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Nathaniel Malfoy

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Todo lo publicado por Nathaniel Malfoy

  1. Muchísimas cosas eran las que habían sucedido en apenas unos minutos y, por ende, la cabeza del profesor de Historia de la Magia comenzaba a perderse en el meollo de la cuestión. Tras haber llevado a cabo un más que exhausto espionaje desde los conductos, cada uno de sus alumnos fue haciendo aportes que le sorprendieron gratamente. Era de esperar que tres magos como Anthoni, Sagitas y su primo Orión supiesen hechos históricos; al fin y al cabo desempeñaban cargos de mayor o menor importancia en el Ministerio de Magia. Cuando Anthoni, su alumno oyente, hubo señalado unas identidades más que acertadas, Nathaniel asintió confirmando aquella hipótesis. Estaba corroborando lo que él decía. Había visto muchísimas veces el rostro de aquellas figuras bien fuese espiando el pasado con giratiempos o consultando infinidades de libros en la Biblioteca de los Malfoy. Pero cuando éste hubo tocado el hombro de Sagitas, todo se derrumbó. ¡Maldita sea la hora en la que decidió aceptarlo como oyente! Titubeó un tanto desorientado, pues la única mujer del grupo soltó un grito asustado y provocó el descubrimiento de aquellos espías del futuro. No tardó en apretar su varita apuntando a aquellos magos, pero Orión se adelantó conjurando magia que salvaría los platos rotos previamente. - Buena reacción, primo. - masculló entre dientes a la vez que palmeaba su espalda. Luego de aquello, Orión se puso a confundir al mismísimo presidente del MACUSA. Enarcó una ceja y no pudo evitar emitir una sonrisa de complicidad. Más magos. Más protomortífagos. Eso fue lo único que pensó y que al cabo de unos segundos observó con sus propios ojos. Nuevas figuras se habían personificado en la escena en la que ya habían tomado parte los alumnos de Historia de la Magia y el mismísimo Nathaniel. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Cómo se habían dado cuenta? Los ojos grisáceos del londinense se clavaron en el antebrazo de uno de los hechizados por Orión hacía unos minutos. Sí. El llamado mortífago. Las nubes polvorientas de color azabache no cesaban y, con ellas, más personas incorporándose a la parte trasera de la librería. Sin comerlo ni beberlo, sin haber querido, habían tomado parte de un pasado que quizás jugase importancia en el futuro. Quizás no mucha si no seguían metiendo la pata. Por suerte las espaldas del cuarteto de espías estaban cubiertas por una pared y tan sólo siete -- puesto que eran demasiados -- mortífagos más los otros tres ya nombrados anteriormente, eran los que se enfrentaban ante ellos. Había que actuar rápido. - ¡Desmaius! - conjuró el profesor. El rayo escarlata partió con celeridad hacia uno de los allí presentes, el más grandullón de ellos y que portaba la varita con desdén, como si cualquier cosa le molestase. Incluso el respirar. Cayó inconsciente en el suelo. Sus alumnos también atacaron con prudencia, siendo conscientes de que no podían matar, sólo aturdir o desarmar. Volaban los Expelliarmus, los haces de luz, las invocaciones... De todo. Trataban de esquivar con suerte escudándose en uno de los escritorios que de vez en cuando los protegía de lo que les lanzaban aquellos rastreros. ¡Hasta maldiciones imperdonables! Poco duró aquella suerte, la mesa voló en pedazos cuando Carlos aplicó un Bombarda sobre ella. - ¡Incárcerus! - repitó el pelinaranja el mismo hechizo que había usado para acceder al interior del local. La verdad es que se arrepentía dentro de su raciocinio por haber tomado aquella decisión... Aunque tampoco podía evitar admitir que la emoción y la adrenalina de enfrentarse a aquellas personas, le atraía. Las cuerdas, gruesas y hábiles, se repartieron atando a dos de los allí presentes por la cintura, cuello y pies. Inmovilizados. Como inmovilizados estaban los demás que iban perdiendo enteros ante Anthoni, Sagitas y Orión. Por otra banda, tanto Orión como Nathaniel debían andar con pies de cristal ante las miradas de sus compañeros. No podían conjurar más hechizos que los que eran conocidos por un graduado de Hogwarts... Había que mantener los secretos siendo eso: secretos. ¡Pudo jurar que a él mismo le estaba ardiendo el antebrazo izquierdo por el llamado del pasado! - Rápido, hay que irse, ya hemos hecho bastante aquí. - jadeó. Estaba sudando por las sienes. Sobre los añicos restantes de aquella mesa, yacía un cuaderno de notas que podría ser importante para el próximo estudio de la asignatura, así que no dudó en tomarlo con la diestra y guardarlo en el bolsillo. - Tres vueltas y un cuarto hacia atrás. Nos volvemos. - atinó a decir mientras todo comenzaba a perder nitidez y color...
  2. Hola!! Los profes también necesitamos aprender (?) Nick: Nathaniel Malfoy ID: 48397 Conocimiento: Encantamientos (o en el caso de no haber/poderse, Pociones) Nivel de Magia: III Link a la Bóveda: http://www.harrylatino.org/index.php?showtopic=78227 Link a la Ficha: http://www.harrylatino.org/index.php?showtopic=78188 gracias
  3. Había tenido una noche lo suficientemente tranquila tras conciliar el sueño, aunque también era cierto que estaba cansado de los últimos días y eso ayudaba a que su sueño fuese más profundo que de costumbre. Aún habiendo dormido bien, tuvo que levantarse un par de veces de madrugada para ir al baño y vaciar la vejiga. Cosas que pasaban en su día a día de bebedor de líquidos compulsivos: mínimo un litro y medio de agua, alguna que otra cerveza de mantequilla, ginebra cuando salía a los bares... También había sido consciente del primer despertar de la Yaxley que se fue al baño por algún motivo que el londinense desconocía. Quizás a vaciarse también el depósito. Cuando ésta hubo vuelto de nuevo, el ex-Nigromante volvía a dormitar aunque por etapas. Era lo conocido como un sueño frágil en el que iba y venía de visitar a Morfeo. No obstante notaba la presencia de su chica acariciándolo y respirando cerca de él y aquello le reconfortaba tanto que... estiraba los minutos y pactaba dormir más consigo mismo. Una vez recibió el beso cariñoso de Maida entreabrió los ojos y volvió a cerrarlos al instante por el impacto de la luz natural que se filtraba en la habitación. Una vez sus pupilas se hubieron aclimatado y ya habiendo escuchado los llamados de la joven, se desperezó sobre la cama sin importarle que chocasen sus brazos contra ella. - Agh... Mmm... - onomatopéyicos ruidos que expresaban que su cuerpo comenzaba a adecentarse para volver a la actividad horas después de haber dormido lo suficientemente bien para ser una cama ajena de un lugar abandonado. - Buenos días, ratita... - logró mascullar entre bostezos. Se incorporó con pereza todavía, sentándose sobre el colchón y buscando el contacto de su zona lumbar con el cabecero de la cama. Cuando lo halló, miró para la bella mortífaga. - ¿Bajamos a desayunar? Me rugen las tripas y aún acabo de despertarme - esbozó una sonrisa. No podía evitar ser un glotón y comer hasta que su estómago entrase en huelga de hambre. - No estaría mal del todo repasar el plan con Orión y Gatiux y comenzar a movilizar al resto de gente. ¡El tiempo es oro! - había dado un chasquido de dedos y se había erguido por completo, poniéndose en pie y evocando con su varita unas prendas de ropa que había minimizado a tamaño diminuto en el bolsillo de su ropa del día anterior. Una vez finalizó el encantamiento, las dejó sobre la cama y se fue hacia el baño. Se aseó una vez ingresó en el habitáculo destinado a uso común. Lavó los dientes y pasó una mano por sus cabellos naranjas, sin siquiera cepillarlos. Hacía unos días que se recortó la barba para tenerla totalmente perfilada y sin necesidad de tener que peinarla tampoco. Enjuagó la boca de nuevo para eliminar los restos de pasta dentífrica y volvió a caminar sobre sus pasos, regresando a la habitación. - Estoy listo, ¿bajamos guapetona? - sonrió mientras terminaba de ponerse sus vaqueros favoritos -- unos rotos y color azul eléctrico -- con una camiseta de color blanco en su totalidad, con unos deportivos del mismo color y algún que otro detalle en verde, que rezaban la inscripción Stan Smith de una conocida marca muggle. --- @
