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El Parque de las Lamentaciones y Circ dels Joglars (MM B: 102350)


Sagitas E. Potter Blue
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No, no conozco a Sagitas, aunque a Xell una vez la miré en el bosque prohibido, ¿O era en otro lugar? ―se pregunta a sí mismo al recordar la experiencia en un laberinto extraño que ahora le parecía que había sido emocionante y hasta un poco graciosa al final.

 

Se queda pensando sin dejar de mirar al hombre que tenía frente a sí. Danny no tenía idea de que hubiese lugares restringidos en ese pueblo, siempre había pensando que las reservas se podían visitar y de pronto se preguntaba si había ocurrido algo malo por el que las reglas se hayan modificado así. Quizá les habían faltado el respeto a los animales, o tal vez contaminado con basura el interior del lugar. Como todo era simple especulación al chico le parecía más sensato preguntar.

 

¿Por qué no se permite entrar? ―indaga ladeando un poco la cabeza sin dejar de observarle ―no haremos daño, lo prometo. Solo queremos mirar ―sonríe al mismo tiempo que Bram emite un maullido mirando al guardia con sus grandes ojos felinos ―¿Cómo puedo conseguir un permiso si no puedo entrar así nada más? ¿Ellas están aquí?

 

Finaliza quedándose pensativo mientras se lamentaba un poco. Había caminado mucho con la esperanza de poder entrar a mirar ese lugar, en el que seguramente habría muchas maravillas que le dejarían con la boca abierta. Aunque ahora que lo pensaba, quizá esa reserva natural nunca había sido un zoológico con acceso libre al público en general...

 

Danny suspira mientras esperaba la respuesta de aquél hombre, esperando no haberle invadido de tantas preguntas que le terminara confundiendo. Siempre había provocado ese tipo de situaciones desde que tenía uso de memoria así que no estaría descabellado. ¿Le dejaría entrar? Por un momento la idea de saltarse la reja si recibía una negativa le hace sonreír divertido pero la descarta de inmediato: debía respetar y no ponerse en peligro ni a él ni a nadie más. Por algo las reglas eran así.

 

 

 

 

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El viejo Alekséi contempló al muchacho. El hombre era una persona a la que no se le podía engañar y, en aquel momento, sentía que el muchacho era de fiar. A pesar del rostro arrugado que explicaban muchas historias, tenía un corazón de oro y, por ello, decidió acercarse un poco más, arriesgarse a confiar en él.

 

-- La Señorita Xell suele estar mucho en el bosque prohibido, al igual que la señora Sagitas.

 

Tampoco es que fuera muy locuaz. Su acento denotaba que era ruso y eso le ponía nervioso. Algunos no veían bien que un extranjero estuviera en el país en aquellos momentos de grandes enfrentamientos bélicos internacionales.

 

-- Está cerrado porque hay gente que pretende robar a los animales. Aquí hay muchas especies autóctonas y otras importadas. Es una mini-reserva de criaturas mágicas que la Señora Sagitas pretende que sobreviva sin problemas. Aquí están muy cuidados y no hay piedad con los ladrones o con los que molesten a la fauna.

 

Sin embargo, él no lo parecía, sólo parecía querer visitar el parque. Hizo un gesto hacia la puerta, con un marcado movimiento de la cabeza.

 

-- Si confías en él, puedes dejarle pasar -- le dijo a la puerta. -- Sagitas y Xell están dentro. Sagitas estaba en el Circo y Xell creo que estaba en el restaurante, junto al muelle del lago. Pero sujeta al gato, llévalo en brazos. Si alguno de los nuestros se lo come, no podrás poner ninguna demanda.

 

La puerta en forma de dragón pareció brillar un poco. Después, mágicamente, se desbloqueó y dejo espacio para dejarlo pasar.

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¿De verdad? Yo solo fui en una sola ocasión y me llevé el susto de mi vida ―le responde riendo un poco. La voz del chico era un tanto enronquecida, hablaba con un volumen ligeramente alto debido a que no se escuchaba a sí mismo para ser capaz de modularla: Danny era sordo.

