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Nathaniel Malfoy

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Todo lo publicado por Nathaniel Malfoy

  1. Se había desmayado. ¿Quizás por el olor? ¿Por no haber desayunado? Quién sabía, lo único que importaba era que se había desmayado y el tiempo avanzó sin esperarle. Como Orión y el resto de alumnos, que aparecieron e ignoraron al profesor de Historia de la Magia. Se encogió de hombros. Sabía cómo contactar de inmediato a Amelie sin demorarse ni un segundo más. Evocó con sus manos un papel de papiro, tras haberse limpiado de la caída provocada por el desmayo. Afortunadamente no se había impregnado de aquel olor a cloaca que le rodeaba, ni tampoco se había mojado las prendas con aquellas aguas fecales que, sinceramente, le harían vomitar pronto si prolongaba la jornada allí dentro. - Veamos, algo rápido. - habló solo. Comenzó a escribir con estilizada caligrafía sobre el pergamino, unas palabras que de manera clara y concisa expresarían la necesidad y el deseo de verla pronto en aquellas mismas cloacas. Una vez se reuniesen continuarían con el plan fallido inicialmente. Además, también había expresado que trajese consigo un arco, pues sería parte de la prueba que le impondría. Había sido todo tan rápido que fue lo primero que se le ocurrió como profesor de Historia de la Magia, aunque no tuviese mucho qué ver con la clase que tenía pensada. - Espero que no se retrase en exceso, tenemos muy pocas horas para dar por terminadas las clases antes de que nos regañen tanto a ella como a mí... Ató a la pata de su lechuza de color grisáceo aquel mensaje y se limitó a esperar viendo cómo el ave se perdía en las oscuridad. Se sentó en una de las pocas esquinas limpias que quedaban del sitio y hundió la cabeza entre sus rodillas. Qué aburrimiento. Y qué olor. Odiaba esperar. @
  2. La verdad, se había quedado petrificado un par de veces. Aquella sensualidad en las palabras, gestos y miradas de Mia hacia él, hacían que perdiese el norte. Bueno, el norte, el sur, el este y el oeste. No es que él estuviese sintiendo algo sexual hacia ella, que, como hombre, era algo más que normal. Sin embargo era más bien el sentimiento de culpabilidad a la hora de traicionar a Maida o de tener pensamientos salidos de tono con una alumna en aquellos instantes. Cuando de una vez por todas estaban todos reagrupados en el interior de lo que parecía el vestíbulo de Hogwarts, aquel emblemático colegio de Magia y Hechicería, Nathaniel fue agarrado por el brazo por parte de la rubia. Susurró a su oído. - Mira, tengamos la fiesta en paz con los acercamientos. Si quieres hacerme una visita a la cueva de los Pretty Boys eres más que bienvenida, pero fuera de terrenos tenebrosos soy una persona totalmente ajena a la perversión. - Las palabras fueron única y exclusivamente percibidas por ella. Se apartó desenlazando ambos brazos y tomó la iniciativa dando unos pasos al frente. - Bien, veamos, Historia de la Magia en... - bajó la voz - ...el pasado. - Extendió los brazos en ambas direcciones, el derecho hacia la izquierda y el zurdo hacia la derecha -- dado que estaba mirando hacia ellos y de espaldas a las escaleras que dirigían a una infinidad de pisos superiores. - Tenemos que dividirnos. Perdonad por todo esto del numerito de estar callado, pero estoy teniendo unos días difíciles. Ya problemas aparte, tenemos que dividirnos e inspeccionar cada una de las salas comunes de las diferentes casas: Slytherin, Hogwarts, Hufflepuff y Gryffindor. Si sois pertenecientes a una de ellas, será fácil. De lo contrario arreglad lo que tengáis que hacer sin matar ni revolucionar nada excesivamente o podría tener consecuencias nefastas en nuestro futuro. ¿Entendido? - Había hecho una pausa para respirar hondo. Las salas comunes no estaban localizables a simple vista así que, a priori, la tarea ya era difícil de por sí. - Haced grupos, parejas o id individual. Como queráis. Una vez dentro tenéis que encontrar uno de los cuadros que dirigen a los dormitorios de hombres. Ese cuadro os podrá comentar algo, puesto que suelen ser los que conocen historias antiguas acerca de las estatuas que habitan en el interior de las salas comunes. Preguntadle por la estatua principal de cada sala y sonsacad la máxima información posible. - Una vez terminó, echó a andar rumbo a las mazmorras. - Yo tengo que inspeccionar lo... subterráneo. Nos vemos aquí, en dos horas. - Y se perdió. --- @@Mia Black Lestrange @ @@Emmet Haughton Gaunt @@Jacob Cullen Black Potter
  3. Sabía quiénes eran sus alumnos, lo sabía. Pero no le gustaba del todo pensar en ello. De la lista de inscritos al conocimiento impartido por el también profesor de Hogwarts Nathaniel Malfoy, figuraban varios mortífagos. ¿Qué había de malo en aquello? A simple vista nada, si fuesen sólo ellos en una clase íntima y familiar. El problema residía precisamente en que la realidad era todo lo contrario. Compartían aula con gente que no figuraba en la Marca Tenebrosa y deberían de andar con pies de cristal en cuanto a las confianzas. No podrían hacer comentarios que los delatasen, ni tampoco algún que otro hechizo extraordinario. Y ahí estaba el ensimismamiento del pelinaranja. Independientemente de que la clase estaba preparada para comenzar, se había dispersado de tal manera que parecía como si hubiese perdido la facultad del habla. Iban y venían los cuchicheos en un rumor continuo de los alumnos. También las preguntas de cuándo comenzaría todo. Agitó la cabeza, negando con ella, aclarando sus pensamientos e infundiendo sentido común a su cerebro. Tenía que masticar y digerir aquellos comentarios y caricias de Mia, y esquivar las preguntas incómodas de ella y Aries. Resopló y se rascó la nuca. - Veamos, la clase debe comenzar. - dijo en apenas un hilo de voz. Carraspeó para aclarar la garganta y comenzó con los paseos tan míticos como enigmáticos que siempre trazaba durante sus cátedras. - Está todo preparado y debemos comenzar. Redundancias a un lado, sé que el ejemplar del libro que os he pedido quizás os parecerá un tanto anticuado. No lo es. - Sus pasos hacían un sonido zigzageante en la sala, casi hipnótico. Arrastraba los pies como si aquello le ayudase en el flujo de pensamientos. - Este libro tiene una característica exclusiva que otros libros de Historia de la Magia no tienen. Dice cosas sin leerlas. - Había sonado de nuevo demasiado disperso. ¿Podría estar ahí precisamente el vínculo familiar que le unía Orión? Ambos eran extravagantes en ciertos momentos, en ciertas expresiones. - Quiero decir que menciona cosas como muy por encima, casi sin prestarle atención. Pero si sabemos jugar con esas armas, será una gran noticia. Había parado en seco su travesía de repetición infinita. Cambió su camino y lanzó sus pies hacia la mesa del profesor, en la que tenía el ejemplar original que tanto valoraba. Lo abrió por una de las páginas previamente consultadas. - Página 31.- Con voz queda levantó la vista del libro para cerciorarse de que sus alumnos habían recibido y llevado a cabo la orden. Volvió al tomo. - Si leéis por aquí, mencionan diferentes esculturas mágicas que fueron importantes en Hogwarts y demás colegios de Magia y Hechicería. Pero tampoco van muy a fondo. Pero sí eran importantes. Pero... No se sabe muy bien porqué. ¿Me explico?- En realidad no se había explicado. Pero él se entendía. - Resumiendo, tomad esto. Nos vamos al antiguo Hogwarts.- Lanzó con su diestra un bolígrafo recién invocado a cada uno de sus alumnos que, en realidad, era un traslador. Se iban de viaje.