  4. - ¿Listos? Tres, dos, uno... - su voz fue disipándose y dejando en el lugar el sonido onomatopéyico de la ruedita del giratiempos que proyectaba acústicamente su engranaje. Como si de una televisión muggle antigua se tratase, la imagen del londinense fue desapareciendo lentamente hasta quedar completamente reducida a un puntito que terminó por irse del todo. Su estómago no dudó en dar vueltas y provocar una sensación un tanto turbia. Así lo hicieron el resto de partes de su cuerpo: cabeza, brazos... Un dolor también en las sienes, muy agudo, le informaba del viaje que tomaban todos. No pudo ver nada al haber cerrado los ojos, esperaba con ansia que nadie se equivocase de sus alumnos y que todos llegasen al destino como debía de ser. Y así fue. Poco a poco sus siluetas fueron tomando integridad y volvieron a ser entes corpóreos y llenos de vida. Era temprano, cerca de las diez como había mencionado anteriormente aún en la clase del Ateneo de Conocimientos. A su derecha e izquierda Orión, Anthoni y Sagitas cobraron vida. A la derecha del ex-Nigromante residía el ya comentado contenedor de basura que, por suerte, había sido limpiado la noche anterior y no profería olor alguno. ¡Qué alivio! - Bien, lo dicho. Tenemos dos horas, tratemos de pasar desapercibidos y caminemos juntos. Olvidé mencionar que en esta época que ahora experimentaremos hay muchos rastreros... Que vienen siendo personas que manejan magia lo suficientemente avanzada como para matarnos. Sí. Asesinan por dinero. Varitas en guardia, chicos. - comentó. En realidad en su mente ya había sido asimilado aquel peligro cuando comenzó las clases con la idea de viajar al pasado, a aquellos años en concreto. ¿Qué era aprender sin emoción? El riesgo, la adrenalina... Eso sí que era incentivador. - No creo que cambie mucho el pasado que aturdamos a alguien si nos ataca... De todas formas, nada de matar. Eso podría cambiar demasiado el presente o futuro hasta límites insospechados. - añadió advirtiendo. El edificio estaba justo al lado de ellos. Era una construcción de piedra similar al granito, con acabados lujosos y grandes ventanales. Además de aquello, figuras como gárgolas, águilas, trolls y un sinfín de criaturas adornaban las esquinas y acabados del lugar. Alguna que otra inscripción en romano, inglés antiguo y otros idiomas, llamó la atención del mortífago. Aún así, volvió rápidamente a concentrarse en lo que estaban planeando, pues el tiempo apremiaba. Decidió mentalmente que lo mejor sería tratar de ver cómo se vestía la gente -- dado que no se habían cruzado con nadie aún -- y para llegar a hacerlo lo mejor sería caminar las calles. Carraspeó. - Bien, comenzaremos por ver cómo viste la gente y en el caso de ser necesario, tendremos que adquirir ropa de la época. Vayamos hacia la derecha todos juntos, se presenta una avenida larga y atractiva, llena de comercios, similar al Callejón Diagon pero mucho más grande y con tiendas de todo tipo. Hasta de objetos muggles. - informó. Lanzó sus pasos hacia delante y escuchó tras de sí los de sus pupilos. Estaba emocionado, no podía negarlo. No todos los días se enfrascaba en una aventura en el pasado, inmiscuyéndose en la historia mágica en primera persona y en otro lugar diferente al de su país natal. Pasaron por una infinidad de boutiques de ropa, -- en las que descubrieron que no estaban tan desentonados con la moda actual de Ottery en cuanto a túnicas y demás -- lo que parecía indicar que todo estaba organizado por secciones y tramos de la calle; en un tramo se encontraban sólo negocios dedicados al textil, en otro objetos mágicos de la época, en otro tiendas de souvenirs, en otro productos del hogar... - ¡Parad! - frenó en seco y pronunció las palabras. Sus orbes azuladas en aquel momento se habían congelado en una de las tiendas. El escaparate era el propio de una librería normal y corriente en la que se mostraban ejemplares recientemente publicados y quizás los top-seller del momento. No pasaban por alto las bien escogidas estanterías de avellano que sostenían los libros, así como decoraciones de tipo enaltecedor que prácticamente llamaban la atención desde kilómetros de distancia: colores rojizos y vivos en general. Pero no eran los libros los que habían hecho que el corazón del británico se acelerase. ¿Qué hacía horas antes de su reunión el presidente del MACUSA Josiah allí dentro? ¿Por qué estaban en una especie de trastienda y con una luz ambiental? Y... - ¿Por qué el cartel indica que el local está cerrado? - inquirió en voz alta siendo producto de la emoción. Probablemente sus alumnos estarían pensando que el profesor se había vuelto loco dado que no había hecho nada más que parar, quedarse callado y formular una pregunta mirando al escaparate. Explicó la situación. - El presidente Jackson está reunido con alguien en esta librería, que casualmente está cerrada. Mirad, allí mismo. - con su dedo índice señalaba uno de los huecos libres de la cristalera que dejaba entrever dos siluetas hablando, una de ellas se observaba casi a la perfección y había sido lo que dejó al Malfoy identificarlo. - Tenemos que averiguar qué traman, ¡quizás esto tenga incluso mayor importancia que la reunión a la que veníamos! - apresurado, comenzó a caminar hacia el lateral de la librería, como buscando una puerta trasera que le conectase con el lugar. Fracasó. No había nada y tenían que conseguir entrar como fuese. Sin lugar a dudas su agresividad mortífaga le empujaba a conjurar un Bombarda y reventar la pared. No le llevó más que dos segundos descartar la idea por carecer de sentido alguno y ser así poco ortodoxa. Un colibrí pasó cerca de ellos y fue a posarse en la esquina superior derecha del lateral en el que se encontraban ellos, buscando sin fortuna. Despistado, se fijó en el pájaro. Éste danzaba con saltos diminutos en busca de comida, mas lo que le había dado una idea era que quizá el local tuviese una azotea conectada con el interior del negocio. O al menos un conducto de ventilación. - Incárcerus - tres cuerdas se materializaron atándose al cartel que rezaba el nombre de la librería, en el que ni siquiera se había fijado. Miró a su alrededor en el callejón que formaba el lateral de la edificación. No había nadie; nadie observaba. Nadie más que ellos. Las cuerdas se ataron entre sí y a la vez al cartel, formando así una gran liana que les serviría para ascender a la parte superior. No era excesivamente alto, rondaría los dos metros y medio. Fue el primero en tomar la liana tras indicarles a ellos con un ademán que le siguiesen. Sus alumnos mimetizaron el movimiento del maestro y se plantaron en la parte superior que, efectivamente, mostraba unos conductos de ventilación lo suficientemente anchos para que todos entrasen en fila y acostados. Menos mal que ninguno tenía unos kilos de más. Se arrodilló y terminó por acostarse a reptar cual serpiente. - Tenemos que colarnos ya de ya a escuchar. No sabemos qué pueden estar tramando. Seguidme. - otra vez había repetido el ademán de mano que les instaría a reptar con él. Se introdujo en el polvoriento conducto metálico, tratando de hacer el menor ruido posible con su cuerpo y deslizándose con celeridad. Una línea recta como única dirección que a su vez contaba con poca luz se proyectaba en su camino. Avanzó seguido de Orión, Anthoni y Sagitas y, tras conjurar un Lumos, continuaron. Segundos más tarde habían llegado a una sucesión de rejillas que filtraban luces y voces provenientes de una sala. ¡Sí! ¡Era donde ellos se reunían. Había como siete u ocho rejillas y ellos eran cuatro. Más que suficientes para pegar sus hocicos a ellas y ver y escuchar lo poco que les permitía el campo visual y acústico. - ...Carlos, ya te lo dije más de una vez. No estamos aquí para malgastar el tiempo con chiquilladas. Te he advertido mil y una veces que tienes que controlarte y esperar al momento preciso para asestar el golpe más certero. Recuerda, quien ríe último, ríe mejor... - la voz de Jackson era lo suficientemente clara como para ser percibida por ellos. ¿De qué demonios hablaban? ¿A qué se referían?
  5. Para su sorpresa volvía a verse un tanto aventajado en función de cómo habían ido las cosas en el desarrollo del segundo duelo contra su hermana Avril. Sin embargo, nunca podría bajar la guardia al estar enfrentándose a un mortífago y muchísimo menos en el caso particular de la Malfoy, una talentosa muchacha que había logrado la gloria en tiempos pasados dentro del bastión. Y así fue. Para cuando se dio cuenta Nath, la joven que compartía sus genes se sacó un inesperado truco, lo que era comúnmente conocido como un as de la manga. El rayo que pretendía abrir grandes y profundas heridas sangrantes en el pecho de Avril pasó de largo, penetrándola como si de un ser intangible se tratase. Por si fuera poco, había curado aquella muñeca que previamente fue rota por el efecto del británico. ¿Cómo podía en apenas segundos volver a equilibrar el choque? Era hora de actuar. - ¡Sectusempra! - insistió gimiendo. No tardó ni dos segundos en cuanto vio a su hermana curarse con un efecto su muñeca, lanzó el rayo hacia ella, siendo de nuevo una clonación del anterior grito y movimiento de varita. Al mismo tiempo, su hermana hizo aparecer una lluvia de cuchillas en forma de media luna, que brillaron y de nuevo emitieron algún reflejo en las inmediaciones del lugar donde se celebraba la épica batalla de ambos magos tenebrosos. ¿Intercambio de daños? Por supuesto. Tanto la invocación Seccionatus de Avril, como el rayo del londinense impactaron en sus objetivos. Sintió doce punzadas, cada una casi más dolorosa que la anterior. Cerró los ojos momentáneamente e inspiró. A pesar de que estaba sufriendo, cuando logró vislumbrar a su hermana, ella también estaba emanando sangre a borbotones, lo que tiñó el suelo que la sostenía. Con la mano libre y menos hábil, la zurda, el ex-Nigromante arrancó una a una las cuchillas, pero al mismo tiempo... - ¡Expelliarmus! - gritó terminando de sacarse la última cuchilla y tirándola al suelo. Emitían un sonido como de dos vasos golpeando entre sí según éstas tocaban tierra. El haz de luz escarlata partió de la punta de la varita de avellano del ex-Nigromante, con la intención más que certera de no hacer nada para impedirlo, de hacer volar la varita a unos cinco metros de la muchacha. Ella necesitaba curarse de unas heridas más graves que las de él. Y estaba vomitando babosas incesantemente. Y un rayo para desarmarla viajaba rápidamente hacia su varita. - ¡Pago yo! Prometido, no te enfades, sólo bromeaba... - bramó mirándola. Al fin y al cabo compartían sangre y bando. Y le tenía cariño. Por lo que fueron. Por lo que eran y podrían ser. --- @@Avril Malfoy