 

Sin embargo a pesar de serlo, al chico no se le dificultaba mucho conversar con los demás debido a la capacidad que tenía para entender sus expresiones faciales y el movimiento de los labios al hablar. Era por ese motivo que el mago prestaba mucha atención al guardián, para ser capaz de entender lo que le decía, era importante darse cuenta y también demostraba su cortesía y educación.

 

Entiendo muy bien que cuiden bien este lugar y más teniendo toda clase de criaturas, y de verdad prometo que no haremos daño a ninguna de ellas, como le decía, solo queremos mirarlas, ¿Cierto Bram? ―pregunta a su gato y este emite un maullido como respuesta.

 

El chico era muy hábil para darse cuenta de que aquél hombre estaba nervioso por algo, y de pronto le recordaba un poco a él en cierto sentido, cuando tenía que dirigirse hacia alguna persona para entablar una conversación. Si se trataba de magos y brujas se complicaba un poco más, y en caso de demonios, de vampiros la cosa era verdaderamente aterradora para él a pesar de que su propia familia poseía ese linaje de sangre.

 

Bueno Bram, ven aquí ―extiende los brazos para que el felino suba y así entra cargándole con cuidado ya que la idea de que fuera devorado le parecía verdaderamente aterradora ―pensaba tomar fotografías, pero ahora prometo que no lo haré, ¿Quiere asegurarse guardando mi cámara? ―baja al gato, se descuelga la mochila y la abre para sacar su cámara y extenderla hacia el hombre ―con verlos será más que suficiente para mí, ah... ―continúa ―y no hay por qué tener miedo, y menos de mí ―menciona con calma.

 

Luego se cuelga la mochila ya cerrada, abraza a Bram y vuelve a ver al hombre con curiosidad, sonríe y emprende el camino para deleitarse con todo lo que prometía mostrar ese lugar. Danny se sentía muy emocionado, el solo aroma del aire ahí se sentía muy diferente y de haber sido capaz de escuchar, habría disfrutado del viento que sonaba al chocar con las hojas de los árboles y los trinos de algunas especies que vivían en el lugar. Afortunadamente el mago no lo lamentaba, tenía el resto de sus sentidos para disfrutar del mundo y sentirlo completamente suyo.

 

Muy bien Bram, ¿Quieres ir al circo? ―pregunta y sin esperar respuesta emprende la caminata para dirigirse hacia allá. A Danny se le había olvidado el pequeño detalle de preguntar la dirección a la que había que ir, pero en ese momento llevado por la emoción no estaba nada preocupado.

 

 

 

 

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Editado por Danny Lestrange
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El viejo miró al muchacho, muy sorprendido por su actitud.

 

-- No, no, hombre... Las fotos están permitidas siempre que no corra riesgos innecesarios. Siempre que siga los caminos dispuestos para ello, no habrá problemas, sólo debe recordar que no ha de meterse entre los matorrales. Eso sí, el lago está totalmente prohibido. Hay kelpies en las orillas que no son nada gentiles.

 

El muchacho le parecía interesante, había algo en él que le hacía especial pero el viejo aún no sabía qué era. El chico pareció no escucharle y le dejó la cámara de fotos en la mano, sin recogerla. Parecía algo perdido, así que decidió ayudarle.

 

-- Le acompaño hasta la zona del Mirador. He de... mirar una cosa.

 

No quería decirle que se iba a reunir con su amada, la fantasma Anna, que seguro que estaría por allá aunque no estuviera visible. No le gustaban los extraños ni la luz. Curiosamente, el muchacho tampoco pareció hacerle caso, como si no le hubiera oído. Así, el viejecito le vio avanzar y frunció el ceño. Le siguió de cerca pero ya sin hablarle, para no asustarle. Sospechaba que era una persona con problemas auditivos, al menos que fuera como esos jóvenes muggles que llevan micros en los oídos para escuchar música.

 

Alekséi iba más despacio que el muchacho por la artrosis que tenía en la rodilla derecha pero se las apañó para llegar a la verjita detrás del mirador y acercarse hasta el circo por la parte de atrás. Los elfos le conocían y ya no le hacían caso aunque recordó los momentos en que le detenían y le decían que los visitantes debían ir por la parte delantera del espectácul0. No tardó en descubrir a el pelo violeta de Sagitas limpiando una de las jaulas vacías, con la varita.