  4. HAHAHA NO ME LO CREO Ha vuelto liliiiiiiii +o+ Obviamente que la adopto de nuevo y si quieres ser hija sanguínea también me encantaría awwww hahahaha Cuando quieras comenzamos a rolearrrrr
  5. http://i63.tinypic.com/2e6bqe8.png La tarde se asentaba en Ottery St. Catchpole con un tiempo más bien cuestionable. Arreciaba la lluvia, caía con una intensidad tan destacable que los cristales de la ventana del aula en la cual Nathaniel impartiría sus clases, temblaban como si fuesen a ceder ante tales presiones. Su vestimenta no era nada excesivamente pensado; una camisa blanca y unos pantalones de lino gris perla, con unos zapatos de ante marrón y, por encima de todo aquello, una túnica verde esmeralda. Algún que otro motivo plateado salpicaba la prenda más exterior, con grabados pertenecientes a la familia Malfoy. Se vio reflejado en el empañado cristal por el que proyectaba su mirada al exterior. Lucía pálido. Los terrenos circundantes al lugar se encontaban empapados. Aquello no sería bueno para las cosechas del profesor de Herbología que, si no usaba la magia para frenar el contacto de sus plantas con la lluvia, todas éstas morirían por ahogamiento. Se dio la vuelta y miró el reloj de pared de la enorme y vacía sala. Las seis en punto. No tardarían en llegar sus alumnos y, con suerte, éstos vendrían provistos del ejemplar de Bathilda Bagshot que siempre usaba para la iniciación de sus clases de Historia, libro que había mencionado en la lechuza de bienvenida a cada alumno. De no traerlo, se enfadaría, pues se vería afectada la ruta inicial del conocimiento. Las mesas se apilaban de dos en dos, en dos filas perfectamente trazadas una a cada lado del aula. A los costados, enormes ventanales dejaban entrar la luz natural que, en aquel caso, se veía mermada por el mal tiempo que azotaba a las tierras inglesas. Unas cortinas de seda de color violáceo cubrían cada lado de las seis imponentes ventanas, que habían sido lavadas recientemente y dejaban un gusto a jazmín similar al del incienso que siempre encendía antes de cada clase. Le gustaba jugar con los olores e iluminaciones, aunque en este caso no hiciese mucho por poner juegos de luces. La lámpara de araña, con lágrimas de cristal, era la única fuente de luz verdadera que servía para facilitar la visión a los estudiantes que estarían por llegar. Se fue acercando a la mesa y dejó caer su cuerpo en la silla. Chasqueó los dedos y tras él apareció una frase en el encerado de pizarra negra. Bienvenidos y bienvenidas a Historia de la Magia.
  6. Su oponente poco tardó en caer. Una vez más volvía a terminar con él, pero esta vez moría por veneno no curado. Un bezoar hubiese sido suficiente para frenar el avance de la ponzoña y sentirse más que listo para continuar librando aquella batalla en el callejón Diagon. Ni siquiera se inmutó. Ni un gesto que denotase piedad, ni un ademán de victoria. Le importaba bastante poco lo que pudiese suceder con el cadaver que él mismo había dejado atrás cuando se decidió a girar sobre sus talones y cambiar el rumbo de su dirección del paseo. Se lanzó calle abajo, paso a paso, disfrutando cómo el aire se colaba en sus pulmones y le provocaba una sensación de calma y tranquilidad. - ¡Morsmordre! - Con la varita en alto provocó la aparición en el cielo de unas nubes grises y otras más oscuras. Todo se tiñó del color del azabache, el cielo ya no era claro y lo único que aportaba luz era la bella Marca Tenebrosa que se erigía inmensa y vencedora en todo Ottery St. Catchpole. Su misión allí había terminado. Se curó con un Episkey, pensándolo en su mente y frenó la hemorragia de las lunas afiladas que hacía no mucho se clavaron en su pecho. No tenía pensado ir a ningún lado. Era su día libre y lo disfrutaría, pues pronto tendría que retornar a Hogwarts y al Ministerio. Se perdió en la lejana maleza que cerraba al callejón y dejó el tétrico escenario que probablemente serviría de portada de diarios como el Profeta y alimentaría las conversaciones venideras de los residentes más cercanos.