  6. La situación era un cuanto turbia. Habían sucedido numerosos eventos en cuestión de segundos: tras haberse protegido del rayo inicial de su hermana con un escudo blanquecino, Nathaniel había estado rápido conjurando un efecto que produjo al instante un sonoro crack en las inmediaciones de las torres donde los dos mortífagos se batían en duelo. Aunque era algo puramente de práctica en donde perfeccionar sus habilidades y volverse más poderosos conforme el tiempo pasase, no podían negar que ambos eran ambiciosos -- una cualidad innata del bando oscuro -- y querían ganar al otro fuese como fuese. Incluso con violencia. Precisamente cuando se hubo escuchado aquel estallido de la muñeca de su hermana, la cual sostenía su varita, el Tempestad recibió una mudez inmediata. ¡Con lo que a él le gustaba hablar e interactuar en las batallas para así sacar de quicio a sus oponentes! Menuda tragedia. Tuvo que actuar rápido, mostrando sus dotes y aquellas cualidades de duelista que otrora lo llevaron a los altos rangos del bando por el que daría su vida e incluso más. - Babosas. - pensó siendo rápido en la anticipación de movimientos. El londinense era una persona que en cuanto a los duelos trataba de castigar el error del rival en lugar de ser él el que trataba de arriesgar. El mejor ataque era una buena defensa. El rayo emanó de la punta de su varita en la diestra y, al mismo tiempo, de la varita de Avril salió otro rayo exactamente idéntico al inicial con el que abrió la pelea. Sin embargo, la balanza volvía a inclinarse hacia el lado del británico: los dos rayos salieron, sí; mas el suyo impactó en su hermana, una maldición no-verbal que provocaba en su contra problemas intestinales con babosas, mientras que el de ella ni siquiera despeinó al ex-Nigromante. Así sabría lo que se sentía al estar callado durante un buen rato, de no tomar cartas en el asunto para finalizar los vómitos de babosas. La distancia que los separaba era ahora de unos diez metros, recorrido que sirvió para ver cómo al mismo tiempo que ella recibía el impacto del Babosas de Nathaniel, su haz de luz identificable como un Sectusempra se perdía en la inmensa noche, iluminando momentáneamente el lugar, mimetizando la tormenta que azotaba a New York. - ¿Has perdido la puntería? - masculló fanfarrón. - Échame una mano con esto... ¡Oh wait! Que la tienes rota... - continuó gritando, tratando de sacar de sus casillas a Avril. Ahora él contaba con ventaja: Avril tenía la muñeca de la mano más hábil fracturada y no paraba de llenar el suelo de Babosas, repugnantes y vivas. - ¡Qué aproveche, cariño! - añadió al segundo, tratando de concentrarse y no estallar en carcajadas ante la imagen que se le presentaba. - ¡Sectusempra! - gritó, sintiéndose enérgico. El haz de luz ya usado dos veces por la muchacha, partió con velocidad hacia su hermana. Estaba un tanto indefensa en aquel momento, pero siempre se esperaba grandes cosas de sus rivales cuando se trataban de mortífagos. Aguardó, con todos sus sentidos volcados en aquella pelea. --- @@Avril Malfoy
  7. - Ya, ya, ya está... - musitó el ex-Nigromante escuchando las palabras de la joven Yaxley. No le importaba nada puesto que más o menos ya se había olido la tostada con anterioridad. Se notaba que era novata y no sólo en aquellas facetas de conocimiento... No. Al parecer, tras aquellas declaraciones, se estaba confirmando lo de que Maida era inexperta en todos los temas vinculados al amor. - Y yo preocupado en enseñarle... - pensó. La situación podría ser un tanto incómoda teniendo en cuenta la falta de confianza que residía entre ambos. Los lazos iban forjándose poco a poco y, en su caso, estaban dando pasos de gigante aún sin hacer nada como intimar. En otros tiempos, en otra época más joven e inexperta, le hubiese molestado e incluso se habría replanteado el motivo por el cual había decidido comenzar algo con alguien que no estaba dispuesto a tomar decisiones como aquella por él. Pero ya era un hombre, lo suficientemente maduro como para saber lo difícil que eran aquellos temas para las primeras veces. Él estaría al pie del cañón porque ella se lo merecía, porque era alguien que suponía más que una noche de pasión. En apenas unas semanas había descubierto una persona inocente, sincera, simpática y con un montón de cosas positivas que mejorarían al Malfoy en su integridad. Había recuperado la ilusión en el amor y no podía negar que hasta le hacía ilusión empezar de cero con ella e ir lento. - Maida, estoy muy ilusionado con esto que estamos teniendo y es realmente lo que menos importancia tiene ahora mismo. Así que no le des más vueltas, descansemos, mañana será un día largo y hay que estar con energías. - murmuró mientras la abrazaba en cama. Y ambos acurrucados. ¿Qué más importaba? Ya podía estallar la tierra en aquel mismo momento que al joven británico le hubiese dado exactamente igual. Estaba con ella y eso era lo único que le importaba. - Buenas noches, bebé... - logró decir entre dientes cuando hubo cerrado los ojos y se fusionaba con Morfeo en un baile de unas cuantas horas. Sería un alivio descansar como es debido para tratar de ayudar a su primo al día siguiente. --- @
  8. - Maldita sea, llego tarde de nuevo. - el ex-Nigromante estaba con gesto apresurado y abría las puertas del armario de par en par, recorriendo con sus orbes azules todas las prendas que allí se le presentaban. Finalmente termino por decantarse por un conjunto medianamente informal y de abrigo, ante la tormenta que se avecinaba: un sobretodo marrón clarito con unos vaqueros gruesos, de invierno, y unas botas de similar pero diferente tonalidad que el sobretodo. Lanzó una mirada de aprobación ante el espejo y no dudó en ponerse la capucha para proteger sus cabellos naranjas aún mojados de la ducha, los cuales desprendían un aroma a coco del gel recientemente comprado en las inmediaciones del callejón Diagon. Tras haber hecho lo propio para desaparecerse, unos segundos más tarde logró conectar con Nueva York. No era la primera vez que visitaba los Estados Unidos, todo lo contrario. Era un lugar que le fascinaba, además de que en territorio muggle era interesante la fiesta y los exóticos lugares que visitar, en cuanto a magia era el territorio que había guardado durante años el MACUSA, organización mágica inspirada en el Congreso de Magia Británico, el predecesor del actual Ministerio de Magia. Un freak, eso era el Malfoy. Se había documentado mucho sobre Historia de la Magia a lo largo de su vida porque era de los conocimientos que más le atraían y todo esto fue en aumento cuando se enteró de la vacante en la Universidad. Ahí sí que había puesto los codos y no sobre la barra para beber la tan amada Ginebra que le causaba jaquecas al día siguiente. Se apresuró a ascender de manera ortodoxa por las escaleras que llevarían a la azotea de las torres gemelas. Tenía información de dónde le esperaría Avril, su hermana, así que sólo le quedaba la opción de subirse a la torre de enfrente y, como llegaba tarde, recibir el ataque de lleno contra él. Seguramente algo contundente; estaría molesta por haber perdido el primer enfrentamiento. Así fue. Cuando se hubo posicionado, un rayo viajó hacia él con celeridad. - Protego. - masculló. Un escudo blanquecino lo envolvió y con sonido futurista, se tragó la ofensiva de su hermana que recientemente le había dado la bienvenida. - Veo que empiezas fuerte eh... El que pierda paga una cena, ¿te parece? - propuso la apuesta y sin más apuntó hacia ella. - Absorvere... - susurró. Un sonoro crack dejó entrever que la muñeca de la mano que sostenía la varita de Avril estalló, haciéndole imposible sostenerla con propiedad para mantener el duelo. Así comenzaría la batalla con algo de ventaja de no hacer nada ella por remediarlo. Expectante, adoptó una posición cómoda y aguardó otra ofensiva. --- @@Avril Malfoy