 

-- ¡Hola, Jefa! -- Él siempre la llamaba así, desde el día que le contrató. -- Le traigo una cámara de fotos de un muchacho que anda por el parque. Le he dejado pasar porque parece que es buena persona...

 

Sagitas le miró a él, como si no le entendiera, después a la máquina de fotos y después de nuevo a él. El viejo Alekséi le vio palidecer.

 

-- ¡Demonios, Ale! ¡Te dije que no entrara nadie! ¡He soltado a la gran Acromántula con toda su prole para que corretearan por el parque mientras yo limpiaba.

 

Dejó caer el saco que levitaba con un movimiento de muñeca y echó a correr hacia el parque, gritando:

 

-- ¡Brigada de rescate! ¡Hay un humano en el parque!

 

El viejo guardián suspiró, pesaroso, al ver salir de todos los rincones del circo a un montón de elfos y miembros del staff del circo que la seguían. Y no era para menos, Alariegana acababa de tener un millar de hijos.

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Lástima que dejé la cámara con aquel señor ―se dice a sí mismo, mira a su gato y avanza admirando el paisaje sin perder detalle ―pero, ¿Te imaginas Bram lo que podría pasar si...

 

Se queda pensativo sintiendo lo de la cámara, pero sabía que había sido lo mejor. Danny era cuidadoso con sus cosas pero no podía fiarse de los ladrones que pudieran hacerse con la cámara y ver las fotografías de los animales. Las criaturas estaban protegidas y quizá algunas ya se creyeran extintas, ¿Qué pasaría si alguien con malas intenciones se daba cuenta de la existencia de todos esos animales? Danny jamás se perdonaría por ser el causante de semejante desastre y además, perdería la confianza del señor guardián y de las dueñas para siempre.

 

Aunque supongo que un dibujo no hace daño a nadie ―saca un trozo de pergamino y una pluma especial para dibujar cuya tinta no se corría.

 

El mago había pensado luego de algunos minutos que, aunque alguien encontrara los dibujos si se le llegaran a perder jamás imaginaría que los animales plasmados en aquellos trazos podían ser de verdad. Existían cientos de libros que retrataban y pintaban a todos los animales hasta el momento conocidos y bien podrían creer que los había copiado de ahí. Aún si fuesen desconocidos, ¿No podrían ser obra de alguna persona que gustaba de la fantasía? Pensando todo aquello, el chico se pone a dibujar los trazos de una criatura voladora que estaba posada a unos cuatro metros más allá.

 

Oye, ¿Prometes portarte bien si te pongo en la mochila? ―pregunta sosteniendo a su gato frente a él, y después de verle maullar, el chico sonríe y lo introduce dentro pero con la mochila abierta para que también pudiera mirar el paisaje.

 

Danny no se daba cuenta de que de pronto el ruido de pasos sigilosos comenzaban a aumentar de intensidad a cada segundo. Tan ocupado estaba que tampoco había hecho caso del movimiento de matorrales que comenzaba a notarse detrás de él hasta que su gato se comienza a mover maullando inquieto. El mago no hace caso y continúa con su trazo, cambiando de posición de vez en cuando para captar algunos detalles del ave que de pronto emprende el vuelo rápidamente.

 

Por favor, Bram, ¿No te puedes quedar quieto? ―pregunta quitándose la mochila y girando un poco su cuerpo ―¡¿Qué es eso?! ―grita sorprendido fijando su mirada a aquellas acromántulas que corrían rápidamente acercándose a él. En ese momento el gatito salta aterrado y corre perdiéndose entre los arbustos ―por Merlín, ¡No! ¡Bram, por todos los cielos! ¡Vuelve aquí!

 

Y corre atravesando los matorrales olvidándose de las indicaciones del viejecito. Lo único que pasaba por su cabeza era escapar de aquellas criaturas y también rescatar a su mascota.