  7. El Morphos sí había cumplido su objetivo, que era envenenar a su rival. No había mucho más que investigar en aquella batalla que, de nuevo, se veía más inclinada en el terreno del Mago Oscuro que en el de Demian Malfoy. El pelinaranja vio cómo su primera creación de Fuego era totalmente ignorada por el hechizo que aplicó su rival. Buen movimiento. Era hora de actuar. - ¡Fuego Maldito! - repitió. Una vez más volvía a aparecer de la varita del profesor de Hogwarts aquella preciosidad de águila que en cada aleteo de alas desprendía chispas a su paso. El ave de fuego no dudó en embestir contra su oponente, quemándolo de gravedad. Al mismo tiempo unas medias lunas afiladas se clavaron en el cuerpo del británico Malfoy, que puso cara de preocupación y gesto de dolor. Dejó que el aire se colase en sus pulmones y lo aguantó, hinchando el pecho y tratando de soportar el embiste. No dudó en quitarlas con su mano y tirarlas al suelo, emitiendo un sonido metálico al impactar aquella creación de su rival contra los adoquines de la estancia. El intercambio había sido, sin embargo, positivo para el pelinaranja: su oponente había recibido el veneno del Morphos anterior y, además de que necesitaba curarse de urgencia, ahora también estaba quemado de gravedad. Por la contra, el ex-Fiscal Mágico estaba sólo sangrando por el pecho de manera leve, por un Seccionatus. - Sectusempra. - Volvió a usar uno de los hechizos a los que más había recurrido durante su etapa de reincorporación al mundo mágico. No era de los más débiles y por ello había decidido seguir usándolo en su nueva etapa, en la que iba recuperando su poder paulatinamente. El haz de luz salió con celeridad hacia el otro joven, para abrir en su pecho cortantes heridas que harían que muchísima sangre tiñese el suelo que servía de escenario de la batalla. -- Off. @ revisa el tablón de dudas, he consultado lo del Morphos y sí es válido xD
  8. No había hecho nada para defenderse. Nada. Así, pasó el tiempo. Nathaniel era consciente de que su oponente había malgastado su tiempo y también acortado su vida. Intuitivamente el Mago Oscuro se dio cuenta de que él trató de hacer un no-verbal que no surgió efecto alguno. No tenía consciencia de cuál había sido su elección, dado que no podía entrar en su mente como si estuviese en su casa, pero algo malo había pasado y los segundos seguían corriendo. ¿Para qué esperar? - Morphos. - El londinense había producido aquel efecto. Con su zurda, la mano que aún le quedaba utilizable, creó una avispa marina mediante la transformación de la prenda oscura que su rival portaba. Ésta inyectó el veneno en la piel del muchacho y resbaló por su torso hasta caer estrepitosamente al suelo, muerta ya por la diferencia de hábitat al que se había aparecido. Sin embargo su acometido lo había llevado a la perfección: la ponzoña se extendía por el cuerpo del otro duelista, que ahora tendría que arreglárselas para curarse. Al poco rato, el mismo que ahora estaba envenenado, trató de hablar. ¿Qué demonios sucedía? Estaba bajo los efectos del Séneca, no podía emitir verbal alguno. Se encogió de hombros ante la afonía del muchacho que, si no mejoraba la cosa poniendo más carne en el asador, estaba restando minutos de vida a su duelo. - Fuego Maldito. - Y como si de un bello encantamiento se tratase, el profesor de Hogwarts creó un águila con unas plumas extremadamente bellas e ígneas. La diferencia era que aquella creación no era para divertirse. O bueno, sí. El ave avanzó agitando sus alas con celeridad, recorriendo los metros que separaban a ambos duelistas. A su vuelo pronunciado le seguía un rastro de fuego llamativo que creaba chispas y crepitar en el aire. Y sin más, el ave embestiría contra su torso, quemándolo de gravedad. Se limitó a esperar, emitiendo un siseo con la lengua, quejándose del dolor de su muñeca fracturada. --- @
  9. Notó el sonoro y tan conocido crack en su mano, la que sostenía la varita. Era consciente de que había sufrido el efecto Absorvere, ataque que tantísimas veces había usado en su favor y que ahora era su medicina usada por el rival del duelo. Tan pronto como aquello sucedió, cambió de mano la varita. Aún podía ser rápido cuando se lo proponía y, en aquellos instantes, lo que tenía que hacer era jugar bien sus cartas. - Séneca. - Había decidido usar su zurda para anticiparse a cualquier movimiento de su oponente. Era cierto que había recibido él más daños que el otro hombre, dado que su elección había sido mermar poderes y en cambio la del otro había sido la vía menos diplomática: hacer daño. Se encogió de hombros, auto-contestándose a aquellos pensamientos cuando vio cómo un rayo, producto de un no-verbal, salía de la punta de la varita ajena. ¡Y con forma de serpiente! Era alguien de su bando, seguro. - Detritus. - siseó. Cuando el rayo serpentino estaba a punto de impactarle, una capa de fino gas y de color azul pálido lo rodeó a tiempo. Un sonido futurista, como de metales chocando, absorbió el ataque que estaba a punto de impactarle. A ciencia cierta no estaba seguro de cuál sería aquel rayo, dado que no había proferido palabra alguna, pero poco importaba. Lo único interesante es que estaba sin un rasguño --exceptuando su diestra, que estaba rota aunque sin infección -- y podría seguir con su plan. ¿Cuál era su plan? Debilitar lentamente a su oponente. Eso haría, hasta que pidiese clemencia. O hasta que se le fuesen las ganas de juguetear con la comida y, directamente, se la comiese. - ¿No vas a identificarte? Qué poco cortés...
  10. Su capa negra era la única prenda que portaba a ojos de terceros. El mortífago londinense de figura estilizada caminaba con prisa por las calles del Callejón Diagon. El lugar, a diferencia de cualquier otro día, estaba vacio. Era noche cerrada. - Las tres y cuarenta y siete... - Había hablado solo cuando observó su reloj de muñeca. ¿Qué hacía de noche por las calles del mundo mágico? ¿Qué hacía en soledad? Todo tenía respuesta. Era una de esas noches de luna llena, de esas en las que tenía que salir de la mansión Malfoy o del Manor Yaxley, los dos sitios donde acostumbraba estar. Eran las mediasnoches en las que salía para consumir su pócima que le libraría de los efectos de ser un licántropo. Otra vez más libraba, por medio de aquellos brebajes, la transformación que tan natural había sido para él durante sus años de adolescencia. Las luces del callejón eran titilantes, como si de velas se tratase. Parecían estar cercanas a su fin. Una brisa reconfortante corría y provocaba que su túnica ondease al ritmo que se establecía. Silbaba el viento y contribuía así a la creación de una atmósfera más que terrorífica: luna llena, viento, callejón desierto, noche cerrada, silencio sepulcral... Y observó una silueta. No era una persona que le sonase ya de entrada. A decir verdad, pocas siluetas de lejos distinguiría. Solamente sería capaz de conocer a algunas de las personas más cercanas a su círculo familiar, como lo eran Maida, Orión o Gatiux. O sus hijos. Pero pocas más personas serían dignas de su reconocimiento visual. Enarcó una ceja y clavó sus pies en el suelo, sacando intuitivamente su varita y apuntando al frente con su brazo extendido. - ¿Quién eres? - Tan pronto como sus palabras salieron de la boca, observó a Demian Malfoy, a quien no hacía mucho había mandado a San Mungo. Quizás era maniobra del destino el concederle otra oportunidad de derrotarlo. O maniobra del karma y hacerle perder contra él. El recientemente ascendido Mago Oscuro no dudó en usar sus nuevos poderes. - Anular Espejo de Niebla... - el efecto hizo vibrar la varita del londinense, mostrándole que todo había ido correctamente. Era un juego mental, pero no le gustaba que se mimetizasen sus movimientos lo más mínimo. --- @ aquí tienes tu revancha!! Mucha suerte :3
