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Emily Karkarov

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Todo lo publicado por Emily Karkarov

  1. —Entonces manos a la obra —dijo poniéndose de pie. Ella y Goderic irían a "negociar", mientras los demás se encargaban de todos los otros aspectos que requerían la misión como repasar los detalles del recuerdo de Valkyriay preparando los materiales para la infiltración. Si todo iba bien, se reunirían nuevamente a la brevedad posible. Por suerte, todos podían conjurar portales. Limpió una vez más su rostro intentando borrar los rastros del maquillaje corrido y las marcas que sus lágrimas habían dejado. La apariencia no era una de sus prioridades cuando estaba trabajando, ya sea para el simposio o como parte de sus actividades en la Orden del Fénix -aunque muchas veces las misiones terminaran relacionadas- pero si se trataba de una negociación, al menos podía intentar estar presentable. Tener un plan en mente (o al menos un bosquejo de este) le daban un propósito, aunque quedarse escondida con los brazos cruzados tampoco eran una opción para ella. Por algo había elegido el estilo de vida que tenía. Aun así, estar fuera del refugio tan pronto podía ser peligroso y por eso debían ser cuidadosos con los lugares que visitaban. Y naturalmente, la reunión con Cooper se daría en la agencia de servicios profesionales. Tanto para ella como para Goderic no existía un lugar más seguro que la sede de los ladrones, no solo por su locación, pues el Callejón Diagon no era fácil de hallar para los muggles, sino por la confidencialidad que podían mantener. Además, sospechaba que podrían encontrar cosas útiles en el local que los ayudara a infiltrarse, una vez que accedieran a convencerlo. Pero no todo iba siempre acorde a lo planificado. Hubiera esperado encontrarse solo con Frank, que era el sujeto de interés. La presencia de Atenea solo le causaba incomodidad a Emily y el joven que los acompañaba -que no debía pasar de los quince años- solo le causaba curiosidad. Cuando entraron al negocio, se sentaron todos alrededor de uno de los escritorios, que tiempo atrás había usado como su lugar preferido de trabajo. Si gustan, pueden quedarse en la sala de espera dijo Emily, dudaba que la intervención de la bruja y el joven fueran necesarias. Un «No lo creo» proveniente de Atenea zanjó el tema y, por desgracia, no estaban en posición de negociar. —Vamos a ser directos —dijo, tomando la palabra una vez más, realmente no tenían tiempo que perder —. Necesitamos tu ayuda para conseguir acceso a una compañía. Tenemos que entrar sin levantar sospechas, entendemos que deben haber redoblado la seguridad, así que la mejor manera de hacerlo es mugglemente...
  2. En el refugio Emily se limita a asentir ante la petición de Kaori de intervenir y a escuchar el intercambio que tienen los demás, sobre tener que prepararse para una infiltración, sobre lo acertado que sería solicitar refuerzos -probablemente miembros de la Orden del Fénix- y sobre como deben cuidar cada detalle para minimizar el riesgo de que las cosas vayan mal. Pero la bruja ha pasado esos últimos minutos con la cabeza escondida entre las manos, ahogando los últimos sollozos e intentando que las lágrimas dejen de salir. No le gusta sentirse así de pequeña ante un problema tan grande. Le preocupa la situación de Valkyria y el cúmulo de acontecimientos aún son pesados de procesar. No obstante, cuando escucha a Goderic sugiriendo “a alguien” levanta la mirada, como si eso la ayudara a escuchar mejor. No tiene ganas de interrumpirlo o contradecirlo por el temor a sonar alterada sin fundamentos. Consciente de que ya había sido suficiente de llorar, mas cuando no solía hacerlo con frecuencia, controla poco a poco su respiración hasta que deja de ser agitada. Al fin, tuvo suficiente fuerza para hablar sin que la voz le tiemble. —¿Qué podemos darle a cambio a ellos? —preguntó al mago, aunque no esperaba que le respondiera, mientras con sus manos quitaba los rastros de maquillaje corrido debajo de sus ojos. Podía estar equivocándose, pero cree saber de quien habla y no le hace gracia, pero si lo analiza bien puede comprender por qué lo trae a consideración. Cualquiera que tenga suficiente influencia en el mundo de los empresarios muggles puede ayudarlos no solo a infiltrarse, sino también a conseguir más información. Por eso mismo había hecho especial énfasis en hablar en plural, para probar si eran ciertas sus sospechas. —Vamos a necesitar poción multijugos, herbovitalizante, quizás un par de esencias de díctamo, tal vez hasta veritaserum—comenzó a enlistar, mientras hacia aparecer un pergamino —Debemos definir quién va a arriesgarse a la infiltración, tampoco podemos ser muchos —reflexiona —pero como dice Ellie si tenemos éxito necesitamos más equipos, curanderos… también debemos buscar la forma de comunicarnos desde dentro e ir transmitiendo la mayor cantidad de información a tiempo real. Cuando mira a Goderic, éste hace un gesto con la cabeza que le confirma que habla de Cooper. A pesar del dolor que siente detrás de los ojos y que preferiría tener más tiempo para planificarlo todo con mejor detalle, sabe que no tienen ese lujo. —Lo primero será ir a convencer al empresario —dice en un suspiro pensando en como podrían hacer para localizarlo. Y si no lo convencemos ... pero no lo dice, porque no les queda esa opción.