  9. Finalmente parecía que el escándalo provocado por la madre de su novia Maida se había solucionado y ésta había accedido a creer las palabras que el ex-Nigromante le había dedicado. Sin embargo, toda aquella euforia que le había llevado a cerrar la puerta con llave y magia, dado que estaban a punto de pasar su primera noche solos, se esfumó al escuchar lo que la Yaxley decía. ¿Cómo que iban a dormir uno en un sofá y la otra en la cama? ¿Cómo que iba a coser las sábanas? ¿En qué lío se había metido el Malfoy con ésta jovencita? Negó con la cabeza sin borrar la sonrisa de su rostro. Aclaró la garganta y elevó su diestra hacia la cabellera de Maida, acariciándola con cariño y lentitud. - Veamos, mi reina. No hay manera de que cosas las sábanas, ni de que yo duerma en el diván. - comenzó diciendo sin dejar de reír. - Por mucho que te resistas eres mía, ¡sólo mía! - con sus ambas manos había descendido hacia un poco antes de las caderas, haciéndole cosquillas por el abdomen. - Me niego a dormir en otro lado que no sea en cama contigo, además de que... ¿No crees que hace demasiado calor para dormir vestidos? - su cara había sido de perversión total y una carcajada finalizó aquella pregunta indiscreta. Era hora de comenzar a avanzar juntos si de verdad iban en serio. Aunque ciertamente, ella era un tanto reservada con él en especial en aquellos temas. ¿Es que acaso tenía algo que ocultarle al británico que aún no le comunicase por falta de confianza en él? Ojalá que no fuese así, puesto que nada le molestaría de ella, salvo la vergüenza a hacer cosas con él o comunicarle hechos importantes tal y como él había comunicado hacía unos minutos. - Venga, no hay más que hablar. ¿Quién es el mayor de los dos? ¿Quién es el que tiene que aportar la cordura? ¡Yo! - dijo divertido. La tomó en los brazos como si de dos novios en la noche de bodas se tratase y la tiró sobre la cama con cuidado. Previamente había iluminado la sala con su varita y al lanzarla sobre la cama que pronto les serviría de descanso ante las aventuras que se les avecinaban, observó cómo el polvo propio de los años de desuso se esparcía por los aires. - ¿No crees que sería mejor darle uso a esta cama tan... apetecible? - musitó tirándose sobre ella y a escasos centímetros de su boca. --- @
  10. Un montón de cosas habían sucedido en apenas unos minutos: una persona se había presentado allí, siendo el primero en hablar, para tratar de asistir a las clases sin estar siquiera en la lista. El ex-Nigromante, pensativo, lo miró a los ojos y volvió la vista hacia uno de los papeles que había depositado con anterioridad en la mesa. Verificó que su nombre no estaba allí apuntado así que no tardó en tomar una pluma y entregársela al recién llegado. - Toma, apúntame tu nombre aquí. Claro que puedes estar de oyente sin problema ninguno. Cualquier duda que tengas puedes preguntármela y considérate un alumno más. - indicó con una sonrisa cordial en sus finos y blanquecinos labios. Al poco rato de que éste se sentase y agilizase aquel mero hecho burocrático de anotar un nombre para llevar constancia de la asistencia a clase, el británico cambió su sonrisa por un gesto de sorpresa. ¿Es que Orión realmente iba a asistir a las clases de su primo? No pudo evitar bufar con un falso enfado. En el fondo le encantaba tenerlo allí pero no lo admitiría puesto que había que guardar las formas. Para cuando hubo asimilado todos estos hechos y sus alumnos, incluyendo al recién incorporado, estuvieron asentados, las respuestas a las preguntas comenzaron a llegar a sus oídos, a viva voz. Asentía atentamente a todo lo que decían tanto Orión como Sagitas, a quien recordaba de su antigua etapa en el mundo mágico, hacía alrededor de siete u ocho años. Ambos alumnos se habían dejado hechos importantes por el medio, mas no podía evitar sorprenderse de aquellas contestaciones que iban más que bien encaminadas. Como era de esperar, Orión había dejado un par de matices de sus conocimientos e ideologías humanistas; nada que le sorprendiese de él. Lo conocía suficiente. Le gustaba saber, sin embargo, que su primera clase podría ser fructífera y ver que había gente que aún en la actualidad guardaba algo de aprecio por las historias de los antepasados mágicos de Ottery y alrededores, así como de otras partes del mundo. ¿Cómo podría ser capaz alguien de rechazar e incluso infravalorar el trabajo y avances realizados por magos antiguos que habían dado pie a nuestra evolución presente? - Pues, la verdad, no puedo estar más contento. - comenzó a hablar cuando ellos hubieron terminado. - No me cabe duda de que ésta clase será una mezcla de productividad y diversión, o eso espero yo también. - continuó diciendo. Con su diestra accionó la varita y borró todas las preguntas del encerado. Poco a poco fueron escribiéndose nuevas letras con la misma caligrafía que la inicial -- que era la suya propia -- formulando una especie de apuntes que estaban siendo copiados del ejemplar del libro de Bathilda Bagshot. Aquellas líneas iban formándose y hablaban precisamente del MACUSA. - Bien, como podéis leer aquí mismo, el MACUSA es el nombre que se le da como acrónimo al Mágico Congreso de USA, creado en 1693. Sé que las fechas siempre son tediosas y aburridas de aprender, pero durante este curso de Historia de la Magia no aprenderemos muchas, aunque sí querría que os quedaseis con las que yo considero más importantes. Esta es una de ellas en vista de cómo orientaré la enseñanza. Apuntadla. - su voz sonaba clara. Había avanzado unos pasos hacia el borde de la mesa y así mismo el borde del altillo del profesor y dejó caer su trasero sobre la mesa de roble. Informal, pero cómodo y cercano a sus alumnos. Tragó saliva para hidratar su garganta y continuar hablando. - Podéis usar vuelaplumas, pero id apuntando éstas cosas que os voy diciendo y a la vez resumiendo en el encerado. - indicó mientras a sus espaldas las letras no cesaban en su empeño por formar frases y a su vez, oraciones. - Vale, pues el MACUSA se forma tras la introducción del Estatuto Internacional del Secreto y, por ello, podemos afirmar que el MACUSA nació siendo algo clandestino, una organización con administración propia que tenía como objetivo la felicidad de los magos y brujas de todo el mundo. - iba tomando pausas para respirar y aclarar la garganta. Así también no se hacía todo tan pesado y los pupilos eran capaces de copiar o de asimilar lo que estaban escuchando. - El MACUSA estaba inspirado en el consejo de Magos de Gran Bretaña, que si no lo sabéis es... - movió sus manos en el sentido de las agujas del reloj. - ¡Bingo! El antepasado de nuestro conocido Ministerio de Magia del que hoy gozamos. ¿Comprendéis ahora la importancia de la Historia? - inquirió satisfecho. Conforme las letras iban llegando a la parte inferior del encerado, automáticamente las de la parte superior y por ende más antiguas, se iban borrando. Era un ciclo. Tomó la palabra de nuevo. - Ahora que ya hemos introducido lo del MACUSA y tenemos un poco más claro ésto, quiero que toméis ésto en vuestras manos. - con un nuevo ademán de varita había hecho que tres giratiempos se posasen sobre las mesas de sus alumnos; uno para Orión, otro para Sagitas y otro para Antoni. - Sí, son giratiempos. Os estaréis cuestionando porqué e incluso que qué loco estoy por hacer esto y usar éste tipo de cosas. Como ya sabréis no podemos alterar el pasado, pero... ¿qué mejor forma de conocer la historia pasada? Seamos observadores de ella y tomemos notas. Tenéis que darle seis vueltas y media. Ni una más, ni una menos. - advirtió. Las consecuencias de darle más vueltas sería algo devastador, puesto que alguno de ellos se aparecería en otro lugar y época completamente diferentes y tendría que lidiar con todo lo que surgiese solo. - El plan consiste en lo siguiente: obviamente no podemos ser vistos. Con éste numero de vueltas viajaremos a Norteamérica, a la época del primer presidente del MACUSA, el señor Josiah Jackson. La prioridad de éste muchacho es la de proteger al mundo y en especial a los Estados Unidos de los magos más oscuros y por ende, más peligrosos. Nos apareceremos de inmediato cuando demos las vueltas que os he dicho, en la entrada del edificio en el que se reunían, justo al lado de un enorme contenedor de basura. Allí tendremos que ver cómo se viste la gente de la época, que espero que no sea demasiado diferente a la nuestra, y colarnos en la reunión que el señor Jackson mantendrá con los primeros doce voluntarios en ayudarle a dar caza a los magos tenebrosos. Mantendrán una reunión, si mal no recuerdo, a las doce de la mañana. Nosotros apareceremos a las diez en el contenedor, así tenemos dos horas de margen para conseguir ropa diferente si fuese necesario, burlar a los guardias de seguridad que están vigilando que nadie se cuele y conseguir entrar en el despacho donde se reunirán las trece personas, es decir, los doce voluntarios y el presidente Josiah. ¿Entendido? - preguntó con ojos ilusionados. Esperaba que todo saliese bien y que sus alumnos se mostrasen participativos y al menos la mitad de motivados que él. Era sin duda una aventura que al Malfoy le seducía. Carraspeó de nuevo y lanzó una mirada expectante. - Cuando estéis listos, tomad todo lo que necesitéis y partamos a Norteamérica, Canadá, Toronto. Repito, el plan es pasar desapercibidos, quizá tengamos que aplicar algún hechizo aturdidor o algo para poder colarnos en la reunión, pero una vez lleguemos a la puerta del despacho de Josiah, el 90% del plan estará hecho. Dentro de su despacho hay una puerta que lleva a un habitáculo de unos siete metros cuadrados aproximadamente en donde no hay nada más que utensilios de limpieza y algún libro. Es ahí donde nos meteremos cuanto antes para presenciar la reunión y saber de qué hablan, así como identificar quiénes fueron los primeros doce aurores que combatieron el mal. - sus palabras salían con ilusión de la garganta. Hacía tiempo que no ejercía de maestro y qué mejor forma que yendo al pasado con sus alumnos para retomar viejas costumbres. - Cuando queráis, nos vamos. - finalizó.