  11. http://i63.tinypic.com/2e6bqe8.png En realidad, aunque su primo Orión estuviese mascullando cosas que eran instantáneamente ignoradas por el Malfoy, sabía que a él le gustaba el plan. No lo confesaría. Pero le gustaba. La túnica de color azabache iba rozándose con las inmediaciones de las cloacas donde todo indicio de acción se revelaría. La varita del pelinaranja iba alumbrando con el hechizo más utilizado para proporcionar luz allá donde se necesitase. El ligero y más que conocido frufrú de la capa rozando por todos los lados, adornaba con onomatopeyas el escenario. Maloliente, sí, como cabía esperar. Sus alumnos habían sido citados por el Yaxley. Éste se había encargado de la burocracia, no sabía ciertamente si de manera directa o avisando a alguien de la Universidad. Poco le importaba. Borró aquellos pensamientos que le hacían divagar en cuanto se pararon ante las áreas marcadas para la aparición de sus alumnos. Estaba estaba propiamente organizada por unos trasladores que habían sido enviados. O eso esperaba el Mago Oscuro, que no quería ponerse a pensar en posibilidades de error que pudiesen torcer el plan. ¿Qué había de interesante para la Historia de la Magia en una cloaca? En realidad podría intentar buscar algo que relacionase a las instalaciones con el hilo del pasado, aunque aquella vía subterránea era un simple mediador que separaba el punto inicial y el punto al que de verdad quería llegar: Stonhenge. Aquella exposición traía consigo demasiada información. - Si te soy sincero, no he preparado nada para esta clase. He estado demasiado liado como para hacerlo y... - hizo una pausa y miró a su alrededor, comprobando que nadie los escuchaba. - ... Me voy a aprovechar de que voy contigo. Improvisar siempre es una buena opción. - Las palabras del Malfoy habían hecho que su primo pusiese los ojos en blanco. Era verdad que él era un muchacho aplicado y que cumplía con las expectativas que se le ponían. Sin embargo, también tenía sus ocupaciones y problemas del día a día. Seguro que encontraban algo interesante en Stonhenge, allí habría información bien en libros, o bien en guías que hablasen alto y claro sobre el pasado. Una vez allí, improvisaría si sus alumnos terminarían por recibir una clase más teórica o... - Hey, no me mires así, que la última clase que di de Historia de la Magia ya fue lo suficiente movidita. Viaje al pasado, giratiempos, invasión a los miembros del MACUSA... ¿Algo más? - Las palabras replicaron los gestos de su primo que terminó por reírse. Miró el reloj de mano y asintió. Estaban a punto de llegar los alumnos, si todo salía como estaba previsto. De todos modos, él sólo contaría con la presencia de Amelie como alumna. - Te quiero un poco, eh. No homo. -
  12. Vio cómo su oponente se curaba. Era un buen momento para continuar poniéndolo contra las cuerdas. Quizás sonase un tanto oportunista, pero aquello era la característica más destacada del mortífago londinense. El estar cuando se le necesitaba, el estar atento al más mínimo hueco temporal. El aprovecharse de los errores que pudiesen cometer sus rivales. - Silencius. - sentenció. Pudo observar cómo los labios de su rival trataban de invocar algo que empezaba por "Av...". No llegó a ocurrir nada debido al efecto que había intercalado con certeza el pelirrojo que jugaba con ventaja. Aunque las heridas habían sido curadas por Demian, todavía la animalizada criatura seguía causando verdaderos destragos en su compañero de bando. Se encogió de hombros. Lo más fácil hubiese sido matarla para así deshacerse de aquella tediosa actividad de curarse cada poco rato. No quiso perder mucho más tiempo. - Sectusempra. - El rayo que tantas veces había utilizado a lo largo de su vida, viajaba tras emitir una vibración en la punta de su varita que logró extenderse hasta su muñeca. La floritura terminaría por emitir aquel haz que abriría profundos cortes sangrantes en el torso del oponente, tiñendo el escenario del color de su sangre. A todo aquel festival de Gore había que sumarle que la roca continuaba atacando. Y la ponzoña en el cuerpo del otro Malfoy. Estaba cerca de terminarse el juego, aunque tenía que ser cauto con sus movimientos dado que cualquier mortífago podía enrevesar la situación con un buen movimiento. -- @
  13. Hola!! Viendo que se acaba el tiempo, vengo a inscribirme a otro conocimiento :3 Nick: Nathaniel Malfoy ID: 48397 Conocimiento: Pociones! (en caso de no poderse apuntar por cualquier motivo, Artes Oscuras). Nivel de Magia: III Link a la Bóveda: http://www.harrylatino.org/index.php?showtopic=78227 Link a la Ficha: http://www.harrylatino.org/index.php?showtopic=78188 gracias
  14. La clase del Malfoy había perdido todo el rastro de ritmo. No entendía el porqué, sin embargo su profesor yacía de pie, callado, observando todo. Se encogió de hombros y comenzó a pensar en qué podía hacer para romper aquella situación que, de tan tensa que era, podría haber sido cortada con un cuchillo. Quizás la mejor opción para llamar la atención era realizar encantamientos. Aquello fue lo primero que le vino a la cabeza. - O desnudar a alguien... - pensó. No, ni hablar. Quizás se ganase una buena reprimenda seguida de un suspenso como una catedral de grande. El ex-Fiscal Mágico volvió a bailar a su varita de diecinueve centímetros en su mano derecha. La de madera, por si cualquier mente privilegiada pensase en cualquier otra cosa. Con ella jugueteaba, pasándola desde el dedo meñique hasta el pulgar y vuelta a empezar. Clavó la vista en la piña. - Vitae. - susurró. La piña comenzó a recibir los atributos que el profesor de Hogwarts pensaba. Unas grandes orejas le crecieron, propias de un elefante y que desentonaban totalmente con el tamaño inicial de la fruta. Simétricamente colocadas a ambos lados y seguidas de un pico enorme e imponente, propio de un tucán. Dos alas también emergieron del poco espacio que todavía quedaba disponible, que eran tomadas de un cuervo. Como era de esperar, con aquella imprecisión de atributos la piña no lograba volar sino que rodaba un poco, revoloteaba a escasos centímetros del suelo y volvía a caer para golpearse y rodar. - Decidme que no os ha hecho gracia y me retiro a mi mansión. - masculló viendo cómo las sonrisas comenzaban a aflorar. Ni él mismo pudo contener la risa. - Profe, ¿alguna tarea en especial? ¿O quizás quiere que realice un traslador diferente hacia la cueva de los Pretty Boys? Quizás allí todos nos lo... pasemos mejor. - musitó con una sonrisa pícara.