  3. Atenea Lygnus Colegio Hogwarts No haber estado antes en Hogwarts supone un reto adicional para Atenea. A pesar que su carta de aceptación llegó poco después de cumplir los 11 años, su educación se realizó enteramente en casa. Atenea imagina que su vida habría sido completamente diferente de haber asistido y su forma de ser definitivamente no sería igual. Tampoco habría conocido a Frank, ni formado la familia que tenían, pero una pequeña parte de su mente no puede evitar pensar en el “qué hubiera pasado si…”. Aunque en ese instante y aunque no de forma coherente, su deseo de conocer el castillo se relaciona con encontrar a Nicholas más rápido. Su lógica le dice que a esa hora de la mañana debía estar en su sala común que, según lo que relataba el muchacho todo el tiempo que duraron sus vacaciones luego de su primer año, se encontraba en una de las torres con la entrada oculta por el retrato de «¡una dama gorda». Y si tenía que revisar torre por torre, Atenea estaba dispuesta a hacerlo. »Y si no sabemos la contraseña, tenemos que esperar a que llegue alguien más, algunos las anotan en sus cuadernos, pero yo tengo buena memoria. Hasta dicen que hay estudiantes que han esperado horas cuando hay partidos de quidditch porque todos están en el estadio ¿ya te conté sobre el quidditch? ... Recordar aquello hace que le duela el pecho, no solo por la nostalgia que supone pensar en su hijo años atrás, cuando todavía tenía la apariencia de un niño pequeño, sino que la posibilidad de que no lo encontrara o de que lo encontrara sin vida comenzaban a inundar su cabeza. Y si la tristeza consumía Atenea, ésta solo se podía manifestar en el más básico de los desequilibrios en su comportamiento. El ambiente polvoriento y más personas que llegan a ayudar le suponen una distracción. Lamentablemente, en su camino solo encuentra cuerpos que le arrancan más lágrimas al ver que son solo niños. Escucha unos quejidos de dolor bajo unos escombros y al notar que no es Nicholas piensa en seguir adelante. Pero debe ser su lado más humano el que no le permite avanzar. Regresa sobre sus pasos y comienza a quitar los escombros, que aplastaban a un adolorido estudiante de Hufflepuff. Quizás si hubiera ido más preparada tuviera a la mano una poción para curar sus heridas. Mira hacia los lados para encontrar ayuda ¡maldita sea! pierde el tiempo con aquel muchacho en lugar de seguir buscando a Nicholas. Aunque el pensamiento de que también es el hijo que alguien más que lo debe estar buscando nuevamente la invade. - ¿Qué haces aquí? - preguntó una voz tras ella, devolviéndole la tranquilidad.
  4. El nauseabundo olor que inunda su nariz y el descenso de la temperatura le afectan más de lo que quisiera. Tiene ganas de pedir un descanso, como si se tratara de un simple entrenamiento, pero sabe que no puede. No puede dejar de defenderse de las criaturas que los atacan, al menos no hasta que haya una señal de que encontrarán la forma adecuada de pararlos. En ese momento necesitaban crear algún tipo de distracción que llamara la atención de los demonios y le diera al grupo un respiro, reagruparse y poder pensar entre todos qué debían hacer para controlar la situación. Por eso mismo era que quería una confirmación de si el ilusionismo podía servir en ellos, para hacer que las criaturas se ataquen unos contra otros o que se replegaran durante unos instantes. Justo cuando iba a intentarlo, la voz de alerta de Goderic la descoloca por unos instantes, diciéndole adiós a su idea de crear ilusiones para los demonios. Su otra idea era incendiarlo todo, pero duda que eso de un buen resultado y, además, es poco probable que alguien apoye esa idea, por lo que no la dice en voz alta. Definitivamente el cansancio le estaba pasando factura, después de todo, era solo una humana. —Es un buen momento para ser oclumante —comentó Emily, sin intención de sonar sarcástica. Lastimosamente, ella no era una. Tampoco podía ayudar llamando a más demonios, como Madeleine, a quien debe recordar luego pedirle que le enseñe los libros de demonología que ha estado estudiando con Kaori. Pero sí que puede desviar la atención de los demonios que iban a tras sus compañeras que sí tenían la habilidad de invocar los propios. Ve a Kaori dibujando círculos con su propia sangre y está en lo correcto al pensar que necesita concentración. Cada que un demonio intenta acercársele, Emily o su sombra -separada de su cuerpo gracias al umbra- lo evitan. Le da cierta emoción cuando nota que la invocación da resultado. Solo allí se le acerca a la bruja. —Si vienen por el necronomicon tenemos que encontrar la forma de salir de aquí ya. "Y asegurarnos de que siga en su lugar" sería la siguiente parte de su frase, pero es bastante obvia su intención.
