Nathaniel caminaba apresurado. No es que necesitase en ése preciso instante comprar las pócimas, pero sí que quería llegar antes de que se acabasen algunos de los exclusivos productos de Magic Mall, en el apartado de la segunda planta, dónde estaban todas las pociones más compradas y solicitadas.
El Malfoy estaba en busca de algo que le hiciese pasárselo bien, pero nada que le hiciese fundirse el dinero de su Bóveda, que con la crisis mundial que afectaba tanto al mundo muggle como al mágico, estaba en paro y buscando un trabajo, que había perdido sus dos anteriores puestos. Pero no pasaba nada, aún le quedaba la mansión Malfoy como hogar y más de 12000 galeones en su bóveda personal, y casi 1000 galeones en su bóveda de negocio, así que aún podría derrochar un poco para sus gastos personales.
Tras haber observado todos los carteles, las combinaciones expuestas y demás, terminó por decantarse por una: La Seducción Eterna. Era económica, aumentaría aún más su capacidad para conquistar a las mujeres y se lo podría pasar bien, estaba bastante equilibrada con todo lo que él buscaba para su vuelta al cien por cien. Necesitaba conocer mujeres, estabilizarse ya de una vez que estaba rondando los veinticinco años de edad.
Cubrió en el mostrador una especie de ficha con su propia letra, hasta haber terminado y la depositó sobre la barra de madera, esperando una cola que parecía no tener fin. A ver si alguno de los del Concilio de Mercaderes se dignaba a atenderlos, pues tenía algo de prisa por visitar también la planta baja y adquirir algún animal de compañía, algo sofisticado y nuevo.
Echó un último vistazo a la tarjeta, para repasar.
Lucía bien, todo correcto, o él creía. Era su primera compra, si se equivocaba en algo ya se lo dirían y ya lo corregiría, todos fallaban y todos eran humanos en el mundo.