 

 

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Corrí un par de pasos y desaparecí del Circo para aparecerme en las cuevas del Mirador. Nadie más excepto Xell, como dueña, podría haber hecho eso, los demás tendrían que usar las piernas u otras piernas de locomoción. Con la varita en la mano, oteé alrededor del Parque en busca de las arañas o del muchacho. Sólo en ese momento me di cuenta que no sabía a quien buscaba. Había huido tan deprisa que se me había olvidado preguntar cómo era aquel insensato que caminaba por el lugar.

 

-- ¡Alariegana! ¡¡Alariegana!!

 

Por regla general, la acromántula era una criatura adorable y educada, siempre me obedecía y podíamos pasar mucho tiempo juntas. Era una de las piezas claves en el circo en las representaciones nocturnas. Confiaba mucho en ella para hacer el número del Equilibrio sobre su cuerda. Pero no era lo mismo con sus criaturas. Habían salido del los huevos harían unos cuatro o cinco días y ya parecían tener un tamaño como las de un perrito. Esas eran imprevisibles. Y demasiadas.

 

-- ¡¡¡Alariegana!!!

 

El grito se duplicó y triplicó en un eco inquietante. Guardé silencio escuchando el aire, esperando... Allá a lo lejos el viento traía los chasquidos de los colmillos incipientes de las acromántulas baby.

 

-- ¡A la derecha, junto al espacio de los Imp! -- les grité a los elfos y el resto del personal que ya entraba en el Parque.

 

Yo volví a usar mi potestad de moverme con la Aparición y me aparecí al lado de un árbol, con tanta fuerza, que choqué contra él y rodé por el suelo. Solté un "¡mi**... coles!" que sonó demasiado fuerte. Rodé por el suelo hasta quedarme boca abajo y camuflada por unos matorrales.

 

Permanecí completamente quieta y oteando a mi alrededor, en busca de las arañitas. Tras un instante de silencio, las miles de patas que correteaban por uno y otro lado me llegaron al oído. Estaban cerca... Y, a lo lejos, el maullido de un gato. Fue escucharlo y el ruido de las patas de las arañas díscolas corrieron hacia él. Jo, lo sentía por el gato pero iba a ser comida de mis animales.

 

Y no hubiera hecho nada, es Ley de Vida, pero entonces sentí el grito de un muchacho que llamaba a alguien como "Bram". Lo supuse al instante, aquel Bram sería su gato-mascota. Suspiré. Si el muchacho había salido del camino, la había hecho buena. Me costaba pero los animales no atacaban a nadie que guardara las distancias. Los caminos eran lugares respetados por todos.

 

Por todos que lo hubieran aprendido y las acromantulatitas no lo habían hecho aún. Levanté la varita y solté estrellitas de colores para dejar la señal al staff del Circo, para que supieran donde buscar. Después me levanté y caminé, muy despacio, para encontrar aquel muchacho y su maldito Bram.

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El muchacho seguía corriendo sin detenerse a pensar en que haber incumplido las indicaciones le podría traer peores consecuencias que un millar de acromántulas deseosas de comerse a un mago junto con su mascota como postre. Se sentía desesperado mientras buscaba a Bram llamándolo a gritos, gritos que él era incapaz de oír al igual que aquellos que la dueña del lugar emitía no muy lejos de ahí.

 

¡Bram! ―sigue gritando. Quizá Danny no se daba cuenta, pero sus gritos eran tan fuertes que eran capaces de resonar a muchos metros a la redonda, haciendo correr a las pequeñas criaturas que se albergaban en los matorrales y algunas aves en las ramas de los árboles.

 

Seguía corriendo hasta que se queda sin aliento cerca de un árbol contra el cual casi choca, luego levanta la mirada para descubrir al pobre gato en una de sus ramas erizando el pelaje de su lomo por el terror. Danny exhala, sonríe y extiende los brazos para comenzar a trepar. Había mirado detrás de él y no había visto ningún rastro de las criaturas, así que se sintió a salvo para llegar hasta donde se encontraba su gato. Lamentablemente no había revisado el lugar por el que su mascota había llegado.