  5. Atenea Lygnus El único rastro visible de que en el lugar vivieran magos es la elfina doméstica que levitaba a un metro del suelo intentando alcanzar la parte más alta de un estante, que a percepción de Atenea ya no podía brillar más de lo limpio que estaba. No obstante, la bruja había aprendido que la elfina era demasiado susceptible si le pedía que dejara de limpiar, por lo que simplemente decidió ignorarla (como casi siempre). Una de las ventajas de la limitada magia que los rodeaba era el poder utilizar aparatos electrónicos sin interferencias, aún más cuando Frank estaba fuera de casa atendiendo sus negocios, mientras Nicholas se encontraba en Hogwarts. Atenea, por su parte, disfrutaba de una mayor estabilidad mental gracias a la vida “tranquila” que llevaba. Era aún temprano en la mañana, por lo que decidió encender la televisión y monitorear las noticias de economía. Pero su rostro se ensombreció al observar la pantalla. La secuencia de imágenes y videos transmitidos le generaron un escalofrío difícil de explicar y las palabras de El Inquisidor «pretendo suprimir la herejía de quienes se llaman a sí mismos magos» incluso a ella le parecían irracionales. Aunque les había costado, muchos magos y brujas como ella habían limitado su uso de magia para vivir tranquilamente entre los muggles ¡hasta su varita mágica se encontraba guardada en un cajón! Y aunque su egoísmo se manifestaba en una pequeña vocesita diciéndole que ese no era su problema “mientras pudiera seguir con su vida como muggle”, la imagen de un enorme castillo siendo rodeado por cazabombarderos le congeló la respiración. Inicialmente paralizada, segundos después solo gritos e insultos hacia el inquisidor pudieron salir de la bruja. Las lágrimas comenzaron a brotar por sus ojos y la asustada elfina doméstica -que había dejado sus labores ante los gritos de su ama- intentaba sin éxito tranquilizarla. —¡Necesito mi varita mágica! —dijo en un tono extrañamente calmado que asustó a la elfina doméstica—¡La necesito! ¡La necesito ahora! —añadió con un tono más acorde a su rostro desencajado — ¿Dónde está? Con un sonoro «crac» la criatura desapareció, dejando a Atenea al borde de los nervios. Antes que pudiera comenzar a gritar improperios en su contra, la elfina apareció con la preciada varita mágica. Considerando la situación del colegio —parcialmente destruido— ninguna seguridad impediría que se apareciera directamente en el lugar, pero su estado no la dejaría desaparecerse sin causarse una despartición. —Llévame a Hogwarts —dijo mirando a la elfina. La elfina dudó entre seguir su naturaleza y obedecer su petición o llamar a su amo, Frank, para que se encargara de la situación. Cuando Atenea repitió la orden, aun con lágrimas en sus ojos, no se pudo negar. Tomó de las manos a la bruja, más para tranquilizarla que para desaparecer, y la llevó hasta el castillo. O más precisamente, lo que quedaba de él. Una vez en el colegio de magia, Atenea le ordenó que regresara a casa y la buscara solo si tenía noticias de Frank. El estado del colegio le devolvieron la lucidez necesaria para tranquilizarse, necesitaba encontrar a su hijo sano y salvo.
  6. —¿Cuándo se va? Ya me tiene cansada Emily se encontraba algo irritada en ese punto de la prueba y la presencia de Peeves aumentaba su mal humor. Nuevamente la suerte se manifestó en su contra, haciendo que la rueda de poder le quitara el propio y se viera limitada en sus movimientos. A eso, se sumó que su cinaede había sido truncado por una maldición, lo que solo generó mas risas en el poltergeist, que seguía revoloteando sobre la cabeza de Goderic. El hombre también parecía cansado con la situación, aunque no podía ver con tanta claridad su rostro, considerando los ocho metros que los separaban. No pasó mucho tiempo para que él volviera a atacar, esta vez con una flechas de fuego. Y aunque estaba segura que Goderic en otras circunstancias hubiera realizado un ataque para dejarla fuera de combate, entendió que él también buscaba demostrar destreza en el manejo de la magia uzza. —Obsistens Invocó Emily por su parte, creando un cerco luminoso en tomo amarillo, que la defendió de los filamentos de fuego, evitando que le ocasionaran quemaduras, cuyo dolor recordaba aún de las clases pasadas. Era una lástima que el cerco no durara tanto como el detritus, pero debía conformarse con lo que podía invocar con su poder mágico —Maldición Pensó, por el puro y vano placer de escuchar a Goderic equivocarse mientras pronunciaba algún hechizo, que ojalá intentara decir en voz alta. Solo esperaba que la práctica que llevaban fuera suficienta para Runihura, quien les había advertido que estqaría vigilando los movimientos de ambos.