  11. http://i63.tinypic.com/2e6bqe8.png «Todos los alumnos de Hogwarts estaban de acuerdo en que Historia de la Magia era la asignatura más aburrida que jamás había existido en el mundo de los magos. El profesor Binns, su profesor fantasma, tenía una voz jadeante y monótona que casi garantizaba una terrible somnolencia al cabo de diez minutos (cinco si hacía calor).» — Harry Potter y la Orden del Fénix http://i65.tinypic.com/2myyw5u.png - Rápido, Chávez. Tienes que estar más rápido en ocasiones como éstas, sino no daré llegado a las clases y es el primer día. - la voz del ex-Nigromante lucía de mejor humor que otras veces. ¿Cuál era el motivo? A decir verdad, era debido a múltiples factores que se habían dado recientemente: su estabilidad sentimental, su trabajo en el bastión tenebroso, las reuniones familiares y, por último, aquella lechuza que recibió unos días atrás donde se le informaba de la concesión del trabajo de profesor de Historia de la Magia. Quizás para otras personas fuese una asignatura aburrida, que carecía de acción y que se remontaba a leer y releer libros de los cuales no se sacaría nada en limpio. Pero no. El británico estaba más que convencido que cualquier docencia se vería con buenos ojos si la persona que la impartía transmitía su pasión a los pupilos. Daba igual que fuese aritmética, Encantamientos, Historia, Leyes o Pociones. Cualquier cosa dependería del maestro. Y principalmente eso era lo que activó, en aquella mañana soleada, al londinense. Finalmente el elfo logró planchar su americana gris oscura a tiempo y dejándola impoluta, casi nueva y con una perfección más que destacable. - Buen trabajo, pequeñín. - las palabras cariñosas sonaron extremadamente mal en la boca del Malfoy. ¿Qué le estaba pasando? ¿Dónde estaba aquella faceta escondida? Se encogió de hombros, siendo consciente de que incluso Chávez estaría atónito de recibir tales muestras de afecto. Dio los dos últimos mordiscos al plátano y tiró la monda a la basura. Giró sobre sus tacones y se desapareció en un santiamén. *********************** Tras dejar la mansión, sus pasos se extendieron con celeridad por la Universidad Mágica. Allí había citado a sus dos primeros alumnos, quienes iniciarían una nueva etapa y abrirían la veda de enseñanza de Nathaniel Malfoy. Respiró fuertemente por la nariz, cerrando los ojos y dejando que sus pulmones se llenasen al máximo. Olía a nuevo; probablemente debido a sus nuevos zapatos de charol. Un uniforme elegante pero sutil: la americana gris planchada por su elfo salvaguardaba a una camisa de seda italiana blanca, con algún detalle en gris perla que bordaba los bolsillos y puños. Los pantalones exactamente idénticos en tonalidad a la chaqueta y por último, dejando entrever sus desnudos tobillos en los que los calcetines no aparecían por ningún lado, unos zapatos de charol negros con los cordones alineados a la perfección. La noche anterior se había conjurado a sí mismo un encantamiento para que no se le rozase el material sintético de su calzado con los talones y demás partes del pie, puesto que sino iban a ser bastantes los días sintiendo molestias a la hora de caminar sin calcetines. Malditas modas muggles y maldita la hora en la que decidió encandilarse por ellas. Sus pasos se fueron sucediendo el uno tras el otro recorriendo las instalaciones de la Universidad. La lechuza previamente enviada a las dos personas inscritas a Historia de la Magia deberían de haber llegado ya, indicándoles como era de esperar, la localización del aula de Historia de la Magia dentro de la Universidad. El joven pelinaranja llegaba con tiempo de sobras y decidió darse un paseo por el lugar para así irse familiarizando con la que sería una de sus "segundas casas" donde ganar unos galeones para ir tirando a fin de mes. E incluso había llegado a tal punto de ilusión por retomar las docencias en organismos regulados del mundo mágico, que se había hecho con un mapa que detallaba a la perfección dónde estaba cada sitio localizado, incluyendo así las aulas, cafeterías y demás rincones de esperar. Desplegó el pergamino para observar el sistema de organización del primer piso y localizó su destino: Aula 4F. Tomó el camino más corto y tras dedicarle un par de segundos a su reloj de mano, se puso manos a la obra. No tardó en llegar, mas el haber ido andando por las escaleras hizo que jadease levemente. Accionó la manilla dorada y fría de la puerta y se adentró en el lugar. No era extremadamente lujoso, tampoco era sofisticado: era lo que se podría esperar de un aula convencional y así se había encargado de hacérselo llegar a sus superiores. No necesitaba nada que no fuesen libros, espacio necesario y un entorno iluminado. Un habitáculo ancho, con capacidad para alrededor de treinta alumnos que se sentarían en mesas apiladas en dos hileras, con un pasillo en el medio de éstas tandas. Es decir, visto desde arriba, constituirían tres líneas definidas por una hilera de mesas a la izquierda, un pasillo ancho por el medio y la otra hilera de mesas y sillas. Al fondo o, mejor dicho, a la cabecera de todo ésto estaba su zona que se identificaba por tener una mesa en el centro del pasillo, de roble macizo, con un encerado tras de sí de dimensiones gigantescas. Las paredes del lugar no existían; habían sido cubiertas por estanterías repletas de libros que tenían que ver con la historia de los antepasados mágicos, bien fuesen libros de corte biográfico, histórico en su totalidad, o más hacia ejes fantásticos. Los únicos lugares de la pared que no eran estantería llena de volúmenes literarios eran las anchas cristaleras, ventanales que filtraban la luz del día mediante unas cortinas de lino morado. Caminó hacia su mesa, que también poseía en el hueco esperado de colocación una silla de aspecto cómodo y tacto mullido. Por el camino disfrutó del olor a incienso. No quiso sentarse, tomó su varita en la mano derecha y con una floritura uno de los libros comenzó a vibrar en la esquina inferior izquierda de la sala. Sonaba de fondo un hilo musical instrumental de pianos y violines, con el volumen perfecto para no prestarle demasiada atención y disfrutar de él a la vez. - Accio "A History of Magic" - musitó completando su movimiento de muñeca. Éste fue volando hacia él de manera controlada hasta descansar en la mesa contigua al encerado. Abrió con su diestra el ejemplar de Bathilda Bagshot como si se lo conociese de memoria, en la página que a él le interesaba. Lo dejó allí descansando y retomó la varita en su mano más hábil, para así comenzar a escribir en el encerado. Se dio la vuelta completamente, girando su atención total hacia la pizarra y allí formuló sus preguntas: "¿Qué es la Historia de la Magia para vosotros?", "¿Podrías nombrar un hecho puntual de nuestra Historia?" y, por último, "¿Conoces a algún presidente/a del MACUSA? Si es así, nómbralo". Cada una de las preguntas en una perfecta caligrafía y similar orden precedido de un guión que indicaba una nueva tesitura. Escuchó pasos tras de sí. Los alumnos habían llegado. - Buenos días, chicos. Bienvenidos. Soy Nathaniel Malfoy, nuevo profesor de Historia de la Magia. Será un placer para mí que compartamos éstas clases y me gustaría que nos pudiésemos tutear y que os sentéis cerca de mi mesa. - dijo mientras giraba sobre sus talones para mirarlos de frente. - Me gustaría que os presentaseis y que me contestaseis a éstas preguntas con brevedad, para hacer así una rápida evaluación de conocimientos con los que ya contamos de antemano. - continuó diciendo. Carraspeó y sonrió, expectante.
  12. A decir verdad se había salido la situación de sus pilares de lógica. Cuando Luisitha hubo ingresado en la misma sala en la que Nathaniel se encontraba con Maida, hija de ésta, el contacto visual se formó. Bien era cierto que en el pasado había mantenido un par de encuentros fugaces y furtivos en terrenos mortífagos y también de Ottery con la joven Black, mas también era veraz que no había pasado nada más. Por azar o por intención propia, el ex-Nigromante no había llegado a entablar algo más serio con ella y el amor una vez más no floreció en su vida. Pero... Aquello no era lo correcto. Si bien no eran dos segundos los que habían pasado desde el primer contacto visual con Luisitha, ésta se acercó al Malfoy con pasos decididos y tras exhalar un suspiro y separar a su hija, pasó lo inesperado. El dedo índice de ella se introdujo en la boca del pelinaranja que, atónito, no supo hacer nada más que ser rehén de las prácticas increíblemente improvisadas de la Black. Sacó el dedo de su boca, ella se estremeció, lo introdujo en su propia boca... Producto de una escena de película para adultos. Enarcó una ceja. Siempre había pensado que la cordura era algo necesario en las personas, así como el respeto. No le estaba gustando la actitud de la veela ante el licántropo. ¿Por qué hacía eso? Independientemente de que en un supuesto caso de idilio con ella, tampoco le habría gustado tener esas muestras pasionales en público. No era su estilo, ya había pasado la adolescencia y tal y como los trapos sucios se lavaban en casa, las muestras subidas de tono de cariño y demás arrumacos también se podían llevar en la intimidad. - ¿Qué se supone que haces? ¿Estás bebida? - logró articular palabra tras unos segundos de dilación en los que ordenó sus pensamientos. - Antes que nada necesito tu ayuda. - dijo la muchacha mientras, ignorando todo lo que el Malfoy estaba diciendo, se lo llevaba hacia la salida. El británico paró en seco, girando sobre sus talones. Carraspeó y chasqueó la lengua. - Luisitha, a mí estos numeritos no me van. Aunque hubiese pasado lo que pasó entre nosotros, no veo normal que te pongas con estas chiquilladas de adolescente en público. Y mucho menos delante de Maida, que aunque tú no lo sepas, pues... Estamos... medio juntos. Juntos. Novios. Eso... - explicó tratando de ser claro y con tono serio. Tomó aire de nuevo. - Así que si me disculpas, tengo que subir a arreglar lo que tú misma has generado. Luego ya veremos si puedo ayudarte o no. - declaró finalmente completando el giro de pies y yéndose sobre sus pasos andados. Aumentó la velocidad una vez encaminado hacia los dormitorios -- o al menos a donde creía que estaban situados -- puesto que quedaba una noche bastante corta por delante y al día siguiente él sería uno de los coordinadores de los muchachos para poder solucionar aquellos problemas que se habían generado alrededor de su primo Orión. Tras numeros intentos fallidos de encontrar a su ex-alumna, en los que abrió puertas de habitaciones vacias, logró entrar en una que se encontraba a oscuras pero que las pocas luces que se proyectaban desde la ventana, revelaban la silueta ya conocida por el Malfoy. Ella yacía sentada en el suelo. Pasó y giró el pomo de nuevo tras de sí, cerrando. Se aseguró de usar su varita con una floritura rápida para cerrar con magia. No era normal lo que venía sucediendo y era muchísimo mejor ser precavido. - Ehm... Ni tú ni yo hallaremos explicación a lo que ha ocurrido ahí abajo... - comenzó a hablar mientras se ponía de cuclillas para estar a la altura de la joven, cabizbaja. - Pero que sepas que... Bueno, en un pasado no muy lejano tampoco, un día en el Caldero de la Marca... Tu madre y yo estábamos borrachos y bueno, pasó lo que pasó. Pero sin más, no ha ido a mayores y no hemos quedado más. Yo desde aquella no he tenido nada más con nadie y a día de hoy guardo interés por ti, por seguir conociéndote. No me gustaría que cosas como estas ensuciasen lo que venimos moldeando éstas semanas. - explicó. La verdad estaba ahí. Se había confesado incluso de lo que ocurrió con Luisitha; cosa que era pasada y que no tenía nada que ver con su presente como pareja. Pero quería dejar todos los cabos atados debido a la ilusión que tenía en lo que Maida y él tenían. - Mira... Tú a mí me gustas. Y voy en serio contigo. Ya le he dicho a tu madre. Si tú quieres seguir adelante, pues me gustaría seguir esto que empezamos. - finalizó.