  15. Normal, estaba enfadado. Su profesor casi lo hace trizas con la mirada y eso que tenían cierto trato más o menos cálido por eso de compartir bando. Ni hablar. No le pasaría una a partir de aquel momento dado que se había personificado más tarde de lo acordado y... a la gente no le gustaba la impuntualidad. Quizás iba siendo hora de cambiar. El silbato sonó y con él su corazón se fue. El profesor de Hogwarts lanzó unas zancadas pronunciadas y se dirigió hacia la piña. Trató de concentrarse al máximo, pues el tiempo apremiaba. En su diestra portaba la varita de avellano, diecinueve centímetros y núcleo que provenía de dragón. Suspiró, cerrando los ojos. - Wingardium Leviosa. - susurró. La piña comenzó a levitar con suavidad y elegancia, con un movimiento pendular acompasado de la mirada del británico, que iba y venía con ella. La hizo moverse por el aire hasta que sintió que era necesario. Sin dejar de perder el contacto visual, la tomó entre sus manos y pensó en seguir con toda la tarea que le había sido encomendada. Ni hablar. Se desapareció, seguramente con gesto atónito. Era un traslador. ----------- En: ∞ La Mazmorra ∞ Coffee & Bar Se apareció en una estancia desconocida, por arte de magia. Nunca mejor dicho. Bufó aún sudando y lanzó miradas perplejas a todo lo que le rodeaba. Había mesas de cedro pulido cerca, también finos candelabros que servían de iluminación en el lugar. Vio pasar a elfos que lucían atareados. Cerca de él una barra con bebidas y taburetes y él en el medio, pensando que qué demonios había hecho para merecer aquel traslado. Apresurado, llamó a uno de los elfos. - ¡Eh, tú! - gritó. La criatura se dio la vuelta. Lucía unos harapos un tanto peculiares, mas elegantes para ser un sirviente doméstico. En su pecho lucía un nombre: Rod. - Veamos, Rod, ¿podrías decirme dónde me encuentro? - inquirió mientras tambaleaba los dedos contra su propia pierna. El elfo, que parecía más viejo que la otra que había visto pasar apresurada, se encogió de hombros. Quizás se pensaba que todo aquel asunto era broma, pero al británico le hacía entre cero y ninguna gracia. Finalmente, tras unos segundos de indecisión, contestó. - Bienvenido a La Mazmorra, Coffee & Bar. - Tan pronto como las palabras fueron pronunciadas, el muchacho suspiró aliviado. La primera de las salidas que vislumbró fue el objetivo más cercano para sus piernas lánguidas que marchaban la una tras la otra. Con la mano dijo adiós al elfo y, cuando la puerta mecánica decidió abrirle paso, se desapareció en las inmediaciones del Callejón Diagon. ----------- Volvió a aparecerse cerca del circuito, donde recordaba que se encontraban todos en el Ateneo. No quiso aparecerse exactamente en el lugar, puesto que quizás hubiese otra trampa preparada para volver a hacerle pasear sin ningún sentido. Bufó de nuevo. Tras haber caminado unos cuantos metros, llegó al lugar de nuevo. - Desde hoy en adelante, no volveré a comer piña a no ser que esté cortada en rodajas. -
  16. En todo aquel ir y venir de tareas por hacer en el Manor, Nathaniel sintió un ruído proveniente de la puerta de entrada. Se había entretenido con los platos de la vajilla por limpiar, tarea que le había sido encomendada prácticamente a la fuerza. Se encogió de hombros y tardó unos segundos en reaccionar. - Ya abrirá alguno de los elfos... - pensó con desidia. - ¡Oh, wait! - Rápidamente reaccionó y se dio respuesta a sí mismo: no había servicio doméstico en el lugar. Se secó las manos a uno de los paños de la cocina y arrancó en dirección a la puerta. Podría obviarse el dato de que casi se pierde para llegar a la entrada, pero es mejor contar todo para mayor información. Cuando finalmente se acercó a la puerta, a medio camino se encontró con una muchacha de cabellos resplandecientes y Luisitha con ella. - ¡Hola! Bienvenida a... ¿Tenemos visita? - susurró. Enarcó una ceja y se detuvo en seco. Información, como agua que llevaba una cascada, descendiendo con celeridad por las paredes de su mente. Aquella cara... Aquellos rasgos... Aquellos ojos... Dubitativo, alzó la mano derecha y acarició la frente de la muchacha con total confianza. ¡No podía ser otra persona! Alzó el brazo izquierdo y con ambos la rodeó entre su pecho, abrazándola con cariño. Un tanto desplazada había quedado Luisitha, su suegra. Aleksandra había vuelto y eso era lo que más importaba. Y aún encima se molestó en buscar a su padre y encontrarlo... Contuvo la respiración por unos instantes, eso le ayudaría a sobrellevar el tránsito de información y sentimientos. Los ojos, aún mojados, tuvieron que ser desempañados por sus puños cuando se deshizo del abrazo. - ¿Qué haces aquí, cariño? ¿Ya estás de vuelta? - inquirió sonriendo y llevándose la mano a la boca. Había perdido a la mayoría de sus hijos -- por no decir a todos -- en el desenvolvimiento de sus vidas y el paso de los años. No había nada que le hiciese mayor ilusión que recuperar a alguien con quien compartir su día a día. - Es... ¡mi hija! ¡La más pequeña de todas! - miró a Luisitha sonriendo orgullosísimo.