  7. — ¿Es en serio, Goderic? Bufó la bruja al notar que su tío también invocaba un señor del caos y para su pesar se trataba de Peeves.Ya había sido bastante para Emily aguantarlo durante toda la clase, como para tener que escucharlo también durante la prueba. Afortunadamente, esta vez ella no era el blanco de sus ataques de mal gusto, pero su cíclope no había tenido la paciencia suficiente para soportarlo y simplemente desapareció. La ventaja que había ganado al inicio de la prueba había terminado con la presencia de Peeves. Hubiera intentado invocar otro señor del caos pero sus fuerzas no eran suficiente para ello. Quizás a los magos y brujas con mayor nivel mágico aquello no fuera problema, pero en su caso lo mejor era probar con la rueda del tiempo. Como había hecho hasta entonces al invocar fuerzas del caos, cerró los ojos y escuchó en su mente su propia voz invocando la rueda. Parecía que la suerte que había tenido al inicio de la prueba comenzaba a extinguirse, aunque eso no mermaría su estado de ánimo, puesto que saber que había sido capaz de superar la primera parte de la clase le había dado una mayor confianza. — ¡Silencius! Le hubiera gustado que el silencius funcionara también en Peeves, pero aunque el poltergeist era en extremo molesto, no podía perder su tiempo preocupándose por él. En realidad el objetivo era Goderic, quien no podría articular palabra por un tiempo, lo cual era bueno para la bruja, puesto que limitaba aún más las opciones del mago. — ¡Cinaede! Conjuró el gas para que apareciera en torno a Goderic e infectara de inmediato sus vías respiratorias, después de todo, era el poder de los uzzas los que mayor notoriedad debían tener durante la prueba. Suspiró, mientras volvía a lamentarse internamente de que el cíclope no estuviera con ella. Hubiera hecho todo más entretenido.
  8. Comienza a sentirse mareada. Si bien la bodega en la que se encuentran es de amplias dimensiones, se siente rodeada y asfixiada, dos sensaciones que prefiere evitar siempre. Sumado a ello, la oscuridad de la estancia le añaden una sensación de encierro, quizás invocar un corpus patronus sería útil, pero aún no es capaz de hacerlo. Trata, sin embargo, de concentrarse y ser una ayuda para el resto de sus compañeros como puede. Emily no tiene idea de lo que sucede, ni lo que puede estar causando que los objetos “cobren vida“. Le pasa factura ser una novata en el clan y no poder identificar la mayoría de las cosas que la rodean. Le enorgullecería hacer, por ejemplo, una deducción como la que hizo la pelirroja con un retrato, haciendo que la armadura quedara nuevamente inservible, pero supone que esas son las consecuencias de haberse separado tanto tiempo de la Orden del Fénix. Así mismo, deberían encontrar el origen del resto de atacantes, pero ¿cómo hacerlo? Por ahora, se concentra en ignorar la sensación de encierro y pensar en aplicar la ‹‹fragoquinesis›› a cuanto objeto puede, notando que aquellas criaturas amorfas con patas de araña se multiplican cada que una se desintegra. La fragoquinesis requería un gran poder de su parte y comienza a debilitarse. Supone que el resto de oscuros debe estar en una situación similar, aunque no duda que algunos tendrían un mejor entrenamiento. De pronto recuerda sus propias palabras, diciendo al resto del grupo que no destruyeran nada cuando fueran a estudiar los souvenirs. — ¿Crees que el ilusionismo funcione con ellos? — pregunta a Goderic en voz baja. Recuerda como en la misión anterior ella había sido víctima de aquel poder debido a Kaori, que, obviamente, trataba de crear ilusiones en la mente de sus enemigos y en ese momento podía venirles bien una distracción, considerando que los superaban en número.
  9. »Vas a estar una situación que no has vivido antes. Los estruendos ensordecerán tus oídos y el polvo inundará tu nariz, estarás desorientado, preocupado y la adrenalina no te permitirá pensar con claridad. Tus latidos se acelerarán porque sabes que de ti depende no solo tu vida, sino la de otras personas. Vas a doblar una esquina, luego otra y encontrarás derrumbes, piedras que caerán sobre tu cabeza, amenazando con quitarte la vida de la forma que menos te esperas. Después de todo, solo eres un humano. »O quizás el fuego producto de las explosiones te quiera alcanzar. Y lanzarás un hechizo para protegerte, pero también debes estar alerta a los que te quieren atacar. Seguirás corriendo, buscando ayudar a los que han caído. Y olvidarás en donde te encuentras ¿sabes? Estás enfrentándote a algo que no conoces porque rivales que no conoces, con armas de las que solo has escuchado hablar. Y cuando estés frente a tu enemigo ¿qué harás? ¿Lo has pensado? ¿Te das cuenta que en su mayoría son no magos, asustados ante tu poder? ¿Soldados que hacen su trabajo sin poder detenerse a pensar si lo que hacen está bien? »Están asustados ante la forma en que la retorcida mente de los supremacistas ha aprovechado esta lamentable situación. Piensan que los todos los magos y brujas queremos lo mismo. No tienen ni idea que hemos estado en nuestra propia guerra… Esto es un desastre. No lo hagas más difícil. Emily toma un respiro. No había esperado reaccionar de esa manera ante Fabián. Comprende