  13. - Cariño, tienes algo en la boquita... - musitó Nathaniel en la oreja de Maida. Al parecer, ella había estado comiendo algo antes de que la cena comenzase y en la comisura de sus labios se había posado algo que el ex-Nigromante se encargó de quitar cariñosamente con su dedo pulgar. Sonrió. No podía evitar girar la cabeza para mirar todo el tiempo a los que iban llegando a la cita en el Manor. Una de ellas era May, su hermana. Se levantó de forma abrupta y apartó a Maida para ir corriendo junto a ella. - ¡Hermanitaaaaaaaa! - gritó efusivamente mientras la abrazaba y besaba en la mejilla. - ¡Perdón por no poder quedarme más tiempo el otro día en el Callejón Diagon, pero me surgió un imprevisto en el bastión... ya sabes. - bajó la voz mientras señalaba el antebrazo izquierdo. Había tenido que atender a unos compromisos y no fue capaz de quedarse a charlar más tiempo con su hermana preferida. - Pero prometo compensártelo. ¿Por qué no nos vamos a cenar estos días? ¿Qué te parece? - retomó la conversación con ella inquiriendo con un gesto feliz y acariciando su hombro. - Bueno, vamos hablando, supongo que tienes que aclimatarte poco a poco... Todos, y especialmente yo, estábamos esperando tu vuelta. - finalizó volviendo a caminar sobre los pasos que lo habían llevado junto a ella. Tomó asiento de nuevo con Maida en las rodillas. Había estado notando miradas incómodas desde el principio de la juntanza por parte de Gatiux y de Orión. ¿Qué pasaba? ¿No podía tener uno libertad a la hora de escoger con quien compartir los días? Él ni siquiera se había pronunciado acerca de que su primo se fuese con su ex, cosa que le parecía normal y respetaba. De hecho la relación de Nathaniel con Gatiux era más que cordial y la había ayudado cuando casi se muere por unos problemas de Metamorfomagia en la Malfoy. Las tripas le avisaron de que iba siendo hora de ingerir alimento. - Bueno... ¿esa cena qué? Los fideos deben de ser de goma, ¡porque llevan como tres horas al fuego! - dijo riendo. Ciertamente tenía un hambre sobrehumana y su presa más cercana -- y apetecible -- era Maida. - ¿Y tú y yo? A mí me está dando el sueño... - bostezó. ----- @@May Malfoy
  14. Había recibido una lechuza de su ex-novia Gatiux informándole de una situación que sin duda alguna le concernía. Tanto era el nivel de preocupación del mortífago londinense, que se había ataviado con las primeras prendas que vislumbró en su armario y lanzó su cuerpo fuera de la cama que lo había estado cobijando durante bastantes horas del día y la totalidad de la noche. Su look lo conformaban una camiseta blanca ajustada al pecho y bíceps, básica y de algodón, una chaqueta de cuero con unos detalles de cremalleras de color plateado y algún que otro botón metalizado también, unos jeans de color azul cielo y unos deportivos blancos con algún motivo en verde campestre. Nada destacable salvo que no era apropiado conforme el día tormentoso que se presentaba. Le daba igual aquella noche británica típica con sus rayos, lluvia y ventiscas. Sólo vivía para presumir de buen gusto a la hora de elegir complementos. En su diestra la varita tan conocida por haber exterminado más enemigos que criaturas mágicas, se materializó para ayudarle a desaparecer, acto que le llevó un par de segundos. ****** Los pasos del ex-Nigromante se sucedían en cuestión de décimas de segundo. Lanzaba la mirada a ambos lados, se notaba que no tenía mucho conocimiento acerca de los terrenos circundantes. Sin embargo podría seguir las indicaciones que en la carta de la Ángel Caído se detallaban. No tardó demasiado tampoco en hacerse con el control de la situación e identificar su destino como el Manor Yaxley. La reunión se llevaría a cabo en el interior del lugar así que comenzó a adentrarse en aquellos jardines en los que una fuente se alzaba con la icónica figura de un animal puro e indomable. Le gustó aquello. A pesar del pésimo estado de deterioro en el que se encontraba aquello, no dudó en acercarse y entrar como si fuese un habitual familiar ya. La cita se celebraría en el interior y era requerido comenzar a entablar conversación con los allí presentes a los que dedicó un ademán con la mano y una breve sonrisa reluciente. - Buenas chicos... - musitó mientras tomaba asiento en una de las sillas. En su mente pensó brevemente en Maida, a quién encontró con rapidez con sus orbes azuladas y le dedicó otra sonrisa, esta más profunda y cálida. Le hizo un gesto para que se acercase y ésta se sentó sobre sus piernas. La rodeó con su brazo derecho mientras todos los allí presentes ya comenzaban a escuchar con atención las palabras de Orión y Gatiux.
  15. Nick: Nathaniel Malfoy Conocimiento que quiere dar: Historia de la Magia Motivo: Por el gusto de enseñar. Soy tutor en la Marca y siempre me ha gustado el trabajo. Además, mi personaje Nathaniel siempre ha desarrollado una pequeña conexión con el mundo muggle y su historia, así como el interés por los libros antiguos de historias del pueblo de Ottery y alrededores. Creo que le viene al pelo, vamos. Cargos y responsabilidades desempeñadas con anterioridad y actualmente en el foro: - Ex Nigromante. - Tutor de Rol. - Ex-Profesor en la antigua Academia en todas las clases y ámbitos. Estado del plan de estudio: Enviado Creo que eso es todo cualquier cosa me indican!!!
  16. La propuesta llevada a cabo por el dubitativo y nervioso joven Malfoy parecía haber caído en buen fin: Gatiux se pronunció al rato y dijo que sí, que le encantaría que cenasen todos juntos en la Malfoy. Aquello les brindaría recuerdos de un pasado ya lejano en el que los Malfoy brillaban por ser la Familia. No una familia más que en el presente brillaba por su inactividad y escasas visitas. Pero intentaría cambiarlo en la medida de lo posible. El pelinaranja tomó a su hija de la mano tras la orden de Gatiux al elfo doméstico Chávez para que éste llevase a cabo los preparativos de tan esperada cena, la del reencuentro de varios miembros antiquísimos de la familia Malfoy. Además había llegado alguien más, alguien a quién no conocía por el momento y que parecía ser... hermanastro de Nathaniel, puesto que había llamado mamá a Mistify. Nathaniel y Cherryl se fueron camino a sus habitaciones con la intención de cambiarse para la cena y demás, mientras perdían el tiempo en otros quéhaceres. Por el camino, no tuvo otra cosa en la cabeza que mantener una conversación con ella, puesto que les hacía falta retomar el tiempo perdido. - ¿Tú qué? ¿Quién osa acercarse a mi pequeña hija con intenciones sexuales? - dijo en tono divertido y riendo. Ella sonrió al escucharlo. Sin embargo, el ex-Nigromante no dejó que ésta contestase y siguió pensando en el bombardeo de preguntas que lanzaría. - ¿Qué ha pasado con Valentina y Shed? Deberíamos de avisarlos para la cena, porque la verdad me gustaría bastante que conociesen a su abuela Misty y de paso que entablasen algo de conversación con tu madre Gatiux... - sus pensamientos cambiaron de rumbo y así lo reflejaron sus palabras. - ¿No la has notado algo rara? Como... demasiado fría contigo, no sé si me explico. - indagó. Sin más, ya habían llegado al pasillo y parado enfrente de sus habitaciones. ---- @@Mistify Malfoy @@La Hija de Las Tinieblas @@Cherryl Nathalie Malfoy @Gatiux
  17. Se vio forzado por el empujón cariñoso de su hija para encontrase de golpe con dos mujeres casi tan importantes en su vida como Cherryl: su madre Mistify y Gatiux, su ex-novia. Aunque el trato con la segunda era más que cordial -- acostumbraban a emborracharse juntos de cuando en vez -- con la primera había roto toda relación cuando se distanciaron a causa de la ruptura con la banshee. Nathaniel se había ido y... la distancia hizo heridas casi irreparables. Sin embargo, estaba dispuesto a iniciar acercamientos, ver cómo le sentaba a ella el tratar de retomar la relación, ver cómo avanzaban las cosas. - Ehm... ¿Hola? - inició su habladuría, tratando de encontrar las palabras idóneas, esas que nunca aparecían en los momentos que más se necesitaban. - Bueno, soy Nath, supongo que se me reconoce, sobre todo Gatiux que ella y yo sí nos vemos más a menudo. - sus palabras iban y venían mentalmente, también se reproducían titubeantes. - Quería deciros que... Bueno, si no tenéis nada que hacer... - tomó una pausa y parpadeó, haciendo un ademán con su mano derecha señalando a su hija. - Vamos a hacer una cena familiar, ya sabéis, mis hijos y yo... Esta es Cherryl, tu nieta. - sus ojos se habían posado en Mistify. Esta parecía un tanto perdida. - Y casualmente también es tu hija... - ahora sus orbes estaban clavadas en Gatiux. - Por la familia, me gustaría que de vez en cuando pudiésemos hacer cosas normales, de familia, de personas, ya sabéis... - se repetía, era consciente, pero no podía evitarlo. Frotó las manos, con gesto impaciente, y carraspeó. - ¿Qué opináis?¿Cenáis esta noche con nosotros? Nos haría mucha ilusión... - tomó de los hombros a su hija, en gesto cariñoso. La pelota ya no estaba en su terreno y la presión se había desvanecido. --- @@Mistify Malfoy @Gatiux @@Cherryl Nathalie Malfoy