 

¡Fuera de aquí! ―exclama al darse cuenta de que las acromántulas que habían llegado primero, comenzaban a trepar al tronco del árbol sin problema así que rápidamente toma al felino de la parte de atrás de su cuello, así como lo hacían las madres a sus pequeños gatitos, y de un salto aterriza en el suelo de rodillas ―vámonos.

 

Mete nuevamente a Bram en el interior de la mochila, quien esta vez no se resiste mientras que Danny mira a su alrededor con la varita en alto, luego voltea hacia arriba descubriendo luces de colores en forma de pequeñas extrellas, ¿Esto se trataba de algún tipo de función? De ser así se veía muy real y el chico solo deseaba que se terminara ya. Había prometido no dañar a los animales de la reserva pero tenía miedo de terminar en el estómago de los mismos si no se defendía, ¿Qué podía hacer?

 

¡Inmóvilus! ―se pone de pie, recita el hechizo dirigiendo la varita hacia algunas decenas de acromántulas que se habían vuelto una especie de matorral enredado ―por Merlín... ―se encoge un poco al notar un movimiento extraño, como algo que acababa de rodar en el suelo. Al ver una especie de sombra que se acerca, el muchacho retrocede un par de pasos temeroso de que fuese algún animal, pierde el equilibrio y se cae sentado en el suelo

 

 

 

 

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El trabajo me había hecho estar tan entretenida en la zona del muelle del Parque que ni cuenta me había dado que había pasado tanto tiempo, sin haber comido nada en horas. Cuando sentí el aguijón de hambre, me di cuenta que ya era muy tarde. Aún así, acabé de arreglar el barco restaurante y el muelle, revisando que cumplieran las normas de seguridad, listo para la apertura en cuanto Sagitas estuviera segura que los animales no corrían riesgos. También comprobé que los animales del agua estuviera bien. Los Kelpies y las Remoras me reconocieron y se acercaron lo suficiente para que les viera pero no tanto como para que les tocara. Sólo Sagitas conseguía ese milagro. Además, a lo lejos, las sirenas pasaron por allá y me saludaron con las colas. Creo que todo estaba en orden.

 

Me iba ya del muelle cuando Anna, la fantasma, me interrumpió con un pequeño grito de auxlio. No solía aparecerse ante mí, ella era conocida de Sagitas y no se aparecía más que con ella y con el guardián del parque. Por eso, me sorprendió verla allá.

 

- Alarma de rescate. Hay un humano en el parque.

 

No la entendí. ¿Qué más daba que hubieran humanos en el parque como para activar la alarma de rescate? La fantasma notó mi turbación pues añadió:

 

- Acromántulas sueltas.

 

Palidecí. Acabábamos de tener crías en el Circo. Sólo la loca de Sagitas podría haberlas dejado sueltas en el parque.

 

- ¿Por dónde?

 

La fantasma me indicó un lugar y eché a correr, sin recordar que yo apenas conocía a la Acromántula, tal vez también podría comerme a mí.

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  • 4 semanas más tarde...

Sabía que hacía mal, aquel camino y todos los que había en el parque no eran meros pasos entre las diferentes zonas. Cumplían, además, una función de protección para todos los visitantes que pasearan por el parque. Por ello había miles de indicadores para que no salieran de ellos en todas partes.

 

Y ahora yo misma me lo saltaba. Era mi responsabilidad, aquel muchacho y su gatos podrían estar muertos ya. O lo estarían muy pronto con la presencia de los miles de acromantulitas correteando por allá. Maldije varias veces que aquel chico se hubiera adentrado hoy precisamente en el lugar, a pesar de tener una verja cerrada. Tendría que reprochar al ruso que no hubiera tenido más cuidado. Pero eso después, cuando hubiera encontrado al imprudente y lo hubiera puesto a salvo; o cuando hubiera encontrado sus despojos y los hubiera escondido para que aquello no saliera de allá. Para algo sirve tener un circo con todo tipo de animales. Puedes esconder muchos hechos sin que nadie se entere.