al adolescente, es un buen mago y es una buena persona, lo cual hacen que se sienta preparado para salir a ayudar y hacer el mundo un poco menos malo. Pero, así mismo, es eso: un adolescente. Un adolescente que en ese momento estaba bajo su cuidado, junto a su hermana. Lily, por su parte, se mostraba callada, quizás abrumada por la situación. O quizás se debía a que ella no era tan expresiva como su gemelo. Las noticias más preocupantes habían llegado de golpe hasta los 3 magos, que se encontraban en uno de los lugares seguros de la Orden del Fénix. Un aviso llegó hasta su ubicación: Hogwarts y San Mungo, atacados. No tenían muchos detalles, pero lo escueto del mensaje les daba a entender que las cosas eran graves. No dudaba que ya algunos miembros del bando estuvieran en alguno de esos lugares prestando ayuda. Emily intentaría contactar a un par de compañeros -quizás Kaori o Goderic - en su camino, pero la iniciativa de Fabíán de acompañarla la había detenido. —Y no me digas que no lo entiendo… pero van a tener que quedarse aquí y ayudar desde aquí, a menos que su padre les diga lo contrario —añadió. Después de todo, ella mismo se había unido a las filas del bando siendo un par de años mayor que ellos, aunque en comparación las cosas entonces no eran tan peligrosas. Recogió algunas pociones que podían ayudarla, anillos de protección y su varita mágica, escondida en su pantalón. La noticia de Hogwarts no salía de su cabeza. No solo había estado allí como estudiante, sino también como profesora y su instinto le decía que debía ir. Aunque aquella había sido su decisión inicial, el llamado de Kaori hizo que cambie de dirección hacia El Refugio. Miró por unos segundos la moneda en su mano mientras un nuevo pensamiento comenzaba a atormentarla: si el simposio hubiera logrado con éxito su misión de matar a Aaron nada de eso estaría sucediendo. Cuando finalmente se encontró con Kaori en el Refugio, su rostro de derrota no era muy diferente al de la bruja. El estado de Ellie tampoco era esperanzador. Emily solo lo entendió cuando ella también se sumergió en el pensadero. El nudo en su garganta ya era una fuerte presión en el pecho, que a penas le dejaba articular palabra. Se tomó unos segundos para procesar lo que había visto, que era pura crueldad. Aquello iba a ir más allá de una misión tradicional del Simposio de Ladrones. Y aunque la pequeña figura del niño de 5 años tumbado en la cama —identificado como el paciente 309— y las palabras Componente X seguían dándole vueltas a su cabeza, había algo más que le empezaba a preocupar. —Kaori... ¿hace cuánto fue eso? —preguntó de repente, alarmada —¿Dónde está Valkyria? — añadió con la voz temblorosa — Necesitamos localizarla, tenemos que saber como está...
  10. Cuando la guerrera los llama hasta ella, se pregunta cual será la siguiente asignación. A pesar de haber perdido, el juego de la bandera había sido entretenido. Sospecha que el no haber tenido la presión de un peligro real le permitió controlar las fuerzas del caos de una mejor manera, logrando invocar varios de los poderes que se explicaban en el libro. No obstante, cuando Runihura les dio sendas monedas a ella y Goderic, la bruja supo que tendrían que enfrentarse entre ellos. El remolino que se formó le generó una presión en su pecho que no había sentido hacía mucho tiempo. Con el haz de la noche y teniendo su licencia de aparición, el uso de trasladores se había convertido en su medio de transporte menos utilizado. Hasta su moto voladora -que no recordaba en ese momento en qué lugar estaría acumulando polvo- le parecía una mejor opción. Al abrir los ojos, el lugar en que se encuentran le parece interesante. Suprime las ganas de decirle a Goderic que fueran a explorar por ahí, puesto que puede ver que ya está concentrado en sus movimientos. Así había sido en las pruebas de vinculación con los libros anteriores, poca charla, muchos hechizos. Mantuvo los 8 metros de distancia que los separaban. Intenta probar su suerte una vez más. Su primer movimiento durante la clase había sido invocar un señor del caos y durante la prueba no sería diferente. «Si sale Peeves otra vez, me iré a Sudamérica a hacerme una limpia» piensa. Cierra los ojos por unos instantes y, cuando los abre, una leve sonrisa aparece en su rostro. De inmediato le da las órdenes suficientes: —Detritus —dijo el cíclope. Tenerlo de su lado le daba una gran ventaja, justo a tiempo para contener el ataque del patronus corpóreo invocado por Goderic. El poder del señor del caos era incluso superior al de Emily, pudiendo hacer que aquella niebla los cubriera a ambos, defendiéndola del ataque de la invocación de su tío —. Anular sectusempra —es la siguiente orden que ejecuta el cíclope contra Goderic. Por su parte, Emily apuntaba con su varita mágica hacia su oponente. —Floreus —dijo la bruja, esperando que el próximo movimiento de Goderic se viera truncado por un ramo de flores. Su mirada se pierde unos segundos en los tanques a su izquierda, con una apariencia deplorable e inservible, pero no era nada que la magia no pudiera resolver. —Sectusempra —dijo volviendo su mirada hacia el mago. La suerte tendría mucho que ver en como se desarrollaba el duelo.