  18. Pudo notar cómo desaparecía su cuerpo por la sensación tan típica de desvanecimiento y de retortijón estomacal. Sin embargo, estaba tan acostumbrado a aquello, que ya le resultaba hasta parte de su organismo. Se fue formando ante sus ojos la silueta del Castillo Black, lugar que acogería la reunión de ambos jóvenes. Había sido una noche de lo más, como dirían los gallegos, salientable: un completo éxito. Tras asaltar a una mansión enemiga, ahora acabaría la faena con una mujer que ya había probado y que... Le apetecía repetir. Y se dejaron llevar por la pasión. Cuando se hubo adentrado en el jacuzzi, repasó mentalmente todo lo que había acaecido hasta aquel preciso instante: ambos estaban en paños menores, como el dios más oscuro los había traído al mundo, y ahora no quedaba más que dejar que el agua siguiese su curso. Y nunca mejor dicho. No pudo evitar erizar la piel al entrar en contacto con la superficie líquida que, aunque estaba tibia, tenía una temperatura diferente que la que había experimentado fuera, donde el frío era un factor más que considerable. Por ende, sus pelos se estremecieron pero al cabo de unos segundos todo estaba perfecto. Y ella. Ella también estaba perfecta. - Me atraes mucho para serte sincera... - las palabras de la veela llegaban a los oídos del londinense, que no hacía más que disfrutar de aquellos besos que la muchacha le daba por el cuello y por, prácticamente, cada centímetro de su piel. Hacía mucho que no estaba en el Castillo Black que, aunque en un pasado había sido su casa, ahora las cosas habían cambiado. Daba gusto volver a un lugar con tan buen... recibimiento. Y recibió, recibió. Recibió aquellos besos que cada vez se intensificaban más, alternándose con movimientos que imitaban a los ascensores muggles de subida y bajada, que con la diestra, se personificaban en la segunda varita del ex-Nigromante. Aquel tumulto se estremecía al contacto, y más cuando el agua se fue desvaneciendo y desapareciendo por el sumidero para así ser relevada la mano por algo más que agradable: la boca de la joven Black. No pudo describir cuánto tiempo había pasado, ni la cantidad de gemidos de ida y vuelta que había proferido, mas lo que quería era tomarla del todo. La tomó de la barbilla y la hizo ascender hasta su boca, para besarla con lentitud pero con pasión. Mordisqueó el labio inferior de ella, haciendo que cada beso sucediese a uno nuevo de diferente duración. La tomó de la mano a la vez que se erguía, saliendo del jacuzzi y dirigiendo su mirada a la cama contigua. - Llámame tradicional, aburrido... Lo que quieras. Pero quiero disfrutar de comodidad, a mi los jacuzzis me aborrecen para esto... Y ya estuvimos suficientemente incómodos en la Taberna... - sonrió con gesto pícaro mientras la conducía al mullido aposento. Allí la hizo acostarse boca abajo, para ponerse sobre ella él y comenzar a acariciar su espalda, aún mojada, con ambas manos. Aplicó un masaje suave por toda la piel de la mortífaga, que iba erizándose también. Gracias a aquella humedad del agua del jacuzzi, las manos del Malfoy resbalaban con celeridad y suavidad por la superficie de la mujer, que no hacía nada más que recibir lo que él le daba con gestos de felicidad. Se inclinó hacia abajo para besar su cuello hasta quedar completamente en la misma posición boca abajo, salvo que encima de ella. Hizo que las piernas de Luisitha se quedasen en forma de V invertida y la enroscó con su diestra por el abdomen, que ejercía presión. Una vez completamente dominada, con su mano más ejercitada comenzó a acariciar el punto más placentero de ella, que así se lo agradeció y a la vez... Encajó con ella. A la perfección, como si un artesano hubiese hecho dos piezas exactas. Como dos partícipes de un puzzle, ambos sellaron sus puertas de embarque, de entrada y salida. Como enchufe de una pared, los viajes y sacudidas iban acompasados de movimientos circulares con su dedo corazón y anular, con los que proporcionaba puro placer a la joven. Y con la zurda no pudo evitar cachetearla, puesto que no había cumplido su promesa de llamarlo pronto. Y aquello merecía un castigo que él estaba dispuesto a darle.
  19. Rió. Las palabras de un compañero -- o compañera -- con ganas de dar la nota estaban siendo más que cómicas. Obviamente sabía todos los reglamentos mortífagos -- al igual que su propia hija Cherryl -- acerca de las prioridades a la hora de tener vástagos o familiares simpatizantes del bando equivocado. Conllevaría la muerte. - Bien, vayamos por partes. No llevo máscara porque estoy en mi casa. Como acabo de decir, estoy en mi casa, recalco por si aún no te ha quedado claro... - su voz ya no estaba en una tonalidad de recibimiento cordial a un compañero de bando. No iba a permitir que lo ninguneasen en su casa. Y muchísimo menos delante de su hija. - Como te explico, soy simpático hasta cierto punto. Vienes a mi casa, el día que me reencuentro con mi hija, a dar la nota. ¿Verdad? - inquirió, parpadeando fijamente con sus ojos grises y el ceño fruncido que se clavaba en los dos huecos que permitían la vista de quien fuese el habitante de aquella máscara. - Y en mi casa, mando yo. Y en mi hija, también. Si decide irse al bando contrario, cosa que dudo mucho por su pasado y por nuestros ideales, seré yo mismo quien se encargue de derramar su sangre. Pero me da igual lo mucho que te pueda alterar lo que ella diga hasta que yo haya tomado una decisión al respecto, ¿entendido? - sus palabras seguían saliendo de la boca, tomando ligeras pausas para respirar y de cuando en vez echar una mirada furtiva a su hija Cherryl que permanecía callada y guardando pleitesía a los dos magos. - Bien, pues si así lo deseas, atácame. En mi casa. A un compañero. Veamos quién sale peor parado. ¿Acaso crees que eres el único que ha usado una varita? ¿Acaso no conoces mi impoluta trayectoria? Por favor... - ya el tono había cambiado de nuevo y de la seriedad inicial se había pasado a una ironía incrédula, no entendía ni siquiera aquella discusión que no tenía ni pies ni cabeza. - Vamos, hazlo. - instó.
  20. Como se diría en gallego: Outra vaca no millo. Aquella lengua gaélica lo que intentaba expresar en un idioma muggle era que alguien más se añadía a la lista de entrometidos. ¿Pero qué demonios -- y nunca mejor dicho -- pasaba por Ottery? Días antes nadie se hubiese inmutado, pues la Malfoy estaba un tanto abandonada por la panda de desertores que caracterizaban a las últimas generaciones HAHAH pero, en aquellos instantes, hasta los más viejos empezaban a acercarse al lugar que otrora había sido la mejor morada y familia mortífaga que conocieron las colinas de Ottery St. Catchpole. - Compañero... - la voz del londinense inundó la sala. Sonó un tanto solapada por unas flemas propias de alguien que acababa de despertarse de un corto letargo. Pudo notar cómo su propio aliento no era el más afortunado; tenía que subir a su habitación a cepillarse los dientes de inmediato. - ¿Qué te trae por aquí? Cada vez que escucháis la palabra auror de alguien que la usa en broma, os volvéis locos. En cambio, cuando hay un llamado urgente, como el de ayer a la noche, nadie se mueve del bastión. ¿Podrías dejarme solucionar mis asuntos a mí? - inquirió sonriente. No era alguien a quién identificase de entrada, puesto que llevaba máscara, pero le enfadaba el hecho de que todos optasen en ese mismo instante por entrometerse en los asuntos de su vida cotidiana. Además, era mayor de edad, uno de los viejos en las generaciones Malfoy y dentro del mismo bando que él. ¿Por qué iba a tener que ser él el que solucionase los problemas con su hija, carne de su carne y también carne de Gatiux? - Creo que soy autosuficiente, y con eso quiero decir que puedes irte. - su brazo diestro no soltaba a Cherryl que, instintivamente, era protegida de nuevo por su padre. Ya la había perdido cinco años por un error garrafal de sentimientos. No permitiría que nada le pasase.