 

Me giré con la varita en la mano. ¡Sería berzotas aquel muchacho! ¡¡Estaba gritando!! Así era como si estuviera poniendo un cartel con un "¡Hey! ¡Estoy aquí!" para que todos los animales del Parque lo descubrieran, que no eran pocos los que habitaban el lugar, además de las acromantulitas escapadas del circo. Pasé cerca de la zona perimetral de los Horklump. Había sido pisoteada y muchos de los animales en forma de seta estaban aplastados. Aparté la cabeza con algo de pena y asco mezcladas. Tendría que mandar recoger los restos y ayudar a los heridos, si era posible. Era una especie delicada pero de alta reproducción así que pronto volveríamos a tener una colonia entera en el lugar.

 

Pero me daban un par de pistas, la primera, que por allá había pisado un zapato humano (¡asesino) y por otro, que le perseguían muchas patitas de araña. Por otro lado, los pelos ásperos y negros, si le habían rozado, le estarían produciendo urticaria, con lo que esa persona iría más lento. Estaba en peligro. Cerca, alguien gritó un "Inmóvilus" . Al menos, era un mago.

 

-- ¡¡Lumus!! Si hay alguien cerca, que busque mi luz -- grité. Sí, lo sé, atraía la atención de los animales pero la mayoría me conocían, sabían mi olor (e incluso algunos me habían saboreado) así que me dejarían en paz. Me preocupaban los otros, los que no conocían aún las normas.

 

Nadie se acercaba así que me fue acercando yo, siguiendo las pistas. De repente, sentí el aura de alguien, de muchos alguien, pero sólo una humana. Apunté con mi varita y vi a un muchacho sentado en el suelo, con una mochila y con una expresión rara en la cara. A su alrededor, las pequeñuelas de las acromántulas, moviendo sus pinzas. Me quedé quieta a tres palmos de él y suspiré. Después le recriminé, enfadada:

 

-- ¿Es qué no has sentido que te llamaba? Nos has puesto en peligro a todos. Me entran ganas de dejar que te coman, por atolondrado. ¿Y los animales que has matado?

 

Noté pasos corriendo, seguro que alguien se acercaba. Las arañitas saltaban sobres sus patas, divertidas, como si celebraran que llegaran más juguetes con los que corretear. Bufé.

 

-- ¿Ahora qué hacemos? ¿Estás herido? -- le pregunté.

 

 

@@Danny Lestrange

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Danny se sentía acorralado sin saber qué hacer. Aquellas criaturas que le seguían estaban rodeándole y él en medio sin poder moverse siquiera, con Bram ahora en sus brazos. Sin embargo pronto se da cuenta de que había una gran agitación en el parque, había notado el movimiento de las ramas de los árboles y las aves que levantaban el vuelo ante tanto alboroto. El joven mago se quedaba ahora petrificado cuando veía que alguien se acercaba y se pone pálido.

 

—Ah...

 

No sabía qué decir al leer los labios de aquella mujer que se había acercado con la varita en su mano. Parecía estar asustada y molesta a juzgar por sus expresiones faciales, lamentablemente no se equivocaba. Ella le estaba diciendo muchas cosas como dejarle ahí para que fuera devorado y el que era culpable de la muerte de criaturas a las que él ni siquiera había notado. ¿Había asesinado criaturas del parque? ¿Era en serio?

 

—Lo siento mucho... yo no quise...

 

Pronuncia balbuceando. Había visto también la luz que salía de su varita y ahora las acromántulas bebés acercándose, él no podía oírlas pero las percibía de alguna manera. Danny baja la cabeza avergonzado, a pesar de que eso no ayudaría e nada. Ahora no solo él estaba en peligro sino que la había arrastrado a ella también.

 

—Estoy bien... y no sé qué hacer.

 

Le responde mientras se pone de pie, toma con firmeza su varita y mira a su alrededor. Debería haber algo que las distrajera mientras ellos huían aunque no estaba seguro qué, y no quería volver a cometer una barbaridad. El chico no sabía qué sentir más, si la culpa por haber matado criaturas del parque o el miedo al verse acorralado por el susto que le provocaran a su gato.

 

—Hay alguien más aquí, puedo sentirlo...

 

 

 

 

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