para que Mahia ingresara al interior del lugar. Antes de que pudiera realizar cualquier otra acción la rubia musitó un sonoro Avis, apuntando con la varita hacia arriba, para poder generar doce pajaritos de tamaño considerable que la protegieran de cualquier fenixiano que osara aparecer. Una vez segura, se limitó a destrozar cada uno de los muebles que podía alcanzar con su varita, rompiendo, quemando y transformando cualquier objeto no viviente que se le cruzara en el camino. Dejó algunos intactos para poderlos usar luego como objetivo de algún hechizo que se le ocurriera, y se dedicó a correr como loca por el lugar, soltando carcajadas sonoras e insultando como si estuviese en el patio de su casa. Mientras daba vueltas y saltaba se despojó totalmente de la poca ropa que le quedaba y, mientras tanto, sin previo aviso, sintió una mano golpeando su trasero y se giró rápidamente para ver quién era. Una mujer enmascarada había aprovechado el momento para manosearla, aunque la Black no se había hecho ningún problema. Le guiñó un ojo, le tiró un besito, y la vio partir hacia otro rumbo. - Morphos – Dijo luego, apuntando a una de las pocas estanterías que quedaban en pie. Esta tenía el tamaño de una moto de las grandes en largo y un metro de alto aproximadamente. Poco a poco vio cómo se iba transformando en un lobo con feroces dientes y afiladas garras. - Esto se va a descontrolaaaaaaaar
  21. La emoción de un nuevo asalto, luego de tantos años, tenía a Mahia al borde de los nervios. Pero no era una mala sensación. Su varita vibraba ansiosa entre los dedos y la Black sentía la sangre hervir deseosa de un encuentro con los fenixianos. Todavía era neutral, aunque esperaba que eso cambiase pronto, pero para proteger su identidad tomo una buena cantidad de poción multijugos, generando que sus facciones cambiaran de una manera radical, nada parecidas a ella. Se aferró al brazo de su hermano Orión, quien la hizo desaparecer del castillo Black. Cuando aparecieron en la verja de la Mansión Gryffindor, la rubia ex mortífaga miró al peliazul antes de soltar su brazo, bajando la mirada a su entrepierna. Por extraño que pareciera, los dos estaban vestidos en paños menores, y para ella esa era la primera vez viendo los atributos de su hermano Mayor. Aunque de mayor no sólo tenía el título de hermano, pensó la Black, quitando la vista mientras reía. - Oye, hermanito, creo que deberías sacarte la media de los Boxers, ¿no te da vergüenza? – Canturreó mientras se separaba de él y acomodaba su corpiño. No es que la Black tuviese dos montañas en lugar de senos, pero tampoco era poco agraciada. Sus curvas eran moderadas y su cuerpo estaba plagado de cicatrices de lucha, pero aun así podían verse los músculos desarrollados en años de entrenamiento. Avanzó lentamente hacia la ventana de la mansión mientas escuchaba a una de las altos rangos dar las instrucciones sobre la tarea a realizar y a quien debían capturar. También escuchó cómo el mayor de los hermanos musitaba unas palabras en alusión a la sensualidad de las tres muchachas Black, ignorando el comentario sobre su falso relleno en el calzoncillo. Riendo, preparó su varita para destrozar todo aquello que estuviese a su alcance, incluidos los calzones de Orión. http://i.imgur.com/NfYKXN3.png
  22. - Orión y la p*** que te p****. Vos y tu wisky barato. Se quejó la Black, dando vuelta sobre su costado para estirarse en la cama. La cabeza le dolía y cada movimiento que hacía traía consigo una oleada de mareo. No quería abrir los ojos, puesto que el simple hecho de imaginar el malestar que eso le traería le hacía querer vomitar. Si bien había escuchado que el cuerpo no recuerda el dolor, había olvidado esa simple pero cierta afirmación y se había largado a beber la noche anterior como si nunca antes hubiese despertado con resaca. Disfrutó de la compañía de su hermano y dejó que vaso a vaso la botella que Orión había llevado consigo al Living del castillo fuera disminuyendo su contenido y subiendo el ánimo de Mahia hasta que sus mejillas quedaron sonrojadas. Con pesar deslizó un pie fuera del colchón y retiró por completo las mantas. Dio zancadas grandes, tratando de reducir al mínimo la posibilidad de un tropiezo y se metió en la ducha, abriendo el agua helada para espabilar un poco su mente. Al salir dejó su pelo mojado y suelto, inclinando la mayoría de los mechones dorados hacia un costado y se vistió con ropa holgada; una camiseta blanca sin mangas y pantalones cortos. Recogió su varita y salió hacia el pasillo que le conducía a las escaleras. Bajó las escalinatas de dos en dos, con cuidado de no caerse, y se aventuró hacia el living, desde donde provenían sonidos de voces, cubiertos al chocar y sillas arrastrándose. Cuando ingresó a la sala le sorprendió bastante el panorama. Casi toda la familia estaba reunida, cosa que desde su infancia no veía. Lo único que era común era la ausencia de Fernando. Ya estaba resignada a no verlo casi nunca. - Buen día familia Saludó al pasar. Haciendo un gesto con la mano para generalizar, pero puso más énfasis en sus hermanos. Se acercó a Orión para besar sutilmente su mejilla, dejando una caricia con la mano derecha sobre la otra. Luego se dirigió hacia donde estaba sentada Gabrielle e hizo el mismo gesto, deteniéndose un poco más de lo debido en su rostro. Se separó, miró a sus ojos unos segundos, y, esbozando su característica sonrisa de costado, acercó la boca al panecillo que su hermana sostenía entre los dedos y lo comió sin pensar, alejándose con alegría hacia una silla continua para sentarse a disfrutar su desayuno. - Hay gente nueva por lo que veo. Tantos años sin pisar por aquí, nos hemos multiplicado Dijo mientras hacía aparecer una taza de té.
  23. Tema Cerrado Marcellus. Y con respecto al tema de motivación, tranquilo, no lo vamos a dejar así como está ^^. De todas formas no vamos a motivar a nadie con nada si no nos dejan algo como compensación. ¿Ahora trabajamos gratis? ¬¬ u.u mal usuario. Eso no se hace xD
  24. Hades La varita llega a manos de Only ya que la definición dice que va hacia sus manos, no es necesario verla. Vos podrías haberla recuperado después, pero roleaste que se le caía de la mano según tu punto de vista. Por lo que, si se ve como lo correcto, la varita ya está en la mano de Only cuando intentas recuperarla. Él gana el duelo. Ahora, un reto para los dos. El tablón no es un sitio para discutir ni hacer debates sobre las cosas. Si tienen algo que decirse opten por la mensajería privada. No se puede hacer una pregunta si ya el contrincante la ha hecho en el tablón, ni alegar cosas a su defensa. Para eso estamos los moderadores y nosotros decimos cómo son las cosas. Romper las reglas del tablón es considerado Spam y es motivo de Advertencia. Les dejo el primer post donde están las reglas, para que no vuelva a pasar. ¡Suerte muchachos! Y gracias *toma las cosas que le dejaron y se va corriendo* Reglas del Tablón de Dudas.
  25. Keaton En realidad no entiendo qué quisiste hacer en tu último post. Te adelantas a los hechizos de Sara y el Morphos tuyo de todas maneras no sale. Los de ella están bien puestos, intercalados, ya que ella tiene las intercalaciones. Sí es un abuso de rol romper la varita, pero por lo que veo el duelo no tiene mucho más para seguir. Yo daría a Sara como ganadora, aunque según creo todavía podes hacer un post.

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.