  17. Por fin. Por fin en casa. Eso pensaban sus piernas cuando terminaron de caminar de forma incesante por Ottery St. Catchpole. Había decidido tomarse el día libre de trabajos. El recientemente nombrado profesor de Hogwarts, el contratado como instructor de Historia de la Magia en el Ateneo, el nuevo empleado de la Oficina del Ministro. Sí, ese. Había vuelto a ser útil tras cinco años de parón. No obstante, como toda persona, necesitaba tener esos breaks que le diesen calma a la rutina a la que se venía exponiendo desde su vuelta al mundo mágico. Ciertamente llevaba una temporada sin dejarse ver por la mansión Malfoy a causa de su noviazgo con Maida Yaxley. Acostumbraba a dormir con ella en el hogar al que se había trasladado temporalmente por la escasa compañía de la que gozaba en su lugar natal. - Llámalo morriña, llámalo como quieras... - Su voz se mostraba afónica. Había sufrido unos temporales de lluvia y frío en la provincia inglesa que le afectaron directamente a sus cuerdas vocales. Así se veía, resfriado. Incluso más pálido de lo normal. Había mascullado alguna palabra en gallego -- Galicia era uno de los sitios que había visitado durante su exilio -- al mismo tiempo que sobrepasaba el umbral de la puerta de la sala. Nadie. Nadie por ningún lado. Se encogió de hombros, como asumiendo aquella realidad que venía siendo plato de comer cotidiano en los Malfoy. ¿Qué había de todo aquel compañerismo y unidad que los representaba? Se dejó caer sobre una de las cómodas butacas y con un chasquido de dedos hizo aparecer fuego en la chimenea. - Muchísimo mejor así... - Sus palabras siseadas fueron los únicos ruidos ambientales del lugar, sin contar con el crepitar de las llamas. Se desprendió de sus prendas; la túnica gris oscura fue colgada en uno de los pomos del mueble del salón a espera de que secase de aquella tromba de agua. Se deshizo también de la camisa blanca, dejando su torso al aire. Sólo los pantalones gris perla, con un cinturón de piel negra, cubrían su cuerpo. Y los zapatos azabache brillante. Volvió a recostarse sobre el sofá. <Pafffffff> Uno de los elfos acababan de aparecerse. A decir verdad, aunque llevaba muchísimos años como integrante de los Malfoy, sólo reconocía a los más utilizados por él mismo. - Ss-señor M-malfoy... - la vocecilla chillona trató de articular palabra tras una pronunciada reverencia.- ¿l-le impo-portaría acompañ-ñarme? - Enarcó una ceja extrañado. Raramente solía hacer caso a la gente en las primeras peticiones que se le presentaban y, muchísimo menos, a criaturas. Se incorporó dubitativo y asintió con la cabeza. Quizás por una vez fuese algo interesante. No se dignó siquiera a vestirse por la simple razón de que nunca había nadie en casa a quien le resultase incómodo verlo con poca ropa. Tras una travesía corta, alcanzó a llegar al lugar donde le esperaba una silueta femenina. ¡Beltis! No tenía mucho trato con ella, pocas palabras habían cruzado. Sin embargo también era integrante de los Malfoy -- o eso pensaba él -- y para más era la líder de su bando. - Has tenido suerte, no creo que contases verme con tan poca ropa hoy. Bueno, ni a mí, ni a nadie. Y menos a éste caramelito... - susurró apoyándose en el marco de la puerta con gesto sugerente. --- @Beltis
  18. Su oponente había recibido la embestida de aquella creación recientemente llevada a cabo por el londinense. De repente, Nathaniel enarcó una ceja al ver que Demian intentaba hacer un Imperius -- maldición imperdonable -- ante el Vitae conjurado por el profesor de Hogwarts. ¡No surgían efecto! Ni Oppugnos, ni Morphos... Tendría que haberlo matado. Aprovecharía ese error para complicar las cosas un poco más. Se encogió de hombros y agitó la varita con celeridad. - Morphos. - sentenció intercalando. El traje de seda portado por el otro Malfoy se transformó en una avispa marina. Ésta entró en contacto con la piel de Demian, envenenándolo y resbalando por su cuerpo hasta caer al suelo y morir en el instante por la diferencia de hábitat. Ahora que estaba envenenado y que la criatura seguía mordiéndole, embistiendo en su contra y, en definitiva, creando sangre, Nathaniel recibió el impacto de la ruptura de muñeca en su mano. Ahogó un grito. Había imitado el Absorvere que él mismo realizó aún no hacía mucho tiempo. Sin embargo, cambió la varita de mano y se decidió a continuar con la zurda; seguía sabiendo conjurar hechizos sin ningún problema. No le importaba perder la mano. - Silencius. - susurró. En aquel instante las cosas sí se complicaban para Demian. No tendría acceso a verbales, estaba envenenado y la roca seguía hiriéndole. --- @
  19. Llegaba tarde. Extremadamente tarde. Las cosas no habían ido bien para el londinense en los últimos días. La cantidad de trabajo en el bastión tenebroso había sido un tanto abultada. Como consecuencia había dejado de lado una semana de vida de ocio en la que se agrupaban Maida, las salidas al callejón Diagon y alrededores, y el tiempo en familia con sus seres más queridos. <Prrrrffff> <Pafff> Enarcó una ceja. Una de las lechuzas de la familia Malfoy se había chocado con el cristal de la ventana entreabierta. Con un golpe de varita abrió ambas contras, facilitándole así el paso al ave que se recomponía del golpe y se acercaba a él con lentitud, pasando por el escritorio de madera maciza. Dio un par de pasos sobre la alfombra y se agachó para quedar a la altura del torpe mensajero. De su pata retiró aquel lacito suave que salvaguardaba una carta de caligrafía impoluta y pergamino amarillento. - Veamos... - masculló a la vez que abría el papel. Sonrió, tragó saliva y suspiró. Acaba de llegarle la confirmación de uno de los nuevos trabajos a los que había aplicado. Además del puesto en la Oficina del Ministro del cual no había recibido noticias todavía, se había postulado para Profesor del Ateneo -- puesto ya confirmado como instructor de Historia de la Magia -- y para profesor de Hogwarts. ¡Y allí estaba su carta de confirmación! ¡Era nuevo profesor de Introducción a la Magia! Lanzó la carta hacia uno de los cajones y la guardó como oro en paño, mientras volvía a la realidad más cercana y se vestía propiamente para acudir a sus clases de Encantamientos. No tardó mucho en ataviarse con una túnica verde oliva y unos zapatos negros. Los pantalones que se vislumbraban eran de la misma tonalidad que la capa, así que era un tanto básico su outfit. Giró sobre los talones y en su lugar dejó un par de volutas de humo que no tardarían en esfumarse. ----------- El ex-Nigromante era malísimo en las orientaciones. Si no fuese por su raza de Licántropo, lo que le ayudaba un poco en cuanto al desarrollo del sentido del olfato, estaría perdido siempre que necesitase llegar a un sitio nuevo. Tras unos cuantos minutos danzando por las inmediaciones del lugar, fue capaz de encontrarse con nada más y nada menos que todos sus compañeros de bando. ¡Qué alivio! No tendría que fingir para poder sobrellevar relaciones con gente indeseable en su lista mental. Leah, Aries y Mery. A decir verdad con quien más relación guardaba de ellos era con Leah, que había sido su tutora dentro del bando tenebroso, pero estaba más que conforme con aquello de estrechar lazos con los demás miembros de la Marca. Lanzó sus pies hacia ellos, que estaban en lo que parecía un circuito detallado. Se secó con la manga derecha de la túnica. Las gotas de sudor se habían arremolinado en su frente debido a las carreras que trazó para finalmente dar con el sitio. Dedicó una leve reverencia a todos. - Buenas, chicos. Disculpadme por el retraso, me acaban de nombrar profesor de Hogwarts y estuve con mucho lí... - su excusa se vio interrumpida cuando la mirada del Malfoy se desvió hacia el taburete que yacía junto a ellos. - ¿Aquello es una piña? - inquirió sorprendido.