  11. Las cosas no parecían mejorar para Emily. Por un lado, Peeves seguía molestándola, soplando arena sobre su rostro o intentando que la bruja tropezara. Por otro, Goderic tenía la fortuna suficiente para seguir avanzando en su recorrido sin ningún contratiempo. Los años que llevan de conocerse le permiten a la bruja saber que el levicorpus no iba a detenerlo por mucho tiempo y las fuerzas del caos parecían haber escogido su favorito entre los dos. Decidió probar una nueva rueda, aún teniendo en mente que probablemente tendría mala suerte una vez más. ¿Tendría algo que ver pensara que no iba a funcionar antes de realizar la rueda de la fortuna? ¿Qué estuviera predispuesta a una nueva muestra de su mala suerte? Peeves allí presente estaba de testigo. Se lo preguntaría a la uzza, pero parece un cuestionamiento infantil de su parte. Quizás en otras ocasiones tendría mejor fortuna, quizás en la prueba, si es que la guerrera uzza cree que su poder mágico es suficiente. Cuando alza la mirada puede ver a Goderic con la bandera. Solo faltaron unos pocos minutos y lo hubiera al menos alcanzado. El pensamiento de que si hubiera utilizado los poderes de la Orden Oscura para mejorar sus habilidades cruzó su mente, pero en se momento sabía que no era aquello lo que debía probar, sino su capacidad para utilizar la magia uzza. — ¡Te dije que te iba a ganar! — soltó Peeves, dando vueltas sobre las cabezas de ambos. Extrañamente, la otra bruja seguía cerca de Runihura. Durante el recorrido no había prestado atención a sus movimientos, pero se sorprendió ampliamente al darse cuenta que no se había querido involucrar en el juego. — Debiste haber apostado — responde Emily, quitándole importancia. El poltergeist estaba pronto a desaparecer y aquello le dio una sensación de paz. Luego, volvió su vista hacia Goderic. — ¿Y luego quien cuida a Fabián y Lily? — respondió, sin esperar una obvia respuesta — ¿qué crees que tengamos que hacer ahora? — preguntó, hablando bajo pero mirando hacia la guerrera.
  12. Haber olvidado que solía canalizar su magia a través de la varita mágica le permitió a Emily encontrarse con una mejor técnica para exteriorizar los cambios que su mente quería. La metamorfomagia era sin duda compleja, pero una vez entendida se volvía tan intuitiva como mover una extremidad. En ese instante estando junto a Amara sabía que nada podía salirse de control, otorgándole la confianza suficiente para atreverse a realizar más cambios complejos, no solo en su cabello –en ese instante de color verde chicloso- sino en otras partes de su cuerpo también. Había visto en ocasiones como incluso los metamorfomagos más expertos cambiaban incluso su estatura y complexión. Emily mentalmente se había fijado esa como su siguiente meta. Seguramente James y Goderic le insistirían en que lo intente, puesto que les sería de ayuda en las diversas misiones que tenían. Y Emily debía admitir que la combinación con legilimancia le darían una ventaja significativa en algunas ocasiones. No obstante, su práctica personal se ve interrumpida por la Arcana y su proposición de seguir practicando o pasar al portal. Aquello la toma por sorpresa y la halaga a la vez. Si Amara quería enviarla a la prueba, significaba que al menos algo había mostrado un buen avance durante ese tiempo. Y si bien sentía que aún quería seguir practicando, también quería aprovechar el impuso de confianza que sentía en sus control de la habilidad. Miró por un momento a Matthew, como intentando adivinar cuál sería la decisión de él. Aunque lo conocía solo el tiempo de la clase (o al menos su memoria no la ayuda a determinar si se conocían de antes) estaba casi segura que el mago aceptaría sin dudarlo. Emily volvió a llenar su taza de té y bebió un poco, dándole tiempo a su determinación por sobresalir. —Escojo el portal Dijo, finalmente. Su voz sonaba decidida, así como su rostro y la firmeza con la que sus manos dejaban la taza sobre la mesita. Miró a Matthew y a Amara antes de cruzar, aún con la frase de la arcana resonando en su mente <<deberán hacer uso de esos cambios en acciones sociales positivas>>. Ni ella misma sabía a qué se enfrentaría. -- Cuando atraviesa el portal, el escenario en el que se encuentra Emily cambia drásticamente. Se encuentra en algún lugar del bosque amazónico, a miles de kilométros de distancia del despacho de Amara. Está sola, lo que implica que Matthew debe encontrarse en su propia misión. Emily, por supuesto, ya había estado allí antes, aunque no tiene idea del punto específico en que se encuentra. Solo hay un sendero a la vista que parece hecho por las ruedas de una camioneta. La bruja saca su varita mágica y transforma las piedras más cercanas en un par de botas que se pone, desapareciendo los deportivos que tenía puestos, y transforma también una tercera piedra de menor densidad en una daga, que esconde en el botín derecho. Al menos lleva ropa cómoda. Seguir el sendero le tomó alrededor de veinte minutos de caminata y otros diez minutos de seguir rastros, aunque no podía confiar en su orientación sobre el tiempo ya que nunca había sido buena en ello. Llegó hasta un improvisado campamento aparentemente abandonado, aunque a la distancia podía apreciar la silueta de personas dentro de una camioneta. No parecía estar resguardado por nadie más, pero tampoco parecía un lugar muy agradable. Piensa en que tal vez la media hora invertida el sendero ha sido en vano cuando cuando dos personas se bajan del vehículo e ingresan a la casucha. Emily se esconde lo mejor que puede y mientras, acorta su cabello lo suficiente para que no sobresalga, siendo ahora de un tono negro apagado. Los extractos de la conversación que