  21. Se despertó. No sabía por qué motivo. Las palabras iban adentrándose por sus oídos una tras otra, pero no eran procesadas hasta pasar unos segundos. Era normal, había estado dormitando un espacio breve de tiempo, pero el suficiente para desconectar de la realidad y perderse en el mundo onírico. Parpadeó y cerró la boca, la cual notó pastosa por haberse dormido con ella abierta. Y lo procesó todo. - No sé qué es lo que me molesta más: que mi hija me despierte con tales noticias de querer ser auror, o que un... - hizo una pausa y recorrió con sus orbes grisáceas al individuo. - ... desconocido como tú se entrometa en algo donde no tiene que meterse. - masculló. Tragó saliva, notando cómo las paredes de su esófago se hidrataban de nuevo. Se incorporó, dejando atrás el sofá y se acercó al recién llegado. - Mira, ni te conozco, ni quiero hacerlo por ahora. Pero no deberías de llegar y ser tan curioso. En el caso de ser verdad, yo soy su padre y soy el que tiene que decidir qué hacer en estas situaciones... - añadió. - Soy Nathaniel Malfoy. Si quieres saber algo, en lo que realmente se te necesite, pregunta. - sus ojos dejaron de ver al muchacho para centrarse en su hija. La rodeó con el brazo derecho y la llevó a su pecho. - Tú, ¿qué? ¿Te parece normal despertarme así? No me gusta tener pesadillas y muchísimo menos vivirlas. Espero que sea una broma... - fulminó con la mirada a Cherryl, aún así riéndose. Sabía que era imposible que ésta fuese sincera con aquella afirmación. Su pasado mortífago la había caracterizado como una buena promesa de la Marca Tenebrosa que, por problemas familiares en los que el ex-Nigromante tuvo mucho que ver, se vio sin fuerzas para continuar. Sin embargo todo se podía retomar con esfuerzo y dedicación. ¡Y ojalá lo hiciese! - ¿Sabes algo de tus hermanos? No sé si han recibido mi carta. Sé que no es el método más ortodoxo para contactar con vosotros, pero sois mayores de edad y hacéis vuestra vida por separado... La manera más efectiva de encontraros es convocándoos aquí. - se explicó. Ciertamente no era lo mejor para un padre. Tener que recurrir a las lechuzas para comunicarse con su familia más querida y directa era algo que denotaba la falta de relación que había desarrollado el alejarse cinco o más años. - ¿Te apetece tomar algo? - finalizó, sonriente. Aún la tenía enroscada con su brazo. ¡Qué bien volver a tenerla cerca!
  22. El atardecer ya no estaba, como tampoco estaban los aurores ni otros tantos mortífagos que sí se habían personificado en el asalto, pero que ya eran historia. Como la Marca. Como las banderas. Eran historia pura, cosa que los fenixianos jamás lograrían alcanzar. Antes de terminar con sus fechorías, copió a Orión en la hazaña de orinar por todas las esquinas. Ahora la esencia de ambos muchachos llenaba las paredes del vestíbulo, sala, cocinas y demás lugares de la mansión Gryffindor. El ex-Nigromante pudo ver miles de destrozos, así como de imágenes y pósters que denotaban el buen gusto de los del bastión tenebroso por el arte. Las desapariciones iban consumándose ya fuera de la mansión y sólo quedaban escombros, polvo, orín y muestras de un paso digno de un huracán por las inmediaciones del lugar protegido, si es que así se podía decir, por la Órden. El pelinaranja vio cómo se le acercaba uno de sus compañeros, de los que aún estaban allí. Por la forma en la que iba vestida, pudo ver que era una fémina. La identificó como a Luisitha cuando ésta habló y se apoderó de él sin dejarle mediar palabra. Se dejó hacer, pues ya había consumado con ella en los baños de una apestosa cantina. Era momento de repetir en una cama y evaluar si merecía la pena seguir poniendo de oferta el salami. Y se dejó ir con ella, que lo conduciría a una mansión, bien junto a los Black, bien la de los Malfoy. Había sido más que salientable la visita: destrozos, un asalto de los que hacía tiempo que no disfrutaba y... compañía sexual. Ah, y orín. ¿Qué más podía pedir?
  23. Le habían orinado. Sí, en efecto. Sin duda alguna. Aquello no podía ser producto de una gastroenteritis, ni de un problema renal que hacía que sus líquidos internos se derramasen por cualquier lado. Él, por el momento, contenía bien sus problemas de orina y no tenía que usar compresas ni ningún tipo de invención muggle que le salvase de sus pérdidas de orina. Olió, sin querer, aquel orín. Lanzó una mirada al autor, Orión Black, que se quejaba aparentemente de no haber sido invitado a tomar algo -- y seguramente de haber desconfiado de aquella reunión de Gatiux y Nath -- y por ello había marcado territorio. Si es que así se le podía llamar a una fechoría de tal calibre. Sin embargo, no estaba enfadado. Orión era familia, de esa que uno escoge. Familia porque era amigo y había demostrado estar ahí cuando más se le necesitaba, aunque en esos momentos estuviese con su ex, de la que no guardaba sentimiento alguno más allá de la amistad. Perdió el contacto con Gabrielle, que le había acompañado. Y notó cómo le toqueteaban el trasero ya orinado una mano y una silueta la cual identificó como a Nymeria. - ¿Pero qué es esto, las rebajas del Corte Inglés? ¡Llévense un 2x1: orinen al pelinaranja y toquetéenlo hasta saciarse! - gritó. Sin duda alguna no era algo que le estuviese molestando, era día de fiesta, de invasión, de compañerismo. De perversión. Secó su integridad con un movimiento de varita, y retomó los calzoncillos para quedarse vestido con ellos únicamente y la máscara que le cubría la cara con eficiencia. Avanzó por la estancia y habitaciones, destrozando cuadros, paredes, apagando velas y rompiendo cristales de ventanas contiguas. Cuando hubo terminado su labor por los pasillos volvió al hall para pegar, cerca del poster anterior, otra imagen más que salientable. http://i64.tinypic.com/11so8hx.png - La verdad es que me entró hambre con tanta imagen y con tanta mujer semidesnuda... - musitó. Ni rastro de los aurores, que debían de estar agazapados cual conejo en una esquina de otra mansión de Ottery. Los destrozos llevados a cabo por los del bastión tenebroso ascendían a cantidades increíblemente altas de galeones. Al menos, ya que no se llevaban vidas por delante, rompían las bóvedas fenixianas a golpe de asalto/destroce.
  24. El llamado había sido efectivo, tan efectivo como la sed de sangre. Realmente no sabía cómo estaba la situación en los últimos meses entre mortífagos y aurores, pero lo que sí que había llegado a sus oídos era la escasa aparición de los mismos por los rincones de Ottery St. Catchpole. ¿A qué se debía semejante ausencia? Quizá estaban tramando algo. Y aquello era hora de averiguarlo. Se armó con su varita, como siempre, su fiel e inigualable compañera de batallas. Hacía tiempo que no le daba un uso correcto, nada más que para simplificar su vida diaria: ordenar papeles, habitación en general, encender luces y fuegos... Nada del otro mundo. ¿Cuánto tiempo hacía que no exterminaba? Ni siquiera quiso pensar en ello, pues el estómago emitió un ruído un tanto inquietante. Cogió unos jeans de color azul marino y una camisa blanca de seda italiana. En los pies se puso unos zapatos de piel de cocodrilo, algo bastante inusual en el londinense y que quería retomar de nuevo. Por encima de todo aquello, en el atardecer inglés, decidió cubrirse con un sobretodo marrón, de ante, que le resguardaría de cualquier helada que pudiese caer. Unos segundos fueron los necesarios para darse el visto bueno delante del espejo de su mansión. - Debería de haber tomado la decisión idónea. ¿Cuándo me desnudaré para estas ocasiones? - sus palabras fueron las últimas en emitirse cuando se desapareció, tomando eso sí, la máscara de color plateado y azabache que tanto le gustaba ponerse. Las volutas de humo grisáceo se esparcieron por la habitación y ya no había rastro del hombre más sexy que conoció Gran Bretaña. ********** Su lánguida personalidad ya no estaba con él. Por contra, un sentimiento jovial y feliz era lo que el acompañaba. ¡Mira que hacía tiempo que no salía de paseo con esas finalidades...! Y qué feliz se ponía. Lanzó sus piernas delgadas pero tonificadas hacia delante, dando pasos agigantados, notando cómo su antebrazo izquierdo ardía con latencia y escuchando tras de sí algunas apariciones de sus compañeros. No quiso voltearse y, por el hueco de la máscara ya ataviada, podía observar los exteriores de la Mansión Gryffindor, lugar donde planeaban introducirse. Bailaba en sus dedos la varita de diecinueve centímetros y puro castaño, que dejaba entrever aquella tonalidad tan oscura como atractiva en la poca luz que el atardecer ofrecía. Pudo notar cómo todos se reagrupaban en un batallón de compañía, fidelidad, formación y unión. Aquello sí era una familia. El frío era uno de los factores que más molestaba al ex-Nigromante, que pudo notar cómo aquella brisa que corría le erizaba la piel. Además, sus pezones no pudieron evitar replicar el gesto y se endurecieron, como si de un encantamiento Petrificus se tratase. - Buscamos a Mica Gryffindor - las palabras de Alyssa estaban rompiendo el silencio que reinaba hasta aquel mismo instante. La Black continuó. - Antiguamente conocida como Agatha Malfoy, traidora a la Marca Tenebrosa. - no hubo nada más que añadir. Las ecuación estaba completa: una traidora, un bando, un castigo. Aquello era todo lo que se haría. La primera víctima no era de carne y hueso, sino que cuando se hubieron agrupado delante de la verja, el león de decoración sufrió el poderío de la Ángel Caído que lo derribó de un ademán con varita. ¡Qué sexy se observaba incluso tapada su propia nuera! Los pedazos se arremolinaban por el aire y suelo, pero éstos siguieron con paso firme hasta llegar a la puerta de entrada, la cual no dudó en volar también. - Divídanse, los dormitorios están arriba. - las palabras fueron claras y concisas. Nathaniel buscó con la mirada a algún compañero y/o víctima, para comenzar el juego. El tempestad agarró con fuerza la varita y comenzó a caminar. No pudo evitar dejar con un movimiento de varita un póster en una de las paredes contiguas. http://i66.tinypic.com/2j5j2f8.jpg
  25. Oído cocina, vengo a dejar lo necesario, lo de Gringotts ya está pedido. Lo otro: Todos hijos sanguíneos. Shedder Malfoy Bóveda Ficha Cherryl Nathalie Malfoy Bóveda Ficha Marijo Malfoy Black (Valentina Malfoy) Bóveda Ficha Pik Macnair Bóveda Ficha Galery Grindelwald Malfoy Bóveda Ficha Listo, espero que todo esté en orden ahora

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