  20. Justo en el momento en el que observó a Avril creando un bezoar, no le quedó más remedio que volver a atacar. Así era educado un mortífago: ser sanguinario y no perdonar los errores eran dos premisas extremadamente importantes para triunfar. A pesar de que era su hermana y le tenía cariño familiar, ésta se estaba mostrando más arisca de lo habitual y tendría que enseñarle que el respeto era algo necesario o, de lo contrario... - Morphos. - repitió. Apuntando a sus pantalones creó una floritura que transformó la prenda en una segunda avispa marina. Aunque la primera había envenenado a la joven, cayó al suelo y murió por la falta de agua y diferencia de hábitat. La segunda hizo lo mismo, envenenándola letalmente y causando que la ponzoña comenzase a consumir su vida con celeridad. Fue entonces cuando la ex-Líder aprovechó para curarse las heridas atrasadas de la batalla. A veces en la vida había que tomar decisiones drásticas. Aunque su hermana estaba diciendo rendirse, aquello no le valía al ex-Nigromante para alzarse con una victoria que le reflejase como mejor duelista de ambos y ya le había perdonado la vida una vez. ¿Y así le hablaba? ¿Así se lo agradecía? - Sectusempra. El haz de luz partió hacia ella con la misma intención que siempre; abrir aquellos profundos cortes en el pecho que expulsarían la sangre con celeridad. Ella guardó la varita y... Lo inevitable sucedió.
  21. Los vaqueros del pelinaranja se transformaron, desapareciendo y dejando en su lugar a una avispa marina que le envenenó y acto seguido, tras haber cumplido su objetivo, cayó al suelo muerta. Hizo una mueca de asco y aprovechó rápidamente el lapso de tiempo del que disponía para intercalar. - Vitae. - murmuró. Una de las afiladas y prominentes rocas que había al lado de Demian se comenzó a animalizar. Aquel efecto le proporcionó dientes afilados, múltiples dientes que se extendían por toda su totalidad y que tenían un único propósito: causar heridas sangrantes en su oponente. Además de ella también brotaron dos fuertes patas similares a las de un león -- salvo que la roca sólo tenía dos y se sostenía de pie -- y unos ojos grandes, vivos, con los que observar a su presa. Y así fue, no tardó en llegar hasta el otro Malfoy y comenzar a golpearlo frenéticamente, mordiéndolo con sus fauces voraces que superaban su ropa sin ningún problema, rasgándolo y haciéndole cortes por las piernas y el pecho. A simple vista debía de ser de alrededor del metro y medio de alto y un metro de ancho. La sangre comenzaba a emanar de su pariente a borbotones, quien alcanzó a curarse de la muñeca rota no hacía mucho a causa del Absorvere. - Morphos. - El ex-Fiscal Mágico apuntó a una pequeña piedra que estaba en el suelo cerca de su calzado, transformándola instantáneamente en un bezoar que tomó con su mano libre e introdujo en su boca, para tragarlo. Notó cómo descendía la presión que ya hacía rato le estaba acosando debido al veneno inyectado por la avispa marina. Y aguardó, viendo cómo la piedra parecía decidida a despellejar a su rival. --- @
  22. Justo cuando el ex-Nigromante hubo observado una bandada de cardenales salvar del haz de luz a su oponente y compañero, no tuvo mucho más tiempo que esperar y lanzó una floritura pronunciada, apuntando hacia Demian. - Silencius... Su susurro había sido astuto y preciso. En el momento en el que lo hizo, el efecto entró en vigor y tan acertado fue que su rival se quedó mudo momentáneamente, haciendo que su boca se moviese sin rigor alguno, alcanzando a dibujar con los labios un "Morphos" que nunca se conjuró. Ciertamente se echaba de menos en la estancia la presencia de una música o de algo en general que avivase la tranquilidad allí instaurada. Sólo se podía percibir el conjunto de ruídos naturales provocados por el correr del agua del río, algún que otro siseo de la hierba danzando al son del viento o, por último, algún árbol agitándose como si de un humano en proceso de desperezarse se tratara. No quiso perder tiempo alguno y tan pronto como vio que el otro Malfoy erraba en su movimiento, atacó de nuevo. - ¡Absorvere! - gimió enérgicamente. El Tempestad que un día fue Fiscal Mágico conjuró otro efecto. Éste según fue realidado produjo un sonoro crack en el lugar, dejando abiertamente ver que los huesos de la muñeca de su oponente habían reventado. La muñeca afectada era la más hábil del licaón, la que portaba la varita, imposibilitándole así el uso de hechizos si no tomaba cartas en el asunto para sanarse. Pudo jurar que observó a unos pájaros cercanos volar cuando los huesos rompieron, no obstante, estaba tan concentrado en estudiar los movimientos del otro mortífago que hacía caso omiso a cualquier otro hecho. --- @
  23. Ensimismado, meditaba qué podría hacer en aquel inicio del atardecer. El mortífago londinense miraba el reloj de cuando en vez y sólo lograba hundirse más dentro de su puro aburrimiento. Las manecillas se movían, pero nada interesante pasaba. Había terminado todas sus obligaciones de bando e incluso dentro del Ateneo como profesor de Historia de la Magia. ¿Y ahora qué pasaba? Sí, le estaba escociendo el llamado que solían hacer los mortífagos. Enarcó una ceja: ¿desde cuándo se llamaban para nada? Es decir, ya hacía alrededor de unos cinco meses que nada interesante ocurría dado que los fenixianos parecían estar exiliados reuniendo fuerzas, o quizás meditando algo... ¿Por qué de repente sentía que alguien había invocado la Marca Tenebrosa? No tardó en vestirse con una camiseta básica blanca, de algodón en su totalidad. Unos vaqueros de color azul gastado taparon sus lánguidas piernas y, por último, las míticas deportivas blancas de marca muggle Stan Smith que solía llevar diariamente. En su diestra materializó su única arma: la varita de diecinueve centímetros de puro avellano. Y desapareció. -------- Quizá por intuición de un viejo mortífago en el cuerpo del joven británico Malfoy, logró aparecerse en la orilla del río. Allí vislumbró la silueta irreconocible -- pues estaba de espaldas a él -- de un joven que, aparentemente, tendría una edad aproximada a la del ex-Fiscal Mágico. En el cielo la Marca Tenebrosa reinaba, haciéndole sentir como en casa. No pudo evitar sentir cómo su piel se estremecía y se erizaban los pelos: aquella creación tan perfecta como imponente se alzaba con majestuosidad como hacía tiempo que no lo lograba... Era digna de admirar. Salió de su ensimismamiento cuando reconoció a Demian Malfoy ante él. No era alguien con quien guardase excesivo trato, por no decir que era nulo el que tenían. No obstante, le dedicó una reverencia simple puesto que entendió el llamado: quería un duelo con alguien. - ¡Sectusempra! Su brazo derecho creó una floritura que partió desde el codo hasta la muñeca, expulsando un rayo que iluminó el lugar momentáneamente. Al pecho iría, con intención de abrir profundos cortes sangrantes en su ahora enemigo. Aguardó expectante.