logra escuchar (con las ojeras extensibles que llevaba en su monedero de piel de moke) simplemente la asquean. No sabe cuántas, pero dentro de la casa se encuentran varias personas esperando ser transportadas, siendo tratadas como mercancía. Un escalofrío recorre su espalda mientras trae de vuelta las orejas. Debe armar un plan rápido y lo mejor que se le ocurre es mezclarse. El más débil y accesible es el que se encuentra en la camioneta. Con su varita mágica apunta la rueda trasera del vehículo, quitándole el aire. Cuando el conductor del vehículo siente la diferencia en el balance del vehículo se baja, insultando. Emily aprovecha y lo desmaya, esperando que el ruido que hace no alerte a los otros. Lo arrastra hasta el escondite que tenía -una especie de formación natural formada por los árboles contiguos- y lo deja allí, inconsciente. Imitar su apariencia iba a ser todo un reto para la bruja. Se concentró en tener la misma complexión primero, puesto que parecían tener una estatura bastante similar. El siguiente reto era imitar sus facciones faciales: una barba que parecía no haber sido recortada en al menos una semana, el cabello lacio y con unas cuantas canas nacientes, la nariz prominente y los ojos color avellana. Lo más difícil de todo era tener el grosor de labios perfecto: casi como una línea. Le asquea tener que utilizar su ropa, así que modifica la propia para hacerla lo más parecida a la del hombre, que por suerte había escuchado hablar lo suficiente para poder poner un hechizo que le ayudara a imitarla. Se apresura a entrar a la casucha. -¿Qué haces aquí? Tienes que esperar afuera, nos vamos a llevar a estos dos primero. Al menos, no había cometido algún error que costara que reconocieran que había algo “raro”. Había 3 mujeres y 1 hombre que no parecían pasar de los 20 años, una cadena amarraba sus piernas y cada uno tenía unas esposas en las muñecas. Se venían débiles, pero estaba segura de que si lograba liberarlos podrían correr. Una mujer los vigilaba sentada sobre una mesa destartalada. Podía ver que ambos cargaban un arma. -La camioneta está averiada -responde la bruja -sal a verla -se aventura, desconoce el “rango” que tiene o si puede hacer ese tipo de peticiones. -¡Eres un inútil! ¡Les dije que revisaran todo! Aún a pesar de la protesta, el hombre sale y camina en dirección a la camioneta, insultándole por su holgazanería. Emily repite el procedimiento hecho con el primer hombre, pero esta vez rebusca en su ropa en caso de encontrar llaves ¡Bingo! Solo faltaba derribar una más, sacarla de la casa no le costó tanto trabajo, ni apresarla dentro de la camioneta. Con las llaves en la mano, libera a los apresados. Y aunque le gustaría abrirles un portal a un lugar lejano, le insisten en que quieren irse corriendo, que saben por donde ir. A Emily le gustaría tener más tiempo para estar allí ya averiguar si finalmente están a salvo, quizás pueda alertar algún miembro del simposio. Pero Emily -ya con su aspecto normal- tenía aún una clase que aprobar. @@Amara Majlis
  13. — ¡No vas a ganar jamás! ¡No vas a ganar! ¡No vas a ganar! Peeves canturreaba la misma frase, una y otra vez. Su voz poco melodiosa había quedado grabada en la mente de Emily que intentaba de todas las formas posibles mantener la calma. Recordó algunas de las técnicas aprendidas para ello e ignorar se le daba bien, pero el poltergeist era bastante insistente. Iba a seguir los pasos de Goderic e ir de una vez hacia la bandera, sin embargo, como era de esperarse Runihura tenía otros planes. — No puede ser... Esta vez, era Emily la que se lamentaba. La pequeña cría de oso creada por la Uzza paseaba entre los pies de la bruja, hacía volteretas o se paraba sobre sus patas traseras, impidiendo que la mujer siguiera con su camino. Al principio, se había sobresaltado ante la presencia del animal penando que la atacaría y ella no tenía el corazón para dañar al animal, pero su comportamiento era todo lo contrario y aquello ponía a Karkarov en una posición más difícil aún, puesto que si no estuviera en medio de una clase muy probablemente se habría puesto a jugar. Sentía como que estuviera lidiando con dos niños pequeños, uno extremadamente cariñoso y otro extremadamente molesto. Tras unos segundos de pánico -y tras gritarle a Peeves que la deje en paz por unos segundos- buscó rocas con la densidad suficiente para llevar a cabo su plan, que esperaba funcionara para librarse, al menos, de uno de sus problemas. — Morphos — dijo, convirtiendo la primera gran roca en una cría de oso, cuya misión era distraer al pequeño creado por la guerrera. Repitió el proceso una vez más, esta vez creando una cría de mayor tamaño y peso, con la suficiente fuerza para mantenerlo a raya. Aprovechó la distracción y avanzó unos cuantos metros, viendo como Goderic estaba cada vez más cerca. Reconoció la invocación del corpus patronus y la estrategia de su tío de cegar tanto a la guerrera como a su otra compañera. Podía intentar invocar una nueva rueda. En el Libro del Caos había leído sobre ella y se trataba de manipular un poco el tiempo. Si tenía la suficiente suerte, podía impedir que el mago generara mayor ventaja. Concentró su energía en invocar la rueda del tiempo. Le tomó un tiempo concentrarse, con Peeves aun rondando cerca, pero, finalmente pudo realizarlo. El resultado, sin embargo, no fue el que hubiera querido: los daños se habían multiplicado — ¡El rubio te va a ganar! — ¡Cállate, Peeves! — espetó, cada vez la paciencia de Emily era menor — ¡Incárcerus! — cuando estuvo lo suficientemente cerca de Goderic, invocó las cuerdas que servirían para amarrar sus piernas, sus brazos a su torso e impedir que pudiera hablar.
  14. Saca con pesar las manos de sus bolsillos cuando la oscuridad la obliga a utilizar su varita mágica para obtener algo de luz mientras descienden hacia la bodega. El recorrido se realiza en un silencio cómodo, al menos para Emily, ya acostumbrada a la manera de trabajar de los oscuros: analíticos por sobre todo y cada quien a su ritmo. Pero si había algo que apreciara de la forma en que llevaban las misiones era que existía la camaradería suficiente para descubrir a algún oscuro echando un vistazo al resto del grupo, asegurándose de que todo marchara bien. Aún más oscuridad los recibe en la bodega, hasta que los candelabros se encienden. Guarda la varita mágica ahora que tienen más iluminación y vuelve a guardar sus manos, en un intento inútil por atenuar el frío que siente, a pesar de las varias capas de ropa que usa. Parpadea varias veces hasta que sus ojos se acostumbran y lo que ve no es, para nada, lo que hubiera imaginado. Esperaba encontrar estantes organizados con indicaciones de los objetos recolectados, tal vez una breve descripción, o al menos una fecha que les diera algún indicio. La realidad era otra y le daba la impresión que literalmente los antiguos miembros del clan bajaban a la bodega y echaban los objetos en alguna de las pilas, quedando sin un orden en particular. —Aquí esto es inútil —comenta por lo bajo, guardándose el anillo detector de enemigos, uno de esos instrumentos derivados de la magia de los uzza, que en ese momento podía encontrar oscuridad en todo lo que la rodeaba. Había mucho trabajo que hacer allí y no puede evitar sentir cierta emoción mezclada con curiosidad. Empieza a recorrer con la mirada buscando un punto de inicio para trabajar y retiene el impulso de dirigirse directamente a los armarios para comprobar si escondían aún más objetos en su interior. Un súbito temblor la alerta frenando sus pasos y se encuentra la mirada acusadora de Goderic sobre ella, pero considera que no es buen momento para reclamar aquello. El ruido de metal le molesta y espera que se detenga, pero la gigante criatura que se acerca hacia ellos hace que deje de pensar en eso. Ante el grito de Madeleine, su primera reacción es esquivar. Había pasado muchas horas aprendiendo a dominar el Phantom precisamente para situaciones como esa, en que necesitaba que su agilidad fuera mucho mayor. Su segundo movimiento es verificar que todos estuvieran bien, dejando su mirada durante unos segundos más en la mujer en el techo, preguntándose cuánto tiempo habría estado allí observando al resto del grupo. —¿Cuántas criaturas más viste? —pregunta a Beatriz. A pesar de que hay más iluminación que antes, la bodega es de grandes dimensiones y muchos sectores se mantienen en las sombras, el escondite perfecto para lo que fuera que los está atacando.
  15. Emily asintió ante las palabras de la Uzza. Aunque era visualmente extraño que se tratara de una jovencita de no más de 13 años, se nota en la forma en la que habla y la dureza de su mirada de que Runihura se trata de una guerrera de la que, espera, pueda aprender lo suficiente para dominar los poderes del caos. No obstante, nota que su personalidad podría ir acorde a su apariencia, ante la idea de jugar a “atrapa la bandera”. Obviamente, se espera que no sea un juego muy amistoso. Ya imagina las dificultades o barreras impuestas por la Uzza para evitar que sus 3 alumnos cumplieran con su objetivo. Y si bien recién la clase está empezando, Emily considera que ese es el momento perfecto para poder practicar con los poderes del Libro del Caos. Si bien es la primera vez que se presenta en la clase, había dedicado algunas horas a estudiar el libro previamente. Busca la mirada de Goderic, intentando determinar si él hará caso a la instrucción de trabajar individualmente o, si por el contrario, se mantendría como en ocasiones anteriores, intentando trabajar en conjunto hasta el final. — Siempre he tenido mala suerte —comenta, más para sí misma que para los demás —, pero a ver qué pasa… Tiene una alta expectativa de lo que el Señor del Caos le tiene deparado, por lo cual, cierra los ojos e intenta concentrarse para invocar la “fuerza del caos”. Es extraño tener la incertidumbre del qué va a pasar, la emociona y la preocupa en la misma medida y lo que sea que pueda invocar puede ser una ayuda o un obstáculo. Se pone nerviosa durante los segundos que demora en aparecer el señor del caos, pero cuando al fin es capaz de hacerlo, la decepción se dibuja en su rostro. Como había dicho, tenía mala suerte. La risita de Peeves es lo único que puede escuchar. En su estadía en Hogwarts, había tenido la suficiente precaución de no curzarse con el poltergeist. Solo para que casi 20 años después lo haya invocado a las orillas del mar muerto, durante una clase importante. Suspiró, no habiendo nadie a quien culpar más que a sí misma. Iba a ser un largo camino hasta la bandera.

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