  24. Habían regresado al sitio inicial, como si de una historia cíclica se tratase. Volvían a estar en la inmensa aula -- en comparación con la cantidad de alumnos -- que los recibió con su característico olor a incienso y sus incontables ejemplares de libros históricos. Nathaniel aún sudaba en la frente, producto de toda la tensión que habían liberado en aquellas tareas de espionaje. Se llevó la mano a la barbilla cuando su alumna Sagitas preguntó acerca del cambio de la Historia. A decir verdad no estaba seguro del todo, pero era lo más sensato comprobarlo. Lanzó sus pies hacia la mesa del profesor y con un simple movimiento de varita, apuntó hacia las estanterías. - Accio "A History of Magic" - pronunció con prisa. No tardó en llegar de nuevo a sus manos el ejemplar que ya había citado anteriormente. ¿Por qué siempre recurría al mismo libro? Realmente era el más útil de los que había leído a lo largo de los años, es por ello que confiaba prácticamente a ciegas en la creación de Bathilda. Comenzó a pasar las hojas hasta llegar a la sección del MACUSA. Ni rastro de novedades, todo estaba como él recordaba. - Chicos, misión cumplida. Nos hemos metido donde no nos llamaban. Hemos visto cosas, aprendido alguna que otra lección... - el tono de voz cambió, mirando a su primo Orión, quien había mostrado ansias de matar a algunos de los allí presentes en el viaje al pasado. Por poco desvelaba cosas que no podían desvelar. - ...y bueno, hemos compartido una experiencia nueva. - terminó diciendo. Sus palabras ya sonaban a despedida y así tenía que ser. Quizás corto de más, aunque para él lo bueno, si breve, dos veces bueno. Se levantó de la silla -- pues se había permitido el lujo de descansar unos minutos mientras hablaba -- y volvió a acercarse al trío de alumnos con los que había estado en la travesía peligrosa. Aclaró la garganta y tomó un par de segundos para respirar y pensar en lo que diría. - Ha sido un placer para mí ser vuestro profesor de Historia de la Magia. Sé que hemos arriesgado de más, pero a veces hay que tomar decisiones para que las situaciones sean diferentes. No me hubiese gustado que os fueseis de aquí pensando que la historia en general es algo denso y aburrido. Ojalá que al menos eso nunca pase por vuestras cabezas y, si lo hace, recordéis ésta expedición al MACUSA y sus pequeñeces. - una vez hubo ordenado su tránsito mental, las palabras fluían con decisión. Sonriente, volvió a agitar la vara de avellano y creó tres colgantes idóneos que eran una réplica del giratiempos que habían usado para transportarse. Un minireloj de arena dorado, perforado en la parte superior y unido a una cuerda negra de tacto suave, había sido su invocación. Los tres regalos fueron ofrecidos a los pupilos, uno a cada uno. - Llevaos esto como recuerdo. Hasta que lleguéis a casa al menos, luego podéis tirarlo. - comentó riendo. No esperaba que por el resto de sus días guardasen aquel detalle, pero sí hasta el momento en el que abandonasen la estancia. Mientras hablaba, las letras iban apareciendo mágicamente en el encerado que yacía a su espalda. --- Sagitas E. Potter Blue: aprobada. Orión Yaxley: aprobado. Anthoni Ryvak Dracony: gracias por tu tiempo y dedicación. ---
  25. Las babosas no cesaban de emanar de la boca de su hermana Avril. Sin más dilación, entre vómitos de aquellos seres extremadamente repugnantes, el haz de luz impactó sobre ella haciéndola caer y comenzar a desprender sangre a borbotones. No pudo evitar ahogar un grito; al fin y al cabo no quería pasarse haciéndole daño. Eran familia. Cuando hubo conjurado el segundo rayo, ésta vez el de desarme, la Malfoy estuvo rápida recurriendo de nuevo al uso de libros. Era evidente que jugaba con ventaja ante el ex-Fiscal Mágico en ese aspecto: él no tenía nada de aquellos consumibles en batallas dado su instauración en el pasado, cuando él estaba exiliado de la comunidad mágica por asuntos que no tenían mucho que ver. No perdió el tiempo y cuando vio que Avril se convirtió en intangible, decidió volver a atacar siendo hábil en la intercalación. - ¡Morphos! - el efecto fue efectivo. Valga la redundancia. Tras una pronunciada floritura de varita, Nathaniel apuntó a la capa de viaje que cubría a su hermana. La prenda de vestir comenzó a desintegrarse, mutando hasta convertirse en una letal avispa marina. Ésta entró en contacto inmediato con la piel de la joven, inyectándole efectivamente aquella ponzoña, un veneno más que letal y, sin más dilación, comenzó a resbalar de forma suave hasta caer al suelo una vez cumplida su función de envenenamiento. Avril, que ya era capaz de hablar, no dudó en echarle puyitas al otro mortífago acerca de su manera de tomar ventaja en los duelos. ¿Qué había de malo en aprovecharse de los errores? Entre las cualidades que describían al pelinaranja estaba precisamente aquella: oportunismo. Era alguien que siempre daba lo mejor y trataba de sacar lo máximo de cada situación. Si así había logrado erigirse como uno de los altos rangos del bando tenebroso en el pasado, como Fiscal Mágico en el Ministerio, como profesor en todos los ámbitos de la antigua Academia y como patriarca de una de las más prometedoras familias de Ottery... ¿qué había de malo en ello? Hizo caso omiso a aquellas ofensivas verbales de la muchacha y vio cómo ésta se cerraba las heridas del anterior rayo lanzado por el Tempestad. - Episkey. - pensó también él, imitando aquella curación. Sí, tenía que optar por defenderse en aquel turno. Con la diestra empuñando su varita de Avellano apuntó a las heridas aún abiertas del anterior Seccionatus que le impactó. Las múltiples y sangrantes aberturas de las medialunas afiladas invocadas por Avril fueron sanando con velocidad y tesón. No tardaron en cicatrizar mágicamente. Ahora estaba de nuevo en estado óptimo y expectante, esperó algún movimiento de Avril. Ésta debería curarse el veneno o, por el contrario, podría morir en pocos minutos. --- @@Avril Malfoy

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